viernes, 26 de junio de 2009

Deus Absconditus (y 5)

Las épocas históricas tienen un ideal de sí mismas. El bello ideal de su estatismo o de su dinamismo histórico. El bello ideal está unido a la jerarquía de poder económico y a las relaciones simbólicas que se sobreponen a las relaciones reales. El bello ideal proyecta lo real en lo imaginario. Bloquea la realidad. El simbolismo traslada las relaciones reales a las relaciones imaginarias. Un simbolismo encubridor es el de la jerarquía de poder de las clases sociales, económicamente dominantes por las clases manipuladoras de los órganos simbólicos del Estado. Los símbolos estéticos y ceremoniales encubren las relaciones de la clases que aún no ejercen el poder de dominio. El poder entonces se esconde en las formas imaginarias. Se ejerce desde ellas sobre las clases sociales dominadas. Se diría que la historia se lleva a término delante de un espejo que encubre los personajes emboscados. Entonces el espejo es la sociedad de los bellos ideales, de los imaginarios de las minorías sin dominio económico. Los símbolos prevalecen y perviven en la historia de las expresiones del arte y del lenguaje después de que hayan desaparecido los grupos que las formalizaron. Los arcaísmos de la ideología alcanzan su degradación mucho después de la degradación del modo de producción de la sociedad vigente. Las clases dominantes económicamente se entregan a las ceremonias simbólicas de las clases hereditarias operativas en la hegemonía del Estado. Chastellain, el historiado áulico de Felipe III el Bueno (de Borgoña) (1396-1467), duque de Borgoña (1419-1465), creador de uno de los más poderosos estados del siglo XV en Europa. Y de Carlos el Temerario (1433-1477), último duque de Borgoña, hijo de Felipe III el Bueno. Negó el poder de clase ascendente de la burguesía de Flandes por su deslumbramiento en las simbologías fastuosas de la corte borgoñona, negó el diacronismo de la burguesía ascendente en su ruptura con las categorías del consumo de lujo y las guerras que destruían la producción del capital burgués. Las relaciones del poder político de la corte aúlica sobredeterminaban la tendencia real de la historia. La burguesía tardaría siglos en poseer una operatoria simbólica para expresar la universalidad de su poder. Su ideología estaba atrasada en cuanto a su representación ceremonial, plástica, y literaria del individuo de su clase. Las categorías económicas son determinantes pero amoldadas a las categorías ideológicas. Las simbologías de un tirano se mantienen en sus sucesores. Las minorías dominantes trasladan la situación simbólica del período anterior. Las organizaciones apropiadoras de la riqueza se enmascaran en las formas pretéritas. Esto le da continuidad perfectiva al ejercicio del dominio. Los símbolos sustituyen a la realidad y esto implica que la realidad se vuelve invisible para los dominados. Encuentran su razón para existir en las formas de dominio de otros. Se percibe una verdad extraña. El nivel dominante ideológico inhibe la verdad de las relaciones sociales y de las relaciones simbólicas. Las disyuntivas de los ciclos de la civilización se conforman en la reproducción económica y en la reproducción simbólica. Las alternativas de progresión y regresión de la producción económica establecen correlativamente representaciones simbólicas imaginarias, progresivas y regresivas. Las máscaras que abandonan los antiguos actores las recogen los nuevos. Hay una inversión entre progresión de la producción de riqueza y las simbolizaciones que las recubren. Las alternativas de barbarie o ascensión, hacia el bello ideal, se articulan con la variabilidad de la estructura económica en el límite de su contradicción básica antagónica. Una clase social nunca deja el poder, sino que lo transfiere a la generación siguiente. El individuo dominado está sujeto a las idealizaciones coercitivas de supervivencia o caos. La memoria traumática es un transmisor de órdenes simbólicas imperativas y mecanizadas. La estructura ideológica no se alinea junto a la situación económica que la determina. Los simbolismos imaginarios tienen una función activa, como en la pasividad en las grandes religiones antiguas, de tal manera que la ideología de la mayor parte de los oprimidos es contraria a la situación económica. La gran pasividad de la situación presente tiene las características simbólicas de las grandes religiones antiguas. Las sobredeterminaciones de la estructura económica por la ideología conllevan una intensa acción represiva del simbolismo degradativo. Al lado de la riqueza está la marginalidad, alegoría del hombre atado a su sombra. La clase dominante convierte sus simbologías en agregativas y desagregativas de masas de población. Su ideología es la ideología general. El desarrollo de la voluntad imperativa es fuerza material y simbólica sobre los conjuntos agregados y desagregados. Las simbologías de dominio se afirman en su organización y en la desorganización de quienes las padecen. En los estados regresivos de civilización se abre un contexto económico y simbólico exterminativo de la racionalidad. Los grupos sociales triunfadores se oponen a cualquier dirección de la sociedad, que no acate la reproducción social, en conformidad a sus concepciones de los procesos formativos de la riqueza y de la ideología. Las jerarquías de fuerza son diferenciales de voluntad de poder del dominante sobre la voluntad del dominado. Las fuerzas activas sobre fuerzas reactivas. La voluntad de poder es un estar de las fuerzas de dominio, que exigen la afirmación de su existencia como finalidad universal, material e ideológica. En cualquier tiempo histórico de jerarquía de dominio, el presente está cerrado al cambio del modo de producción de la existencia y abierto a la repetición abrumadora del imaginario simbólico de dominio. El lenguaje manipulado angustia y apesadumbra en sus paradojas de perdurabilidad. Si las estructuras de dominio se han vuelto intemporales, entonces hay un Todo inerte. En el Todo inerte no hay un tiempo semejante a una línea, sino un tiempo en espiral. Si el capitalismo del siglo XIX dio origen a un individuo neurótico, que sustituía el instinto del placer por la vía satisfactoria de síntomas regresivo a fijaciones traumáticas. El individuo del siglo XX habrá de buscar las evasiones gregarias de las representaciones y sentimientos en las masas paranoicas. El individuo del siglo XXI se atrinchera en las formas evasivas de la memoria del instante. Se tiene la memoria del instante para no tener una continuidad en los flujos repetitivos de los ciclos simbólicos monetarios y en los ciclos de trabajo del excedente económico. Se vive sobreponiendo los ciclos salariales a los ciclos de ingresos y deudas. El dinero es un flujo de intercambio del tiempo de trabajo por el tiempo de la mercancía intercambiada. Es un medio de circulación. No la riqueza en sí, que son los valores de uso. Si disminuye la cantidad producida de valores de uso, los precios de los mismos suben porque el dinero se ha depreciado. El pantano de la liquidez financiera inflacionaria destruye las equivalencias de dinero y de riqueza. La destrucción del ciclo del trabajo-producción causa la destrucción del ciclo del dinero-compra. La represión insatisfactoria, del deseo de los valores de uso y de dinero, circula en los instantes evasivos de la sumisión, con respuestas simbolizadoras. Los individuos están desnudos en el zoo y contemplados por vigilantes La regularidad del miedo es una mística controladora de los actos de sumisión. El devenir sería llegar a ser una cosa. Retornar a las posiciones imaginarias del flujo temporal de la expiación por culpas simbólicas. La existencia coexiste con la culpa. El pasado se inmoviliza y no se resiste a una voluntad, que se extraña en su no ser. Se inhibe el instinto de estar en la inocencia del devenir. La vida, que se pierde, se hunde en los instantes inconscientes de sumisión. La utilidad del plegado sobre sí mismo facilita la permanencia del no ser en el devenir. La utilidad del pragmatismo es imperativa ante la voluntad inerte. Existir entonces es permanecer en los símbolos de jerarquía. La utilidad del plegamiento de la existencia establece la psicosis de la huida. La indiferencia, ante el horror de los conflictos sociales. Sería la situación de un sujeto que remansa su quietud en la supervivencia de la voluntad dominante. Mediante la negación, al mandato subordinante, se debe oponer una concepción del mundo progresiva. Si no es así, la voluntad ya no afirma la inocencia sobre la culpabilidad y la expiación de la mala conciencia, “de la culpa es mía”. Un ser implicado en su inocencia tiene que entregarse al devenir del flujo de la verdad sin símbolos opresivos. Salir del trabajo abstracto del productor de mercancías ajenas para llegar a un ser no mecanizado. Mientras su devenir social lo determine en un ser abstracto, el mundo se realiza en lo turbio del dominante. No tiene la certeza de estar desapropiado de la fuerza dominante. Está en un mundo que no le pertenece. Sus esfuerzos de integración en la realidad-devenir tropiezan con fuerzas ciegas. En un individuo atomizada en un mercado de mercancías y dinero anónimos. El flujo de su ser deriva en inseguridad ante pragmatismo de la culpa asumida y la expiación de la misma. Entonces no hay transparencia. Cuelga a su espalda la joroba de la culpa ajena, el arrepentimiento que se esconde en la irracionalidad. Quien tiene miedo, no quiere ver. Lo que se ve está dentro de la conciencia falseada y condiciona la arcilla reseca en sus quebraduras.
El tiempo de la inocencia, del juego del niño, no se amolda a la oscuridad de los símbolos opresivos. La inherencia del inocente compagina a circunstancias que resultan luminosas. Ellas no están ocultas y le pertenecen como atributos de su inocencia. Su adherencia a claror lo lleva a improvisadas combinaciones instintivas y a monólogos interiores sin responsabilidad. Son los flujos temporales que se integran en la estructura psíquica del niño que juega. Estar hecho de palabras con seres mitológicos. El carácter individual y colectivo llegar a ser cerrados cuando la inocencia de las palabras y de los actos son censurados hasta el dolor. La memoria del instante es una discontinuidad en los flujos repetitivos de los ciclos monetarios y los ciclos de trabajo sobrepuestos. La falta de inocencia sobrepone los ciclos de trabajo a los ciclos de ingresos. El dinero es una función de la variable independiente, cantidades de trabajo. No se está abierto a la voluntad perfectiva de un individuo abierto a la transparencia del inocente, porque sobre la frágil estructura mental se van depositando cargas traumáticas que inhiben la voluntad decisoria. La voluntad mecanizada es un símil tecnológico. El inconsciente mecanizado se mantiene en su no apropiación de la realidad. Si el inconsciente es una fuerza maquinal de momentos simbológicos de amor y olvido, se manifiesta en la culpa repetitiva y punitiva. Las percepciones del mundo simbólico exterior refuerzan las interiorizaciones acumulativas represivas. En el corazón de la oscuridad se combinan la no resistencia al sometimiento y las cargas psíquicas represoras. El problema filosófico esencial del individuo es discernir sobre el valor del sentido de su existencia inocente. No estar constreñido a realizar una estimativa de los valores simbólicos de culpabilidad, que mantienen una sociedad de arena contaminada. El acercamiento a la verdad estima el placer del juego inocente. La inocencia del juego alegre impera ante las situaciones de crisis individual y social. No hay existencias vacías, que floten permanentemente en las medusas de las percepciones desgraciadas. Los agregados de grandes conjuntos sociales simbólicos y económicos intervienen anulando el juego de la vida inocente. El individuo toma sus decisiones de libertad en una experiencia aislada, tal vez atrapado en la porosidad del devenir simbólico de la inexistencia, pero está obligado a tomarlas. ¡Cuántos símbolos se apoyan en nuestra espalda como una carga inútil agobiante! Símbolos de culpas y expiaciones en lo universal inelástico. La carga de la vida como un zurrón lleno de arena, que debemos alejar para no encontrarla el camino de vuelta. Estamos en el juego del niño sin culpa.

sábado, 20 de junio de 2009

Deus Absconditus (4)

Para Giambattista Vico (1688-1744), pensador italiano, la propiedad fundamental de los hombres es la de ser sociables. En la búsqueda de su propia utilidad se empujan unos a otros a vivir con justicia y a conservarse en sociedad. La naturaleza civil del hombre viene a ser justa y razonable. La historia es la manifestación de la naturaleza del hombre en el mundo. El hombre conoce la verdad de la historia, porque él produce la historia. La naturaleza humana tiene la esencia de perfectibilidad, pues el hombre irá evolucionado y concretándose en los diferentes tipos de culturas, desde la animalidad a la humanidad. Para Henri Bergson (1859-1941), filósofo y escritor francés, existir es crearse indefinidamente a sí mismo. El tiempo pasado permanece presente en nosotros y se abalanza a nuestro presente y a nuestro futuro. Existir es habitarse en un período de tiempo. La naturaleza es un estar en el tiempo. La vasija de la existencia se va llenando con el pasado. El tiempo se constituye en una sucesión de instantes conscientes, entremezclados e ilimitados. Esos instantes están en un “ahí permanente”, son el sustrato existencial. Por eso nadie sale fuera de su tiempo. Para Vico la historia es la manifestación de la naturaleza civil del hombre en el mundo. La exposición de la verdad era, para los Iluministas del siglo XVIII, exponer la racionalidad de lo real. Alumbrar el tiempo real de la sociabilidad, arrastrarlo y asirlo a la perfectibilidad evolutiva de la naturaleza histórica del hombre, enfrentarse a las representaciones ideológicas, sustituciones fantasmagóricas de las evidencias de la Razón. El pasado manipulado desasido del presente por la iluminación de la racionalidad. Como si el pasado hubiese ido dejando sustancias ideológicas, sólidas y amorfas, a despejar por la iluminación crítica de la Razón. Las ideas, las opiniones anticuadas, heredadas del absolutismo, sobrepuestas a las demostraciones de la teoría y de la práctica científica. La negación de las ideologías como soportes de sistemas sociales progresivos. La diacronía del presente, iluminado por la Razón, rompía las deformidades irracionales del pasado. Para los Iluministas, el curso de la historia era evolutivo en cuanto el hombre estaba en la progresividad de la perfectibilidad de su naturaleza social. Esta naturaleza social imponía la supremacía de la voluntad popular frente al derecho divino. La sociedad se agregaba la capacidad de dirigir sus acciones con independencia de influencias extrañas. La positividad de la Razón Iluminista era la de negar el curso imaginario de la sociedad. El mundo se vive través de la penetrabilidad racional de la humanidad en la producción de su historia. Para Bergson la naturaleza humana se constituye en la duración consciente. El hombre conoce la perfectibilidad de su evolución, porque retiene el flujo del tiempo a través de llevar el tiempo pasado al presente. El recuerdo reincorpora la historia. El hombre está sometido a la búsqueda de lo vivido. La memoria es la historia pasiva. La memoria de lo vivido es una agarradera de la que uno no puede desasirse, salvo situarse fuera de ella. Así el astronauta, que, en su paseo espacial, mirarse el mundo como una cosa extraña, que no determinara la realidad que le posibilita existir. La memoria del pretérito es un asa que permite trasladarse a la comprensión de la historia. En Deus absconditus (3), la memoria colectiva era el testimonio máximo de la existencia asocial del individuo inhumano. La desmemoria, negación de la naturaleza civil del hombre, y a la vez la negación de la naturaleza humana, que se constituye en una duración consciente. Para Hegel, la totalidad de la Historia manifiesta la evolución expresiva de la razón y la libertad. La historia del mundo se nos presenta como un proceso racional. El proceso racional de la historia es la evolución de la perfectibilidad del hombre en sociedad. La libertad interioriza la racionalidad en la inhumanidad. La memoria de la injusticia devuelve al presente la historia de la insociabilidad. Giambattista Vico y Henri Bergson se entrelazan en la memoria perfectiva del tiempo pretérito en la sociabilidad humana.

viernes, 12 de junio de 2009

Deus Absconditus (3)


El escritor inglés del siglo XIX Lewis Carroll escribió el libro Alicia en el país de las maravillas (1865) para Alice Lidell. En el cuento, Alicia cae en una madriguera y se encuentra en un mundo fantástico e ilógico.
Noticia encontrada en la red de Internet: (Los testimonios detallan las prácticas conocidas por el público a partir del escándalo de Abu Ghraid. Las prácticas de los torturadores eran privación del sueño y de los alimentos, exposición a temperaturas extremas, golpes y herida, así como otras vejaciones tales como las pirámides humanas).
Al ser humano le desasosiega la tortura, le angustia su límite absoluto de deshumanización. Se encoge, emocional y conceptualmente, ante el vaciado de su existencia. Lo deja fuera de sí, desposeído de la durabilidad del mundo habitado por la seguridad. Pero en este desasosiego, en su angustia, radica la esencia de un mundo racional. La tortura deja caer al individuo en el mundo oscuro de la inseguridad, donde las ideas y las emociones se desligan de la unicidad de la conciencia y la existencia, como si fueran la expresión plástica de la seda hilada después de ahogado el gusano de seda. De aquí que las fotografías de las torturas colgadas “en la red”, abran la insospechada presencia de la cotidianidad del horror, de sentir la realidad de lo inhumano organizado y producido. La tortura conlleva el horror ante el mal y la evidencia de su objetividad, escondida en un presente incesante en la destrucción de lo humano por lo inhumano. En la historia actual siempre está abierta la coyuntura de la inhumanidad. Es una máquina -psíquica que fluye en el porvenir deshumanizado.
La tortura no proviene de la naturaleza. No es parte de una presencia esencial metafísica o genética. No se forma como una perla accidentalmente en el interior de algunos moluscos. La tortura está dentro de las relaciones de poder. El torturador ha sido adiestrado, directa o indirectamente, por las instituciones y hábitos sociales de dominio y privilegio. El adiestramiento, en la tortura, proviene de la obediencia ciega a la irracionalidad, a la disciplina, al ejercicio del acto absoluto de la voluntad Única que asalta a la Razón. Los ejecutores de la tortura establecen su realidad en la omnipotencia del vencedor. Sonríen y hacen muecas mientras profanan los cuerpos de los torturados. Están en las infra-emociones de superioridad que obedecen a la orgía de la impunidad. El Mal absoluto del torturador está ya en la hegemonía de la ausencia de culpa, que lo sitúa en la impunidad, en la carencia de falta de castigo, en la ley de cierre de la obediencia de jerarquía. Los torturadores están en las relaciones sociales ideológicas, que producen los asaltos a la racionalidad, las representaciones mitológicas totémicas, que causan los efectos de los grupos- víctima y de los grupos- tortura.
El adiestramiento del individuo en la tortura es una práctica técnica, un proceso de producción de la mecánica de la crueldad y un discurso ideológico incluyente de la diferencias de masas sociales privilegiadas y masas sociales basura. Hay un adiestrador y un adiestrado, y un espacio oculto de aprendizaje. El adiestrador aplica y explica un código, que cifra la desutilidad y la utilidad de la información en la debilidad psíquica y física del torturado. Las repeticiones de las normas ejecutoras irán trasladando la grafía de signos vejatorios como un proceso para actuar en el cuerpo y en la mente del torturado. Habrá en el torturador una regularidad sádica de sus actos. Su conciencia está bajo el imperativo de la insensibilidad del sufrimiento ajeno y el objetivo estratégico de conseguir información. El castigo está dirigido a los límites de la sumisión agónica. El culto de la tortura muestra el escenario burocratizado de la perfección de los intereses ideológicos y materiales del orden superior del torturador. El torturador está inscrito en las diferencias de jerarquía del mandato autoritario. El Mal se vuelve una entidad abstracta intencional, que acuña la desvalorización de las conductas de resistencia que son opuestas a la metafísica del poder autoritario. El Mal se vuelve absoluto y consciente para el torturador. Para él, no hay culpa en sus actos. La eficacia de la estructura de la tortura especifica su valor. Los grados de culpabilidad de esta consciencia están supeditados a la eficacia del adiestramiento. En los torturadores de los años 30 y 40 del siglo XX, había una percepción clara del ocultamiento de las pruebas de culpabilidad. La ausencia de pruebas era una garantía salvadora, que obligaba a hacer desparecer los testimonios genocidas. Se escondían en los guetos de la complicidad. En ellos, el Mal era recibido por un yo- Único, indiferente y cómplice. En la situación actual, los torturadores fotografían sus actos y los publicitan en los medio de comunicación. Su culpabilidad está incluida en la desmemoria legalizada. Los actos del torturador ahora habitan un consciente compacto, extraño y eufórico en la intencionalidad destructiva. El torturador recrea y escenifica una situación de perversión sexual: sodomía, zoofilia y urofilia. Las frases-grito de los torturadores están engarzadas en el uso habitual de sus significados en el contexto de la crueldad intencional. La repetición de sus expresiones corporales se adapta al texto escrito por sus adiestradores. Los torturadores dejan marcas físicas y psíquicas indelebles. Un dolor incesante físico y moral. El cuerpo y la psiquis del torturado internalizan las heridas hasta volverlas irredimibles y post-históricas. El sufrimiento del torturado se vuelve intemporal. Las percepciones, de su cotidianidad de víctima superviviente, confluyen en una desestabilidad psíquica repetitiva. El siglo XX y XXI, la tortura está en el estilo neogótico de los guetos de la desmemoria del torturador y en la memoria repetitiva y obsesiva de la víctima. Los actos del torturador se vuelven arqueología de huellas y voces en la temporalidad de lo habitual. La desmemoria del proceso histórico que conduce a la tortura también se planifica para que se logre su olvido. El ritual de las madres argentinas por mantener la memoria de las víctimas. La incesante presencia de las fotografías de sus familiares, los desaparecidos, torturados y asesinados, insisten en que no se pierda la memoria de la historia, ya que entonces se pierde la realidad intencional de los torturadores. La memoria colectiva es el testimonio máximo de la existencia de la crueldad. Los torturadores buscan la desmemoria y su punto final: el pacto de encubrimiento. Pero la memoria de las víctimas devuelve el presente de la historia a la necesidad de la Justicia.
Estamos en una época destructiva para el porvenir de la humanidad. Los datos se presente en una superficie inconmensurable. La supervivencia humana está en la certeza de que hay medios de destrucción absolutos. La humanidad puede ser destruida científicamente. La muerte se ha vuelto un símbolo inmediato del exterminio generalizado. La finalidad moral del hombre se ha vuelto intrascendente a su transitividad histórica, tanto para el exterminio general como para el exterminio de víctimas en cualquier lugar de la sociedad de la tortura. El porvenir moral y económico, ciertos, para que la humanidad prevalezca caen en la utopía. La historia cotidiana contiene la cronología incesante de la crueldad y la certeza de la destrucción general. No hay copia de seguridad. Como diría Albert Camus, el sentido común percibe esta realidad. En una concepción absurda de la disuasión internacional del enemigo, los países ricos y emergentes poseen arsenales nucleares y masas sociales desheredadas sobre las cuales se ejercita la crueldad física y económica. La tortura se vuelve general en una sociedad dividida entre la riqueza minoritaria y las masas sociales incluidas en la finalidad de dominio de bajo presupuesto.

viernes, 5 de junio de 2009

Deus Absconditus (2)

Walter Benjamin (1892-1940), escritor, teórico marxista y filósofo estético alemán, del siglo XX, su obra ejerció una influencia sobre la crítica literaria y artística del siglo XX, y dejó una intensa concepción mística de la esperanza para los desesperados. Esta concepción mística, él la esperaba en la dialéctica revolucionaria marxista. Ahora, percibimos en Latinoamérica la acción revolucionaria de los campesinos y de la clase media en su intransigencia ante los modelos sociales conservadores. La voluntad imperativa del cambio del modelo social del hambre milenaria. Para Benjamín, todo hombre, conforme sueña, descubre sus limitaciones relativas y su despertar revolucionario. Benjamín está influido por el sueño que atribuye la mística revolucionaria al hombre. Mientras duerme conforma su futuro y el límite de su despertar. El límite del despertar es la realidad de la sociedad como proceso social, que ha superado la coacción de las jerarquías de dominio. El hombre no es el sueño de Dios y por tanto despierta enfrentado a las condiciones objetivas de su existencia. Debe despertar para hallarse con la historia. Tiene que descubrir sus limitaciones y su pertenencia a un Sujeto histórico poseído del devenir moral, que debe conformar una historia sin clases sociales.El juego del despertar está en las circunstancias de su historia. Benjamín estuvo en el auge del fascismo de los años 30 en Alemania, de las inhibiciones de las sociedades de masas, por las fuerzas represivas de la familia coercitiva y el Estado autoritario, organizado como una máquina de guerra y propaganda. Él se encuentra dentro del terror instrumentalizado. Entonces el fascismo y la sociedad de masas degradaban la humanización del hombre por el arte. La sociedad en su totalidad se consumía en la eliminación de la Ilustración iluminista de la cultura y venía a caer en la decadencia de las masas sometidas de los años 30.Con la ocupación de Francia en 1940, Benjamín intentó cruzar la frontera franco-española a través de los Pirineos, pero fue detenido; para evitar ser denunciado a la Gestapo, Benjamín puso fin a su vida en las proximidades de Port Bou (España). No hay escape al totalitarismo estatal. A la sociedad convertida en una organización exterminativa de lo diferente.
El Arte no supera la deshumanización de la pasión política de las minorías de dominio sobre las masas sociales. Las minorías de poder militar, económico y político, rehacen el caos de la crueldad del orden, con la pasión criminal, que convierte la ignorancia en bestia genocida, exaltando la barbarie contra la civilización. La humanidad tendría que anular la manipulación psíquica del hombre en bestia. Deberá legislar para un Estado que imposibilite el terror organizado. La bestia y el universo de las pasiones aniquilantes serán ocasos futuros en el fluir de la historia. La correspondencia armónica con la naturaleza y la humanidad es una apuesta de la sociedad actual en su aplicación del conocimiento tecnológico y espiritual, en una sociedad donde el hombre no sea un explotador del hombre. Esa sería la apuesta inmanente de la naturaleza humanizada y convertida en obra de arte para Walter Benjamín
En el momento actual del 2009 el individuo es un ser arrojado a las limitaciones de los procesos sociales de rendimientos decrecientes, con respecto a las condiciones objetivas de la naturaleza, y de las instituciones sociales autoritarias que determinan la sociedad en crisis, las diferencias sociales en el reparto de la riqueza producida por el trabajo. La Naturaleza, la tecnología, las clases sociales productivas e improductivas, están sujetas a los rendimientos decrecientes. A mayores cantidades de trabajo simple y complejo medio, tanto el incorporado por la tecnología como por el el saber humano, los rendimientos decrecen en función de estructuras naturales y tecnológicas invariantes y obsoletas. Hay que modificar los rendimientos decrecientes con una programación científica de los recursos y las necesidades. Las invariantes tecnológicas de la producción, el consumo, el intercambio y la distribución, se modifican en ciclos a largo plazo por la organización participativa de la sociedad en su conjunto. Estas reflexiones vienen en recuerdo de Walter Benjamín, de su concepto del arte que expresa la esencia humana como un porvenir cierto.