sábado, 28 de agosto de 2010

Kafka: En la Catedral (1)

“A K le habían encomendado mostrar algunos monumentos artísticos a un buen cliente italiano del Banco que por primera vez visitaba la ciudad. (…) La plaza de la catedral se hallaba vacía. K recordaba que aun siendo pequeño le había llamado la atención divisar siempre cortinas cerradas de las ventanas de las casas que rodeaban aquella angosta plaza.(…) Caminó por las dos naves laterales y sólo había una vieja envuelta en una manta y que se encontraba de rodillas ante la imagen de la Virgen.(…) Cuando K, por casualidad, se volvió, vio un enorme cirio encendido. Por mucha luz que diese no alcanzaba para alumbrar las naves laterales; aquellas luces más bien pronunciaban la oscuridad. ”
El capítulo IX del Proceso, está descrito bajo el efecto simbólico de la oscuridad. La catedral se convierte en una arquitectura sumergida en la oscuridad de la irracionalidad. A lo largo del capítulo, y de acuerdo con la técnica de deformación del espacio, Josef K va tanteando centímetro a centímetro.
Simbólicamente, la oscuridad manifiesta la escasa importancia que K da a un espacio religioso y la relaciones opacas de sus sentimientos a una jerarquía sobrenatural. En la época de Kafka, el orden humano había sustituido un orden religioso deducido de valores sobrenaturales. Lo temporal y lo sagrado divergían hasta que las relaciones sociales se plasman en la ideología de los fenómenos políticos de masas. Lo temporal conflictivo ocupa el espacio de la actividad política y lo sagrado de la intimidad kierkegaardiana se vuelve una paradoja minoritaria de la apuesta del infinito de la vida. La estructura de los fenómenos sociales está bajo la presión racionalizadora del hecho experimental del positivismo incrustado en la ciencia y la técnica. Los individuos más que salvarse de la miseria del mundo por el escapismo religioso quieren vivir felices en él. La alegría del vivir urbano se escapa de las tradiciones medievales Las estructuras psíquicas se anclan en el eje corto de la vivencia. Las estructuras psíquicas de masas se fragmentan en múltiples vivencias individuales. Se va de las masas urbanas a las estructuras simétricas de los individuos. El recorrido expresivo y uniforme de las experiencias vitales va del inconsciente individual al inconsciente colectivo. Este inconsciente establece analogías de comportamiento colectivo en una perennidad, que aparenta unificar las leyes sociales con las leyes naturales. El positivismo de los hechos sociales da su regularidad, posibilitando un mayor control de la sociedad por la manipulación de los sentimientos carismáticos y nacionalistas. El conjunto de teorías, creencias y doctrinas, referentes a la vida de ultratumba se vuelven una representación ritual e íntima de la perplejidad y temor a la muerte. La religión ha dejado la escatología de los valores trascendentes al porvenir ideológico de la ciencia. La conciencia colectiva gregaria urbana se separa del sentimiento contemplativo religioso y se precipita a la praxis modificativa de la situación histórica de clase por la comprensión de la naturaleza humana en naturaleza histórica. El hombre quiere ser voluntad decisiva, en la historia de su transformación participativa del poder social, por la acción política, ideológica y económica de la sociedad. El individuo-masa urbano se desarraiga de la conversión de sus experiencias vitales en simbolizaciones religiosas. Traduce sus actos partidarios, de su suceder apasionado de la historia, por una voluntad que se emancipa de la moral sobrenatural. Las masas sociales se enfrentan, a las condiciones de su supervivencia, por las categorías económicas y sociológicas que interrelacionan la producción económica y la espiritual. En estas categorías se antagonizan la propiedad de los que poseen y los desposeídos. Las pasiones políticas, vivir en la historia que se hace por la acción, se estratifican en las clases sociales que miden su identidad en sí por los ingresos salarios, ganancias industriales, financieras y rentas de la tierra. Esta distribución desigual de la producción estratifica la voluntad popular en voluntad partidaria conservadora y revolucionaria.
Franz Kafka llega a la oscuridad de la Catedral para expresar su convicción del alejamiento del sentimiento religioso. Las masas sociales padecen el oscurecimiento de las estructuras ideológicas, económicas y políticas y la violencia partidaria de eliminación física del contrario político.Seres alucinados que quieren imponer la revolución de las clases medias por la violencia. La teorías políticas de un Estado totalitario proponen la eliminación de los antagonismos sociales por una acción que dé nacimiento a un Estado corporativo, que jerarquice capitalistas y trabajadores en instituciones de subordinación jerárquica. Una actividad de la producción y la riqueza de clases mediada por la actividad represiva y los rituales de divinización del líder y de los cuadros políticos. Las agregaciones punitivas debían escalar la cotidianidad y ocultar la legitimidad de la voluntad popular. Los valores jerarquizados se representan en los espacios rituales como incrustaciones de continuidades de civilizaciones ahistóricas. Las motivaciones coactivas crecen en eficacia a la vez que decrece la actividad acrítica. La eficacia de la organización totalitaria varía con la cantidad de apropiación de las gravaciones tributarias. La sociedad industrializada totalitaria unifica los criterios técnicos y empresariales de producción de mercancías a los criterios de eficiencia de la casta tecnocrática, que administra las decisiones de los centros de poder del Estado. La eficiencia del poder totalitario contienen los criterios de racionalización positivista de la producción y la competencia de mercado, en instrumentos de rendimientos económicos monopolistas. La mercancía-humana se debe comprar por su valor de uso en la producción y obtener su valor de cambio en el mercado monetario. Se obtienen ganancias monetarias haciendo trabajar al individuo más allá de lo que se paga por su compra. Las productividades, en escala de producción y las ganancias de los organismos industriales complejos, se homogenizan con los organismo complejos de poder social de las élites jerarquizadas. La eficiencia de la ideología económica predominante impregna y satura las esferas jurídicas y políticas. Las estructuras complejas industriales y de poder social se interrelacionan en cohesiones identificativas, bajo los intereses generales de la clase dominante.
En estas cohesiones identificativas se desarrolla la actividad de Josef K por evitar la condena. Dice Kafka:” Era preciso procurar comprender que ese gran organismo de la justicia era en cierto modo eterno en sus fluctuaciones, que si uno pretendía cambiar en él algo por su propia autoridad era como no encontrar el suelo bajo los pies, poniéndose así en grave peligro de caer, mientras que la gran organización fácilmente podía, ateniéndose a su método, hallar una pieza de recambio y quedar como antes, salvo que- y esto era lo más probable- se hiciera más fuerte, más alerta, más drástica y más dañina.”
Cuando Josef K habla con el pintor Torelli, un intermediario cercano a la justicia por retratista de los jueces, éste le pregunta a K qué clase de absolución prefiere. “El pintor había acercado la silla a la cama y prosiguió hablando en voz baja:
-Se me había olvidado preguntarle qué clase de absolución prefiere usted. Hay tres posibilidades: la absolución real, la aparente y la prórroga indefinida. La absolución real es evidentemente la mejor, sólo que no hay nadie que pueda ejercer la menor influencia para lograr una absolución de este tipo. Es la inocencia del acusado la única que puede provocarla. Puesto que usted es inocente, tal vez fuera efectivamente posible que se abandonara a su inocencia y se confiara enteramente a ella. Pero en este caso no necesitaría ni mi ayuda, ni la de nadie.” Torelli hace el razonamiento jerárquico del absurdo. Manifiesta su indiferencia al padecimiento del individuo que le resulta una coartada para vender sus cuadros. La extrañeza al Otro humano no le importa, ya que quiere convertirlo en un objeto de valor de uso inmediato.
En este momento de la vida de Josef K, se unen las experiencias de la búsqueda del los fautores del proceso jurídico y su convencimiento de la inutilidad de sus actos para impedir su condena. Igual que los condenados a muerte esperan su ejecución sin conciencia de su existencia inmediata. Josef K presiente su caída en el castigo semejante al temblor de hojas en la oscuridad de la Catedral. En ella, Josef K está dentro de la oscuridad que manifiesta la oscuridad de un ser perdido en la irracionalidad de su acusación. Ya el Abogado le había prevenido del desarrollo jurídico de los procedimientos judiciales: “El orden jerárquico y los distintos grados de la justicia eran infinitos, por lo que ni siquiera los miembros de ella los conocían con precisión. Los procedimientos se llevaban a cabo eran secretos por lo general incluso para los funcionarios de jerarquía inferior, quienes apenas podían comprender el lejano curso ulterior que tomarían los asuntos en los que estaban trabajando, de modo que los asuntos en los que estaban trabajando entraban en la órbita de su jurisdicción, las más de las veces, sin que supieran ellos mismos de donde procedían ni adonde irían. Siendo así, a estos funcionarios, se le escapan las enseñanzas que podrían obtenerse del estudio de todas las fases individuales de un proceso, de la sentencia final, y de sus fundamentos.”
Hay una contante inseguridad en los personajes kafkianos. En la oscuridad de la Catedral, Josef K intuye que lo están persiguiendo. Presuponen que el individuo perseguido acumula sospechas con su actividad social. La tortura se basa en la denuncia que se quiere avalar en el paroxismo de la orgía sádica.
“¿Qué desea este hombre?-pensó K- ¿Despertaré sus sospechas? ¿Buscará una propina? Pero al darse cuenta de que K lo miraba, le indicó un lugar indeterminado con el índice, que tenía aún contra el pulgar un pedacito de tabaco. Su gesto era inentendible. K aguardó un momento, pero el sacristán seguía su ademán y moviendo la cabeza quiso dar a entender que le indicaba algo.”
La culpabilidad generalizada se interioriza. Forma un complejo psíquico que paraliza la voluntad, tanto de los individuos y de los conjuntos sociales, en despojos psíquicos, arrojados a la red del totalitarismo del odio y la violencia.
“-¿Qué deseará?- se dijo K en voz baja. ¡Qué hombre!-pensó K !Está muy bien ubicado sirviendo a la iglesia¡ ¡Él para su macha cuando yo no avanzo¡ !Cómo me vigila cuando camino!.

sábado, 14 de agosto de 2010

Kafka: Primera citación para el proceso (y 2)

Hay generaciones progresivas que problematizan su presente. Se alejan de una conciencia estática del mundo, incidiendo en no contemplarlo definitivamente heredado de la generación anterior, sino para considerar provisional el devenir de la historia, por su concepción futurista de que la vida es un proceso vital transitorio, que fluye en los antagonismos del poder de las minorías y la realización perfectiva de la sociedad en su conjunto. El hombre produce la visión espiritual del mundo y los procesos de productividad y reproducción de la materia, que satisfacen las necesidades sociales progresivamente humanizadas. La estática de la generación conservadora convierte las contradicciones sociales en irresolubles, y le da a su visión del mundo permanencia atemporal histórica. La generación conservadora gira repetidamente: radio de una circunferencia, que toca todos los puntos de la misma y segmenta el área circular histórica, monótona e incesantemente. La cultura, que impregna una época histórica progresiva, debe adaptarse al legado recibido de la generación pretérita, pero modificando las circunstancias materiales y espirituales de su época. La membrana, que cubre las experiencias materiales y espirituales de los grupos sociales, debe ser desgarrada para hallar un patrón racional y emocional del mundo que supere la estática de la involución humana.
La generación posterior a la I Guerra Mundial quedó aterrada por las consecuencias destructivas de la guerra. Negó la validez histórica de los imperativos de irracionalidad, plutocracia, hedonismo y militarismo aristocrático, que habían hundido la cultura de 1789 a 1914 en las trincheras del barro de Europa. Para evitar el horror de la guerra y de las crisis económicas, se debían constituir órganos internacionales, que contribuyeran a una dinámica de resolución de los problemas irresolubles del pasado, mediante una dinámica social crítica y de acción, que negara los valores históricos heredado, la manipulación de las masas sociales por obra de las pasiones racistas y la obtención de ganancias empresariales por el procedimiento de comprar la capacidad de trabajo a precios de subsistencia y altos beneficios del trabajo explotado. Las intrigas, de las alianzas internaciones de potencias imperialistas, para adquirir zonas de mercados a sus productos industriales, por un intercambio desigual de materias primas y alimentos a precios baratos por productos manufacturados caros, que conllevaran alimentación barata a la población urbana metropolitana, y mayores rendimientos empresariales, conducían al dominio militar y económico de millones de colonizados y millones de Km2 de superficie colonial. El dominio imperial del mundo para los grandes negocios monopolizados. Las políticas internacionales de los imperios emergentes se imponían o debilitaban militarmente ante los contrarios superiores. Un intenso revanchismo internacional estaba debajo de la proclama de guerra. La ideología excluyente afirmaba la negación física del enemigo exterior en las soflamas patriotas. En estas circunstancias totalitarias, el individuo debía tener la pasión del destino heroico, la dialéctica del revolucionario, ante la propaganda conservadora, y las astucias de las instituciones políticas militares y burocráticas. El individuo se arriesgaba, por una finalidad evolucionista y dinámica del yo y el mundo, y del individuo y la sociedad totalitaria.
Las generaciones no quedan fijadas a las dinastías sucesorias, ni a estadios sobrepasados por las situaciones dinámicas de producción material y espiritual.
En la postguerra, de la I guerra mundial europea, los artistas y los intelectuales exigieron una modificación de las estructuras sociales de poder militar y aristocrático, que precipitaron a los países a una guerra mundial depredativa de recursos humanos y materiales. Una guerra tecnológica implica la destrucción de las ciudades, las tierras de labor y la industria, el conocimiento moral y la eliminación en masa del hombre mismo, y las bajas posibilidades de recuperar los recursos destruidos. La teoría propagandista de las reparaciones de guerra es ideológica. Los países destruidos por la acción militar están fuera de un orden progresivo y perfectivo. Se mantienen en la emigración y la miseria crónica.
Las exigencias modificadores de un orden social, superado por la destrucción masiva, se descubren en la angustia kafkiana de un mundo irracional y absurdo y en George Grosz (1893-1959), pintor e ilustrador expresionista alemán, que manifiesta sus experiencias vitales traumáticas con sus dibujos y caricaturas, en los que satiriza las relaciones sociales en la Alemania posterior a la I Guerra Mundial. Cuando Franz Kafka escribe el Proceso en 1916, George Grosz, entre 1915-1917, simplifica la grafía de su obra para expresar el horror de la guerra y la caída moral de la sociedad, después de la derrota militar de la aristocracia militar prusiana. La producción artística de Grosz barre los contenidos morales conservadores, la conciencia militarizada, la inseguridad social generaliza para instrumentalizar el sometimiento de las masas sociales a una reglamentación, económica y política, genocida. Grosz de adhiere a la estilística dadaísta subversiva de captación de expresiones hipócritas, avariciosas y egoístas de clases sociales improductivas. Su participación, en el Levantamiento Espartaquista, convirtió a Grosz en un denunciador de las condiciones expoliativas y depredadoras de la sociedad alemana de postguerra. Tanto su obra pictórica como su militancia le servirían para ser procesado por incitación al odio de clases, ofensa al pudor, vilipendio a la religión, e injurias a las fuerzas armadas, además se destruirá parte de su obra satírica sobre la sociedad alemana.
El paralelismo generacional de la praxis de Kafka y Grosz proviene de su comprensión del mundo, desde la conducta irracional de la clase dirigente. Esta irracionalidad está en la ironía gráfica de Grosz como en la ironía del absurdo kafkiano, al ser ambos coetáneos en el flujo de la historia: Grosz, (1839- 1959), y Franz Kafka (1883-1924).
En la obra literaria kafkiana, hay una clara intención deformadora humorística, denunciadora de los comportamientos sectarios, de la oscuridad irracional del individuo sometido, junto a la angustiosa soledad de su obra, impuesta por las instituciones coercitivas familiares y sociales. La novela El Proceso, 1916, es una declaración incesante de inseguridad legal. El patrón unitario, de una visión apocalíptica del mundo, circunscribe la obra plástica de Grosz y la narrativa novelística de Franz Kafka. El humor deformante, de ambos, expresa la situación desesperada e irracional de su época, ante una sociedad que asume la uniformidad seriada de la muerte violenta y el silencio fatalista.
Escribe Kafka:
“-Es necesario que cierre una vez que usted pase; nadie más puede entrar.”El laberinto social de Josef K lo arroja a la provisionalidad existencial. Su excitada sensibilidad percibe la irracionalidad de su situación de acusado. Está solo en el laberinto. Su autenticidad proviene de su existencia en el peligro de una voluntad extraña, que había construido el laberinto de él. Josef K se encuentra empujado al laberinto. La puerta se cierra y nadie más puede entrar.
“No obstante entró. Entre dos hombres que se apoyaban contra la puerta-uno de ellos hacía con las manos los ademanes propios de estar contando dinero, mientras otro lo miraba fijamente a los ojos- surgió una mano que tomó a K del brazo. Pertenecía a un joven de poca estatura y rosadas mejillas.
-Venga, venga usted.”
El avaro sólo conoce el dinero en una relación de fetichización de los metales preciosos. La alegoría kafkiana de los dos personajes, antes de entrar en la asamblea, donde uno hace ademanes de contar dinero y el otro lo mira fijamente a los ojos, es de la avaricia abstracta por medio del metal-dinero, que concreta la pasión del avaro por la riqueza en oro y plata. Pudieran ser los personajes medievales alegóricos de la danza de la avaricia y de la envidia. Uno que cuenta un dinero inexistente y otro que mira fijo.
“K se dejó conducir, notando que entre el grupo abigarrado de gente había libre un estrecho sendero que probablemente dividía a los dos partidos. Esta conjetura era tanto más verosímil cuanto, que a todo lo largo de las dos primeras filas, tanto de de derecha como de izquierda, K no vio ningún rostro vuelto hacia él, sino solamente las espaldas de personas que dirigían sus discursos y ademanes a los de su grupo. La mayoría vestía de negro con solemnes levitas ceremoniales, que colgaban flojas por sus cuerpos. Tal vestimenta era la que desorientaba a K, pues de no ser por ella, había creído encontrarse en una reunión política. En el otro extremo de la sala, hacia donde se le condujo, habían colocado una mesita puesta de través sobre un estrado bajo y cubierto de gente, al igual que el resto de la sala; detrás de la mesa, casi al borde del estrado, un hombre pequeño y grueso, casi sin aliento, estaba sentado y hablaba en medio de grandes risas con otro que se mantenía de pie a sus espaldas, las piernas cruzadas, y los codos apoyados en el respaldo de la silla. (…) El hombrecito se volvió y escuchó inclinándose lo que le cuchicheo el otro al oído. Luego sacó un reloj y echando una rápida mirada sobre K le dijo:- Usted debería haberse presentado hace una hora y cinco minutos.”
K iba a responder algo, pero un murmullo que se levantó de la mitad derecha de la sala, apenas hubo de hablar aquel hombre, se lo impidió. (…) El silencio en la sala era ahora mucho mayor que al entrar K. Sólo los que se amontonaban en la galería no dejaban de hacer notar su presencia. Por lo que podía distinguirse de ellos en la penumbra, a través del humo y las exhalaciones parecían peor vestidos que los de abajo. Muchos habían llevado cojines que colocaban entre su cabeza y el techo para no lastimarse”. “-Aunque haya venido muy tarde, el caso es que estoy aquí.”
A estas palabras siguieron aplausos provenientes de la mitad derecha de la sala.
-Si- respondió el hombrecillo-pero ahora ya no estoy obligado a interrogarle.
Se reprodujeron los murmullos, pero esta vez, empero, su razón de ser se prestaba a confusas interpretaciones puesto que el hombre prosiguió diciendo, mientras hacía señas para que se callasen:- Sin embargo, excepcionalmente, hoy lo haré. Es preciso que no vuelva usted a llegar con retraso. Y ahora, adelántese. (…) K estaba contra el borde de la mesa, y tanta era la presión que los demás ejercían sobre él, que debía resistirse para no arrojar del estrado la mesa del juez y quizá con ella al propio juez.”
En esta descripción kafkiana nos encontramos con el humor ácido y político de las caricaturas sociales de Grosz y de Honoré Daumier (1808-1879), pintor y caricaturista francés, cuyas obras tratan la cotidianidad desde una perspectiva social marcada por la protesta anticonservadora.
“Sin embargo, el juez de instrucción no se inquietaba por eso, sino que seguía cómodamente sentado en su silla. Luego de decir una palabra al hombro que se encontraba detrás de él, tomó un pequeño libro de registro, único objeto que se hallaba en la mesa. Se hubiera dicho que se trataba de un viejo cuaderno escolar, muy deformado a fuerza de haberlo usado.
-De manera-dijo el juez de instrucción hojeando el cuaderno y se volvió hacia K con tono de comprobación- que es usted pintor de brocha gorda.
-No- respondió K-. Soy apoderado de un gran banco.
Esta respuesta hizo que la mitad derecha de la sala rompiera a reír tan cordialmente que K no pudo menos que imitarlos. Los espectadores se tomaban las rodillas con las manos y se agitaban con un gran ataque de tos. (…) El juez de instrucción preso de ira y no pudiendo hacer nada contra la gente de la sala, trató de vengarse amenazando a las dos galerías. De un salto se puso en pie y arqueó las cejas, que de ordinario no llamaban la atención, pero que en ese momento aparecían erizadas, negras y gigantescas sobre los ojos.
Josef K comienza su alegato, presentado a juicio de la asamblea, la anomalía de su situación legal. El texto del alegato es un grito desgarrado de un individuo incluido en la irracionalidad del procedimiento de la culpa ignorada.
Dice Josef K:” Escuchen esto: hace alrededor de diez días fui arrestado. Personalmente el hecho en sí me divierte, pero no se trata de eso. Una mañana muy temprano fui sorprendido en la cama; quizá habían recibido la orden del arresto (después de los que acaba de manifestar la instrucción ello me parece muy posible) contra algún pintor de brocha gorda tan inocente como yo, pero en todo caso es a mí a quien eligieron. (…)
Continúa Josef K: “Detrás de mi detención, para hablar de mi caso y detrás del interrogatorio de hoy, se mueve una organización que no solo ocupa a agentes sobornables y a inspectores y a jueces de instrucción pedantes, sino que además mantiene jueces de alto rango, con sus innumerables ejércitos de criados, escribientes y policías y otras fuerzas auxiliares, quizás inclusive verdugos. ¿Cuál es el sentido de esta gran organización?.Consiste en obtener inocentes y abrirles proceso sin sentido y la mayor parte de las veces, sin resultado alguno. Ahora bien, en medio de la falta de sentido de este sistema, ¿cómo no iba manifestarse el carácter venal de los funcionarios?. Es imposible, señores, que no quede evidencia. El juez de mayor jerarquía no podría ocultarlo. Por eso los agentes procuraron robar las ropas del detenido, por eso los inspectores se introducen en casa ajena, por esos los inocentes se ven deshonrados ante una asamblea en vez de ser interrogados normalmente. El discurso de K fue interrumpido por un chillido que provenía del fondo de la sala. En toda la sala brillaban pequeños ojos negros; las mejillas parecían mejillas de borrachos, las largas barbas eran feas y ralas, y cuando se llevaban las manos a ellas parecía como si estuvieran arañando el vacío con los dedos. Pero por debajo de las barbas- y este fue el verdadero descubrimiento de K- relucían insignias de distintos colores y tamaño, bajos los cuellos de aquella gente.”
Josef K denuncia las detenciones de personas en los Estados Totalitarios. El terror significa el control y adiestramiento de gente, que persigue a las masas sociales desorganizadas y a los individuos peligrosos en aclarar la verdad de la violencia organizada.
“Después abrió la puerta y bajó apresuradamente por las escaleras. A sus espaldas oyó el rumor de aquella asamblea que se recobraba para discutir lo ocurrido, como se haría en una clase de colegiales.”
La ironía de Kafka manifiesta su incredulidad sobre las condiciones legales en las que vive con un traje prestado. Es un hombre de una generación progresiva, que sabe que su situación está sobre el filo de la navaja.

domingo, 1 de agosto de 2010

Kafka: Primera citación para el proceso (1).

Kafka sabe que el individuo está envuelto por la certidumbre del flujo temporal, por los cambios de las circunstancias históricas, que determinan metamorfosis de su carácter y actitud. Pero cuando la existencia se vuelve la repetición monótona de un mundo sin finalidad, entonces concibe la evolución regresiva. La naturaleza social humana muda en simbologías que sustituyen los actos de una voluntad moral y libre. Kafka llega a concebir la regresión hasta un símbolo- insecto, que se aleja dramática dentro de las percepciones de su sociabilidad perdida para extinguirse en una habitación cerrada. La evolución de lo humano llega a ser regresiva hasta la modificación zoomorfa. La narración “La metamorfosis” sustantiva el laberinto kafkiano de la angustia. Éste es inherente a la lucidez de una conciencia angustiada. Los efectos del laberinto son desdoblar los actos reales en imaginarios. La metamorfosis es la angustia de una irrealidad que no exige el retorno a lo humano. El insecto sabe que es inhumano. La soledad del hombre impide que su existencia corresponda a la necesidad humanizadora de Otro, que afirma la coexistencia por el pasaje del tiempo. La angustia detecta la presencia del laberinto. El convencimiento de estar dentro de él, en una condena metafísica. El laberinto es poroso y se escuchan los ruidos genocidas del Minotauro desde cualquier lugar. La angustia kafkiana no exige salir del laberinto ni perderse en la inconsciencia de la Nada. Los personajes kafkianos buscarán la salida a su condena en el laberinto conscientemente, aunque la duda sistemática lo impida. No hay forma de permanecer oculto dentro del laberinto. El laberinto gradúa su transparencia en razón a la oscuridad que envuelve al individuo. El laberinto no es un lugar particular, sino la totalidad de espacio social. Esto hace que toda una generación se incluya en la angustia del laberinto. El terror social crece en proporción directa a la crueldad del Minotauro. A mayor crueldad del Minotauro mayor terror de la sociedad y viceversa. En el laberinto se aguarda consciente o inconscientemente al Minotauro. Todo hombre descubre, por las experiencias vitales, la distancia a que encuentra el Minotauro. El laberinto de múltiples transparencias se llena con el flujo temporal de la existencia.
Con la citación, para el inicio del proceso, que recibe Josef K, éste entra en el laberinto. Las condiciones sociales de la existencia de K se irán modificando en conformidad a la crueldad ciega del laberinto. Josef K se inicia buscando, en la vivienda de un suburbio, la sala de audiencias en la que va a ser confirmado, con la marca de los indagados en culpabilidad oculta. El laberinto de la ideología kafkiana insiste en la deformación de la relación espacio-temporal. K penetra en un laberinto deforme, fuerzas de poder que utilizan la realidad como una culpa destructiva. Las alucinaciones del laberinto provienen de intereses materiales e ideológicos de grupos jerárquicos, que invierten las causas del sufrimiento. Deforman su inhumanidad en la plasticidad de la mentira. La existencia social queda mutilada por ocultamiento y falsedad de la ideología de dominio. Ella se vuelve quebradura del delirio y mala fe. Los procesos de oscurecimiento, en la obra kafkiana, manifiestan actos intencionales de crueldad y silencios de una voluntad que interioriza la mentira, que conforma una conciencia inauténtica para destruirla. La voluntad de dominio compone perspectivas invertidas de realidad alienante. El individuo sujeta su vida a los talones de la manipulación. La irrealidad arrastra las experiencias conscientes a las sustituciones oníricas de la enfermedad mental. Las patologías de la enfermedad mental se vuelven la realidad misma. El miedo quisiera ser la realidad.
En Capitulo II, de la novela el Proceso, el personaje Josef K penetra en la embocadura de la irrealidad por la incertidumbre de una culpa inexistente. Josef K está trabado a las expresiones de las relaciones del poder irracional. Franz Kafka va a reproducir, en lenguaje literario, las deformaciones ideológicas sobre los hombres y las cosas. Utilizará la plasticidad del lenguaje para desfigurar y desproporcionar la realidad. La incertidumbre confiere la dinámica del impacto y la deformación de una realidad arcillosa. Franz Kafka maneja lo probable de una verdad plástica y la modela en el delirio iniciático de las ceremonias de la crueldad.
El comienzo del Proceso se inicia con una citación indagatoria sobre “su asunto”. El asunto absoluto que afecta a Josef K es una trama de anea sobre la que escurre el agua de la duración de la culpabilidad y el plazo de cumplimiento de la sentencia. La instrucción del Proceso se inicia con la citación. K sabe que: “Se sobrentendía que estaba obligado a presentarse, por lo cual se había considerado necesario hacer la debida aclaración sobre este particular. Le dieron el número de la casa a que debía acudir, un inmueble lejano, situado en una calle de un barrio distante en el que K nunca había estado. Se dirigió hacia al barrio que se le había señalado. (…) Mientras tanto corría con mucha prisa para estar seguro de llegar a las nueve, aunque no había sido citado para una hora determinada. Pero en la calle Julios, en la que debía encontrarse el edificio, y la entrada, ante la cual permaneció K un largo rato, presentaba a cada lado casas grises y uniformes, grandes edificios baratos que se alquilaban a gente pobre.” El laberinto de Josef K se presenta en un suburbio. El problema de penuria de viviendas para obreros era un tema recurrente en la prensa de la época de Franz Kafka. Un país, que realiza un cambio de modelo de la pequeña producción artesanal y agraria a la gran industria capitalista, se encuentra con una masa de obreros emigrantes agrícolas a las grandes ciudades industrializadas. El desplazamiento de la composición de la población de un país es consecuencia necesaria del progreso de la industria y la transformación del modelo de producción agrario. El desplazamiento de la población de obreros agrarios y su ubicación en ciudades precapitalistas origina hacinamientos depauperados en zonas marginales de refugio, y altos ingresos especulativos, por venta o alquiler, a los propietarios de viviendas. Se puede originar una demanda creciente de demanda de viviendas desde una política financiera de endeudamiento social, este modelo de ventas de viviendas, ya no pertenece al modelo de atracción a la ciudad de población agraria a la industria para hacer crecer la actividad económica a bajos salarios, sino por la manipulación persuasiva de poseer “propiedad” mediante salarios bajos, alto endeudamiento e inflación de ganancias empresariales. Los salarios bajos añaden a las familias un alto coeficiente de endeudamiento. El retorno de masas de deudas a sus plazos de vencimiento provoca el colapso de cobros a los acreedores y la paralización de los créditos bancarios. La crisis de subconsumo y paro está en razón a salarios reales bajos y altas ganacias. Las ganacias empresariales están en razón inversa los salarios. Si bajan los salarios crecen las ganancias y al contrario. Las deudas de los compradores cubren el crecimiento de los precios y las ganancias extraordinarias, pero su realización monetaria depende de la morosidad. En la época de alta industrialización la penuria de viviendas se vuelve una rémora para el crecimiento de empleo industrial y la ampliación del mercado interno de consumo. En las épocas de baja industrialización, la burbuja de viviendas destruye los mercados internos de consumo de bienes industriales y de bienes de subsistencia, causando regresiones de marginalidad y depauperación, ya superadas históricamente con el crecimiento de la productividad del trabajo.
“Uniformes y grandes edificios baratos que se alquilaban a gente pobre.” Dice Kafka. Ya en la novela América, Kafka escribe sobre la multitud de pobres que se asoman por las ventanas para indagar obsesivamente en un paisaje anónimo de abandono y pobreza. “En aquella mañana de domingo, la mayor parte de las ventanas estaban ocupadas por hombres que, en mangas de camisa, y apoyados en el antepecho, fumaban o vigilaban a los niños de corta edad que jugaban en la calzada. En otras, colgaban hacia fuera montones de ropa de cama por encima de las cuales aparecían a veces la cabeza desgreñada de alguna mujer. De una ventana a otra se gritaban por encima de la calle. (…) A intervalos regulares de la calle y un poco bajo el nivel de ésta había pequeños puestos en los que se vendían distintos alimentos.” Masas de obreros recientemente integrados en el mercado laboral industrial a bajos salarios, que ocupan viviendas, pequeñas, mal construidas y de alquileres caros. Kafka insistirá en la construcción de estas viviendas, en sus condiciones de habitabilidad, y en la humildad depauperada de sus moradores.
”La casa estaba bastante lejos; tenía un portón muy amplio y alto y era gigantesca en su totalidad.(…) K avanzaba ya hacia la escalera tratando de dirigirse al salón de audiencias, cuando se detuvo al comprobar que había otras tres, además de un pequeño corredor que parecía conducir a un segundo patio.” K está frente al laberinto. “Eligió una al azar. Para averiguar el lugar de la sala de audiencia: Josef K se procuró un pretexto, el nombre de Lanz, para preguntar en todas las puertas si allí no habitaba un carpintero Lanz, con la intención de asomarse al interior de la habitación. Pronto se dio cuenta que la excusa era superflua pues casi todas puertas se hallaban abiertas de par en par, permitiendo el ir y venir de los niños. En general dejaba ver habitaciones pequeñas con una sola ventana, que servía de cocina y dormitorio.” La literatura de Kafka describe la precariedad en la que los trabajadores se integran en las ciudades industriales. Su realismo manifiesta la posición de clase obrera de los habitantes de las barriadas suburbiales: el espacio de la degradación y el sometimiento.
“Llamó a la puerta de un quinto piso. Al abrirse ésta, inmediatamente vio en la pequeña habitación un gran reloj de pared que marcaba ya las diez. ¿Vive aquí el carpintero Lanz?-preguntó.
-Adelante- dijo una joven de ojos negros y resplandecientes que lavaba la ropa blanca de un niño en una cuba, mostrándole con la mano mojada abierta la habitación vecina.
K creyó que había entrado en una asamblea. Una muchedumbre apretada y de aspecto muy distinto llenaba una habitación de medianas dimensiones con dos ventanas y rodeada, a poca distancia del techo, por una galería llena de gente, la cual sólo encorvándose podía permanecer allí, con la cabeza y la espada pegando en el techo”.
La relación paradójica que establece Kafka, una multitud que se aprieta en un espacio extremadamente reducido, que luego vendrá a describir como buhardillas, concreta uno de sus motivos recurrentes y distorsionados de su realidad. La muchedumbre apretada en los espacios oníricos da entrada a la angustia del laberinto.