miércoles, 11 de junio de 2008

Tomohiro Kato


Un joven mata a siete personas y hiere a 11 en el centro de Tokyo.
Incesantemente, la conciencia angustiada de Raskólnikov le exige entregarse a la justicia. El personaje central de la novela de Fedor Dostoievski, Crimen y Castigo, no encuentra más salida a su crimen que el castigo. El sentimiento de culpabilidad le impide ocultar su crimen a la sociedad. La relación del Raskólnikov con la sociedad es la de vivir fuera de ella. Su crimen lo ha colocado fuera de la colectividad. Su conciencia desgraciada le exige entregarse al castigo para volver a sentir la necesidad de vivir dentro de la inocencia. El asesinato de la vieja prestamista Aliona Ivánovna lo ha situado fuera de la sociedad. Su crimen le impide continuar viviendo junto a las personas que quiere, junto a los amigos, ni tan siquiera junto a la multitud urbana que lo envuelve en la indiferencia de la cotidianidad. Raskólnikov se entrega a la justicia para reparar su crimen. Cuando las puertas de la cárcel se cierran tras él, reflexiona sobre la validez del sufrimiento para redimir su conciencia angustiada. Fedor Dostoievski acaba su novela invocando a la historicidad humana como la renovación de un hombre a través de su gradual resurrección.
Frente al dilema de la culpa y el castigo de Raskólnikov, la noticia de prensa de que Tomohiro Kato, un joven japonés de 25 años, mató con un cuchillo a siete personas (seis hombres y una mujer de entre 19 y 74 años) e hirió a otras 11 en Akihabara, un céntrico y turístico barrio de Tokyo, sobrecoge en la luminosidad fría del crimen sin noción de culpa. El hombre había llegado al lugar de los hechos a plena luz del día en una camioneta, con la que golpeó a varios peatones. Tras bajarse del vehículo, abordó a los transeúntes que se encontró al paso y acuchilló a un total de 18. Al ser detenido por la policía, dijo a los agentes: “Vine a Akihabara para matar a gente. Estoy cansado del mundo. Cualquiera estaba bien. Vine solo”
En Tomohiro Kato no hay una conciencia angustiada por su acto criminal. No hay ninguna motivación de resentimiento, de pobreza, ni de desasosiego. No hay una víctima predeterminada para su crimen. Vine a Akihabara para matar a gente. Es la conciencia vacía del nihilista. Su cansancio físico y su delirio, sobre las relaciones sociales, le llevan a matar “a cualquiera”. La gente es la multitud sin identificación. Para él, no hay seres humanos que padezcan el agotamiento del trabajo y el dolor de su finitud. El Ser del mundo está determinado por “cosas indiferentes” que se hallaron en el cruce de su paranoia y la soberbia infinita del absurdo totalitario, que acompaña a los genocidas: “Vine solo”.

viernes, 23 de mayo de 2008

La Ciudad del Cabo




Las noticias de prensa son muy escuetas:
En la Ciudad del Cabo, Sudáfrica, turbas xenófobas atacan a emigrantes somalíes y zimbabuenses. Tiendas quemadas y saqueadas.
Las agresiones de masas contra minorías a lo largo de la historia siempre han aparecido como acontecimientos sorpresivos. Como si los movimientos de masas estuvieran motivados por reacciones emocionales que escapasen a la racionalidad del comportamiento social del hombre con respecto a la colectividad. Ir de la irracionalidad hasta el crimen. Un asalto a la razón, que posibilita la existencia de la comunidad de los individuos en la sociedad.
La humanización y deshumanización son efectos de la sociedad en su conjunto. Los actos de los individuos y de las masas sociales son intencionales con respecto a la sociedad en su totalidad. Obedecen a impulsos tanto económicos como ideológicos en el extremo sin sentido del orden social. La ideología se sobrepone y cubre las desigualdades de la organización económica, que hace de la existencia individual cantidades de trabajo vendibles por una cantidad de dinero, salario convertible en valores de uso que reponen las energías gastadas en el proceso de trabajo. Se diría que la sociedad produce, se desgasta y consume, en función de los procesos de trabajo.
Pero el individuo, en el mercado de trabajo, puede ser alguien sin capacidad de aplicar sus energías para obtener un salario. Es un parado. Alguien que espera adquirir un salario.
Una crisis social tiene la máxima expresión en la acumulación progresiva de parados, el cierre de empresas, las subidas de precios, la reducción de la circulación crediticia. El retorno del dinero como medio de compra al dinero como medio de pago. No se pueden pagar las deudas. Los acreedores exigen la conversión de la deuda en dinero. Nadie encuentra dinero: los parados carecen de salario y los empresarios, minoristas y mayoristas, no encuentran dinero de crédito para hacer frente a su posición de deudores. El sistema crediticio vuelve al sistema monetario ya que hay muchos buscadores de dinero como medio de pago. Los precios de las mercancías y los intereses aumentan buscando una mayor conversión de sus valores de uso en precios realizables en dinero.
Los poseedores de mercancías y los poseedores de dinero por un lado y los carentes de salario o de salarios bajos por el otro. Sin duda, una situación social de clase, grupos sociales sin capacidad de salario ni de realización de los precios de las mercancías. Semejante a los grupos sociales en la situación primaria de ricos y pobres y la ideología escapista que sobredetermina esta situación mediante los significados agresivos del racismo y del lenguaje del odio.
Los establecimientos de los poseedores de mercancías son quemados y saqueados. Se destruyen las mercancías como signos de riqueza. Hay decenas de asesinados y una huida masiva de emigrantes atacados: 25.000. Los gritos del guetto acusan a los emigrantes de robarles el trabajo y de fomentar la delincuencia.
La paradoja del siglo XXI, ya no es la propiedad un robo sino el trabajo. Se roba el trabajo. El trabajo se vuelve de una relación social a una cosa.
Las turbas sociales quieren recuperar el salario que les proporciona "la cosa"venta de su trabajo. Pero éste es robado por alguien, ¿quiénes roban el trabajo?. En la historia siempre hay un sujeto-víctima, un sujeto-odio, un sujeto-expiatorio. En la ciudad del Cabo han sido los comerciantes emigrantes, que intermedian el delirio entre la "cosa trabajo robado" y "la cosa delincuencia". Estamos en la irracionalidad de los pobres que padecen el paro, el sida y la soledad absoluta de los desposeídos.
La magia del miedo transforma relaciones sociales de producción, distribución y consumo. Y esta magia del miedo permite gritar que un individuo sin trabajo es un hombre al que se le ha robado el salario. La posibilidad de vender su trabajo. Se diría que el que está desposeído de salario, se le ha robado la sombra de su existencia. La guerra social de pobres sin salarios contra pobres minoristas extranjeros siempre es efecto de la extrema degradación de la miseria mental y material en los guettos del hambre de los países pobres. En la Ciudad del Cabo se da el asalto exterminativo de los desposeídos de "la cosa trabajo" contra los emigrantes que huyen del hambre vendiendo las mercancías baratas de los países industriales. Los pobres de la tierra se matan entre sí, se pierden para siempre en la xenofobia de la miseria.