sábado, 21 de diciembre de 2013

El Bosco: condena y salvación.

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El Bosco nos lleva, a través de su pintura, al encuentro de la insuficiencia del hombre para hallar la salvación eterna. Insistentemente ironiza y se burla  con respecto  a las imperfecciones religiosas que correlacionan la fe y las servidumbres del pecado. El hombre siempre está entre las promesas del Jardín de las Delicias y el infierno interior y exterior de su condición religiosa. Las líneas de sus dibujos deforman los rostros hasta la crueldad de la caricatura del loco y el límite de las deformaciones corporales en la superficie rectangular del cuadro, que determina, con sus marcas cromáticas, la visibilidad ante el teocencentrismo finalista del hombre como medida de salvación. El Bosco se esfuerza denunciando la persistencia del pecador por renunciar a ser representante de dios. Por debajo de las masas de color de sus pinturas, surge la voz desesperada de quien quiere salir fuera de destino temporal para no encontrar el horror vacuo del Juicio final.
El Bosco muestra el mensaje  de un hombre que sale de la baja Edad media para encontrarse con el renacimiento de la cultura clásica en las instituciones políticas, jurídicas y económicas. El mensaje de la mediación de las formas legales de la moral sobre los contenidos cristianos de la presencia obstinada del pecado. Bosco, (1450-1516), rechaza un cristianismo que se huelga en la hipocresía de la liturgia, que conlleva los medios y los fines del poder de tener  bajo el disimulo moral. La sociedad está jerarquizada por la aristocracia del dinero, los gremios manufactureros,  el internacionalismo de la producción textil, la circulación del dinero, la aristocracia de los banqueros que controlan los préstamos internacionales a los estados, junto a las finanzas de la Curia del Vaticano. Frente a esta desorganización social desigual de las necesidades sociales, están las instituciones represivas, la pirámide del poder de la riqueza y el mar sin fin de la pobreza. El Bosco se asienta en la protesta religiosa, que exige organizar la Iglesia católica con la tradición del cristianismo primitivo. Los ejes ideológicos de vuelta al cristianismo, en los que El Bosco queda constreñido a su concepción del finalismo religioso de la existencia movida por el sentido de la trascendencia de los actos. La trascendencia mística del movimiento herético valdense que rechaza la veneración de imágenes, la transubstanciación, el Purgatorio, la veneración a María, las oraciones a los santos, la veneración de la cruz y las reliquias, el arrepentimiento de última hora, la necesidad de que la confesión se haga ante sacerdotes, las misas por los muertos y las indulgencias papales, la pena de muerte, el uso de armamentos y la participación en guerras. Aunque el trasfondo esencial de la herejía valdense y protestante es la pobreza y la conexión moral de la necesidad de que tierra sea de propiedad de las comunidades cristianas.
Ante la concepción valdense de las manifestaciones del  mundo religiosos primitivo, están las relaciones sociales de propiedad de la tierra, los gremios  y sus ordenanzas, la producción gremial, la coacción  de los reglamentos municipales dictados para aprovechamiento de minorías  que monopolización las compras de materias primas y las ventas de productos acabados. Los artesanos menores quedan fuera de la formación de los precios de venta y de fijaciones del mercado de trabajo. También  el pueblo de trabajadores desprotegidos por las leyes y las ordenanzas gremiales. La formación del salario y la jornada de trabajo se imputan al precio de venta. Se le excluye de los derechos civiles y políticos de la Comuna Política. Quedan prohibidas las asociaciones de obreros, sus asambleas y se le  divide como el pueblo del diablo  rebelde y el pueblo de dios sumiso.
 Para el Bosco, y por la manifestación social de su arte, la sociedad jerarquizada por la riqueza estaba condenada. Era necesario un retorno a un cristianismo de la pobreza como medio de salvación de la humanidad perdida. No había redención para ella desde una fe basada en el cristianismo sin los pobres. El infierno de El Bosco es denso como el aceite. La suma infinita del horror es la condenación del presente. La suma finita del horror es el infinito que repite los gritos de los castigados en el espanto  de la intemporalidad del mal.
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El cuadro del Cristo con la Cruz acuestas de El Bosco es una  de las mayores expresiones acusativas artísticas de la indiferencia moral ante el individuo condenado.  A la caída del hombre-dios en desgracia por su rebelión contra la injusticia de la pobreza y su rebelión ante el desorden del mundo, se le contrapone la ley del castigo de la muerte o la a reclusión de la pobreza y la ignorancia a sus seguidores. La mística de la esperanza es barrida y expuesta en manifestación de delito contra el poder  y el castigo que éste impone por el desorden. Esta esencial división, la expresión religiosa y el deber del sometimiento a los poderes temporales, el Bosco la traza simbólicamente a través la diagonal  de la cruz, que divide el cuadro de izquierda a derecha, hundiendo a los personajes hacia el fondo del ángulo derecho. La diagonal de la cruz es el elemento espacial que atraviesa la composición pictórica. Introduce a la víctima inocente entre la indiferencia laica de sus ejecutores.  Los personajes del cuadro comentan unos con otros. Nunca se sabrá el sentido de sus comentarios. Pero es evidente que justifican las explicaciones legales del castigo. Exculpan el poder que ha sancionado el sacrificio del inocente. Los gestos de los personajes al igual que la diagonal de la cruz son instrumentos de tortura.
 La eepresentación de Cristo es el de un hombre inocente, dulce y joven. Está fuera de la audición de los comentarios. Es un hombre dentro de él mismo, en el crucial instante de aceptar su desaparición del mundo. El hombre, que sabe con certeza su muerte, se aparta del contacto del lenguaje. No hay conexión ilativa. Sólo en la diagonal de la cruz apoya la cabeza y muestra su semblante reflexivo. La agonía se convierte en mandato de promesa de orden espiritual. El Bosco eleva al sacrificado a la cercanía mística de la iluminación central del cuadro. Y esta luz de la reflexión física  y espiritual está fuera de los gritos y los gestos de los personajes del cortejo. La Verónica está también  fuera de lo inhumano, de la sinrazón de la barbarie. Ellos dos, Cristo y la Verónica, para el Bosco, son dos  seres que quieren huir mentalmente de la sinrazón. Una sinrazón, que el Bosco expresa, pintándola con individuos sayones, aglomerados, manchados con la indiferencia de la  práctica cotidiana del disimulo. Ellos, los personajes del cortejo, gesticulan, gritan, sin sonidos, sólo gestos histriónicos en el silencio de la pintura. Son seres traídos del oscuro tenebroso de las masas de siervos urbanos de la baja Edad Media. Se diría que la amargura del individuo está perdida en la brutalidad de la indiferencia, la jaculatoria de un bestiario.
 En el ángulo inferior derecho del cuadro, tres personajes del bestiario de la insania, cavan jadeando la expresión verbal de la injusticia. La mirada del espectador queda fija en ellos con el estupor que origina la sinrazón. Para El Bosco, la locura del mundo es la condenación del inocente. La multitud de los personajes, arracimados al acompañamiento, arrastran sobre la estulticia la explicación absoluta de la fatalidad del destino ciego del poder que decide la historia y a sus víctimas. Aunque una historia que el pintor quiere acercar a lo máximo a la mirada del espectador es un grito plástico del tiempo convertido en testimonio de lo imperecedero del mal y la locura. ¡Cuánto sufrimiento de las víctimas que cae como hojas en este caminar del hombre sobre el plano vertical de su existencia! Es el dolor que verifica el valor de la existencia. El Bosco hace un cuadro en la esencia de la verdad espiritual, testimoniando la inhumanidad hasta la desesperanza.
3. Adenda
En los siglo XVI, XVII Y XVIII, los Hospitales Generales, las parroquias y las Workhouses utilizaban los espacios carcelarios para los pobres y los locos. Espacios punitivos de la pobreza material y mental de los desajustes sociales de ricos y pobres. Estos espacios carcelarios  desempeñaban un doble juego de represión: a) la conversión de los vagabundos y mendigos  en trabajadores en épocas de bonanza económica, reabsorción del  desempleo y control de los alborotos y rebeliones sociales en las épocas de crisis. b) Controlar la tasa general  salarial media  cuando ésta subía por encima del nivel mínimo de pobreza. De forma que el salario mínimo actuara sobre los productos básicos manufacturados y de  alimentación de pobres. Los salarios reales pagados en los establecimientos de confinamiento para pobres, con costes salariares mínimos, era la medida para las alzas y bajas de los salarios generales y las ganancias medias de la industria. El Salario del bronce marcaba la situación del  mercado de las ganancias. El salario del bronce era el de subsistencia mínima del pobre que producía en las casas de internamiento. Esta variable salarial provenía de los establecimientos de confinamiento de pobres productores y marcaba los ascensos de los precios de los bienes básicos, constituidos en su coste por referencia a la mano de obra internada. El alza del precio de utilidad del trigo aumentaba las rentan de los propietarios hacendados y el salario en trigo del mínimo vital. Al aumentar los salarios reales y disminuir las ganancias de los sectores preindustriales, era necesario que la producción de trigo de los establecimientos de pobres bajara el precio del  mercado de trigo. La utilización de mano de obra barata internada en casas de pobres  afirmaba la dialéctica del trabajo como mínimo de subsistencia y de máxima ganancia. La energía humana, objetivada en el producto, era desvalorizada en términos reales de necesidad. La producción sobre la base constitutiva del trabajo, en el mínimo de subsistencia, era la relación de dominio económico para que el trabajo no llevase en sí sus propias ganancias.


martes, 19 de noviembre de 2013

Ideología y crisis económica.

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La ideología sobredetermina las condiciones reales de existencia. Conforma una unidad operativa de las condiciones materiales y las condiciones ideológicas que las representan. El hombre vive dentro de la ideología de su tiempo. Es un hombre de su época. Su conciencia es la conciencia que producen las condiciones sociales actuales de su reproducción material e ideológica. Vive inconscientemente con la máscara de su ideología. La ideología es una representación invertida de las condiciones reales. Los sueños ideológicos son la inversión de las condiciones reales. Las formas invertidas ideológicas actúan sobre la realidad para mantener el conflicto del individuo real con el individuo imaginario. Se vive dentro de la ideología que representa y simboliza  las condiciones en las que la clase dominante reproducen su poder social. La ideología se vuelve un instrumento de dominación sobre las clases sociales dependientes. No es un equilibrio de poderes, sino una jerarquía de poder absoluto que  utiliza la propiedad, la ciencia y la política para mantener un estado social de desigualdades sociales. El dominio económico y político   se entrelaza para que una minoría imponga un orden de jerarquía de riqueza material e ideológica. La voluntad de poder efectivo sobre una mayoría dependiente por el del rigor de la violencia organizada, centralizada, y económica al nivel de equilibrios de subsistencia de las masas sociales integradas en los procesos de producción de plusvalía. No hay nada en el mundo que no obedezca a la ley de la desigualdad. La fascinación por el poder político, y por los dioses de la sumisión al destino, confirma la eficacia de la ley de la desigualdad. La ideología de la desigualdad  se vuelve un factor subjetivo, que atraviesa las generaciones perpetuándose. Las máscaras cambian sus gestos cínicos, pero los actores del dominio se mantienen en el escenario a través de la perpetuación de la propiedad y la desigualdad.  La ideología de los dominantes se vuelve la ideología de los dominados a través de la estructura compleja de la desigualdad. La sumisión se perpetúa en la desigualdad legalizada. El escenario social no cambia. Sólo cambian los actores del drama de la desigualdad. Y dentro del drama, el juego social extintivo del régimen político y económico de los dominantes. La jerarquía de domino se perpetúa en las representaciones ideológicas y en la propiedad de clase y son independientes de los desequilibrios estatales de los bloques de dominio político. Los bloques políticos van desde los regímenes de poder absoluto a las democracias de representación popular. La esencia del poder de clase está alienada en su ideología. Se mantiene en la sobredeterminación  de la razón y la libertad por la sin razón, que formaliza la constitucionalidad de la desigualdad.  Los conceptos de dominio se vuelven ambiguos por el lenguaje de la fascinación trascendente de la existencia. La esencia del contenido de dominio está siempre en la interioridad de las palabras. Los hombres se deslizan por el tiempo sin que hayan modificado la ley universal de la desigualdad. Las masas sociales urbanas actuales están dentro de la invariabilidad de la inseguridad que proviene de la desigualdad económica. Los actores individuales y colectivos desparecen del escenario social, pero no así las relaciones sociales de dominio. Tal vez la mayor decepción para un espectador atento al escenario generacional sea la confirmación de la perpetuidad de la ley de la desigualdad de los sometidos. Los intervalos temporales  de irregularidad relativa de esta ley son breves. Se dan en las grandes calamidades sociales y naturales, posteriores a los desequilibrios internacionales de ascenso y descenso de las minorías de poder. Las condiciones de historia  se determinan por la decadencia o ascenso al poder de las minorías. Y en estos intervalos de desequilibrio se dan las coyunturas revolucionarias, que atenúan la ley de la desigualdad. Después de estas coyunturas, la acción de la ideología se vuelve una fuerza real operativa que retrotrae las situaciones convulsas a equilibrios transitivos compensadores. Las transiciones políticas reintegran la caducidad de un sistema social a otro mediante los pactos de subordinación  a las condiciones ideológicas del régimen social en decadencia. Las rupturas sociales posteriores provienen de transiciones fallidas de las minorías de dominio. La falta de enlace del dominio por perpetuaciones conservadoras desde arriba del orden en decadencia.
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La teoría económica de Sismondi va estrechamente unidad a la teoría del subconsumo/ superproducción y a la crisis de las rupturas sociales. La teoría del subconsumo de Sismondi enuncia que la producción creciente   no puede enfrentarse por razón a la desigual distribución de los ingresos. Con una demanda efectiva decreciente se originan constantes estancamientos de las ventas y perturbaciones financieras de cobros y pagos. La carencia de financiación por las unidades económicas se debe a la falta de capacidad del mercado para recuperar las inversiones de capital y las ganancias del trabajo en términos monetarios. La desproporcionalidad de la producción y el consumo se debe, según Sismondi, a un defecto en la estructura capitalista. Reinando una competencia libre, cada empresario trata de vender más barato que sus competidores, reduciendo los costes de producción mediante en menor gasto posible en materias primas  y sobre todo en salarios. Como consecuencia de ello, una parte de los obreros queda sin ocupación. Se forma un ejército de obreros en reserva que actúa como una variable interna que hace caer los salarios y la demanda de consumo. Todo  esto redunda en una disminución de la demanda efectiva. Pero simultáneamente crece la producción, debido a los progresos tecnológicos. Las ganancias obtenidas en la producción se distribuyen de manera desigual entre el capital y el trabajo, al darle al obrero  nada más que aquello que justamente precisa para mantener su vida.
Por otra parte, la superproducción y el subconsumo obligan a los capitalistas a ajustar la inversión a las ganancias. No se invierte en bienes de de equipo de  producción con lo que el decrecimiento de la inversión  va derrumbando sectores industriales de consumo inducido. La espiral de la crisis va recayendo en el decrecimiento de bienes de consumo y el crecimiento del paro. La falta de demanda efectiva es un multiplicador regresivo del decrecimiento  del empleo. Si los capitalistas aumentasen  su consumo no se dirige a los sectores industriales de bienes de equipo e intermedios, sino que se dirige a los sectores de bienes de lujo y financieros especulativos.
 Esta demanda de lujo, en parte, sólo puede ser satisfecha  sólo por importaciones de bienes de extranjeros. Esto provoca el crecimiento del endeudamiento exterior sin que repercuta sobre el empleo nacional. Industrias nacionales tienen  que ser paradas  o transformadas debido a la disminución de la demanda  por parte de los obreros y los capitalistas, lo que trae como consecuencia más despido de obreros. Así la concentración del patrimonio industrial en manos de unos cuantos origina una constante restricción de las ventas, por lo cual, la crisis no dejará  de existir hasta no haberse suprimido la desigualdad de los ingresos entre empresarios y trabajadores. El defecto en la estructura capitalista, entre producción creciente y demanda efectiva decreciente, es el defecto esencial en la estructura económica. Su solución requiere una intervención del Estado en la marcha de los procesos de producción y demanda. El capitalismo empresarial no resuelve la crisis de demanda efectiva sin la intervención reguladora del Estado.
Algún lector puede quedar desconcertado ante las características de la crisis de superproducción y subconsumo y la necesidad de la intervención del Estado para corregir este defecto fundamental en la estructura capitalista. Los planes estatales sobre la crisis actual llevan la dirección de acrecentar el subconsumo y el desempleo. La falta de apoyo a la demanda efectiva de la población aumenta el crecimiento del paro y con él decrecimiento de la demanda efectiva y la caída del multiplicador inducido de los  sectores económicos. Además, la carencia de la demanda de empleo público origina  mayores caídas del consumo directo y el aumento del déficit estatal por menores ingresos fiscales, compensados con las reducciones de gastos estatales  y el aumento del  endeudamiento externo como sustituto de la caída de la producción nacional y la demanda efectiva.
 Círculo vicioso de aumento de la pobreza degradante en amplias capas de la población activa e inactiva. El déficit de consumo extiende la depauperación relativa de la población.
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Nos encontramos frente al problema de uncir la ideología de dominio con la crisis económica.  Mientras la ideología de dominio sobredetermina las condiciones de existencia social, conformando una unidad operativa, política y económica, del mundo real y el mundo imaginario, las masas sociales viven la crisis de subconsumo dentro de la ideología de la clase dominante. Se diría que el hombre sometido vive dentro de la ideología, porque lo viven desde la inconsciencia. Su conciencia es la conciencia de quien mantiene las condiciones de reproducción material e ideológica. Vive con la máscara ideológica de un sistema económico del que no es sujeto, sino objeto. Así la concentración del patrimonio industrial en manos de unos cuantos origina una ideología de la propiedad jurídica, que atraviesa la necesidades sociales con ofertas y la demandas de trabajo a través del precio del salario decreciente y la falta de inversión capitalista y estatal. Un salario que mantiene la ley de la desigualdad del subconsumo, por la cual la crisis no dejará  de existir hasta no haberse suprimido  la desigualdad de los ingresos entre empresarios y trabajadores.

El defecto en la estructura capitalista entre producción y demanda efectiva decreciente es un defecto esencial en la estructura económica capitalista,  que requiere la intervención del Estado para la regulación de la supervivencia de propietarios y asalariados. Sin embargo, en la condición humana, la ideología es una representación invertida de las condiciones reales de la existencia. El individuo sometido no desenmascara la ideología de la clase dominante. La libertad y la razón se vuelven irracionales en la depauperación económica y mental del sujeto histórico que es la sociedad.

viernes, 18 de octubre de 2013

Orden social irracional.

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El orden social se vuelve irracional cuando no produce la felicidad tanto en sentido material como moral a los ciudadanos. No persigue que decrezca el tiempo de la necesidad para incrementar el tiempo de felicidad. El hombre es un ser para sí mismo, nunca un ser para un medio. Es un ser sujeto a producir los medios económicos que posibiliten su felicidad. Pero la felicidad no es algo abstracto, sino un algo tan concreto como el acortamiento de la jornada de trabajo. Pero el tiempo necesario para producir los medios de subsistencia que, cubren las necesidades se amplía y la producción del excedente económico crece por la apropiación de la minoría. Ésta posee las estructuras legales de propiedad económica de la producción. En el orden social racional, el tiempo necesario de producción se acorta para que aumente el tiempo de realización de las condiciones humanas de convivencia y felicidad. Un signo preclaro de la irracionalidad es el aumento de la jornada de trabajo y la disminución del salario, que  aumenta de la extensión del tiempo de trabajo necesario para cubrir las necesidades deshumanizadas. El tiempo necesario para producir y el tiempo excedente, para lograr la ganancia en valores de uso y cambio monetario, marcan el sentido finalista de cada época de la historia.
En el orden irracional es el proceso social  para la producción de la riqueza que extraña al hombre y lo que determina el nivel de felicidad posible  y de incertidumbre. La minoría que controla la propiedad de la producción absorbe la realización de la ganancia monetaria. El individuo queda en una incesante tarea de reproducir un orden social irracional que le resulta extraño a sus intereses  materiales y mentales. Lo empobrece material e intelectualmente. La minoría de los controladores del poder social de la riqueza  absorbe a la mayoría de la población de la sociedad en la necesidad de sobrevivir y pagar las deudas. Ésta irracionalidad absorbe al individuo hasta la extenuación. Ya se ha dicho en el capítulo anterior, el dominio legal y ejecutivo se vuelve aceite en la porosidad de la supervivencia del servir y obedecer. Los intereses materiales y culturales de la minoría absorben la racionalidad del individuo colectivo y lo integra en la determinación de la necesidad artificial. La falta de seguridad de la supervivencia induce al abatimiento de la certeza de futuro. El futuro depende de la voluntad extraña que impone una totalidad de coerción y persuasión  para obtener el tiempo excedente de la producción en niveles de clases.
El orden social irracional poda la facultad individual de decidir la felicidad. La violencia económica e ideológica sobrepuja  la necesidad biológica de sobrevivir de la especie. El hombre no quiere morir. Lucha por permanecer en el orden de la necesidad, pero de una necesidad de orden social racional, que concuerde con la producción necesaria para reproducir una sociedad, que no reproduce las relaciones de producción y de dominio. Entonces su ser le pertenece. Las relaciones de sumisión son el pivote del orden irracional. El hombre produce para existir, pero no para hacerse esclavo de una producción material y cultural que lo extraña a las relaciones sociales de sumisión. El anverso de la necesidad es la felicidad. Un hombre, que ha reproducido los bienes que cubren sus necesidades sociales, y sigue produciendo un excedente económico, que se apropian las instituciones de poder y propiedad, encuentra la degradación de su cuerpo y conciencia social. Se acorchan sus sentidos por el esfuerzo físico y mental. No recupera el gasto de energía consumida en el proceso de trabajo. No se vive la tragedia de la libertad, sino la tragedia del hombre degradado en su felicidad. Falto de los medios  de producción económica, que pertenecen a los manipuladores de la propiedad legal,  la necesidad busca el entorno de los mínimos de pobreza y la felicidad es una quimera. La tragedia de la falta de libertad es la tragedia de la falta de felicidad.
La infelicidad del individuo se origina en quienes  utilizan la energía humana como una cosa de uso necesario y de uso de cambio. El hombre produce más de lo que consume. El  exceso de producción se vuelve un valor de cambio monetario. La jornada de trabajo excede el tiempo de trabajo necesario para producir los objetos que cubren las necesidades. Se produce un excedente económico que mantiene el orden irracional. Se entrega gratuitamente una parte de la existencia propia. Se puede afirmar que un hombre en situación de desempleo no reproduce su existencia por la irracionalidad del orden de estancamiento de los recursos de producción. Se poda al individuo de la facultad de mantener su vida social.
El orden irracional es un proceso incesante de falta de aplicación de los recursos de producción para mantener la irracionalidad especulativa de la producción y el consumo. En el orden irracional, el hombre interioriza los mandatos irracionales hasta que se vuelven una fuerza ideológica de barbarie. Los individuos barbarizados se identifican con el mandato irracional de los dominantes. Hay una mudanza de la necesidad natural  de sobrevivir a las circunstancias de la escasez natural y artificial que se sustituye con la tecnológica de represión. Converge la tecnología y la fuerza de la necesidad barbarizada. El hombre absorbido por  su falta de existencia real  se pierde en los espacios oscuros de la mente perturbada. La existencia propia se vuelve un algo existente que provine del lenguaje  de la pseudo-realidad. Se decide interiorizar el lenguaje vacío de los símbolos que ocultan las razones de la infelicidad.
Ser para otro es dar al ser la cosificación de una cosa. Ser cosa de  improductividad en un proceso de delirios mentales. La ideología de dominio  del ser extraño que convierte al ajeno en una cosa que anula la voluntad. Circularidad de la cosa en la voluntad ajena. Una circularidad de flujo de lo esencial de la felicidad por la ideología interiorizada, que destruye la reflexión del hombre libre en la problemática vitalista  de la supervivencia. La carencia de voluntad se vuelve superstición mágica y cerrada al análisis científico. La voluntad como cosa ajena  sólo ofrece  la magia del desvarío del lenguaje barbarizado. La mente irreflexiva se vuelve un reloj sin cotidianidad. Un reflejo crepuscular en el espejo de los escaparates de las avenidas urbanas. El andar cansado del vagabundo en las estaciones de los aeropuertos. Es la irracionalidad de la enfermedad mental por la manipulación internalizada por la coerción de las  instituciones de orden. En la enfermedad mental hay espacios interiores de oscuridad depresiva sin iluminaciones reflexivas. La mente enferma y la reflexión divergen en destellos de delirios. El lenguaje balbucea la simbología oculta de los sueños repetido del cuadro grito del pintor  Ensor. El tiempo es una metáfora de angustia oculta.
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El individuo que se entrega al acto de la resignación, cede su voluntad a la jerarquía de dominio. La resignación es un acto pasivo que implica el suicidio. Es un no ser vacío de inquietud. El golpe del silencio grito  para el que no halla su transcurrir entre una vida de topo y una vida cínica. Los intereses de la minoría dominante juntan la angustia de la infelicidad a la culpabilidad irracional del ser dominado. El infortunio puede llegar a ser una certeza de no tener futuro. La esperanza de los desesperados es una razón del corazón a la tecnología fuerza de la máquina social. Las masas cosificadas del siglo XX se lanzaron a la irracionalidad nacionalista de la mecanización de la voluntad de guerra. El fin de la vida se convirtió en un medio bélico. La crisis económica y política se convierte en la aceptación absoluta de la muerte como solución a la infelicidad. La involución de la crisis social en odio. El hombre libre en hombre esclavo-mercancía. Hay una pirámide de voluntades demoniacas que jerarquizan al líder. Se absorbe  la infelicidad exaltando místicas encubridoras y ceremoniales contractuales de propiedad y servidumbre.
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Una vez que la minoría  absorbe la voluntad individual queda el residuo de la sumisión al destino.  La crueldad de la necesidad soluciona las variables contradictorias de orden económico y político que hacen de un sistema económico una fuerza regresiva a infelicidad. La producción social se vuelve regresiva hasta la extinción del orden social. Todo sistema de producción social lleva en sí los límites de su regresión. El ser social convertido en una cosa es regresivo. No abre variables racionales a las contradicciones que limitan la reproducción de la vida. Los límites contractivos  se vuelven límites irresolubles. La sociedad entra en la fase de extinción de las fuerzas productivas, que motivaron su crecimiento económico y negaban las relaciones legales de propiedad de poseedores y no propiedad de los desposeídos. El sistema social es histórico en sus contradicciones no resultas sitúan los límites de la sociedad en regresión. La negación de la felicidad  del hombre produce regresiones a formas de producción superadas por la racionalidad tecnológica. El orden social irracional se vuelve incapaz de cambiar los límites de las variables regresivas.
Se diría que la historia no progresa para la mayoría social. Historia de un solo significado unilateral que destruye amplias capas sociales en la pobreza. La historia de la supervivencia se vuelve regresiva. La sociedad integra estratos de ciclos económicos regresivos. El individuo se queda atrás extrayendo las condiciones  de la degradación  y la progresión incesante de la culpa, el delito y el castigo institucionales.
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El orden social irracional se disfraza del ocasionalismo de los datos estadísticos sin cientificidad. La reproducción real de la vida individual y colectiva se vuelve una falsa del dato estadístico y del lenguaje político pervertido. La organización de la subjetividad humana y de la objetividad material de la necesidad  se metamorfosea en los fetiches monetarios del gasto y del ingreso. El déficit  fiscal del Estado no asume la existencia del individuo y sí la salvación de las instituciones legales. La reducción de la competividad de mercado y su contracción ganancial ocasiona un bajo nivel de subsistencia de la mayoría social. El empleo barato  se vuelve una necesidad del crecimiento por la reducción del coste de producción y los mercados internacionales de ofertas de producción a precios monopolistas que causan los aumentos de ganancias paranoicas y la pobreza mayoritaria.

sábado, 21 de septiembre de 2013

El Dios Saurio (2)

La minoría dominante absorbe a la clase. Ésta absorbe al individuo. El dominio se vuelve aceite en la porosidad de la supervivencia del servir y obedecer. Los intereses materiales y culturales de la minoría absorben la realidad del individuo y lo integra en la determinación de la carencia de una voluntad en totalidad de dominios que no le pertenece. La cosa carece de la facultad de decidir. Su ser le pertenece a un dominador. Enorme tragedia que nueve las relaciones de sumisión. Es la tragedia de la libertad y la necesidad. Quien necesita de otro, que lo utiliza como una cosa de producción y uso   se pierde en una entrega  sin condiciones de existencia propia. Podar al individuo de voluntad es un proceso incesante de los que manipulan la fuerza y la disuasión. Los individuos dominados se han mudado a la no identidad del sujeto y objeto. El individuo es absorbido por su carencia. Es un ser que se pierde en las posibilidades ajenas. La posibilidad ajena no es un algo que provenga de la contingencia, sino de la exigencia de elegir lo que otro te muestra. Eres de otro que te da las posibilidades de ser una cosa. El individuo se vuelve cosa cuando absorbe como suya la ideología de la existencia que lo domina. Tiene sobre él un dios Saurio que lo domina. La providencia de un dios saurio le da el estamento circular de la cosa arrojada. Lo esencial de la cosa es su carencia de voluntad. La carencia de voluntad no se comunica. Es el reloj surrealista sin agujas en una estación de tren sin vagones ni vías.  El dominio absoluto se da cuando la voluntad propia es la realidad ajena convertida en una cosa. En la cosa no hay espacio interior de reflexión. La realidad y la reflexión no se identifican. Se diría que se pierde el lenguaje de la rebelión en la uniformidad de la inexpresividad. Tal vez en este tiempo amargo, la rebelión sea una metáfora.
El individuo que se entrega al acto de la resignación cede su voluntad a la jerarquía de dominio saurio. Pero la resignación es un acto pasivo. Es un no a la inquietud del que contempla su destrucción entre una vida de topo o una vida cínica. Los intereses de la minoría dominante juntan la angustia de la falta de libertad a la culpa de ser dominado. El infortunio puede llegar a ser una certeza de la probalidad de no tener futuro. La esperanza de los desesperados es una razón del corazón a la tecnología de la máquina social. Las masas cosificadas del primer cuarto del siglo XX se lanzaron a la fanatización  de un destino vital de nacionalismo racial. Le dieron a sus vidas el contenido asesino de la muerte ajena. Se uniformaron dando sumisión y juramento al líder. La crisis económica y política de los años 30 se convirtió en la aceptación absoluta de la muerte como solución. Se convirtió la involución de la crisis social en el odio de  genocidio que resolvía el paro, la propiedad de la tierra y el trabajo del esclavo. La pirámide social jerarquizaba al líder. El Dios Saurio absorbía los crímenes colectivos en su nombre. Se exaltaron los rituales políticos místicos de la estética encubridora de las ceremonias de los guerreros, la burocracia legal uniformada, y la declaración contractual de la servidumbre de los siervos y los esclavos en la industria textil y de armamento.
Una vez que la minoría dominante absorbe la voluntad individual expele la violencia.  La crueldad del Estado Saurio como solución a las variables contradictoria de la totalidad social, que hacen de un sistema económico una fuerza involutiva. La producción social se vuelve regresiva hasta la extinción. Todo sistema de producción social lleva en sí los límites de su regresión. El ser social convertido en una cosa es regresivo. No abre propuestas a las contradicciones que limitan la reproducción de la vida. Los límites contractivos  se vuelven límites irresolubles. La sociedad entra en la fase de extinción de las fuerzas productivas, que motivaron su crecimiento económico y negaban las relaciones legales de propiedad de poseedores y desposeídos a través de las sumisiones sociales. El sistema social es histórico necesariamente, aunque se sitúe fuera de las posibilidades de cambio progresivo. El individuo es un producto de la historia. Su negación vuelve la improductividad del proceso social de producción a las regresiones primarias de la historia del dios Saurio. Devuelve la existencia individual y colectiva a una regresión de estadios primarios históricos, a formas elementales distributivas  de subsistencia y poder. El sistema social se vuelve poroso, en la absorción instintiva de su incapacidad. No modifica las relaciones de producción: propiedad legal de los medios de producción y anulación del individuo para hacerlo un vendedor de su energía. Se momifican las fuerzas productivas y la división del trabajo. El individuo  es absorbido como una cosa en un flujo de ocultismo de la realidad. Las masas sociales del siglo XXI están cosificadas en un modelo de producción y reproducción material y culturas regresivos. Su esencia gestual se basa en un retroceso de la sociedad a posiciones primarias de producción y consumo. El Dios Saurio amontona en favelas y suburbios, campesino sin tierra y trabajadores sin herramientas, a millones de individuos sin condiciones para integrar la sociedad real para así ser flujos excrementales,   residuos de máquinas y enfermedades de contagio en los guetos.
Estas masas sociales marginales son cada vez más visibles en el mundo a través de procesos migratorios, exponentes de la degradación y desaparición de la actividad  económica de producción y consumo en los países de sociedad agraria y en países de sociedad industriales en declive de inversión capitalista. Sin crecimiento de inversión, y crecimiento de la división del trabajo en la productiva industrial y agraria, el desempleo retorna a formas primitivas comunales de apoyo mutuo y reducción de la longevidad de la vida.
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Las comunidades rurales de Asia y de Latinoamérica exigen la entrega de la tierra comunal para volver a ser un modelo de producción económica y cultural, que integre los grupos sociales de formaciones económicas precapitalistas, que posibiliten la continuidad asociativa de la producción y la propiedad de la tierra común, dentro de relaciones ajenas a intercambios de exportaciones de alimentos y materias primas por productos manufacturados a precios monopolistas internacionales, de mercados regulados por divisas fuertes y débiles. Las divisas débiles hacen que los intercambios de mercancías no sean cambios de equivalentes de trabajo de la producción: los países dependientes de la moneda débil entregan, en los intercambios comerciales, mayores cantidades de trabajo de producción que los países de moneda fuerte. El desarrollo de la comunidad agraria precapitalista produce  productos de baja carga de tecnológica y alta carga de trabajo manual. El trabajo rural tiene menor valoración de intercambio comercial que el trabajo industrial, por esto hay que entregar mayores cantidades de trabajo en productos rurales por menores cantidades de productos de trabajo en manufacturas.
El retorno a un modo de producción humanizado exige la autosuficiencia del consumo primario y un barrido selectivo de las demandas internas que provienen de la producción industrial del intercambio internacional a precios de monopolio.
Las masas marginadas de la subproducción urbana reproducen su vida bajo caídas permanentes de los salarios reales y el crecimiento del paro absoluto y relativo en trabajos parciales y temporales con bajos salarios y largas jornadas de trabajo gratuito.
El Estado Saurio ha dejado de creer en la producción para la felicidad de las masas consumidoras y se afirma en fuerzas cíclicas del ahorro fiscal y gasto social decreciente, destruyendo la situación del consumo crediticio y subvencionado. Los costes laborales de trabajo parcial y temporal se colocan en las escalas simples de la producción de trabajos  improductivos sin ganancias capitalistas y atenciones colectivas de cuellos de botella y baja calidad prestataria. Las salidas migratorias que buscan el desarrollo del empleo laboral de las sociedades subdesarrolladas e  industriales decadentes, actualmente no tienen salida de ocupación en la alta productividad, la organización del trabajo científico, ni en la de precio-calidad del consumo de productos de alta tecnología.  Pero la ideología hace ver el consumo especial por los ojos del otro de la publicidad. No  tiene los suyos. Ver lo que ve otro es un no ver. La inteligencia de sugestión comercial, realidad de perpetuación en la irrealidad, es la que ha fabulado el progreso continuo de crecimiento de las masas consumidoras de la historia del Dios Saurio. La fabulación de individuos providentes, determinados por la Providencia del mercado competitivo. La universalidad de los precios de ajuste de la oferta y la demanda en las variables del excedente económico con los precios de monopolio. Los precios de monopolio de las grandes corporaciones sacan fuera del consumo las masas sociales sin capacidad de compra. La presencia de un ser fuera de los precios de compra es una viñeta. Fuera de la capacidad de compra con dinero no hay realización de las ganancias. La realización de la inversión capitalista de ganancia  contradice los ingresos con salarios bajos y paro. La aporía de la realización de las ganancias empresariales  sin ingresos salariales altos niega la viabilidad del sistema. Lo inhumano está en el campo de variables límites de la producción y la reproducción del ser humano en circunstancias económicas de obtención de ganancias capitalista. La continuidad de la economía idealista se soporta intelectualmente bajo la tergiversación de lo lógico y la supervivencia de la vida ante el dominio publicitario de la clase dirigente.
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 La crueldad es una variable creciente, independiente del espacio progresivo de la historia. La crueldad de la voluntad convertida en cosa. Lo inhumano trasciende  de la idealidad del Dios Saurio. La negatividad del Dios Saurio tensa el progreso de la historia en mayoría de pobres y minoría de ricos. El individuo común queda marginado a las relaciones de dominio consciente e inconsciente.

jueves, 22 de agosto de 2013

El Déspota Saurio (1).

1
Siglo XXI.
 La máquina sauria despótica consume energía humana promediada por la edad. Absorbe cantidades de tiempo de trabajo de baja remuneración y plena capacidad intensiva y excrementa incesantemente cantidades de trabajo de uso abstracto o desusa conglomerados de cantidades de trabajo o de excedentes de desocupación en el límite vital de reproducción. El desempleo del capitalismo monopolista implica la irracionalidad necesaria para mantener la disciplina del amando y la inseguridad de la ocupación. Un gasto estatal creciente, que hiciera caer el desempleo a límites, donde los trabajadores rechazaran el acoso de los salarios bajos y  jornadas extras sin pagar, sería rechazado por los lobbies saurios económicos. Un déficit fiscal sano implica para ellos el dominio del mercado de trabajo con altos índices de paro y bajos salarios. La capacidad de decidir el despido, sin controles legales, constituye un arma económica decisiva para las minorías empresariales que compran trabajo barato. Es inadmisible para ellos el rechazo legal por los trabajadores de salarios bajos y las jornadas largas. El trabajador deprecia el valor de la durabilidad de su existencia cuando incrementa la productividad intensificando su desgaste físico. El trabajo intensivo acorta la vida. La intensidad del trabajo consiste en mayores cantidades de trabajo gastadas en el mismo tiempo. El consumo de cantidades de trabajo intensivo provoca la enfermedad laboral y se traslada de los trabajadores mayores a los trabajadores jóvenes. El ideal del lobby  saurio es incrementar la productividad por edades y  duración del desempleo. Se calculan edades de amortización del capital invertido en cantidades de trabajo en ciclos de edades. Se incapacita la actividad de producción laboral que no responde a mayores intensidades productivas de desgaste físico. Con exceso de paro, se inutiliza el empleo de larga duración entre 35 y 50 años. Los incrementos de productividad intensiva marca la duración del desempleo. La duración biológica difiere de duración de la vida laboral. La máquina despótica sauria va incrementando la desocupación excrementando excedentes de población sin retorno al mercado de trabajo.
2
La máquina despótica consume el excedente económico con aglomerados de consumo crediticio y consumo improductivo. Expele el terror de la precariedad y la inseguridad de la población en la fetidez de la manipulación ideológica y política. La máquina sauria es un doble flujo de absorción de máquinas sociales que producen y máquinas sociales en desguace. Proceso de producción de máximos rendimientos  y mínimos costes, que se matematizan en una organización jerarquizada sobre el laberinto de la anarquía de respuestas del salario de mercado y de deudas con la duración de ingresos de por vida.

3
Prehistoria del El mito del Déspota Saurio.
 El Minotauro del laberinto del rey Minos-dios es un espacio cerrado por la violencia creada con el imaginario de las bestias obedientes.
 El Déspota Saurio aspira a convertirse en un ser inmortal por la violencia y las ceremonias de acatamiento. Sus ojos alcanzan la fiebre del placer, mientras exalta el orden legal de las marcas en el cuerpo desnudo de las masas de pobres y semipobres; todos extraños a ellos mismos dentro de tabiques de aislamiento de la mirada extraña.
El poder absoluto del Déspota Saurio se alimenta de la energía humana que trabaja para concretar cantidades de productos útiles, cuyo consumo es corregido por los precios y los ingresos bajos. El subconsumo.
El cuerpo del Déspota Saurio es un cuerpo de largas llagas de sangre negra y coagulada. Sus escamas platean en forma de nubes de algodón e hilos de seda de las telarañas de la historia. Aunque no hay límites precisos para el Déspota Saurio, ya que su descomposición es intensiva y plástica, todo indica que su mente se haya entre el idiotismo sádico y la parálisis primaria de las burbujas de la fetidez. Es una máquina primaria de carga y descarga de energía sobre masas sociales encerradas en gritos de inseguridad angustiosa. Las máquinas primarias de control estatal se acoplan a la máquina despótica, funcionando con cargas de energía de alta intensidad, prestadas por la ideología del Déspota Saurio. Se cargan particularmente  en los desajustes de sumisión políticas de las clases medias y de los estallidos súbitos de rebelión social de explotados y abandonados. La máquina despótica es una máquina compleja que se engancha a  millones de máquinas primarias. Las succiona en el orden simétrico de descargas de energía de otras máquinas primarias: burocráticas y militares. Se forma  un complejo de complejos exponenciales, organigramas de succión de energía colectiva. Sistemas de succión labial de energía humana y excrementos de alfabetos primarios represivos, escritura residual, cuneiformes signos en arcilla húmeda y luego perpetuada en hornos de cocción. Los signos concretan yacimientos de residuos arqueológicos de formaciones simbólicas universales, unidades estructurales de aparatos estatales simbólicos de la tierra madre y las querencias nacionalistas.
En el siglo XXI, los lenguajes crípticos de los aparatos estatales fluyen en la radiactividad de los residuos nucleares e impregnan de inflación las masas monetarias depreciadas de papel moneda. El lenguaje críptico simbólico se entreteje ahora de escapes de radiactividad e inconformidad de destino del individuo común, estepario de las ciudades. El topo de las excavadoras mueve la tierra radiactiva, donde la radiactividad preña  a los  procesos embrionarios en desarrollo, la porosidad de las rocas y el reflujo de las aguas contaminadas. Además de pobreza universal, la falsedad y la radiactividad  acunan  las funciones del desorden  de los sistemas sociales caducos.
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El progreso de la máquina despótica.
El Déspota Saurio industrializa las máquinas políticas de representación compleja institucional. Las máquinas simples del poder social se entrelazan a complejos sistemas mecánicos inquisitoriales, burocráticos y militares. De ellos, se derrama el líquido pútrido de la servidumbre del miedo, la dependencia del esclavo, la desesperación del suicida, la conexión muerte- resurrección de la demencia senil intrascendente. En la mente del Déspota Saurio se reinicia la historia primaria  del regreso al asalto de la razón. La razón humanista la sustituyen el crimen selectivo de clase, la explotación económica de millones de hombres en el mínimo de subsistencia, la población abandonada a la emigración y al deambular por la ficción de las existencias desdichadas.  La máquina de propaganda Sauria amontona la marginación en la enfermedad depresiva de la desesperación. Los valores del ser intrascendente se convierten en valores depreciados, valores sociales sin  uso monetario. A las  masas marginadas, sin materializaciones de ganancias monetarias, se las incrimina con aparatos extractores de soledad: los entubamientos de los guetos, los cuadriláteros de las cárceles, en las asimetrías de las ciudades favelas, en los gritos persistentes de los niños abandonados en las calles, cobayas de los se extraen órganos con precios de objetos de lujo. El espacio de las ciudades se vuelve exterminio de marginados residuales a la producción y el consumo. Los campos de exterminio se abren, se hacen visibles, esconden el olor de los residuos orgánicos y electrónicos, putrefactos olores contaminantes se elevan. Las palabras-ideología se saturan y cristalizan en abiertos ruidos de disparos, que se abren al crimen como flores secas al silencio. El asesinato genocida, ideologizado y asimilado, por las élites de la decrepitud, a catástrofes naturales en la necesidad histórica inevitable de la perpetuación.
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Más progreso.
 El Déspota Saurio insume dinero, extermina los disidentes, combinando la máquina de tortura con la máquina de propaganda. A las masas marginadas  se las recluye en guetos de amputación de los aspectos críticos de la razón. Se las vuelve ciegas, sordas, sin gusto y sin tacto, se las ve de lejos vistiendo monos reflectantes naranjas. Siempre están acuclilladas. Masas sociales abandonadas al cuerpo atrofiado por la desconfianza de las leyes. Sólo están con ellas los carceleros, los ladridos de los perros adictos a la cocaína y el silencio exterminante. Nadie  consuela al que  tiene hambre y sed de libertad y pan.  El espacio es un espejo de  mudez. Afasia de la máquina espacio sobre el destino.
La máquina de máquinas, la bomba nuclear despótica o la central nuclear, mantienen el terror de la energía cáncer que dura milenios. Energía barata de producción que disminuye los constes económicos de la reproducción de la existencia de las minorías del ocio. La energía humana y nuclear a bajo coste abre los espacios del placer, la arquitectura residencial, los  barrios de lujo en agujeros abiertos al gozo. El individuo de fortuna se convierte en dios de oro.  Las  ciudades lámparas de luz estelar observan desde el espacio la contradicción del ser y del ser de la cosa. Lámparas estelares de perpetua claridad de integrados y marginados. Las máquinas de máquinas destruyen la realización del hombre. No hay tierra de otoño ni de primavera. No hay previas al adviento de la paradoja del dios convertido en víctima y salvador del hombre. El animal de gran cerebro despótico es traído a las relaciones sociales perversas de la venta del uso de la energía humana por el valor de cambio monetario, que expresa cantidades de alimentos y  descansos. La energía de uso humana está bajo la condición contractual de vender valores de uso para obtener valores de cambio monetarios. La minoría con poder de compra usa la energía humana para producir ganancia económica. La civilización del salario y la ganancia,  del empleo y del desempleo La utopía de la inversión monetaria que procrea el beneficio sin la utilización especulativa del trabajado. En la circulación del dinero no hay ganancia. El productor obrero de la ganancia queda apartado en la irracionalidad del  precio de venta del producto en el mercado.  La máquina de la ganancia monetaria se monta sobre la irracionalidad de la máquina económica.

6
La inmortalidad del Saurio.

El Déspota Saurio construye ciudades prohibidas, salas de espejos  reflejando el orden de la jerarquía burocrática, hay escribas que iluminan memoriales con las hazañas bárbaras del Déspota. El Déspota Saurio  ansía escapar del tiempo histórico mediante la escritura epidérmica de su inmortalidad. El gran reptil observa el movimiento del agua en los estanque,  su destino inmortal. No es un déspota,  sino un transgresor. Quiere transgredir la memoria. No hay en él capacidad de reflexión moral sobre sus actos. Desconoce la interioridad de su conciencia. Padece el límite de sí ante la extinción. El límite de no verse reflejado en los espejos. El tiempo lunar no se da en los desguaces de su desmemoria. La muerte al fin, lo sorprende con el cáncer, la leucemia radiactiva, o la falta de circulación sanguínea. La aniquilación lo alcanza en la pesadez del reptil que se hunde en el fango. Los guerreros de barro lo contemplan morir como al individuo común, en la dependencia infinita de la sumisión a la naturaleza.

jueves, 18 de julio de 2013

El humo en la colmena.


1
Valga la fábula para explicar la situación económica y social: el humo en la colmena permite que el colmenero robe la mies de las abejas obreras. No es esto, un accidente, sino un hecho premeditado. Los dioses de humo se inventaron, y las corporaciones sacerdotales seculares y seglares, para extraer, por coacción mágica y violenta, los excedentes económicos de productores primarios de alimentos, las abejas obreras. El humo de la ideología actúa eficazmente en el desplazamiento de la riqueza de los productores a los poseedores. De las abejas al colmenero. Una vieja fábula de la formación de riqueza y poder desde la civilización egipcia, babilónica e india. Los grandes ríos de la civilización el Nilo, el Éufrates, el Tigris y el Indo fueron las grandes colmenas neolíticas para la formación de una sociedad de sometidos productores y el dios-divinizado de las dinastías de emperadores, que terminaron por dejar de representar a dios y convertirse ellos mismos en dioses. El dios-rey se come los excedentes económicos.  El soporte político de estos dioses-Estado fue la magia, el ejército militar y los sacerdotes burócratas. Todos se convirtieron en una casta que poseía la ley, la riqueza y el poder. El tiempo de la historia no ha borrado la sustancia de este dominio que se transfiera únicamente metamorfoseado a las diferentes configuraciones de Estados.
Los hombres viven y mueren sometidos a los preceptos del miedo y del trabajo. En la sociedad actual el miedo a la inseguridad económica es un componente fundamental de sometimiento. Los jóvenes que se echan al suelo para limosnear o emigran representan nítidamente este sometimiento de fatalidad, que escapa a cualquier solución racional que pase por la humanización  de la inseguridad. La vida entra en el infierno cuando vivir es depender de los plazos de los acreedores usureros y de los empleadores de trabajo por debajo del mínimo vital. La fantasmagoría de un mundo poblado de ricos arcádicos y castas burócratas y políticas.   
2
Un hombre en crisis pierde las relaciones reales que reproducen su vida. Está dentro de una realidad que lo niega. Espera y lucha en su inseguridad   para  que el mundo cambie, pero los cambios sociales y personales no pueden depender de relaciones imaginarias, sino reacciones de transformación. La magia no produce hombres libres ni trabajadores. El hombre es una variable real en  el esfuerzo colectivo, que mueve una palanca, que apoyada en la seguridad, levante el mundo.  La ideología sucia de la manipulación no debe invadir el análisis científico de las contradicciones de realidad humana, en su lucha contra la inhumanidad. El hombre es en cuanto su ser total está integrado en la unidad viviente de la naturaleza y la sociedad. La naturaleza lo ata a la necesidad de sobrevivir a la carencia  de los recursos reales escasos y a la carencia artificial de la sobreabundancia de riqueza acumulada en minorías de dominio y esterilidad. El instinto esencial del hombres es el de permanecer vivo. Todo ser vivo quiere permanecer vivo. Ni la ignorancia ni la superstición facilitan la vida, sino que la hunden en la extrema servidumbre. Una sociedad cae en la servidumbre cuando se vuelve fatalismo de terror. Un terror constituido por poder de la apropiación de la producción de la riqueza social  y al hombre mismo. La guerra y el hambre hicieron que el hombre pudiera ser domesticado. Llegó la época de los esclavos y de los siervos. El gran telón de la historia se descorre y aparecen los hombres divididos en ricos y pobres, señores y siervos, dioses-reyes y servidores sacerdotales.
3
El hombre tiene que producir su vida natural y cultural  y reproducir su especie. Un ser que hace de su vida un viaje por la supervivencia debe enfrentarse a la escasez artificial que originan los apropiadores de mercancías y de las ganancias que se apropian los que viven del trabajo ajeno. El recuerdo de historia es la huella de los nombres de los apropiadores  en mármol y en las pirámides de oro de los se constituyeron en casta de dominio.
El hombre a la vez que es naturaleza tiene que ser productor de sí mismo. Pero producir para vivir es vivir en sociedad. El hombre no es un animal que se encierre en su estado natural, sino que sale de sí mismo para construir sus relaciones económicas. Corre un gran peligro convertirse en un ser objeto que otro consume.
Es un ser para otro, pero también es un ser que se rebela. Su pasividad se vuelve cambio cualitativo, ya que descubre que hay en él la fuerza imperiosa de la igualdad. Del ser que se resiga al ser que se subleva para modificar las condiciones reales de su sumisión. No hay ningún poder que no genere las contradicciones de su eliminación.
 La crisis social es la posibilidad de superar la contradicción de la fuerza aplicada en servidumbre ante la heroicidad de reacción de la multitud avasallada. La reacción del hombre que mide su talla por su valor. Estar vivo es tener valor para reaccionar. El héroe de nuestro tiempo es la multitud que inunda los mecanismos de la pasividad. Estar vivo es estar frente al peligro de ser domesticado y salir del animal pasivo al hombre de la multitud heroica. Esta es la época de las multitudes heroicas. No le está permitido, al hombre de la multitud heroica, mendigar la picaresca del mendrugo o huir de su compromiso de rebelión en la sociedad en la que ha permanecido sometido. La heroicidad del individuo en la multitud  se encuentra en  su condición de hombre que se hace y no se entalla a la marginalidad del excluido. La multitud heroica es un asidero de defensa contra la exclusión de los menos sobre los más. Agarrar la vida es agarrar el destino del hombre que se humaniza por su rebelión. Un hombre abandonado a la maldición de la inseguridad del  hambre y las deudas, ya reúne las  repuestas heroicas a la negación de su vida. No se le puede condenar a integrarse en las zonas marginales de la sumisión existencial. La libertad es un acto universal de negación de la falta de liberta e igualdad económica. El individuo no es responsable de sus crisis. Está proviene de la deficiencias económicas y culturales de una organización de dominio que divide a los hombres en clases de pobres y ricos, de vendedores y compradores de trabajo, de explotadores y explotados. La infinita inocencia y dependencia del ser humano lo vuelve infinitamente acreedor de su rebelión. Decirle al hombre que se busque la vida en la jungla del dominio, que lo extraña de su ser,  implica entregarlo a la negación de su vida natural y social.  
4
Millones de hombres durante el siglo XIX, XX y XXI huyeron y huyen de la pobreza económica. De la carencia  de trabajo, de su exclusión  de la actividad social de producir su vida. Es la negación del hombre por la negación de la ley de salarios de  mercado, que fluctúa sobre la oferta y demanda de manos de obra de las unidades empresariales. Esta ley del salario y el estancamiento económico  ha supuesto que desde 1846  y 1875 emigraran más de nueve millones de individuos europeos principalmente. Emigraron de Europa entre 1900 y 1919 para llegar  Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda y Latinoamérica en  un promedio anual  de 1.000.000 y 1.400.000 de europeos occidentales, centrales y Orientales. Unos veinticinco millones.
Las migraciones son indicadores del estancamiento económico de una sociedad sin respuesta de la estructura de producción privada para integran la población activa en la producción industrial, agraria, pesquera y minera. Es el máximo indicado de la economía real es la desocupación de millones de individuos. Atrapados en la escasez de trabajo. La falta de uso de la fuerza productiva humana en la producción. La producción sin consumo.  Se desperdician los recursos humanos y los recursos de los bienes de  producción. La estructura económica se estanca en la decadencia de la superestructura ideológica de una minoría de dominio. Una minoría   incapaz  de invertir los excedentes económicos para obtener ganancias en una sociedad clasista. Su riqueza se dilapida en objetos de lujo y en masas sociales improductivas.
Una minoría dominante entra en declive cuando no aplica la inversión para inyectar a la producción los recursos humanos, los bienes de producción y los bienes de consumo. El estancamiento de recursos marca la decadencia de un sistema de organización en la producción de cosas para satisfacer necesidades colectivas. En capitalismo la inversión se iguala al crecimiento de la a la ganancia empresarial. Pero la ganancia se da en la producción de las mercancías y no en la circulación del dinero. La ganancia se da por el valor de uso y de cambio del productor humano. El desempleo origina bajada de las ganancias y su falta de realización monetaria en la circulación. La negación de la producción de ganancias es el subconsumo de las masas de asalariados.
 Una generación de dominantes se acerca a su ocaso cuando es incapaz de utilizar la riqueza que posee jurídicamente como medio de inversión de recursos materiales y trabajadores.
 Esconder el oro en ánforas o en paraísos fiscales  demuestra el fracaso de la clase dirigente económica e ideológica. Las posibilidades de trabajo para millones de hombres, que huyen de la miseria por la emigración, ya no pueden darse actualmente como una solución real de la crisis. La  época  de los continentes vacíos de trabajadores acabó a principios del siglo XX. Las crisis económicas actuales de subconsumo y estancamiento de recursos  son similares en todas las regiones capitalistas desarrolladas. El decrecimiento de puestos de trabajo, que genera la insuficiencia de inversión capitalista, es global. La ratonera del desempleo masivo tiene unas características comunes en la baja productividad por el trabajo colectivo y en subconsumo que no absorbe la producción con precios de venta crecientes y salarios  monopolistas.

La colmena está llena de humo y las abejas, en multitud heroica, se arrojan sobre el colmenero. 

jueves, 6 de junio de 2013

Picasso, las circunstancias a una obra: Pobres en la orilla del mar.


1
En el cuadro  el eje del horizonte es muy alto. Como si este eje fuese una reja que enclaustrase a los personajes en la orilla. El plano del mar cae formando ligeras ondulaciones del agua. Los tres personajes están dentro de un ángulo agudo que los expone violentamente a la mirada del espectador. La mujer está ensimismada, los ojos cerrados, la cabeza agachada. El manto que la envuelve, hasta más debajo de la cintura, recorta el rostro de su ser durmiente. El vestido largo cae hasta los pies. Las arrugas del vestido forman pliegues rígidos como los de las esculturas clásicas griegas y romanas. Podría ser que las diosas griegas hayan caído en la postración de las mujeres pobres de comienzos del siglo XX. El cuerpo que se oculta explica el frío de una tarde invierno a la orilla del mar. El hombre a pesar de la tristeza es aún joven. También inclina la cabeza. Su barba le cubre las mejillas. El pelo de la cabeza le cae en la frente. La frente, el arco de la las cejas, la nariz delgada y fina, la piel clara, le dan el aspecto de un hombre fuerte, pero carente de salida convivencial. El hombro del brazo encogido y levantado, el brazo recorre el pecho y encoge el antebrazo y mano detrás del brazo izquierdo. Una línea curva desnivela la balanza de su espalda. El brazo derecho es fuerte. Desde los antebrazos entrelazados arranca la visión escultural del cuerpo. Para el espectador es inevitable rememorar la escultura renacentista de Miguel Ángel. El niño, al lado del hombre, parece decir. Su mano derecha se apoya en la cadera del hombre. La mano izquierda explica. Las manos están abiertas. Los dedos delgados y delicados. La cabeza en extremo moldeada enseña su perfil. Un manto apretado al cuerpo y los pantalones lo defienden de la humedad y el frío. Los tres, la mujer, el hombre y el niño, se han detenido en la arena de una mar que los detiene. Angustiados parecen haber encontrado el límite para su caminar. Lo pies grandes, y en extremo los dedos fuertes, se asientan en la arena con la energía vital de que todo ser vivo quiere permanecer vivo. Estos seres están en un mundo trascendente. En la medida, que su angustia delata la inhumanidad social y el sinsentido del mundo que lo ha llevado a la orilla desnuda de un mar sin solución a sus desgracias. Picasso lleva a la pobreza a la línea última de la angustia psíquica y de escasez de la naturaleza. Es como si este grupo no pudiera volver hacia atrás. Está varado. Al igual que las barcas de madera de los viejos pescadores del mar Mediterráneo. Lo sociedad puede haberse varado en la pobreza. No hay caminos, aberturas, que se abran al futuro. El ser que está en la historia consume su futuro en el presente. El ser del hombre no fluye en el tiempo de la historia. Solo el tiempo circular de la necesidad de  no querer permanecer varado. La fuerza de la voluntad inerte contra la desesperanza. Desesperar es perder toda esperanza. El ser espera, aunque esté varado. La angustia es un salto cualitativo a una nueva situación. La desesperanza no resuelve el conflicto de la contradicción de la existencia y la necesidad. La desesperanza es dura como un metal. Podría ser también   una rama seca que se desgaja del viejo árbol de la vida. Los personajes del período pictórico azul picassiano están pintados desesperadamente esperando la resurrección. La angustia que esperan debería desaparecer al igual que la nubecilla en el viento que proviene de la tormenta. La metáfora que une los dos término de angustia y nubecillas en el viento habría haber podido ser una oración poética a desesperanza en un tiempo que espera materializar la liberación del individuo sometido. El soplo vital de la  poesía no es función de la desesperanza. Incluso, el personaje picassiano “del viejo guitarrista ciego toca la guitarra” lo hace  ante el estertor de la temporalidad de su existencia tiempo. De la Nada de su tiempo humano.
El período azul picassiano se da 1901 y 1904. En política internacional la formación de bloques de naciones militarizadas que van a llevar a la guerra a la población. Es la paz arma europea de preguerra mundial. La crisis de ciclo económico del periodo 1870-1912, a través de ciclos económicos decenales de auges y depresiones, enfrenta las intervenciones del Estado en provecho del monopolio capitalista y la transformación de los sindicatos de obreros en partidos políticos mediante el acceso de la clase media y obrera al censo electoral. En una época de gran optimismo sobre la gestión de la empresa capitalista, las quiebras de empresas adquirían significación nacional de crisis total. Al final, la insuficiencia de capital y la corrupción económica cerraban los  proyectos económicos de inversión y enriquecimientos urgentes. 
Un paradigma de la situación de quiebra empresaria e inversores arruinados fue el de La Compañía del Canal de Panamá. Cuando se declaró en quiebra en diciembre de 1888 y entró en liquidación en febrero de 1889.
El hecho se vio como el escándalo del Canal de Panamá, después circularon rumores de que los políticos y los periodistas franceses habían recibido sobornos. En 1892 se descubrió que 150 diputados franceses habían sido sobornados para que votaran por la concesión de ayuda financiera a la Compañía del Canal de Panamá. Miles de inversionistas perdieron sus inversiones. Después de ser indultado por los tribunales de justicia  Lesseps fue condenado a pagar una multa y cumplir una pena de prisión, pero esta última fue anulada por el Tribunal de Casación con el argumento de que había pasado más de tres años desde que se cometió el delito. Finalmente, en 1904, los Estados Unidos compraron los activos de la Sociedad y se reanuda el trabajo en virtud de un plan revisado. La sociedad francesa durante varias décadas quedó conmocionada por el acontecimiento. A la crisis económica se unió la crisis política del” Yo acuso” de Zola que enfrentaría a los radicales republicanos y a los conservadores monárquicos y los nacionalista. El caso de espionaje atribuido a un oficial francés de origen judío fue una conspiración xenofóbica de los sectores belicistas del ejército. Además de la III República francesa se enfrentó contra la Iglesia Católica para mantener el laicismo del Estado y  controlar la educación pública fuera del clericalismo católico. Esto causo enormes emociones colectivas de afirmación y rechazo. Se acabó con anulación del concordado y las expulsiones de órdenes religiosas.
El ambiente que rodeaba la producción artística de Picasso estaba extremadamente politizado. Pintó monocromáticamente pinturas en tonos de azul y verde-azul y al igual que Caravaggio, llevó a la expresión artística a personajes marginados, prostitutas, mendigos y borrachos. Su concepción del mundo estaba influenciada por la secular miseria española y por el suicidio de su amigo Carlos Casagemas, que se quitó la vida en el L'Hippodrome Café en París pegándose un tiro en la sien derecha el 17 de febrero de 1901. 
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Picasso pinta en el período azul la miseria social de individuos aprendidos en la tela araña de la carencia elemental y el deteriore físico que crea en la naturaleza humana. Delata la correlación de pobreza y abundancia, el infortunio de los desheredados  y la  fortuna de la burguesía y la aristocracia. La belleza y la fealdad de la época se exaltan en el período azul. 
Por este tiempo narrativo, el novelista Louis Ferdinand Céline  escribió, como introducción a su novela “Viaje al fin de la noche, que  viajar es útil, hace trabajar la imaginación. El resto no es nada más que decepción y fatiga. Nuestro viaje es enteramente imaginario. De ahí su fuerza. Va de la vida a la muerte. Hombres, animales, ciudades y cosas, todo es imaginación. Se trata nada más que de una novela  de una historia ficticia. Littré, que nuca se engaña, lo dice, Y además, todos pueden hacer lo mismo. Basta con cerrar los ojos. Ocurre al otro lado de la vida. Basta con cerrar los ojos para percatarse que estamos dentro de un viaje imaginario, donde hombre y naturaleza son imaginación. Nuestro viaje es enteramente imaginario. Va de la vida a la muerte.”
La actitud nihilista de Céline se corresponde con la actitud ideológica que termina por falsificar la realidad volviéndola irreal. La lleva a la irrealidad, a la historia ficticia de la decepción nihilista, a la pesadilla que ocurre al lado de la vida real. La concepción medieval de la historia se quiere imponer en una sociedad tecnológicamente avanzada. Esta concepción de la historia como decepción y fatiga llevará a los mayores horrores genocidas en la gran guerra de 1914- 1918 y el viaje totalitario a la Segunda Guerra Mundial. 
El nihilismo social utiliza en épocas de crisis social a una concepción filosófica que toma a negación de la vida carece, de su significado objetivo, propósito, o valor intrínseco. El nihilismo se puede considerar crítica social, política y cultural a los valores, costumbres y creencias de una sociedad, en la medida en que la sociedad quiere participar de un sentido de la vida progresivo y feliz por dicha corriente filosófica y su discurso político consevador