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El
paso del Estado Medieval al Estado absolutista del siglo XVII se da mediante la unificación de los poderes descentralizados de la Edad Media, al poder
unificado en la personalidad ejecutiva y legislativa de la soberanía absoluta
del monarca. Hay un desplazamiento del poder político descentralizado medieval
al poder centralizado de la monarquía absoluta. De las instituciones políticas
y económica, de la aristocracia medieval descentralizada, en cuanto a norma jurídica de
la sangre heredada por la biología más que por la historia, en tanto como a lo
sagrado la supremacía de la Iglesia, mediadora y fiadora del contenido de la ley divina en los
conflictos de la autoridad secular.
La sociedad del
siglo XVII, coetánea de Inocencio X es
una sociedad totalitaria, estrictamente regulada por adhesión al absolutismo del
monarca y a la ratificación papal,pasiva, a los postulados de dominio regio,
que consisten en el encubrimiento de la ideología política por la ideología
religiosa. Las instituciones ideológicas seculares se ocultan tras la ideología
religiosa de masas, garante del poder secular del Estado absolutista. El poder
político secular alcanza autonomía absoluta
en sus decisiones frente al papado y a la
aristocracia de sangre. Pero esta ideología religiosa carece de correlación
unificadora de legitimidad popular ante el poder político absolutista. La ideología religiosa y el poder absoluto
forman asimetrías de obediencia y
acatamiento. La ideología religiosa queda sometida al canon absolutista, en
donde todas las manifestaciones culturales e ideológicas se someten al autoritarismo de la monarquía. El Estado
soy yo de Luis XIV es la forma axial del arco arquitectónico de un nuevo orden
político del Estado absolutista. La
ideología religiosa está sobredeterminada por la ideología política monárquica dominante.
La región ideológica política subsume a un
conjunto de poder más amplio que la fe en la providencia. La verdad de un dios presente, en el relato de
las escrituras, queda relegada al jansenismo perseguido por el monarca francés y
el papado. No hay lugar ni tan siquiera para la mística cristiana de la
búsqueda interior de dios. El papado se apoya en el absolutismo monárquico para
lograr la disolución de los jansenistas y su rechazo del mundo por la apuesta
de la presencia de dios en un mudo sin valores morales. Este ataque al
jansenismo de Inocencio X y a la heterodoxia
de esperar el milagro de la presencia de dios en la historia, tendrá un
amplio surco en la filosofía europea de la muerte de dios.
Inocencio X se
enfrentará como un actor de doble máscara secular y religiosa al poder absolutista,
en su negación del tratado de la paz , como fin de la guerra de los treinta
años, de Westfalia, y a la condena del jansenismo por Luis XIV.
Se trataba de mantener
una doble autoridad de jerarquía en los
conflictos internacionales y en los temas de herejía y ortodoxia. Enfrentamiento papal a la
autoridad del Estado absolutista, en cuanto menoscababa la autoridad pontificia
en sus actos sancionadores de las decisiones a los tratados internacionales como expresión geopolítica medieval declinante ante el absolutismo. Actitud
obstruccionista al comportamiento laico, un antídoto a la autoridad real, que
se habrá de derrumbar ante el poder soberano absolutista, del Leviatán monárquico sobre la sociedad civil, no sometido ya a la
esperanza ideológica de la salvación post-mortem del cuerpo y el alma, pues al
contrario habrá de quedar sometido a las reglas de la unidad nacional y al
Estado irracional carismático de la filosofía cartesiana de la existencia de la
verdad por la duda sistemática. La ideología religiosa quedará prendida en el sometimiento
psicológico al terror de la muerte. La salvación personal quedará fuera del
mecanismo estatal del sometimiento, con la indiferencia del Estado y de sus
hacedores a los estados de conciencia de culpa y salvación, pertenecientes a las
instituciones seráficas de la curial Iglesia y dentro del poder del Estado que
las garantiza.
No hay correlación de
la sumisión política absolutista de las masas populares y la sumisión a la religión
trascendente de la fe. La monarquía absoluta
y la jerarquía papal parcelan funcionalmente la sociedad civil. El poder del Estado
absolutista se emancipa de la religión entregando la solución de los
problemas de conciencia a la autoridad del derecho eclesiástico.
El Leviatán de la Monarquía absoluta garantiza las relaciones de las prácticas sociales
religiosas, dentro de los ajustes estructurales, económicos, políticos y
religiosos, de subordinación absoluta a una sociedad totalitaria.
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Inocencio
X sufre la transformación del Estado Medieval al Estado absolutista durante su
reinado papal. El testimonio de Velázquez a esta situación seduce por la
verificación plástica de la coyuntura histórica del poder mixtificado, que
delata el retrato que le pintó Don Diego de Velázquez a Inocencio X.
La técnica pictórica de
introspección velazqueña fue capaz de penetrar
psicológicamente en el personaje para mostrarnos aquellos aspectos ocultos de
su personalidad. Inocencio
X muestra la expresión tensa, el ceño fruncido, los labios forman un juntura de
sospechas sobre el resultado de su posteridad. En su semblante, las
contradicciones se manifiestan agresivas, sin que él intente dulcificarlas.
Velázquez
observa a Inocencio X con barba desmañada, la pinta como una metáfora de la
realidad. La veracidad de Velázquez, sobre el personaje, abruma por su realismo
agresivo y manifiesta el conocimiento informativo del pintor sobre su modelo,
la situación trágica familiar y de dominio del retratado. Velázquez nos da el
carácter del papa como la descripción pictórica de una biografía turbulenta.
A la muerte
de Urbano VIII el cónclave que habría de elegir a su sucesor, se reunió el 9 de
agosto de 1644 tras más de un mes de
deliberaciones, ningún candidato conseguía el número de votos necesarios para
ser proclamado pontífice, debido al enfrentamiento entre las facciones
española, una encabezada por el cardenal
Gil de Albornoz y otra, la francesa , liderada por el cardenal Mazarino.
Aprovechando una ausencia de Mazarino, se
logró un acuerdo en la persona de Giovanni Battista Pamphili, quien a pesar de
su afinidad con España logró alcanzar el número de votos necesario para ser
proclamado sucesor de Urbano VIII. Inocencio X denunció el tratado de paz de
Westfalia firmado en 1648 sin su participación, que ponía fin a la guerra de los treinta años y del que surgiría una
nueva Europa. Para ello emitió una bula condenatoria en la que declaraba nulas
todas aquellas cláusulas que a su juicio se oponían a los preceptos de la
iglesia y socavaban la fe.
Sin embargo, su oposición al tratado de paz no tuvo ninguna consecuencia, ya que la opinión
papal, en materias de ordenamiento internacional y de circunscripción
territorial de las naciones, había dejado de tener la influencia que gozaba en
épocas anteriores.
Inmediatamente
tras su coronación, Inocencio X emprendió acciones legales contra los
Barberini, la familia de su predecesor en el pontificado, acusándolos de
apropiación de los bienes de la Iglesia.
Esta
actuación papal provocó que los cardenal Francesco Barberini huyera a Francia
donde encontraron un poderoso protector en el cardenal Mazarino. La huida de
los Barberini facilitó al papa la incautación de sus bienes y propiedades y la
publicación, de una bula en la que establecía que los cardenales que
abandonasen por más de seis meses los Estados Pontificios, sin autorización
papal, perderían sus beneficios eclesiásticos y el propio cardenalato. Esta
complejidad de relaciones con el patriciado cardenalicio de los barberini, enfrentamiento de Inocencio X con la familia aristocrática Barberine, supuso la lucha por el control de
la elección papal y su apuesta por negar el tratado de Westfalia, le llevaría a Inocencio X a un reinado de
utilización de la intriga maquiavélica en la curia vaticana. Esta situación de
Inocencio X fue vista y oída por Velázquez en
las reacciones psicológicas del papa por su subordinación a los poderes internacionales y a las
intrigas vaticanas de la curia.
La técnica del retrato manifiesta lo que hemos
llamado la transición del Estado Medieval al Estado Absolutista, y la carencia
de eficacia de la autoridad pontificia en las relaciones internacionales y las contradicciones en las internas.
El conocimiento
de Velázquez de la política eclesial y de cámara regia, lo llevó plásticamente
a una técnica impresionista, y con ella a
un retrato denunciador del nuevo realismo político. El retrato se ubica en una
gama de color, de rojo sobre rojos, sobre un cortinaje rojo, resalta el sillón
rojo, y sobre éste el ropaje del papa. Esta superposición de rojos no consigue
aplastar el vigor agresivo de las facciones de Inocencio X. Velázquez, no
idealiza el cutis del papa para darle un tono nacarado, sino que lo representa
rojizo y con una barba desmañada, más de acuerdo con la realidad psicológica y
social del modelo. Demasiado veraz comentó el papa cuando vio el resultado
final. La valentía moral velazqueña es extraordinaria en la manifestación del
poder extremo, en una situación compleja
de religiosidad y secularización. ¿Cómo la intencionalidad denunciadora del
modelo se escapó a la censura eclesial? El prestigio de la pintura de Velázquez y su
españolidad taparon sus intenciones denunciadoras.
El pintor
asumía el extremo realismo sin ninguna censura interior. Lega el testimonio de
su hacer pictórico a la valentía denunciadora de la pintura barroca de
Caravaggio. El pintor se debía al arte como un compromiso de denuncia frente a la idealización del modelo. El arte velazqueño
no enmascara al poder arbitrario y atormentado de Inocencio X.
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