miércoles, 21 de enero de 2015

Brevedad y sinceridad moral.


1
¿Podría ser nuestra vida interior constate en su actitud moral y verdadera en su conocimiento?.¿ Exteriorizar la moralidad  como el imperativo absoluto de la verdad y la justicia ajeno a los intereses materiales de una sociedad impregnada de competencia y egoísmo?. ¿Sería un acto de reflexión tomado desde el exterior a la realidad?.¿ La visión de un cosmonáuta desde su nave reflexionara las condiciones reales de la gente que se afana por debajo de él?.
¿O nos quedaríamos con el individuo ilustrado que se pregunta sobre los fines de su práctica moral con un farol que alumbre las sombras de cada atardecer moral de una sociedad, apresada en la necesidad de entregarse al sueño inevitable del fatalismo irracional organizado desde la injusticia de la minoría dominante contra el individuo?.
Para el filósofo senequista, la insoportable desventura de la vida es el acto de ver caer el tiempo soportado en la clepsidra, en interpretar la brevedad del tiempo como una oclusión de la angustia de vivir para morir. El cierre completo de una vida que se ajusta a su brevedad vital y moral. Pero repetidamente lo breve del vivir se toma pleonásticamente  para determinar una trayectoria de inicio tan corta como la abertura de la mirada del gato sobre el ratón. El punto de inicio se une al punto final y el recorrido decrece continuamente hasta terminar en infinitesimal. No hay posibilidad de hallar el espacio recorrido sin recurrir abiertamente a la aceptación de la brevedad de la vida como el  efecto absoluto de un poder material, que dispone de vida como un juego arbitrario de aceptar la disciplina antes que desobedecer el mandato. La voluntad del emperador romano decide la duración vital del aristócrata propietario. La justicia moral se pliega a los intereses materiales de aquel que decide la privacidad oligárquica del patrimonio del reo. Cerrar los ojos ante la muerte por no poseer el valor de elegir el puñal regicida y  republicanita de Bruto.
La brevedad de la vida es una conclusión empírica sacada por un corredor que no avista la meta nada más que ante su mirada cegata. Entonces, la brevedad de la vida es un rostro desconocido detrás de una máscara. La brevedad de la vida nos viene dada por la experiencia de otro superior que decide unilateralmente el concepto mecánico del agotamiento de la energía humana por el dinamismo conformista del miedo.
Hay una detención brusca de la energía dinámica del individuo para no presentarse ante un punto imaginario moral, que se toma como límite de la desesperación y el estallido de la rebeldía. El punto donde la obediencia y el error de la pasividad crean los límites del individuo aislado y su historia personal modificada por la voluntad ajena. La desesperación no calcula  probabilidades existenciales. Es un arrebato de la pasión de no obedecer ni al tiempo físico ni al poder. Caminar con una pértiga a la anticipación de una muerte sin protección de red. El equilibrista del vértigo que ha superado la condición del hombre sometido. ¡Hay tanta cobardía del que mira desde abajo la osadía del equilibrista, que cede a la sumisión del miedo previsor de la duración, tanto como al frío de la muerte por congelamiento del viejo enfermo abandonado en el espacio anónimo de la calle!.
2
Hay una forma de brevedad de la vida que es calcular la brevedad con unidades probabilísticas de error y certeza. Unidades de probabilidad existencial por suma de unidades del tiempo. El éxito es durar más que tu adversario y el error lo contrario. El Capitalismo es un producto de permanencia con unidades complejas de valorización del capital y competencia de realización monetaria de su producción de mercado. Las unidades de probabilidad de realización del valor de producción incorporado en un mercado de competencia perfecta con el mercado imperfecto de competencia oligopolista.  La probabilidad compleja del sistema económico acentúa la brevedad del tiempo de realización de la venta y el cobro de las mercaderías. La probabilidad compleja de la producción y su realización se traslada a la competencia del individuo para asegurar su vida mediante la venta de su trabajo en el mercado. Se vuelve dependiente de las condiciones históricas del salario del miedo. Estas condiciones económicas individuales y colectivas se corresponden a ciclos cortos y complejos de producción económica y realización monetaria. De manera que la brevedad de la vida colectiva se corresponde y acopla  a las consecuencia del entorno socio-económico de mercado de mercancías con valor de cambio. Las situaciones de aceptación del poder circunscriben círculos amplificativos donde la brevedad de la vida moral sencilla del filósofo, ya no resulta doctrinalmente compatible a la del ciudadano marginal del tardo capitalismo macro urbano. Si bien es cierto que sobre la vida siempre recae la probabilidad compleja de la sociedad, también la historia del hombre transcurre en la variabilidad de la voluntad reflexiva que no se somete al futuro indiciado.
La ciencia y sus conocimientos tecnológicos de productividad son discontinuos. Sus saltos van desde los conocimientos prelógicos a los conocimientos técnoindustriales que revalorizan el capital industrial y financiero y el armamento de guerra.  La ciencia produce conocimientos técnicos por ciclos históricos acumulativos. De manera que la brevedad o la longevidad de la tecnología se corresponden a ciclos acumulativos inversores de rentabilidad superior de la técnica en sustitución de capital humano. El capital  y la tecnología  está en estos ciclos de acumulación de ganancias. Cada época da un tecnología de tipología finalista en sus rendimientos.
3
El individuo automatizado hoy nace y muere en hospitales con contadores demográficos. El individuo se le registra al nacimiento y se le lanza al vaivén de la duración incierta. No hay una filosofía de aceptación o rechazo estoico de los mandatos de obediencia. No se soporta el destino, sino que se determina su duración como el de una máquina. Habrá un mayor o menor tiempo de amortización, pero la máquina volverá a un estado de no operatividad absoluta. Hay cálculos de eficiencia y durabilidad internos, pero nunca una trascendencia interna que nos defina como seres con mayor o menor libertad de acción y reacción no mecanizados. No hay un sistema de acción y reacción teleológicos, tiempo para repensar el trayecto vital de un móvil predeterminado hacia su detención. No hay un recorrido del autoestopista que mida la dirección exacta de su término. La estación terminal no está prefigurada por una voluntad reflexiva, sino que habrá una mayor o menor inflexión de la curva de amortización, y esta curva funcional nos dará la operatividad absoluta de eficiencia y durabilidad internas. Sus puntos de inflexión no se determinan por trascendencia moral, que defina seres o máquinas con mayor o menor durabilidad  predeterminada.
La máquina además funciona imperfectamente, se estropea y anticipa su final por motivaciones de depreciación de sus componentes y diseño. Un mal diseñador limita la eficiencia marginal del material e incluye la depreciación anticipada de la máquina como una probabilidad cercana a la unidad.
 En el individuo psiquis y terapia son las mochila mentales de la neuronas. La degradación de las neuronas es la degradación del lenguaje, No hay ni sociedad ni individuos sin lenguaje. No hay caminos de razonamiento sin conexiones de funcionamiento al lenguaje. Sin palabras no hay filosofía del tiempo. La memoria es un acumulador de funcionamiento limitado. La memoria desparece en la inexactitud de las conexiones de los sonidos y su concepto. El sufrimiento es un algo perverso antes los sonidos desconectados  del objeto.
La mirada del sujeto hacia atrás es una búsqueda de conexiones neuronales. La tragedia del olvido echa la mirada turbia atrás. Pero lo acontecido son huellas en la arena de la desmemoria. Las huella memoriales tanto de unos como  de los otros interpretadas al borde de lo racional- irracional.
4
¿Son mis huellas o las de otro imaginario?. Los zapatos rotos que se tiran nos llevan a los proyectos vitales borrados o ausentes. ¿Todo los dejamos con el gesto cansado de lo usado carente ya de utilidad?. No recordamos los zapato que nos han mantenido, ni las caras que nos parecieron bellas o las palabra cálidas del un poema de amor en la mirada de unos ojos lejanos, que nunca se volverán a contemplar.
Sensaciones, en trayectos anónimos, que al sentirlas parecen el cristal de la última ventana vital de una aguja infectada. Un pinchazo en la apreciación psíquica  equivocada de los sentimientos.
El zureo de los palomas en los aleros nos trae el trayecto breve de los sentimientos y  la rutina de la seguridad de hallar el mismo rostro en el espejo de mano.
5
En las películas del clasicismo cinematográfico, los personaje en blanco y negro arrojan el cigarrillo por la ventana y ante ellos se abría el camino de uno largo y nuevo. Eran extramente humanos por ese largo camino que se adentraba en la oscuridad de una calle arbolada. El cigarrillo y el gesto inmóvil de quien tiene todo el tiempo para viajar encendiendo cigarrillos en los momentos de misteriosas sonrisas de aventuras, nunca mostradas al fin de la película. El fin de la vida no es el fin de una película en blanco negro. Es mucho más lento y sufrido.  No hay un camino abierto a los sentimiento cálidos del retorno y al trayecto del susurro de voces de brevedad y sinceridad del individuo y su mundo.
A lo más, con un gesto sorpresivo hallamos momentos-imágenes, momentos-palabras. La voluntad reflexiva de lo que somos, o de lo que hemos queridos ser como proyecto, se nos viene encima cuestionando la errática variedad de más errores de apreciación de la realidad  y su imagen deseada y razonada bajo la finalidad-eco de las palabras. Hay una cuestión teórica  de determinación  de valor moral y de su aceptación y rechazo por nuestra obsesión por lo práctico. Si no se acepta el valor moral de la vida, nuestra vida  cae en el abismo de la practicidad de lo útil. Consentimos darle a la vida una valor depreciativo.