domingo, 26 de septiembre de 2010

Yanusari Kawabata: pensamiento e historia.

La vida de Yanusari Kawabata comienza en la ciudad de Osaka, Japón, en 1892 y finaliza en 1972. Kawabata es un escritor cuya vida se inscribe en los decisivos acontecimientos históricos del Sudesteasiático, desde la revolución Meiji del siglo XIX hasta la destrucción del imperialismo militar japonés del siglo XX.
Kawabata escribe estableciendo una aprehensión de la realidad acumulando experiencias vitales, que sintetiza en intuiciones poéticas. Pero para Kawabata la existencia es anterior a la esencia. La realidad del mundo es anterior a la intuición del mismo. De aquí que sus novelas y relatos sean un material indirecto de la investigación histórica de su tiempo. Las percepciones intuitivas de Kawabata son sensaciones que describen la naturaleza física y las estructuras psíquicas individuales y colectivas ante las circunstancias del hombre social y el mundo al que pertenece. El contenido de sus experiencias se radicaliza en la soledad de un ser arrojado a un mundo de elevada hostilidad destructiva, al cual debe sentir y comprender como el entramado sutil de la extrañeza de lo humano en su finalismo temporal. La decadencia degradativa de la persona y la angustia de estar dentro de la temporalidad finita y en los conflictos sociales, que destruyen militarmente las relaciones internacionales de convivencia política y económica de los Estados de Asia Oriental. La biografía de Kawabata está escrita con las experiencias de una sociedad militarizada y en guerra incesante expansiva bajo una ideología darwinista de jerarquía del más fuerte para lograr la adaptación máxima a los recursos económicos.
Durante la vida de Kawbata se suceden las mayores adaptaciones de la historia contemporánea del Sudesteasiático:
- Período Meiji. ( 1867-1912)
- Período Taishō. (1912-1926)
- Período Showa.(1926-1989)
- Dentro de estos períodos:
- Ocupación militar de Sudesteasiático.
- Segunda Guerra Mundial.
- Rendición de Japón.
- Ocupación de Japón.
- Constitución de Japón
- Fin de la ocupación.
Los ochenta años de la vida de Kawabata abarcan un ciclo corto e intensivo de la destrucción de una civilización milenaria, donde desaparecen los estratos profundos de la cultura de Asia Oriental y su sustitución por una nueva coyuntura de relaciones sociales de producción e ideológicas del capitalismo monopolista.
En cuanto el individuo es siempre radicalmente presente, nadie puede evadirse de la historia. Kawabata representa simbólicamente la finalización de los sistemas de creencias de Asia Oriental, que se enraízan en las contradicciones de una sociedad estrictamente fraccionada en clanes nobiliarios, militares, comerciales, industriales, financieros y la masas de campesinos libres de escasa propiedad y campesinos adscritos a los grandes terratenientes. Los dos grandes bloques sociales de China y Japón, aristocracia y campesinado, fueron empujados a la resistencia o la desintegración por obra de las exigencias económicas y militares de los imperios occidentales europeos. Tanto el Shogunato japonés como a la dinastía Manchú. Era la política agresiva de la caída de los Imperios sin potencial militar y con pies de barro de la industrialización. Era la coyuntura expansiva de finales del siglo XIX por obra de la política internacional colonizadora de los imperios militares y económicos de los países occidentales. La finalidad interna de la misma era la de controlar mercados económicos para sus excedentes de productos manufacturados y los mercados de importaciones de materias primas y bienes de subsistencia para mantener bajos los salarios reales y altas las ganancias industriales y financieras. Se imponían los regímenes de desarrollo económico desigual. Del intercambio desigual del valor económico de exportaciones de los sistemas industriales y las importaciones coloniales. Valores superiores de las exportaciones e inferiores de las importaciones que atrofiaban las estructuras precapitalistas. El modelo social de producción asiático resultaría destruido por la falta de respuesta competitiva a los precios de las exportaciones manufacturadas y la subvaloración en precios de las importaciones de materias primas y productos de subsistencias. El saldo acreedor de la balanza de pagos marcaba las ganancias extraordinarias fijadas en cantidades y en los valores de intercambio de monedas sobrevaloradas para los precios de mercancías manufacturadas en infravaloradas y depreciadas para mercancías importadas a las metrópolis industriales. Este sistema de precios hundía los sectores artesanales que basan su producción en salarios de subsistencia y baja productividad del capital tecnológico.
La reacción de la dinastía Meiji, a la agresión exterior económica, fue la de alcanzar una respuesta rápida de crecimiento industrial y militar para integrarse en los intereses comunes de los imperios Occidentales. Fue una reacción de pánico de las minorías dirigentes de los comerciantes, de los clanes militares profesionales y de los terratenientes bajo la consigna de la exaltación de la divinidad del Emperador ante el inmovilismo medieval del Shogunato.
Se diría metafóricamente que la Gran Muralla, que contenía la exterioridad de los bárbaros del Norte, había sido traspuesta del Norte al Este. La arquitectura icónica de la Gran Muralla pasaba a los puertos marítimos abiertos militarmente al comercio internacional en las costas de China y Japón.
Kawabata habría de tomar conciencia de sí, sumergiéndose en uno de los ciclos intensivos de la transformación del Japón medieval en un Japón industrial y financiero, que se encaminaba a formar un Imperio como copartícipe del imperialismo occidental. Habría de ser una sociedad militar industrializada y expansiva de dominio. Kawabata fue un escritor perteneciente a una sociedad preparada ideológicamente hacia un dominio efectivo del Sudesteasiático. La obediencia del pueblo japonés al nacionalismo militarista acabaría en la inmolación social, que supondría la extinción de la cultura milenaria de Asia Oriental. Era el final del sustrato espiritual que mantenía el Todo transitivo de identidad cultural de los ciclos de renovación generacional.
Los sistemas de creencias de Asia Oriental son extremadamente intensos en las relaciones de Naturaleza y Sociedad. De aquí que pudiéramos analizarlos, a través de sus sistemas de creencias, que posibilitan entrecruzar las metáforas idealizadas del mundo y las luchas sociales de clases de jerarquías.
1.2
Hay una fotografía de Kawabata, en la que éste presiente que está frente a la posterioridad de una mirada extraña. Kawabata está fotografiado como un hombre ensimismado en la experiencia mística del monje búdico. Su mirada y la actitud de sus manos cruzadas atraviesan la realidad sensible para llegar a mística de los sentidos transformados en la intemporalidad.
Podría decirse que su mirada se dirige a los pájaros rojos del Sur, que están ascendiendo hasta el cielo, en donde están las líneas, huellas en la vía del Tao. La gran vía por donde transcurren las dinastías, y, su duración de doble efecto, celestial y terrenal, del espacio dominante del cielo al espacio subordinado terrenal. El espacio de las líneas oblicuas, de los actos recompensados, por donde trepan los animales y los hombres a la Isla de los Bienaventurados Inmortales. Hay una categórica imposición de realimentación del equilibrio del Tao-King. Conformar la naturaleza individual a las energías universales del Cosmos. El paisaje mental centra el ritmo universal. El yin y el yang. El agua y la sequedad, de la madera y el fuego; el lirismo del asceta por sobre los movimientos del sauce y los crímenes de la nobleza medieval a los campesinos, sobre explotados, por los tributos y las prestaciones de trabajo gratuitas. El individuo es una probabilidad existencial en la propiedad estatal y nobiliaria de la tierra y el infinito de la muerte.
Los actos litúrgicos repiten los movimientos del Dragón verde del Este; del Tigre blanco del Oeste y del Guerrero negro del Norte. Pero la liturgia es la vida de las creencias místicas. En ellas se encuentra el Tao Tê-King, Libro de la Vía y de la Virtud.
Lao-tsé introduce, en la comprensión de la finalidad de la existencia, las leyes del universo, las parábolas y alegorías referentes a la eternidad. El signo de la oración escrito en la perennidad del Cielo. La anarquía taoísta alerta al individuo a estar atento a las normas coercitivas de una sociedad regulada por la arbitrariedad del sistema autoritario imperial. El individuo debe ignorar los dictados de la sociedad confuciana, del individuo sometido a la ley, para contemplar el Universo, el Tao, la línea que no se describe con el lenguaje, ni se capta con el pensamiento reflexivo. El Tao es un acto de no hacer lo natural artificial. El anarquismo taoísta está en despojarse de doctrinas y conocimientos provenientes de la obediencia. La unidad del Tao es la mística de la inmortalidad. La mística taoísta permite horadar la espesa corteza entre la vida y la muerte. Las revoluciones campesinas taoístas contra la dinastía Han y Tang exigen el retorno a la comunidad campesina de propiedad de la tierra y la negación de la tributación imperial. La revolución anarquista enfrentándose a la corte del Emperador- Déspota. El taoísmo se aleja de la ciudad y de la corte imperial por considerar que lo humano está cerca de la Naturaleza, y no en el rito cortesano y las normas del buen gobierno ético del Imperio, para adentrarse en la naturaleza como esencia de la trascendencia: un proceso de aislamiento y purificación. El taoísmo desecha los ritos políticos, que superponen armonías de sumisión y no incluyen las fuerzas míticas del yin y yang: categorías mentales de durabilidad del asceta y de los iluminados que se apartan de la vanidad y la riqueza.
La Iluminación de Buda es nihilista. La vida es sufrimiento. Este sufrimiento ni siquiera desaparece con la muerte, ya que la vida es cíclica, por lo que la muerte simplemente precede a una nueva reencarnación. La causa de este sufrimiento está en la ignorancia del individuo que desconoce la naturaleza de la realidad. La ignorancia es sufrimiento. Se pone fin al sufrimiento si el individuo supera su ignorancia para ir más allá de las preocupaciones de la mundanidad. La triada búdica es la moral, la sabiduría y la concentración. La ética es el amor, la bondad y la humanidad de un individuo y una sociedad que se aparta del deseo y de sus sufrimientos.
Kawabata está de frente al pasado histórico, que se detiene en la mística como el gusano de seda. Kawabata se suicida en 1972.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Kafka: En la Catedral (y 2)

La ignorancia cultural, y su trascendencia social fetiche, provienen de actos intencionales de grupos que legitiman el presente histórico en un tiempo de inmovilidad y valores absolutos. La oscuridad de conocimiento del pensamiento colectivo impide que las respuestas de reacción adquieran la dimensión y la profundidad de los actos gregarios de suma intolerancia convivencial. Se diría que la ignorancia arroja la existencia a la manipulación de la ambigüedad del cinismo y la violencia. Propone que la experiencia social sea carencia y resignación para un vitalismo de la universalidad de la Nada por el signo del dinero-intercambio. Dentro de la oscuridad de la ignorancia hay secuencias psíquicas discontinuas intencionalmente barbarizadas. Con estas secuencias interiorizadas de crueldad y barbarie, se forman bloques sociales sujetos a la precariedad para reproducir los privilegios y la sumisión a las minorías de poder para subsistir. En los bloques sociales de jerarquía dominante, las libertades se vuelven texturas ideológicas que legitiman la explotación de los bloques sociales dominados. Los bloques dominados se hayan desorganizados por las fuerzas activas de dominio, construyéndose así la sumisión ignorante, y la libertad-parapeto de los privilegios de status jerárquico activos.
Cuando Josef K entra en la oscuridad de la Catedral, irrumpe en la falta de luz de una conciencia sometida a la angustia de su aniquilación. Se unen, a su experiencia existencial, la arquitectura simbólica del cristianismo gótico y la temporalidad irreligiosa del tiempo presente. La escatología vertical gótica de la esperanza y la incertidumbre oscura del plazo de condena a su proceso. Josef K está poseído por el desasosiego de una existencia encajada en la muerte. Aunque aún le quedan residuos de su cotidianidad, la organización competitiva del Banco, sus recelos de ser desposeído de sus privilegios en la organización del trabajo, la sospecha ante las consecuencias de sus ineficacias laborales, motivos que se resumen en la situación de incertidumbre amenazante del proceso y la ignorancia de la marcha de su procedimiento judicial. El aturdimiento de la cotidianidad de K no impide que la entrada en la Catedral sea el presentimiento del final de su existencia.
Al cruzar por la nave central de la iglesia, K se encuentra con un púlpito que parecía diseñado para sacrificar al predicador. En el púlpito había una lamparilla encendida como si se preparara un sermón. “Pero en los últimos peldaños- K dejó escapar una sonrisa- se encontraba un sacerdote, que sujetándose una mano por la baranda y presto a subir la escalera, miraba a K. Luego hizo con la cabeza una señal; viéndola K se persigno y se inclinó, cosa que debía de haber hecho ya. El sacerdote descansó un momento y subió la escalera con pequeños y rápidos pasos. ¿Es qué realmente iba a pronunciar un sermón? (…) ¿Pero se podía predicar en aquel desierto? (…) Casi ya había dejado la zona de los bancos y se acercaba al espacio libre antes de la salida, cuando escuchó por primera vez la voz del sacerdote. Era una voz grave y delicada. ¡Con qué fuerza se escuchaba en el templo, presto a recibirla! Pero el sacerdote no llamaba a los oyentes. No había cómo perderse ni cómo tratar de escapar. (…)
El sacerdote exclamó:
-Josef K.
“K paró bruscamente, con su mirada hacia el suelo. Aún estaba en libertad. Podía caminar y fugarse por una de las puertecitas oscuras que había a poca distancia de él. Esto quería decir que no había escuchado o que no quería escuchar. Pero si regresaba, ya nada habría que hacer, lo habrían cogido; significaba confesar que había entendido bien y que se disponía a cumplir. (…) –Tú eres Josef K-dijo el sacerdote.
-Sí-respondió K.
-Estás acusado- dijo el sacerdote, con voz muy suave.
-Sí- manifestó K-Estoy en libertad provisional.
-Quiere decir que tú eres la persona que busco- dijo el sacerdote- Soy el capellán de la cárcel. (…)
-¿Sabes que tu proceso no marcha bien?-preguntó el sacerdote.
-Así creo-respondió K- Ha sido mi preocupación constante, pero nada bueno he sacado; pero también es cierto que mi demanda aún no está concluida.
-¿Cómo piensas que concluirá tu proceso?- preguntó el sacerdote.
-Antes-manifestó K-pensaba que mi proceso tendría un buen fin, pero ahora ya no tengo certeza. En realidad no lo sé. ¿Tú lo sabes?
-No- dijo el sacerdote- pero tengo miedo de que termine mal. Te creen culpable. (…)
-¡Pero yo no soy culpable- dijo K-Es un error. Además, ¿cómo un ser humano puede ser culpable? .Todos aquí somos hombres, tanto el uno como el otro.
-Sí-dijo el sacerdote, pero de esta forma suelen expresarse los culpables.
La escena entre el sacerdote y K tiene el eco textual que evoca el Antiguo Testamento: Caín, (Gén. 4,1-16), hijo mayor de Adán y Eva, y hermano de Abel, al ver que el sacrificio ofrecido por Abel era preferido al suyo, Caín le asesinó y se convirtió por ello en el primer homicida. Dios le maldijo y le condenó a vagabundear errante por la tierra y le marcó con una señal.
“-¿Cómo me puedo engañar?-preguntó K.
-Estás engañado respecto a la justicia-le manifestó el sacerdote-; referente a este engaño, hay algunas palabras de introducción a la ley:”Ante la ley hay un guardián. Un campesino se presenta frente a este guardián y solicita que le permita entrar en la Ley. Pero el guardián contesta que por ahora no puede dejarlo entrar. El hombre reflexiona y pregunta si más tarde lo dejarán entrar. Tal vez dice el centinela, pero ahora no. La puerta que da a la ley está abierta, como de costumbre; cuando el guardián se hace a un lado, el hombre se inclina para espiar. El guardián lo ve, se sonríe y dice:-Si tu deseo es tan grande haz la prueba de entrar a pesar de mi prohibición. Pero recuerda que soy poderoso. Y sólo soy el último de los guardianes. Entre salón y salón también hay guardianes, cada uno más poderoso que el otro. Ya el tercer guardián es tan terrible que no puedo mirarlo siquiera. El campesino no había previsto tantas dificultades; la Ley debería ser siempre accesible para todos, piensa, pero al fijarse en el guardián, su barba larga de tártaro, rala y negra, decide que conviene más esperar. El guardián le da un escabel y le permite sentarse a un lado de la puerta. Allí espera días y años. Intenta infinitas veces entrar y fatigar al guardián con sus súplicas. (…) Antes de morir, todas las experiencias de esos largos años se confunden en su mente en una sola pregunta, que hasta ahora no ha formulado. Hace señas al guardián para que se acerque, ya que el rigor de la muerte empieza a endurecer su cuerpo. (…) ¿Qué quieres saber ahora?- pregunta el guardián- Eres insaciable. Todos se esfuerzan por llegar a la ley- dice el hombre-; ¿cómo es posible entonces que durante tantos años nadie haya podido entrar? El guardián comprende que el hombre está por morir, y para que sus desfallecientes sentimientos perciban sus palabras, le dice junto al oído con voz atronadora:-Nadie podía pretenderlo porque esta entrada era solamente para ti. Ahora voy a cerrara.”
El castigo del campesino es el de una esperanza de redención legal ante una puerta que se denomina la puerta del devenir de la historia y que para él no estaba abierta, pues había un guardián que la vigilaba. En la entrada a la Ley, el campesino espera la redención de su clase y el guardián le engaña con la predestinación divina de los abandonados y los sumisos.
Franz Kafka escribe el apólogo existencial de la desesperanza Absoluta: el hombre es una existencia para la muerte.
“En la noche anterior al día en que K cumplía treinta y un años- más o menos a las nueve de la noche, hora de la tranquilidad en las calles, se presentaron dos señores en la casa de K. Vestían levita, de semblante pálido y gordo, llevaban sombreros de copa que daban la impresión de estar atornillados a su cabeza.(…) Y vinieron a su memoria las moscas que en su afán de desprenderse del papel cazamoscas, son capaces de desprenderse de sus patas.(…) Pero uno de los señores cogió por la garganta a K y el otro le clavó el cuchillo a la altura del corazón, repitió dos veces más la operación. Con la mirada de un moribundo observó a los dos señores inclinados muy junto a su rostro, que miraban el fin mejilla contra mejilla.
-¡Cómo un perro!- dijo, y era como si la vergüenza tuviera que sobrevivirlo.”
Escribe Nietzsche: “La idealidad de la Ley hace al hombre responsable de una deuda impagable. La ley dota a la conciencia de la memoria. El hombre que paga con su dolor la pena que inflige es considerado responsable de su deuda. La ecuación de la crueldad: pena infligida igual a dolor sufrido, introduciendo en ella el placer que se experimenta al infligir o contemplar el dolor.”