jueves, 18 de julio de 2013

El humo en la colmena.


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Valga la fábula para explicar la situación económica y social: el humo en la colmena permite que el colmenero robe la mies de las abejas obreras. No es esto, un accidente, sino un hecho premeditado. Los dioses de humo se inventaron, y las corporaciones sacerdotales seculares y seglares, para extraer, por coacción mágica y violenta, los excedentes económicos de productores primarios de alimentos, las abejas obreras. El humo de la ideología actúa eficazmente en el desplazamiento de la riqueza de los productores a los poseedores. De las abejas al colmenero. Una vieja fábula de la formación de riqueza y poder desde la civilización egipcia, babilónica e india. Los grandes ríos de la civilización el Nilo, el Éufrates, el Tigris y el Indo fueron las grandes colmenas neolíticas para la formación de una sociedad de sometidos productores y el dios-divinizado de las dinastías de emperadores, que terminaron por dejar de representar a dios y convertirse ellos mismos en dioses. El dios-rey se come los excedentes económicos.  El soporte político de estos dioses-Estado fue la magia, el ejército militar y los sacerdotes burócratas. Todos se convirtieron en una casta que poseía la ley, la riqueza y el poder. El tiempo de la historia no ha borrado la sustancia de este dominio que se transfiera únicamente metamorfoseado a las diferentes configuraciones de Estados.
Los hombres viven y mueren sometidos a los preceptos del miedo y del trabajo. En la sociedad actual el miedo a la inseguridad económica es un componente fundamental de sometimiento. Los jóvenes que se echan al suelo para limosnear o emigran representan nítidamente este sometimiento de fatalidad, que escapa a cualquier solución racional que pase por la humanización  de la inseguridad. La vida entra en el infierno cuando vivir es depender de los plazos de los acreedores usureros y de los empleadores de trabajo por debajo del mínimo vital. La fantasmagoría de un mundo poblado de ricos arcádicos y castas burócratas y políticas.   
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Un hombre en crisis pierde las relaciones reales que reproducen su vida. Está dentro de una realidad que lo niega. Espera y lucha en su inseguridad   para  que el mundo cambie, pero los cambios sociales y personales no pueden depender de relaciones imaginarias, sino reacciones de transformación. La magia no produce hombres libres ni trabajadores. El hombre es una variable real en  el esfuerzo colectivo, que mueve una palanca, que apoyada en la seguridad, levante el mundo.  La ideología sucia de la manipulación no debe invadir el análisis científico de las contradicciones de realidad humana, en su lucha contra la inhumanidad. El hombre es en cuanto su ser total está integrado en la unidad viviente de la naturaleza y la sociedad. La naturaleza lo ata a la necesidad de sobrevivir a la carencia  de los recursos reales escasos y a la carencia artificial de la sobreabundancia de riqueza acumulada en minorías de dominio y esterilidad. El instinto esencial del hombres es el de permanecer vivo. Todo ser vivo quiere permanecer vivo. Ni la ignorancia ni la superstición facilitan la vida, sino que la hunden en la extrema servidumbre. Una sociedad cae en la servidumbre cuando se vuelve fatalismo de terror. Un terror constituido por poder de la apropiación de la producción de la riqueza social  y al hombre mismo. La guerra y el hambre hicieron que el hombre pudiera ser domesticado. Llegó la época de los esclavos y de los siervos. El gran telón de la historia se descorre y aparecen los hombres divididos en ricos y pobres, señores y siervos, dioses-reyes y servidores sacerdotales.
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El hombre tiene que producir su vida natural y cultural  y reproducir su especie. Un ser que hace de su vida un viaje por la supervivencia debe enfrentarse a la escasez artificial que originan los apropiadores de mercancías y de las ganancias que se apropian los que viven del trabajo ajeno. El recuerdo de historia es la huella de los nombres de los apropiadores  en mármol y en las pirámides de oro de los se constituyeron en casta de dominio.
El hombre a la vez que es naturaleza tiene que ser productor de sí mismo. Pero producir para vivir es vivir en sociedad. El hombre no es un animal que se encierre en su estado natural, sino que sale de sí mismo para construir sus relaciones económicas. Corre un gran peligro convertirse en un ser objeto que otro consume.
Es un ser para otro, pero también es un ser que se rebela. Su pasividad se vuelve cambio cualitativo, ya que descubre que hay en él la fuerza imperiosa de la igualdad. Del ser que se resiga al ser que se subleva para modificar las condiciones reales de su sumisión. No hay ningún poder que no genere las contradicciones de su eliminación.
 La crisis social es la posibilidad de superar la contradicción de la fuerza aplicada en servidumbre ante la heroicidad de reacción de la multitud avasallada. La reacción del hombre que mide su talla por su valor. Estar vivo es tener valor para reaccionar. El héroe de nuestro tiempo es la multitud que inunda los mecanismos de la pasividad. Estar vivo es estar frente al peligro de ser domesticado y salir del animal pasivo al hombre de la multitud heroica. Esta es la época de las multitudes heroicas. No le está permitido, al hombre de la multitud heroica, mendigar la picaresca del mendrugo o huir de su compromiso de rebelión en la sociedad en la que ha permanecido sometido. La heroicidad del individuo en la multitud  se encuentra en  su condición de hombre que se hace y no se entalla a la marginalidad del excluido. La multitud heroica es un asidero de defensa contra la exclusión de los menos sobre los más. Agarrar la vida es agarrar el destino del hombre que se humaniza por su rebelión. Un hombre abandonado a la maldición de la inseguridad del  hambre y las deudas, ya reúne las  repuestas heroicas a la negación de su vida. No se le puede condenar a integrarse en las zonas marginales de la sumisión existencial. La libertad es un acto universal de negación de la falta de liberta e igualdad económica. El individuo no es responsable de sus crisis. Está proviene de la deficiencias económicas y culturales de una organización de dominio que divide a los hombres en clases de pobres y ricos, de vendedores y compradores de trabajo, de explotadores y explotados. La infinita inocencia y dependencia del ser humano lo vuelve infinitamente acreedor de su rebelión. Decirle al hombre que se busque la vida en la jungla del dominio, que lo extraña de su ser,  implica entregarlo a la negación de su vida natural y social.  
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Millones de hombres durante el siglo XIX, XX y XXI huyeron y huyen de la pobreza económica. De la carencia  de trabajo, de su exclusión  de la actividad social de producir su vida. Es la negación del hombre por la negación de la ley de salarios de  mercado, que fluctúa sobre la oferta y demanda de manos de obra de las unidades empresariales. Esta ley del salario y el estancamiento económico  ha supuesto que desde 1846  y 1875 emigraran más de nueve millones de individuos europeos principalmente. Emigraron de Europa entre 1900 y 1919 para llegar  Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda y Latinoamérica en  un promedio anual  de 1.000.000 y 1.400.000 de europeos occidentales, centrales y Orientales. Unos veinticinco millones.
Las migraciones son indicadores del estancamiento económico de una sociedad sin respuesta de la estructura de producción privada para integran la población activa en la producción industrial, agraria, pesquera y minera. Es el máximo indicado de la economía real es la desocupación de millones de individuos. Atrapados en la escasez de trabajo. La falta de uso de la fuerza productiva humana en la producción. La producción sin consumo.  Se desperdician los recursos humanos y los recursos de los bienes de  producción. La estructura económica se estanca en la decadencia de la superestructura ideológica de una minoría de dominio. Una minoría   incapaz  de invertir los excedentes económicos para obtener ganancias en una sociedad clasista. Su riqueza se dilapida en objetos de lujo y en masas sociales improductivas.
Una minoría dominante entra en declive cuando no aplica la inversión para inyectar a la producción los recursos humanos, los bienes de producción y los bienes de consumo. El estancamiento de recursos marca la decadencia de un sistema de organización en la producción de cosas para satisfacer necesidades colectivas. En capitalismo la inversión se iguala al crecimiento de la a la ganancia empresarial. Pero la ganancia se da en la producción de las mercancías y no en la circulación del dinero. La ganancia se da por el valor de uso y de cambio del productor humano. El desempleo origina bajada de las ganancias y su falta de realización monetaria en la circulación. La negación de la producción de ganancias es el subconsumo de las masas de asalariados.
 Una generación de dominantes se acerca a su ocaso cuando es incapaz de utilizar la riqueza que posee jurídicamente como medio de inversión de recursos materiales y trabajadores.
 Esconder el oro en ánforas o en paraísos fiscales  demuestra el fracaso de la clase dirigente económica e ideológica. Las posibilidades de trabajo para millones de hombres, que huyen de la miseria por la emigración, ya no pueden darse actualmente como una solución real de la crisis. La  época  de los continentes vacíos de trabajadores acabó a principios del siglo XX. Las crisis económicas actuales de subconsumo y estancamiento de recursos  son similares en todas las regiones capitalistas desarrolladas. El decrecimiento de puestos de trabajo, que genera la insuficiencia de inversión capitalista, es global. La ratonera del desempleo masivo tiene unas características comunes en la baja productividad por el trabajo colectivo y en subconsumo que no absorbe la producción con precios de venta crecientes y salarios  monopolistas.

La colmena está llena de humo y las abejas, en multitud heroica, se arrojan sobre el colmenero.