lunes, 21 de diciembre de 2009

La conciencia y el Poder instrumental (y 4)

La conciencia instrumental es imperante y actual. Una pegatina ordenativa en la pared obsesiva de lo pragmático. Su actualidad está dada en las relaciones de la supervivencia del miedo. La visión del mundo del hombre pragmático no es secuencial, sino fijista. Al referir su visión del mundo, se dice de ella que tiene una imagen táctil de la realidad. Se palpan las circunstancias para no pensar en ellas. La visión de un mundo táctil es anterior a la visión de un mundo, constituido de relaciones mentales, que hay que producir como objetos complejos. La profundidad mental avanza sobre la superficialidad táctil. El ser instrumental se cierra y abarca, adaptativo a la realidad mixtificada en un presente definitivo. Su ser instrumental halla las cosas en superficies cerradas, de bordes gruesos. Los palpa buscando la operatividad de la inseguridad. Va cubriendo lo actual de simulaciones ante los riesgos de no convivir en las convenciones de la época. Ser inactual es extremadamente peligroso. Implica acumulaciones de riesgos emocionales extremos.
Si se ha expuesto, en (3b), la conciencia laberinto, en sus tres cualidades: a) la plasticidad, b) la resonancia y c) la porosidad, como caracteres esenciales del laberinto. Los cuales abren la causalidad de la plasticidad, conservar la forma de terror en períodos largos de la historia, la resonancia de los gritos que llegan en percusión. Las huellas mnémicas de la tortura se apropian de sonidos-gritos, en la intencionalidad de formar superficies cerradas ante la resistencia ética del castigado. Los adiestradores de la tortura gritan para avivar el miedo a la muerte. La muerte anticipada y marginal, que se incrusta en los instrumentos de tortura: las bañeras, las descargas eléctricas, los ladridos, las vejaciones sexuales, las capuchas encubridoras de los rasgos del sufrimiento facial, la voz deformada, irreconocible e impaciente del torturador. Los grupos de torturados, de rodillas, debilitados, esperando el castigo en la oscuridad. La organización mecánica, previamente memorizada del torturador, contra los disidentes e irregulares a la sumisión. En los ciclos de terror, los disidentes e irregulares padecen la persecución de la delación y del castigo. Lo permeable del laberinto proviene de su porosidad. El laberinto absorbe grandes cantidades de energía inhumana, que se aplican al dominio de la delación, al cinismo, y la práctica del dolor físico y mental.
Estas cualidades del laberinto-máquinas reducen la profundidad de la conciencia instrumental actual. Persiguen lo superficial, que el individuo se adhiera a las sombras de la locura del laberinto-máquina.
Si la construcción del laberinto es mitológica, por cuanto atraviesa los estados de la historia, desde las sociedades precapitalistas a la sociedad capitalista pura, en cuanto las cualidades marcativas de plasticidad, resonancia y porosidad. Ellas reproducen los estados sociales de jerarquía totémica y de Estado despótico de Ur. El padre Edipo- Dios y el Déspota- Dios, seminal de flujos de dinero y de dolor. El padre Edipo- Dios y el Déspota-Dios se fijan en períodos gravativos de los excedentes económicos, desde las sociedades de clases precapitalistas a las sociedades de clases capitalistas. El Gran Consciente castigador es efecto del excedente de la producción social sobre el consumo social. Este excedente se ancla en la violencia física y en la ideológica.
La textura del laberinto- máquina, en su constitución mitológica, restringe la conciencia instrumental a una superficie psíquica táctil, hipersensible a las posiciones de jerárquica y autoridad. Su temporalidad táctil expresa el grado actual de ambivalencias en adaptaciones eficientes e ineficientes de la conciencia instrumental a los grados de jerarquía. Las adaptaciones eficientes son masas psíquicas con altos rendimientos de producción material y de sumisión. Las adaptaciones ineficientes aminoran la producción material y de sumisión. Las masas de luces y de sombras del laberinto-máquina se aquietan para que haya una conciencia instrumental táctil y pragmática. Simular e integrar la cotidianidad de lo táctil, su seguridad en los flujos de deseo adheridos al dinero. La conciencia instrumental es una conciencia en sí, su materialidad elimina el pensamiento. Es conciencia integrada a un alto nivel de necesidad adherente en el laberinto-máquina. Actúa dentro de las rendijas de consideración a lo actual y a lo superficial. La conciencia instrumental deja incesantes flujos de vivencias pragmáticas, de actuaciones instrumentales de nulidad, que buscan las huellas de su supervivencia.
Baruch Spinoza, (1632-1677), filósofo exponente del panteísmo, postula lo evidente de que todo ser vivo quiere permanecer vivo. Este “querer estar en lo vivo” es un pacto social del individuo en el laberinto-máquina. El pacto siempre debe observarse con máxima fidelidad. La máxima fidelidad se sustenta, en que el individuo y los grupos, tienen que obedecer, ya por propia iniciativa, ya por miedo al máximo suplicio. Hay una máquina-laberinto de poder supremo que inocula en la conciencia instrumentalizada la obediencia, actualizando incesantemente el miedo al máximo suplicio: la muerte violenta, dejar de Ser. En el máximo suplicio hay una incesante actualidad represiva de los instrumentos de castigo a la herejía, a lo enigmático y oscuro, la conservación taxonómica de admitidos y excluidos en el incesante del miedo al máximo suplicio. El miedo máximo, al suplicio mental y material, no está en la estructura material del laberinto-máquina, sino en la estructura psíquica del Minotauro. Las cualidades del Laberinto no deben mezclarse con las del Minotauro. Si al laberinto pertenecen la plasticidad, la resonancia y la porosidad. Al Minotauro corresponden la ortodoxia, lo enigmático y oscuro, los límites selectivos de exclusión y admisión al máximo suplicio.
El miedo es una visión flash-droga, mixtura de alerta y angustia por la presencia del Mal, sea real o imaginario. El Mal imaginario penetra con la locura. El mal real por la organización de los imperativos de niveles de actuación represiva de los torturadores.
Del mal real se huye en el plano de la conciencia instrumental y las descodificaciones mentales de la locura. El miedo real es lo esencial de la conciencia instrumental plana. La incesante alerta a los instrumentos de castigo. “Se Alerta a Alguien del Máximo Suplicio.”
La conciencia instrumental recibe agresiones erosivas del tiempo biológico e histórico, pero se defiende de ellas por la desmemoria. El hombre es el animal del instante si se aísla del temor al castigo. La intemporalidad raspa, araña y desgarra la superficie de la memoria. La sustancia resbaladiza y pegajosa de la desmemoria excrementa recuerdos. Las épocas degradativas de deshumanización, en donde la conciencia laberinto actúa en gran máquina de terror abierto, la memoria traumática sustituye a la desmemoria actual. Las cargas de energía de la máquina- laberinto dañan la resistencia de la desmemoria. Exige la inmediatez del presente y su ahondamiento en conjuntos de inconscientes flashes traumáticos, intensas ceremonias del Edipo- Dios o del Déspota-Dio.
¿Cómo no estar en la variabilidad emocional de la conciencia plana o conciencia instrumental? Anulando lo que está inscrito o marcado, los flujos abstractos de los signos del deseo: los signo del deseo y del equivalente universal: el dinero-trabajo y el dinero-ganancia. En las filiaciones de unidades de producción, de financiación de capital constante, y capital variable, de las masas de valor-trabajo gratuito, que se objetivan en los flujos de dinero. Lo que está inscrito y marcado en las Máquina Social son filiaciones de las masas de valores. Flujos de dinero, en cantidades de trabajo: hombres y mercancías en conjunciones de producción, distribución, intercambio y consumo, que se convierten en cantidades concretas- monetizadas de la reproducción social del capitales y excedentes económicos. Categorías concretas, alianzas asociativas y articuladas a las estructuras sociales. Los flujos abstractos de producción de mercancías y dinero se unen a las jerarquías sobre- determinantes de signos de terror y locura. El padre Edipo- Dios y el Déspota- Dios, seminales de flujos de dinero y de dolor. El padre Edipo- Dios y el Déspota-Dios. Antonin Artaud lo poetizó visionariamente: Es de advertir/ que después del orden/ de este mundo/ hay otro mundo/ ¿Cuál es?/ No lo sabemos.
La conciencia plana y el poder instrumental son imperantes y actuales. ¿Cuál es el otro mundo? No lo sabemos.

viernes, 4 de diciembre de 2009

La conciencia y el Poder instrumental (3 b)

Hay tres cualidades principales en la estructura del laberinto- máquina social: a) la plasticidad, b) la resonancia y c) la porosidad. Por la propiedad de la plasticidad puede cambiar de forma y conservar este modo durante períodos largos de la historia. Por la resonancia, los sonidos de los gritos llegan por percusión. Los sonidos provienen de prolongaciones de gritos intencionales de multitudes que aguardan impacientes la esperanza. Aunque luego sus gritos vayan disminuyendo gradualmente, por falta de inteligencia organizativa en las persecuciones heréticas, hasta que los gritos de tanto terror se vuelven zureos conspirativos. Por la porosidad, el laberinto absorbe grandes cantidades de energía inhumana.
Estas propiedades del laberinto pertenecen a las condiciones de su estructura maquinal. El laberinto es una máquina tecnológica y una estructura orgánica. La máquina tecnológica y la estructura orgánica se combinan para producir y reproducir la existencia de la sociedad. El espejo, formador de máscaras, refleja secciones ocultas del laberinto, como partes de la máquina del poder instrumental sobre la reflexión de una conciencia abrumada. El espejo se mueve en círculos para hallar las masas petrificadas de energía estancada en el inconsciente maquinal del laberinto, y para mostrarlas en asignaciones de cansancio de esterilidad existencial.
En el laberinto social, la producción y la cultura se amplían y reducen en relación a las cantidades de objetos antiproducción. Los objetos de antiproducción progresan en convergencia con la violencia totalitaria de los consumos antiproductivos: los grupos burocráticos, militares y de gestión del excedente económico, crecen en organización de la muerte de la multitud. Las máquinas de antiproducción se adhieren a las máquinas de producción de bienes de producción y de bienes de subsistencia. Toda máquina de producción lleva adherido el límite de su antiproducción. La muerte de la máquina de producción está unida al código antiproductivo que genera el laberinto social de la sociedad de clases. La antiproducción está relacionada con el código de la obsolescencia. Las estructuras maquinales y las estructuras biológicas envejecen en ciclos de duración breves. El uso de la máquina descodifica la utilidad de su funcionamiento. Y al igual que los fósiles, la antiproducción lleva inscrita la fecha de su inicio y las fechas de los ciclos de su desutilidad. El espejo del laberinto social refleja los recursos humanos y materiales utilizados en la antiproducción. Las masas sociales marginales consumen cantidades residuales de alimentos, de ropa y de cobijo. Las minorías de la antiproducción consumen objetos de lujo, que van desde las plumas de los faisanes, los coches de lujo, las piedras preciosas, los cuerpos bellos, los paraísos artificiales de las islas míticas protegidas militarmente. Aunque los objetos de lujo también están sometidos a la utilidad decreciente de saturación: el placer decrece con la satisfacción. También la utilidad de las masas monetarias decrece con sus incrementos. Las masas monetarias no son máquinas de producción, sino máquinas de circulación de intercambios: flujos de medios de producción y flujos de medios de subsistencia accionados por los flujos monetarios. La naturaleza y la tecnología establecen ritmos de placer y displacer mecanizados en los puntos de saturación. Dentro del laberinto-máquina social están las fijaciones estratificadas de la muerte y la obsolescencia. La organización de la carencia incrementa el instinto de conservación de las masas marginales. Las leyes del mercado capitalista establecen intercambios de ofertas decrecientes y demandas crecientes insolventes. La escasez de oferta establece precios numerarios sobre necesidades deshumanizadas.
En el laberinto social está el goce creciente de la máscara, pero hay reproducción de similitudes de máscara de voluntad de poder sobre voluntades nihilistas. Los grupos de dominio jerárquico se inutilizan en su funcionamiento como las máquinas. El placer y el Todo del retorno de la voluntad de poder no están garantizados por la herencia biológica y patrimonial. La eficacia de mantener la herencia de la minoría es la propiedad de la resonancia sobre las paredes del laberinto de las clases sociales. La conciencia de mantener la estructura inerte del poder político y social enmascara sus medios para lograr sus fines. Los modos de dominio se caracterizan por el disimulo. La conciencia de estar utilizado es tardía, tal vez cercana a la muerte. La conciencia instrumentalizada se subordina al destino de la fatalidad.
El desconsuelo final de las masas sociales residuales proviene del deslumbramiento de saberse un medio para la existencia de Otros. La conciencia deslumbrada, en la verdad, entrevé las jerarquías fatalistas de selección de poder. Se daría entonces la correspondencia entre el saber inútil y las máscaras pegadas a la porosidad del laberinto. La sentencia breve y doctrinal del aforismos: el desorden ya estaría dado en la textura de la sociedad de clases: a mayor vigilancia, mayor cantidad de máscaras. A menor vigilancia, menor cantidad de máscaras. El totalitarismo es un elemento de poder para disimular la coseidad de los marginados. En esta coseidad no se da un saber, sino la imitación de los rasgos faciales del déspota. La universalidad del poder despótico es la universalidad de la máscara.
¿Pero lo que hay dentro del laberinto es una estructura mitológica, que renueva incesantemente las relaciones de jerarquía y de selección? Al preguntar qué hay dentro del laberinto, se pregunta no por un sujeto social sino por una máquina. La máquina mitológica del Minotauro. El rey Minos ordenó al arquitecto Dédalo que construyera un laberinto que fuera imposible salir de él. Dédalo construyó una máquina- laberinto para que reprimiera la producción de la máquina-Minotauro. Las máquinas producen máquinas. La codificadora del laberinto-máquina ante la descodificadora máquina- Minotauro. Ella está anexada al código de antiproducción de la máquina- laberinto. La antiproducción codifica la organización de la carencia de las masas marginales y del excedente económico de las masas seleccionadas. La máquina-laberinto a la vez que es una construcción arquitectónica es una teoría del ocultamiento político del Minotauro. Ocultamiento, de las intenciones de continuar el encubrimiento de la razón del Estado-Minos, y las teorías políticas del absolutismo de las castas y los rangos sociales para redistribuir los excedentes económicos.
Los modos de reproducir están en los límites del encubrimiento de la realidad unitiva del laberinto-máquina, y a la máquina-Minotauro. La organización del laberinto-máquina se acerca a sus límites en las restricciones históricas agonistas, que imposibilitan su funcionamiento. Las máquinas- mitológicas, las máquinas- religiosas, las maquinas capitalista están dentro de las contingencias de su improductividad. Los desguaces, de las máquinas sociales improductivas, son residuos de reproducir las condiciones restrictivas de la totalidad social jerarquizada. La máquina- Minotauro es un monstruo con cabeza de toro y cuerpo de hombre. Era hijo de Pasífae, reina de Creta, y de un toro blanco como la nieve que el dios Poseidón había enviado al marido de Pasífae, el rey Minos. Se habían unido al Minotauro, el instinto de los dioses y el instinto de la muerte. En la máquina-laberinto está el instinto de la vida y el determinismo fatalista de la muerte.
El Minotauro es sinónimo de astucia y duplicidad de estrategia y simulación. Nicolás Maquiavelo (1469-1527), historiador y filósofo político italiano, escribió una teoría del poder político sobre el ocultamiento de los intereses de poder en las actividades de simulación de la acción paranoica con un disfraz de falsa moralidad, el artificio de la máscara sirve para mantener el control del poder, eliminando al adversario. En el laberinto maquiavélico está el Minotauro, excretor de una máquina de acción represiva sin ética. Los fines de la acción política del Minotauro están simulados en el espejo del Príncipe. Éste le sirve de máscara. Espejo y máscara de rango del Príncipe- Minotauro y del escenario paranoico del teatro de la crueldad. Los espejos y las máscaras son partes de la máquina. Medios para fines de reproducción de ambición política absoluta, de definir el destino de los cortejos aristocráticos de antiproducción y de las masas productoras de bienes de subsistencia y de lujo, convertibles en dinero. Los flujos de dinero llegan de excedentes de valor ganancia de unidades de producción de propiedad privada y pública. Detrás de los muros del palacio-castillo, el Príncipe se informa del grado de exasperación revolucionaria de las masas sociales sometidas. La consecución de los fines, en ocultamiento de los medios, está sometida a la ley maquinal de los rendimientos decrecientes de la producción material y de la producción de simulaciones ideológicas. La propia construcción del laberinto decrece en su eficacia por el desgaste de los materiales. Si los materiales se desgastan, como los vacíos en la Muralla China, el Minotauro está expuesto a la destrucción. Las desarmonías confucianas del cielo y de los actos del emperador conllevan el desorden de la anarquía. Los mitos de la crueldad y del equilibrio de la teología astral son máquinas de funcionamiento irregular. La regularidad de la crueldad, las simetrías de la teología astral, los flujos de productos de lujo y de dinero, dejan de ocultarse, en los espejos y en las máscaras del metalenguaje y la barbarie, ante las épocas de superación de los límites coactivos. El lenguaje críptico es una máquina de producción ineficiente. La imagen críptica se deteriora en sus funciones de ocultamiento. El metalenguaje excrementa masas de detritus irracionales.
La máquina Minotauro de antiproducción está dentro del laberinto del disimulo, de la astucia del poder absoluto, del incesante enmascaramiento de su ineficiencia ante la necesidad de ordenar la libertad sin manipulación y las necesidades colectivas. El consuelo final de las utopías residuales proviene del deslumbramiento de saberse un fin de sí mismas. El final histórico de la producción de máquinas por máquinas. El laberinto del Minos será ubicado en la barbarie de la historia y el Minotauro saldrá del laberinto-máquina sin finalidad de organización trascedente: su extinción.

viernes, 27 de noviembre de 2009

La conciencia y el Poder instrumental (3 a)

Hay un laberinto, en el instinto de la vida y en el determinismo fatalista de la muerte. Al fondo del laberinto, apenas hay una claridad en la que gravitan la pesantez de la incertidumbre y los fragmentos cotidianos de la memoria involuntaria. La claridad no indica salida de coexistencia causal en la materia, existencia y el pensamiento. Más bien las conexiones son arbitrarias y virtuales. No hay voces proféticas que adviertan de las adversidades que pueden hallarse en el tránsito por el laberinto. El pensamiento queda residual ante la finitud de la existencia y la infinitud del laberinto. Los residuos existenciales se amontonan en los basureros arqueológicos. Estas condiciones del laberinto son inevitables en el tránsito. El Ser del hombre es transitar desde el inicio al final del laberinto. Los riesgos biológicos, del pensamiento, de la crueldad, no son previsibles. Sus esencias es un Estar en el laberinto.
Se está obligado a vivir en la extrañeza de saberse parte del laberinto, del que se hereda la conciencia de existir. El hombre está obligado, por su condición de ser en el mundo, de reconocerse como un ser impelido a sumergirse en el devenir del laberinto. Tener que llegar al final, para darse la parte finita del tiempo, en la sumisión del hombre fatigado de llevar la existencia.
La materia humana está modelada por la acción del tiempo. Pero esta certeza de la materia adherida al tiempo se da en la experiencia de desvivirse en las circunstancias humanas / inhumanas, que han porteado los ladrillos de los que están construidos los muros del laberinto.
Cada individuo arrojado a la existencia se encuentra en el laberinto que las generaciones anteriores han dejado. Un laberinto generacional es una línea curva, que gira alrededor de un punto y se aleja cada vez más de él.
Los modos de reproducir la vida se acercan a sus límites destructivos a través de las restricciones de la naturaleza y de las restricciones históricas de productividad: las relaciones cuantitativas y cualitativas de medios de producción, organización y cantidades de trabajo. La Naturaleza y la Producción se adaptan a las estructurales sociales de la cultura y el poder bajo estrictos límites de renovación y destrucción. El laberinto de la producción y de la cultura se amplia y reduce en relación a las masas de antiproducción que se generan en el laberinto. La antiproducción está en la muerte de la Naturaleza y la obsolescencia tecnológica, a través de las estructuras jurídicas abstractas de la propiedad. Las sociedades totalitarias incrementan la antiproducción de masas sociales obsesionadas por someterse a la supervivencia.
Los modos de reproducir la vida se dan en círculos de existenciales que se expanden en espiral. Todo ser está en el laberinto de reproducir su vida en los límites de las condiciones generales de inhumanidad.
Ante esta contradicción de los límites, y la realidad impositiva de la supervivencia, el hombre se da al laberinto del mundo.
Su cuerpo está tatuado de marcas, que le advierten de su pertenencia a los riesgos de existir en una situación temporal, y le precarizan su permanencia en la durabilidad. Los tatuajes son inscripciones de pertenencia al riesgo de la libertad manipulada y de la muerte calculada en las épocas históricas de terror. Los riesgos exterminativos llegan hasta el término del laberinto. La conclusión, del significado “de peligro en el laberinto”, es la textura de la limitación de la condición humana. Lo que se expone al riesgo es la esencia de la vida en el flujo del tiempo, en la inconsciencia de la finitud.
Dentro de la temporalidad finita del laberinto hay pausas virtuales de variabilidad intensiva de conciencia y de inconsciencia. El hombres es un ser que juega. En este juego, lanzamientos de dados que posibiliten un número que exija una nueva tirada, y con el resultado, el azar que lo sitúa fuera de la necesidad y en el olvido del tránsito del laberinto.
Los juegos del instinto de vida y del instinto de la muerte, en el pasaje del laberinto, constituyen la memoria intrascendente.
La memoria intrascendente es un valor de uso desgastado, una llave que abre la caja de Pandora en un desvelamiento del riesgo del mal en la necesidad y en el azar. Ambivalencia racional y emocional, autodestructiva del individuo y la sociedad, en la irracionalidad de un no querer sobrevivir a los límites de mundo. A unas relaciones sociales depreciadas por la conversión del hombre en una cosa. La coseidad del hombre fija y valoriza las categorías que están en la permanencia histórica del laberinto. Los valores sociales que justifican el porvenir del hombre están ocultos en la razón cosificada.
Se vive en la continuidad rutinaria, exentos de verificar la autenticidad y la procedencia de los límites inhumanos.
Tal vez estos límites inhumanos han hundido a la modelo surcoreana Daum Kim en el suicidio. Se ha suicidado en París, a los veintidós años, en su habitación de hotel. César Vallejo dejó un poema iluminador de las circunstancias degradantes de la muerte y la ciudad. “Moriré en París, con aguaceros, un día que llevo en la memorias.” El suicida no acepta pagar el peaje del laberinto. En relación con el individuo y el suicidio, ya hubo otra noticia de prensa, de hace algún tiempo, año 2000, en la que la prensa japonesa revelaba que las autoridades habían decidido instalar espejos, en los ferrocarriles, de las grandes ciudades, para evitar los suicidios. Japón es un país con un índice alto de suicidios. ¿Por qué las autoridades habían venido a conclusión de que la imagen reflejada del presunto suicida sería disuasoria ante su intencionalidad oculta? ¿Tal vez porque el suicida esconde su propósito en íntima convicción de ruptura existencial? ¿Por qué las autoridades habrían de convenir que la imagen del presunto suicida fuera descubierta en los espejos y que su persona reflejada le causara un sentimiento de culpa, que le llevara al disentimiento comprensivo y afectivo de la inutilidad de la desesperación? La conciliación de lo real y lo reflejado. El espejo forma parte esencial de la conciencia en el laberinto. Probablemente, las autoridades niponas habrían considerado, en su mandato, que los espejos guardan una asociación equilibradora entre la Sinrazón y la Razón. Si los valores sociales, que justifican el porvenir del hombre, se ocultan en la sinrazón entonces habrá que visualizar a ésta en la imagen del espejo. Los quebradizos sesgos de la locura serían visibles.
En la estructura de la cultura hay la incesante necesidad de revelar la unidad de lo oculto y lo reflejado. El confucianismo advierte de la necesaria armonía de la cultura y el orden celestial. El gran peligro de la anarquía proviene de las desarmonías del poder mundano y las armonías de los movimientos de los astros. La teología de los astros y la teología de las ceremonias del poder requieren la contención del desorden por la conjunción de lo humano y los ritmos del cielo. El espejo ritual del firmamento desvela las intenciones autodestructivas del poder organizado y de los individuos anarquizados de la antiproducción. Confucio sabía que hay un laberinto de fuerzas opuestas que deben equilibrarse sin intervenir en su orden.
El equilibrio de las relaciones sociales está en la claridad escasa del laberinto. La falta de claridad no afirma ni niega que haya una salida. La mirada, en el espejo celeste, te ve y delata tu desarmonía. De aquí, que los cortesanos imperiales de las épocas clásicas ocultaran sus miradas ante las del emperador-celeste, tras un espejo de mano. Los ojos del emperador quedaban fijados en la superficie lisa del espejo del cortesano. Los espejos, en los centros de poder despótico clásico, han sido instigadores del instinto de amor y del instinto de muerte. La utilidad del espejo era el de reflejar el rostro y duplicarlo en una máscara de utilidad instrumental. La eficacia de una conciencia que se enmascara para lograr sus fines sin que lo adviertan los vigilantes de oro y los vigilantes de plata de las jerarquías de selección de poder. Se daría entonces la correspondencia en vigilantes y máscaras. Aunque el desorden ya estaría dado: a mayor vigilancia, mayor cantidad de máscaras. A menor vigilancia, menores cantidades de máscaras. Las épocas de autoridad totalitaria causan la conversión de la sociedad en una máscara uniforme, con los rasgos faciales del déspota. La universalidad del poder despótico es la universalidad de la máscara. El ocultamiento de la intencionalidad del hacer o no hacer exige los vigilantes y las máscaras. Esta situación de ocultamiento, de las intenciones de continuar o cesar en el laberinto de los riesgos del mundo, el suicida y el espejo, ha sido utilizada en la teoría política confuciona del encubrimiento de la razón del Estado y la violencia y en las teorías políticas del siglo XVI.

viernes, 13 de noviembre de 2009

La conciencia y el Poder instrumental (2)

El hombre está necesariamente fuera de sí. Su exigencia de supervivencia está en la relación de Naturaleza y Trabajo. Si está fuera de sí, a través de la necesidad y el trabajo, es para determinar su realidad social. Existe en su uso productivo y en él se da objetividad. Está “Ahí” para existir en sus carencias. Las condiciones de su realidad están fuera de él y ha de hallarlas en las contradicciones de escasez de recursos naturales y en los flujos desquiciados de la producción y del delirio de los deseos. La racionalidad de los límites de la producción natural se enfrenta a la irracionalidad de las tecnologías industriales, que destruyen los recursos naturales sobre la dicotomía de excedentes económicos de naciones ricas y excedentes de naciones pobres. Los excedentes se atribuyen desigualmente a las masas sociales marginales y las minorías de jerarquía. Se produce por el excedente mismo y su apropiación de clase social hegemónica.
Las rupturas de las estructuras de la biodiversidad, y los excedentes económicos especulativos, conllevan desequilibrios de supervivencia del hombre genérico en tanto Naturaleza y Sociedad.
El hombre es un ser que se objetiva fuera de sí para adquirir conciencia intencional de él con respecto a la totalidad social y natural. La esencia humana se objetiva en la reproducción de la realidad que le posibilita la continuidad existencial en conjuntos de población, recursos naturales y conocimientos. El proceso de producción de la existencia genérica recae en la actividad totalizadora de hacer y del saber. Hacer y saber que hacen del ser natural un ser natural humano. Nadie escapa de las condiciones objetivas de la carencia, en la que ha llegado al mundo social y natural, también en la voluntad necesaria de cooperación social y tecnológica, para transformarlas, sin un finalismo deshumanizador en los intercambios nacionales e internacionales de la producción, la distribución y el consumo.
Se nace en una sociedad que concreta las estructuras naturales, de producción, políticas e ideológicas, que habrán de definir la complejidad de la conciencia racional del Ser natural. La esencia es social tanto en sus ascensos espirituales y en sus descensos inhumanos. La reproducción humana/ inhumana de las condiciones de supervivencia de la Humanidad equilibra/ desequilibra lo natural y lo humano.
Pero el saber y la producción de la objetividad del hombre humano/inhumano son instrumentalizadas intencionalmente por las oligarquías de la ignorancia con metodologías de lo inhumano en factores de producción de jerarquías selectivas.
El hombre no es un dios, sino un ser social fatigado y cansado por el dominio de las minorías de poder absoluto. La explotación del hombre lo vuelve un ser fatigado y cansado.
A este hombre cansado y fatigado se dirigen los pensamientos de Blaise Pascal (1623-1662), filósofo, matemático y físico francés, considerado una de las mentes privilegiadas de la historia intelectual de Occidente, que reflexionó en la condición del compromiso de la fe ante un mundo ciego, un hombre en la paradoja del ángel y la bestia, la ausencia del porvenir humano y la presencia absoluta del compromiso, en el límite de ruptura del pragmatismo utilitario y la apuesta por la trascendencia.
La conciencia intencional de los actos humanos está en un estado permanente de sitio, en donde se dan las causas racionales del saber y el hacer y la Nada de un Mundo para la muerte.
Pero Blaise Pascal levanta, ante la destrucción del hombre consciente un pensamiento radicalmente esperanzador.
Bajo el Estado absolutista de Luis XIV, Blaise Pascal lanzó un reto filosófico posthistórico al pensamiento autoritario absolutista. Nunca, las osificaciones culturales de los métodos políticos totalitarios, han logrado silenciarlo, no llegaron a adherirlo a la ideología de la sumisión.
El pensamiento de Blaise Pascal es éste: El hombre es una caña, la más débil de la naturaleza, pero es una caña pensante. No es menester que el universo se arme para aplastarla: un vapor, una gota de agua, es suficiente para matarlo. Pero aun cuando el universo autoritario lo aplaste, el hombre sería todavía más noble que el que mata, porque sabe de su trascendencia y la ventaja que el universo del poder tiene sobre él no lo convierte en una nada.
Para comprender la audacia, de trascender el poder absoluto, basta con mostrar al hombre jansenista de Blaise Pascal y el hombre del barroco del Estado absolutista de Luis XIV. Son dos conciencias opuestas hasta el límite de una contradicción histórica resoluble exclusivamente en el uso de la fuerza del Estado para destruirla. Los Estados absolutistas retardan las soluciones participativas de la sociedad en los conflictos de los excesos de poder autoritario, pero las coacciones de los antagonismos entre subjetividad libre y poder instrumental no se mantienen a favor de las acciones totalitarias. La destrucción del hombre jansenista del escenario social arrastrará las fuerzas intelectuales de la Ilustración, desintegradoras del absolutismo en la revolución de 1789 y en las revoluciones subsiguientes del siglo XX.
La conciencia instrumentalizada está integrada en la organización social de las jerarquías de violencia en cuanto medios exterminativos de las relaciones sociales de producción.
En tanto haya un Mundo de valores morales opacos, de intereses materiales y de información cultural, que atribuyen diferencias de rangos selectivos de poder, no habrá negación del Mundo alienado, ni Voluntad colectiva de salvación en la opacidad de los hechos autoritarios, que posibilitan el dominio de la ignorancia y la violencia.
La conciencia de la revelación participativa de la Verdad en la Necesidad Humana exige valores de absoluta Justicia y Verdad en el Hombre y en su Mundo.
La voluntad de Verdad y Justicia habrá de ser inmanente en cuanto se adquiere en la perfectibilidad consciente, fuera del alcance de la violencia que envuelve al hombre en un valor residual. Más allá de la contingencia del individuo sometido está la conciencia colectiva del apoyo mutuo.
La actitud consciente de exigencia de Justicia y de Verdad absolutas ha sido una constante de la superación de la inhumanidad. La apuesta social por valores absolutos de Justicia y Verdad ha arrastrado la práctica de las revoluciones utópicas desde los modos de reproducción social asiáticos a los modos de producción de flujos económicos de tecnología, distribución y excedente económico, bajo los atributos abstractos de la propiedad privada de jerarquía. El tiempo utópico de la fe del humanismo progresivo está siempre progresando ante el inhumanismo grávido de los flujos exterminativos de la conciencia cultural instrumental.
Las exigencias de vivir, con el compromiso de la Justicia y la Verdad, se renuevan en las generaciones o se extinguen en la náusea inconsciente de la angustia cosificada. La utopía del porvenir humano radica en una colectividad, fuera de los límites de la deshumanización del saber y de las correspondencias cosificadas, en las que se dominan y equilibran la población y los recurso tecnológicos y naturales. Las épocas de barbarie están adheridas a la sumisión del hombre exluido de la verdad y la colectividad racional.
Las conexiones residuales de supervivencia de verdugos y víctimas están dentro de la manipulación ideológica y la violencia instituida. Los hábitos convivenciales degradativos se vuelven agónicos en las gradaciones del mundo instrumental y natural, en la opacidad intencional, su absoluta carencia de la Justicia con valor radical de permanencia progresiva.
Estas exigencias, de las aberturas al sentido del hombre en la Naturaleza y en la Historia, descubren lo posible de la naturaleza humana abierta a sí misma. Las preguntas si la vida es la inmovilidad del fatalismo, si los mecanismos deformativos de la enajenación marcan espirales de retornos, intencionalmente, son deyecciones de las minorías de poder barbarizadas. El hombre, si está separado permanentemente de lo que debe ser en lo trascendente, ¿qué sentido tiene su vida finita y lo infinito de la muerte?
El hombre termina, por hallarse desnudo, ante la ignorancia de que su conciencia ha sido instrumentalizada para que no haya aberturas reflexivas a las condiciones reales y mentales del mundo. Las relaciones de poder instrumental son producidas desde la consciencia reactiva del dominador. Él las produce. La cultura de poder autoritario es una actividad genérica de lo inhumano reactivo y selectivo.
La producción y la distribución se utilizan para constituir masas sociales reactivas ante la necesidad de trascender las situaciones opresivas de dominio por la realización consciente del Hombre en la Naturaleza. Se someten, a las masas sociales marginales, a los bloqueos emocionales y a la docilidad imperativa de las instituciones coercitivas. La sumisión económica e ideológica se da ahora en las megápolis del siglo XXI, donde los incluidos/excluidos en el trabajo automatizado y fragmentado, de la pobreza absoluta y relativa, soportan la instrumentalización de la conciencia. Se impone la reflexión de que durar en lo finito tiene que ser más que subsistir.

martes, 27 de octubre de 2009

La conciencia y el Poder instrumental (1)

Las posgeneraciones a la II Guerra Mundial habrían de padecer sus relaciones existenciales sobre el fondo metafísico de la justificación del dolor, motivado por la barbarie de la guerra. Este dolor se realza en la temporalidad de la desconexión perceptiva de la duración de la vida y de la muerte. Los traumas posbélicos dejan la existencia vacía de reflexión hasta la supervivencia mecanizada.
Jorge Manrique (1440-1479), poeta español, en sus Coplas a la muerte de don Rodrigo Manrique, su padre, nos muestra el crack moral de la supervivencia en el olvido de la barbarie. Las guerras dinásticas, en las que estuvo incluido como guerrero y noble, le dejaron una visión de la dinámica histórica, entintada de brevedad de la vida y la ambición del poder, la belleza y la vanidad de los patrimonios mundanos. Su visión agonística dejará huellas perdurables en las meditaciones estoicas del destino humano.
Sin apertura a la comprensión de la historia, relaciones de poder y de clase, la utopía metafísica deja a la existencia en la superficie de metacrilato de la desesperanza, en cuyo fondo se encuentra la Nada. Lo efímero de la existencia y su Nada parecen que se detienen en la observación de la historia, como en los movimientos de trenes en una parada terminal. La II Guerra Mundial había dejado la comprensión de la existencia en la irracionalización de la barbarie inmóvil e inútil. Los supervivientes de las guerras interiorizan la barbarie de la Nada colectiva. Esta Nada es un dolor que se proyecta en testimonio de la responsabilidad acusativa de las víctimas.
Peter Blake (n.1932), pintor inglés perteneciente a la primera generación de artistas pop británicos, nos muestra el contenido formalizado de sus pinturas en la obsesión por lo intrascendete de la memoria en la cotidianidad. La voluntad de vivir queda enganchada en el pedúnculo seco de las hojas otoñales. Analogía de los actos humanos en la línea del ciclo natural. Un tiempo histórico-natural que conserva la memoria afilada del dolor. La memoria consciente se extingue, pero la memoria inconsciente permanece enferma y acusativa. La aparición de las drogas en las masas sociales de posguerra está relacionada con la concepción de una vida intrascendente y soportada en el dolor de la memoria inconsciente. La sustitución del dolor por los narcotizantes ha sido correlativa a la sustitución del hombre por el productor- mercancía. Sus collages y composiciones con tarjetas postales, fotografías, ilustraciones de actores y artistas pop contemporáneos, se combinan en el espacio del cuadro-historia en la intencionalidad de mostrarle al espectador lo fugaz. Las miradas se detienen breves en actos comunicativos vacíos de trascendencia. El Pop Art se inspira en los elementos residuales del consumo de masas. Se reproducen latas de cerveza o sopa, tiras de cómic, señales de tráfico, revistas, artistas pop que observan al espectador en la incredulidad de sus iconografía. Pinturas, collages y esculturas de una cotidianidad efímera. Los materiales del Pop Art son el poliéster, la gomaespuma, la pintura acrílica (…) La osadía futurista iconoclasta, de la sustitución de las obras clásicas por los objetos de lujo industriales, continúa en la concreción del cuadro pop con los materiales manufacturados. La mente intuitiva e intencional de los artistas del Pop Art capta las relaciones del arte con las relaciones de producción.
Las masas sociales posteriores al año de 1950 son los soportes del crecimiento económico y la reanudación prebélica de las relaciones ideológica de producción. Las viejas relaciones ideológicas de simulación reaparecen despúes de la guerra. Se soportan el modo de producir y el modo de distribución en las representaciones represivas de presumibles retornos a la barbarie totalitaria. La fragilidad de la supervivencia causa el olvido de los postulados del racionalismo de que la mente es capaz de reconocer la realidad mediante los juicios del razonamiento. El concepto proviene de una facultad natural independiente de la experiencia. La barbarie de la crueldad totalitaria eliminó la idealidad racionalista. Frente a esta pérdida de la idealidad, el empirismo positivista afirma que todo conocimiento se basa en la experiencia, mientras que niega la posibilidad de ideas espontáneas o del pensamiento a priori. La consecuencia de la pérdida de la idealidad racional será utilizada contra las masas sociales en la finalidad de sus adiestramientos y selecciones de procesos de trabajo automatizados, al igual que la distribución de salarios y las ganancias desiguales. Ideologías y prácticas de sumisión a un orden legalista abstracto de la irracionalidad. Los agregados de salarios y ganancias generan arcaísmos distributivos. Las relaciones de producción quedarán fijadas en la renta total keynesiana, que se segmenta en consumo e inversión. Pero la renta nacional keynesiana se fija en cantidades de trabajo empleadas en los sectores de consumo e inversión. Las masas de población activa conforman agregados de la producción y de los ingresos de la Renta Nacional. La economía es el trabajo que produce máquinas, medios de producción y medios de subsistencia.
El pensamiento utópico desaparece en el adiestramiento gregario. La percepción de las formas utópicas de la esperanza se oculta por la manipulación ideológica. La realidad no se reproduce desde la utopía, sino desde el adiestramiento gregario.
El pragmatismo de las minorías dirigentes captura la realidad de la producción a la vez que se oculta en la ideología. Al igual que las dos caras pegadas de los soldaditos de papel, se desdoblan la realidad y su enajenación. El pegamento de esta conexión se da bajo el concepto de utilidad. El individuo jerarquizado se arroja al provecho ganancial esperando los atributos de su poder. No le importa el ser, sino el tener. La verdad es útil. Los grupos dominantes tienen un saber práctico del grado de utilidad que le reportan sus acciones.
Los sofistas manifestaron que hay dos realidades. La realidad física y la realidad social. La complejidad del conocimiento está más en la realidad social que en la realidad física. Ellos arrastraron tras de sí la utilidad de la cultura calibrada en poder ideológico. Enseñaban a los grupos sociales dominantes a poseer la cultura como instrumento de dominio de clase. La materia bruta de la conciencia debía ser transformada en una conciencia compleja por el saber instrumental. La conciencia individual está dentro de las formas culturales de dominio. La instrumentalización ideológica de la conciencia es consecuencia de actos intencionales de los grupos sociales dirigentes. La instrumentalización proviene de la invisibilidad lógica de las relaciones del modo de producir y distribuir la riqueza material y cultural. Las relaciones sociales no se dan al conocimiento en un hallazgo positivista, inmediato e inteligible. Lo que hay detrás de lo aparente, la transrealidad, hay que producirlo como un concreto del cerebro, que produce y trabaja con las sensaciones, las ideas, las intuiciones y las representaciones del mundo. Luego habrá que encajar las relaciones lógicas a las relaciones inmediatas. La conciencia de la realidad se vuelve compleja conceptualmente. Antes de llegar a la transrealidad, hay que ir descortezando el árbol de la ideología ocultadora e instrumental. El papamoscas del cerebro retiene la experiencia lógica para verificar sus capturas conceptuales en la simulaciones de la ideología. A pesar de la lentalización de la verdad, la operatividad de la verdad se entrelaza a la metodología de principios científicos que analizan la sociedad, sus relaciones estructurales en una práctica y teoria cientítificas. La conciencia es producida por las prácticas sociales estructurales. Los productos del saber se dan articulados a causas estructurales. La conciencia produce mientras es reproducida en circunstancias históricas dadas. Mientras produce, se reproduce por combinaciones materiales e instrumentales de las que resultan objetos conceptuales diferentes de los objetos inmediatos de las prácticas ideológicas. La conciencia se descuelga de la realidad inmediata para llegar a la transrealidad: lo invisible de la relacione físicas y sociales. ¿Qué hay tras la representación de la realidad física y social instrumentalizada? Sigmund Freud (1856-1939), fundador del psicoanálisis, halló en los síntomas del enfermo mental las manifestaciones reprimidas del inconsciente. Karl Marx (1818-1883), filósofo alemán y creador del materialismo histórico, halló, tras las relaciones ideológicas de producción, las relaciones de explotación capitalistas: el hombre es una mercancía con valor de uso y valor de cambio en las relaciones de intercambio mercantil. El hombre-mercancía es adquirido en el mercado, por clases compradoras de medios de producción y trabajadores con valores de uso y cambio. Los individuos-mercancías incorporan cantidades de trabajo en la revalorización del capital. Detrás de las apariencias operan fuerzas de dominio reactivo que deforman las relaciones de producción. La transrealidad no llega sin antes producirla como objeto conceptual. Ni las fuerzas cinéticas del inconsciente freudiano, ni las relaciones de explotación y producción del excedente económico, se manifiestan en la realidad social inmediata. La conciencia instrumentalizada se adhiere a las apariencias y en ellas establece mecanismos de producción, que interiorizan la sumisión de unos individuos en las relaciones psicosociales. Existimos en un mundo de apariencias ideológicas, que ocultan los modos de producción bajo el modo de producción ideologico.
Queda un residuo angustioso en la vida manipulada. La comprensión negada de la historia, en relaciones de clase, deja el tiempo existencial resbalar en una superficie inclinada en cuyo fondo se halla la pasividad ante Nada.
Se soporta el modo de producción y el modo de distribución por las coacciones en las representaciones del retorno de la barbarie a la historia. El pensamiento utópico desparece en el adiestramiento gregario. La percepción de las formas utópicas como universales desparece en la manipulación de la ideología. La realidad no se reproduce desde la utopía, sino desde el adiestramiento gregario.
El hombre es un medio de explotación de clase.La realidad oculta la transrealidad de lo perecedero manipulado. La conciencia manipulada es una conciencia instrumentalizada en la falsedad.

miércoles, 14 de octubre de 2009

La astucia de la Razón (y 5)

Como un ciego, palpando en las paredes de la noche mística del deseo unitivo, el individuo tiene que perseguir su yo desvalido en la unicidad de los Otros, que lo acompañan como coetáneos. Los coetáneos viven en su continuidad temporal. Son aquellos con los que andas, hablas, te apasionas o desprecias. Son la coedición del transcurso de la cotidianidad. La coincidencia que se entrecruza en las condiciones de la viabilidad de la historia común. Esta viabilidad nunca es creada, sino que llega en los entrecruces de las necesidades compartidas o las ignorancias calladas de los coetáneos. Ellos están ahí. Son los sujetos ávidos de seguir viviendo. Con la edad, la naturaleza va dando igualdad de rasgos físicos y mentales a la gente que va a nuestro lado. Envejecen en la misma durabilidad temporal. Expresiones comunes, por gestos o actitudes, nos marcan las semejanzas entre lo propio y lo extraño. A todos los que encuentras son lo mismo que tú. Es una experiencia vital que acerca las líneas paralelas de lo cotidiano tanto, que terminan por integrarse en una línea única. El juego del espejo empañado por el vapor de los sueños, y la mirada que se busca por su diferencia, y se halla recogida en el rostro único de las similitudes agregativas.
Allan Poe quiso saber quiénes eran los Otros. Aquellos que pasaban a su lado en la soledad radical de las ciudades. Edgar Allan Poe (1809-1849, escritor, poeta y crítico estadounidense, reconocido maestro del relato corto de terror y misterio), escribió un relato de su encuentro ante una multitud de transeúntes en Londres. Le sobrecogió los comportamientos de la gente que pasaba ante él. El relato se titula “El hombre y la multitud”. Se desarrolla en Londres, y es contado por un hombre, que tras una larga enfermedad, observa el transcurrir automatizado de la gente de una gran ciudad.
El crecimiento demográfico de las grandes ciudades se inicia con las emigraciones de los campesinos ante la conversión de las tierras de bienes de uso a tierras con valores de cambio monetario. Las rentas de vasallaje en rentas capitalistas. Las rentas medievales en especie en rentas monetarias. Las tierras de cereal en tierras de pasturas. El campesino se queda sin raíces. Este cambio de los valores históricos de uso de la tierra expulsa masas de campesinos a la emigración urbana. El exceso de población agraria del vasallaje, la disolución de las mesnadas medievales, la depreciación del valor del dinero metálico y el aumento correlativo de los precios, convierten a las rentas monetarias en mercancías con precios de mercado. La apreciación o depreciación del dinero actúa como factor de expulsión del campesinado de las tierras de vasallaje. Las rentas-mercancías establecen nuevas formas de explotación degradativas de las masas sociales, acordes al valor metálico del dinero. Los precios de la tierra determinan el valor del dinero. El ciclo de alto valor del dinero implica disminución del precio de la tierra. El ciclo de bajo valor del dinero implica alto valor del precio de la tierra. La tierra como cualquier otra mercancía, incluida la mercancía- hombre, varía en razón inversa al valor del dinero. A mediados del siglo XIX se van ejercitando las multitudes que buscan trabajo en la manufactura industrial, que habrán de constituir el proletariado urbano que se acople a la acumulación de capital y al desarrollo tecnológico. Masas de asalariados urbanos. Los vendedores de fuerza de trabajo a las manufacturas industriales que se agregan a las ciudades.
En la traza histórica, en que Allan Poe observa, se inicia el movimiento de la multitud urbana en las fábricas industriales y el comercio en gran escala. Es el nacimiento de un mundo diferente a través de las luces de gas ciudad. La noche desaparece del paisaje urbano. Los transeúntes de la modernidad aparecen emergiendo de la oscuridad. Las luces del gas manchan los rostros y la ropa de la gente que se acerca a la historia de la industrialización. Allan Poe observa que camina en dos filas en sentido contrario. La gente circula en ambas direcciones del espectador. Para Edgar Allan Poe, la multitud aparece tétrica y confusa, como si quisiera ahormarse a una velocidad que no esté impedida por la marcha de los otros. El peor error es tropezarse con la marcha en sentido contrario. Rompe la velocidad de los movimientos. La similitud cinética de las máquinas pasa al trabajador. El tiempo parece necesario e inmediato para llegar a un lugar de relaciones cotidianas. Lo habitual da seguridad a la marcha de los transeúntes. Si tropiezan se disculpan y continúan la marcha. El descanso es la recuperación de las energías gastadas. Los accidentes laborales, en su mayoría, son causados por un descanso insuficiente. Hay una memoria repetitiva que impone la división del tiempo diario: en tiempo de trabajo y tiempo de descanso. El tiempo de trabajo, y el tiempo de desplazamiento, son tiempos activos. El primero entra en el salario y el segundo no. Éste descanso pertenece a la vida privada. Es gratuito. No incluye la producción. Es la recuperación de las energías gastadas. La vida se gasta. La velocidad del desplazamiento busca aumentar la temporalidad del descanso. Las ceremonias agonísticas, de los desplazamientos, desde los puntos de trabajo a los puntos de descanso, desarrollan las actividades empresariales de transporte que se descuentan de los salarios. Comenzarán las actividades especulativas de la distancia del lugar de trabajo al lugar de descanso. El precio del suelo aumentará en relación creciente a la distancia de los centros urbanos. La distancia de transporte, y la formación de un espacio escaso, adquieren la condición de una cosa que tiene un precio especulativo. Las vías de comunicación y los medios de transporte se vuelven propiedad privada, adquiriendo un precio susceptible de influir de manera sustancial en la disminución del salario real. Las distancias y los medios de transporte se suman a la temporalidad de la jornada laboral y acortan el tiempo de descanso. A mayor velocidad del transporte mayor descanso y viceversa. El gran desarrollo urbano se inserta en la creación de medios de transporte rápidos. El descanso es un bien de uso con precio de mercado. La continuidad reiterativa del proceso de producción depende de la velocidad de los medios de transporte, de la distancia a los centros de descanso a los centros de trabajo y del tiempo de actividad de producción. Los vasallos medievales construían sus casas cerca de la fortaleza del Señor medieval. Su acercamiento se relacionaba con la protección a la barbarie. Desde los inicios de la industrialización, las distancia al trabajo marca diferencias de agotamiento físico.La distancia trabajo- hogar se convierte en un cálculo de asignación de los recursos salariales. La mayor o menor distancia a los centros de actividad influyen en el precio de la vivienda y el transporte. La gente regulariza sus desplazamiento para no perder cantidades de tiempo que perjudican a su vida privada.
Allan Poe se asombraba de la perfectibilidad de los movimientos de los transeúntes. No descubría que economizaban tiempo. El transeúnte sabe donde ir y el tiempo y precio que le suponen sus traslados. Se prefigura la finalidad del coste económico de ir para realizar una actividad que le aporte un salario subsistente. Para calibrar la exactitud del adiestramiento cotidiano, basta con haber repetido los movimientos maquinales durante un cierto tiempo regularizado. El individuo que ha salido de una larga enfermedad se sitúa fuera del juego de llegar, y de descansar apresuradamente. Allan Poe, que ha estado enfermo, se desconcierta con los hábitos de los transeúntes de una metrópoli. Su estructura psíquica ritual es excéntrica a los ritmos de los procesos industriales del trabajo. Es un espectador excluido de los movimientos globales y simétricos de la productividad. Su tiempo existencial flota inerte en su mirada observadora. Las grietas de la temporalidad, de los gestos productivos e improductivos, aún no han penetrado en su conciencia del mundo. La enfermedad regula su organismo. Se halla fuera del juego del salario y el gasto. Una de las causas de la falta de estima de un trabajador parado es la de estar fuera del trabajo y de la recuperación de las energías gastadas. Lo inhabitual de la carencia del rito del trabajo provoca los cambios de conducta hacia la marginalidad. El individuo marginal no se posesiona de las actividades que lo unen a los movimientos de la jornada de trabajo y el descanso. La falta de adiestramiento lo retrotrae a situaciones imaginarias punitivas. Se desacopla de la dependencia del trabajo hasta ser un extraño. En el tráfago de los transeúntes Allan Poe es un espectador. No entiende el sentido de que los tiempos del proceso de trabajo se suman a los tiempos de transpote. El tiempo se vuelve oro. Un oro-tiempo que revela la falta de libertad ante la necesidad mercantilizada del trabajo. La productividad de la máquina lleva el desgaste existencial de los operadores de la misma y de la repetición automática de sus movimientos. Los cambios de lugar de los transeúntes, sus filas militarizadas, se configuran en actos repetitivos maquinales que han pasado al inconsciente. Tanto la máquina como el individuo precisan, en su operatividad, de una economía de movimientos útiles a la producción y al consumo. El individuo unifica su cuerpo a las celeridades maquinales, lo especializa en el ahorro de tiempo inútil.
La Gran Industria llega a al máximo de su eficacia cuando la maquina incorpora lo humano al proceso de producción. La productividad tecnológica elimina cantidades de trabajo humano e incrementa cantidades maquinales. Saca fuera del proceso de producción al individuo. La humanidad trascendente del hombre decrece a la par que crece el finalismo de la sustitución de hombres por máquinas. La contradicción de necesidad y consumo reside en que si el individuo no trabaja para otros no se incluye en la realidad económica. Las máquinas no producen para ellas mismas.
En el tiempo histórico del relato de Edgar Allan Poe, éste no podía reflexionar sobre las transformaciones que se estaban produciendo con la inclusión de masas marginadas y máquinas en la industrialización intensiva. Su yo aún no había intuido las transformaciones sociales de las masas urbanas a partir de mediados de siglo XIX. Observa los movimientos de los transeúntes como los actos de gente maniática. Incluso Charles Baudelaire, (1821-1867, poeta y crítico francés, con el que entra la expresión poética moderna, no llegó a intuir las nuevas relaciones sociales de las masas urbanas que atravesaban la ciudad de París. En sus “Pequeños Poemas en prosa” al hablar de las multitudes, escribe: “No todo el mundo tiene el don de bañarse en la multitud; gozar de la muchedumbre es un arte, y sólo puede entregarse a esa orgía de vitalidad, a costa del género humano, aquél a quien un hada infundió en la cuna el gusto por el disfraz y la máscara, el odio al hogar y la pasión por los viajes”. La multitud no es todavía para Baudelaire el hallazgo de las masas sociales sometidas a la producción y al consumo necesario de sus energías físicas y psíquicas.
En su angustia ante la Nada Søren Kierkegaard expresó: “Tengo que encontrar una verdad que sea verdadera para mí. La idea por la que pueda vivir o morir." Quería ser trascendente a los mecanismos sociales de adiestramiento.
Allan Poe pretendía saber quiénes eran los Otros. Aquellos que pasaban a su lado, en la soledad radical de las ciudades. En su necesidad de trascendentalidad existencial Kierkegaard pretende poseer la religiosidad por la que se vive y muere. La metafísica de la esperanza exige un sentido trascendente al acto de vivir y de morir. Dentro de existencia, se refugia el contenido de la verdad. La esencia determina la existencia. El testimonio de una vida llevado a la paradoja absoluta de la angustia de la Nada. Las máquinas están fuera de la angustia de la Nada.
Allan Poe es un ciego, palpando en las paredes de la noche urbana, un yo extraño en la ciudad donde se encuentran los Otros. Si nos quedamos en los escenarios urbanos, nos encontraremos ocasionalmente con la mirada de un observador perplejo por el destino finalista de las multitudes en la Gran Máquina Social de Producción y Consumo.

lunes, 28 de septiembre de 2009

La astucia de la Razón ( 4)

El desempleo de recursos económicos se debe fundamentalmente a la anarquía de la producción capitalista y a las insuficiencias de la demanda efectiva derivada de la misma. Pero el modo de producción y reproducción de una sociedad, en un momento dado de su historia social, implica la interrelación de la estructura económica, estructura ideológica, estructura jurídica, y estructura de poder político. Todas ellas se corresponden, en articulaciones de eficacia de producción, en el Todo Social.
La aplicación de las fuerzas de trabajo y su desocupación corresponden al momento del desarrollo económico y la gradación del mismo en el Todo Social. El desempleo es la inutilización de recursos humanos en la producción. Grandes masas sociales quedan marginadas de la actividad de los procesos de trabajo. Masas sociales incrustadas en un bajo consumo. La actividad social de los hombres está implicada en las contradicciones de los antagonismos de las estructuras. La estructura económica de producción es la organización de las combinaciones de producción, Capital y Trabajo, y la asignación del excedente económico a las acumulaciones de capital o al consumo improductivo. El excedente económico es la diferencia de producción real y consumo necesario en un tiempo dado. Su apropiación por la clase dominante es la clave esencial de las luchas sociales. El excedente económico es apropiado por la clase social dominante y aplicado a su perpetuación de poder. La condición esencial de hegemonía social es la propiedad del mismo por las clases sociales poseedoras.
Las masas sociales empleadas en la producción se estratifican en función de la composición de capital y trabajo en las diferentes esferas sociales de la producción. Las empresas, con excesos de trabajo sobre la esfera de producción más competitiva, sufren, los impactos modificantes de la reproducción del capital y del trabajo reduciendo las cantidades trabajo. Crean aumentos de desempleo. Las empresas insuficientemente competitivas se desprenden de trabajadores para situarse en el modelo de competitividad media. Las empresas de capital, con alta tecnología, sufren los impactos de las restricciones de la oferta por efectos de una demanda solvente decreciente, nacional e internacional, que las obliga a mantener baja su capacidad de producción y a disminuir las cantidades de trabajo por unidad de producto. Aumentan el desempleo. Tanto las empresas de baja competitividad y las empresas de alta competividad drenan trabajadores al desempleo en los ciclos de alta productividad tecnológica y en los ciclos de estancamiento. Hoy el ciclo económico es de estancamiento. El estancamiento implica que el modelo económico global está agotado en su actividad de reproducir el modelo social global. Las empresas de nula competitividad, que esconden desempleo en actividades ajenas al crecimiento económico, manifiestan sus insuficiencias de recursos financieros propios y alto endeudamiento de recursos ajenos. Las respuestas económicas de las mismas a sus ineficiencias es el despido masivo de trabajadores. Las empresas de baja competitividad sólo se mantienen en el mercado con políticas económicas proteccionistas.
La contradicción entre las ofertas de producción y el consumo efectivo detienen el desarrollo de los consumos de capital y trabajo. La producción y el consumo mantienen relaciones contradictorias. La distribución insuficiente de los recursos económicos, a nivel de ingresos salariales reales, causa la ralentización de la producción y las insuficiencias de las demandas de consumo efectivas. Las insuficiencias de las demandas reales no se compensan con incrementos del endeudamiento de las empresas y de los consumidores. El endeudamiento no es un factor de crecimiento económico. La producción de bienes reales no depende de sumadores financieros de endeudamiento.
De las sociedades clásicas a las sociedades actuales, los conflictos antagónicos, entre ricos y pobres, provienen de los bajos recursos económicos a disposición de las clases sociales dependientes del trabajo y el alto endeudamiento monetario de las mismas. Los campos agrarios de los campesinos griegos fueron estacados progresivamente con un nombre: tierras hipotecadas. Hoy, los ingresos de los trabajadores asalariados están hipotecados.
Los problemas derivados del desempleo de recursos naturales y humanos se expresan en degradaciones cuantitativas y cualitativas de la Naturaleza y del Hombre. Las masas sociales activas se vuelven masas sociales postergadas a salarios de supervivencia y las empresas ineficientes en sumadores de insolvencia. El Estado regula el estancamiento económico mediante su endeudamiento nacional e internacional. El Estado deficitario requiere los aumentos de ingresos impositivos para mantener sus gastos de funcionamiento. Parte del excedente económico pasa al Estado a través de las imposiciones fiscales. Los crecimientos de ingresos estatales, por imposiciones contributivas a los salarios reales y a las rentas, disminuyen el excedente real y potencial. El endeudamiento del Estado tiene que ser detraído del excedente económico para hacer frente a sus acreedores- prestamistas financieros. Compradores de dinero barato en el Banco Central, al igual que del uso de reservas acumuladas en activos semiliquidos protegidos de tributaciones excesivas, con tasas de interés bajas, y adquirentes de empréstidos estatales con tasas de interés altas y plazos de vencimiento breves. El diferencial de tasas de interés y de la amortización de la deuda del Estado han de provenir de las deducciones impositivas de los ingresos reales de las clases sociales con baja defensa política de sus utilidades económicas.
El desempleo provoca efectos de inestabilidad psicosocial, causados por la inestabilidad emocional e ideológica de relaciones sociales antagónicas y estados estructurales asimétricos de riqueza y pobreza. La sociedad penetra en la inercia de la ambivalencia de la esperanza y la desesperanza. Esta ambivalencia es regresiva con respecto al desarrollo político del crecimiento.
Albert Camus, en su novela La Peste, nos lleva a una ciudad donde los ciudadanos asisten a la muerte social, en la indiferencia y la superstición, en las regresiones al absurdo de la Nada. La peste es una analogía camusiana de la negatividad colectiva ante una situación social sin salidas humanizadoras. El individuo contagiado por la inseguridad colectiva se exilia en la indiferencia ante la destrucción de las condiciones materiales y mentales, que posibilitan su duración en el mundo. Supeditado a la carencia, sale fuera de sí para manifestar su existencia indefensa ante la insolidaridad y soledad radicales de la sociedad actual.
La reproducción social, del individuo y de las masas sociales, impone estar ahí, sujeto a la necesidad y a la venta existencial de trabajo por salario. Se está ahí, pero en un mundo alienado entre propietarios de medios de producción y propietarios de cantidades de trabajo. Los propietarios de los medios de producción traducen su actividad en ganancias. Los propietarios de cantidades de trabajo traducen la provisionalidad de su existencia en una renovación permanente de la venta de cantidades de trabajo. Esta irracionalidad concreta la desesperanza del mundo actual.
La existencia se vuelve extraña, ajena, al ser social, y queda enmarañada en el ocultamiento irracional del mundo. La existencia puede llegar a ser la imposibilidad de vender la fuerza de trabajo. No hay intercambio de cantidades de trabajo por cantidades de dinero. Este proceso no es indefinido, pero la vida de las generaciones es breve en la historia.
El salario monetario expresa el trabajo que se intercambia como valor de uso en la producción. Es un consumo productivo. El precio de cambio del trabajo es el salario. Si el individuo queda fuera de la relación de cambio de cantidades de trabajo por salario, que repone la energía humana gastada, se sitúa fuera de la relaciones de producción y por tanto fuera de su reproducción existencial. Su existencia queda frenada en las masas marginales de reservas de empleo. Estar parado es estar en una situación de “no relaciones de producción”, donde no se paga un salario por la venta de cantidades de trabajo. Se está en las imágenes de la cámara oscura de la crisis capitalista de anarquía de la Superproducción y Subconsumo. Superproducción tecnológica de mercancías y subconsumo de cantidades de trabajo.
Las crisis económicas revelan una estructura social ineficiente en la correspondencia inversa de salarios y ganancias. El límite inferior de la gratuidad de los salarios es el límite superior de la ganancia absoluta. En este intervalo de valor se mueven las luchas sociales de distribución del excedente económico.
El trabajador parado está fuera de las relaciones de salarios y ganancias. Está fuera del mercado de trabajo. Su existencia recibe el impacto degradativo de los flujos de la carencia y el regreso a maneras de perpetuación de combinaciones sociales de caridad y organización persuasiva de confianza y desconfianza.
El individuo, en las relaciones de desempleo, se expone a la precariedad dependiente de las relaciones anónimas y competitivas del mercado laboral. Además, pierde su aprendizaje laboral, que se arruina en la inactividad Un mercado laboral degradativo de compradores insuficientes de cantidades de trabajo y vendedores excesivos del mismo.
La escasez de demanda de trabajo significa no estar en los procesos de la producción con equivalencia a cualquier consumo productivo. Sean estos los consumos de energía, materias primas, o repuestos para la continuidad en el funcionamiento de las maquinarias. De aquí, que la desocupación del trabajador se debe relacionar con la caída de los consumos de cantidades de trabajo. Los consumos productivos, y la cesación de los mismos, dependen de la competencia de un mercado en clave de anonimato coercitivo de la producción, la distribución y el consumo.
Tanto los consumos de capital fijo, de medios de producción y de cantidades de trabajo, están inscritos en los límites de las leyes inmanentes y coercitivas del sistema de reproducción del capital. El asalariado no depende de sí mismo. Su existencia es contractual: vender cantidades de trabajo por un precio salarial. Cantidades de trabajo, como medios económicos de uso en la jornada de trabajo, por cantidades salario monetario. Estar parado es situarse fuera de las relaciones de consumo de las cantidades de trabajo. Si no hay venta de cantidades de trabajo- consumo, tampoco hay intercambio de salario-consumo. Cesa la actividad económica de producción, que consume cantidades de trabajo y los insumos generales que conforman los precios de producción. Un estado de inercia económica es un estado de inercia mecánico. La resistencia de las relaciones de producción para cambiar su estado de reposo.
En las sociedades industriales monopolistas, la escasez de puestos de trabajo tiene una resonancia catastrófica como las plagas bíblicas. Al ser el hombre extraño a las voluntades de poder económico y político, que deciden la viabilidad de los procesos de producción y financiación, su facticidad está “en manos de Otros”.
Las leyes coercitivas de la competencia expulsan a la esterilidad laboral. Se queda en la inestabilidad de un mundo social hecho de pura precariedad e incertidumbre.
Las relaciones sociales económicas se vuelven fuerzas de poder coercitivo, que se interiorizan como la voluntad instintiva de lo inhumano.
En 1873, el parlamentario Stapleton informó a sus electores: “Si China se convirtiera en un país industrial, no veo cómo la población obrera de Europa podría hacer frente a ese desafío, hacer frente a su competencia, sin descender al nivel de precios de sus competidores. No habrá los salarios continentales, oh no, sino los salarios chinos: he ahí el objetivo que se habrá de fijar el capital inglés.” Desde 1873 a 2009, 136 años de diferencia de la historia de la producción China, desde la agricultura a la industrialización. A pesar de la magnitud de esta diferencia temporal, se manifiesta evidente la declaración de Stapleton, la convicción absoluta de que la relación inversa entre los salarios y las ganancias mantiene las ganancias empresariales ante la competencia de países con salarios bajos y producción alta. Pero la gran sorpresa es que "1873 es hoy". China se ha industrializado con salarios bajos, inversiones del capital internacional, y crecimiento económico competitivo de mercancías a precios globalizados. El objetivo futurible de Stapleton de fijar el capital inglés a la competencia, reconvirtiendo los salarios europeos en salarios chinos, forma parte de la estratégica actual de crecimiento de las ganancias empresariales. El eufemismo, de la descolocación de empresas y la emigración del capitales, a los países con salarios bajos, productividad importada, y masas sociales pasivas y desorganizadas, está dado en la coyuntura actual. Todo viene convertirse en salarios bajos, salarios basura, y ganancias altas. La situación estructural de estancamiento de los países del Centro no depende de la reorganización del sistema finaciero. El modelo económico actual ha necesitado de dos guerras mundiales en el siglo XX para mantener su eficacia estructural en la reproducción social.

lunes, 14 de septiembre de 2009

La astucia de la Razón ( 3)

Desde la mistad de siglo XIX hasta el siglo XXI, la Gran Industria capitalista se establece como un modo de producción devorador de recursos naturales y de cantidades de trabajo centradas, en multitudes de trabajadores que formalmente venden su trabajo por un salario. Las masas sociales, que venden cantidades de trabajo a cambio de un salario de subsistencia, a nivel histórico, se integran como fuerzas de trabajo en el modelo de relaciones sociales capitalistas. Propiedad del capital y relaciones contractuales con los asalariados. La productividad del Gran Maquinismo irá provocando la destrucción de los recursos naturales y la indefensión del individuo ante las concentraciones de poder económico y político. La Naturaleza y el Hombre serán convertidos en mercancías con valores de cambios relacionados con los precios de mercado. Las leyes económicas-históricas de la producción y del consumo se asemejarán a leyes naturales que hundirán a la sociedad en los ciclos artificiales de las crisis económicas y en las guerras motivadas por el control de los recursos productivos y de las masas sociales. Las necesidades humanas serán necesidades verificadas por las ofertas de la producción y por la demanda solvente de las mercancías a precios monopolizadores. El Hombre y la Naturaleza no se integran conjuntamente en el hombre naturalizado y en la naturaleza humanizada. Aparecerá una Naturaleza como medio suministrador de recursos industriales y un Hombre suministrador de cantidades de trabajo, que le posibilitan subsistir, en los procesos de trabajo. La mercancía, con precio de mercado, desde la oferta monopolista, se convierte en el referente ganancial de una minoría de beneficiarios, que responden a los excedentes económicos gananciales en solución de régimen pragmático al porvenir humano en la historia.
La población urbana de las grandes ciudades, europeas y norteamericanas, habrá de crecer desde los supuestos de un mercado nacional e internacional, que interrelaciona las categorías económicas de concentración de masas de trabajadores y de capital, en instrumentos y medios de producción y cantidades de trabajo. Alrededor de las instalaciones de la Gran Industria, de Los Centros Comerciales, los centros Financieros y las Vías radiales de Comunicación, echarán raíces en el capital monopolista y en la formación de una conciencia social supeditada a las masas monetarias fiduciarias del sistema financiero, que convertirán los excedentes económicos de valor en excedentes de capital monetario. El Gran Capital será el Gran Fetiche de las relaciones sociales ideológicas y de las relaciones de pobreza y abundancia de recursos humanos y económicos de los países del Centro y de los países de la Periferia. Las relaciones de desigualdad social colectiva correlacionan a un mercado totalizador de intercambios desiguales.
La correlación entre empresas industriales, comerciales y financieras, habrá de formar estructuras monopolistas de alcance nacional e internacional. La Gran Industria arrastra e integra masas sociales, de otros modos de producción, que, deben actualizar sus relaciones psicogénicas de sometimiento, y habrían de experimentar interrelaciones de adiestramiento instrumental de lenguaje-jerga y de procesos de trabajo automatizados. La conciencia colectiva e individual quedan adheridas al miedo de la Nada, al instinto de supervivencia insolidaria y a las jerarquías de dominio. El individuo de la sociedad industrial monopolista entra en la carencia económica y mental como el hombre del Neolítico. La conciencia del sujeto y el mundo están alienados en los fetiches del deseo y el ritual, sometidos a la eficacia de los rendimientos gananciales empresariales crecientes y acumulativos. Las imitaciones de la alienación se realizan en el plano motor de la representación tecnológica, en los símbolos desafectivos de los nacionalismos, de las posibilidades de organización acumulativa de recursos para producir, intercambiar y consumir mercancías, fetichizadas por el trabajo y la propiedad alienadas. Aparecen mitos y ritos que extraen su lógica discursiva de la percepción imaginaria, la opacidad de la realidad se transforma en símbolos opresivos que se interiorizan inhibiendo la voluntad colectiva y el poder de la verdad. Las masas sociales monopolistas, integradas y desarraigadas, se adhieren a la utopía carismática y a la Naturaleza deshumanizada. La situación histórica del Gran Capital monopolista impele, tras de sí, las prácticas de producción y las representaciones simbólicas que anulan la perfectibilidad del progreso social. La conciencia de las masas sociales urbanas está impregnada de relaciones ideológicas, desarticuladas de la humanización del hombre y de la desrealización de la verdad del mundo de la Gran Industria y de la Gran Ciudad.
Las masas sociales emigrantes provienen de las relaciones sociales de desigualdad de los modos de producción agrario y gremial, tanto del interior de la Sociedad Capitalista como de las Sociedades de la Periferia. Estas masas sociales tendrán que padecer el desarraigo real y simbólico de su sociedad original, en la extrañación tecnológica y comunicativa de las relaciones de productividad y de apropiación de los excedentes económicos. La integración de las masas sociales pasa por una baja participación en los salarios y una aportación intensa y desigual en el excedente económico. Su baja capacidad para integrarse en los complejos procesos del trabajo tecnificado supone una baja participación en los ingresos salariales. El trabajo complejo exponencia al trabajo simple. Las cantidades de trabajo de las exportaciones de los intercambios internacionales de los países del Centro exponencian a las cantidades de trabajo simple de los países de la Periferia. Esto supone trasladar excedentes económicos de los países de la Periferia al Centro. Los déficits de endeudamiento son acumulativos y desintegradores sociales de los países Periféricos. Las modificaciones organizativas de los procesos de trabajo, basados en las máquinas automáticas, en la velocidad de producción, en la economía de tiempos productivos y tiempos parasitarios, implican diferentes niveles remunerativos entre trabajadores internos y externos.
El trabajador se debe adaptar como una pieza pasiva al automatismo de la máquina. Los modos de producción son los modos de utilización de los instrumentos y las máquinas a un nivel dado de la tecnología y de las ciencias aplicadas.
Las combinaciones de producción, de las manufacturas simples y complejas, implicaban un adiestramiento de bajo coste de aprendizaje, donde el trabajador aportaba una parte propia de adiestramiento de los gremios de origen y de las industrias artesanales. No quedaba reducido a un sujeto carente de los atributos de dominio sobre los procesos de producción. Las masas sociales no dejaban de participar en el control de los proceso industriales. El Gran Capitalismo monopolista despoja de autonomía al trabajador. Se les asignan tareas automatizadas y parciales, que deben realizar en un tiempo de ejecución subordinado a la velocidad productiva de la máquina. La productividad maquinal consiste en producir mayores cantidades de mercancías por unidad de tiempo. Esto implica el crecimiento de los medios de producción y disminuciones de cantidades de trabajo. La velocidad de trabajo de la máquina marca el sistema temporal de consumos productivos de materiales y de cantidades de trabajo. Un modo de producción se determina por el instrumento de trabajo. Las revoluciones tecnológicas en las máquinas-herramientas, los adiestramientos de los operadores a sus ritmos, caracterizan los índices de productividad. Los procesos de trabajo en la Gran Industria conforman relaciones psicogénicas, ante con una conciencia manipulada por el adiestramiento. Ella experimenta interrelaciones comunicativas- productivas de la máquina automatizada activa y la conciencia pasiva-soporte-individual. El soporte-individual está dentro del ritmo de la mecanización del proceso de trabajo.
La Gran Industria introduce nuevas relaciones simbólicas de interpretación de la realidad y de ritos simbólicos de extremada uniformidad en los comportamientos sociales. Solamente las clases medias, desplazadas de los procesos de trabajo de la Gran Industria, establecerán una subjetividad culturizada, desajustada y patológica del autoritarismo exterior de los proceso de trabajo. La producción de máquinas y materiales de producción se interrelacionan con la producción de mercancías básicas de subsistencia. Las crisis industriales son crisis de superproducción de máquinas y de subconsumo de subsistencias a los niveles de distribución baja de los ingresos y de la solvencia de las instituciones financieras. Las crisis económicas sellan disfunciones de decrecimiento y de renovación generacional de máquinas y masas sociales- monetarias. La regularidad funcional de las máquinas provoca automatismos de comportamiento ideológicos en las masas sociales, en cuanto aparecen épocas con sistemas políticos autoritarios, derivados de la crisis económicas e ideológicas. Las manifestaciones sociales totalitarias copian las simetrías de funcionamiento de las máquinas. Las demostraciones de adhesión de la voluntad sumisa, a los poderes de las voluntades dominantes, responden a la regularidad del maquinismo de la conciencia colectiva. El individuo mimetiza la perfección sincronizada de los autómatas. Irá sustituyendo las simbolizaciones del inconsciente de procedencia agraria o gremial por los ritmos ceremoniales de las máquinas en su eficacia productiva. Los adiestramientos simples de los operadores, ante el automatismo de las máquinas, introducirán encadenamientos de obediencia a la jerarquía organizativa de la Gran Industria y de los Órganos coercitivos estatales. Se intenta evitar, en la retórica, que el espacio de trabajo de la máquina y del individuo no se abran a los despieces de la conducta de jerarquía y de masas sociales. La incesante acción recíproca de la máquina y la conducta de las masas sociales, integradas en la gran industria o en sus rituales imitativos, dará efectos alienados en las simbologías de sumisión a la voluntad autoritaria, y a las diferencias de prestigio social basadas en las remuneraciones monetarias. El hombre ya no es el centro del mundo, pues ha sido ocupado por la máquina y la información.
Protágoras (c. 480-c. 411 a.C.), filósofo griego, estableció el fundamento de su reflexión en la doctrina de que nada es bueno o malo, verdadero o falso, de una forma categórica y que cada persona es, por tanto, su propia autoridad última. “El hombre es la medida de todas las cosas”. Acusado de impiedad, Protágoras se exilió, pereciendo ahogado en el transcurso de su viaje a Sicilia. Protágoras quería relativizar la influencia maquinal de los dioses en el destino de los hombres. La negación del destino humano, provocado por las oligarquías aristocráticas, exigía que la persona fuera la autoridad última de sus actos para evitar la utilización política de la religión en el sometimiento del ciudadano a las oligarquías. La religión de los dioses es hoy la religión del capital monopolista. Si antes la religión había ocupado el espacio de la enajenación religiosa ahora este espacio mental está ocupado por la productividad de la máquina. La máquina en sí pertenece al progreso del hombre, ante la necesidad y la carencia, en cuanto produce recursos humanizados que le ayuden a vivir un mundo posible. Es la utilización social de la máquina, medio de explotación del hombre, la causa de la supeditación de éste a la máquina. Ésta es neutral a su utilización. Son los utilizadores económicos de las máquinas las que las convierten en objetos destructivos de lo humano. Los trabajadores de la Gran Industria automática cierran su voluntad ante relaciones mitificadas de los procesos complejos de producción y comunicación de las máquinas. Las desemejanzas del comportamiento motor y mental del los individuo, en diferentes épocas históricas, están determinadas por la relaciones sociales de clase en los procesos de trabajo de revalorización del capital y de la actividad agresiva de los símbolos enajenantes del sufrimiento y la desesperación.
El gran dilema existencial de nuestra época es el distanciamiento del Hombre y la Naturaleza y la explotación privada de ambos. La no integración del hombre naturalizado y de la Naturaleza humanizada. El laberinto de la irracionalidad está inscrito en el laberinto de la astucia de la razón automatizada.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

La astucia de la Razón ( 2)

Las ideologías de las máquinas sociales totalitarias tienen un movimiento de regreso a situaciones pretéritas donde se confunden la falsedad y la realidad. Como si el pasado tuviera los rasgos irreconocibles del silencio del tiempo. Sobre este silencio las interpretaciones interesadas en desdibujar los rasgos sociales de la aniquilación de las desesperanzas. El pasado se sustituye por las predicciones historicistas, que correlacionan los intereses de los grupos sociales superiores a la selectividad de los hechos que se conforman a sus intereses dominantes. Los movimientos de regreso histórico reescriben el pasado intencionalmente. Se establecen para escribir sobre la memoria de la realidad. La escritura la sustituye. Se estratifican los signos sobre una irrealidad hasta constituir una realidad sucia. El regreso al pasado es verdaderamente una combinación fragmentada de realidad mediatizada por el deseo y sus imaginarios sustitutivos. El individuo regresa a las mutilaciones de los hechos y al conocimiento de fragmentos para adentrarse en las contingencias de la manipulación. El presente introduce en el pasado el lenguaje onírico de la sumisión escapista. Pero si el pasado está separado irremediablemente del presente y si el futuro se vislumbra en la incertidumbre de unas vidas breves, ¿qué finalidad se puede establecer en nuestros actos actuales? ¿Es el hombre un ser trascendente o es contingencia? ¿Poseemos finalidad trascendente o solamente nos hallamos dentro de un presente radical y limitado por el olvido? La sociedad acumula, en su presente, los procesos imaginarios sustitutivos del pretérito y sobre la actualidad conjetura las condiciones finalistas de los efectos del presente. El tiempo de la existencia actual se nos vuelve confuso por el haber sido definitivo y el futuro limitado por la duración de la temporalidad. No logramos distinguir lo que hemos sido, de lo que somos, y de lo que queremos ser. Un pegamento adhiere los momentos existenciales en un Todo inconsciente y sin finalidad. De manera que a Jean Paul Sartre, esta situación del Ser y la Nada, le permitió aducir que si el mundo es absurdo, si el hombre es una pasión inútil y si los dos no constituyen otra cosa que un Dios fracasado, es imposible para el hombre asignarse fin alguno. El sentido del movimiento del hombre en el mundo bien termina en un finalismo trascendente o bien la afirmación nihilista de la Nada. La finalidad inmanente de la trascendencia humana o la contingencia de un ser hecho de tiempo.
Las contradicciones de su existencia contraen a la inercia del presente absoluto. Los finalistas esperan salir de la inercia temporal a través del empuje de un movimiento exterior metafísico o dialéctico. La salida de la inercia habría de llegar de una causa exterior o de una causa negativa y acumulativa que cambie la cantidad en cualidad. Un motor exterior que empuje hasta lograr el movimiento finalista de la trascendencia. La fuerza potencial necesaria, que, debe realizar la existencia a través de un motor universal, debe dar continuidad en una trayectoria permanente y ascendente para el individuo y la Sociedad. El motor universal que posibilita la movilidad de la voluntad y la libertad contra las fuerzas reactivas de masas inertes, adheridas a la fatalidad del mal en la historia.
Para Tomás de Aquino (1225-1274), filósofo y teólogo italiano, hay una primera vía para el entendimiento de la existencia de Dios. La primera vía ser funda en el movimiento. Es imposible, que, una cosa, sea motor y móvil al mismo tiempo. Por consiguiente, es a su vez movida, y es necesario que la mueva una tercera y ésta a otra. Más no se puede seguir con causas infinitas. Es necesario llegar a un primer motor que no sea movido por nadie, y éste es el que todos entienden por Dios. El movimiento que causa el motor universal es un factor exterior a la sociedad y al hombre. El sometimiento a la ley universal del Cosmos estoico reaparece en el empuje del Motor Universal. El hombre se convierte en las huellas de sus movimientos, que dejan sus actos erráticos en la superficie encerada de la historia. La argumentación teológica tomista sobre la existencia de Dios como primer motor, se ha ido abriendo en espiral sobre todas las concepciones del progreso trascendente del hombre en la historia. La necesidad de que el hombre lleve en sí un sentido divino o histórico que justifique la temporalidad finita de su existencia.
La aparición del maquinismo y el robotismo, en los procesos industriales del siglo XX y XXI, ha llevado a concepciones de la historia basadas en los sistemas progresivos de perfectibilidad de la producción material e ideológica de un Gran Autómata, regulador de un sistema de máquinas sociales, que se enganchan a su cuerpo como las simientes y el hombre al cuerpo motor de la Naturaleza. El hombre encuentra el sentido de su finalidad en el progreso de las ciencias aplicadas a la vida y no al ser de la muerte trascendente. En la actualidad del presente radical, la conciencia de los individuos se somete a la ideología de las soluciones voluntarista hedonistas, que obligan a salir de las contradicciones a través de las actuaciones organizativas del Gran Autómata o del Moloch estatal. Se da el vasallaje de la Sociedad Civil a las actuaciones generales organizativas del Gran Autómata. La esperanza trascendente del sentido del hombre y del mundo en los movimientos de un Motor General, que conlleva el conformismo de la esperanza a la finitud de la temporalidad. Los conjuntos evolutivos tecnológicos e ideológicos del Gran Autómata, que recibe los movimientos de contracción y expansión de un Motor, y se mueve a sí mismo, dejan al ser humano en un ser dependiente de circunstancias exteriores que le son ajenas. El Gran Autómata Social y el Motor Universal se correlacionan en la afluencia de los valores de uso material y mental justificativos del finalismo técnico. Soluciones más allá de la inseguridad del nihilismo de la nada. La analogía simplificadora de la vida del hombre en la historia como la circulación de la sangre movida por el corazón. Ahora la racionalidad de la ciencia natural y de la ciencia política sería un motor universal que empuja a la esperanza por el sistema circulatorio de las necesidades y la satisfacción de la esencia humana realizada. La ciencia lleva el movimiento universal y perfecto del Gran Autómata a la corrección del desorden de la gradación descendente del mal en el hombre y el mundo. El Gran Motor introduce la perfección de las soluciones ultrahumanas en el acontecer de la contingencia en la historia. El Gran Motor de la ciencia y la sociología mecanicista dan al hombre la ausencia de miedo al tiempo y espacio infinitos. El finalismo inmanente de la muerte intrascendente.
Pero también para los desajustes del hombre y su destino en el mundo, habrá de llegar el orden teleológico de las drogas, al igual que las máquinas burocráticas- militares e inquisitoriales, que darán homogeneidad al sometimiento del individuo a la voluntad general del orden reglamentado. Las máquinas rígidas de la intolerancia realizan movimientos reguladores para hacer de los individuos acumuladores de situaciones pasivas conectadas a las transmisiones del Motor Universal. El Gran Autómata mueve los impulsos desajustados de la temporalidad finita. Se unen el Motor Universal y el Gran Autómata para la producción de mercancías y hombres homogéneos, en un proceso discontinuo y finito, pero incesantemente reiniciado. Los órganos transmisores de la disciplina están inscritos en los polígonos hexagonales de los órganos militarizados del Moloch y de la Gran Autómata de la Sociedad del siglo XXI.
De la utopía racionalizadora de la finalidad trascendente del hombre total, hoy se ha pasado al hombre común de funciones automatizadas y precarias. En la situación actual, del finalismo justificativo del hombre en el mundo de la producción se ha pasado a masas sociales subvencionadas, que esperan estar enganchadas al Moloch para sobrevivir a la crisis del subconsumo y la marginalidad. Las máquinas cibernéticas y las máquinas sociales de voluntad de dominio determinan el reinicio incesante del ocasionalismo finalista de las contradicciones, la distribución desigual de la riqueza, del hombre real finito y del hombre imaginario infinito. De este reinicio incesante de las contradicciones de la supervivencia desigual surge de la inercia los movimientos totalitarios de la Nada en la Historia. El Gran Autómata establece, en el caos contingente, la Nada del mundo y la pasión inútil del hombre por la trascendencia más allá de la vida. La mecánica organizativa de los conjuntos estructurados del Gran Autómata disciplina y somete el sufrimiento a la esperanza tecnológica de dominio inmediato.
Las máquinas ideológicas se separan de la realidad y afirman la gradación ascendente de la perfectibilidad de las partes con respecto a un Todo completo, que las incluye y determina. La sociedad se consolida convirtiendo la inercia de la realidad en actuaciones sociales imaginarias. Extraños movimientos de la sociedad que preanuncian el Caos en el Orden.
El Gran Autómata alcanza su mayor grado de dominio cuando convierte al ser real en un ser imaginario. Cuando produce las sombras de hombres y las aísla en conjuntos de extrema insolidaridad. Las relaciones sociales se jerarquizan para establecer un orden creciente del sometimiento irracional. Las atribuciones materiales y espirituales, que corresponden a un ser integrado en la evolución de la perfectibilidad humana, se invierten en las categorías de la marginalidad de la dependencia de Otro. El Gran Autómata produce y clasifica al ser integrado y al ser marginado. Los individuos fuera del orden del Gran Autómata se atrapan en la culpa angustiada del no seleccionado en la jerarquía de los predestinados por la inmanencia trascendente del Gran Autómata. Las máquinas sociales totalitarias tienen un movimiento de regreso a situaciones de reconstrucción general, donde se aúnan la imaginación sádica y la conciencia desgraciada del hombre sometido.
La ley de desarrollo del Gran Autómata crea para el hombre y su mundo el finalismo del hombre irreal en la trascendencia imaginaria.

domingo, 23 de agosto de 2009

La astucia de la Razón ( 1)

Richard Lindner pintó un cuadro en 1954, al que determinó como Boy with Machine. Un joven adolescente con una máquina. La denominación del tema pictórico suprime el verbo estar. No atribuye al sujeto la circunstancia de existir. El joven adolescente es la máquina misma. La función lógica de relacionar al sujeto a un objeto exterior mediante el verbo ser o estar está eliminada. El hallazgo de la significación está en unir fuera de las circunstancias exteriores la presencia del sujeto y el objeto. El subjetivismo extremo de Richard Lindner radica en que lo único que existe es el yo radical del individuo y el objeto de la máquina antiproducción. El muchacho con la máquina. El muchacho delante de la máquina. ¿Quién es el joven adolescente? La pregunta inquiere sobre la constitución del yo. La pregunta salta ante la duda. Quién es el sujeto, qué es el objeto. ¿Por qué se relacionan con una preposición y no con un verbo que le atribuya circunstancias externas constitucionales a su enigmática presencia?
La cabeza del joven adolescente es casi esferoide, si no fuese por la barbilla que se acerca a su cuello grueso y corto. El pelo rapado y oscuro, las orejas pequeñas y asomadas. Las cejas breves y ascendentes, desde los lagrimales hasta un vértice agudo del que caen precipitadamente. Los ojos almendrados, grandes, oscuros, que acompañan al rictus de la boca con expresiva vanidad en la travesura. El labio superior carnoso, prominente, con acentuadas hendiduras, que llegan a los orificios de la nariz. La barbilla insinuada a la línea circular de la cara. Su rostro es lunar. Algo así como las piedras lunares que buscaba Antonin Artaud en el desierto de Asiria, en su pasión seminal por Heliogábalo, el anarquista coronado, en Emesa a orillas del Orontes. Allí, en la abrumadora injusticia del destino.
Luego el volumen grueso del cuello del joven adolescente, que mantiene la tensa energía de la esfericidad de la cabeza. Desde la carnosidad del cuello hasta por debajo de las rodillas, el cuerpo del joven adolescente está cubierto con una vestidura amplia y larga, que se ajusta, con una botonadura delantera, a su cuerpo, que se amplía desmesuradamente desde los hombros a unas piernas tubulares, casi cubiertas por la vestidura y los calcetines, sólo quedan a la vista dos franjas de las tibias, blanquecinas y carnosas. Las manos, pequeñas y gordillas, se cruzan ante el pecho en una línea diagonal. Los huecos de ambas manos, que, forman los dedos, pulgares e índices, sujetan dos alargados destornilladores o instrumentos mecánicos, ajustadores de las piezas de la máquina. El cuerpo del joven adolescente es una síntesis de extremada corpulencia y obesidad. Detrás de él hay una máquina. La preposición indica sujeto y objeto. Boy with Machine. Esta máquina no es un conjunto de mecanismos trabados para producir medios económicos o ideológicos. Es un flujo de energía incausal y atemporal, que se materializa en los flujos esquizos de los montajes de elementos ordenados en secuencias del delirio De Boy Machine, ambos, están construidos en la huida autista de la realidad. En el flujo mental de la huida no hay sectores económicos de bienes de producción. De Boy Machine es un artefacto multiplicador de la improductividad. Una inyectadora de energías psíquicas, que da plasticidad a la materia impenetrable y muerta. Machine productora de delirios y productos sin valor, como un chicle mascado y pegado a la pared, unas canicas debajo de los cuerpos fríos de las palomas callejeras, periódicos untados de grasa (…) No hay diferencia cualitativa en producir para el consumo de las máquinas de máquinas o producir para el consumo delirante de las masas sociales, hibernadas en las rutinas del aletargamiento ideológico. De Boy Machine se eleva a una potencia enésima de delirio improductivo.
La máquina de Boy es una combinación de piezas que se mezclan en un orden estricto de desutilidad: cilindros, correas de transmisión, ruedas dentadas, tuercas, tornillos, volante, planchas metálicas (....) Una máquina Boy antiproducción, bulimia maquinal Un proceso simbólico de la irracionalidad. El joven adolescente es un cuerpo desmesurado con relación al espacio mecánico que ocupa. Delante de su máquina mira al espectador del cuadro. Se complace con su trabajo de montador de máquinas. Sus brazos, que se cruzan y trazan una diagonal ante el pecho, son parte de la máquina- Boy. Los artilugios mecánicos, destornilladores- engrasadores muestran la pericia de su montaje maquinal. La máquina está cifrada en restos de memoria de la producción, en etapas del capitalismo industrial de finales del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX. Las máquinas de procesos de trabajos industriales, en donde la productividad de la máquina integra al trabajador en una degradación acumulativa de la intensidad y de la cantidad del trabajo. La intensidad del trabajo es un mayor consumo de energía humana por unidad de tiempo. Comprimir dos horas de energía humana en una. Reducir la jornada de trabajo imprimiendo mayor velocidad al proceso de trabajo y al consumo de energía. Reducir la duración de la existencia de la mercancía humana y de la mercancía máquina. En la Boy- Machine las intensidades son cero. La transformación de la máquina industrial en objeto del delirio. La Máquina- Boy funciona como la máquina milagrosa, la máquina estatal, la máquina surrealista, la máquina esquizofrénica, la máquina de disección del cuerpo humano, el paraguas rojo y el sombrero hongo. (…) Boy With está sobredimensionado de miembros, cabeza y cuerpo desmesurados, como su entendimiento paciente, que monta las piezas de la máquina de antiproducción. La antiproducción injerta al joven adolescente a las piezas de la máquina. La crisis capitalista es una máquina de antiproducción injertada a masas de dinero depreciadas. La antiproducción industrial ha injertando la subjetividad irracional en la objetividad de la máquina esclerótica de la crisis. El no saber ya está en la máquina. El saber intelectual socrático de la Virtud se agota en el “no operativo” de la improductividad de la maquina. La obsolescencia introduce los términos de la improductividad creciente por unidad de tiempo constante. El porvenir de las clases sociales poseedoras será acumulaciones de dinero, con poder adquisitivo decreciente, que sólo será garantizado mediante las estructuras ideológicas paranoicas. La transición patrimonial de las generaciones de poseedores no estará garantizada por la ignorancia y el miedo, adosados a la máquina productora de dinero. Las organizaciones económicas empresariales y estatales derivan a bajos rendimientos, incesantemente decrecientes, en obsoletas máquinas de reproducción material y mental. Afasia en las espirales de los signos simbólicos del poder y contrapoder de gobernantes y gobernados. Tiranía, timocracia, y demagogia. Lugares ideológicos deshabitados, donde sólo existen espirales de significantes hambrientos. Solipsismo de las masas marginales a las transgresiones sociales, asociadas al cálculo de ventajas y desventajas, del diferencial hedonista de placer y dolor. Las Máquina-Boy se montan con las piezas de desecho de la máquina social productiva. Arrojadas a las hendiduras de los estancamientos económicos globales. Las Máquinas- Boy, esquizofrénicas, una entidad reductora de la voluntad de dominio, de las fuerzas reactivas de la barbarie, del tiempo mecánico, del sinsentido de la historia colectiva e individual. Las combinaciones de capital fijo y trabajo de las máquinas- Boy están en relación indirecta a la tecnología positivista de la biología cerebral. A mayores cantidades de trabajo humano mayor huida psíquica a un submundo de cosas carentes de valor de mercado. El límite absoluto de la Máquina-Boy será convertir en cero las cantidades de trabajo útil que incorpora a la producción de mercancías. Cantidades decrecientes de utilidad y cambio de la Máquina-Boy, junto a mercancías sin precio. Las Máquinas-Boy, montajes heteróclitos de residuos nucleares, alas de mariposas, archivadores policiales, espasmos rutinarios de la muerte, los desafectos del trabajo-inhumano. Las Máquinas-Boy son disyuntivas. Son máquinas de partículas gramaticales disyuntivas, (Ahora…Ahora, Bien…Bien, O…O). Máquina- Boy de una fase, de dos fases, de tres fases. Disyunciones inertes de acciones sin finalidad. El momento actual de la historia se marca en las disyunciones de la negatividad y la aleatoriedad de la fuerza reactiva dominante de las minorías jerarquizadas. Las Máquinas- Boy incesantemente funcionando en la improductividad de los delirios disyuntivos. (Ahora…Ahora, Bien…Bien, O…O.) Ahora la máquina-caos de Buster Keaton, ahora la máquina- Charles Chaplin de Tiempos Modernos. O bien esto o bien aquello. Las disyunciones de la Naturaleza, las disyunciones de las máquinas sociales del siglo XXI. Ellas son máquinas de frecuencias alternativas: (Ya…Ya).