miércoles, 23 de diciembre de 2015

El Superyó y el espejo.

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Para Aristóteles hay correlación en la decadencia del cuerpo y de la mente. La degradación del cuerpo conlleva los grandes agujeros amnésicos en la memoria. El lenguaje se aleja de las cosas y las entrega a la confusión del significado y el significante del signo. La mente como un radar de signos busca incesantemente la relación necesaria de las palabras y las cosas. El significado se ausenta y los sonidos de las palabras no lo asocian. Se detiene el vigor del cerebro y las palabras  chorrean sobre la pátina del cristal asociativo del signo lingüístico. La antesala del límite incoherente es mascullar palabras ininteligibles, que escurren sobre las cosas que  no soportan la funcionalidad de la voluntad verbal y del concepto.
Si no hay palabras que den coherencia al tegumento existencial, se flota en una burbuja de sensaciones degradadas de conocimientos. El lenguaje no refleja la materia. Entre ellos se establece  la decrepitud del tiempo lenguaje-materia, que acumula metafóricamente el polvo sobre la alfombra raída del lenguaje-olvido. Es un momento-tiempo límite con cicatrices traumáticas  sin memoria y  lágrimas, en unos ojos secos que no dejan de percibir  colores y rostros difusos y el balbuceo de las cosas y la palabras. La esencia no está unida inseparablemente a la materia-palabra desde este momento-tiempo. Aquello que determina la condición mental del hombre no se une a la materia-existencia. La degradación de la materia conlleva la degradación de la mente.
2
Hay una pregunta encerrada entre corchetes, cuya respuesta nunca es dada por el sujeto a quien se le pregunta. El monólogo interior de sensaciones e inconexiones oracionales se envuelve en una espiral de sensaciones múltiples y discontinuas. Se construye inconscientemente para formar una pregunta por el sentido del mundo en el lenguaje, que cierra el soy yo ante el mundo del Otro, y queda el incesante  monólogo interior de la incoherencia inconsciente  que busca el mundo sólo por la palabra.
Se diría entonces soy sólo la mirada del otro en la mirada que yo miro. Mi existencia es una constante adherencia a las palabras y a los gestos que otros dicen y hacen. Si hay delante de mí un signo habré de deducir de ello qué yo no soy, porque ya soy un pretérito de mí en el vació del futuro. Tendré que encontrar la esencia de mi ser montando piedra a piedra las miradas ajenas que me dan mi consistencia. Soy lo que vosotros habéis hecho de mí y me habéis dado nombre moral como si éste estuviera tallado en la corteza dura de la supervivencia de los demás. El terror de haber sido calificado para un ser un ahora moral o inmoral como un absoluto. El pasado tiene la utilidad  de la moral ajena asumida como propia. La culpa y el castigo sobre el individuo marginal por gente que asignaron creencias y opiniones históricas sobre el castigo que aporta ser un mal atribuido en totalidad de lo ajeno. Yo soy lo que vosotros habéis querido que sea. Si es así, yo soy un no ser-hombre que debe ser castigado por el no absoluto del mal. No me libraré de mi angustia, sino aceptando el mal como futuro ajeno.
Hay angustia de ser lo mismo en el pasado y  en el futuro sin variabilidad. Mi yo es vuestro yo.  Liberarse de yo de los otros, llevó a Aristóteles tras su huida de Atenas, a declarar que no veía razón para  dejar que  Atenas pecara dos veces contra la filosofía en referencia a la muerte de Sócrates. Dejó la ciudad y viajó a Calcis en la isla de Eubea donde murió al año siguiente. Yo soy lo que vosotros habéis querido que sea.
 La culpa ajena sobre mí. Los otros castigan al yo del que he sido nombrado. No se resiste al yo ajeno, sino huyendo a la marginalidad de un no-yo sin memoria.
3
Este yo culpable en su inocencia proviene de la mirada del niño en el espejo del Otro. La niñez es una mirada en un espejo que muestra a los Otros.
 Esas miradas esquivas de los Otros que desaprueban la conducta impropia y causan unanimidad de odio y culpa del inocente. Intencionalidad ajena para interiorizar la culpa en el individuo que carece de su yo único. El niño delante del espejo moral es una mirada ensimismada, que carece  del concreto mental para conocer  la tortura real del Superyó - tótem en el universo de la crueldad.
Yo vivo en un gueto que habrá de concretar mi yo existencial prestado y dependiente  de la crueldad legal y la locura psiquiátrica A veces el espejo superyó- tótem no está azogado ni oculto de la red punitiva. Un tótem-gente con entrecruzamiento de crimen y falsa  redención.  El yo de una sociedad autoritaria que procura hacerse visible en las relaciones de explotación jerarquizadas de clase social.
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Pero la pregunta salvadora e inevitable del yo- inocente nunca salta por encima del terror. ¿Ese niño culpable soy yo? No era un este niño soy yo, sino un ese niño ajeno que miraba el espejo- tótem que debía convertirse en conciencia ajena, está en un yo enmarañado, símbolo de un gato-niño que madeja un presente sin finalidad.
 El presente absoluto del niño no admite ni pretérito ni futuro. Es una oración que revierte al pronombre personal de primera, de un yo que habla con un Ese reflejado en un espejo. La confusión del yo es su fragmentación en el espacio- tiempo. El espacio de la negación de la historia como devenir y el tiempo homogéneo y fluyente  de Heráclito, que admite identidad en el devenir. La pregunta de la identidad en el yo y del yo- otro remite al inicio de las sociedades y familias autoritarias.
El gran Superyó autoritario y la sumisión familiar consentida a la autoridad. Un Superyó - tabú y el azar de encontrarse en una de sus hendiduras de fuera del espejo. La contradicción del Yo-tabú paterno y la imagen que debe construirse del yo a través de la negación del Padre- espejo social.  El gran trauma de la negación de Padre- Tótem, exige la afirmación de la Nada y el riesgo del no ser. El salto de elegir el yo creador o el yo imitado. Una larga lucha psíquica entre la enfermedad mental y la razón crítica de la desobediencia autoritaria. Tener autenticidad marginal fuera del espejo del tótem  social, maestro manipulador de agresiones  totales.
La negación de la identidad primera de la imagen del espejo social. La identidad del yo se hace desde la absoluta inseguridad de quién eres. La esencia no se da en la existencia inmediata. La existencia se hace antes de la esencia. La existencia se retira del espejo para negar su imagen, que no precisa de una mirada exterior ni de un espejo manipulado por los que retienen la añagaza del poder permanente.
A este yo vacío de contenido se presenta un destino ensimismado por la preocupación de sobrevivir. Sobrevivir en el juego de la luz y la negación del espejo. Había que arrojarse fuera de la imagen reflejada para encontrarse dentro del mundo auténtico de los valores no admitidos  y de convertir el yo en la no mirada de no Otro. Estar fuera de la mirada reflejada por  el riesgo del yo abandonado.
El Uno es un no ser experiencia mediadora de los otros hasta llegar a un enclaustramiento explosivo de su Nada y el Mundo. El Mundo no le da contenido a la nada del yo. Entonces el yo consciente se vuelve confuso. Para salir de este yo confuso, habría que poner entre corchetes las experiencias irracionales y arrojarlas a la trituradora de falsos valores, que se mantienen en las huellas del barro psíquico. La historia oculta de una psiquis que medita sobre el lenguaje o la ingenuidad del yo ritual de supervivencia mediocre.
Se tenía que saber que el yo es una lucha contra la encrucijada del Ello y el Superyó represor.  Lo primero, la encrucijada del Ello y su instinto taponado por el mundo de las cosas y las circunstancias. Había que llegar hasta el absurdo de la existencia para hallar su racionalidad. No sostener el peso del mundo, sino admitir su intrascendencia con la libertad del yo. Las palabras sobre las cosas son etiquetas adhesivas, que nos confirman  la nominación de los valores.
Cuando se encuentra a alguien que conocí hace años, ¿qué encuentro de él en  mi espejo roto o su espejo irreal?. Esa enorme confusión de los seres que muestran su apariencia como un juego de personajes de máscaras. Ahora como seres decadentes en la confusión del tiempo rémora que engancha palabras evocativas, que juegan con lo equívoco de si eres tú cuando yo no existía en tu espejo. No hay comunicación del presente y el pasado, salvo la sonrisa burlona del apóstata. No hay fe en un puzles de signos  que pretenden encajarse en un tiempo hechos de retazos de olvidos.
 Las palabras no reconstruyen el pasado, porque el pasado no contiene descargas  emocionales. No hay conexiones de recuerdos y emociones. No se resiste el equívoco del  tú eres, porque yo recuerdo. La  no identidad del Otro rechaza lo que predica la memoria. Yo soy en el presente que vive. Lo demás son desconocidos con el balbuceo que desconoce el devenir, usando el escalpelo de las palabras  vacías de signos.
 La  duda de mi existencia o está difusa en el mundo o es  lenguaje trascendente del valor humano por temor a la Nada de la muerte. El tú y el yo se miran según la cercanía de uno y otro a la muerte. La identidad de durar está en los ojos que se miran en un espejo buscando la respuesta al límite natural o místico de la muerte. El comienzo de la mirada en el espejo está en la sorpresa  de hallarse con un Superyó reflejado en un espejo.

¿Quién fue el sujeto anónimo que mostró mi yo en un espejo? ¿Fue el mal sin identidad o la necesaria catástrofe de vivir, porque otros apostaron por tu vida? No hay respuesta para un yo que se hace cuando está mirando. Las respuestas implican el conocimiento del relato no convencional de la copia social, un sobrevivir a un mundo-tiempo al que se ha sido arrojado. Un Mundo que exige la autenticidad de un destino moral sin trascendencia, que se aliena en lo imaginario de la duplicidad del yo y el Superyó. Todo en  un adiestramiento  de conservar la vida pegada a la supervivencia. Los hijos de Caín con un Dios que se ha vuelto de espaldas al crimen.

martes, 24 de noviembre de 2015

Orden y Caos.


1
En el proscenio del teatro griego hay siempre el grito coral del hallazgo del sufrimiento que implica la verdad oculta del oráculo o la voz del destino. A este grito sucede la piedad trágica de la purificación, por el cumplimiento de la pena del personaje trágico. Las leyes divinas se precipitan en intencionalidad moral para el cumplimiento del finalismo agónico de la impiedad.
En la tragedia griega clásica, las decisiones electivas de la culpa por transgresión de la armonía entre hombres y dioses, es el derrumbamiento de la vida por el castigo. Los elegidos por los dioses lo son por alguna culpa escondida en el tiempo. Por haberse escapado de la contemplación del hombre por Dios. El espejo de los hombres corresponde a la mirada de los dioses. Salirse de esa mirada es la culpa trágica. La mirada del dios está siempre presente y siempre ausente. La naturaleza degrada las relaciones puras en impuras para llegar al crimen desarmónico de desobediencia a la voluntad del dios, que mira y predestina en su ocultamiento.
La relación de los dioses y el hombre queda rota cuando la mirada del hombre ya no busca la mirada del dios. La esquivez cainita de la pregunta, que quiere desvelar la impiedad, decide el golpe de la voluntad de los dioses ante la impiedad del transgresor.
El ser del transgresor proviene del incumplimiento de los principios del orden divinizado. El  mandato divino es incumplido por la soberbia  de querer llegar más allá de la voluntad del dios. El hombre en el cosmos social está obligados a su cumplimiento recíproco y no puede salir de él salvo su entrada en el Hades.
No hay boca de entrada al perdón de la culpa por desobediencia, ni con el suicidio ni con la soberbia del libre albedrio y la libre voluntad. El hombre se debe entregar a la emocionalidad religiosa transitiva de la libertad trágica. Sin esto sería un ermitaño ciego, en la caverna de las decisiones ocultas  de los poderes  divinos.
La voluntad del hombre no puede incluir la voluntad de desobedecer para hacer de sí mismo un dios. Si es así la Ley ya no está dentro de él y el Cosmos de dioses y hombres se precipitan fuera de la armonía  geométrica, de un modelo de Universo donde la Tierra está inmóvil  y ocupa el centro del universo, y que el sol, la Luna, los planetas y las estrellas giran a su alrededor. Dentro del movimiento astral están los hombres y los dioses. Sus relaciones armónicas e inarmónicas del Cosmos Universal, del demos social y el arte representan sus obras de concordia, En el demos se enfrentan los conflictos políticos de democracia y tiranía.En el Cosmos de Tolomeo cuelga las esferas de crista del Universo. Un Todo supeditado al ciclo catastrófico de precipitación en el Caos.
La armonía celeste se conforma a la armonía de la piedad y sumisión por la unión del Cosmos y el demos. La ciudad griega  se afirma en el orden de la armonía celeste y la praxis  del bien en un orden social sin desorden humano.  
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Los personajes dramáticos del poeta trágico griego, Sófocles, (496aC- 496aC) están dentro de una estructura universal determinista. Se diría que las divinidades exigen un comportamiento religioso a los ciudadanos griegos  y a los dioses en el cosmos geométrico de Tolomeo.
El castigo y su sufrimiento no nacen de la contradicción del hombre real y la conflictividad rupturista de la historia social. El castigo y su cumplimiento vienen sobrevenidos por la semejanza del orden social y el divino. Transgredir consiste en oponerse al destino divino por causas oscuras del desorden social y material. El oráculo délfico no determina si la esclavitud es natural o por ley. La regularidad del orden social impide introducir la ética en la hendiduras natural o racional. Los oráculos no requieren su desciframiento, sino su cumplimiento. La planimetría del hombre, que requiere consultar el oráculo y hallar sucesos históricos razonados, incurre en impiedad. La impiedad de la sabiduría atrae un mundo  que incluye las luchas sociales de propiedad y la desigualdad. El gran desorden de racionalidad positiva y religiosidad pretende introducir una Justicia humana garante de los desequilibrios del Ser social en el Cosmos. El desorden del Orden aristocrático, jerarquizado. La propiedad y la riqueza de valores de uso y producción lleva a los desequilibrios coactivos de clase social por las fuerzas sociales que representan el Logos  oligárquico y democrático.
La historia social del griego clásico expresa las luchas entre aristocracia, hombres libres sin propiedad, artesanos excluidos legalmente del demos, y los esclavos como productos naturales de propiedad privada de uso.
Una sociedad dividida en fuerzas sociales de acción y contra reacción descarta la nivelación de sabiduría y sentimiento. Los sentimientos de desigualdad rompen las estructuras de dominio. Las fuerzas mitológicas de equilibrio cósmico no intervienen en estas contradicciones sociales, sino que se adhieren a la subjetividad por el azar del desorden corruptor de las pasiones constitutivas del ser, que trae el desorden en la armonía del Universo. La hybris es intencional transgresión de los límites impuestos por los dioses. Pero la transgresión es la motivación fundamental que atrae a los hombres a la racionalidad de la desobediencia y a la búsqueda igualitaria de la Justicia.
La sociedad desigualitaria enfrenta su rebelión colectiva al mandato divino. Esta desobediencia encamina a enfrentarse a los límites de propiedad y riqueza y a la irracionalidad de las formas de poder autoritario. 
3
Edipo rey tiene que llegar obsesivamente al descifrar el contenido de su historia como una culpabilidad oculta, que ignora y que lo lleva a reunir los acontecimientos del pasado para que le sirvan de desciframiento de la inocencia de su destino. Pero esta inocencia del no hacer y no participar en su propia vida, no evitara que se cumpla el castigo por una culpabilidad en la que no ha intervenido. La culpa y el consiguiente castigo pertenece al ser de los dioses y  no ser del héroe. El héroe de la tragedia griega se deja poseer por el oráculo como la lluvia por la tierra. No es un hombre libre, sino un hombre profundamente religioso. La manifestación de la práctica religiosa, en la Grecia clásica, penetra en la praxis ciudadana del vivir colectivo, por el corte de una espada en la corteza dura de la tradición religiosa y la universalidad negativa de la unidad de la Razón y la Historia.
 La piedad y la religiosidad de Sófocles pretenden mantener un orden de Justicia Divino, que necesita explicarse por la aceptación del sufrimiento reparador de la obediencia. La obediencia a la ley divina, que atribuye a los hombres sufrimiento por la incidencia de una conciencia que se corrompe por efecto de los conflictos del mandar y obedecer. La necesidad de la piedad ante el mandato divino mantiene el orden de los hombres y de los dioses. La gran organización de la armonía de Justicia y el orden social proviene del acatamiento de los mandatos divinos dentro del demos integrado en el Cosmos.
Mística y mitologías dan calado a paralelismo entre cotidianidad y trascendentalidad.  Este hombre plano que luego le llamará, en el siglo XX, el filósofo Herbert  Marcuse "el Hombre unidimensional", carece de pliegues alienantes entre necesidad y orden de lo real. Se identifica el individuo con las condiciones, que le marcan los sistemas legales y económicos. El individuo expresa sus deseos insatisfechos en el plano duplicativo de lo no imaginario. Los hombres carecen del pliegue combativo de la desigualdad  y se entregan a la cotidianidad del destino unidimensional, de la realidad aceptada como mandato. Los dioses está ahí también, pero revestidos de poder económico.
El hombre griego y el hombre unidimensional del siglo XX y XXI pertenecen a un sistema de reproducción social tributario. La tributación al Estado- Leviatán se corresponde  al excedente económico gratuito, extraído de los valores de cambio del excedente económico de las comunas griegas o del salario no pagado, introducido como precio de cambio en las empresas comerciales industriales del capitalismo. El excedente económico es una apropiación de valores de uso gratuitos, cosas y energía humana, con validez de propiedad legal y dominio político y la organización de clase como forma de explotación económica e ideológica.
Si se reduce el excedente aumentan correlativamente las fuerzas sociales de la impiedad revolucionaria que quieren subvertir el orden social. Se destruye el orden cósmico y con él los dioses quedan desterrados  al imaginario simbólico represivo.
Se vuelve al vacío de palabras sin conceptos y a un Multipolar agrupamiento de significados verbales erráticos de comunicación, que no se acoge a la lectura racional e intencional del significado del Caos.  La metáfora pura de los dioses ya no exige un oráculo inaudible que falsea las relaciones de desigualdad. El lenguaje metafórico religioso revela el ocultamiento del dominio social de la propiedad. El texto de la Historia se abre al ahora saber.
Ya no importan las palabras, sino las relaciones de conceptos y cosas. Los dioses se van de las palabras para aislase en un vacío ilegible. Sin mística no hay dioses ni poder. El adivino del saber se convierte en el brujo de la metáfora impura, cuyo imaginario flota en las funciones acríticas de la resignación, ante el límite absoluto de la muerte.
Con una plaga de adherencias residuales verbales, se transfiere el orden divino a los signos vacíos erráticos que ya no  ocultan metafóricamente  lo divino.

 Las metáforas en desuso, religiosas y políticas, incluyen una ideología de desutilidad  del mito y a favor de la represión del Leviatán, sobre los instintos y la conciencia de rebelión de los rebaños  no domesticados por la voluntad de los dioses y la autocracia. Los dioses se vuelven de arcilla. 

jueves, 22 de octubre de 2015

Certidumbre y predestinación.


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La incertidumbre milenaria del asesinato político de Sócrates implica la culpabilidad colectiva de la sociedad ateniense y de su Estado. Nunca el Estado ateniense superó la injusticia socrática y al final, el Estado macedonio eliminó sus libertades legales y con ellas la memoria del asesinato de un justo. Una sociedad puede decaer exclusivamente por la arbitrariedad de su poder legal, que habrá de originar profundas incertidumbres en su razón de existir, que le llevará a entregarse a la incertidumbre del destino tanto en las decisiones de los dioses como en las manifestaciones alienantes de la cotidianidad. La muerte de Sócrates es un atentado contra la Razón de existir en la verdad y no en la superstición de la tiranía ideológica de tener a los hombres detrás de la verdad de la Razón. La muerte de Sócrates se da por la pérdida de la guerra del Peloponeso por Atenas y sus aliados y la tiranía de los treinta que necesitaban apoyarse en el terror de  mantener el poder sobre la ciudad. La tiranía oligárquica es la mínima fuerza del terror ante la incertidumbre de la minoría de poder político y económico. Sócrates padeció la certidumbre coercitiva de los medios irracionales que llevan al asesinato político del sabio.
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 La incertidumbre social se genera por el psiquismo colectivo de sumisión y el sentido de la existencia de los grupos de propietarios del capital de inversión y de crédito. Motivaciones psicológicas de ganancias capitalistas monetarias, inciertas de realización de su valor en el mercado. Las variables de ingresos nominales y reales se generan en los desniveles de crédito bancario que afecta a la producción y al subconsumo autogenerados por las diferencias del interés bancario y el interés natural y la tasa decreciente de ganancias.
Las relaciones capitalistas desiguales en la sobreproducción y el subconsumo dan formaciones de capital de ahorro que origina desigualdades de la producción y el crecimiento del crédito bancario. Los salarios se rezagan sobre los precios de los bienes de consumo convirtiendo los salarios reales en salarios nominales. La carencia decreciente del poder adquisitivo del dinero provoca aumentos de precios nominales y desocupación en la grandes masas de desocupados en las depresiones del subconsumo y estancamiento de la producción. La distribución desigual de los ingresos de la renta total,  ganancias crecientes y salarios decrecientes, causan enfermedades sociales psíquicas de incertidumbre paranoica. Crisis de hombres excluidos de la supervivencia regular. La exclusión del obrero del mercado de salarios nominales modifica las conductas habituales de sumisión , en la opiomanía de la resignación a la incertidumbre.
3
 La incertidumbre psíquica de individuos y grupos sociales cierra la finalidad existencial de un mundo confuso de valores, que  se mueve entre la realización de valores progresivos en la historia o valores rigurosamente irrealizables.
 La incertidumbre de estar dentro o fuera de los valores racionales o irracionales, de propuesta existencial, obliga a establecer una finalidad causal o bien a realizar la apuesta probabilística de vivir apostando irracionalmente, con la actitud pasional de un jugador de azar,  que arroja una tirada de moneda a todo o nada. Cara o cruz para activar o paralizar la incertidumbre de la coyuntura vital. Bien a la evolución social progresiva de valores realizables comunitarios, que  se ocupan de la libertad moral positiva y del trabajo material del individuo en la Naturaleza, bien a la entrega irracional de valores escatológicos, que dan una fijación religiosa de todo o nada, que predestinan la esencia humana a valores que trascienden la razón.
Valores irracionales en los que los individuos se anclan pasivamente por la oración mediadora, como arrullos de tórtolas, o se esconden en la oscuridad somera de una alameda y en los reflejos del agua del río, que como espejo se abre a una ventana que da claror de alba, una chispa que enciende la luz del pabilo del vela mística del finalismo trascendente.
 Luz de vela que aventase una parva de grano trillado, y saliera de ella el vuelo desorientado y súbito de un retazo de tórtolas. La pasiva sequedad espiritual espera a un Dios que se oculta, y sólo observa a los orantes, sin intervenir jamás en la incertidumbre de su destino. Si el milagro de Dios se diera, el orante entraría en la historia de los valores sociales progresivos.
 De él esperamos sin esperanza y esperamos esperanzados. La paradoja que no llega a la síntesis de los contrarios. En este esperar, abierto a la incertidumbre, no se incluyen  los valores realizables de una HISTORIA real de confrontación, que no oculta los valores realizables de progreso de la sociedad.
En ambos casos la incertidumbre, Dios y la Historia, la angustia del no saber socrático decide una libertad, con efectos de automatismo del Estado o del Monacato. La incertidumbre angustiosa en una espera del Ser para la historia o la fe.
Al fin una revelación que espera trascender su angustia. El individuo atrapa su experiencia existencial con valores racionales o irracionales. Las pruebas objetivas o subjetivas de su destino quedan en vuelo, totalmente empapadas de temporalidad. Al igual que un saltimbanqui, que se mueve en  cuerda tensa sobre el abismo del tiempo, habrá de decidir en su riesgo, si hay elección para querer y hacer, o no hay sino la espera de la presencia del Dios ausente. La apuesta para estar en el allí de la historia real o en el allí de la experiencia quietista de estar esperando, ante una ventana cerrada, los ojos de Dios que te vean fuera de ella.
La incertidumbre electiva introduce, en el frío angustioso de la apuesta, superar la muerte inevitable por una realidad progresiva de los valores sociales realizables, o de valores místicos que dependen del milagro.
 Cada individuo está provisionalmente en el escenario de su vida.  Ante la extinción de los tiempos de la vida propia, se puede saltar a la racionalidad de valores realizables en la historia  o a la irracionalidad del milagro, como si el Ser estuviera esperando una decisión  de salvación en la historia o en Dios La libertad elige medios para valores existenciales de estación terminal. La libertad del hombre es una pasión que define su exasperado grito del absurdo de existir.

4 Expectativas e incertidumbres económicas.
Expectativas e incertidumbres producen en los sujetos económicos estados de ánimo que influyen sobre las disposiciones y, con ello, sobre el proceso económico como factores causales adicionales. Max Weber define el espíritu del capitalismo                                    como aquellos hábito e ideas que favorecen el comportamiento racional para alcanzar el éxito económico, maximizado ganancias y minimizando costes. El espíritu capitalista nació bajo  forma religiosa calvinista, según  la cual se considera el éxito como una marca de la elección divina y glorificación de Dios.
Dios abre los ojos al escenario de la Historia para determinar a los elegidos. El capitalismo apuesta por el milagro de la fe electiva de réprobos y elegidos. La quiebra significa la culpa del réprobo y la ganancia la elección divina. La economía de los elegidos evoluciona o entra en decadencia cuando el milagro del precio y de las ganancias máximas se escapa a los elegidos. Dios elige los procesos de convicción de producción material y cultural  de estructuras monetarias en la veracidad del éxito acumulativo de capital.
El elegido es inconsciente respecto a los efectos de sus causas. Los efectos son límites a sus condiciones actuales de perfección moral y de producción. Las causas se eligen en la incertidumbre de un Dios oculto, que se presentan como actos electivos  de mercado. Fuera del milagro económico, la sobre inversión y el subconsumo constituyen variables internas al sistema asimétrico capitalista, y entran en límites de contradicción cuando el crecimiento de los bienes de producción es mayor que el crecimientos de los bienes de consumo. Cuando los ingresos salariales se atrasan con respecto  a las ganancias se produce el subconsumo y el derrumbe económico, al no haber correspondencia en el crecimiento del capital fijo y el capital de consumo inmediato. El retraso de los salarios con respecto a las ganancias provoca caídas del consumo y de sobre inversión de capital de ahorro acumulado invertido.
 Los efectos inducidos de la variabilidad del salario sobre el consumo afectan al crecimiento de la producción de bienes de capital. Las ganancias acumuladas no se igualan a la inversión y se da un exceso de ahorro de capital no destinado a la renovación tecnológica del capital fijo, sino que se dedica al disfrute especulativo. Los empresarios no invierten ante su falta de expectativas de ganancias máximas. El juego psicológico de elegidos y réprobos revierte en exceso de ahorro y falta de inversión. Los excesos de ahorro no invertido llevan a la especulación de la deuda públicas y privada según la variable creciente de las tasas de interés. La desinversión y el subconsumo retrasan la inversión y la innovación tecnológica.  La reproducción de las condiciones objetivas de existencia comunal se dan a niveles inferiores a la capacidad  de potencial de producción. No hay correspondencia entre la capacidad potencial de producir y las relaciones de pobreza creciente de los asalariados. El límite de la contradicción de salarios y ganancias se lleva en la irracionalidad a la estructura de un Dios ausente.
La falta de inversión de capital productivo activa la ambivalencia de los significados religiosos y la identidad  de la masas sociales, que se ven sometidas a coacción por un lenguaje simbólico de transgresiones de las víctimas y sometimiento a significados ideológicos de mercado, y a las amplitudes  dominio del poder religioso y estatal.
5
La incertidumbre trágica abre la finalidad de un mundo confuso de valores, que  se mueve pendularmente entre la realización de valores progresivos en la historia o en valores rigurosamente irrealizables. La economía y el psiquismo se vuelven ocultos al conocimiento  positivo de la salvación del individuo, mediante su trabajo colectivo y su enfrentamiento al absurdo existencial del ser para la muerte.

lunes, 21 de septiembre de 2015

Lautrec: Zapatos rojos y carmín.


1
El pasado nos trae ecos. Del pasado general de las revoluciones y las contrarrevoluciones que cambiaron las condiciones de existencia de la generación que se aupó sobre ellas. Pero los ecos psíquicos son del inconsciente individual y del inconsciente colectivo. Del individuo y su historia. Los ecos psíquicos sobreviven manteniendo el nivel de crueldad y nostalgia religiosa o moral. El enorme agregado del inconsciente atraviesa la supervivencia de las relaciones sociales.
El simbolismo de la vida lleva ecos inaudibles de los que huyen, ocultos en la soledad de la vejez o en la derrota de los sueños de la juventud. Sueños con un minutero en la relojería biológica y social de adelantos y atrasos del desesperado y del esperanzado. Los ecos de la desmemoria ocultan imágenes, palabras, trajes de días rojos y negros,  miradas furtivas al vuelo de las hojas de parques y libros sin leer. Los libros que fueron señas de identidad  de deseo abierto.
Los ecos voceos de amor, y la bajeza de la envidia. Lo diría el oculto Rainer María Rilque (1875-1926): "Porque lo bello no es nada/ más que el comienzo de los terrible/, justo/ lo que nosotros todavía podemos soportar, / y lo admiramos tanto porque él indiferente, desdeña/ destruirnos. / Todo ángel es terrible." Versos agónicos para una vida que se expone para ser amada.
Los ecos atraviesan laberintos de desmemoria y se presentan en desmedida expresividad fatal al Ángel del Apocalipsis. La mirada del ángel, vuelta atrás, que observa la crueldad del hombre por hombre. El olvido del hombre por el hombre.
Ecos y miradas que no reviven en el juego caduco de la vanidad y del incienso. Lo que ya no existe es un eco de flores secas y  bordados de oro deshilachados. Los ecos del tiempo final en el réquiem mental del olvido. El olvido hambriento de risas provocativas. Repetición de ecos-voces esquizofrénicos de un narrador que balbucea consejas en el cuerpo duro de la desmemoria.
Hay un hecho cierto, las voces dejan ecos y el pasado va de la voz al eco. Taxidermia del eco para mantener voz y griterío ordenado que corta los labios secos y la muñecas. Ni agarrar ni hablar. La mecedora del psiquiátrico.
 Los ecos de una multitud vieja que asustadas se precipita al espacio de los ojos abiertos sin redención. Deseo sin objeto real. Querer el cielo otoñal y el lino que cuelga de los ramajes del olmo.
Ojos que multiplican  cosas con polvo y sin  precio. Misivas de confusiones imaginarias y esperanzas desesperadas. Nos detiene de improviso una señal de alarma. El humo por los patios carcelario de las ciudades ocultas a la locura. La locura, salto de la fe a la trascendencia,  orante de gritos que buscan anexionarse un encuentro del destino sin límite.
 Agregados ecos grises del malestar callado y aspaviento de ruidos y cristales rotos detrás de las paredes. Gesto torpe de la mano en el vaso, la voz silenciada por la plomada de los ecos, que se asemejan a nuestros recuerdos. Pertenecemos definitivamente a la verdad mal leída, generación de resonancias que marca la piel.
Hacerse una marca en la piel, desvivir  para un querer los ecos obsesivos del amor oculto y el temblor  de los recuerdos. La esclavitud es una marca de desamor, ser útil como disfrute del pagador. Las marcas arrugan la piel. Unas y otra en el vencimiento de la no utilidad de la representación de uno mismo. El esclavo es de otro, marcado por el precio. La representación de uno mismo es el precio de lo actual ante lo inactual. Lo actual y lo inactual son marcas y precio.
 Los ecos aplastan la cara en la ventana del que llora u ora,  ya ver lo actual de la raíz del papá-mamá. Ver el movimiento inarticulado de la historia del no ver en el mirar. La mirada del deseo en el eco. La pasión oscura del grito báquico, fiesta del vino y de los sátiros que cogen las hojas de la viña. Recordar es miagar el pan en el jardín de los pájaros de madera. Es la crueldad con algunas gotas de miel en la palma de la mano. La flor seca en las páginas de un libro, que cuesta encontrar en el anaquel de la memoria. Los libros están desordenados en la puesta de sol  y desconsuela su olor olvidado.
Los procesos de la vanidad están situados en el anaquel de los ecos. Las relaciones sociales se vuelven ecos, imágenes y  supervivencias. Las supervivencias son rígidas y no se adaptan a la decadencia. Solo oscuridad de las imágenes sin conexión a la mirada del espectador. Se vivió uniendo el ideal con la realidad. Lo nuevo y lo decadente se incrustan en la vivencia histórica. La representación ideológica exalta el momento actual en el absoluto del lenguaje.
2
Chales Baudelaire ( 1821-1867) era un poeta de las transiciones conservadoras  de los años treinta  y cuarenta del siglo XIX. El dandi de decepciones políticas, un outsider de la revolución de 1848 y del golpe militar del 18 de Brumario de Napoleón III. Pero habrá de vivir el cambio del comportamiento colectivo de las masas  ciudadanas sin el romanticismo del ajenjo. Se va perdiendo el poeta en la ausencia de su grupo de lectores, ya anónimos a través de la concurrencia de la edición del libro en un mercado abierto y de gustos intrigados y cambiantes.
Dice Baudelaire:"No todo el mundo tiene el don de bañarse en la multitud: gozar de la muchedumbre es un arte, y sólo puede entregarse a esa orgía de vitalidad, a costa del género humano, aquél a quien un hada infundió el gusto por el disfraz  y la máscara, el odio del hogar y la pasión  por los viajes.(...) "
El paseante solitario y pensativo obtiene una singular embriaguez de la comunión universal de lo anónimo. Para Baudelaire el arte moderno es la expresión bella del hombre solitario, del individuo que se siente distinto en la belleza. Walter Benjamín encontró el  análisis descriptivo y poético del individuo simbolista y la multitud en el  círculo de círculos de la gran ciudad. El hombre desprovisto de atributos y su pertenencia a una oligarquía con el control económico y político. Una multitud de individuos que  cruzan a pie o en carruajes la indiferencia del anonimato, gente, que se cruza sin mirarse. La mirada universal del realismo de la novela social desparece en los pequeños poemas en prosa de Baudelaire, que buscan las palabras de un paseante anónimo. La modernidad se ancla en el anonimato del eco del que observa a la multitud, que atraviesa su ser buscando significados  en los maniquíes de los escaparates.
Baudelaire es consciente de que sus ecos le pertenecen como una relación de trascendencia moral de la palabra poética, el lenguaje de ecos mundanos que incuban reactivos revolucionarios y conservadores.
La prensa sustituye al libro y a los ecos para publicitar formas literarias de relaciones de dominio de una minoría sobre una mayoría. Los ecos publicitarios de revoluciones sociales son transitorios hallazgos de liberación del individuo del despotismo. Baudelaire no  vivió la voz  de la Comuna de París. No vio las marcas en la serpiente conservadora.
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Frente a la belleza natural de la pintura impresionista, en sus rasgos extremados de luz y  color, ya están los avances de otra mirada, que esquiva la expresión de la naturalidad y en su lugar aparece la modernidad que llevan ecos, pero contiene el cambio del modelo del instante de vida. Un salto de cancán en la pista del escenario de un cabaret. Ser la modernidad y la angustia de la pintura post-impresionista  de Toulouse  Lautrec o Van Gogh.
Y surge la pregunta de qué manera el estilo del arte expresa la ascensión de una sociedad monetizada en el salario y la ganancia y de consumo masivo. Ascensión y caída de una sociedad  de sujetos anónimos  y expirantes  en las formas autoritarias del Estado constitucional. Cómo se da la repuesta del estilo pictórico a las  formas del Espíritu hegeliano del Estado. La respuesta extrema y subversiva del arte a la manipulación de las formas convencionales del espacio y el modelo en una vieja  perspectiva.
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La expresión artística se distancia después de la I Guerra Mundial de las formas autoritarias del academismo regulador, para llegar al salto cualitativo de las formas abstractas. La mirada abstracta contra las reglas caducas de lo admitido. Y la aparición de un público que entiende y expresa su demanda.
De la exaltación del delirio anónimo y alcohólico de Lautrec ( 1864-1901), a las relaciones de poder político final de Napoleón III y la III República francesa, extremadamente convencional y colonial, pero que origina una economía de exportación de excedentes de producción y compras a bajo precio de importaciones de materias primas. La tasa creciente monetaria inflacionaria que afecta a los costes de producción, a los ingresos nominales,  a los precios de venta y a la política fiscal. Hay variaciones en las cantidades de dinero globales con el extravío del cancán y gasto social de los rentistas.
La ruptura de la sociedad estable  por la oferta monetaria introduce relaciones económicas e ideológicas de extremo nacionalismo económico, que absorbe la anexión del mercado y  capta lo imaginario del deseo. Y así se funde la captación de la unidad real de la vivencia y su ideología. Visión del mundo del arte que revela un nuevo deseo de relaciones de los gastos y su goce. De las bailarinas de Lautrec al nacionalismo de la III República y la cosificación del pasado de la historia.
Del pequeño emperador de Víctor Hugo a los conflictos políticos y literarios de Zola con la III República. El enfrentamiento del arte  que denuncia la falsa historia de las conspiraciones antisemitas del "Yo acuso". La literatura naturalista contra los grabados del esperpento de reyes de espadas, copas, oros y bastos. El postmodernismo de Valle Inclán del esperpento y el albur de la revolución de los descamisados, empujados a las ciudades anarquistas, frente al miedo egoísta a las bajadas de ingresos y las altas ganancias  de la gran burguesía industrial, comercial y financiera.
 La protesta de Lautrec es escenario de la realidad por la farsa del placer inhumano, que él muestra por  la decadencia de la hipocresía moral. Su obra exalta la vitalidad  como prueba de la exaltación social del gasto burgués por el ocio prohibido. Por eso, Lautrec no se interesó por el arte impresionista del paisaje y prefirió el ambiente cerrado e iluminado por la luz artificial. La luz y los colores, los encuadres entran en la deformación  de un mundo hipócrita de ricos especuladores  y de vicios privados ocultos. La luz artificial del cabaret  destaca los gestos y movimientos exasperados de cantantes y comediantes, mientras se exalta la xenofobia  de clase con vasos de agenta y piernas de bellas mujeres en alto. La razón de la sinrazón produce monstruos oscuros delante de la belleza.
Lautrec era alcohólico. Alcoholismo que derivaba en accesos de locura  etílica y  artística. Además la vieja sífilis medieval de la prostitución y el alcoholismo del final de siglo, 1897 militarista y colonial, que adhería a la burguesía a los mirones de chaqué, junto al nacionalismo de las depresiones psiconeuróticas del inconsciente colectivo. Lautrec pinta la cinta transportadora de la belleza y  la basura. Fue recogido de las calles a causa de una borrachera, y poco después murió en un delirium trémens.

En el retrato de Oscar Wilde, que el mismo  pintó, están  los ecos psíquicos individuales y colectivos. Los ecos sobreviven por su crueldad y su nostalgia. El retrato de Dorian Gray wildeano padece la vejez de los ecos, mientras permanece su juventud de modelo como un salto de la juventud  carente de historia.

jueves, 20 de agosto de 2015

Tianjin.

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Las tragedias sociales desplazan aparentemente el momento histórico actual a momentos pasados. Los acontecimientos sociales se desplazan de la línea del tiempo a un círculo cerrado trágico. Tianjin desplaza sus efectos a las guerras nucleares y los accidentes de las centrales nucleares. Pero en Tianjin además de los efectos devastadores de una explosión en el sistema urbano e industrial,  implica el caos  de un modelo de producción dominante  y de la  no eficacia de la convivencia social y la no eficacia del modelo político transitivo de formas agrarias a formas  neocapitalistas ultra liberales.
El fenómeno destructivo de Tianjin,  los hemos visto extraños no residentes, lo hemos tenido como  la percepción visual inmediata de la destrucción generalizada del hombres y objetos industriales. Una explosión que manifiesta en su destrucción el ciclo del capital industrial anarquizado y  las relaciones de complicidad y corrupción que conlleva. La explosión casi nuclear se da en el escenario histórico de la ciudad china de Tianjin. No es un acontecimiento diacrónico casual, sino el desarrollo económico de la dinámica de una sociedad precapitalista, que avanza impulsada por desarrollos de producción tecnológicos importados por sociedades industriales postcapitalistas, en edades de declive y  caducidad innovadora en las relaciones  de producción.
 Es el tránsito de una sociedad agraria a una sociedad industrial avanzada a través de desarrollos espasmódicos de excesos de producción y bajo consumo interno, por la relación de alta productividad de valores de uso con fuerzas de trabajo de salarios  bajos  e ingresos monetarios, que originan ciclos correlativos de altas ganancias de acumulación de capital. Una productividad científica importada impone un ciclo de producción y comercial de alto consumo internacional, sobre la base de precios de venta bajos y alta demanda, que vienen a determinar intercambios desiguales de cantidades de trabajo de baja y alta calificación  y de alta amortización capital fijo que no retorna como inversión de renovación de capital nuevo. El entrelazamiento de bajos salarios y altos beneficios de plusvalía relativa interna y bajo consumo interno obliga a alto consumo externo a precios bajos en precios divisas apreciadas.
El beneficio interno nacional, recortado en los precios de venta exterior,  permite la subida  de los precios internacionales externos de las mercancías exportadas  y la conversión de las ganancias internas residuales en créditos financieros bancarios para  activos bursátiles internacionales, en escaleras de sectores punteros de ofertas y demandas no nacionales e   integrados en fetichismo del dinero inversión a corto plazo que recogen los créditos apalancados  en las diferencias del interés del préstamos con las diferencias de cotización al alza de valores mobiliarios. El tiempo especulativo de ganancias por sectores especializados en subir la escalera espiral del alza, al infierno de la incertidumbre.  Infierno financiero que proviene de ahorros-salarios  internos prestados a intereses bajos con la garantía de las acciones compradas a la baja. Luego la burbuja de compradores-vendedores y la caída de las cotizaciones con la quiebra del comprador-deudor y retornos de endeudamiento a corto plazo por los préstamos inversionistas. El lema bankiano de todos somos banqueros.
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Las ventas externas de mercancías  en moneda extranjera posibilitan compras de medios activos aplicados a la deuda pública nacional y extranjera con bajo rendimiento. La producción exterior de productos a mercados exteriores,  a precios bajos, origina pagos en divisas  que  adquieren medios de producción y tecnología a precios altos en los mercados exteriores de  moneda sobrevaloradas.
Juego especulativo de abundancia y escasez de dinero extranjero que aprecia y deprecia la moneda propia. Con la moneda nacional depreciada se venden productos interiores a precios bajos y  se compran productos a precios altos. Diferencias de valor que obligan al crecimiento de la producción y a desequilibrios con ofertas bajas de precios de venta, que  bajan el margen de ganancia sobre el coste de producción.  Al contrario, la abundancia de ofertas de producción exportada de los países vendedores,  en divisas depreciadas, dan jerarquía de demanda externa con altas ganancias absorbidas a la producción interna.  
Metafóricamente esta situación de sobreproducción y subconsumo en las sociedades industriales, en sectores capitalistas, no homogenizados en las plusvalías medias, desplaza capitales de los sectores de alta tecnología y baja plusvalía a los sectores de baja tecnología y alta plusvalía. Alto desarrollo desigual en el país.
Los efectos económicos de la desigualdad sectorial y social los hemos percibido en las pantallas de televisión como una repetición retórica de las experiencias visuales  nucleares de los documentos televisivos. Pero hoy las imágenes no evocan otra realidad y su percepción no procede de un espectador in situ, sino de un espectador sin presencia inmediata. Según las imágenes televisivas ha habido una explosión de niveles nucleares en una zona de alto desarrollo. Una explosión percibida en la pantalla televisiva con un mensaje de radiaciones expansivas, a través de imágenes.
El espectador ha podido asistir al preámbulo aleatorio del futuro construido en la superproducción y el subconsumo de mercancías y de residuos  tóxicos arsénicos   deficientemente almacenados, que implican  reducir inversiones de capital, no incorporado a los valores de producción y coste de ventas.
Ha sido la destrucción avanzada de un sistema económico en un  espacio y un tiempo histórico  para un modo de producción acumulativo de grandes excedentes industriales y retardos de exportación con ganancias variables decrecientes, carentes de mercado de consumo interior y adquisiciones de divisas en su valor real, decrecientes, de mercados exteriores y materializadas en deuda pública externa  de dudoso retorno inmediato.
 La contradicción de desarrollo creciente y acumulativa de superproducción de mercancías y  subconsumo interior, desinversión en organización y capital fijo, junto a residuos tóxicos acumulados  por la anarquía de  producción y almacenamientos a costes bajos, son efectos de una estructura  económica acumulativa que se desplaza en el caos.
Para el individuo educado en la ética de situar la producción al servicio del hombre, resulta  aterrador la destrucción del medio urbano, ecológico y las víctimas por la acción desordenada por las relaciones sociales de minorías dirigentes, que niegan al hombre la cúspide del humanismo y la perdurabilidad. Prefieren el momento final de la ganancia monetaria acumulativa y la visión de su destino minoritario, desde un edificio rascacielos,  para que sus  vidas no estén  en el breve vuelo de una mariposa financiera  o el tiempo interior  de una historia condicionado  por sus límites internos  tecnológicos y biológicos.
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Pero la muerte puede estar  fuera de los límites biológicos interiores por las plagas naturales virales, del hambre, la enfermedad y la guerra. La brevedad de la vida no es una inferencia filosófica estoica, la sorpresa de un acontecimiento fortuito, sino la experiencia social de un modo de producción social caótico en su finalismo de superproducción. Las masas monetarias inflacionarias de los créditos a bajo interés y las deflaciones  de la crisis destruyen valor de cambio de las mercancías con subidas y caídas de precios no equivalentes  en valor.
 Los  aumentos de la oferta de producción global y la contracción de la demanda global  a nivel de masas monetarias salariales reducidas provocan la aparición de las crisis en sus límites de productividad creciente y  relaciones de propiedad ancladas en la obtención de ganancias por acumulaciones de trabajo gratuito monetizado. El trabajo gratuito monetizado se ha convertido en el valor de la moneda divisa. Si una moneda se deprecia para hallar mercado, entrega cantidades de valor trabajo en valores de uso gratuitos. Se quiere salvar la superproducción entregando cantidades de trabajo no pagadas y materializadas en valores de uso monetario. Se establece una economía de regalo de valores de uso  al mercado exterior, a la vez que se reducen los  niveles de consumo necesarios interiores de la población.
 Los órganos máquinas de la producción se desgastan en un alto nivel de obtención de rendimientos y desinversión de ganancias que ocasionan la sobre abundancia de capital fijo no aplicado. Los órganos máquinas se vuelven obsoletos con la consecuencia de un organismo maquinal desgatado por su uso. La muerte residual de la máquina de producción es una desinversión de capital. La desinversión de capital industrial define la edad  del capital y los postulados económicos mecanicistas  de la supervivencia maquinal.
Las radiaciones provenientes de la ciudad de china de Tianjin muestran la superproducción de mercancías sin salida monetaria al mercado de consumo exterior y el almacenamiento de materiales tóxico, junto a núcleos de población asalariada a niveles inferiores de supervivencia. El desprecio al hombre como fin lo convierte en un medio que puede ser destruido. Perseguir el concepto de una crisis social es hallar el concepto de la correspondencia entre productividad y propiedad de los medios de producción, conclusión que nos lleva al trabajo sin propiedad, salarios bajos y  largas jornadas laborales en los límites de la superproducción de ganancias no realizadas y un sistema monetario de desiquivalencia de divisas. Esta desiquivalencia monetaria, de monedas fuertes y depreciadas, no hallan sus límites de intercambio por las fluctuaciones de la superproducción y el subconsumo.
La historia cronológica es una serie de acontecimientos coexistentes en la línea  homogénea del tiempo ideológico o empirista. Esta historia es comparable a la muerte de un anciano en una silla de invalido, que mira los efectos de desgaste físico en causas aparentes. La mariposa moribunda industrial y el viejo en una silla de inválido detrás de una cristalera son máquina obsoletas. Son máquinas deficientes por uso y rendimientos. La estructura de la muerte se articula a una combinación de elementos al azar, y a una  carencia de tiempo por  sorpresa y desutilidad.   
Las crisis sociales manifiestan los límites de su temporalidad. Manifiestan el círculo inmóvil  de sus rendimientos decrecientes y la inmovilidad de sus relaciones sociales en el derecho y el Estado. Las crisis son límites al modo de producción y al sistema de propiedad privada de los medios de producción de valores de uso.
Una crisis financiera manifiesta la incapacidad  de la distribución del dinero-rentas para realizar el consumo de la producción. Hay subconsumo con exceso de dinero depreciado, precios altos,   mal distribuidos entre propietarios y asalariados.

La crisis social es un espejo roto donde se ven fragmentos de imágenes de sistema de caos que camina sobre ellos. El ojo no puede unir los fragmentos de una sola vez y  entonces lo imaginario sustituye lo real. Nadie que toma una decisión conociendo el efecto de su límite. La voluntad hace de máquina que bombea arena y levanta un muro. Se desconoce la máquina y el muro. Las crisis son siempre límites al movimiento circular de la sobre producción social de riqueza privada y  la tendencia al decrecimiento de la tasa de ganancia. El subconsumo conlleva la pérdida de mercado y la depreciación del valor del dinero y los salarios-consumo.

martes, 21 de julio de 2015

La gallinita ciega.


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La gallinita ciega de la realidad busca el deseo. La búsqueda de la realidad, por un ser inyectado de alucinaciones, un querer vivir asido al entorno represivo. Realidad de la memoria del deseo que se agarra al cuerpo multiforme de Eros y Thanatos. La vida del deseo y los sueños ciertos de la muerte. Luis Cernuda lo poetizó "En un lugar donde habite el olvido", donde ya la memoria del deseo sea una piedra entre ortigas.
La gallinita ciega del corro de niños que canta mientras otro, con los ojos tapados de cigarras,  busca, alguno de los escondido para salvarse de la venda que le cubre los ojos. Gallinita ciega del deseo en la oscuridad de la realidad. El reverso de la realidad es la oscuridad. Como una luz de almendra nuestra claridad está dentro de la oquedad del viaje imaginario del deseo de amar para existir. La esencia de lo que somos se nos entrega envuelta en las sombras irracionales de la predestinación del objeto no deseado de fuego,  viento y agua.
Debemos encontrar la realidad de tú eres el escondido, tanteando la memoria involuntaria del inconsciente colectivo. La cultura colectiva de la realidad enfrentada al deseo de nuestro inconsciente  general. La cultura inmóvil en una densa niebla, en la noche de las cosas sin brisa y sin nombre de crueldad. Sobre la subjetividad que quiere abrirse con el amarillo del girasol  y el verde oscuro de la conciencia de cristal.
 La memoria consciente falsea la memoria inconsciente. Los pétalos secos de las azucenas  tapan la mano que ansía los pájaros escondidos, de alas recortadas por el viento de las tardes de Estío.
 Los años pasan sobre la carne para convertir su tersura en piedra quebrada de caminos y sin final en los estanques sin agua. No hay tiempo consciente que contenga cajas de música y colibrís libando. Hay tiempo en los troncos viejos de los castaños, en las cuestas empinadas que buscan los cuadros del grito, ¡Del ay repetido y el sonido de las  campana por espacio sin fuente y sin árboles!     
Pasa el deseo antes que el cuerpo tenga memoria de sí mismo, por la densa espuma de  imágenes traumáticas, de los sucesos del miedo que conformaron la estructura de carácter del individuo, que se apoya en las esquinas de las fachadas encaladas, de color blanco y muerte amarillenta.
Los hechos del grito y del castigo que torturaban los escondrijos de las lágrimas de sal y de cera. Ecos y gritos como espirales de miedo que se introdujeron por las rendijas de las ventanas abiertas, donde velaban el cadáver de aquella mujer, entrevista por la gallinita ciega con un plato de sal y unas tijeras en el vientre para que no se hinchara y no entrase en el Orto, en la oscuridad mortal sin una moneda de plata y una mortaja. Y desde ese ahí a la espera del ángel regido por motivaciones ajenas, vestidas de símbolos oníricos, de la nada  y el displacer.
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Sin embargo, hay en la conciencia un rumor de caracolas, una furia de amor y de olvido, o el poema inacabado de palabras musitadas en la niebla de todos. Los sueños que no se recuerdan, inconscientes raspaduras de imágenes perdidas con los ojos abiertos. Como si ante la muerte y la decadencia, surgiera un canto de olvido.
Ante la vida dada, el inconsciente del rumor del mar y del viento. Es desesperante la historia individual, sino se encuentra con ese rumor profundo, que aspira al sueño de ser más que la piedra o la ceniza esparcidas. Se necesita saltar por encima del inconsciente  con el puro rumor de palabras que un día fueron de amor y de olvido. Las palabras de los dioses exiliados que han huido del mito colectivo. Dioses de neumáticos quemados, olor que sube  por encima del ruido de las calles y de los gritos ajenos. Algún día de juventud fuimos capaces, a escondidas, de besar los senos de Venus, en los museo sin cámaras de vigilancia del Estado, fuerza  que está dentro de la conciencia voluntaria de sobrevivir.
Rumores de lluvias que nos dicen  de la respiración de pez y de la simbología del inconsciente colectivo. Esa estructura del lenguaje pez entre aguas de sonidos, que articula olvidos y sueños de sobresaltos de arena, en el laberinto de los ecos y la espuma del mar crepuscular. Los oídos de arena en las islas griegas, arena blanca de sumisión y fatalidad y del mito efímero en la flor y en los labios.
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 El individuo vive su malestar ocultándose de la miradas. Oculto en el juego de las luces y las sombras en los día otoñales de las hojas y los pájaros, ocultarse del juego de los dorados campanarios de la juventud audaz.
Inconscientes de sombras y hondos pozos a donde no llega la yedra ni los peces de plata de las promesas de amor. Queriendo saltar por encima de la costumbre que come basura nos tropezamos con el resentimiento erosionado del convivir. Queriendo vivir  nos viven. Vivir falseado en el relato de piedra de pórfido con las marcas de labios y  gritos ausentes de gente, que se mueve en multitud en el tablero de ajedrez de los días blancos y negros. !Ay, aquel grito del déspota que mataba jilgueros en la jaulas¡. Matar al jilguero que esperaba la mañana para huir! El dolor del cuerpo enflaquecido que prueba el acíbar del golpe de lágrimas.
Allá por la línea magenta de la callejas de cal y los riachuelos de agua sucia rota por la botas de los vencedores. Botas en los arriates, allá por la sangre sin simiente. Elevación del inconsciente a la altura de la historia muerte.
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La pureza de la flor y de las nubes bienaventuradas de los que sólo tienen las manos llenas del coral del abandono.  De un corazón que sólo es murmullos de ruiseñores y fondo gris del aullido de los sufrimientos padecidos. Quizá sean quejas de oprimidos que nunca escucharon zureos de palomas en los aleros de los tejados del viento. Por esas rendijas por donde el viento mueve las alamedas. Allí, qué lugar, hay pájaros y  niños que miran el agua de las acequias.
La historia no cuenta lo oculto del dolor de los prisioneros con uniformes naranjas en las islas dichosas del altar mar del son cubano. No hay en ellas un narrador de memorias lleno de furia y terror.
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 No hay posibilidad alguna de una memoria social que dure con la esquizofrenia de la alegría. No hay capacidad de no ser para que el pájaro se vuelva tortuga. No tiene la piedra la semilla escondida, ni la del ser muda negación de negación. La estructura social del inca sometido al terror de los dioses y los obreros comiendo pan de opio indio. La trompa del elefante colonial produciendo valor gratis como dinero. La araña  totalitaria comiendo excedentes de dinero mientras las moscas comen subsistencias  y máquinas de materias fecales monetarias, que obtiene una clase poseída de la propiedad instrumental y organizativa del proceso de trabajo.
La gran araña de los bloque de piedra esparcidos del imperio jemer. El imperio budista de la duración de los dioses, que  se debió al crecimiento de la productividad de la producción arroz, plantado en los cenagales de lluvia, manchada con el amarillo y el jade de los señores de los rezos y de la guerra.
Crecimiento de semillas para los arrastradores de piedras talladas con la imaginación del nacimiento del mundo y su espiritualidad de estanques de peces dorador. Lastradas  reencarnaciones de leyendas de piedad para los seres ausentes de piedad. Mantras, bocas secas de rezos y dedos engarfiados en vientres de piedra.
 Crecimientos de los lodos fluviales mientras se canta a la lluvia  que llena los riachuelos, y los campos de arroz con tres y cuatro cosechas anuales, que alimentan el desvarío de la presencia de dios en su ausencia. Excedentes económicos que forman imperios, ejércitos y Estados burocráticos  de ciudades de dioses y emperadores. La inmortalidad de la piedra es erosión y robo de monos y arqueólogos colonialistas. La  ideología al dios hindú, Visnú  esperanza de piedra sobre los campos de arroz y té.
 La relación de incrementos o decrementos  de excedente económico es correlativa a expansión o contracción del poder político, militar y urbano de una minoría social sacralizada sobre el trabajo de los campesinos. No hay excedente económico sobre una estructura natural, sino hay un valor trabajo intensificado de las cantidades de trabajo aplicadas ordinarias y las condiciones instrumentales renovadas y de organización del proceso del trabajo.
En estas civilizaciones el excedente económico es visible y se obtiene extraeconómicamente por la religión. Los valores de uso circulan del campesino a la aristocracia militar en metamorfosis del dinero mercancía. El campesino divide la cosecha en bienes de subsistencia y bienes tributables. Ellos subsisten si el excedente crece por la producción y no por la reducción del consumo de subsistencia. Las grandes luchas sociales de aristocracia  y campesinado proviene por la desigualdad de bienes de subsistencia,  que se transfieren  al excedente de explotación, que marca los jalones de la discontinuidad de la historia en la servidumbre y la revolución.

La gallinita ciega se esconde en la oscuridad por el temor de descubrir la impiedad del modo tributario de vasallos y señores. Los valores de uso del trabajador se vuelven valores de cambio monetarios para unas minorías dominantes de dioses, que se esconden en la noche, coercitivos y  ocultos, que bien entretejen la crueldad trascendente o bien encuentra arañas que llevan al silencio del rezo o al suicidio del dios del hambre.