jueves, 20 de marzo de 2014

Ello y Sociedad.


Escribe Sigmund Freud, en su libro el Yo y el Ello, que la diferenciación de lo psíquico en consciente e inconsciente es la premisa fundamental del psicoanálisis. O dicho de otro modo: el psicoanálisis  no ve en la conciencia la esencia de lo psíquico, sino tan solo una cualidad de lo psíquico, que puede sumarse a otras o faltar en absoluto.”
El individuo se vuelve consciente dentro de los mecanismos psíquicos de la inconsciencia. Determinados impulsos psíquicos se escapan de la censura y se imponen sobre la resistencia del yo racional. Pero los psiquismos del inconsciente se pueden trasladar al psiquismo social.  La historia de la barbarie se engarza a las turbaciones de inconsciente enganchadas en el lenguaje persuasivo del dominio. No hay ninguna garantía científica de un yo que excluya las perturbaciones de los deseos del inconsciente. Hay algo inquietante que es la posibilidad de que el inconsciente individual esté manipulado hasta el extremo de adquirir la imputación de ser una parte deformada de la sociedad represiva.
No hay un yo transparente, un orden social racional kantiano que diferencie los intereses de la razón de los intereses de la barbarie. Dentro del individuo y la sociedad de  la barbarie, los instintos de muerte aparecen súbitamente. El paisaje interior del  inconsciente despótico está oculto y marcado por la simbología de la máquina estatal territorial del gran déspota de las ciudades y la tierra de las revoluciones urbanas del paleolítico. El gran déspota original de la ciudad de Ur asocia su inconsciente la conciencia general social con sus pulsiones de incesto, amor y muerte. 
Pero El ello no es sólo una máquina psíquica territorial, sino una máquina de producción de deseos. Es máquina de flujos seminales o la máquina tecnológica que destruye la tierra. Flujos documentales, archivos en piedras y vasijas y papiros, la máquina de inscripciones que deben entregar la memoria. Las máquinas tecnológicas y las máquinas burocráticas técnicas y sociales se montan unas sobre otras hasta llenar el espacio de la comunicación. Un lápiz es una máquina simple y una turbina nuclear una máquina compleja. Ambas escriben sobre la tierra y el dinero. Tierra y dinero grafías de dominio en el cuerpo extenso de la sociedad. Las grandes máquinas sociales montan con las grúas de la historia constitucional de los estados. El cuerpo de la tierra, el cuerpo del estado despótico, el cuerpo del capital dinero, el cuerpo sin órganos de los estados esquizofrénicos totalitarios. Todas las máquinas estatales provienen del primer estado de la ciudad de Ur y del déspota que tatúa su cuerpo con la transgresión de lo psíquico y la propiedad. Todos los símbolos arqueológicos del déspota de Ur están atravesados por la energía psíquica del Ello inconsciente del déspota de la producción asiático a la producción del capitalismo esquizofrénico.
 Volver la cabeza atrás, al curso de la historia, es hallarse con el Ángel del Apocalipsis.  Él ángel de las revoluciones y las contrarrevoluciones de la tierra de Ur y del oro y la plata para pagar los mercenarios. El Ángel de la cultura neolítica,  de la ciudad y griega, la ciudad cretense, las urbes precapitalista de la guerra de 1914-1918, las urbes militares de la II guerra mundial, las urbes de la favelas marcadas con grafitis y las torres verticales de cristal y aluminio de ciudad cibernética. Las ciudades agujeros de los cables ópticos pinchados, donde la voz y la escritura torpe son comunicaciones espiadas. Millones de individuos anónimos expuestos a la investigación para averiguar sus comportamientos, sus formas de amar y de competir con sus dudas. La guerra de estados, las guerras de sexos, de empresas, de ciclos fiscales contractivos de consumo regresivo y la desigualdad  milenaria de ricos y pobres desde la ciudad Ur a las ciudades neocapitalistas de Asia. Y siempre presente el límite interior de la muerte del individuo en los pabellones del cáncer y del sida junto círculo de la radiación nuclear infinita.
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 Ello se convierte en muerte, en cercamientos de ladrillos de  zigurat, en las murallas que defienden razas, religiones y pobreza, Todo más desde las dinastías chinas a los estados del imperialismo capitalista. Una presencia del Ello enmascarado en los códigos cuneiformes asirios, en las tecnologías de la información, de los flujos capitalistas de palabras en la banalidad del espionaje estatal sobre  sociedades serviles. Los mandatos del inconsciente sádico a la obediencia de la represión y el lenguaje arbitrario y lleno de represalias. Ello dios del poder. El dios que reina en la avaricia del dinero nominal y el desprecio de la mercancía humana, cuyo precio monetario se establece en los mercados laborales deslocalizados, de las regiones de materias primas y mano de obra barata, junto a las urbes de consumidores abastecidos por los impulsos inconscientes de las mercancías del deseo y el indeseo de lo actual y lo pasado.
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El Ello reina en las pulsiones inconscientes y en la sociedad irracional, fetichizada por la necesidad de sometimiento a la lógica del instinto de consumo. Todos ser vivo quiere permanecer vivo para el Ello, aunque el terror se convierta en el dogma de la existencia. El Ello es la tierra, el cuerpo, la máquina y la escritura. Es la esencia del tiempo sádico y masoquista. Todo ser es un ser para el tiempo. Para un tiempo físico que  incluye el deseo y la muerte como esencias. El tiempo  flujo homogéneo  que es energía a la máquina de máquinas del zigurat. Del tiempo simple de la cerilla encendida al tiempo complejo de la estructura  tecnológica.
Ello que incluye al yo adiestrado en la disciplina de los guerrilleros maoístas, que negaron la transmisión de la cultura sembrando cadáveres en las fosas del genocidio camboyano.
 El Ello inconsciente carga y funciona en todas partes. Ello es una máquina psíquica, pero una maquina que produce deseos de exterminio y de procreación. Los deseos despóticos de la política y los deseos de la gran orgía de cuerpos desnudos en azufre religioso. Ello funciona en todas partes, de una forma continua y discontinua. La máquina de la esquizofrenia capitalista de la mercancía y el dinero. Máquina  fría de la fisión nuclear y máquina caliente del amor. El Ello se deteriora  y arregla para recomenzar e unidades aglomeradas de cosas y órganos. Cubos de basura y perfumes. Es un órgano incestuoso y amoral y órgano de ritual del  recalentamiento ficticio de la piedad del derecho internacional. Eyacula flujos aditivos de drogas y energías que se desplaza por un espacio geométrico infinito.
El Ello es amoral, pero se vuelve trágico al exigir, a través del yo, la racionalidad del encadenamiento de la máquina de deseo émbolo y la máquina cilindro. El dios trágico del estado medieval exigía la racionalidad de la jerarquía trascendente al Todo  a la Nada. El todo y la nada son instantes de funcionamiento de la máquina paradójica que dice sí y no a la al amor y a la muerte. Se vincula el deseo de amor al odio extintivo.
EL Ello máquina, se inyecta a la tierra y a la convierte en mercancía dinero. Se desconecta de la tierra para vigilar los agujeros negros del Universo. El Ello es una relación de no sujeto y  no mundo. Una máquina que funciona en el vacío de los espacios infinitos del inconsciente. Ello acopla máquinas simples a máquinas complejas. De la azada del campesino a la central nuclear. En ellas  hay muerte. Las máquinas y las manos son flujos sádicos y masoquistas de agregados simbólicos de tecnología de producción y estancamiento. Las regresiones sádicas son  retornos homicidas  que atraviesan las funciones de exterminio.
El Todo social se deja esclavizar por el Estado Ello, por los códigos de funcionamiento del yo organizado políticamente  en una máquina del Ello. Las masas sociales se adhieren a las máquinas de poder, como el ciclista que se suicida frente a un tren de alta velocidad. La organización irracional reordena los flujos psíquicos y se engancha a los deseos imperativos reproductivos de seguridad ante a  los límites internos de superar el tiempo físico de la desaparición.
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La producción de inseguridad fluye en el miedo de la inseguridad pasiva. La máquina de producción se articula  a la máquina de consumo. El alimento a la máquina dental. Juntos la superproducción de represión y adicción al consumo del miedo. La producción plena de capital industrial y especulativo para rentabilizar la esclavitud humana.
 Ello maquina a pleno rendimiento de las máquinas de máquinas, de individuos lanzaderas en los talleres de producción de tejidos baratos  y ocultos en Bangladesh. Anónimas realizaciones de valor económico, fetichizadas por el dinero basura de la divisa de baja cotización. Ofrendas a un dios trágico de la producción de pobres y al consumo de ricos, el dios siempre presente de la sobreproducción y el subconsumo. El individuo y la máquina se estacan en incesantes deseo de las odaliscas imaginarias. El todo social se desarregla en los equilibrios del subempleo humano y material. Ello se detiene y los flujos de mercancías, órganos de máquinas e individuos se estancan. No producen. Los equilibrios de los flujos de ingresos decrecen hasta un regresivo retorno a situaciones de supervivencia de máquina obsoletas e individuos detenidos en coyunturas sociales sin salida. El Ello se detiene.
Llega la oración del individuo trágico: “Que si esperamos es sin esperanza”.
 Ello máquina energía se ha vuelto un Ello psíquico moral. La moral trágica del todo social que espera incesantemente la única solución del milagro. Lo irracional del milagro es la única racionalidad. El límite interiorizado de la muerte natural se vuelve también el límite interior de la sociedad. Las variables de la producción y el consumo sociales se convierten en cantidades constantes. Una constante es un límite que obliga a lograr nuevas máquinas sádicas y nuevos individuos trágicos es sus propuestas de salvación.  El todo social manifiesta de manera trágica los límites internos de su reproducción. No hay una razón práctica que prevenga de las paradas de la máquina de la reproducción social. El límite devuelve inconsciencia a través de los flujos sádicos, inmanentes e ese límite trágico que espera una solución trágica.

El Ello y la máquina reinan sobre el Todo social.