1
El concepto machadiano del tiempo implica
que la existencia del individuo está en su historia como una estela en el mar.
Contiene la vida el sentido del sin sentido del querer estar en un mundo
trascendente, cuando vivir es andar un camino sin volver la cabeza atrás y sin
dejar rastro de huellas.
No hay mirada hacia atrás para fijar la marcha
inicial del tiempo ni mirada a su momento finalista. La ceguedad del ojo que
mira y no ve. La mirada atrás es hallarse con un lastre cultural ajeno. Un
saber que barre la identidad del sujeto con la culpa de las circunstancias no queridas y que no fueron electivas.
Yo soy el hijo de la ira o de la sumisión. Lógica que abrevia la
responsabilidad de hacer el camino con la continuidad ajena. Paralelismo de la
deducción de individuo esclavo liberado que
resuelve eliminar su pasado olvidando a su amo. Los esclavos liberados festejan
una libertad regalada. Olvidarse del amo es hallarse con unavoluntad que carece
de finalidad de lo ético. El odio se
integra en la negación del amo como una paradoja. No hay ninguna unidad
superior que dé la síntesis agónica del esclavo y del amo. Ambos permanecen con diferentes disfraces en el
escenario histórico. Ambos se necesitan para afirmar la no historia. Lo
permanente frente al devenir. Las cicatrices del látigo marcan el olvido de la existencia amenazada. O tal
vez el grito mudo del Entonces.
La libertad no es premura de una vida donada. Para ser
libre se exige los impulsos agónicos de la conquista del ser por negación
absoluta del no ser de dominio. La libertad amnésica es una mutilación de la voluntad de
querer ser. La no existencia se vuelve un plus para
desvivirse fuera del hacer. Un no hacer que permite a otra voluntad el
ofrecimiento de la tela de araña vigilada por un arácnido.
La desmemoria no es voluntaria, ni el sentido del ser es una
cosa ajena para ser un común intrascendente. No se recuerda para no querer ver
el tiempo prestado de medios sumisión y
fines vacíos. La desmemoria no elimina el
olvido como un acto intencional. No valorar los actos del individuo dominado es
el fiel de una balanza que pesa la entrega del esclavo y el dominio de la
libertad del amo. La carencia de memoria es un barro que ciega el ver de historia y moralidad. Diríamos que
carecemos de historia en cuanto esta carece de un ver moral de los actos. La afirmación
de estar ahí como una cosa donde se apoyan las emociones del lugar del olvido.
2
El no ver lo que se puede ver es la
crónica de oficio, donde ojo no ve porque quiere una realidad disfrazada. La
realidad disfrazada es un vivir en un espectáculo de guiños y gestos de
marionetas. Hay ver cuando el tiempo de los hechos se afirma con disfraces. El
tiempo es un flujo que adiciona cantidades homogéneas a la espera su
significado de rutina adhesiva de palabras y hechos repetidos como náuseas. Penélope,
la mujer de Ulises, hacía e y rehacía el bordado de la túnica de su marido
ausente para que los pretendientes a los esponsales no alcanzaran el tiempo como
un devenir de días transcurridos y borrados.
Lo cotidiano vivido teje y desteje
la espera de algo oculto a la mirada. La cotidianidad se constituye en hacer y borrar los días
esperando la crónica falseada del acontecimiento, que se alarga y acorta por no
verlo dentro de la espera.
El juglar cronista espera los hechos épicos para
contarlos en el festejo de la palabra escrita y oral. Los hechos se leen ante
el hacedor de los mismos y por tanto laudatorios. Se diría que el juglar cronista
es un criado y burócrata escritor de fábulas.
El juglar cronista conoce la
ficciones de la mitología y pretende ocultar con la escritura a su modelo real. El fabulador mitológico
nunca se permite la verdad de los hechos, porque desconoce el valor transitivo
del testimonio escrito. Ni tan siquiera hay una conciencia crítica en él ante
lo que escribe y así desenfoca los hechos reales.
La historia juglaresca adula a quien
da un legado de injusticia. Con la intencionalidad de dar validez a su relatos para
oyentes futuros falsea el texto. La realidad falseada, con la pátina amarilla
del tiempo, termina adquiriendo una arquitectura de palabras, que se elevan
como un túmulo de hechos narrados sin más verdad que la incluyente ceguera de no ver lo que se debe ver.
Cuando alguien lee crónicas falseadas
se encuentra con la voz interior del cronista
que lee para el lector desde el texto interiorizado. Como cualquier ideología,
la crónica es flexible a la conformidad de su doblez de unir al lector y a la voz del texto.
La crónica fabula y se vuelve verosímil en cuanto la palabra es
un significante arbitrario sobre el que se puede cargar cualquier significado
errante, como si fuera una acémila en una cuesta de bajada adoquinada, cargada con los sinónimos de otras épocas y ahora fuegos
de artificio para gestas heroicas sin
verificación. Significados erráticos que tunden la superficie del tambor de
hojalata.
3
Los cronistas chinos taoístas
quisieron escapar del cortejo imperial, descifrando los acontecimientos sociales
por los rasgos celestes, el vuelo de las grullas o los patos silvestres en
vuelo hacia el ocaso como extraordinario acontecimiento del movimiento de la
Tierra. Vuelos signos al atardecer del Sol y movimiento de la brisa en los
ramajes del sauce. También la historia
como la contradicción del ciclo celeste y sus manifestaciones de sequía en
la tierra que se ara y en la lluvia que no llega. La naturaleza a través de las
sequías que queman las semillas y entierran los cuerpos.
Los grandes movimientos revolucionarios
de los campesinos contra los emperadores venían enlazadas a las situaciones de
desequilibrios de la Naturaleza y el poder de la casa imperial. Los
desequilibrios del ecosistema y las relaciones sociales. La rebelión campesina marcaba
la instauración de un orden social nuevo en sus principios de desarmonía a través de las luchas de campesinos y cortes
imperiales.
Como si el porvenir del individuo en la
historia estuviera escrito en las desarmonías del hombre y la Naturaliza
politizada. El vuelo sin grullas en el atardecer era un día sin
historia. Un día vacío de preguntas sobre realidad y destino. Preguntas
ausentes en tanto no fluye el contenido visible de la historia. Enfrentamientos
entre realidad y destino. Atreverse a ser, con presencia en la cavidad del tiempo, es un
acontecer que fluye como el río y alcanza las preguntas que determinan la
esencia del porvenir. Leer lo invisible volcado en fracciones de tiempo discontinuas,
que admiten la adhesión de teoría y praxis. Ese balbuceo de la verdad en la
boca del niño. Arqueología del saber que encuentra la verdad en la lectura de
una voz escrutadora del texto.
El sentido último del cronista es fabular
las acciones irracionales de las minorías para mantener el equilibrio de poder
único, La necesidad de dar continuidad al acontecer de los que se entregan a la
manipulación para defender sus intereses económicos. Los desequilibrio entre
poder y necesidad se traducen en revoluciones y sumisiones. La revolución es un
desequilibrio de la estructura social del azar del privilegio frente a grandes
masas sociales que desorganizan la desigualdad. El enfrentamiento del individuo
masa que se da con el crecimiento de su saber en praxis.
4
¿Pero cómo escribir la historia de
una agonía inscrita en el límite de una irrealidad que tiene que quedar en una
estructura social caduca?. ¿Puede el lenguaje y su mitología alcanzar a
explicar el límite contradictorio de la realidad y la cultura? ¿ O frente a ese
límite sólo queda el silencio que sustituye a la crítica?
Un silencio enlazado al miedo. A los
delatores en el arroyo de la crueldad.
El silencio enseñando el significado oculto de la complicidad del individuo en
un mundo donde la permanencia hay que encontrarla en la sumisión del gesto y la
palabra. La trascendencia de sobrevivir en el miedo. El miedo hay que
encontrarlo en las órdenes de acatamiento de los símbolos autorizados.
La historia narrada escucha la voz del confidente en el
estancamiento de la libertad del agua estancada de un pozo o el oyente alucinado al que pudieran haberle
llegado voces admonitorias en la medianoche, con los cipreses quietos, y el
griterío despótico de los que hicieron de los hombres cosas de trabajo y muerte.
Ese grito despótico que sube del
pozo de la historia no es sólo un bloque memorialista, sino un bloque que
cuelga a las víctimas como racimos de paja que cuelgan del cuello de la víctima
elegida.
El momento actual de la historia es
la coyuntura propicia al enfrentamiento social de los sometidos. Muestra el
cambio necesario de la inmoralidad de la propiedad del hombre por el hombre a
la sociabilidad del hombre como fin de acercamiento.
La historia como relato de los ojos
que se abren al mundo, asombrados por su claridad. injusta. Pero la claridad del
amanecer humano no es la sumisión del hombre enfrentado a la venta de su trabajo
en fracciones de tiempo a cambio de un precio en dinero que expresa una
cantidad de alimentos que fluctúa con la variabilidad de los precios. Los
movimientos económicos de precios de alimentos y salarios han sido el motor de
las grandes revoluciones de ricos contra pobres. Igual que la lluvia y la
sequía. La gran revolución de 1789 fue la manifestación de las subidas extraordinarias
de precios por encima de los salarios de subsistencia. El desorden violento
de las migraciones de los campesinos que huían de las malas cosechas a la caridad
de las ciudades. El hambre es la revolución sin ideas. Viene del instinto de
supervivencia. El animal social que encuentra la actitud violenta para sobrevivir.
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