jueves, 29 de abril de 2010

Kafka: El camino a Ramses.

Al igual que hay una trayectoria elíptica en la seducción de Karl Rossmann y su huida para ocultarse por la decisión sexual de una criada y las consecuencias en el núcleo familiar autoritario de la pequeña burguesía, hay otra trayectoria, real e imaginaria, que se sobrepone a la primera en forma de fortuna, para llevar a Karl a un proceso plutocrático con su tío el senador Edward Jacob y hasta su caída final e irracional en el futuro del camino a Ramses.
No hay en el joven Karl ningún saber del orden necesario en las necesidades naturales y su satisfacción mediante el trabajo vendido en el mercado laboral. De las condiciones de compra y venta de la fuerza de trabajo. Ignora las relaciones jurídicas de compra venta de la fuerza de trabajo. La pequeña burguesía de artesanos, mercaderes, agricultores, se ocultan el concepto del trabajo como el intercambio de cantidades del mismo por un salario, que repone las cantidades de energía física consumidas. La pequeña burguesía se somete al capital mediante la sumisión de la ignorancia. Karl Rossmann va de una idealidad de hidalguía a las burlas pícaras de adversarios en el camino de su experiencia, que se percatan de su ingenuidad ante el muro de la realidad. La novela “El Quijote” sirvió para descubrir la historia como un proceso de modificación de la realidad y el retraso con respecto a ella de la idealidad del tiempo pasado. El aprendizaje brutal del sufrimiento al trastocar la idealidad con la realidad.
Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616), dramaturgo, poeta y novelista español, autor de la novela El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, produce el concepto de los retardos ideológicos con respecto a la actualidad de la historia. Hay en la caracterología de los personajes de Franz Kafka una actitud cervantina desmitificadora y crítica de la aventura de la fe y las riqueza metalizadas y mercantilizadas y la pobreza del pícaro marcado por el látigo y los grilletes.
Karl Rossmann experimenta la picaresca cierta y desafortunada del pragmatismo mercantilista, la visión del poder político y económico de su tío, y su expulsión del Paraíso plutocrático sin culpa. La ideología de la culpa oculta su pecado imaginario. La debilidad de carácter de Karl Rossmann proviene del ocultamiento del éxito social en la conducta deshumanizada de los Otros. Sin embargo, su voluntad de persistir en la regularidad de una conducta recta le hace soportar las quebraduras de las intenciones ajenas.
Al final de su expulsión de una clase social de la que participaba aprendiendo inglés, gestión administrativa para futuros negocios, y los ocios en la hípica y el uso del piano, decidió picarescamente, que desconociendo la dirección de la ciudad de New York, bien le vendría entonces una dirección cualquiera a su fortuna.
Llegó a una pequeña posada, miserable y extraña, solicitando la cama más barata. La descripción de la posada recuerda las posadas marginales de los suburbios. “En virtud de su pedido fue despachado por el dueño escaleras arriba, con un ademán, que parecía destinado a un dependiente suyo, y allí arriba lo recibió una mujer desgreñada, fastidiada por aquella interrupción de su sueño, que casi sin oírlo lo llevó, rogándole constantemente que anduviera sin hacer ruido, a un habitación cuya puerta cerró después, no sin haber echado antes su aliento a la cara con un “sstt”
La posada que presenta Franz Kafka tiene reminiscencias de la novelística de Charles Dickens (1812-1870). Pero el novelita inglés, construye la narración desde la crítica social fabiana del desprecio del capitalismo salvaje de inicios del siglo XIX. Franz Kafka sitúa consciente a su personaje ante las variantes del capitalismo competitivo inglés al capitalismo monopolista de los grandes magnates norteamericanos del siglo XIX.
Las posadas suburbanas de los barrios de New York marcan la pobreza artificial e intencional de bajos salarios y altas ganancias de arrendamiento del XX. La época económica de Charles Dickens es predominante en el auge del ferrocarril, la caldera de vapor y la industria textil. La época de Franz Kafka es la del automóvil, y todos sus agregados industriales, militares, y las vías de transporte terrestre de personas y mercancías con automóviles y camiones. El automóvil permitió la construcción de barriadas suburbiales y la industria petrolera.
El capitalismo competitivo del siglo XIX acaba en 1900 ante la aparición de la centralización bancaria y las concentraciones industriales. La producción de bienes reales correlaciona empleo y productividad. Los sectores industriales competitivos del siglo XIX desaparecen por ser producción con alto empleo y baja productividad. Las emigraciones de finales del XIX y XX se integran en un ciclo de desempleo crónico. La alta productividad de las empresas monopolistas industriales disminuyen la ocupación absoluta.Aparecerán divisiones empresariales, que asuman el paro de las empresas de alta productividad.
Esta es la paradójica situación migratoria y el vagabundaje de los personajes kafkiano del camino a Ramses: de la búsqueda mítica de oro en California a la miseria.
Ya Karl Rossmann llega a América, con masas emigratorias que forman ejércitos de reserva industrial y bajos salarios. Franz Kafka detiene intencionalmente a su personaje Karl, en el último capítulo de América, en El Gran Teatro integral de Oklahoma: el futuro imaginario de los continentes vacíos y el reparto de las tierras libre de propiedad, bajo la alternativa de la pequeña propiedad o la propiedad latifundista. Ambas alternativas dan diferentes formaciones de masas sociales de parados y empleados. La gran propiedad da bajo empleo y alta capitalización industrial, el reparto de la pequeña propiedad, alto empleo y baja capitalización industrial. En ambas situaciones bajos salarios.
Para continuar con el relato, Franz Kafka hará que Karl corra la cortina de una claraboya de la pequeña habitación de la pensión.” La habitación tenía dos camas, pero ambas estaban ya ocupadas. Karl vio a dos hombres jóvenes unidos en un pesado sueño y que no parecían ser muy dignos de confianza, en principio porque sin un motivo razonable aparente dormían vestidos: uno de ellos tenía puestos los zapatos.” Franz Kafka une juventud, pobreza, emigración y huida. Y estos rasgos marcaban una emigración de alta dificultad integradora. La carencia de identificación legal y el hondo sueño de los están huyendo de las autoridades policiales.
“No podía exponer a ningún peligro ese baúl que acababa de recobrar ni el dinero que llevaba” (…) Por lo demás, procedía, lógicamente con mucho cuidado, y al andar y al maniobrar con las cosas se esforzaba muchísimo por no despertarlos” Al abrir el baúl:”No faltaba nada en absoluto. En el bolsillo secreto no sólo estaba el pasaporte, sino el dinero que también había traído de su casa.” Karl sabía que su seguridad personal era su dinero. Entre él y la sociedad sólo había intercambio universal de dinero. (…) Karl se enteró de que los huéspedes eran mecánicos, Delamarche y Robinson, que desde hacía mucho tiempo no habían conseguir trabajo en New York, y que en consecuencia, habían llegado a una situación verdaderamente miserable. "Robinsón tenía intención de irse a Butterford, separada de New York por unos días, según se decía había vacantes.” (…)"La mayor parte del tiempo, caminaron en silencio.(…) Empezaron luego las caravanas de vehículos que llevaban víveres a New York: avanzaban de modo tan interrumpido, en cinco filas que ocupaban todo el ancho del camino, que nadie hubiera podido cruzarlo.(…) No había peatones, ni iban hacia la ciudad vendedores de feria, verduleras, como allí en el país de Karl; sin embargo, de vez en cuando surgían grandes automóviles chatos que llevaban una veintena de mujeres de pie con canastas a la espalda, quizá verduleras, que estiraban el cuello para ver bien el tránsito y de esa forma la esperanza de hacer el viaje más rápido.( …) Sobre unos vehículos, que llevaban diferentes leyendas, leyó Karl, no sin que se le escapara un leve grito, ( Se admiten obreros portuarios para la compañía de transportes Jacob.) El vehículo avanzaba muy lentamente y un hombrecito, encorvado, encogido y vivaz. Apostado en la escalerilla de coche, invitó a los tres paseantes a subir. Karl se refugió tras los mecánicos, como si en el vehículo pudiera estar el tío en persona y pudiera verlo. Estaba contento porque también rechazaron la invitación los otros. (…) Delamarché le pidió que le hiciera el favor de que no meterse en cosas que no entendía; que ese modo de contratar a la gente era una estafa infame y que la casa de Jacob tenía muy mala reputación en ese sentido en todo el territorio de Estados Unidos.”
De una manera fulminante, Franz Kafka nos introduce los mercados de trabajos clandestinos. Su información delata la formación de un mercado de trabajo oculto, que presuponía bajos salarios y largas jornadas de trabajo. Las luchas sindicales de los trabajadores de Estados Unidos eran por el control de la oferta y demanda de trabajo por un sindicato obrero. Extraordinaria captación kafkiana de la relación de explotación de trabajadores legalmente indefensos y empresas multinacionales organizadas. Un enfrentamiento del capital y el trabajo absolutamente actual. Las tendencias a la explotación de los trabajadores son de larga duración y coercitivas hasta formar tendencias cronológicas regresivas.
Franz Kafka abre las escenas de las situaciones económicas, despejando la niebla que las cubre. Sabe que el saber no se nos entrega de manera inmediata. El pensamiento ingenuo da a la visión inmediata la evidencia. De ahí sus confusiones ideológicas y pasionales.
Sobre el camino a Ramses, dice Kafka: “La niebla había desaparecido totalmente y en la lejanía figuraba una alta cordillera cuya ondulada cresta atraía la mirada hacia una nube aún más distante, atravesada por los rayos del sol. A la orilla del camino había campos mal labrados, que rodeaban grandes fábricas levantadas en terrenos libres, ennegrecidos por el humo.” Kafka nos indica la formación del valor de los terrenos de construcción industrial, desde la ocupación libre, hasta el valor diferencial económico, que implica terrenos mal labrados, que aumentan al precio creciente de la construcción industrial e inmobiliaria especulativas. Pero además nos deja el testimonio de la relación espacial de las fábricas y las viviendas en donde vivían los trabajadores. Sobre las que se ejercen arrendamientos altos y bajos a los lugares de las fábricas.
“En las grandes casas de la vecindad, aisladas y esparcidas titilaban muchísimas ventanas con muy diversos movimientos e iluminación, y en todos aquellos débiles balconcitos atendían a sus numerosos quehaceres mujeres y niños; mientras a su alrededor, ya descubriéndolos a la vista, ya ocultándolos, flameaban y se hinchaban con el viento matinal trapos y prendas de vestir colgados o tendidos. Si las miradas, deslizándose sobre las casas, se alejaban de ellas se veían volar las alondras en lo alto del cielo; más abajo las golondrinas revoloteaban a escasa altura de las cabezas de quienes iban en los vehículos.” Ciertamente Kafka no describe una barriada industrial y las labores domésticas de las mujeres y niños. El trabajo familiar de la mujer son ingresos no pagados al trabajador. Estas barriadas obreras, que circundaban las industrias, serían el modelo de crecimiento suburbano que arrastraba el automóvil y causaba el efecto multiplicador de la inversión y el empleo en el desarrollo capitalista. Posteriormente, este modelo quedará subdesarrollado en las barriadas de favelas, circundantes a las ciudades, de las emigraciones de los pobres con escasas oportunidades de trabajo estable y altos índices de pobreza extrema.
Luego de algunas peripecias de Karl, con la actitud picaresca de Delamarche y Robinsón, sobre el dinero de Karl, divisaron el letrero de Hotel Occidental.” Y después de recibir Karl el encargo de traer tocino, pan y cerveza se fue hasta el Hotel Occidental”.
Añade Kafka: “Seguramente había una gran ciudad no muy lejos, ya que el primer salón donde entró se encontraba repleto de una ruidosa multitud. Delante de la barra, que se extendía a lo largo de una de las paredes principales y de dos paredes laterales, corrían sin cesar muchos camareros con delantales blancos que les cubrían el pecho, y que no obstante no alcanzaban a satisfacer a los impacientes parroquianos, porque desde muy diferentes lugares, se escuchaban y volvían a escucharse continuar maldiciones y puñetazos en las mesas. Nadie se fijaba en Karl. Entonces Karl vio, unos pasos más adelante, a una señora de cierta edad, quien hablaba riéndose con unos parroquianos. (…) Si dijo Karl, no puedo conseguir nada aquí.” Karl experimenta el aislamiento de individuo y la multitud de competencia.
-Venga entonces conmigo muchacho, dijo ella.
Para Karl, comenzaba su trabajo en el Hotel Occidental. El emigrante encuentra empleo precario en el camino a Ramses.

lunes, 19 de abril de 2010

Kafka: El fogonero.

La paradoja de Franz Kafka es introducir al personaje de Karl Rossmann, de la novela América, en la corriente emigratoria, en las fases de descomposición de las estructuras sociales en Asia y en Europa. Expulsa a su personaje “a vivir” dentro de acontecimientos históricos, que difícilmente comprende. Padece las extrañezas del que nunca alcanza la interpretación exacta, por su debilidad de carácter ante los antagonismos sociales de opresores y oprimidos. Las secuencias capitulares de esta vida novelada transcurren en los vericuetos de la pobreza marginal y las respuestas voluntarias e imperativas del personaje a coacciones violentas. No es un personaje que entrevea una finalidad a las relaciones de poder que lo oprimen. Su huida está enajenada, en cuanto sus experiencias vitales no se sobreponen la simbología imaginaria de escapar de entornos hostiles, que se le aparecen de improviso, sin que haya voluntad de que éstos sucedan. Dentro de una sociedad, en la que ha sido arrojado por un hecho en el que no ha participado con libertad y riesgo, y en la que debe persistir más por voluntad del que se resigna a un entorno hostil. La pregunta esencial es cómo Franz Kafka elige, a un personaje de la estructura psíquica de Karl Rossmann, para unos de los procesos migratorios más trascendentales de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX. La vida ordenada de Karl Rossmann fue truncada por la seducción sufrida por una sirvienta de la familia y su huida obligada ante la oposición familiar, a esta vergüenza y a sus consecuencias económicas y legales. La debilidad del carácter de Karl Rossmann lo narra Franz Kafka en el en episodio de la seducción del joven Karl. “Entonces Karl la observaba tímidamente, sólo al pasar, por las rendijas de su puerta un poco entreabierta. A veces corría y saltaba y, con risa de bruja, retrocedía de pronto sobresaltada si Karl le cerraba el paso. A veces cerraba la puerta de la cocina después que Karl entraba y conservaba el picaporte en la mano hasta que él pedía salir. (…) Una vez dijo “Karl”, y lo condujo entre gestos y suspiros, en medio de su asombro por tan imprevisto modo de apostrofarlo, a su cuartito, que cerró con llave. Empujándolo se colgó de su cuello en un brazo, y mientras pedía que la desnudarse, en realidad lo desnudó a él y lo acostó en su cama, como si desde ese momento no deseara dejárselo a nadie y sólo desease acariciarlo y cuidarlo hasta el fin el mundo.(…) Después ella se acostó junto a él; quería conocer sus secretos, pero él no tenía ninguno que confiarle y ella se enojaba, en broma o en serio; lo sacudía, auscultaba el latido de su corazón y entregaba su pecho para una ocultación semejante, pero no consiguió inducir a Karl a que lo hiciera; apretó su vientre desnudo contra el cuerpo del joven y buscó tan asquerosamente con la mano entre sus piernas que Karl agitándose, intentaba sacar la cabeza y el cuello fuera de la almohada; luego empujó el vientre algunas veces contra él, que se sintió invadido por la sensación de que ella era parte de su propio ser, y quizá fue ese el motivo del terrible desamparo que lo embargo en ese momento. Llorando llegó finalmente a su propia cama, luego de haber escuchado los deseos reiterados que ella expresó de que se volvieran a ver”. La ruptura psíquica de la conciencia del mundo en el joven Karl. La conciencia abierta a la verdad de la realidad ocasiona un terrible desamparo. El individuo se encuentra expuesto a la necesidad y a su frustración. Sus lágrimas encierran la despedida de un adolescente tímido y su entrega a la historia de las relaciones sociales alienadas.
En la novela América, 1912-1913, Franz Kafka nos entrega las desventuras del emigrante: Karl Rossmann. Lo paradójico de la novela de Franz Kafka es portar a su personaje por los movimientos emigratorios del siglo XIX y principios del siglo XX. En momentos históricos claves de las corrientes demográficas universales que transforman las condiciones económicas y políticas de las simetrías conservadoras de la sociedad. La transformación de los excedentes económicos agrarios por los cambios cualitativos y cuantitativos de producción y consumo de los modos de producción asiático y medieval. La capitalización de la agricultura se habrá se constituir por la reducción de las masas de campesinos y la aplicación de nuevos métodos de cultivo y el incremento de excedentes económicos destinados a la exportaciones y pagos de las deudas externas por los préstamos del capitales internacionales. Tanto la emancipación de los siervos de la servidumbre y el cambio legal de los gremios de artesanos se habrán de basar en un mercado abierto a la variabilidad de los precios por la competitividad de la ofertad de mercancías y la debilidad de la demanda. La improductividad tecnológica se penaliza con la quiebra mercantil. La ineficiencia del capitalismo primitivo no resistirá la concentración de capital tecnológico y financiado por el sistema financiero. Todas estas causas económicas liberaron millones de hombres de las sujeciones agrarias atávicas y el bajo nivel de las estructuras gremiales. Arrojados por la necesidad de sobrevivir, millones de emigrantes estuvieron contenidos, por el futuro de la fantasía y la violencia, en la búsqueda de los países que les facilitaran sus subsistencias y la liberación de la aristocracia del Medievo. Decenas de millones de europeos, asiáticos y africanos huyeron en busca de trabajo y asentamiento en tierras remotas. Estas migraciones marcaban el final de una época históricas, donde los hombres se unían de por vida al dominio señorial o comunal. La población, producción, el dominio político y el simbolismo ideológico, reproducían una sociedad de propietarios de rentas agrarias capitalizables y una burguesía de ganancias industriales e intereses crecientes. Se modificaba la industria con reducciones de cantidades de trabajo y salarios. Los vinculos de dominantes a dominados se iban volviendo anónimos. Los hombres valían lo que ganaban en dinero. Las experiencias vitales alienadas de las masas se trasladaban al fetichismo del dinero. La extinción de la alienación de la religión y del poder político sagrado produjo relaciones capitalistas, que exigían la aparición de las ganancias industriales a gran escala y la legalidad de los salarios. El fetichismo del dinero marcaba la transformación del hombre en una mercancía que se vendía en un mercado laboral por un salario en dinero, que reponía las condiciones existenciales. El capitalismo tenía que realizar las ganancias del precio de producción en la circulación monetaria y por tanto la lucha por la competencia.
En este mundo alienado por el fetichismo del dinero, Franz Kafka presenta a su personaje Karl Rossmann. “De repente se encuentra ante la estatua de la diosa de la libertad, que desde hacía un rato la observaba, como si ahora estuviera iluminada por un rayo sol mucho más intenso. Su brazo surgió con la espada en un renovado movimiento, y en torno a su figura soplaron los aires libremente”. El sentimiento de Karl Rossmann es el habitual al de los emigrantes que llegan a New York por primera vez. Construyen la metáfora de la libertad. Una visión del futuro sin el vasallaje europeo. En medio de esta esperanza, Karl Rossmann: “Notó con consternación que se había olvidado su propio paraguas abajo, dentro del barco". Buscando su paraguas se encuentra con un fogonero, que se lamenta de sus dificultades laborales, y de sus conflictos de jerarquía con su superior Shubal. Inmediatamente Karl, se identifica con el sufrimiento del fogonero. Luego Karl y el fogonero establecen, con los oficiales del buque y Shubal, un proceso de veracidad o falsedad por las quejas del fogonero. Éste queda derrotado y vejado y Karl no logra sacarlo del atolladero. Es su primer fracaso entre su piedad y el disimulo de los demás. Con Karl Rossmann, Franz Kafka anticipa un montaje de secuencias de hechos novelados, que recuerdan las fotográficas del cine mudo y en particular, por lo imprevisto, de las películas de Buster Keaton. Las situaciones conflictivas aparecen en sucesión incausada, que enlaza un episodio con otro. Kafka sitúa los acontecimientos en los límites de la radicalidad absoluta de la sorpresa. Es una sorpresa de hechos, sin creencia en su veracidad. En medio de la confusión del carbonero y Shubal, los oficiales de marina y los testigos de la parodia, Karl conoce a su tío el senador norteamericano Edward Jabob. El cual ha recibido una carta de la criada seductora comunicándole la llega a New York de Karl. Con elevado altruismo el senador acoge al sobrino. Lo lleva a su mansión y lo instala allí, donde le revela la carta de la sirvienta que lo ha seducido. La lectura de la carta obliga a Karl a recordar la humillación de su seducción. En la Casa del Tío, Karl observa la fragmentación humana en la actividades de una gran ciudad:” Visto desde arriba parecía una confusa mezcla en la que se hubieran derramado esbozos siempre nuevos de figuras humanas y de techos de vehículos de toda especie; y desde allí se levantaba otra capa más de confusa mezcla, nueva, multiplicada, más salvaje, formada de un ruido, tierra y olores, y todo esto recogido y penetrado por una luz poderosa, constantemente dispersa por la cantidad constante de los objetos, llevados lejos por ellos y traída cuidadosamente otra vez, y que para el ojo embelesado cobraba una corporeidad inmensa, como si en cada momento, en infinitas repeticiones, alguien estrellarse con toda sus fuerza, sobre esta calle, un cristal que cubriera todas las cosas.” En esta imagen de Franz Kafka se descubre la revelación mística y la modernidad metropolitana. Esta sensación mística, lo vuelve cauto.”En realidad él debía examinar y contemplarlo todo, sin dejarse apresar por las cosas”. El desasimiento místico de una realidad desordenada y hostil: una clase social divergente que representaba el senador Edward Jacob. La cual va a provocar el desenlace hostil entre tío y sobrino a cuenta de la marcha a una casa de campo en las afueras de New York. Allí Klara, el señor Poullender y el señor Green lo degradan física y mentalmente. La plutocracia del capital comercial lo va a humillar intensamente a través de la carta que le dirige el tío. “Contra mi voluntad decidiste alejarte de mi lado esta noche, y a si es, mantén la decisión durante toda tu vida; sólo entonces habrá sido una decisión varonil. (…) Si el señor Green olvidara darte tu baúl y tu paraguas, recuérdaselo”. La expulsión de la mística unitiva está realizada. Karl Rossmann tendrá que marchar por el camino de Ramses. Es el itinerario de un emigrante en busca de un empleo.

lunes, 5 de abril de 2010

Kafka : El castigo de Amalia (2)

Olga, hermana de Amalia, ambas hijas de la familia Barnabás, le cuenta al Agrimensor K los acontecimientos que sucedieron a ésta con respecto al funcionario del Castillo Sortini. El funcionario Sortini le envía una carta a Amalia y ésta despide despectivamente al mensajero y la rompe. Olga le cuenta al Agrimensor K que, “la carta era de Sortini,” y llevaba sólo por dirección el alias de la muchacha del collar granate. La carta respondía a la sensación de belleza que Amalia causó al funcionario Sortini. Añade Olga: “La carta estaba escrita en los términos más vulgares y obscenos que jamás había oído, y tuve que adivinar el sentido según el conjunto. (…) Todo lo esencial puede ser cierto, pero lo esencial es que Amalia no fue al hotel de los señores. (…) Pero Amalia, al no ir al hotel, hacía que la maldición cayera sobre nuestra familia y los malos modos que sufrió el mensajero resultaban imperdonables.” La maldición implica un castigo divino o sobrenatural que afecta no sólo Amalia exclusivamente, sino a la familia. La estructura familiar expresa vínculos punitivos generales.
“¿Pero de qué fatalidad me hablas?- preguntó K. ¿Y de qué abogados? No podía castigarse, ni con más razón castigarse a Amalia, a causa de la infame conducta de Sortini.
Sí- respondió Olga, se podía. No en un proceso legal, y no se la ha castigado directamente, pero la han castigado, a ella, toda nuestra familia, y empiezas a entender sin duda la gravedad de este castigo. Esto te parece increíblemente injusto, pero eres el único que opina así del pueblo. (…) Pero nosotras sabemos que las mujeres no podemos impedir amar a los funcionarios, pues los aman incluso antes, aunque lo nieguen obstinadamente cuando ellos las miran.” Olga considera autoridad y amor en las acciones activas y pasivas de la predestinación del poder.
Al comparar la situación de reprobación de Amalia y la suya, el Agrimensor K le dice a Olga:” Han jugado conmigo, me han echado de todas partes; aún juegan conmigo, pero ahora es necesario más ceremonia. He ganado de algún modo terreno y eso ya es algo. Tengo, tan ínfimo como sea un puesto, un verdadero oficio; tengo una novia que descarga del trabajo de mi profesión cuando otros asuntos me reclaman; me casaré con ella y me convertiré en miembro de la comuna.” El Agrimensor K no se halla en comportamiento conflictivo imaginario con los funcionarios del Castillo. Aunque su situación personal se vaya degradando en la búsqueda ingenua de su integración en la comuna.
Al contrario del entreguismo del Agrimensor K, Olga se abate por ella y su familia con los correctivos, que aguardan a su familia. La actitud de Amalia, ante la solitud de un funcionario del Castillo, indefectiblemente habrá de acercar efectos persecutorios de pobreza, aislamiento y hostigamiento de la comuna sobre su familia. Por la evidencia de la desgracia de la familia de Olga, Franz Kafka se plantea la racionalidad moral de culpa y expiación.
Al no encontrar la racionalidad, introduce los efectos del poder sobre los dominados. Franz Kafka se pregunta por la medida de equivalencia moral de culpa y castigo, ocultos e irracionales, en los actos de dominantes a dominados. Franz Kafka medita, en una coyuntura concreta de la historia, el concepto de las relaciones de poder. Éste incluye la presencia precaria de integración de las minorías en los conflictos de las sociedades europeas de la última década del siglo XIX a 1914. La novela “el Castillo” desvela también las dificultades sociales de permanencia en el poder de una minoría y sus métodos de superar las contradicciones que provocaban los desequilibrios catastróficos. La Gran Guerra se llevará al basurero de la Historia a los señores del Castillo y a su burocracia.
Franz Kafka debía conocer, como cualquier ciudadano ilustrado de su tiempo, la propaganda xenófoba interna de la superestructura del poder gubernamental, cuya finalidad era sobredeterminar, los conflictos económicos de las clases medias bajas, con la intolerancia religiosa y nacionalista. Las secuelas ideológicas de la intolerancia aparecían en una propaganda panfletaria, que habría de recaer en las minorías del odio de las clases medias bajas en bancarrota y de los intelectuales antiliberales. Las clases medias bajas sufrían las consecuencias de su decadencia desde la crisis económica de 1873, y su continuidad en los ciclos depresivos sucesivos y la desaparición legal de sus prácticas económicas e ideológicas gremiales. La concentración de capital de las nuevas unidades empresariales monopolistas y la superproducción de mercancía, con su tendencia al decrecimiento de los precios, las ganancias, la demanda, y la escasez de dinero crediticio, trasladaban la intolerancia xenófoba a los grupos de clase media baja. Esta clase media baja será la mayor protagonista en la aparición de la intolerancia prefascista ante grupos sociales liberales. Los líderes de la clase media baja nunca enlazaron los ciclos depresivos económicos a la estructura del crecimiento del capital industrial, mercantil y financiero, que conllevaba la desaparición de las empresas familiares gremiales. La inversión de la pobreza de la clase media baja en odio xenófobo constituyó la base de la propaganda revanchista y antiplutocrática de los grupos de extrema derecha. La miseria ideológica de la clase media baja fue exaltada por la propaganda política de extrema derecha, que incitaba al odio al liberalismo, la democracia, el sistema parlamentario, el antisemitismo y el antifrancmasonismo. La organización de grupos que exaltaban el poder de la violencia eran minoritarios, aunque su término fuese la eliminación violenta del enemigo político. Tanto los grupos de violentos de los Camelots del roi de Acción francesa, los violentos de Enrico Corradini, fundador de la Asociación Nacionalista italiana, perseguían la desorganización política de sus oponentes socialdemócratas o liberales. Los que están fuera de la comuna son los réprobos. Los apartados de la convivencia comunal. Los movimientos ideológicos conservadores de finales de siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX establecen la situación del réprobo como alguien que carece de comunidad. Para Charles Maurras, los judíos, los protestantes, los francmasones, eran los protagonistas de la acción diabólica contra la nación francesa. Eran la Anti-Francia. Lo habitual del nacionalismo de derechas era la antítesis de la democracia, pues la libertad e igualdad debían ser sustituidas por la obediencia y la disciplina. La difusión masiva del panfleto de los Protocolos de los sabios de Sión, desde 1905, que pretendía introducir, en las fijaciones de la conciencia política los detalles de una conspiración judía internacional para dominar el mundo. La propaganda preparaba la conducta vengativa. La intoxicación xenófoba formaba la lucha ideológica. Una ideología que incidía, en la crisis socioeconómica de las sociedades europeas, con la prensa y los libros, en difusores intensos de odio a las minorías de baja cobertura legal.
Es intencional, referente al odio y ocultamiento, la pregunta que se hace Franz Kafka a través de su personaje Olga: “¿Qué sabemos nosotros de los pensamientos de los señores?” La pregunta definitiva del hombre sobre un mundo social, que se le aparece dado y oculto. La marginalidad excluyente de las minorías había sido una constante histórica de clase en los sistemas sociales de dominio de clase. Los esclavos, los vasallos, los proletarios forman la base de dominio en el desarrollo de la Historia. Franz Kafka explica en el Castillo las acciones totalitarias de los centros de poder ocultos en el Castillo. Las articulaciones burocráticas que actúan para mantener los equilibrios de la violencia turbia de los que desobedecen y resisten a la opresión irracional. La Voluntad Totalitaria, que rige el movimiento de la historia, perpetúa la crueldad del odio y la ignorancia en las relaciones sociales de progreso.
Olga comunica, al Agrimensor K, la incertidumbre que había originado el rechazo de Amalia a la exigencia sexual del funcionario del Castillo. Amalia no quiere ser materia, un Objeto para Otro. Su actitud concreta, su valor de desobediencia para un Otro, que relaciona supervivencia con degradación. La culpa abstracta de Amalia incluye la finalidad ideológica y utilitaria de la culpabilidad y la expiación. ¿Hay que expiar por una culpa que sólo está en el pensamiento de los señores del Castillo? La pregunta de Franz Kafka pertenecía a la respuesta ante la propaganda xenófoba que se difundía en su época. Franz Kafka describe un Estado totalitario, donde las personas aparecen átomos de masas sociales angustiadas. Por esto dice Olga: “Se dice con razón que todos somos del Castillo”. Franz Kafka sospecha y delata el dominio de la culpa totalitaria que se ignora. La culpabilidad de Amalia permite a Franz Kafka discernir la culpa irracional, la desobediencia y la segregación. La falta que se comete desde la codificación legislativa. La desobediencia a cumplir lo que se ordena. La segregación como separación de un grupo social por razón de sexo, raza, cultura, o ideología. Confiesa Olga al Agrimensor K la segregación que padece su familia desde la desobediencia de Amalia y el aislamiento totalitario familiar: “Era sobretodo, miedos aparte, a causa del lado molesto de este asunto, por lo que se habían separado de nosotros, para no saber nada, para no hablar ni pensar en ello, para no ser alcanzado de una forma o de otra.(…) No éramos nosotros, no era nuestra familia quien estaba en juego, era sólo el asunto, y nosotros en función de que estábamos mezclados en él. Si, pues, olvidando el pasado, hubiéramos hecho el simple gesto de acudir, y demostrar con nuestra actitud que el asunto ya no nos inquietaba, cualquiera que pudiera ser el motivo de nuestra paz, y si el público hubiera adquirido así la convicción de que dicha historia, fuera cual fuese, no volvería a discutirse, todo se había arreglado y habríamos hallado en todas partes la solitud de antaño. (…) Pero en lugar de hacer esto, nos quedábamos en casa. No sé qué esperábamos, probablemente la decisión de Amalia. Había tomado el timón de la casa la mañana que recibió la carta y aún lo conservaba. Sin estallidos, sin órdenes, sin súplicas, únicamente con silencio. Nosotros, naturalmente, discutíamos mucho, de la mañana a la noche, todo era un cuchicheo continuo. (…) Barnabás, que entendía muy pocas cosas, no cesaba de reclamar enloquecido, explicaciones, siempre las mismas. Él sabía bien que los años descuidados que esperaban a los demás niños de su edad no existirían nunca para él. (…) Amalia no sólo debía llevar la pena, sino que comprendía el motivo. Nosotros sólo veíamos las consecuencias: ella vio las causas, el fondo. Confiábamos en no sé qué pequeños medios, pero ella sabía que todo estaba decidido. (…) Empezamos, no obstante, a sentir la pobreza. Los ahorros de nuestros padres se acabaron, nuestras fuentes se agotaron, y fue justamente en aquella época cuando los desprecios empezaron a manifestarse. Se dieron cuenta de que no teníamos fuerza suficiente para deshacernos de la historia de la carta y eso ya no se toleró (…), pero sentían la necesidad de cortar todo vínculo de unión con nuestra familia. (…) No se habló más de nosotros como de seres humanos, no se pronunció más nuestro apellido, se nos denominaba Barnabás, nombre del más inocente de todos, hasta nuestra casucha adquirió mala fama. (…) Todo lo que nosotros éramos, todo lo que teníamos, caía bajo un mismo desprecio”. Franz Kafka nos dejó en el castigo de Amalia uno de los textos históricos más brillantes de su narrativa sobre la culpa irracional y la segregación.