miércoles, 29 de abril de 2009

El Gran Inquisidor(2)

Subperíodo 1830-1848.
Al igual que fotografías reveladas en negativo, las fases del proceso histórico entregan su comprensión en representaciones desvirtuadas. Como si el espacio social fuese un espectro de absorción de las frecuencias repetitivas de la memoria. Manchas negras y blancas que contornean los hombres y los efectos de sus ambiciones. El espacio social, en un haber sido grávido. La caída de la memoria en el estado inorgánico. El individuo de 1830 penetra en las características de su personalidad en un ambiente clasista de la sociedad. El individuo reconoce que su existencia está aislada, en la extrema inquietud de los enfrentamientos sociales y políticos, por el poder y la riqueza. La conciencia se habita de las estrategias de supervivencia, de medios a finalidades utilitarias. “Quiet veut la fin veut les moyens”. Él es un individuo inquieto y ambicioso en su lucha económica y política por ascender en la escala social de la aristocracia y la burguesía. Aunque la vieja aristocracia haya desaparecido de la escena social, aún conserva el prestigio nobiliario frente al ideario incipiente de la burguesía, con sus criterios del logro económico del más eficiente y combativo en el mercado anónimo de la circulación del dinero y de las mercancías. Ella afirma el ascenso social por la astucia acumulativa de capital- dinero y las influencias que el capital otorga en los círculos políticos de dominio.
Hay en 1830-1848 flujos de seres que vinieran a mostrarse en una existencia esplendente, por haber alcanzado el éxito individual ante la sociedad de la riqueza. Haber significado en el mundo es haber tenido. El Ser es Tener. Un haber estado en poder de dominar poseyendo. Haber durado en los conflictos de clase. La conciencia desgraciada y cósmica del romanticismo se diluye en los deslumbramientos del dinero metálico y las relaciones de clase. Es una sociedad cerrada en la utilidad de las rentas y del capital ganado en el inhumanismo de la explotación del hombre.
Ante una situación social degradada, en el poder y la riqueza, la sátira siempre había sido una bocana de salida a las masas fluyentes de la irracionalidad del poder. François Rebeláis (1494-1553), escritor francés, muestra en su época, la disconformidad de la libertad individual del genio renacentista ante las Instituciones represivas de la cultura mercantilista y la subjetividad religiosa del poder social. Su vitalismo pantagruélico habría de ser la herética renacentista frente a la ortodoxia medieval. La voluntad del individualismo renacentista se enfrentará al sincretismo religioso autoritario. Ya en, 1830-1848, la sátira estará en las caricaturas y en la pintura de Honoré de Daumier, (1808-1879). Su sátira distorsiona expresivamente las contradicciones de los individuos enajenados en la avaricia y en la gula del oportunismo ideológico. En 1832 deja, un arquetipo, de la corrupción social del elitismo aristocrático y financiero, en las caricaturas del rey Luis Felipe I de Orleans. Daumier satiriza la avaricia de los círculos sociales dominantes que envuelven a la monarquía.
Aguste Rodin (1840-1917) labró la escultura de Honoré de Balzac (1799-1850), escritor francés, como la conciencia crítica de su época. Él era el escrutador de los rasgos sociológicos que le conferían a la sociedad su significado histórico. En las distorsiones de la figura de Balzac de Rodín están las deformaciones sociales de la Monarquía de Julio. Honoré de Balzac estaba convencido de que la estructuras materiales habían modificado las condiciones revolucionarias del Consulado y del Imperio bonapartista. El naturalismo social de Balzac y el análisis de la estructura del Estado de Stendhal (1783-1848), encuentran la realidad y el poder político en los intereses económicos, ideológico provenientes de la Restauración. Estos intereses clasificaban a los individuos en integrados y desarraigados del país legal.
La novela social de Balzac y Stendhal describe los rasgos primarios de una sociedad que no oculta la fuerza de sus intereses materiales, que impone su ideología de la riqueza en una patología que hará sucumbir la compasión por los perdedores y actualizará la máquina del pragmatismo del Gran Inquisidor. No se oculta el origen del círculo venenoso de la sangre del usurero, de su riqueza monetaria fetichista. Los caracteres novelescos del naturalismo social exteriorizan la dinámica depredativa de la Monarquía de Julio. Utilizando la terminología política de Antonio Gramsci, se afirmaría que el bloque político dominante, de la Monarquía de Julio, estaba conformado por fracciones de clase de la burguesía financiera y los propietarios de la riqueza territorial. La fracción hegemónica del bloque político era la burguesía financiera, que dictaba las leyes en las cámaras y adjudicaba los cargos públicos. La burguesía industrial estaba representada en el escenario político como una minoría opositora. La pequeña burguesía y la clase campesina habían quedado excluidas del escenario de la legitimidad política.
El modelo económico de la monarquía de Julio se basaba en una estructura compleja de diferentes niveles interactuados:
- La Monarquía dependía de la variabilidad de afluencia de sus recursos financieros.
- La imposibilidad de enlazar los recursos estatales a la producción nacional. El desequilibrio presupuestario, entre los gastos y los ingresos del Estado, impedía la intervención estatal mercantilista en el desarrollo económico.
- El equilibrio presupuestario implicaba actuar en la restricción del gasto público y el sometimiento a una nueva regulación del reparto de los impuestos a los sectores enriquecidos. La regulación progresiva del reparto de las cargas fiscales no se transfería a los sectores sociales de altos ingresos, integrados en el bloque político reinante.
- La reducción del gasto público afectaba a los sectores anexionados a las concesiones de servicios estatales. El incremento de la deuda pública lucraba a los sectores financieros, que gobernaban y controlaban la Monarquía de Julio.
- La deuda pública era objeto de especulación financiera y enriquecimiento rápido de los sectores cercanos al poder. El ciclo económico estatal era de endeudamiento creciente, reflotado con los empréstitos.
- La inestabilidad del crédito del Estado daba la posibilidad de causar oscilaciones extraordinarias, imprevistas e intencionadas, en la cotización bursátil de los valores del Estado. Los efectos desestabilizadores eran la ruina masiva de los pequeños inversores de deuda pública y el enriquecimiento rápido de los especuladores.
- Las sumas monetarias adquiridas por el Estado, mediante su endeudamiento, daban ocasión oportuna de contratos estatales de suministros en obras públicas a contratadores favorecidos en sus presupuestos, y cuantificados al alza en sus valoraciones.
- Las interrelaciones económicas, de menores ingresos y mayores gastos estatales, reproducían los déficits públicos y la oportunidades de colocación de capitales especulativos en la estabilidad/ desestabilidad financiera del endeudamiento estatal.
- En la actividad económica real del siglo XIX, el objeto económico radial de crecimiento, era el ferrocarril en su arrastre de actividades conexas. Las cargas principales de la construcción de la red viaria recaían en los gastos estatales, determinantes para la inversión en la estructura básica ferroviaria. Escaseaba una financiación alcanzable para el capital privado, así que los gastos estatales eran subsidiarios. Los gastos extraordinarios de inversión estatal derivaban en endeudamiento y en transacciones bursátiles especulativas. Las diacronías desequilibrantes de endeudamiento estatista, el enriquecimiento de las instituciones bancarias y la empresa accionaria, habrían de incitar a la aparición de fuerzas sociales, sin representación política de partido, pero con capacidad organizativa para atacar el poder hegemónico político y económico del bloque en el poder.
- Un sistema de proteccionismo extremo del comercio internacional. Los derechos de aduanas para las importaciones se extremaban en la fundición de hierro y en la industria textil.
Si se precisa el tono justo de los acontecimientos de la historia, aún quedan ecos de la gestión económica de la Monarquía de Julio en la actualidad. Como si hubiera una estructura invariante que se desplazara como un móvil en camino de la historia de las actuaciones económicas y sus efectos en las crisis sociales.

lunes, 20 de abril de 2009

El Gran Inquisidor (1)

El inquisidor pregunta. Inquiere información sobre la herejía que debe eliminar de la sociedad. Su axiomática resbala sobre la pátina de las láminas de acero de la fe en el misterio. El individuo es reducido por las máquinas dogmáticas o por las máquinas de tortura. Desde las primeras décadas del siglo XIX hasta el Apocalipsis de La Primera Guerra Mundial, el Gran Inquisidor exalta el sometimiento de la libertad-racionalidad a las instituciones ideológicas por las que el individuo vive su experiencia existencial. El individuo debe quedar plegado bajo los rodillos de las Instituciones del Poder. Hay un largo proceso en la historia de 1830 a 1914, donde se establece la rebeldía de la experiencia vivida, sin los efectos deformativos de la ideología, y el sometimiento de los individuos y de las masas sociales a las representaciones ideológicas del Gran Inquisidor. Luego de la Gran Guerra, el Gran Inquisidor será sustituido por los mecanismos persuasivos de la racionalidad convivencial democrática o por la exclusión totalitaria a los espacios hexagonales de muerte. Se llegó hasta el finalismo de la extinción de la humanidad en la Segunda Guerra Mundial. Después de la Segunda Guerra Mundial, las estructuras sociales se establecieron sobre la racionalidad de la necesidad y la libertad. Aunque no hubo un trashombre, que superara la reproducción de las condiciones existenciales extintivas, hubo un período de progreso social, donde se constituyeron Instituciones sociales que protegían la permanencia del hombre en la libertad y la necesidad racionalizadas. Pero en los años setenta del siglo XX, volvieron los Grandes Inquisidores que ajustarían la necesidad a la reproducción de la desigualdad de la opresión. Las Instituciones Sociales, en las que el individuo ideológicamente se guarecía de la Naturaleza y de la Irracionalidad de la Historia, entraban en la manipulación de la irracionalidad del orden autoritario, que impedía la ordenación de la esencia humana a la existencia humanizada. Un largo estancamiento de la desesperanza inundó la experiencia de existir en la represión. Dentro del caos volvía la unidad de dos contrarios: El Gran Inquisidor, y El Saber irrenunciable de los seres humanos por la necesidad de lo que es Justo. Las relaciones del humanismo se ensamblaban en dos términos antagónicos Inhumanidad/ Humanidad. El zoroastrismo de las sombras y las luces. Para ordenar y especificar esta relación esencial de la pareja Inhumanidad/ Humanidad, en el texto, se ha comenzado por elegir el período de 1830 a 1914, con su abertura de 84 años. En él, se argumenta la angustia de tres generaciones ante la consolidación y la valoración de las representaciones ideológicas del Gran Inquisidor.
Antes del comienzo del período histórico de referencia, la filosofía de la historia del alemán Johann Gottfried von Herder (1714-1791), va a influir decisivamente en los comportamientos de las minorías románticas de la generación ascendente anterior a 1830. La idea de Hender, de que la filosofía y la historia se corresponden con las mismas leyes, será extremadamente decisiva en la concepción del mundo de la generación romántica. Su determinismo anula la libertad individual para caer en el destino. Mary Wollstonecraft Shelley (1797-1851), novelista inglesa. En 1818 publicó la novela Frankenstein o el moderno Prometeo. Frankenstein, conocedor de los poderes ocultos, crea una criatura infrahumana a partir de cadáveres, que ascienden de la naturaleza inorgánica a la naturaleza orgánica, rediviva por el conocimiento científico. Frankenstein alegoriza la relación Inhumano/Humano con respecto a una sociedad mesocrática, aterrorizada e intolerante a las propuestas reveladoras de lo Inhumano. John Keats (1795-1821), poeta inglés, publicó en 1818, Endimión para expresar la búsqueda en el mundo opresivo un amor onírico. El delirio del amor soñado sustituye a la realidad. Friedrich Wilhelm Joseph von Schilling (1775-1854), se introduce en la mística de la idealidad para asociar a Dios con las leyes del universo. Samuel Taylor Coleridge (1772-1834), poeta, crítico y filósofo inglés. Coleridge era adicto al opio, para escapar del dolor físico, y a la mística teológica de Jakob Boehme, y Kaspar Schwenkfeld von Ossig.
Lord Byron (1788-1824), poeta inglés. Obsesionado por el Juicio Final, y el enfrentamiento dionisiaco contra las virtudes mesocráticas y la fatalidad de la lucha política por la libertad. El congreso de Viena de 1814, fue uno de los espasmos agonísticos de las minorías románticas intelectuales conservadoras y liberales, cuyos efectos ideológicos y represivos duraron hasta la Primera Guerra Mundial de 1914-1918. Mary Shelley, Keats, Schilling, Coleridge, lord Byron, (…).La intelectualidad romántica se rebeló contra el organismo social conservador que había petrificado la historia revolucionaria internacional de 1789, con la restauración de la aristocracia del siglo XVII. La extrema desesperación romántica, ante la naturaleza y la historia, buscaba que los antagonismos entre la sociedad conservadora y del poder espiritual pudieran llegar a reconciliarse en el desenvolvimiento de la Razón Universal hegeliana. El hombre romántico se enfrentaba al abismo de lo infinito del tiempo artificial de las jerarquías aristocráticas y lo finito de la pasión libre de la naturaleza humana. El individuo estaba desapropiado de su esencia ante la represión organicista de la utilidad conservadora. El caos del destino ante la racionalidad. Al individuo romántico le correspondía contemplar el opresivo decadentismo de la aristocracia y el ascenso social de la mesocracia burguesa. El inconsciente económico de la Historia atraía la transformación de la economía agraria medieval a una economía manufacturera y a los inicios del maquinismo. Pero la automatización de los procesos productivos provocaba el desosiego y extrañamiento de un ser en un mundo aún no habitado. La proclama de Rousseau, quien estableció el culto al irracionalismo y al sentimiento antes que al pensamiento. “'Siento antes de pensar”', hizo que el espíritu romántico se volviera a la Naturaleza, dándole la espaldas a las circunstancias extrañas que lo inmovilizaban a la restauración monárquica o a la mesocracia de la utilidad conservadora, que aplastaban la virtud revolucionaria bonapartista. Por ello, en su alejamiento de la cotidianidad, ellos indagan en las canciones populares, la arquitectura gótica, las obras de Shakespeare. Buscan el retorno a un estado natural. El individuo romántico no tiene espacio de acomodo en una sociedad que abarca los valores del poder político y del poder económico de la burguesía ascendente. Se margina de la decadencia de la sociedad aristocrática y del ascenso político e ideológico de la burguesía. El estado psicosocial de los románticos acoge el frenesí de las emociones compulsivas de un yo melancólico, sujeto al hastío del mundo y a su autodestrucción. El yo neurótico del individuo romántico reacciona adversamente a la aristocracia y a la mesocracia. La generación romántica se irá escurriendo en el silencio del tiempo, pero estará presente a través del siglo XIX y el siglo XX en la idealización del individuo libre frente a lo orgánico del sistema social.
Sirva esta exposición previa para especificar la situación social del individuo escindido desde 1830 a 1914. Este período puede subdividirse en tres subperíodos: a) 1830-1848. b) 1848-1870.c) 1870-1914. Consideramos que en cada uno de estos subperíodos conforma actitudes psicosociales que revelan la enajenación del ser del individuo y la colectividad en la dogmática Inhumano/Humano del Gran Inquisidor.

viernes, 10 de abril de 2009

Deus ex machina (2)

Como deus ex machina, los planes de rescate del sistema financiero, por parte del Estado, se han sucedido a lo largo de los años más recientes del siglo XX.
Grandes planes de rescate determinista ante la crisis del crédito de las instituciones bancarias. El Congreso de EE UU aprobó un plan anti- crisis con el objetivo de comprar deudas contaminadas de los bancos afectados, para ayudar a las entidades a tener capacidad para prestar y atraer capitales. Coste inicial 700.000 millones de dólares. La gran depresión en EE UU (1932-1953.), que consistió en dar préstamos a los bancos, las compañías de seguros y, finalmente, a la industria para salir de la crisis. La Corporación de Reconstrucción Financiera recapitalizó los bancos, permitiéndoles depreciar los activos problemáticos. Crisis de ahorro en EE UU, (1989-1995).Una agencia independiente gestionó créditos fallidos, ejecutó hipotecas y activos depositados como ahorro. El Gobierno se hizo con los activos y los vendió. Coste de la operación 300.000 millones de dólares. Burbuja inmobiliaria en Suecia (1992-1996.). El Gobierno garantizó los depósitos y los préstamos, inyectó capital en bancos y tomó el control de otros. La Autoridad estatal pagó 65.000 millones de coronas suecas. Burbuja en Japón 1996. Gestionar activos de bancos quebrados y comprar préstamos impagados por la crisis inmobiliaria. Duración del plan indefinido. Coste inicial calculado en 440.000 millones de dólares. El siglo XIX estuvo repleto de acontecimientos financieros de baja liquidez, que impedían la realización de los depósitos bancarios por efecto de la caída de liquidez, que causaban la depreciación de los activos financieros de dudosa realización. El gran problema de los activos financieros, por préstamos comerciales e hipotecarios, es la dificultad de su vuelta a la convertirse en dinero por el pago de los deudores. El dinero como medio de pago es igual al dinero como medio de crédito.
Frente a la crisis de la economía financiera se esconde la estructura determinante de la economía real: la producción, el cambio, la distribución de la riqueza producida y acumulada y el consumo productivo y salarial. La contradicción entre la producción y la distribución, entre salarios reales y ganancias reales. La sustitución de los salarios reales por los salarios basura y las ganancias basuras, con el endeudamiento de los individuos consumidores y las empresas descapitalizadas y endeudadas. La constatación de estas contradicciones económicas nos viene dada por la siguiente expresión de la realidad social: "1) El 60% de los trabajadores del mundo carece de contrato. La crisis eleva a niveles máximos de la economía sumergida. Trabajar en la economía sumergida es más común que hacerlo con el respaldo de un contrato. El 60% de los trabajadores en el mundo carece de un marco legal que los proteja, y la crisis que afecta a todas las economías ha agudizado esta situación. Son datos de la OCDE, que aglutina a los 30 países más desarrollados del mundo. La organización cifra en 1.800 millones el número de trabajadores que se desenvuelven en la economía informal, un nivel récord. 2) La brecha salarial entre esta casta directiva y el resto de trabajadores se ha convertido en abismo en los últimos años. En 1976, la remuneración media de los máximos ejecutivos de las firmas estadounidenses era 36 veces superior al sueldo medio de un trabajador de la empresa; en 1989, era 71 veces más, y en 2007, cada directivo recibió 275 veces la retribución de sus trabajadores. El informe revela que entre 1996 y 2006 las retribuciones de los consejeros delegados crecieron un 45%, cuando el sueldo medio del trabajador estadounidense aumentó sólo un 7%. 3) La degradación del mercado laboral en EE UU sigue siendo severa. En marzo se perdieron 663.000 empleos no agrícolas, lo que eleva a 5,1 millones los puestos de trabajo destruidos en los 16 meses que dura la recesión. La tasa de paro subió cuatro décimas, al 8,5% de la población activa, y afecta ya a 13,2 millones de estadounidenses”
Las contradicciones entre los trabajadores y la casta de los dirigentes se acentúan y se revelan en las crisis de las instituciones financieras. La crisis de la economía real crea la crisis del sistema financiero. La crisis financiera es el efecto de la crisis de la economía real. El estancamiento de la economía real requiere de un nuevo sistema económico y social entre los intercambios comerciales de países de desarrollo desigual. La generalidad de las clases asalariadas deben aumentar su participación en la distribución de la producción real y en el crecimiento del consumo, de empresas e individuos, que no se sustente en salarios reales bajos, empresas descapitalizadas, de alto endeudamiento, de tecnología obsoleta, que soportan su ineficacia económica en las diferencias valorativas de las divisas, en exportaciones caras de productos de compleja tecnología a los países dependientes, e importaciones de materias primas y alimenticias baratas. La coyuntura social requiere que las modificaciones deterministas e ideológicas del sistema monetario pasen a las modificaciones reales de la estructura económica y social internacional.

Deus ex machina(1)


Para Émile Zola (1840-1902), escritor francés y creador del naturalismo literario, el individuo es un ser determinado por las leyes de la herencia y del mundo circundante. Para la teoría determinista, los acontecimientos, que afectan al ser individual y colectivo, están enrejados en la causalidad natural de la herencia y en las estratificaciones mineralizadas de la cultura social. Una causalidad mecanicista determina los caracteres funcionales de los seres vivos y las analogías ideológicas coacciónales. Las cantidades infinitesimales de materia inorgánica se introducen por la porosidad del pensamiento inerte. Esa traslación de la materia orgánica a la materia inorgánica sería la simbología de la muerte. Tal vez, la analogía de un móvil que atravesara circunstancialmente la incertidumbre de la subjetividad cartesiana del pensar lo verdadero existencial y los objetos que coexisten aproximándose a un espacio de registros agonales y degradados. A pesar de la transvaloración fatalista de los valores del determinismo, necesariamente el individuo y su cultura trasgreden la fatalidad en un proceso abierto a la negación de la Nada. El determinismo de Émile Zola está dentro de los acontecimientos de la historia social. El pesimismo de Émile Zola se encuentra en los valores cesaristas del Segundo Imperio napoleónico, en los órganos autoritarios militares, políticos e ideológicos de la III república francesa. La conciencia individual está dada por los mecanismos de la colectividad. Las coacciones de los aparatos del Estado y de la familia autoritaria someten al individuo a una energía psíquica sádica y fatalista. El individuo no se escapa de sus actos enajenantes, salvo mediante la negación de sus experiencias vitales como ideología. Una sociedad represiva convierte al individuo y a la totalidad social en un resultado mecanicista de la fatalidad de la ausencia de libertad. Las épocas sociales pueden ser pesimistas y fatalistas, o bien optimistas y abiertas a las valoraciones humanas de la humanización del hombre, en un proceso que trasvasa la utopía en el porvenir progresivo de la historia. Pero el oscurecimiento del determinismo ideológico siempre está presente en los procesos históricos. Por ejemplo, en la crisis social del 2008 hay un oscurecimiento determinista de la sociedad. La ideología economicista del sistema se esconde en una fatalidad ideológica monetaria como un resultado de la globalidad desregulada del orden sistemático financiero. La ideología cuartea la racionalidad de la crisis, mixtificando la circulación del dinero y del crédito, las realidades de la escasez y la organización anárquica de la distribución irregular de la producción social en los grupos sociales. Un fatalismo regulado y encomendado a las instituciones de la economía monetaria. El fetichismo del crédito, y de la gestión globalizada de la crisis monetaria, producen el efecto ideológico de la necesidad intervencionista y determinista del Estado en la masas monetarias que conforman el crédito, la inversión y el consumo.

miércoles, 1 de abril de 2009

La apuesta y el progreso social.

La vida transcurre en un antepresente, como si éste fuera un tiempo condicional que se guareciera del peligro de estar en el desasosiego del presente competivo e inseguro. El ser actual está en la coyuntura de la incertidumbre del presente. Éste tiene que entregarse a la certeza turbia del tiempo vivido en el inconsciente del deseo, aforado a la articulación de los órganos estatales de la reproducción de lo cotidiano. La garantía jurídica y política del cumplimiento del antepresente como proyecto existencial. Necesita la creencia del soy lo que he querido ser. El estar del proyecto vital imaginario en el soy de la experiencia. La paradoja del salto de la incertidumbre al finalismo de la misma. Los repetitivos aciertos/desaciertos de los fines incluyen la fijeza y el agotamiento de los medios materiales e ideológicos, que se han impuesto desde los hábitos heredados como realización práctica del mundo. La necesidad cumplida, consciente e inconsciente, de lo experimentado, imanta la presunción de que habrá futuro. El individuo está de continuo en el trasvase al futuro como propuesta a la realización de su vida. El presente es un resultado, un efecto del hábito del antepresente. Ese ayer neorromántico, que una mirada distraída deja caer en la hoja del calendario. Pero el presente urge con una perspectiva, que valore la relación de esfuerzos y resultados en el flujo del tiempo. La eficacia resultante de lo ya vivido. La medición de esta eficacia se sostiene comparativamente en los deseos cumplidos y la arqueología de la desmemoria. La desmemoria incita la la apuesta del jugador. El apostador juega con su desmemoria. Siempre es un principiante ante las contradicciones de la realidad y la apuesta. Blaise Pascal (1623-1662), mantuvo la fe del hombre trágico, por la que llegaría la justicia absoluta de la humanidad, ante la presencia de un dios oculto y presente, que no interviene en el mundo. Para él, la radicalidad de la salvación exigía la apuesta del destino de la humanidad, después de la muerte, a un reino sobrenatural donde la justicia sería absoluta. La racionalidad del siglo XVII, en el pensamiento y la materia, exigía la fe del jansenismo, del Dios siempre presente y ausente ante el absolutismo de la realeza, que no requería de las limitaciones sagradas para ejercer su dominio.
La apuesta de valores absolutos era la conversión radical para que el presente no fuera un vacío en la desesperanza de los valores instituidos por el poder político absolutista. El individuo estaba obligado a apostar, aunque la apuesta fuera la incertidumbre del individuo perseguido. Se puesta, porque esperamos. La radical urgencia de la esperanza supone la apuesta de fines absolutos. El individuo está en la penumbra atardecida de la apuesta imperativa de la supervivencia por la fe. El antepresente de la apuesta es la radicalidad de vivir en el presente como instante de lo absoluto. La apuesta está rezagada con respecto al futuro. El individuo, que apuesta, toma como perspectiva los valores inciertos del presente, desde la anterioridad del hábito, precisando las probabilidades de sus aciertos. El individuo juega con su probabilidad de realidad, pero en él está el deseo de vivir sus experiencias en la porosidad de la apuesta de valores sin contingencia. El apostador no es un idealista, sino un pragmático. Quiere ganarle al presente los antagonismos cotidianos de la negación, darles a la certidumbre y a la especulación el pragmatismo de valores ciertos. El progreso social es la apuesta del cumplimiento de valores relativos en la historia. Es una marcha de la sociedad hacia delante, pero dentro de las posibilidades reales de acierto de los apostadores colectivos. Cada generación hace su apuesta de superar la herencia del antepresente. El hombre hereda las condiciones de su realización futura.
La extrema incertidumbre de la cultura barroca del siglo XVII fue por dar cobijo metafísico al individuo en el sueño del dios. Vivir en el sueño de dios. Pero se hallaron con la terrible pregunta, ¿ y si dios despierta qué será de mi existencia?. La época nuestra, la del siglo XXI, está en la ideología de la sustitución de la metafísica del sueño de dios, y su despertar, por la metafísica del progreso de la racionalidad económica y la persona jurídico-política. La universalidad del progreso social está en la metafísica de la productividad tecnológica y en la utopía del individuo liberado de la necesidad.
Tal vez, la crisis del siglo XXI venga a mostrarnos la dificultad de acertar en la apuesta metafísica del progreso y de responder a la pregunta: ¿ y si el dios del progreso despierta de su sueño, qué será de las masas sociales que habitan en el progreso incierto de la sociedad?. El progreso de la sociedad es una marcha hacia adelante y un punto de llegada El punto de llegada es la apuesta metafísica del porvenir progresivo de la humanidad. La apuesta del siglo XXI está dada en estos términos: “Tras las pruebas positivas, a que da lugar la marcha social del progreso, la sociedad se encuentra con la justicia y la sabiduría del orden político y jurídico, con el desarrollo de las ciencias aplicadas, la prosperidad de millones de hombres y la multiplicación de nuestra especie en las condiciones de la máquina de producción decreciente de la tierra y la obsolescencia de las máquinas tecnológicas. La sociedad se ha instalado en un proceso ideológico y real de continuo bienestar proveniente de la ciencia y de la técnica renovadas. Cada época es superior en progreso social a la anterior. No es concebible el regreso a estados anteriores ni al estado de estancamiento sin incluir la revolución.”Las apuestas colectivas, si no se cumplen, muestran que las condiciones del presente histórico están agotadas y los hombres necesitan instituir nuevas funciones progresivas de poder y previsión. El apostador ha arrojado los dados. El resultado requiere de una lectura precisa de la esperanza contingente. El antepresenta espera el presente.