1
En el proscenio del teatro griego
hay siempre el grito coral del hallazgo del sufrimiento que implica la verdad
oculta del oráculo o la voz del destino. A este grito sucede la piedad trágica de la purificación, por el
cumplimiento de la pena del personaje trágico. Las leyes divinas se precipitan en intencionalidad moral para el cumplimiento del finalismo agónico de la
impiedad.
En la tragedia griega clásica, las decisiones
electivas de la culpa por transgresión de la armonía entre hombres y dioses, es
el derrumbamiento de la vida por el castigo. Los elegidos por los dioses lo son por
alguna culpa escondida en el tiempo. Por haberse escapado de la contemplación
del hombre por Dios. El espejo de los hombres corresponde a la mirada de los
dioses. Salirse de esa mirada es la culpa trágica. La mirada del dios está
siempre presente y siempre ausente. La naturaleza degrada las relaciones puras
en impuras para llegar al crimen desarmónico de desobediencia a la voluntad del
dios, que mira y predestina en su ocultamiento.
La relación de los dioses y el
hombre queda rota cuando la mirada del hombre ya no busca la mirada del dios.
La esquivez cainita de la pregunta, que quiere desvelar la impiedad, decide el golpe
de la voluntad de los dioses ante la impiedad del transgresor.
El ser del transgresor proviene del
incumplimiento de los principios del orden divinizado. El mandato divino es incumplido por la soberbia de querer llegar más allá de la voluntad
del dios. El hombre en el cosmos social
está obligados a su cumplimiento recíproco y no puede salir de él salvo su
entrada en el Hades.
No hay boca de entrada al perdón de
la culpa por desobediencia, ni con el suicidio ni con la soberbia del libre
albedrio y la libre voluntad. El hombre se debe entregar a la emocionalidad
religiosa transitiva de la libertad trágica. Sin esto sería un ermitaño ciego,
en la caverna de las decisiones ocultas de los poderes divinos.
La voluntad del hombre no puede
incluir la voluntad de desobedecer para hacer de sí mismo un dios. Si es así la
Ley ya no está dentro de él y el Cosmos de dioses y hombres se precipitan fuera
de la armonía geométrica, de un modelo
de Universo donde la Tierra está inmóvil
y ocupa el centro del universo, y que el sol, la Luna, los planetas y
las estrellas giran a su alrededor. Dentro del movimiento astral están los
hombres y los dioses. Sus relaciones armónicas e inarmónicas del Cosmos Universal, del
demos social y el arte representan sus obras
de concordia, En el demos se enfrentan los conflictos políticos de
democracia y tiranía.En el Cosmos de Tolomeo cuelga las esferas de crista del
Universo. Un Todo supeditado al ciclo catastrófico de precipitación en el Caos.
La armonía celeste se conforma a la
armonía de la piedad y sumisión por la unión del Cosmos y el demos. La ciudad
griega se afirma en el orden de la armonía
celeste y la praxis del bien en
un orden social sin desorden humano.
2
Los personajes dramáticos del poeta
trágico griego, Sófocles, (496aC- 496aC) están dentro de una estructura universal
determinista. Se diría que las divinidades exigen un comportamiento religioso a
los ciudadanos griegos y a los dioses en el cosmos geométrico de Tolomeo.
El castigo y su sufrimiento no nacen de la
contradicción del hombre real y la conflictividad rupturista de la historia
social. El castigo y su cumplimiento vienen sobrevenidos por la semejanza del
orden social y el divino. Transgredir consiste en oponerse al destino divino
por causas oscuras del desorden social y material. El oráculo délfico no
determina si la esclavitud es natural o por ley. La regularidad del orden
social impide introducir la ética en la hendiduras natural o racional. Los
oráculos no requieren su desciframiento,
sino su cumplimiento. La planimetría del hombre, que requiere consultar el
oráculo y hallar sucesos históricos razonados, incurre en impiedad. La impiedad
de la sabiduría atrae un mundo que
incluye las luchas sociales de propiedad
y la desigualdad. El gran desorden de racionalidad positiva y religiosidad pretende
introducir una Justicia humana garante de los desequilibrios del Ser social en
el Cosmos. El desorden del Orden aristocrático, jerarquizado. La
propiedad y la riqueza de valores de uso y producción lleva a los
desequilibrios coactivos de clase social por las fuerzas sociales que representan
el Logos oligárquico y democrático.
La historia social del griego
clásico expresa las luchas entre aristocracia, hombres libres sin propiedad,
artesanos excluidos legalmente del demos, y los esclavos como productos
naturales de propiedad privada de uso.
Una sociedad dividida en fuerzas
sociales de acción y contra reacción descarta la nivelación de sabiduría y
sentimiento. Los sentimientos de desigualdad rompen las estructuras de dominio.
Las fuerzas mitológicas de equilibrio cósmico no intervienen en estas
contradicciones sociales, sino que se adhieren a la subjetividad por el azar
del desorden corruptor de las pasiones constitutivas del ser, que trae el
desorden en la armonía del Universo. La hybris es intencional transgresión de los límites impuestos por los dioses. Pero la transgresión es
la motivación fundamental que atrae a
los hombres a la racionalidad de la desobediencia y a la búsqueda igualitaria
de la Justicia.
La sociedad desigualitaria enfrenta su
rebelión colectiva al mandato divino. Esta desobediencia encamina a enfrentarse
a los límites de propiedad y riqueza y a la irracionalidad de las formas de
poder autoritario.
3
Edipo rey tiene que llegar obsesivamente
al descifrar el contenido de su historia como una culpabilidad oculta, que
ignora y que lo lleva a reunir los acontecimientos del pasado para que le sirvan de
desciframiento de la inocencia de su destino. Pero esta inocencia del no hacer y
no participar en su propia vida, no evitara que se cumpla el castigo por una
culpabilidad en la que no ha intervenido. La culpa y el consiguiente castigo
pertenece al ser de los dioses y no ser
del héroe. El héroe de la tragedia griega se deja poseer por el oráculo como la
lluvia por la tierra. No es un hombre libre, sino un hombre profundamente
religioso. La manifestación de la práctica religiosa, en la Grecia clásica,
penetra en la praxis ciudadana del vivir colectivo, por el corte de una
espada en la corteza dura de la tradición religiosa y la universalidad negativa de la unidad de la Razón y la Historia.
La piedad y la religiosidad de Sófocles
pretenden mantener un orden de Justicia Divino, que necesita explicarse por la
aceptación del sufrimiento reparador de la obediencia. La obediencia a la ley
divina, que atribuye a los hombres sufrimiento por la incidencia de una
conciencia que se corrompe por efecto de los conflictos del mandar y obedecer.
La necesidad de la piedad ante el mandato divino mantiene el orden de los
hombres y de los dioses. La gran organización de la armonía de Justicia y el
orden social proviene del acatamiento de los mandatos divinos dentro del demos
integrado en el Cosmos.
Mística y mitologías dan calado a paralelismo
entre cotidianidad y trascendentalidad.
Este hombre plano que luego le llamará, en el siglo XX, el filósofo
Herbert Marcuse "el Hombre
unidimensional", carece de pliegues alienantes entre necesidad y orden de
lo real. Se identifica el individuo con las condiciones, que le marcan los
sistemas legales y económicos. El individuo expresa sus deseos insatisfechos
en el plano duplicativo de lo no imaginario. Los hombres carecen del pliegue
combativo de la desigualdad y se entregan a la cotidianidad del destino unidimensional, de la realidad aceptada como
mandato. Los dioses está ahí también, pero revestidos de poder económico.
El hombre griego y el hombre
unidimensional del siglo XX y XXI pertenecen a un sistema de reproducción
social tributario. La tributación al Estado- Leviatán se corresponde al excedente económico gratuito, extraído de
los valores de cambio del excedente económico de las comunas griegas o del
salario no pagado, introducido como precio de cambio en las empresas comerciales
industriales del capitalismo. El excedente económico es una apropiación de
valores de uso gratuitos, cosas y energía humana, con validez de propiedad
legal y dominio político y la organización de clase como forma de explotación
económica e ideológica.
Si se reduce el excedente aumentan
correlativamente las fuerzas sociales de la impiedad revolucionaria que quieren
subvertir el orden social. Se destruye el orden cósmico y con él los dioses
quedan desterrados al imaginario
simbólico represivo.
Se vuelve al vacío de palabras sin conceptos y a un Multipolar agrupamiento de significados verbales erráticos de comunicación, que no se acoge a la lectura racional e intencional del significado del Caos. La metáfora pura de los dioses ya no exige un
oráculo inaudible que falsea las relaciones de desigualdad. El lenguaje
metafórico religioso revela el ocultamiento del dominio social de la propiedad.
El texto de la Historia se abre al ahora saber.
Ya no importan las palabras, sino las
relaciones de conceptos y cosas. Los dioses se van de las palabras para aislase
en un vacío ilegible. Sin mística no hay dioses ni poder. El adivino del saber se
convierte en el brujo de la metáfora impura, cuyo imaginario flota en las
funciones acríticas de la resignación, ante el límite absoluto de la muerte.
Con una plaga de adherencias
residuales verbales, se transfiere el orden divino a los signos vacíos erráticos que ya
no ocultan metafóricamente lo divino.
Las metáforas en desuso, religiosas y políticas,
incluyen una ideología de desutilidad del
mito y a favor de la represión del Leviatán, sobre los instintos y la conciencia de rebelión de los rebaños no domesticados por la voluntad de
los dioses y la autocracia. Los dioses se vuelven de arcilla.