jueves, 22 de agosto de 2013

El Déspota Saurio (1).

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Siglo XXI.
 La máquina sauria despótica consume energía humana promediada por la edad. Absorbe cantidades de tiempo de trabajo de baja remuneración y plena capacidad intensiva y excrementa incesantemente cantidades de trabajo de uso abstracto o desusa conglomerados de cantidades de trabajo o de excedentes de desocupación en el límite vital de reproducción. El desempleo del capitalismo monopolista implica la irracionalidad necesaria para mantener la disciplina del amando y la inseguridad de la ocupación. Un gasto estatal creciente, que hiciera caer el desempleo a límites, donde los trabajadores rechazaran el acoso de los salarios bajos y  jornadas extras sin pagar, sería rechazado por los lobbies saurios económicos. Un déficit fiscal sano implica para ellos el dominio del mercado de trabajo con altos índices de paro y bajos salarios. La capacidad de decidir el despido, sin controles legales, constituye un arma económica decisiva para las minorías empresariales que compran trabajo barato. Es inadmisible para ellos el rechazo legal por los trabajadores de salarios bajos y las jornadas largas. El trabajador deprecia el valor de la durabilidad de su existencia cuando incrementa la productividad intensificando su desgaste físico. El trabajo intensivo acorta la vida. La intensidad del trabajo consiste en mayores cantidades de trabajo gastadas en el mismo tiempo. El consumo de cantidades de trabajo intensivo provoca la enfermedad laboral y se traslada de los trabajadores mayores a los trabajadores jóvenes. El ideal del lobby  saurio es incrementar la productividad por edades y  duración del desempleo. Se calculan edades de amortización del capital invertido en cantidades de trabajo en ciclos de edades. Se incapacita la actividad de producción laboral que no responde a mayores intensidades productivas de desgaste físico. Con exceso de paro, se inutiliza el empleo de larga duración entre 35 y 50 años. Los incrementos de productividad intensiva marca la duración del desempleo. La duración biológica difiere de duración de la vida laboral. La máquina despótica sauria va incrementando la desocupación excrementando excedentes de población sin retorno al mercado de trabajo.
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La máquina despótica consume el excedente económico con aglomerados de consumo crediticio y consumo improductivo. Expele el terror de la precariedad y la inseguridad de la población en la fetidez de la manipulación ideológica y política. La máquina sauria es un doble flujo de absorción de máquinas sociales que producen y máquinas sociales en desguace. Proceso de producción de máximos rendimientos  y mínimos costes, que se matematizan en una organización jerarquizada sobre el laberinto de la anarquía de respuestas del salario de mercado y de deudas con la duración de ingresos de por vida.

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Prehistoria del El mito del Déspota Saurio.
 El Minotauro del laberinto del rey Minos-dios es un espacio cerrado por la violencia creada con el imaginario de las bestias obedientes.
 El Déspota Saurio aspira a convertirse en un ser inmortal por la violencia y las ceremonias de acatamiento. Sus ojos alcanzan la fiebre del placer, mientras exalta el orden legal de las marcas en el cuerpo desnudo de las masas de pobres y semipobres; todos extraños a ellos mismos dentro de tabiques de aislamiento de la mirada extraña.
El poder absoluto del Déspota Saurio se alimenta de la energía humana que trabaja para concretar cantidades de productos útiles, cuyo consumo es corregido por los precios y los ingresos bajos. El subconsumo.
El cuerpo del Déspota Saurio es un cuerpo de largas llagas de sangre negra y coagulada. Sus escamas platean en forma de nubes de algodón e hilos de seda de las telarañas de la historia. Aunque no hay límites precisos para el Déspota Saurio, ya que su descomposición es intensiva y plástica, todo indica que su mente se haya entre el idiotismo sádico y la parálisis primaria de las burbujas de la fetidez. Es una máquina primaria de carga y descarga de energía sobre masas sociales encerradas en gritos de inseguridad angustiosa. Las máquinas primarias de control estatal se acoplan a la máquina despótica, funcionando con cargas de energía de alta intensidad, prestadas por la ideología del Déspota Saurio. Se cargan particularmente  en los desajustes de sumisión políticas de las clases medias y de los estallidos súbitos de rebelión social de explotados y abandonados. La máquina despótica es una máquina compleja que se engancha a  millones de máquinas primarias. Las succiona en el orden simétrico de descargas de energía de otras máquinas primarias: burocráticas y militares. Se forma  un complejo de complejos exponenciales, organigramas de succión de energía colectiva. Sistemas de succión labial de energía humana y excrementos de alfabetos primarios represivos, escritura residual, cuneiformes signos en arcilla húmeda y luego perpetuada en hornos de cocción. Los signos concretan yacimientos de residuos arqueológicos de formaciones simbólicas universales, unidades estructurales de aparatos estatales simbólicos de la tierra madre y las querencias nacionalistas.
En el siglo XXI, los lenguajes crípticos de los aparatos estatales fluyen en la radiactividad de los residuos nucleares e impregnan de inflación las masas monetarias depreciadas de papel moneda. El lenguaje críptico simbólico se entreteje ahora de escapes de radiactividad e inconformidad de destino del individuo común, estepario de las ciudades. El topo de las excavadoras mueve la tierra radiactiva, donde la radiactividad preña  a los  procesos embrionarios en desarrollo, la porosidad de las rocas y el reflujo de las aguas contaminadas. Además de pobreza universal, la falsedad y la radiactividad  acunan  las funciones del desorden  de los sistemas sociales caducos.
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El progreso de la máquina despótica.
El Déspota Saurio industrializa las máquinas políticas de representación compleja institucional. Las máquinas simples del poder social se entrelazan a complejos sistemas mecánicos inquisitoriales, burocráticos y militares. De ellos, se derrama el líquido pútrido de la servidumbre del miedo, la dependencia del esclavo, la desesperación del suicida, la conexión muerte- resurrección de la demencia senil intrascendente. En la mente del Déspota Saurio se reinicia la historia primaria  del regreso al asalto de la razón. La razón humanista la sustituyen el crimen selectivo de clase, la explotación económica de millones de hombres en el mínimo de subsistencia, la población abandonada a la emigración y al deambular por la ficción de las existencias desdichadas.  La máquina de propaganda Sauria amontona la marginación en la enfermedad depresiva de la desesperación. Los valores del ser intrascendente se convierten en valores depreciados, valores sociales sin  uso monetario. A las  masas marginadas, sin materializaciones de ganancias monetarias, se las incrimina con aparatos extractores de soledad: los entubamientos de los guetos, los cuadriláteros de las cárceles, en las asimetrías de las ciudades favelas, en los gritos persistentes de los niños abandonados en las calles, cobayas de los se extraen órganos con precios de objetos de lujo. El espacio de las ciudades se vuelve exterminio de marginados residuales a la producción y el consumo. Los campos de exterminio se abren, se hacen visibles, esconden el olor de los residuos orgánicos y electrónicos, putrefactos olores contaminantes se elevan. Las palabras-ideología se saturan y cristalizan en abiertos ruidos de disparos, que se abren al crimen como flores secas al silencio. El asesinato genocida, ideologizado y asimilado, por las élites de la decrepitud, a catástrofes naturales en la necesidad histórica inevitable de la perpetuación.
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Más progreso.
 El Déspota Saurio insume dinero, extermina los disidentes, combinando la máquina de tortura con la máquina de propaganda. A las masas marginadas  se las recluye en guetos de amputación de los aspectos críticos de la razón. Se las vuelve ciegas, sordas, sin gusto y sin tacto, se las ve de lejos vistiendo monos reflectantes naranjas. Siempre están acuclilladas. Masas sociales abandonadas al cuerpo atrofiado por la desconfianza de las leyes. Sólo están con ellas los carceleros, los ladridos de los perros adictos a la cocaína y el silencio exterminante. Nadie  consuela al que  tiene hambre y sed de libertad y pan.  El espacio es un espejo de  mudez. Afasia de la máquina espacio sobre el destino.
La máquina de máquinas, la bomba nuclear despótica o la central nuclear, mantienen el terror de la energía cáncer que dura milenios. Energía barata de producción que disminuye los constes económicos de la reproducción de la existencia de las minorías del ocio. La energía humana y nuclear a bajo coste abre los espacios del placer, la arquitectura residencial, los  barrios de lujo en agujeros abiertos al gozo. El individuo de fortuna se convierte en dios de oro.  Las  ciudades lámparas de luz estelar observan desde el espacio la contradicción del ser y del ser de la cosa. Lámparas estelares de perpetua claridad de integrados y marginados. Las máquinas de máquinas destruyen la realización del hombre. No hay tierra de otoño ni de primavera. No hay previas al adviento de la paradoja del dios convertido en víctima y salvador del hombre. El animal de gran cerebro despótico es traído a las relaciones sociales perversas de la venta del uso de la energía humana por el valor de cambio monetario, que expresa cantidades de alimentos y  descansos. La energía de uso humana está bajo la condición contractual de vender valores de uso para obtener valores de cambio monetarios. La minoría con poder de compra usa la energía humana para producir ganancia económica. La civilización del salario y la ganancia,  del empleo y del desempleo La utopía de la inversión monetaria que procrea el beneficio sin la utilización especulativa del trabajado. En la circulación del dinero no hay ganancia. El productor obrero de la ganancia queda apartado en la irracionalidad del  precio de venta del producto en el mercado.  La máquina de la ganancia monetaria se monta sobre la irracionalidad de la máquina económica.

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La inmortalidad del Saurio.

El Déspota Saurio construye ciudades prohibidas, salas de espejos  reflejando el orden de la jerarquía burocrática, hay escribas que iluminan memoriales con las hazañas bárbaras del Déspota. El Déspota Saurio  ansía escapar del tiempo histórico mediante la escritura epidérmica de su inmortalidad. El gran reptil observa el movimiento del agua en los estanque,  su destino inmortal. No es un déspota,  sino un transgresor. Quiere transgredir la memoria. No hay en él capacidad de reflexión moral sobre sus actos. Desconoce la interioridad de su conciencia. Padece el límite de sí ante la extinción. El límite de no verse reflejado en los espejos. El tiempo lunar no se da en los desguaces de su desmemoria. La muerte al fin, lo sorprende con el cáncer, la leucemia radiactiva, o la falta de circulación sanguínea. La aniquilación lo alcanza en la pesadez del reptil que se hunde en el fango. Los guerreros de barro lo contemplan morir como al individuo común, en la dependencia infinita de la sumisión a la naturaleza.