lunes, 28 de septiembre de 2009

La astucia de la Razón ( 4)

El desempleo de recursos económicos se debe fundamentalmente a la anarquía de la producción capitalista y a las insuficiencias de la demanda efectiva derivada de la misma. Pero el modo de producción y reproducción de una sociedad, en un momento dado de su historia social, implica la interrelación de la estructura económica, estructura ideológica, estructura jurídica, y estructura de poder político. Todas ellas se corresponden, en articulaciones de eficacia de producción, en el Todo Social.
La aplicación de las fuerzas de trabajo y su desocupación corresponden al momento del desarrollo económico y la gradación del mismo en el Todo Social. El desempleo es la inutilización de recursos humanos en la producción. Grandes masas sociales quedan marginadas de la actividad de los procesos de trabajo. Masas sociales incrustadas en un bajo consumo. La actividad social de los hombres está implicada en las contradicciones de los antagonismos de las estructuras. La estructura económica de producción es la organización de las combinaciones de producción, Capital y Trabajo, y la asignación del excedente económico a las acumulaciones de capital o al consumo improductivo. El excedente económico es la diferencia de producción real y consumo necesario en un tiempo dado. Su apropiación por la clase dominante es la clave esencial de las luchas sociales. El excedente económico es apropiado por la clase social dominante y aplicado a su perpetuación de poder. La condición esencial de hegemonía social es la propiedad del mismo por las clases sociales poseedoras.
Las masas sociales empleadas en la producción se estratifican en función de la composición de capital y trabajo en las diferentes esferas sociales de la producción. Las empresas, con excesos de trabajo sobre la esfera de producción más competitiva, sufren, los impactos modificantes de la reproducción del capital y del trabajo reduciendo las cantidades trabajo. Crean aumentos de desempleo. Las empresas insuficientemente competitivas se desprenden de trabajadores para situarse en el modelo de competitividad media. Las empresas de capital, con alta tecnología, sufren los impactos de las restricciones de la oferta por efectos de una demanda solvente decreciente, nacional e internacional, que las obliga a mantener baja su capacidad de producción y a disminuir las cantidades de trabajo por unidad de producto. Aumentan el desempleo. Tanto las empresas de baja competitividad y las empresas de alta competividad drenan trabajadores al desempleo en los ciclos de alta productividad tecnológica y en los ciclos de estancamiento. Hoy el ciclo económico es de estancamiento. El estancamiento implica que el modelo económico global está agotado en su actividad de reproducir el modelo social global. Las empresas de nula competitividad, que esconden desempleo en actividades ajenas al crecimiento económico, manifiestan sus insuficiencias de recursos financieros propios y alto endeudamiento de recursos ajenos. Las respuestas económicas de las mismas a sus ineficiencias es el despido masivo de trabajadores. Las empresas de baja competitividad sólo se mantienen en el mercado con políticas económicas proteccionistas.
La contradicción entre las ofertas de producción y el consumo efectivo detienen el desarrollo de los consumos de capital y trabajo. La producción y el consumo mantienen relaciones contradictorias. La distribución insuficiente de los recursos económicos, a nivel de ingresos salariales reales, causa la ralentización de la producción y las insuficiencias de las demandas de consumo efectivas. Las insuficiencias de las demandas reales no se compensan con incrementos del endeudamiento de las empresas y de los consumidores. El endeudamiento no es un factor de crecimiento económico. La producción de bienes reales no depende de sumadores financieros de endeudamiento.
De las sociedades clásicas a las sociedades actuales, los conflictos antagónicos, entre ricos y pobres, provienen de los bajos recursos económicos a disposición de las clases sociales dependientes del trabajo y el alto endeudamiento monetario de las mismas. Los campos agrarios de los campesinos griegos fueron estacados progresivamente con un nombre: tierras hipotecadas. Hoy, los ingresos de los trabajadores asalariados están hipotecados.
Los problemas derivados del desempleo de recursos naturales y humanos se expresan en degradaciones cuantitativas y cualitativas de la Naturaleza y del Hombre. Las masas sociales activas se vuelven masas sociales postergadas a salarios de supervivencia y las empresas ineficientes en sumadores de insolvencia. El Estado regula el estancamiento económico mediante su endeudamiento nacional e internacional. El Estado deficitario requiere los aumentos de ingresos impositivos para mantener sus gastos de funcionamiento. Parte del excedente económico pasa al Estado a través de las imposiciones fiscales. Los crecimientos de ingresos estatales, por imposiciones contributivas a los salarios reales y a las rentas, disminuyen el excedente real y potencial. El endeudamiento del Estado tiene que ser detraído del excedente económico para hacer frente a sus acreedores- prestamistas financieros. Compradores de dinero barato en el Banco Central, al igual que del uso de reservas acumuladas en activos semiliquidos protegidos de tributaciones excesivas, con tasas de interés bajas, y adquirentes de empréstidos estatales con tasas de interés altas y plazos de vencimiento breves. El diferencial de tasas de interés y de la amortización de la deuda del Estado han de provenir de las deducciones impositivas de los ingresos reales de las clases sociales con baja defensa política de sus utilidades económicas.
El desempleo provoca efectos de inestabilidad psicosocial, causados por la inestabilidad emocional e ideológica de relaciones sociales antagónicas y estados estructurales asimétricos de riqueza y pobreza. La sociedad penetra en la inercia de la ambivalencia de la esperanza y la desesperanza. Esta ambivalencia es regresiva con respecto al desarrollo político del crecimiento.
Albert Camus, en su novela La Peste, nos lleva a una ciudad donde los ciudadanos asisten a la muerte social, en la indiferencia y la superstición, en las regresiones al absurdo de la Nada. La peste es una analogía camusiana de la negatividad colectiva ante una situación social sin salidas humanizadoras. El individuo contagiado por la inseguridad colectiva se exilia en la indiferencia ante la destrucción de las condiciones materiales y mentales, que posibilitan su duración en el mundo. Supeditado a la carencia, sale fuera de sí para manifestar su existencia indefensa ante la insolidaridad y soledad radicales de la sociedad actual.
La reproducción social, del individuo y de las masas sociales, impone estar ahí, sujeto a la necesidad y a la venta existencial de trabajo por salario. Se está ahí, pero en un mundo alienado entre propietarios de medios de producción y propietarios de cantidades de trabajo. Los propietarios de los medios de producción traducen su actividad en ganancias. Los propietarios de cantidades de trabajo traducen la provisionalidad de su existencia en una renovación permanente de la venta de cantidades de trabajo. Esta irracionalidad concreta la desesperanza del mundo actual.
La existencia se vuelve extraña, ajena, al ser social, y queda enmarañada en el ocultamiento irracional del mundo. La existencia puede llegar a ser la imposibilidad de vender la fuerza de trabajo. No hay intercambio de cantidades de trabajo por cantidades de dinero. Este proceso no es indefinido, pero la vida de las generaciones es breve en la historia.
El salario monetario expresa el trabajo que se intercambia como valor de uso en la producción. Es un consumo productivo. El precio de cambio del trabajo es el salario. Si el individuo queda fuera de la relación de cambio de cantidades de trabajo por salario, que repone la energía humana gastada, se sitúa fuera de la relaciones de producción y por tanto fuera de su reproducción existencial. Su existencia queda frenada en las masas marginales de reservas de empleo. Estar parado es estar en una situación de “no relaciones de producción”, donde no se paga un salario por la venta de cantidades de trabajo. Se está en las imágenes de la cámara oscura de la crisis capitalista de anarquía de la Superproducción y Subconsumo. Superproducción tecnológica de mercancías y subconsumo de cantidades de trabajo.
Las crisis económicas revelan una estructura social ineficiente en la correspondencia inversa de salarios y ganancias. El límite inferior de la gratuidad de los salarios es el límite superior de la ganancia absoluta. En este intervalo de valor se mueven las luchas sociales de distribución del excedente económico.
El trabajador parado está fuera de las relaciones de salarios y ganancias. Está fuera del mercado de trabajo. Su existencia recibe el impacto degradativo de los flujos de la carencia y el regreso a maneras de perpetuación de combinaciones sociales de caridad y organización persuasiva de confianza y desconfianza.
El individuo, en las relaciones de desempleo, se expone a la precariedad dependiente de las relaciones anónimas y competitivas del mercado laboral. Además, pierde su aprendizaje laboral, que se arruina en la inactividad Un mercado laboral degradativo de compradores insuficientes de cantidades de trabajo y vendedores excesivos del mismo.
La escasez de demanda de trabajo significa no estar en los procesos de la producción con equivalencia a cualquier consumo productivo. Sean estos los consumos de energía, materias primas, o repuestos para la continuidad en el funcionamiento de las maquinarias. De aquí, que la desocupación del trabajador se debe relacionar con la caída de los consumos de cantidades de trabajo. Los consumos productivos, y la cesación de los mismos, dependen de la competencia de un mercado en clave de anonimato coercitivo de la producción, la distribución y el consumo.
Tanto los consumos de capital fijo, de medios de producción y de cantidades de trabajo, están inscritos en los límites de las leyes inmanentes y coercitivas del sistema de reproducción del capital. El asalariado no depende de sí mismo. Su existencia es contractual: vender cantidades de trabajo por un precio salarial. Cantidades de trabajo, como medios económicos de uso en la jornada de trabajo, por cantidades salario monetario. Estar parado es situarse fuera de las relaciones de consumo de las cantidades de trabajo. Si no hay venta de cantidades de trabajo- consumo, tampoco hay intercambio de salario-consumo. Cesa la actividad económica de producción, que consume cantidades de trabajo y los insumos generales que conforman los precios de producción. Un estado de inercia económica es un estado de inercia mecánico. La resistencia de las relaciones de producción para cambiar su estado de reposo.
En las sociedades industriales monopolistas, la escasez de puestos de trabajo tiene una resonancia catastrófica como las plagas bíblicas. Al ser el hombre extraño a las voluntades de poder económico y político, que deciden la viabilidad de los procesos de producción y financiación, su facticidad está “en manos de Otros”.
Las leyes coercitivas de la competencia expulsan a la esterilidad laboral. Se queda en la inestabilidad de un mundo social hecho de pura precariedad e incertidumbre.
Las relaciones sociales económicas se vuelven fuerzas de poder coercitivo, que se interiorizan como la voluntad instintiva de lo inhumano.
En 1873, el parlamentario Stapleton informó a sus electores: “Si China se convirtiera en un país industrial, no veo cómo la población obrera de Europa podría hacer frente a ese desafío, hacer frente a su competencia, sin descender al nivel de precios de sus competidores. No habrá los salarios continentales, oh no, sino los salarios chinos: he ahí el objetivo que se habrá de fijar el capital inglés.” Desde 1873 a 2009, 136 años de diferencia de la historia de la producción China, desde la agricultura a la industrialización. A pesar de la magnitud de esta diferencia temporal, se manifiesta evidente la declaración de Stapleton, la convicción absoluta de que la relación inversa entre los salarios y las ganancias mantiene las ganancias empresariales ante la competencia de países con salarios bajos y producción alta. Pero la gran sorpresa es que "1873 es hoy". China se ha industrializado con salarios bajos, inversiones del capital internacional, y crecimiento económico competitivo de mercancías a precios globalizados. El objetivo futurible de Stapleton de fijar el capital inglés a la competencia, reconvirtiendo los salarios europeos en salarios chinos, forma parte de la estratégica actual de crecimiento de las ganancias empresariales. El eufemismo, de la descolocación de empresas y la emigración del capitales, a los países con salarios bajos, productividad importada, y masas sociales pasivas y desorganizadas, está dado en la coyuntura actual. Todo viene convertirse en salarios bajos, salarios basura, y ganancias altas. La situación estructural de estancamiento de los países del Centro no depende de la reorganización del sistema finaciero. El modelo económico actual ha necesitado de dos guerras mundiales en el siglo XX para mantener su eficacia estructural en la reproducción social.

lunes, 14 de septiembre de 2009

La astucia de la Razón ( 3)

Desde la mistad de siglo XIX hasta el siglo XXI, la Gran Industria capitalista se establece como un modo de producción devorador de recursos naturales y de cantidades de trabajo centradas, en multitudes de trabajadores que formalmente venden su trabajo por un salario. Las masas sociales, que venden cantidades de trabajo a cambio de un salario de subsistencia, a nivel histórico, se integran como fuerzas de trabajo en el modelo de relaciones sociales capitalistas. Propiedad del capital y relaciones contractuales con los asalariados. La productividad del Gran Maquinismo irá provocando la destrucción de los recursos naturales y la indefensión del individuo ante las concentraciones de poder económico y político. La Naturaleza y el Hombre serán convertidos en mercancías con valores de cambios relacionados con los precios de mercado. Las leyes económicas-históricas de la producción y del consumo se asemejarán a leyes naturales que hundirán a la sociedad en los ciclos artificiales de las crisis económicas y en las guerras motivadas por el control de los recursos productivos y de las masas sociales. Las necesidades humanas serán necesidades verificadas por las ofertas de la producción y por la demanda solvente de las mercancías a precios monopolizadores. El Hombre y la Naturaleza no se integran conjuntamente en el hombre naturalizado y en la naturaleza humanizada. Aparecerá una Naturaleza como medio suministrador de recursos industriales y un Hombre suministrador de cantidades de trabajo, que le posibilitan subsistir, en los procesos de trabajo. La mercancía, con precio de mercado, desde la oferta monopolista, se convierte en el referente ganancial de una minoría de beneficiarios, que responden a los excedentes económicos gananciales en solución de régimen pragmático al porvenir humano en la historia.
La población urbana de las grandes ciudades, europeas y norteamericanas, habrá de crecer desde los supuestos de un mercado nacional e internacional, que interrelaciona las categorías económicas de concentración de masas de trabajadores y de capital, en instrumentos y medios de producción y cantidades de trabajo. Alrededor de las instalaciones de la Gran Industria, de Los Centros Comerciales, los centros Financieros y las Vías radiales de Comunicación, echarán raíces en el capital monopolista y en la formación de una conciencia social supeditada a las masas monetarias fiduciarias del sistema financiero, que convertirán los excedentes económicos de valor en excedentes de capital monetario. El Gran Capital será el Gran Fetiche de las relaciones sociales ideológicas y de las relaciones de pobreza y abundancia de recursos humanos y económicos de los países del Centro y de los países de la Periferia. Las relaciones de desigualdad social colectiva correlacionan a un mercado totalizador de intercambios desiguales.
La correlación entre empresas industriales, comerciales y financieras, habrá de formar estructuras monopolistas de alcance nacional e internacional. La Gran Industria arrastra e integra masas sociales, de otros modos de producción, que, deben actualizar sus relaciones psicogénicas de sometimiento, y habrían de experimentar interrelaciones de adiestramiento instrumental de lenguaje-jerga y de procesos de trabajo automatizados. La conciencia colectiva e individual quedan adheridas al miedo de la Nada, al instinto de supervivencia insolidaria y a las jerarquías de dominio. El individuo de la sociedad industrial monopolista entra en la carencia económica y mental como el hombre del Neolítico. La conciencia del sujeto y el mundo están alienados en los fetiches del deseo y el ritual, sometidos a la eficacia de los rendimientos gananciales empresariales crecientes y acumulativos. Las imitaciones de la alienación se realizan en el plano motor de la representación tecnológica, en los símbolos desafectivos de los nacionalismos, de las posibilidades de organización acumulativa de recursos para producir, intercambiar y consumir mercancías, fetichizadas por el trabajo y la propiedad alienadas. Aparecen mitos y ritos que extraen su lógica discursiva de la percepción imaginaria, la opacidad de la realidad se transforma en símbolos opresivos que se interiorizan inhibiendo la voluntad colectiva y el poder de la verdad. Las masas sociales monopolistas, integradas y desarraigadas, se adhieren a la utopía carismática y a la Naturaleza deshumanizada. La situación histórica del Gran Capital monopolista impele, tras de sí, las prácticas de producción y las representaciones simbólicas que anulan la perfectibilidad del progreso social. La conciencia de las masas sociales urbanas está impregnada de relaciones ideológicas, desarticuladas de la humanización del hombre y de la desrealización de la verdad del mundo de la Gran Industria y de la Gran Ciudad.
Las masas sociales emigrantes provienen de las relaciones sociales de desigualdad de los modos de producción agrario y gremial, tanto del interior de la Sociedad Capitalista como de las Sociedades de la Periferia. Estas masas sociales tendrán que padecer el desarraigo real y simbólico de su sociedad original, en la extrañación tecnológica y comunicativa de las relaciones de productividad y de apropiación de los excedentes económicos. La integración de las masas sociales pasa por una baja participación en los salarios y una aportación intensa y desigual en el excedente económico. Su baja capacidad para integrarse en los complejos procesos del trabajo tecnificado supone una baja participación en los ingresos salariales. El trabajo complejo exponencia al trabajo simple. Las cantidades de trabajo de las exportaciones de los intercambios internacionales de los países del Centro exponencian a las cantidades de trabajo simple de los países de la Periferia. Esto supone trasladar excedentes económicos de los países de la Periferia al Centro. Los déficits de endeudamiento son acumulativos y desintegradores sociales de los países Periféricos. Las modificaciones organizativas de los procesos de trabajo, basados en las máquinas automáticas, en la velocidad de producción, en la economía de tiempos productivos y tiempos parasitarios, implican diferentes niveles remunerativos entre trabajadores internos y externos.
El trabajador se debe adaptar como una pieza pasiva al automatismo de la máquina. Los modos de producción son los modos de utilización de los instrumentos y las máquinas a un nivel dado de la tecnología y de las ciencias aplicadas.
Las combinaciones de producción, de las manufacturas simples y complejas, implicaban un adiestramiento de bajo coste de aprendizaje, donde el trabajador aportaba una parte propia de adiestramiento de los gremios de origen y de las industrias artesanales. No quedaba reducido a un sujeto carente de los atributos de dominio sobre los procesos de producción. Las masas sociales no dejaban de participar en el control de los proceso industriales. El Gran Capitalismo monopolista despoja de autonomía al trabajador. Se les asignan tareas automatizadas y parciales, que deben realizar en un tiempo de ejecución subordinado a la velocidad productiva de la máquina. La productividad maquinal consiste en producir mayores cantidades de mercancías por unidad de tiempo. Esto implica el crecimiento de los medios de producción y disminuciones de cantidades de trabajo. La velocidad de trabajo de la máquina marca el sistema temporal de consumos productivos de materiales y de cantidades de trabajo. Un modo de producción se determina por el instrumento de trabajo. Las revoluciones tecnológicas en las máquinas-herramientas, los adiestramientos de los operadores a sus ritmos, caracterizan los índices de productividad. Los procesos de trabajo en la Gran Industria conforman relaciones psicogénicas, ante con una conciencia manipulada por el adiestramiento. Ella experimenta interrelaciones comunicativas- productivas de la máquina automatizada activa y la conciencia pasiva-soporte-individual. El soporte-individual está dentro del ritmo de la mecanización del proceso de trabajo.
La Gran Industria introduce nuevas relaciones simbólicas de interpretación de la realidad y de ritos simbólicos de extremada uniformidad en los comportamientos sociales. Solamente las clases medias, desplazadas de los procesos de trabajo de la Gran Industria, establecerán una subjetividad culturizada, desajustada y patológica del autoritarismo exterior de los proceso de trabajo. La producción de máquinas y materiales de producción se interrelacionan con la producción de mercancías básicas de subsistencia. Las crisis industriales son crisis de superproducción de máquinas y de subconsumo de subsistencias a los niveles de distribución baja de los ingresos y de la solvencia de las instituciones financieras. Las crisis económicas sellan disfunciones de decrecimiento y de renovación generacional de máquinas y masas sociales- monetarias. La regularidad funcional de las máquinas provoca automatismos de comportamiento ideológicos en las masas sociales, en cuanto aparecen épocas con sistemas políticos autoritarios, derivados de la crisis económicas e ideológicas. Las manifestaciones sociales totalitarias copian las simetrías de funcionamiento de las máquinas. Las demostraciones de adhesión de la voluntad sumisa, a los poderes de las voluntades dominantes, responden a la regularidad del maquinismo de la conciencia colectiva. El individuo mimetiza la perfección sincronizada de los autómatas. Irá sustituyendo las simbolizaciones del inconsciente de procedencia agraria o gremial por los ritmos ceremoniales de las máquinas en su eficacia productiva. Los adiestramientos simples de los operadores, ante el automatismo de las máquinas, introducirán encadenamientos de obediencia a la jerarquía organizativa de la Gran Industria y de los Órganos coercitivos estatales. Se intenta evitar, en la retórica, que el espacio de trabajo de la máquina y del individuo no se abran a los despieces de la conducta de jerarquía y de masas sociales. La incesante acción recíproca de la máquina y la conducta de las masas sociales, integradas en la gran industria o en sus rituales imitativos, dará efectos alienados en las simbologías de sumisión a la voluntad autoritaria, y a las diferencias de prestigio social basadas en las remuneraciones monetarias. El hombre ya no es el centro del mundo, pues ha sido ocupado por la máquina y la información.
Protágoras (c. 480-c. 411 a.C.), filósofo griego, estableció el fundamento de su reflexión en la doctrina de que nada es bueno o malo, verdadero o falso, de una forma categórica y que cada persona es, por tanto, su propia autoridad última. “El hombre es la medida de todas las cosas”. Acusado de impiedad, Protágoras se exilió, pereciendo ahogado en el transcurso de su viaje a Sicilia. Protágoras quería relativizar la influencia maquinal de los dioses en el destino de los hombres. La negación del destino humano, provocado por las oligarquías aristocráticas, exigía que la persona fuera la autoridad última de sus actos para evitar la utilización política de la religión en el sometimiento del ciudadano a las oligarquías. La religión de los dioses es hoy la religión del capital monopolista. Si antes la religión había ocupado el espacio de la enajenación religiosa ahora este espacio mental está ocupado por la productividad de la máquina. La máquina en sí pertenece al progreso del hombre, ante la necesidad y la carencia, en cuanto produce recursos humanizados que le ayuden a vivir un mundo posible. Es la utilización social de la máquina, medio de explotación del hombre, la causa de la supeditación de éste a la máquina. Ésta es neutral a su utilización. Son los utilizadores económicos de las máquinas las que las convierten en objetos destructivos de lo humano. Los trabajadores de la Gran Industria automática cierran su voluntad ante relaciones mitificadas de los procesos complejos de producción y comunicación de las máquinas. Las desemejanzas del comportamiento motor y mental del los individuo, en diferentes épocas históricas, están determinadas por la relaciones sociales de clase en los procesos de trabajo de revalorización del capital y de la actividad agresiva de los símbolos enajenantes del sufrimiento y la desesperación.
El gran dilema existencial de nuestra época es el distanciamiento del Hombre y la Naturaleza y la explotación privada de ambos. La no integración del hombre naturalizado y de la Naturaleza humanizada. El laberinto de la irracionalidad está inscrito en el laberinto de la astucia de la razón automatizada.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

La astucia de la Razón ( 2)

Las ideologías de las máquinas sociales totalitarias tienen un movimiento de regreso a situaciones pretéritas donde se confunden la falsedad y la realidad. Como si el pasado tuviera los rasgos irreconocibles del silencio del tiempo. Sobre este silencio las interpretaciones interesadas en desdibujar los rasgos sociales de la aniquilación de las desesperanzas. El pasado se sustituye por las predicciones historicistas, que correlacionan los intereses de los grupos sociales superiores a la selectividad de los hechos que se conforman a sus intereses dominantes. Los movimientos de regreso histórico reescriben el pasado intencionalmente. Se establecen para escribir sobre la memoria de la realidad. La escritura la sustituye. Se estratifican los signos sobre una irrealidad hasta constituir una realidad sucia. El regreso al pasado es verdaderamente una combinación fragmentada de realidad mediatizada por el deseo y sus imaginarios sustitutivos. El individuo regresa a las mutilaciones de los hechos y al conocimiento de fragmentos para adentrarse en las contingencias de la manipulación. El presente introduce en el pasado el lenguaje onírico de la sumisión escapista. Pero si el pasado está separado irremediablemente del presente y si el futuro se vislumbra en la incertidumbre de unas vidas breves, ¿qué finalidad se puede establecer en nuestros actos actuales? ¿Es el hombre un ser trascendente o es contingencia? ¿Poseemos finalidad trascendente o solamente nos hallamos dentro de un presente radical y limitado por el olvido? La sociedad acumula, en su presente, los procesos imaginarios sustitutivos del pretérito y sobre la actualidad conjetura las condiciones finalistas de los efectos del presente. El tiempo de la existencia actual se nos vuelve confuso por el haber sido definitivo y el futuro limitado por la duración de la temporalidad. No logramos distinguir lo que hemos sido, de lo que somos, y de lo que queremos ser. Un pegamento adhiere los momentos existenciales en un Todo inconsciente y sin finalidad. De manera que a Jean Paul Sartre, esta situación del Ser y la Nada, le permitió aducir que si el mundo es absurdo, si el hombre es una pasión inútil y si los dos no constituyen otra cosa que un Dios fracasado, es imposible para el hombre asignarse fin alguno. El sentido del movimiento del hombre en el mundo bien termina en un finalismo trascendente o bien la afirmación nihilista de la Nada. La finalidad inmanente de la trascendencia humana o la contingencia de un ser hecho de tiempo.
Las contradicciones de su existencia contraen a la inercia del presente absoluto. Los finalistas esperan salir de la inercia temporal a través del empuje de un movimiento exterior metafísico o dialéctico. La salida de la inercia habría de llegar de una causa exterior o de una causa negativa y acumulativa que cambie la cantidad en cualidad. Un motor exterior que empuje hasta lograr el movimiento finalista de la trascendencia. La fuerza potencial necesaria, que, debe realizar la existencia a través de un motor universal, debe dar continuidad en una trayectoria permanente y ascendente para el individuo y la Sociedad. El motor universal que posibilita la movilidad de la voluntad y la libertad contra las fuerzas reactivas de masas inertes, adheridas a la fatalidad del mal en la historia.
Para Tomás de Aquino (1225-1274), filósofo y teólogo italiano, hay una primera vía para el entendimiento de la existencia de Dios. La primera vía ser funda en el movimiento. Es imposible, que, una cosa, sea motor y móvil al mismo tiempo. Por consiguiente, es a su vez movida, y es necesario que la mueva una tercera y ésta a otra. Más no se puede seguir con causas infinitas. Es necesario llegar a un primer motor que no sea movido por nadie, y éste es el que todos entienden por Dios. El movimiento que causa el motor universal es un factor exterior a la sociedad y al hombre. El sometimiento a la ley universal del Cosmos estoico reaparece en el empuje del Motor Universal. El hombre se convierte en las huellas de sus movimientos, que dejan sus actos erráticos en la superficie encerada de la historia. La argumentación teológica tomista sobre la existencia de Dios como primer motor, se ha ido abriendo en espiral sobre todas las concepciones del progreso trascendente del hombre en la historia. La necesidad de que el hombre lleve en sí un sentido divino o histórico que justifique la temporalidad finita de su existencia.
La aparición del maquinismo y el robotismo, en los procesos industriales del siglo XX y XXI, ha llevado a concepciones de la historia basadas en los sistemas progresivos de perfectibilidad de la producción material e ideológica de un Gran Autómata, regulador de un sistema de máquinas sociales, que se enganchan a su cuerpo como las simientes y el hombre al cuerpo motor de la Naturaleza. El hombre encuentra el sentido de su finalidad en el progreso de las ciencias aplicadas a la vida y no al ser de la muerte trascendente. En la actualidad del presente radical, la conciencia de los individuos se somete a la ideología de las soluciones voluntarista hedonistas, que obligan a salir de las contradicciones a través de las actuaciones organizativas del Gran Autómata o del Moloch estatal. Se da el vasallaje de la Sociedad Civil a las actuaciones generales organizativas del Gran Autómata. La esperanza trascendente del sentido del hombre y del mundo en los movimientos de un Motor General, que conlleva el conformismo de la esperanza a la finitud de la temporalidad. Los conjuntos evolutivos tecnológicos e ideológicos del Gran Autómata, que recibe los movimientos de contracción y expansión de un Motor, y se mueve a sí mismo, dejan al ser humano en un ser dependiente de circunstancias exteriores que le son ajenas. El Gran Autómata Social y el Motor Universal se correlacionan en la afluencia de los valores de uso material y mental justificativos del finalismo técnico. Soluciones más allá de la inseguridad del nihilismo de la nada. La analogía simplificadora de la vida del hombre en la historia como la circulación de la sangre movida por el corazón. Ahora la racionalidad de la ciencia natural y de la ciencia política sería un motor universal que empuja a la esperanza por el sistema circulatorio de las necesidades y la satisfacción de la esencia humana realizada. La ciencia lleva el movimiento universal y perfecto del Gran Autómata a la corrección del desorden de la gradación descendente del mal en el hombre y el mundo. El Gran Motor introduce la perfección de las soluciones ultrahumanas en el acontecer de la contingencia en la historia. El Gran Motor de la ciencia y la sociología mecanicista dan al hombre la ausencia de miedo al tiempo y espacio infinitos. El finalismo inmanente de la muerte intrascendente.
Pero también para los desajustes del hombre y su destino en el mundo, habrá de llegar el orden teleológico de las drogas, al igual que las máquinas burocráticas- militares e inquisitoriales, que darán homogeneidad al sometimiento del individuo a la voluntad general del orden reglamentado. Las máquinas rígidas de la intolerancia realizan movimientos reguladores para hacer de los individuos acumuladores de situaciones pasivas conectadas a las transmisiones del Motor Universal. El Gran Autómata mueve los impulsos desajustados de la temporalidad finita. Se unen el Motor Universal y el Gran Autómata para la producción de mercancías y hombres homogéneos, en un proceso discontinuo y finito, pero incesantemente reiniciado. Los órganos transmisores de la disciplina están inscritos en los polígonos hexagonales de los órganos militarizados del Moloch y de la Gran Autómata de la Sociedad del siglo XXI.
De la utopía racionalizadora de la finalidad trascendente del hombre total, hoy se ha pasado al hombre común de funciones automatizadas y precarias. En la situación actual, del finalismo justificativo del hombre en el mundo de la producción se ha pasado a masas sociales subvencionadas, que esperan estar enganchadas al Moloch para sobrevivir a la crisis del subconsumo y la marginalidad. Las máquinas cibernéticas y las máquinas sociales de voluntad de dominio determinan el reinicio incesante del ocasionalismo finalista de las contradicciones, la distribución desigual de la riqueza, del hombre real finito y del hombre imaginario infinito. De este reinicio incesante de las contradicciones de la supervivencia desigual surge de la inercia los movimientos totalitarios de la Nada en la Historia. El Gran Autómata establece, en el caos contingente, la Nada del mundo y la pasión inútil del hombre por la trascendencia más allá de la vida. La mecánica organizativa de los conjuntos estructurados del Gran Autómata disciplina y somete el sufrimiento a la esperanza tecnológica de dominio inmediato.
Las máquinas ideológicas se separan de la realidad y afirman la gradación ascendente de la perfectibilidad de las partes con respecto a un Todo completo, que las incluye y determina. La sociedad se consolida convirtiendo la inercia de la realidad en actuaciones sociales imaginarias. Extraños movimientos de la sociedad que preanuncian el Caos en el Orden.
El Gran Autómata alcanza su mayor grado de dominio cuando convierte al ser real en un ser imaginario. Cuando produce las sombras de hombres y las aísla en conjuntos de extrema insolidaridad. Las relaciones sociales se jerarquizan para establecer un orden creciente del sometimiento irracional. Las atribuciones materiales y espirituales, que corresponden a un ser integrado en la evolución de la perfectibilidad humana, se invierten en las categorías de la marginalidad de la dependencia de Otro. El Gran Autómata produce y clasifica al ser integrado y al ser marginado. Los individuos fuera del orden del Gran Autómata se atrapan en la culpa angustiada del no seleccionado en la jerarquía de los predestinados por la inmanencia trascendente del Gran Autómata. Las máquinas sociales totalitarias tienen un movimiento de regreso a situaciones de reconstrucción general, donde se aúnan la imaginación sádica y la conciencia desgraciada del hombre sometido.
La ley de desarrollo del Gran Autómata crea para el hombre y su mundo el finalismo del hombre irreal en la trascendencia imaginaria.