lunes, 21 de abril de 2014

El individuo y su protagonismo en la historia.


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 El individuo está cifrado. Está hecho de fechas. Éstas lo determinan y agobian. Cada día es una fecha que se repite, que incide en dejarlo atrapado en el laberinto de los números de su vida. Es un tren que va deteniéndose hasta llegar a la vía muerta. Allí donde hay yerbajos de recuerdos y en tiempos de lluvia el  sol de la clarividencia, también los jaramagos amarillo de cera y canarios de goma. La inquietud de vivir se calma con los números positivos que aumentan y disminuyen en los depósitos de dinero. La adicción a tener marcas  de avaricia en  el rostro imbécil de los poseedores de fortunas. Ellos no son ricos hasta que la curva marginal de la eficiencia del capital acumulado crece hasta la saturación. A mayores cantidades de dinero mayor gradación psicológica negativa de la infelicidad del lujo. Los poseedores de gastos no ahorran. Sin dinero no hay gastos. Sí deudas. Gastan si tienen dinero o deudas. Están sometidos a la ley creciente de la insuficiencia de recursos económicos.  La concentración de capital y de renta es creciente en los ricos mientras que en el polo opuesto de los pobres  crece la pobreza. A los individuos trabajadores no se les compra su fuerza de trabajo o la vende por debajo del mínimo vital. Son los individuos sometidos al día final de la fe de la abundancia. Están ahí. Son millones de individuos que entran en las urbes para encontrar trabajo. En un movimiento emigratorio que llena los arrabales suburbiales de marginados que huyen de la inanición. Están desorientados, cogidos a los contactos de  los móviles. En cada llamada salta la liebre de la noticia. Un no o un sí. El lenguaje en dos monosílabos. Si hay trabajo, no hay trabajo. Un código binario. Los contactos decrecen y permanece el código binario. La no producción de empleo fluye y la circulación-velocidad de la masa monetaria se contrae hasta que los precios de las mercancías no realizan las ganancias por el decrecimiento de los precios de venta. La crisis económica desequilibra el equilibrio de la oferta y demanda monetaria.  La máquina teórica económica de K.Wickell: Una máquina simple, “El procedimiento es más bien simple: en la medida que los precios permanezcan sin cambiar la tasa de interés de los bancos debe permanecer sin cambiar. Si los precios aumentan, la tasa de interés de los bancos debe aumentar y si los precios caen, la tasa de interés debe ser disminuida y a partir de ese momento mantenida a ese nuevo nivel hasta que una nueva modificación de los precios demande una nueva modificación del interés en una dirección o la otra" “Dado que, de hecho, la economía (y la población) está creciendo, ese crecimiento se financia con crédito o dinero creado de la nada por las autoridades financieras y los bancos. Siempre y cuando ese dinero se preste a la misma tasa de interés normal, los precios se mantendrán.”
Ahora el marcador  flujo de la máquina de hacer dinero a la deflación de los precios y al aumento de la cantidad de dinero a inyectar de liquidez al sistema financiero. Para evitar la baja de precios de los productos financieros del mercado de valores especulativos.
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La máquina económica entra en las vía muerta de la escasez de inversión y el aumento del ahorro de los ricos espera un aumento de la tasa de interés para comparar la propensión marginal a mantener liquidez y el interés hasta que la ineficiencia del ahorro obligue a la disminución de la liquidez y a la inversión. Eficiencia psicológica de mantener la no liquidez de dinero  varía en razón directa al aumento de la rentabilidad de los activos líquidos o semilíquidos, depósitos y valores de capital, empujados por bajas tasas de interés, con grandes ofertas de dinero barato por los órganos económicos -financieros, que se inyectan en los circuitos de acumulación de capital especulativo. Las máquinas de fabricación  de dinero se conectan a las máquinas de diferencias gananciales especulativas. El dinero consume dinero hasta que el hastío de su función acumulativa y circulatoria produce las náuseas de la seguridad de la avaricia. Las máquinas impresoras de estampitas estatales son útiles sin hay recurso de capital sin utilizar a precios altos de monopolio. La máquina dinero se acopla a la máquina inversión de excedente y a la máquina de trabajo con precios mínimos de contratación. Si no hay recursos naturales ni humanos sin utilizar  la máquina dinero sube los precios con una producción baja.  Junto a la superproducción de dinero surge la  adicción a la no inversión real y a la producción irreal de objetos defectuosos. Las masas sociales se acuestan sobre el miedo de no ser utilizadas por los empresarios y no retribuidas con un salario que posibilite la continuidad de su vida. El consumo del miedo es el consumo de los salarios bajos y el desempleo. La escasez de producción, el desempleo en las empresas industriales y de servicios para rentabilizar el trabajo mal pagado y el consumo de objetos de lujo en deuda son síntomas de la economía de la decadencia.
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La máquina socia se deja al milagro de la pobreza asistida. Los códigos sociales de castigo se organizan en máquinas políticas de represión ideológica o en máquinas de violencia física.  Son máquinas de instinto exterminativo.  Las máquinas de producción industrial se adhieren a las máquinas de producción de dinero improductivo. Se adhieren a las máquinas de poder legislativo, a la máquina de organización territorial nacionalistas, a la máquina que reordena flujos de enfermedades mentales y se enganchan a los deseos imperativos, reproductivos de inseguridad ante  los límites internos biotecnológico. Las fechas del calendario devuelven la extraña vejez prehistórica de los abandonados.
Conviene repetirlo: El Ello es máquina de energía psíquica inconsciente, se inyecta a la circulación monetaria la convierte en dinero papel de deseo. El Ello conecta la represión y los instintos destructivos, se cuela en la corrupción especulativa financiera. El Ello es una relación de no sujeto y  no mundo. Una máquina que funciona en el vacío de los espacios infinitos del inconsciente. El Ello acopla las máquinas simples humanas  a máquinas complejas tecnológicas. De la azada del campesino a la central nuclear. En el Ello hay duración de consumo de energías. Las máquinas son flujos sádicos y masoquistas de agregados simbólicos de tecnología de producción y estancamiento. Las regresiones sádicas tecnológicas son retornos homicidas, que atraviesan las funciones regresivas del Estado intervencionista en la cotidianidad desprotegiendo las necesidades sociales que hacen del individuo un ser con realidad.
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No es un paroxismo de la decepción afirmar que el individuo más que un protagonista de la historia es un observador cansado de una vida que le han impuesto. El cansancio físico y moral de pertenecer a la casualidad del espectador, que atraviesa la calle consigo mismo sin ninguna percepción de existir para él ni para los demás. Arranca de un punto final de una avenida al comienzo de otra. Se repite hasta el agotamiento. Los demás, aquellos que pasan aturdidos por el cielo gris de la adversidad de estar como cosas, que traslada el tiempo a un lugar desconocido. Hay dolor en el debe metafísico de la náusea en el asfalto. La náusea que mancha los zapatos de la objetividad de la existencia. Una no objetividad  que cierra los ojos para no tener necesidad de mirar dos veces su miedo. No es el infierno de Dante, sino la pared de la casa y el fondo de la calle. Lorca escribía de los ladridos muy lejos del río. El río está soterrado y los perros van atados a las correas. Hay gente que arrastra carritos de huida por la estaciones de autobuses. Suelos desgastados por los cien mil zapatos de cien mil generaciones, sin fotografías que las recuerden. Ni tan siguiera los mendigos dejan sus zapatos  en la acera por temor a las multas de los vigilantes. Este mundo cerrado por la indiferencia de la náusea metafísica está compuesto de alambres que sujetan los pies y las manos. No hay huida a la llegada de los bárbaros que esperaba Kavafis:” Esperando a los bárbaros. ¿Qué  esperamos agrupados en el foro? Hoy llegan los bárbaros.  Porque la noche cae y no llegan los bárbaros. Y gente venida desde la frontera afirma que no hay bárbaros. ¿Y qué será hora de nosotros sin bárbaros. Quizá ellos fueran una solución después de todo.” Tampoco esperamos a Alicia. No hay espejos ni conejos. Quizá haya acabado el tiempo de los individuos que esperan la apuesta de la fe en el milagro de existir. Ni siquiera la apuesta pascaliana de la estrategia pragmática de la esperanza. ¿Por qué no ha de ser la crueldad la visión  de una sociedad en la que la clase social, el dinero y la ambición son los actores principales de la sumisión del ser acongojado por su nimiedad  de su existencia? El descubrimiento cierto de la vida antiheroica empuja  a la náusea de la nada sartriana. El individuo no se vuelve un ente universal por la responsabilidad moral. Es un par de zapatos gastados en el asfalto para  resistir dentro del impulso de la vida que  no se rehace. Pero hacerse a uno mismo es tener la fuerza de permanecer vivo en la condiciones del entorno social. La fuerza de la vida proviene de la necesidad de que querer ser permanencia, que se resiste a la incertidumbre, que  no se crea desde la instancias jerárquica de las máquinas sádicas de dar y de quitar. Saber es tener conciencia de las variables económicas y políticas que posibilitan la existencia o la no existencia. Y el individuo es un ser que sabe e ignora simultáneamente. El saber y la ignorancia entremezclan la exaltación báquica y el miedo a dejar de existir en la sombras del Hades. El terror del dolor contiene el desbordamiento de la inanidad y la pasión de salir por la puerta más estrecha para gastar los zapatos. El oscurecimiento más extremo es la aceptación del miedo como una fatalidad de la decepción. Se afirma que el individuo es más que un protagonista de la historia es un observador cansado de una vida que le han impuesto. El cansancio físico y moral de pertenecer a la casualidad del espectador, que atraviesa la calle sin ninguna percepción de existir para él ni para los demás. Arranca de un punto lejano de una avenida para llegar al comienzo de otra. Los demás, aquellos que pasan aturdidos por el cielo gris están con nosotros, pero tienen el mismo dilema de existir ante las máquinas desposeídas, acopladas a las máquinas del trabajo ajeno  y del dinero ajeno.