sábado, 9 de febrero de 2013

El pez en la pecera.


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A partir de la crisis económica de los años sesenta del siglo XX, se han venido arrastrando la realidad social del sistema y los conceptos ideológicos, políticos y económicos, de la derecha neoliberal norteamericana y la de todos sus epígonos teóricos y burocráticos del economismo monetarista. Cuyos principios de actuación se habrían de basar en: a) La crisis fiscal de alto endeudamiento como efecto de una política expansiva de la demanda estatal que recaía en los precios inflacionarios, b) las políticas sociales expansivas del Estada del Bienestar que acrecentaban las diferencias entre ingresos y gastos estatales que incidían en déficit financiaros por los préstamos de los organismos internacionales, con su corolario de interés crecientes pagados con los ingresos decrecientes del Estado, c) la viabilidad incierta de la demanda del gasto social expansivo como consecuencia de la inflación de precios y el arrastre de salarios crecientes en los costes que producción, que se unía en razón creciente a la ineficacia del  expansionismo keynesiano a corto plazo del pleno empleo igualando los ahorros de las ganancias a la inversión. El aumento de la inversión empresarial envejecía las inversiones y no aplicaba la capacidad industrial a las nuevas inversiones en activos. Se   aumentaban los ingresos totales, pero sin originar decrecimientos de los costes fijos de amortización y obsolescencia y por tanto se producían caídas del excedente económico monopolista distribuido en los dividendos de los accionistas. Por tanto, los costes decrecientes monopolistas se ralentizaban por excesos de capacidad de producción y amortización de activos, cargados en los costes primarios, originando costes crecientes y precios monopolistas. Los precios monopolistas ascendían por incorporar el exceso de salarios y gastos de ventas. Los costes empresariales no productivos  alteraban los excedentes reales económicos.
 Los excesos de baja capacidad industrial, utilizada con rendimientos decrecientes en las inversiones productivas, se expandían en el círculo infernal de los rendimientos decrecientes y expansión de la inversión de capital y la contracción de la capacidad real de producción que recaía en el descenso de las utilidades industriales. La caída del excedente económico,  a causa de los rendimientos decrecientes de la capacidad industrial utilizada. La capacidad industrial no utilizada es un coste fijo. La no renovación de las inversiones de capital fijo por causa del exceso de capacidad no utilizada baja la productividad relativa de las inversiones y los costes salariales decrecientes disminuyen el excedente empresarial y por tanto el aumento del consumo de capital en bienes improductivos y la regresión de la inversión de capital. El sistema de producción se contrae en los bienes fijos del sector de producción y en el descenso del consumo en el sector de medios de vida. El efecto conjunto se da en una tasa general de paro creciente.  Los  excedentes decrecen con el descenso de la actividad del trabajo y las inversiones de bienes de capital obsoletas. El sistema de producción es un cuerpo envejecido que afecta a la totalidad de la sociedad. La inversión de bienes de capital se contrae ante un decrecimiento del excedente por efectos de la tasa de desocupación y la tasa de capacidad industrial inutilizada. La economía de producción depende directamente de los activos empleados de capital y de empleo.
Para los monetaristas, las ganancias industriales estaban afectadas por la inflación creciente de los costes de producción y el máximo de precio de mercado monopolista. La economía de la ganancia monopolista se esclerotiza en continuo decrecimiento de la oferta de producción y la caída de la  demanda potencial solvente.  Los capitalistas no pueden gastar más que lo que no consumen en capital invertido y los obreros sólo pueden gastar lo que cobran en salarios. El aumento del gasto de salarios por encima del ingreso origina niveles de endeudamiento en las familias y fuerza más tarde a la disminución del consumo y a la morosidad. El exceso del consumo capitalista en bienes de lujo disminuye la inversión  o aumenta el ahorro de capital improductivo.  Además la demanda del gasto social, proveniente del gasto y el endeudamiento públicos, altera al alza los precios; inflacionados por la demanda de sectores sociales estratificados sin demanda solvente. Se rompe el equilibrio  de precios de las empresas oligopolistas.
Para los monetaristas, la inflación surge de la financiación de un gasto público excesivo, tanto por la expansión de los sectores de demandas de servicios públicos como por el desarrollo del capital industrial a través del estímulo artificial de la demanda inflacionaria. Las ganancias no son reales, sino dinero inflacionario por la circulación monetaria. La demanda creciente, lejos de estimular la inversión a través de los precios de mercado monopolista y los costos decrecientes debido a la productividad general de las empresas, lo que hace es realimentar la inflación de los precios de monopolio y la obsolescencia de los equipos industriales bajo la incertidumbre de ganancias monetarias de dinero depreciado, cuyo efecto retrasa el proceso de renovación de los ciclos con excedentes económicos sin realización monetaria. De aquí se habría de deducir la necesidad económica de reducir el gasto público mediante unas políticas crediticias estrictamente restrictivas que desalentara la demanda inflacionaria, procurando el decrecimiento de los salarios  reales y su consumo potencial. Con la caída del gasto público, la reducción del déficit fiscal y la contracción de la demanda potencial socializada, se lograrían los ajustes de la capacidad industrial potencial con la capacidad real, la variación moderada de la productividad,  los precios de monopolios estabilizados, y los costos decrecientes y el excedente económico en crecimiento.
Las políticas del monetarismo ultraconservador de los sesenta aparecen hoy. El remedio de la caída de la demanda insolvente contraída,  crédito bancario reducido,  y las  decisiones de desinversión pública y privada producen el estancamiento económico con ganancias en los sectores monopolistas. Con una demanda contraída se imponen precios monopolistas y ganancias. La decisión económica de los sectores no monopolistas dará ganancia mínimas con costes crecientes de materiales de producción, costes fijos y bajos salarios. La inversión pública se contrae por debajo del nivel de subsistencia.
 Se diría  que el ayer es el hoy. O el pez está en la pecera. La invariabilidad de permanencia del pez en la pecera depende de las condicione interna del volumen de oxigeno y de la condición externa de la comida que se le suministra. El pez vivirá en sus invariantes.
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Los excedentes empresariales están en razón directa con el decrecimiento de los  costes y el mantenimiento de precios de mercado monopolista. Los sectores económicos de pequeños empresarios de precios únicos concertados no se mantienen  reduciendo  los gastos de salarios que forman su demanda.
Los salarios son antagónicos  a los excedentes como parte de los costes. Si aumentas los salarios aumentan los costes y bajan las ganancias excedentarias. El capital monopolista esquiva los salarios altos incrementándoles en el precio de venta de mercado al igual que el resto de los costes sociales fijos que incorpora al valor del producto. Esta política económica de ventas de productos monopolistas de baja demanda favorece el crecimiento de los precios por la caída de la oferta. El mercado monopolista no se contrae a precios altos, costes decrecientes monetarios y  ganancias monetarias.
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El sistema social de producción  se atasca en la acumulación de capital en mercancías que no realizan su valor monetario en el mercado. Se quedan sin vender las mercancías  mientras se desacelera la demanda de compra y la oferta de inversión de capital. El pivote del desarrollo de  la producción y el consumo es la relación de la tasa de  trabajadores activos y la tasa de trabajadores parados. El índice de paro marca absolutamente la situación económica de la oferta de producción y la inutilización de la capacidad industrial.
El decrecimiento del capital invertido en la producción y en  la circulación de las mercancías en su ciclo de mercancía-dinero causa crisis temporales en el crecimiento económico y una serie cronológica de efectos negativos: a) el crecimiento de la improductividad tecnológica, b) la sustitución del capital propio por préstamos que pagan insolvencias  empresariales. c) el aumento creciente del paro obrero que determina una reserva de obra que aún no ha envejecido o no se ha incorporado a la actividad de producción, la disminución creciente de la tasa de ganancia interna de producción afectada por la escasez de ganancias proveniente del paro obrero y la falta de utilización del equipo de producción industrial, d) la falta de retorno dinerario de masas de productos pendientes de consumo, e) la contracción del mercado de consumo es la contracción  de la producción, el crecimiento del déficit estatal, la morosidad en los retornos de las deudas y la contracción del crédito bancario.
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No hay sustitución de máquinas por hombres, sino obsolescencia tecnológica a bajos niveles de producción con altos precios de los productos en el mercado. Disminuyen las ganancias internas de las unidades empresariales a causa de las disminuciones de capital en salarios. La acumulación de capital se detiene con el decrecimiento del capital variable que aporta la tasa interna de ganancia. No hay valoración interna del capital por la reducción de las cantidades de trabajo aplicadas en el proceso de producción.  Si decrecen las cantidades de trabajo invertidas en los procesos sectoriales de producción, decaen las ganancias internas  y el sistema social se contrae en las reacciones contrapuestas de la producción y negatividad del consumo de producción, y el consumo individual por la falta de conversión de las ventas en dinero. El sistema social se vuelve regresivo en la cronología del descenso de acumulación de capital a invertir y en el otro polo de la sociedad el avance de la pobreza artificial en millones de seres humanos.
El pez está en la pecera, pero sólo la actividad consciente de la sociedad lo mantendrá vivo.
Observación, la complejidad del tema económico tratado invita a considerar  que una revolución política no lleva a una revolución del modo económico de producción y circulación del capital. La revolución árabe pasa ahora por esta contradicción  de cambiar la sociedad económica por obra del cambio constitucional del Estado.