martes, 27 de octubre de 2009

La conciencia y el Poder instrumental (1)

Las posgeneraciones a la II Guerra Mundial habrían de padecer sus relaciones existenciales sobre el fondo metafísico de la justificación del dolor, motivado por la barbarie de la guerra. Este dolor se realza en la temporalidad de la desconexión perceptiva de la duración de la vida y de la muerte. Los traumas posbélicos dejan la existencia vacía de reflexión hasta la supervivencia mecanizada.
Jorge Manrique (1440-1479), poeta español, en sus Coplas a la muerte de don Rodrigo Manrique, su padre, nos muestra el crack moral de la supervivencia en el olvido de la barbarie. Las guerras dinásticas, en las que estuvo incluido como guerrero y noble, le dejaron una visión de la dinámica histórica, entintada de brevedad de la vida y la ambición del poder, la belleza y la vanidad de los patrimonios mundanos. Su visión agonística dejará huellas perdurables en las meditaciones estoicas del destino humano.
Sin apertura a la comprensión de la historia, relaciones de poder y de clase, la utopía metafísica deja a la existencia en la superficie de metacrilato de la desesperanza, en cuyo fondo se encuentra la Nada. Lo efímero de la existencia y su Nada parecen que se detienen en la observación de la historia, como en los movimientos de trenes en una parada terminal. La II Guerra Mundial había dejado la comprensión de la existencia en la irracionalización de la barbarie inmóvil e inútil. Los supervivientes de las guerras interiorizan la barbarie de la Nada colectiva. Esta Nada es un dolor que se proyecta en testimonio de la responsabilidad acusativa de las víctimas.
Peter Blake (n.1932), pintor inglés perteneciente a la primera generación de artistas pop británicos, nos muestra el contenido formalizado de sus pinturas en la obsesión por lo intrascendete de la memoria en la cotidianidad. La voluntad de vivir queda enganchada en el pedúnculo seco de las hojas otoñales. Analogía de los actos humanos en la línea del ciclo natural. Un tiempo histórico-natural que conserva la memoria afilada del dolor. La memoria consciente se extingue, pero la memoria inconsciente permanece enferma y acusativa. La aparición de las drogas en las masas sociales de posguerra está relacionada con la concepción de una vida intrascendente y soportada en el dolor de la memoria inconsciente. La sustitución del dolor por los narcotizantes ha sido correlativa a la sustitución del hombre por el productor- mercancía. Sus collages y composiciones con tarjetas postales, fotografías, ilustraciones de actores y artistas pop contemporáneos, se combinan en el espacio del cuadro-historia en la intencionalidad de mostrarle al espectador lo fugaz. Las miradas se detienen breves en actos comunicativos vacíos de trascendencia. El Pop Art se inspira en los elementos residuales del consumo de masas. Se reproducen latas de cerveza o sopa, tiras de cómic, señales de tráfico, revistas, artistas pop que observan al espectador en la incredulidad de sus iconografía. Pinturas, collages y esculturas de una cotidianidad efímera. Los materiales del Pop Art son el poliéster, la gomaespuma, la pintura acrílica (…) La osadía futurista iconoclasta, de la sustitución de las obras clásicas por los objetos de lujo industriales, continúa en la concreción del cuadro pop con los materiales manufacturados. La mente intuitiva e intencional de los artistas del Pop Art capta las relaciones del arte con las relaciones de producción.
Las masas sociales posteriores al año de 1950 son los soportes del crecimiento económico y la reanudación prebélica de las relaciones ideológica de producción. Las viejas relaciones ideológicas de simulación reaparecen despúes de la guerra. Se soportan el modo de producir y el modo de distribución en las representaciones represivas de presumibles retornos a la barbarie totalitaria. La fragilidad de la supervivencia causa el olvido de los postulados del racionalismo de que la mente es capaz de reconocer la realidad mediante los juicios del razonamiento. El concepto proviene de una facultad natural independiente de la experiencia. La barbarie de la crueldad totalitaria eliminó la idealidad racionalista. Frente a esta pérdida de la idealidad, el empirismo positivista afirma que todo conocimiento se basa en la experiencia, mientras que niega la posibilidad de ideas espontáneas o del pensamiento a priori. La consecuencia de la pérdida de la idealidad racional será utilizada contra las masas sociales en la finalidad de sus adiestramientos y selecciones de procesos de trabajo automatizados, al igual que la distribución de salarios y las ganancias desiguales. Ideologías y prácticas de sumisión a un orden legalista abstracto de la irracionalidad. Los agregados de salarios y ganancias generan arcaísmos distributivos. Las relaciones de producción quedarán fijadas en la renta total keynesiana, que se segmenta en consumo e inversión. Pero la renta nacional keynesiana se fija en cantidades de trabajo empleadas en los sectores de consumo e inversión. Las masas de población activa conforman agregados de la producción y de los ingresos de la Renta Nacional. La economía es el trabajo que produce máquinas, medios de producción y medios de subsistencia.
El pensamiento utópico desaparece en el adiestramiento gregario. La percepción de las formas utópicas de la esperanza se oculta por la manipulación ideológica. La realidad no se reproduce desde la utopía, sino desde el adiestramiento gregario.
El pragmatismo de las minorías dirigentes captura la realidad de la producción a la vez que se oculta en la ideología. Al igual que las dos caras pegadas de los soldaditos de papel, se desdoblan la realidad y su enajenación. El pegamento de esta conexión se da bajo el concepto de utilidad. El individuo jerarquizado se arroja al provecho ganancial esperando los atributos de su poder. No le importa el ser, sino el tener. La verdad es útil. Los grupos dominantes tienen un saber práctico del grado de utilidad que le reportan sus acciones.
Los sofistas manifestaron que hay dos realidades. La realidad física y la realidad social. La complejidad del conocimiento está más en la realidad social que en la realidad física. Ellos arrastraron tras de sí la utilidad de la cultura calibrada en poder ideológico. Enseñaban a los grupos sociales dominantes a poseer la cultura como instrumento de dominio de clase. La materia bruta de la conciencia debía ser transformada en una conciencia compleja por el saber instrumental. La conciencia individual está dentro de las formas culturales de dominio. La instrumentalización ideológica de la conciencia es consecuencia de actos intencionales de los grupos sociales dirigentes. La instrumentalización proviene de la invisibilidad lógica de las relaciones del modo de producir y distribuir la riqueza material y cultural. Las relaciones sociales no se dan al conocimiento en un hallazgo positivista, inmediato e inteligible. Lo que hay detrás de lo aparente, la transrealidad, hay que producirlo como un concreto del cerebro, que produce y trabaja con las sensaciones, las ideas, las intuiciones y las representaciones del mundo. Luego habrá que encajar las relaciones lógicas a las relaciones inmediatas. La conciencia de la realidad se vuelve compleja conceptualmente. Antes de llegar a la transrealidad, hay que ir descortezando el árbol de la ideología ocultadora e instrumental. El papamoscas del cerebro retiene la experiencia lógica para verificar sus capturas conceptuales en la simulaciones de la ideología. A pesar de la lentalización de la verdad, la operatividad de la verdad se entrelaza a la metodología de principios científicos que analizan la sociedad, sus relaciones estructurales en una práctica y teoria cientítificas. La conciencia es producida por las prácticas sociales estructurales. Los productos del saber se dan articulados a causas estructurales. La conciencia produce mientras es reproducida en circunstancias históricas dadas. Mientras produce, se reproduce por combinaciones materiales e instrumentales de las que resultan objetos conceptuales diferentes de los objetos inmediatos de las prácticas ideológicas. La conciencia se descuelga de la realidad inmediata para llegar a la transrealidad: lo invisible de la relacione físicas y sociales. ¿Qué hay tras la representación de la realidad física y social instrumentalizada? Sigmund Freud (1856-1939), fundador del psicoanálisis, halló en los síntomas del enfermo mental las manifestaciones reprimidas del inconsciente. Karl Marx (1818-1883), filósofo alemán y creador del materialismo histórico, halló, tras las relaciones ideológicas de producción, las relaciones de explotación capitalistas: el hombre es una mercancía con valor de uso y valor de cambio en las relaciones de intercambio mercantil. El hombre-mercancía es adquirido en el mercado, por clases compradoras de medios de producción y trabajadores con valores de uso y cambio. Los individuos-mercancías incorporan cantidades de trabajo en la revalorización del capital. Detrás de las apariencias operan fuerzas de dominio reactivo que deforman las relaciones de producción. La transrealidad no llega sin antes producirla como objeto conceptual. Ni las fuerzas cinéticas del inconsciente freudiano, ni las relaciones de explotación y producción del excedente económico, se manifiestan en la realidad social inmediata. La conciencia instrumentalizada se adhiere a las apariencias y en ellas establece mecanismos de producción, que interiorizan la sumisión de unos individuos en las relaciones psicosociales. Existimos en un mundo de apariencias ideológicas, que ocultan los modos de producción bajo el modo de producción ideologico.
Queda un residuo angustioso en la vida manipulada. La comprensión negada de la historia, en relaciones de clase, deja el tiempo existencial resbalar en una superficie inclinada en cuyo fondo se halla la pasividad ante Nada.
Se soporta el modo de producción y el modo de distribución por las coacciones en las representaciones del retorno de la barbarie a la historia. El pensamiento utópico desparece en el adiestramiento gregario. La percepción de las formas utópicas como universales desparece en la manipulación de la ideología. La realidad no se reproduce desde la utopía, sino desde el adiestramiento gregario.
El hombre es un medio de explotación de clase.La realidad oculta la transrealidad de lo perecedero manipulado. La conciencia manipulada es una conciencia instrumentalizada en la falsedad.

miércoles, 14 de octubre de 2009

La astucia de la Razón (y 5)

Como un ciego, palpando en las paredes de la noche mística del deseo unitivo, el individuo tiene que perseguir su yo desvalido en la unicidad de los Otros, que lo acompañan como coetáneos. Los coetáneos viven en su continuidad temporal. Son aquellos con los que andas, hablas, te apasionas o desprecias. Son la coedición del transcurso de la cotidianidad. La coincidencia que se entrecruza en las condiciones de la viabilidad de la historia común. Esta viabilidad nunca es creada, sino que llega en los entrecruces de las necesidades compartidas o las ignorancias calladas de los coetáneos. Ellos están ahí. Son los sujetos ávidos de seguir viviendo. Con la edad, la naturaleza va dando igualdad de rasgos físicos y mentales a la gente que va a nuestro lado. Envejecen en la misma durabilidad temporal. Expresiones comunes, por gestos o actitudes, nos marcan las semejanzas entre lo propio y lo extraño. A todos los que encuentras son lo mismo que tú. Es una experiencia vital que acerca las líneas paralelas de lo cotidiano tanto, que terminan por integrarse en una línea única. El juego del espejo empañado por el vapor de los sueños, y la mirada que se busca por su diferencia, y se halla recogida en el rostro único de las similitudes agregativas.
Allan Poe quiso saber quiénes eran los Otros. Aquellos que pasaban a su lado en la soledad radical de las ciudades. Edgar Allan Poe (1809-1849, escritor, poeta y crítico estadounidense, reconocido maestro del relato corto de terror y misterio), escribió un relato de su encuentro ante una multitud de transeúntes en Londres. Le sobrecogió los comportamientos de la gente que pasaba ante él. El relato se titula “El hombre y la multitud”. Se desarrolla en Londres, y es contado por un hombre, que tras una larga enfermedad, observa el transcurrir automatizado de la gente de una gran ciudad.
El crecimiento demográfico de las grandes ciudades se inicia con las emigraciones de los campesinos ante la conversión de las tierras de bienes de uso a tierras con valores de cambio monetario. Las rentas de vasallaje en rentas capitalistas. Las rentas medievales en especie en rentas monetarias. Las tierras de cereal en tierras de pasturas. El campesino se queda sin raíces. Este cambio de los valores históricos de uso de la tierra expulsa masas de campesinos a la emigración urbana. El exceso de población agraria del vasallaje, la disolución de las mesnadas medievales, la depreciación del valor del dinero metálico y el aumento correlativo de los precios, convierten a las rentas monetarias en mercancías con precios de mercado. La apreciación o depreciación del dinero actúa como factor de expulsión del campesinado de las tierras de vasallaje. Las rentas-mercancías establecen nuevas formas de explotación degradativas de las masas sociales, acordes al valor metálico del dinero. Los precios de la tierra determinan el valor del dinero. El ciclo de alto valor del dinero implica disminución del precio de la tierra. El ciclo de bajo valor del dinero implica alto valor del precio de la tierra. La tierra como cualquier otra mercancía, incluida la mercancía- hombre, varía en razón inversa al valor del dinero. A mediados del siglo XIX se van ejercitando las multitudes que buscan trabajo en la manufactura industrial, que habrán de constituir el proletariado urbano que se acople a la acumulación de capital y al desarrollo tecnológico. Masas de asalariados urbanos. Los vendedores de fuerza de trabajo a las manufacturas industriales que se agregan a las ciudades.
En la traza histórica, en que Allan Poe observa, se inicia el movimiento de la multitud urbana en las fábricas industriales y el comercio en gran escala. Es el nacimiento de un mundo diferente a través de las luces de gas ciudad. La noche desaparece del paisaje urbano. Los transeúntes de la modernidad aparecen emergiendo de la oscuridad. Las luces del gas manchan los rostros y la ropa de la gente que se acerca a la historia de la industrialización. Allan Poe observa que camina en dos filas en sentido contrario. La gente circula en ambas direcciones del espectador. Para Edgar Allan Poe, la multitud aparece tétrica y confusa, como si quisiera ahormarse a una velocidad que no esté impedida por la marcha de los otros. El peor error es tropezarse con la marcha en sentido contrario. Rompe la velocidad de los movimientos. La similitud cinética de las máquinas pasa al trabajador. El tiempo parece necesario e inmediato para llegar a un lugar de relaciones cotidianas. Lo habitual da seguridad a la marcha de los transeúntes. Si tropiezan se disculpan y continúan la marcha. El descanso es la recuperación de las energías gastadas. Los accidentes laborales, en su mayoría, son causados por un descanso insuficiente. Hay una memoria repetitiva que impone la división del tiempo diario: en tiempo de trabajo y tiempo de descanso. El tiempo de trabajo, y el tiempo de desplazamiento, son tiempos activos. El primero entra en el salario y el segundo no. Éste descanso pertenece a la vida privada. Es gratuito. No incluye la producción. Es la recuperación de las energías gastadas. La vida se gasta. La velocidad del desplazamiento busca aumentar la temporalidad del descanso. Las ceremonias agonísticas, de los desplazamientos, desde los puntos de trabajo a los puntos de descanso, desarrollan las actividades empresariales de transporte que se descuentan de los salarios. Comenzarán las actividades especulativas de la distancia del lugar de trabajo al lugar de descanso. El precio del suelo aumentará en relación creciente a la distancia de los centros urbanos. La distancia de transporte, y la formación de un espacio escaso, adquieren la condición de una cosa que tiene un precio especulativo. Las vías de comunicación y los medios de transporte se vuelven propiedad privada, adquiriendo un precio susceptible de influir de manera sustancial en la disminución del salario real. Las distancias y los medios de transporte se suman a la temporalidad de la jornada laboral y acortan el tiempo de descanso. A mayor velocidad del transporte mayor descanso y viceversa. El gran desarrollo urbano se inserta en la creación de medios de transporte rápidos. El descanso es un bien de uso con precio de mercado. La continuidad reiterativa del proceso de producción depende de la velocidad de los medios de transporte, de la distancia a los centros de descanso a los centros de trabajo y del tiempo de actividad de producción. Los vasallos medievales construían sus casas cerca de la fortaleza del Señor medieval. Su acercamiento se relacionaba con la protección a la barbarie. Desde los inicios de la industrialización, las distancia al trabajo marca diferencias de agotamiento físico.La distancia trabajo- hogar se convierte en un cálculo de asignación de los recursos salariales. La mayor o menor distancia a los centros de actividad influyen en el precio de la vivienda y el transporte. La gente regulariza sus desplazamiento para no perder cantidades de tiempo que perjudican a su vida privada.
Allan Poe se asombraba de la perfectibilidad de los movimientos de los transeúntes. No descubría que economizaban tiempo. El transeúnte sabe donde ir y el tiempo y precio que le suponen sus traslados. Se prefigura la finalidad del coste económico de ir para realizar una actividad que le aporte un salario subsistente. Para calibrar la exactitud del adiestramiento cotidiano, basta con haber repetido los movimientos maquinales durante un cierto tiempo regularizado. El individuo que ha salido de una larga enfermedad se sitúa fuera del juego de llegar, y de descansar apresuradamente. Allan Poe, que ha estado enfermo, se desconcierta con los hábitos de los transeúntes de una metrópoli. Su estructura psíquica ritual es excéntrica a los ritmos de los procesos industriales del trabajo. Es un espectador excluido de los movimientos globales y simétricos de la productividad. Su tiempo existencial flota inerte en su mirada observadora. Las grietas de la temporalidad, de los gestos productivos e improductivos, aún no han penetrado en su conciencia del mundo. La enfermedad regula su organismo. Se halla fuera del juego del salario y el gasto. Una de las causas de la falta de estima de un trabajador parado es la de estar fuera del trabajo y de la recuperación de las energías gastadas. Lo inhabitual de la carencia del rito del trabajo provoca los cambios de conducta hacia la marginalidad. El individuo marginal no se posesiona de las actividades que lo unen a los movimientos de la jornada de trabajo y el descanso. La falta de adiestramiento lo retrotrae a situaciones imaginarias punitivas. Se desacopla de la dependencia del trabajo hasta ser un extraño. En el tráfago de los transeúntes Allan Poe es un espectador. No entiende el sentido de que los tiempos del proceso de trabajo se suman a los tiempos de transpote. El tiempo se vuelve oro. Un oro-tiempo que revela la falta de libertad ante la necesidad mercantilizada del trabajo. La productividad de la máquina lleva el desgaste existencial de los operadores de la misma y de la repetición automática de sus movimientos. Los cambios de lugar de los transeúntes, sus filas militarizadas, se configuran en actos repetitivos maquinales que han pasado al inconsciente. Tanto la máquina como el individuo precisan, en su operatividad, de una economía de movimientos útiles a la producción y al consumo. El individuo unifica su cuerpo a las celeridades maquinales, lo especializa en el ahorro de tiempo inútil.
La Gran Industria llega a al máximo de su eficacia cuando la maquina incorpora lo humano al proceso de producción. La productividad tecnológica elimina cantidades de trabajo humano e incrementa cantidades maquinales. Saca fuera del proceso de producción al individuo. La humanidad trascendente del hombre decrece a la par que crece el finalismo de la sustitución de hombres por máquinas. La contradicción de necesidad y consumo reside en que si el individuo no trabaja para otros no se incluye en la realidad económica. Las máquinas no producen para ellas mismas.
En el tiempo histórico del relato de Edgar Allan Poe, éste no podía reflexionar sobre las transformaciones que se estaban produciendo con la inclusión de masas marginadas y máquinas en la industrialización intensiva. Su yo aún no había intuido las transformaciones sociales de las masas urbanas a partir de mediados de siglo XIX. Observa los movimientos de los transeúntes como los actos de gente maniática. Incluso Charles Baudelaire, (1821-1867, poeta y crítico francés, con el que entra la expresión poética moderna, no llegó a intuir las nuevas relaciones sociales de las masas urbanas que atravesaban la ciudad de París. En sus “Pequeños Poemas en prosa” al hablar de las multitudes, escribe: “No todo el mundo tiene el don de bañarse en la multitud; gozar de la muchedumbre es un arte, y sólo puede entregarse a esa orgía de vitalidad, a costa del género humano, aquél a quien un hada infundió en la cuna el gusto por el disfraz y la máscara, el odio al hogar y la pasión por los viajes”. La multitud no es todavía para Baudelaire el hallazgo de las masas sociales sometidas a la producción y al consumo necesario de sus energías físicas y psíquicas.
En su angustia ante la Nada Søren Kierkegaard expresó: “Tengo que encontrar una verdad que sea verdadera para mí. La idea por la que pueda vivir o morir." Quería ser trascendente a los mecanismos sociales de adiestramiento.
Allan Poe pretendía saber quiénes eran los Otros. Aquellos que pasaban a su lado, en la soledad radical de las ciudades. En su necesidad de trascendentalidad existencial Kierkegaard pretende poseer la religiosidad por la que se vive y muere. La metafísica de la esperanza exige un sentido trascendente al acto de vivir y de morir. Dentro de existencia, se refugia el contenido de la verdad. La esencia determina la existencia. El testimonio de una vida llevado a la paradoja absoluta de la angustia de la Nada. Las máquinas están fuera de la angustia de la Nada.
Allan Poe es un ciego, palpando en las paredes de la noche urbana, un yo extraño en la ciudad donde se encuentran los Otros. Si nos quedamos en los escenarios urbanos, nos encontraremos ocasionalmente con la mirada de un observador perplejo por el destino finalista de las multitudes en la Gran Máquina Social de Producción y Consumo.