viernes, 18 de octubre de 2013

Orden social irracional.

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El orden social se vuelve irracional cuando no produce la felicidad tanto en sentido material como moral a los ciudadanos. No persigue que decrezca el tiempo de la necesidad para incrementar el tiempo de felicidad. El hombre es un ser para sí mismo, nunca un ser para un medio. Es un ser sujeto a producir los medios económicos que posibiliten su felicidad. Pero la felicidad no es algo abstracto, sino un algo tan concreto como el acortamiento de la jornada de trabajo. Pero el tiempo necesario para producir los medios de subsistencia que, cubren las necesidades se amplía y la producción del excedente económico crece por la apropiación de la minoría. Ésta posee las estructuras legales de propiedad económica de la producción. En el orden social racional, el tiempo necesario de producción se acorta para que aumente el tiempo de realización de las condiciones humanas de convivencia y felicidad. Un signo preclaro de la irracionalidad es el aumento de la jornada de trabajo y la disminución del salario, que  aumenta de la extensión del tiempo de trabajo necesario para cubrir las necesidades deshumanizadas. El tiempo necesario para producir y el tiempo excedente, para lograr la ganancia en valores de uso y cambio monetario, marcan el sentido finalista de cada época de la historia.
En el orden irracional es el proceso social  para la producción de la riqueza que extraña al hombre y lo que determina el nivel de felicidad posible  y de incertidumbre. La minoría que controla la propiedad de la producción absorbe la realización de la ganancia monetaria. El individuo queda en una incesante tarea de reproducir un orden social irracional que le resulta extraño a sus intereses  materiales y mentales. Lo empobrece material e intelectualmente. La minoría de los controladores del poder social de la riqueza  absorbe a la mayoría de la población de la sociedad en la necesidad de sobrevivir y pagar las deudas. Ésta irracionalidad absorbe al individuo hasta la extenuación. Ya se ha dicho en el capítulo anterior, el dominio legal y ejecutivo se vuelve aceite en la porosidad de la supervivencia del servir y obedecer. Los intereses materiales y culturales de la minoría absorben la racionalidad del individuo colectivo y lo integra en la determinación de la necesidad artificial. La falta de seguridad de la supervivencia induce al abatimiento de la certeza de futuro. El futuro depende de la voluntad extraña que impone una totalidad de coerción y persuasión  para obtener el tiempo excedente de la producción en niveles de clases.
El orden social irracional poda la facultad individual de decidir la felicidad. La violencia económica e ideológica sobrepuja  la necesidad biológica de sobrevivir de la especie. El hombre no quiere morir. Lucha por permanecer en el orden de la necesidad, pero de una necesidad de orden social racional, que concuerde con la producción necesaria para reproducir una sociedad, que no reproduce las relaciones de producción y de dominio. Entonces su ser le pertenece. Las relaciones de sumisión son el pivote del orden irracional. El hombre produce para existir, pero no para hacerse esclavo de una producción material y cultural que lo extraña a las relaciones sociales de sumisión. El anverso de la necesidad es la felicidad. Un hombre, que ha reproducido los bienes que cubren sus necesidades sociales, y sigue produciendo un excedente económico, que se apropian las instituciones de poder y propiedad, encuentra la degradación de su cuerpo y conciencia social. Se acorchan sus sentidos por el esfuerzo físico y mental. No recupera el gasto de energía consumida en el proceso de trabajo. No se vive la tragedia de la libertad, sino la tragedia del hombre degradado en su felicidad. Falto de los medios  de producción económica, que pertenecen a los manipuladores de la propiedad legal,  la necesidad busca el entorno de los mínimos de pobreza y la felicidad es una quimera. La tragedia de la falta de libertad es la tragedia de la falta de felicidad.
La infelicidad del individuo se origina en quienes  utilizan la energía humana como una cosa de uso necesario y de uso de cambio. El hombre produce más de lo que consume. El  exceso de producción se vuelve un valor de cambio monetario. La jornada de trabajo excede el tiempo de trabajo necesario para producir los objetos que cubren las necesidades. Se produce un excedente económico que mantiene el orden irracional. Se entrega gratuitamente una parte de la existencia propia. Se puede afirmar que un hombre en situación de desempleo no reproduce su existencia por la irracionalidad del orden de estancamiento de los recursos de producción. Se poda al individuo de la facultad de mantener su vida social.
El orden irracional es un proceso incesante de falta de aplicación de los recursos de producción para mantener la irracionalidad especulativa de la producción y el consumo. En el orden irracional, el hombre interioriza los mandatos irracionales hasta que se vuelven una fuerza ideológica de barbarie. Los individuos barbarizados se identifican con el mandato irracional de los dominantes. Hay una mudanza de la necesidad natural  de sobrevivir a las circunstancias de la escasez natural y artificial que se sustituye con la tecnológica de represión. Converge la tecnología y la fuerza de la necesidad barbarizada. El hombre absorbido por  su falta de existencia real  se pierde en los espacios oscuros de la mente perturbada. La existencia propia se vuelve un algo existente que provine del lenguaje  de la pseudo-realidad. Se decide interiorizar el lenguaje vacío de los símbolos que ocultan las razones de la infelicidad.
Ser para otro es dar al ser la cosificación de una cosa. Ser cosa de  improductividad en un proceso de delirios mentales. La ideología de dominio  del ser extraño que convierte al ajeno en una cosa que anula la voluntad. Circularidad de la cosa en la voluntad ajena. Una circularidad de flujo de lo esencial de la felicidad por la ideología interiorizada, que destruye la reflexión del hombre libre en la problemática vitalista  de la supervivencia. La carencia de voluntad se vuelve superstición mágica y cerrada al análisis científico. La voluntad como cosa ajena  sólo ofrece  la magia del desvarío del lenguaje barbarizado. La mente irreflexiva se vuelve un reloj sin cotidianidad. Un reflejo crepuscular en el espejo de los escaparates de las avenidas urbanas. El andar cansado del vagabundo en las estaciones de los aeropuertos. Es la irracionalidad de la enfermedad mental por la manipulación internalizada por la coerción de las  instituciones de orden. En la enfermedad mental hay espacios interiores de oscuridad depresiva sin iluminaciones reflexivas. La mente enferma y la reflexión divergen en destellos de delirios. El lenguaje balbucea la simbología oculta de los sueños repetido del cuadro grito del pintor  Ensor. El tiempo es una metáfora de angustia oculta.
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El individuo que se entrega al acto de la resignación, cede su voluntad a la jerarquía de dominio. La resignación es un acto pasivo que implica el suicidio. Es un no ser vacío de inquietud. El golpe del silencio grito  para el que no halla su transcurrir entre una vida de topo y una vida cínica. Los intereses de la minoría dominante juntan la angustia de la infelicidad a la culpabilidad irracional del ser dominado. El infortunio puede llegar a ser una certeza de no tener futuro. La esperanza de los desesperados es una razón del corazón a la tecnología fuerza de la máquina social. Las masas cosificadas del siglo XX se lanzaron a la irracionalidad nacionalista de la mecanización de la voluntad de guerra. El fin de la vida se convirtió en un medio bélico. La crisis económica y política se convierte en la aceptación absoluta de la muerte como solución a la infelicidad. La involución de la crisis social en odio. El hombre libre en hombre esclavo-mercancía. Hay una pirámide de voluntades demoniacas que jerarquizan al líder. Se absorbe  la infelicidad exaltando místicas encubridoras y ceremoniales contractuales de propiedad y servidumbre.
3
Una vez que la minoría  absorbe la voluntad individual queda el residuo de la sumisión al destino.  La crueldad de la necesidad soluciona las variables contradictorias de orden económico y político que hacen de un sistema económico una fuerza regresiva a infelicidad. La producción social se vuelve regresiva hasta la extinción del orden social. Todo sistema de producción social lleva en sí los límites de su regresión. El ser social convertido en una cosa es regresivo. No abre variables racionales a las contradicciones que limitan la reproducción de la vida. Los límites contractivos  se vuelven límites irresolubles. La sociedad entra en la fase de extinción de las fuerzas productivas, que motivaron su crecimiento económico y negaban las relaciones legales de propiedad de poseedores y no propiedad de los desposeídos. El sistema social es histórico en sus contradicciones no resultas sitúan los límites de la sociedad en regresión. La negación de la felicidad  del hombre produce regresiones a formas de producción superadas por la racionalidad tecnológica. El orden social irracional se vuelve incapaz de cambiar los límites de las variables regresivas.
Se diría que la historia no progresa para la mayoría social. Historia de un solo significado unilateral que destruye amplias capas sociales en la pobreza. La historia de la supervivencia se vuelve regresiva. La sociedad integra estratos de ciclos económicos regresivos. El individuo se queda atrás extrayendo las condiciones  de la degradación  y la progresión incesante de la culpa, el delito y el castigo institucionales.
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El orden social irracional se disfraza del ocasionalismo de los datos estadísticos sin cientificidad. La reproducción real de la vida individual y colectiva se vuelve una falsa del dato estadístico y del lenguaje político pervertido. La organización de la subjetividad humana y de la objetividad material de la necesidad  se metamorfosea en los fetiches monetarios del gasto y del ingreso. El déficit  fiscal del Estado no asume la existencia del individuo y sí la salvación de las instituciones legales. La reducción de la competividad de mercado y su contracción ganancial ocasiona un bajo nivel de subsistencia de la mayoría social. El empleo barato  se vuelve una necesidad del crecimiento por la reducción del coste de producción y los mercados internacionales de ofertas de producción a precios monopolistas que causan los aumentos de ganancias paranoicas y la pobreza mayoritaria.