jueves, 23 de febrero de 2012

Thomas Müntzer: el exterminio de la revolución(3.3).

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Pertenece a las estructuras psicosociales más inconscientes de los individuos y de las masas, determinar la unión del líder de masas y su carisma. El individuo se desprende de su miedo instintivo al riesgo para entregarse al mensaje carismático. Los individuos carismáticos unifican la acción y la salvación del individuo y de la sociedad. Su mensaje es el paroxismo de la pasión de estar con los otros en los enfrentamientos sociales. El hombre marcado por el carisma se exige la teoría y la acción revolucionaria. Exalta las soluciones definitivas ante las calamidades que originan las injusticias de los que dominan la vida social y personal. La ascesis carismática eleva al individuo a la perfección de la humanidad que espera en la historia. La ascesis es el conjunto de prácticas que libera el espíritu al logro de la justicia.
El carisma de Thomas Müntzer reivindica la acción política mediada por la religión. La religión se vuelve acción política revolucionaria. Toda su teoría de cambio de las relaciones sociales se da con la naturaleza real de las clases sociales y la captación de las posibilidades religiosas de felicidad en la situación social del siglo XVI. La teoría y la práctica revolucionaria de Thomas Müntzer manifiestan las propiedades objetivas de las contradicciones de propiedad de la sociedad. La necesidad colectiva de modificar los límites sociales de las relaciones de la aristocracia y los campesinos. Ésta provenía de la voluntad general de campesinos y ciudadanos en la correspondencia contradictoria de los niveles económicos y no económicos de una sociedad de ricos y pobres. Thomas Müntzer halla las divergencias en las prácticas religiosas de los campesinos y en la utilización de la religión como un medio de poder de clase social. Él dice, en El Sermón ante los Príncipes, que laicos y campesinos pobres veían con más claridad que los gobernantes. Thomas Müntzer trae la concepción política y religiosa “de ver” el secreto inhumano de la realidad del dominio. Thomas Müntzer ve a los príncipes convertir la fe religiosa en sus intereses. Percibe la negatividad de la propiedad en la vida de ciudadanos y campesinos. La conversión de la religión en violencia económica y enriquecimiento. En el ver de Thomas Müntzer, se dan las condiciones transformadoras de la voluntad social de ciudadanos y campesinos. Las prácticas de dominio de clase se hacen visibles en el modelo medieval, pero que se ocultan por la religión falseada. La religión al servicio de los príncipes y al sometimiento de los campesinos. Thomas Müntzer desarrolla su teoría revolucionaria en el momento que proclama: si las autoridades no cumplen rectamente su papel, "la espada les será quitada". Thomas Müntzer ve los actos de la violencia necesaria reclamando el levantamiento de campesinos y ciudadanos: el advenimiento del Reino de Dios para determinar la reforma social. Dios es un elemento de reordenación distributiva de la propiedad y de su distribución. Thomas Müntzer reclama soluciones contrarias al modelo capitalista renacentista y al retorno de las condiciones de producción y fe medievales.

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Sin teoría revolucionaria no hay revolución. Aunque las contradicciones sociales estén dadas, hay que hallarlas por el conocimiento teórico y práctico. La teoría revolucionaria es reflexión y acción. Los pensamientos y los actos imponen la uniformidad de la acción revolucionaria ante la reacción conservadora. La teoría revolucionaria se vuelve acción por la formación de un grupo revolucionario. La cohesión del grupo revolucionario de Thomas Müntzer se dio junto a tres predicadores anabaptistas: el tejedor Nicolás Stoch, Thomas Dreschel y el teólogo Marcos Stübner. Los tejedores y frailes habían formado parte de las revoluciones sociales del siglo XII y XIII con su acercamiento a los pobres a través del verdadero Evangelio. Thomas Müntzer le dio sustantividad a su teoría política-religiosa uniéndose a las luchas sociales, despertando la conciencia por el saber teológico. Alrededor del núcleo dirigente intelectual, se formó el ala izquierda de la revolución que eran las masas sociales despojadas de tierra y del saber. Al ser un predicador partidario de la Reforma, se hizo también con el ala de centro-izquierda del protestantismo y líder carismático de los más ignorantes, los campesinos. El ala política de centro radical protestante era sobre todo las clases superiores de las poblaciones rurales que anhelaban tras los cambios religiosos cambios más profundos en la estructura económica. En estos grupos, se encontraban funcionarios de las comunidades, jueces rurales, artesanos, trabajadores manuales, así como burgueses que explotaban predios de mediana extensión. Aunque grupos de gran inestabilidad de alianza sostuvieron el levantamiento y presionaron a los más pobres y a los indigentes a enrolarse a los campesinos. En realidad, numerosos sectores de la burguesía ciudadana se hallaban en una situación paradójica: por una parte, su prosperidad económica dependía de los favores del clero y de la nobleza. Por otra, se veían limitados en sus ambiciones de expansión por la rigidez y las cargas de las estructuras feudales. El sistema capitalista estaba aún envuelto por las relaciones sociales medievales. El abandono de la alianza de la burguesía, durante la guerra, con los campesinos posibilitaría el éxito militar de los príncipes y la continuidad del sistema de relaciones económicas medievales. Las oscilaciones de las posiciones inciertas de una fracción de la clase media determinó el resultado de la guerra.
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La guerra de los campesinos requería la sustitución de la teoría política y religiosa de los grupos dominantes por una teoría religiosa que incluyera la reforma social. La revolución era una modificación cualitativa de la visión del mundo, regida por la aristocracia eclesial y noble. No hay engranajes mecánicos que impulsen los conflictos sociales, sino prácticas de acción que modifiquen la realidad a través de una interpretación de la agregación social del hombre y la propiedad del medio de producción por la clase de ciudadanos y campesinos, en un fin inmanente de la posthistoria. Para Thomas Müntzer, esto era la entrada del Reino de Dios en el presente de la historia. Todo proceso revolucionario propone la exigencia de saber cómo se destruye la peste de las emociones de sumisión, las concepciones imaginarias eficaces de la clase dominante. Se manifestarían así los intereses reales por los que viven y mueren los hombres. Detrás de la conciencia sumisa asoman los intereses reales de dominio. La conciencia, falseada por las apariencias ideológicas predeterminadas, debe resultar capaz de encontrarse a sí misma ante la falsedad emocional e ideológica. La conciencia se constituye por los actos de libertad jurídica e igualdad económica. La voluntad de hacer los intereses imaginarios, reales. Los intereses imaginarios falsean la verdad de la explotación del hombre. La conciencia sumisa salta de su falseamiento cuando deja de ser de Otro. Su práctica de cosa de Otro quiere ser Sujeto y no Objeto para Otro Sujeto de su historia. El objeto opaco del no ver se disipa de la verdad. Se recobra la esencia de uno mismo para ser Sujeto del mundo. Un estar en el mundo sin ser falseado por los intereses materiales de dominio y de la ideología agónica finalista de la conciencia sumisa. Ser una Cosa de Otro es consentir el poder extraño que te vuelve cosa de de explotación económica. La esencia se convierte en una cosa por la violencia política y económica, que la transforma en sumisión, que falsifica las condiciones de su explotación.
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Thomas Müntzer toma conciencia de sí mismo a través de la religión reformada, que exalta la individualidad y la congregación de los hombres. Él propone una teoría religiosa que exige el cambio de las condiciones materiales de los campesinos y ciudadanos por la falsedad de una religión instrumentalizada por falsos sacerdotes. Su visión religiosa del mundo quiere dar salidas a posibilidades objetivas, que superan los límites y las propiedades del sistema social actual. Sobrepasado por las circunstancias presentes. La situación actual exigía soluciones y posibilidades que superaran los límites constrictivos.
Los campesinos se levantaban militarmente exigiendo el cumplimiento evangélico de la reforma social con un mandato de modificación de la injusticia. La teoría antirrevolucionaria denunciaba que había anticristianos que, a causa de las reuniones de los campesinos, aprovechaban la ocasión para desdeñar los Evangelios diciendo: ¿es esto acaso el fruto del nuevo Evangelio? ¿Qué nadie tiene que obedecer y que todos en todos lugares deben levantarse en revueltas y sublevarse para reformar, quizás para destruir completamente a las autoridades, tanto eclesiásticas como terrenales? Los campesinos respondían, a esos acusadores sin Dios, que las exigencias de sus propuestas refutaban los reproches a la palabra de Dios, y afirmaban cristianamente la desobediencia e incluso la revuelta de todo el campesinado. La propuesta radical era matizada con que el Evangelio no es causa de revueltas ni de desorden, por cuanto es la palabra de Cristo, el Mesías prometido, la Palabra de la Vida, que enseña sólo amor, paz, paciencia y concordia. Así, todos aquellos que creen en Cristo deben aprender a ser plenos de afecto, pacíficos, armoniosos y a soportar el sufrimiento. Pero si la teoría revolucionaria de los campesinos del siglo XVI era la aceptación la vida en conformidad con el Evangelio, no impediría una teoría revolucionaria desde el Evangelio.
Los textos evangélicos serán el soporte que gradúe acciones y reacciones y serán usados para sostener la revolución y la contrarrevolución. Se convierten en lenguaje de acción y reacción políticas. Aunque la palabra santa esté en el texto evangélico, la realidad económica de explotadores y explotados, aristocracia y campesinos, no solapaba la esencia social de la desigualdad de campesinos y aristocracia.

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El movimiento antirrevolucionario contrapone igualmente el Evangelio: “¿Cómo pueden esos anticristianos afirmar que el Evangelio es causa de revuelta y de desobediencia? El que esos anticristianos y enemigos del Evangelio se opongan ellos mismos a estos requerimientos, se debe, no al Evangelio, sino al Diablo, el peor enemigo del Evangelio, que provoca tal oposición sembrando la duda en la mente de sus seguidores, y de esa manera, la palabra de Dios, que enseña amor, paz y concordia, es apartada.
La respuesta es contundente por los sublevados: Está claro que los campesinos solicitan que el Evangelio les sea enseñado como guía de vida y no pueden ser tratados de desobedientes o de reacios al orden. Que Dios conceda o no a los campesinos (anhelantes de vivir conforme a su palabra) la realización de sus peticiones, pues quién encontrará una falta en la voluntad del Altísimo ¿Quién interferirá en su juicio, quién se opondrá a su Majestad? ¿No escuchó acaso a los hijos de Israel cuando lo invocaron y los rescató de la mano del Faraón? ¿No puede Él, hoy mismo, salvar a los suyos? Sí, Él los salvará y en verdad rápidamente. ” La acción revolucionaria de campesinos y ciudadanos, ante el clero y la aristocracia, será una lucha social por la propiedad de la tierra y los derechos políticos bajo el lenguaje religioso.
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La inteligencia política de Müntzer fue crear una teoría revolucionaria y sobre ella fundar una organización clandestina revolucionaria, la Liga de los Elegidos, y finalmente se unió a la rebelión de los campesinos. El 15 de mayo de 1525, en la batalla de Frankenhausen seis mil campesinos perdieron la vida por la acción militar de los ejércitos mercenarios de los Príncipes. Thomas Müntzer fue capturado, azotado, torturado y decapitado el 27 de mayo de 1525.
La contrarrevolución de la aristocracia a los campesinos fue drástica. Los efectos contra revolucionarios dejan zanjas de atraso en espiral en las condiciones sociales futuras. El triunfo de los príncipes supuso para Alemania una militarización de los ciudadanos y una religión interior de culpabilidad. Hasta la primera guerra mundial Alemania no se escapó de militarismo prusiano ni del servilismo de los campesinos a la tierra. La magnitud de la derrota militar de los campesinos y de los ciudadanos echó raíces en una población que se acostumbró al sometimiento a un orden de minorías militares. Perdieron la vida cien mil campesinos. Los sobrevivientes fueron afectados por la proscripción imperial que conllevaba la muerte civil. Tanto que fueron privados de todos sus derechos y posesiones y podían ser declarados proscriptos. Los líderes fueron castigados con la pena de muerte. Fueron sometidos a los tribunales penales de los señores territoriales. Se relatan decapitaciones, extirpación de ojos, amputaciones de miembros etc. Otros pagaron penas pecuniarias. Comunidades enteras fueron desposeídas de todos sus derechos por haber sostenido a los insurgentes. En parte perdieron los derechos de jurisdicción, se prohibieron las fiestas y las fortificaciones de los pueblos fueron arrasadas. Las armas debieron ser entregadas y hasta se prohibió la frecuentación de tabernas por la noche.
La derrota de los campesinos enriqueció a los jefes militares nobles que habían salido vencedores. El senescal Jorge von Waldburg-Zeil obtuvo territorios en la Alta Suabia. El comandante Sebastian Schertlin von Bürtenbach se sirvió de los vencidos para pagar a los mercenarios empleados.
La historia nos muestra la venganza antirrevolucionaria hasta el término y de que ésta tenga efectos de siglos de dominio para las poblaciones. El miedo es un componente psíquico esencial en la continuidad de un sistema social jerarquizado, superado por un modelo de producción actual. La derrota de los campesinos alemanes tuvo consecuencias represivas hasta mediados del siglo XX. La represión anuló las posibilidades de que el hombre fuera metafóricamente una flecha hacia el futuro.

viernes, 10 de febrero de 2012

Thomas Müntzer: las funciones económicas de clase (3.2).

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La evolución de los sistemas sociales implica la función y desarrollo de los valores sociales, de sus normativas jerarquizadas, por los cuales se da la actividad concreta de reproducción social. La relación del hombre con el hombre se expresa en valores normativos,” vividos”, que lo sujetan a las prácticas culturales de predominantes sobre dominados. Las normas de conducta de los valores predominantes marcan el sentido finalista y temporal de la sociedad en un objetivo de fines y medios. Los valores predominantes tienen límites concretos de temporalidad, racionalidad e irracionalidad. La temporalidad de los valores no es permanente, está sometida a la antropología histórica. Ella fluye en las contradicciones sociales de predominio. No hay sociedad de valores eternos, sino históricos y contradictorio. La irracionalidad de los valores se vuelve racional por el cambio de la ideología en ciencia. La ideología falsea la realidad. Sustituye la realidad por su apariencia. La construcción ideológica no admite la negación. En los enfrentamientos sociales, los grupos antagónicos argumentan afirmando la necesidad de su ideología. Se esconde la correspondencia de los intereses antagónicos. Los intereses reales políticamente enfrentados se estructuran en la propiedad de la utilidad de los factores materiales y mentales de la vida social. La rigidez y elasticidad de los enfrentamientos sociales exigen valores jerarquizados que presenten relaciones de predominio. Las luchas sociales de los campesinos alemanes y la aristocracia se basaban en una redistribución de la propiedad de la tierra y la participación igualitaria en el uso de los instrumentos de acción política. En las luchas sociales del siglo XVI, las funciones prácticas económicas se trababan con las funciones prácticas religiosas. La ideología religiosa intervenía en la conducta de los combatientes con su agrupamiento en facciones de clase social, que escondían la realidad económica con la ideología religiosa. La producción material y su consumo estaban bajo el lenguaje de la trascendencia de la fe religiosa. La representación simbólica del mundo tomaba los valores reales para llevarlos a la posthistoria. Las clases sociales subordinadas adquieren su ideología combativa negando los valores de la religión de dominio de clase. Los campesinos y asalariados tomaban conciencia de sus necesidades materiales negando la burbuja mística autoritaria, que transformaba las necesidades materiales y mentales en representaciones de la esencia humana. El siglo XVI, están cerca de concebir los cambios sociales en la variabilidad de las relaciones de propiedad del medio objeto de trabajo, la tierra. Cuando cambian las relaciones económicas, las relaciones idealizadas no permanecen. El mundo imaginario se vuelve entonces real. Las relaciones de las prácticas económicas y políticas adquieren permanencia fuera del Sujeto imaginario y sin historia.
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Las funciones económicas, políticas y religiosas se desplazan de clase por las luchas sociales. Las propiedades internas y externas de estos desplazamientos de la sociedad son los límites objetivos de su reproducción material e imaginaria. Las necesidades de sobrevivir a la desigualdad de la distribución de la riqueza impulsa la discontinuidad revolucionaria en la historia.
La historia se reproduce en saltos discontinuos de la producción y la redistribución de la riqueza. El mundo recibido es una variable de circunstancias dadas por las generaciones anteriores. Ellas dejan un legado de soportes materiales e ideológicos que le sirvieron de afirmación de sus límites de permanencia. Las transmisiones culturales se extinguen en la desutilidad que tienen para las generaciones presentes. La pasión de otros, que nos son ajenos, pierde eficacia para la pasión actual. La elasticidad histórica de la necesidad lleva al individuo a vivir su vida en un absoluto radical de desmemoria. Las necesidades sociales se dan en un entorno rugoso de acciones y reacciones de medios y fines sin intencionalidad previsible a largo plazo. La angustia de la temporalidad de los grupos sociales pertenece al deterioro de la utilidad del mundo extinguido. La desutilidad de la memoria es maquinal y residual. La producción material e ideológica revela incesantemente el tiempo real, en el que la sociedad se da a sí misma un límite absoluto contradictorio. Las contradicciones sociales establecen jerarquías de valores límites de propiedad y poder. Los valores límites adjuntan la variabilidad de las circunstancias, la negación de las propiedades internas y externas del sistema social, a través de las luchas sociales. A toda constante social de sumisión le sucede una variable de rebelión-límite. Las rupturas del orden social generan elementos diferenciales en las funciones económicas, políticas e ideológicas. Los desplazamientos históricos de los conflictos de propiedad y poder forman grupos de la pasión y acción ante el orden social jerarquizado.
3 La base económica de las clases en el siglo XVI.
La estructura política del Sacro Imperio Germánico estaba determinada por los límites objetivos de un sistema económico, que disgregaba el orden feudal y en el orden capitalista renacentista. Los príncipes absolutistas alemanes habían acrecentado su poder social a costa de un imperio que se debilitada en las luchas contra Francia y el Imperio Otomano y en la opresión económica de los campesinos.
Se iba acrecentando la diferencia económica de clase por la acción de fuerzas externas e internas al imperio. La clase social que padecía con mayor intensidad la destrucción del modo medieval era la de los campesinos. Mientras los campesinos presentaban la uniformidad de sus creencias y de su explotación económica, los estamentos feudales se iban fragmentando en pequeños feudos por las transmisiones hereditarias y en grandes feudos de alta concentración de capital-tierra y bajo nivel del trabajo campesino. La rentabilidad de la propiedad de la tierra propiciaba relaciones sociales complejas de alianzas de subordinación de pequeños propietarios a los grandes propietarios feudales. La pequeña aristocracia se encontraba sumida en el juego político de alianzas a los estamentos superiores de la iglesia, de la alta nobleza y al patriciado burgués de las ciudades renacentistas. Estas clases concentraban la propiedad territorial e industrial.
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Los levantamientos campesinos de 1525 se debían al retraso del desarrollo de la clase campesina y de la pequeña aristocracia en su participación económica con respecto a las ganancias excedentarias crecientes de los nobles en la Alta Suabia, Wurtemberg, Franconia, Salta Sajonia y Turingia, en donde la propiedad hereditaria de las tierras cultivables de la nobleza se iba concentrando a la vez que se mantenía un población sobrante de campesinos a la espera forzada de la emigración. El medio de producción crecía con las adquisiciones de pequeñas propiedades y tierras comunales, mientras la población campesina se situaba en los límites de supervivencia con exceso de natalidad. Las relaciones económicas contradictorias de exceso de cantidades de trabajo y concentración de la propiedad territorial impedían rendimientos crecientes de la tierra. Esto habría de causar alta intensidad del trabajo campesino con rendimientos decrecientes. Se producía menos con mayores cantidades de trabajo e intensidad del mismo. El excedente económico se daba con la depauperación del campesinado. La sobrepoblación campesina y su depauperación hacían que se perdieran los valores jerarquizados de clase cultural y propiedad del medievalismo. A los rendimientos decrecientes de la tierra se unían las variables exógenas de las guerras, las malas cosechas y la presión ejercida por los Señores que acrecentaban la servidumbre del campesinado por las propiedades comunales que habían sido expropiadas, los derechos de utilización de terrenos comunes de pastoreo, y de bosques. La pesca y la caza, antes comunitarios, se habían suprimido. La alta nobleza no estaba interesada en la mejora de las condiciones de vida de los campesinos, puesto que el mantenimiento del “statu quo” les garantizaba la supervivencia de sus privilegios.
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La pequeña nobleza carecía de los instrumentos conceptuales adecuados para analizar las categorías económicas de la producción industrial, la circulación de mercado de los valores de uso y sus relaciones de dinero y precios. La actividad económica del Renacimiento significaba el declive de sus formas rituales del economismo medieval de campesinos y aristocracia pequeña y alta. La frustración de la pequeña nobleza la llevaba al enfrentamiento amotinado contra la adaptación de la Alta nobleza a formas económicas de precios monetarios de los valores de uso agrarios y los préstamos hipotecarios por bienes de lujo industriales. Las apreciaciones y depreciaciones monetarias eran causas de alteraciones de los precios y de mercado, de los salarios y de la renta de la tierra. El poder económico provenía del dinero en depósitos bancarios y su circulación por prestamistas de las ciudades a las cortes. Esta variabilidad de los valores económicos desvalorizaba de las relaciones medievales de dominio. La ética caballeresca se convertía en ética crematística. La dicotomía económica llevaba a la pequeña nobleza a la dualidad de alianzas militares con la alta nobleza y otras con los campesinos y hasta las frustradas revueltas nihilistas de los caballeros palatinos. Algunos pequeños nobles marginales se dedicaban al saqueo de los bienes de uso que los campesinos vendían en los mercados a precios monetarios altos. La jerarquía eclesiástica de arzobispos, obispos, abades, se oponía a cualquier cambio de la situación existente por sus alianzas militares e ideológicas a la Alta nobleza. Las instituciones eclesiásticas estaban calcadas sobre el modelo feudal. Sus dignatarios eran príncipes con grandes propiedades y siervos a su cargo a los que utilizaban de modo tan inhumanos como los Señores seculares.
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El clero popular, (curas de pueblos y de campiñas), cuya su situación económica se asemejaba a la de los campesinos medios, con una obediencia que oscilaba de la aristocracia eclesiástica a la revolución campesina y a los postulados que implicaba la Reforma protestante. El campesino se desanudaba de las ataduras eclesiásticas y de la alta nobleza y con ello tomó conciencia de fuerza social. Se secularizaba para liberarse del orden medieval y su coacción tributaria. El clero popular participó en las luchas populares de los campesinos bajo la Reforma de la fe y se vincularon como grupos de ardiente exasperación.