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La gallinita ciega de la realidad busca el deseo. La
búsqueda de la realidad, por un ser inyectado de alucinaciones, un querer vivir
asido al entorno represivo. Realidad de la memoria del deseo que se agarra al
cuerpo multiforme de Eros y Thanatos. La vida del deseo y los sueños ciertos de
la muerte. Luis Cernuda lo poetizó "En un lugar donde habite el
olvido", donde ya la memoria del deseo sea una piedra entre ortigas.
La gallinita ciega del corro de niños que canta mientras
otro, con los ojos tapados de cigarras, busca, alguno de los escondido para salvarse
de la venda que le cubre los ojos. Gallinita ciega del deseo en la oscuridad de
la realidad. El reverso de la realidad es la oscuridad. Como una luz de almendra
nuestra claridad está dentro de la oquedad del viaje imaginario del deseo de
amar para existir. La esencia de lo que somos se nos entrega envuelta en las
sombras irracionales de la predestinación del objeto no deseado de fuego, viento y agua.
Debemos encontrar la realidad de tú eres el escondido, tanteando
la memoria involuntaria del inconsciente colectivo. La cultura colectiva de la
realidad enfrentada al deseo de nuestro inconsciente general. La cultura inmóvil en una densa
niebla, en la noche de las cosas sin brisa y sin nombre de crueldad. Sobre la
subjetividad que quiere abrirse con el amarillo del girasol y el verde oscuro de la conciencia de cristal.
La memoria consciente
falsea la memoria inconsciente. Los pétalos secos de las azucenas tapan la mano que ansía los pájaros
escondidos, de alas recortadas por el viento de las tardes de Estío.
Los años pasan sobre
la carne para convertir su tersura en piedra quebrada de caminos y sin final en
los estanques sin agua. No hay tiempo consciente que contenga cajas de música y
colibrís libando. Hay tiempo en los troncos viejos de los castaños, en las
cuestas empinadas que buscan los cuadros del grito, ¡Del ay repetido y el
sonido de las campana por espacio sin
fuente y sin árboles!
Pasa el deseo antes que el cuerpo tenga memoria de sí mismo, por la densa espuma de imágenes
traumáticas, de los sucesos del miedo que conformaron la estructura de carácter
del individuo, que se apoya en las esquinas de las fachadas encaladas, de color
blanco y muerte amarillenta.
Los hechos del grito y del castigo que torturaban los
escondrijos de las lágrimas de sal y de cera. Ecos y gritos como espirales de
miedo que se introdujeron por las rendijas de las ventanas abiertas, donde
velaban el cadáver de aquella mujer, entrevista por la gallinita ciega con un
plato de sal y unas tijeras en el vientre para que no se hinchara y no entrase
en el Orto, en la oscuridad mortal sin una moneda de plata y una mortaja. Y
desde ese ahí a la espera del ángel regido por motivaciones ajenas, vestidas de
símbolos oníricos, de la nada y el displacer.
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Sin embargo, hay en la conciencia un rumor de caracolas, una
furia de amor y de olvido, o el poema inacabado de palabras musitadas en la
niebla de todos. Los sueños que no se recuerdan, inconscientes raspaduras de
imágenes perdidas con los ojos abiertos. Como si ante la muerte y la decadencia,
surgiera un canto de olvido.
Ante la vida dada, el inconsciente del rumor del mar y del
viento. Es desesperante la historia individual, sino se encuentra con ese rumor
profundo, que aspira al sueño de ser más que la piedra o la ceniza esparcidas.
Se necesita saltar por encima del inconsciente
con el puro rumor de palabras que un día fueron de amor y de olvido. Las
palabras de los dioses exiliados que han huido del mito colectivo. Dioses de neumáticos quemados, olor que sube por encima del ruido de
las calles y de los gritos ajenos. Algún día de juventud fuimos capaces, a
escondidas, de besar los senos de Venus, en los museo sin cámaras de vigilancia
del Estado, fuerza que está dentro de la
conciencia voluntaria de sobrevivir.
Rumores de lluvias que nos dicen de la respiración de pez y de la simbología
del inconsciente colectivo. Esa estructura del lenguaje pez entre aguas de
sonidos, que articula olvidos y sueños de sobresaltos de arena, en el
laberinto de los ecos y la espuma del mar crepuscular. Los oídos de arena en
las islas griegas, arena blanca de sumisión y fatalidad y del mito efímero en
la flor y en los labios.
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El individuo vive su
malestar ocultándose de la miradas. Oculto en el juego de las luces y las
sombras en los día otoñales de las hojas y los pájaros, ocultarse del juego de los
dorados campanarios de la juventud audaz.
Inconscientes de sombras y hondos pozos a donde no llega la yedra ni los peces de plata de las promesas de amor. Queriendo saltar por
encima de la costumbre que come basura nos tropezamos con el resentimiento
erosionado del convivir. Queriendo vivir nos viven. Vivir falseado en el relato de piedra
de pórfido con las marcas de labios y gritos
ausentes de gente, que se mueve en multitud en el tablero de ajedrez de los
días blancos y negros. !Ay, aquel grito del déspota que mataba jilgueros en la
jaulas¡. Matar al jilguero que esperaba la mañana para huir! El dolor del
cuerpo enflaquecido que prueba el acíbar
del golpe de lágrimas.
Allá por la línea magenta de la callejas de cal y los
riachuelos de agua sucia rota por la botas de los vencedores. Botas en los
arriates, allá por la sangre sin simiente. Elevación del inconsciente a la
altura de la historia muerte.
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La pureza de la flor y de las nubes bienaventuradas de los
que sólo tienen las manos llenas del coral del abandono. De un corazón que sólo es murmullos de
ruiseñores y fondo gris del aullido de los sufrimientos padecidos. Quizá sean quejas
de oprimidos que nunca escucharon zureos de palomas en los aleros de los
tejados del viento. Por esas rendijas por donde el viento mueve las alamedas.
Allí, qué lugar, hay pájaros y niños que
miran el agua de las acequias.
La historia no cuenta lo oculto del dolor de los prisioneros
con uniformes naranjas en las islas dichosas del altar mar del son cubano. No
hay en ellas un narrador de memorias lleno de furia y terror.
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No hay posibilidad alguna de una memoria social
que dure con la esquizofrenia de la alegría. No hay capacidad de no ser para que
el pájaro se vuelva tortuga. No tiene la piedra la semilla escondida, ni la del
ser muda negación de negación. La estructura social del inca sometido al terror
de los dioses y los obreros comiendo pan de opio indio. La trompa del elefante
colonial produciendo valor gratis como dinero. La araña totalitaria comiendo excedentes de dinero
mientras las moscas comen subsistencias
y máquinas de materias fecales monetarias, que obtiene una clase poseída
de la propiedad instrumental y organizativa del proceso de trabajo.
La gran araña de los bloque de
piedra esparcidos del imperio jemer. El imperio budista de la duración de los
dioses, que se debió al crecimiento de
la productividad de la producción arroz, plantado en los cenagales de lluvia, manchada con el amarillo y el jade de los señores de los rezos y de la guerra.
Crecimiento de semillas para los
arrastradores de piedras talladas con la imaginación del nacimiento del mundo y
su espiritualidad de estanques de peces dorador. Lastradas reencarnaciones de leyendas de piedad para los
seres ausentes de piedad. Mantras, bocas secas de rezos y dedos engarfiados en
vientres de piedra.
Crecimientos de los lodos fluviales mientras
se canta a la lluvia que llena los
riachuelos, y los campos de arroz con tres y cuatro cosechas anuales, que
alimentan el desvarío de la presencia de dios en su ausencia. Excedentes
económicos que forman imperios, ejércitos y Estados burocráticos de ciudades de dioses y emperadores. La
inmortalidad de la piedra es erosión y robo de monos y arqueólogos
colonialistas. La ideología al dios hindú,
Visnú esperanza de piedra sobre los
campos de arroz y té.
La relación de incrementos o decrementos de excedente económico es correlativa a
expansión o contracción del poder político, militar y urbano de una minoría
social sacralizada sobre el trabajo de los campesinos. No hay excedente
económico sobre una estructura natural, sino hay un valor trabajo intensificado
de las cantidades de trabajo aplicadas ordinarias y las condiciones
instrumentales renovadas y de organización del proceso del trabajo.
En estas civilizaciones el excedente
económico es visible y se obtiene extraeconómicamente por la religión. Los
valores de uso circulan del campesino a la aristocracia militar en metamorfosis
del dinero mercancía. El campesino divide la cosecha en bienes de subsistencia
y bienes tributables. Ellos subsisten si el excedente crece por la producción y
no por la reducción del consumo de subsistencia. Las grandes luchas sociales de
aristocracia y campesinado proviene por
la desigualdad de bienes de subsistencia, que se transfieren al excedente de explotación, que marca los
jalones de la discontinuidad de la historia en la servidumbre y la revolución.
La gallinita ciega se esconde en la
oscuridad por el temor de descubrir la impiedad del modo tributario de vasallos
y señores. Los valores de uso del trabajador se vuelven valores de cambio
monetarios para unas minorías dominantes de dioses, que se esconden en la
noche, coercitivos y ocultos, que bien entretejen
la crueldad trascendente o bien encuentra arañas que llevan al silencio del rezo o
al suicidio del dios del hambre.