domingo, 20 de enero de 2013

El sistema social regresivo y su alienación.


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Los hombres viven en sistemas económicos que son conjuntos específicos de relaciones prácticas materiales, sociales, temporales  y dinámicas. Estos conjuntos específicos organizan la existencia de millones de seres humanos. Los sistemas económicos comprometen  a un cierto conjunto de soluciones para problemas que amenazan la convivencia social, y a los que hay que darles anticipaciones prácticas materiales y sociales para que ellos sean capaces de autogenerar la reproducción de la colectividad. Por las contradicciones materiales y sociales, la realidad práctica se aliena en las posibilidades imaginarias de la irracionalidad, suscitando oposiciones sociales que se vuelven objeto de discusiones y propuestas que deberían orientar hacia otros modos de reproducción de la vida con modos de existencia  general distinta. Los límites contradictorios de permanencia y extinción de los sistemas se dan tantos en los llamados sistemas  precapitalistas tanto como en los sistemas del tardo capitalismo. Cualquier nivel de desarrollo económico está determinado por sus límites naturales y sociales de producción y consumo. La negatividad de un sistema social está inscrita en sus posibilidades de desarrollo y en la aparición de límites de reproducción que conllevan a los más graves problemas de la vida práctica de la sociedad: la comprensión de la realidad como un conflicto de intereses irracionales materiales e ideológicos de dominantes y dominados. Sólo en el imaginario de la propaganda de la clase dominante se dan las soluciones metafísicas. La negatividad  de las contradicciones de los intereses dominantes desequilibra la durabilidad de la permanencia de los sistemas económicos. Los ciclos cortos y largos devienen de las contradicciones del sistema económico y derivan en los conflictos más graves para la existencia de millones de personas. El tardo capitalismo del siglo XXI se debate en los límites contradictorios de la reproducción ampliada del capital, pero cercado por millones de seres humanos que dependen de rendimientos decrecientes de la producción y el dinero. El dinero se deprecia en su capacidad de compra a un alto nivel del crédito bancario y en los presupuestos deficitarios de las instituciones políticas. Los ajustes deflacionarios llevan a que el consumo negativo arrastre la producción y el empleo a efectos regresivos para la supervivencia común del sistema social. El tiempo económico no es necesariamente progresivo ni excluye la regresión a modos de producción envejecidos y desechados. Las épocas sociales no están predeterminadas ya que las contradicciones límites de los sistemas económicos se dan en niveles no predeterminados en el presente. La negatividad del sistema está oculta en su propia posibilidad de subsistencia.  

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La realidad social no es una cosa. Un sistema económico no es una realidad muerta, sino una serie de estructuras económicas y no económicas que se adaptan en articulaciones conjuntivas de un Todo en un tiempo dado. Un conjunto de interrelaciones de elementos materiales y actividades prácticas en las que los seres humanos ubican su capacidad de reproducirse objetivamente en la doble relación de sociedad y naturaleza. La doble relación de sociedad y naturaleza objetiva la condición humana se vuelve compatible en niveles estructurados de correspondencia e incompatibles en límites de clases sociales desestructuradas por sus antagonismos de distribución de la propiedad y de los ingresos del producto neto. La formación desestructurada de salarios y de ingresos de ganancias empresariales se presenta en sentido inverso. A mayores ganancias empresariales menores salarios. Los salarios siempre están rezagados con respectos a las ganancias empresariales. Las aporías contra el crecimiento de los salarios es mera sofística. El crecimiento de las ganancias empresariales y su acumulación en contra de la reproducción objetiva de la sociedad es el límite absoluto de la continuidad de los sistemas sociales. La escasez de la retribución de los salarios productivos y de los ingresos subvencionados de las masas sociales  activa e inactivas hacen incompatibles las estructuras económicas de producción y distribución y la existencia del hombre se incrusta en las deformaciones ideológicas de la realidad.
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Los hombres pueden vivir la falsedad ideológica del sistema en sus vidas cotidianas. Los juegos ideológicos deforman psíquicamente  a millones de seres, desprovistos de medios reales de permanencia en el mundo. La necesidad de la producción material afirmar la necesidad práctica de mantenerse vivo entre de los instintos de amor y muerte. Los instintos de amor y muerte se enlazan en las contradicciones extintivas de los sistemas económicos La extinción de un sistema social por las necesidades instintivas conlleva su sustitución. La negatividad de los instintos pone en tensión contradictoria las estructuras sistemáticas de los antagonismos sociales. El sistema social adquiere posiciones de interrelación y cronología diferentes de elementos económicos e ideológicos opuestos al sistema social que se extingue. Las correspondencias estructurales se vuelven incompatibles. El modo y la cronología estructurales causan efectos de desajustes sobre las estructuras que se desarrollas y en las que se extinguen.  Los límites a los que están presupuestos los sistemas económicos provienen de sus posibilidades presentes y futuras. La sociedad se plantea los sistemas económicos sin prever las condiciones contradictorias que habrán de resolverse en el futuro o aparecer en los límites extintivos de las contradicciones. Si los hombres plantean soluciones dinámicas y prácticas a sus contradicciones sociales conforman un nuevo sistema social. Lo viejo desparece en su límite y se abre a la posibilidad de lo nuevo en ascenso. Si no se resuelven las contradicciones  llega el estancamiento del sistema  por no hallar nuevas posibilidades de existencia conjunta.
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Los sistemas económicos regresivos establecen relaciones económicas e ideológicas como si ellas pertenecieran a valores absolutos, indiferentes a las contradicciones de sus límites históricos de reproducción. Los dirigentes de los sistemas económicos se fascinan con la matematización de las relaciones de producción y de las relaciones psicosociales ahistóricas, provocando la alienación  de los agentes sociales hasta convertirlos en  relaciones de objetos y no de seres humanos. Los hombres se vuelven mercancías con valores de uso y valores de cambio monetarios.  El sistema económico convierte al productor en producto para mantener el sistema en una idealidad sin historia. Las relaciones de las cosas sustituyen las relaciones de los seres humanos.  Las cosas son los hombres, el dinero, el dinero convertido en capital etc De la inversión de lo humano surge la ideología conservadora, cuya obsesión es mantener la dinámica de la realidad como una cosa muerta. Las relaciones de los hombres se convierten en relaciones de cosas con propiedad de clase.

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El sistema social se atasca en la acumulación de capital productivo sin invertir y en la desaleración de masas de trabajadores activos y aceleración de masas de trabajadores parados en la ociosidad obligada. El índice de paro marca absolutamente la situación económica de la producción y la inversión de capital. La ley de decrecimiento del capital invertido en la producción y en  la circulación para su conversión en dinero causa una serie de efectos negativos: a) el crecimiento de la improductividad tecnológica, b) la sustitución de capital variable para pagar insolvencias  deudas empresariales. c) el aumento creciente del paro obrero y la disminución creciente de la tasa de ganancia interna de producción, d) la falta de retorno dinerario de masas de productos pendientes de consumo, e) la contracción del mercado de consumo en la contracción  de la producción, el crecimiento del déficit estatal, la morosidad en los retornos de las deudas y la contracción del crédito bancario.
No hay sustitución de máquinas por hombres, sino obsolescencia tecnológica a bajos niveles de producción con altas precios de los productos en el mercado. Disminuyen las ganancias internas de las unidades empresariales a causa de las disminuciones de capital en salarios. La acumulación de capital se detiene con el decrecimiento del capital variable que aporta la tasa interna de ganancia. No hay valoración interna del capital por la reducción de las cantidades de trabajo aplicadas en el proceso de producción.  Si decrecen las cantidades de trabajo invertidas en los procesos sectoriales de producción, decaen las ganancias internas  y el sistema social se contrae en las reacciones contrapuestas de la producción y negatividad del consumo del consumo de producción, consumo y conversión en dinero por las ventas. El sistema social se vuelve regresivo en la cronología de descenso de acumulación de capital a invertir y en el otro polo de la sociedad el avance de la pobreza en millones de seres humanos.
El siglo XXI se puede acercar, en cuanto a las condiciones de supervivencia de las clases activas e inactivas, a finales del siglo XIX. La regresión del sistema social implica el retorno del ser humano a las necesidades primarias insatisfechas. El psicoanálisis diría que habría una situación de disociación extrema del instinto de amor y supervivencia bajo la presión de Estados absolutistas militarizadas en la represión. La decadencia instintiva se da bajo un orden social autoritario y asfixiante de una moralidad esquizofrénica. La escasez distributiva de medios de consumo y represión política son medios destructivos del instinto de supervivencia y su conversión en delirios sublimados de sadismo social darwiniano.   

domingo, 6 de enero de 2013

El hacer humano y el sentido de existir.


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Tal vez  no queden los símbolos bienhechores de los días tranquilos del amante y del amado. O tal vez haya algún árbol en un parquecillo urbano donde haya palomas. Allí, para volver a encontrarse es el hábito de saberse esperar en lo inesperado. Si nos pudiéramos ver todos los días por la costumbre del nombre, por un hoy iluminado en lo existente de los  demás.
Se diría que hacemos nuestro Hacer. Se necesita convertir el fluido de la libertad pura en un “algo exterior”, que nos dé la consistencia del ser prendido en el quehacer y el lenguaje.  La expresión verbal  que quiere del amor para existir en una trascendencia de la humanidad que espera.
 Es el hacer de la mano y la palabra para situarse dentro de la historia cotidiana. Hacerse humano por la positividad que se impone sobre la necesidad natural del no ser. El hábito de vivir resiste por la voluntad de hacer  de la persistencia una categoría humanizada. Un reproducir la existencia con el hacer el ser: la conversión de la conciencia en una existencia exterior  que da confines de certeza. No, un reflejo en el espejo con el  devenir del tiempo, sino dar la mano que hace y la palabra musical que se entrega por los vericuetos de la tragicomedia. Reír y llorar. No convertir la risa en mueca ni el llanto en destino.  El ser del hombre se hace en la ambigüedad. La ambigüedad en la determinación de hacer la existencia confusamente. Pero la existencia es la libertad interior y también a la fatalidad exterior. El hombre es tiempo que modifica la subjetividad y los hechos de su hacer. Nadie puede arrojar su tiempo fuera de sí. Es una agarradera que mantiene las fidelidades del hacer que hacen el ser.
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El individuo que se suicida, quemando su cuerpo, ha querido detenerse en su tiempo relativo en acto absoluta negación. Su vida no fue una síntesis, sino la negación de su ser. La no existencia se separa del tiempo histórico para mostrar su transgresión. Quien transgrede violenta su esencia mostrando la inutilidad de la existencia. La inutilidad de relaciones sociales ante la desesperación del grito. No poseer historia es dar un grito que avisa de su ausencia. El hombre rebelde expone su vida buscando el salto a una trascendencia moral o metafísica. Quiere que el acto humano sea ético, que la sociedad haga de cada individuo la convivencia colectiva. Pero el individuo suicida hace de su rebeldía la renuncia del ser para no existir. Se envuelve sobre sí mismo, con la red del sentimiento, profanando la cotidianidad exigente de las circunstancias oscuras, que florecen como niebla de descampados o de favelas. Un individuo pobre y en soledad se quema a lo bonzo frente a un hospital. Muere de las quemaduras. No logra soportar la esclavitud de la pobreza. Ese extremo del desaliento del animal, que persigue las sombras paseantes por la calle. O acaso la mano abierta y vacía que se entrega al viandante apresurado.
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El no ser radical del individuo se abre en el girasol de la crisis social. La luz de la crisis social es metafóricamente  oscura. No da perspectiva a la existencia. Y esta falta de perspectiva deja al individuo quieto en la penumbra, obligándolo a la espera de la voluntad ajena o al desesperado acontecimiento de la huida al exilio. Hay que salir del ensimismamiento del abandono para hacerse. El individuo se produce para renovar su existencia. Es la lucha de la carencia y  la necesidad. El individuo es un ser carente. De esta carencia se produce a sí mismo para permanecer. Su existencia está fuera y es un objeto que se debe dar fuera en las relaciones sociales de producción. El individuo está siempre con los otros. La producción y el lenguaje provienen de las relaciones sociales. Si queda abandonado a la indigencia, a su falta de reproducir las condiciones de  su existencia, se quiebra en la falta de convicción de ser en tanto vive. El tiempo desafortunado de la historia arrastra la querencia fuera del lugar conocido. La angustia del individuo se aferra a sus propuestas ilusionantes. Se queda con la finalidad. El finalismo exige que se cumplan las condiciones materiales y mentales de la supervivencia. Sin la finalidad de las relaciones sociales, que se dan en soporte de las experiencias por las que el individuo es un ser para la vida, así la perspectiva de la existencia está despojada de futuro. La existencia deviene en absoluto presente de la carencia. El ser para otros implica la relación objetiva de pertenecerse a la vez que se liga a la unidad compleja de vivirse fuera. Además, está relación de convivencia se vuelve necesariamente homogénea y unitaria, ya que el individuo es un ser objetivo para sí mismo y para el Otro que te ve y hace contigo.  Si alguien se escapa del hacer con los demás, se hunde en el extrañamiento de solipsismo. Se pierde en la bocanada fría de la Nada. Ser para la Nada es ser para la muerte. La existencia se deshilacha de su tiempo real y se vuelve imaginaria. El imaginario no pertenece al tiempo de su historia. Ser uno mismo es ser libre en la comunidad. Ser uno mismo es un estar en el hacer común. El individuo Único es el anzuelo para el despotismo  del Uno sobre Todos.
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También el acto del suicida es la exaltación desesperada, pero no del ser Único sino del ser segregado. El segregado está al borde de la desesperación. Al segregado se le marca con símbolos externos para darle identificación. La marca niega la pertenencia. La existencia del negado desposee de identificaciones colectivas. La pobreza margina hasta el suicidio. El individuo que se rocía de gasolina y se prende está dentro de la sociedad. Las llamas que lo consumen pertenecen a los seres que marcan identificaciones.
La brutalidad económica es simple. Si no  se entrega tiempo de producción por un precio salario no se obtiene el cambio de la necesidad por la permanencia de existir. El pago por el gasto humano de energía es el precio del salario. Un empleador utiliza el trabajo humano para producir un valor útil de uso y una ganancia monetaria. El cuerpo se vuelve materia para su uso en la producción. Un individuo fuera del valor de uso de su trabajo está en la marginalidad. No tiene valor de compra su trabajo. El mercado de las mercancías no le atribuye ni valor de uso ni valor de cambio. En el sistema capitalista  la utilidad de las cosas es su precio de mercado. Los precios en dinero determinan los comportamientos estimativos del valor de producción  y la marginalidad de los valores de uso no utilizados en el proceso de producción. Los salarios al igual que la lluvia se vuelven bienes gratuitos al no ser necesarios para los intercambio de mercancías por dinero. La mercancía se vuelve dinero en el mercado monetario. El dinero es un valor de permanencia de individuo en la existencia. El proceso de la energía humana potencial a la energía que se materializa en la mercancía. Ciclo de la mercancía dinero en la que individuo existe por el acto de producir el valor del salario. El dinero es el equivalente universal del intercambio de mercancías por dinero. Una existencia  potencial que no se aplica carece de eficiencia económica y por tanto es residual al proceso de producción de mercancías.  Se consume la existencia en el trabajo al igual que los medios de producción,  naturales y mecánicos. El desgate del uso envejece hasta lo residual. Lo residual es aquello que carece de cambio monetario. El dinero no compra lo marginal al proceso de producción. Los individuos residuos por la energía trabajo acumulada y gastada. El dinero reorganiza el cambio y circulación de energía humana y maquinal  para que se materialice en mercancías cambiables en un mercado de precios competitivos y centralizados. El hombre es una energía física y mental que se concreta en el valor de producción de las  mercancías cuyos precios se reabsorben a través del dinero. El paso del hombre mercancía a hombre libre de precio requiere la transformación de la sociedad humana en seres  productivos sin valores de cambio monetarios. Individuos activos y libres   sin mediación del cambio monetario, que no haya energía humana vendida por energía dinero. Si el mercado de trabajo mercancía se contrae, el individuo carece de venta monetario y estará marginado. No hay dinero que se invierta en la mercancía trabajo. La marginalidad del individuo desprovista de venta se amplía a grandes masas humanas que sólo disponen de su energía potencial de aceptación y desesperación.