domingo, 21 de junio de 2015

La crónica de la historia y el ojo que no ve.


1
El concepto machadiano del tiempo implica que la existencia del individuo está en  su historia como una estela en el mar. Contiene la vida el sentido del sin sentido del querer estar en un mundo trascendente, cuando vivir es andar un camino sin volver la cabeza atrás y sin dejar rastro de huellas.
 No hay mirada hacia atrás para fijar la marcha inicial del tiempo ni mirada a su momento finalista. La ceguedad del ojo que mira y no ve. La mirada atrás es hallarse con un lastre cultural ajeno. Un saber que barre la identidad del sujeto con la culpa de las  circunstancias no queridas y que no fueron electivas. 

Yo soy el hijo de la ira o de la sumisión. Lógica que abrevia la responsabilidad de hacer el camino con la continuidad ajena. Paralelismo de la deducción de individuo esclavo  liberado que resuelve eliminar su pasado olvidando a su amo. Los esclavos liberados festejan una libertad regalada. Olvidarse del amo es hallarse con unavoluntad que carece de finalidad  de lo ético. El odio se integra en la negación del amo como una paradoja. No hay ninguna unidad superior que dé la síntesis agónica del esclavo y del amo. Ambos  permanecen con diferentes disfraces en el escenario histórico. Ambos se necesitan para afirmar la no historia. Lo permanente frente al devenir. Las cicatrices del látigo marcan  el olvido de la existencia amenazada. O tal vez el grito mudo del Entonces.

La libertad  no es premura de una vida donada. Para ser libre se exige los impulsos agónicos de la conquista del ser por negación absoluta del no ser de dominio. La libertad  amnésica es una mutilación de la voluntad de querer ser.  La  no existencia se vuelve un plus para desvivirse fuera del hacer. Un no hacer que permite a otra voluntad el ofrecimiento de la tela de araña vigilada por un arácnido.
 La desmemoria  no es voluntaria, ni el sentido del ser es una cosa ajena para ser un común intrascendente. No se recuerda para no querer ver el  tiempo prestado de medios sumisión y fines vacíos. La desmemoria no  elimina el olvido como un acto intencional. No valorar los actos del individuo dominado es el fiel de una balanza que pesa la entrega del esclavo y el dominio de la libertad del amo. La carencia de memoria es un barro que ciega  el ver de historia y moralidad. Diríamos que carecemos de historia en cuanto esta carece de un ver moral de los actos. La afirmación de estar ahí como una cosa donde se apoyan las emociones del lugar del olvido.
2
El no ver lo que se puede ver es la crónica de oficio, donde ojo no ve porque quiere una realidad disfrazada. La realidad disfrazada es un vivir en un espectáculo de guiños y gestos de marionetas. Hay ver cuando el tiempo de los hechos se afirma con disfraces. El tiempo es un flujo que adiciona cantidades homogéneas a la espera su significado de rutina adhesiva de palabras y hechos repetidos como náuseas. Penélope, la mujer de Ulises, hacía e y rehacía el bordado de la túnica de su marido ausente para que los pretendientes a los esponsales no alcanzaran el tiempo como un devenir de días transcurridos y borrados.
Lo cotidiano vivido teje y desteje la espera de algo oculto a la mirada. La cotidianidad  se constituye en hacer y borrar los días esperando la crónica falseada del acontecimiento, que se alarga y acorta por no verlo dentro de la espera.
 El juglar cronista espera los hechos épicos para contarlos en el festejo de la palabra escrita y oral. Los hechos se leen ante el hacedor de los mismos y por tanto laudatorios. Se diría que el juglar cronista es un criado y burócrata escritor de fábulas.
El juglar cronista conoce la ficciones de la mitología y pretende ocultar con la escritura  a su modelo real. El fabulador mitológico nunca se permite la verdad de los hechos, porque desconoce el valor transitivo del testimonio escrito. Ni tan siquiera hay una conciencia crítica en él ante lo que escribe y así desenfoca los hechos reales.
La historia juglaresca adula a quien da un legado de injusticia. Con la intencionalidad de dar validez a su relatos para oyentes futuros falsea el texto. La realidad falseada, con la pátina amarilla del tiempo, termina adquiriendo una arquitectura de palabras, que se elevan como un túmulo de hechos narrados sin más verdad que la incluyente ceguera  de no ver lo que se debe ver.
Cuando alguien lee crónicas falseadas se encuentra con la voz interior  del cronista que lee para el lector desde el texto interiorizado. Como cualquier ideología, la crónica es flexible a la conformidad de su doblez  de unir al lector y a la voz del texto.
La crónica fabula y  se vuelve verosímil en cuanto la palabra es un significante arbitrario sobre el que se puede cargar cualquier significado errante, como si fuera una acémila en una cuesta de bajada adoquinada, cargada  con los  sinónimos de otras épocas y ahora fuegos de  artificio para gestas heroicas sin verificación. Significados erráticos que tunden la superficie del tambor de hojalata.
3
Los cronistas chinos taoístas quisieron escapar del cortejo imperial, descifrando los acontecimientos sociales por los rasgos celestes, el vuelo de las grullas o los patos silvestres en vuelo hacia el ocaso como extraordinario acontecimiento del movimiento de la Tierra. Vuelos signos al atardecer del Sol y movimiento de la brisa en los ramajes del sauce. También la historia  como la contradicción del ciclo celeste y sus manifestaciones de sequía en la tierra que se ara y en la lluvia que no llega. La naturaleza a través de las sequías que queman las semillas y entierran los cuerpos.
Los grandes movimientos revolucionarios de los campesinos contra los emperadores venían enlazadas a las situaciones de desequilibrios de la Naturaleza y el poder de la casa imperial. Los desequilibrios del ecosistema y las relaciones sociales. La rebelión campesina marcaba la instauración de un orden social nuevo en sus principios de desarmonía  a través de las luchas de campesinos y cortes imperiales.
 Como si el porvenir del individuo en la historia estuviera escrito en las desarmonías del hombre y la Naturaliza politizada.  El vuelo sin  grullas en el atardecer era un día sin historia. Un día vacío de preguntas sobre realidad y destino. Preguntas ausentes en tanto no fluye el contenido visible de la historia. Enfrentamientos entre realidad y destino. Atreverse a ser,  con presencia en la cavidad del tiempo, es un acontecer que fluye como el río y alcanza las preguntas que determinan la esencia del porvenir. Leer lo invisible  volcado en fracciones de tiempo discontinuas, que admiten la adhesión de teoría y praxis. Ese balbuceo de la verdad en la boca del niño. Arqueología del saber que encuentra la verdad en la lectura de una voz escrutadora del texto.
El sentido último del cronista es fabular las acciones irracionales de las minorías para mantener el equilibrio de poder único, La necesidad de dar continuidad al acontecer de los que se entregan a la manipulación para defender sus intereses económicos. Los desequilibrio entre poder y necesidad se traducen en revoluciones y sumisiones. La revolución es un desequilibrio de la estructura social del azar del privilegio frente a grandes masas sociales que desorganizan la desigualdad. El enfrentamiento del individuo masa que se da con el crecimiento de su saber en praxis.
4
¿Pero cómo escribir la historia de una agonía inscrita en el límite de una irrealidad que tiene que quedar en una estructura social caduca?. ¿Puede el lenguaje y su mitología alcanzar a explicar el límite contradictorio de la realidad y la cultura? ¿ O frente a ese límite sólo queda el silencio que sustituye a la crítica?
Un silencio enlazado al miedo. A los delatores en  el arroyo de la crueldad. El silencio enseñando el significado oculto de la complicidad del individuo en un mundo donde la permanencia hay que encontrarla en la sumisión del gesto y la palabra. La trascendencia de sobrevivir en el miedo. El miedo hay que encontrarlo en las órdenes de acatamiento de los símbolos autorizados.
La historia narrada  escucha la voz del confidente en el estancamiento de la libertad del agua estancada de un pozo  o el oyente alucinado al que pudieran haberle llegado voces admonitorias en la  medianoche, con los cipreses quietos, y el griterío despótico de los que hicieron de los hombres cosas de trabajo y  muerte.
Ese grito despótico que sube del pozo de la historia no es sólo un bloque memorialista, sino un bloque que cuelga a las víctimas como racimos  de paja que cuelgan del cuello de la víctima elegida.
El momento actual de la historia es la coyuntura propicia al enfrentamiento social de los sometidos. Muestra el cambio necesario de la inmoralidad de la propiedad del hombre por el hombre a la sociabilidad del hombre como fin de acercamiento.

La historia como relato de los ojos que se abren al mundo, asombrados por su claridad. injusta. Pero la claridad del amanecer humano no es la sumisión del hombre enfrentado a la venta de su trabajo en fracciones de tiempo a cambio de un precio en dinero que expresa una cantidad de alimentos que fluctúa con la variabilidad de los precios. Los movimientos económicos de precios de alimentos y salarios han sido el motor de las grandes revoluciones de ricos contra pobres. Igual que la lluvia y la sequía. La gran revolución de 1789 fue la manifestación de las subidas extraordinarias de precios por encima de los salarios de subsistencia. El desorden violento de las migraciones de los campesinos que huían de las malas cosechas a la caridad de las ciudades. El hambre es la revolución sin ideas. Viene del instinto de supervivencia. El animal social que encuentra la actitud violenta  para sobrevivir.