martes, 21 de julio de 2015

La gallinita ciega.


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La gallinita ciega de la realidad busca el deseo. La búsqueda de la realidad, por un ser inyectado de alucinaciones, un querer vivir asido al entorno represivo. Realidad de la memoria del deseo que se agarra al cuerpo multiforme de Eros y Thanatos. La vida del deseo y los sueños ciertos de la muerte. Luis Cernuda lo poetizó "En un lugar donde habite el olvido", donde ya la memoria del deseo sea una piedra entre ortigas.
La gallinita ciega del corro de niños que canta mientras otro, con los ojos tapados de cigarras,  busca, alguno de los escondido para salvarse de la venda que le cubre los ojos. Gallinita ciega del deseo en la oscuridad de la realidad. El reverso de la realidad es la oscuridad. Como una luz de almendra nuestra claridad está dentro de la oquedad del viaje imaginario del deseo de amar para existir. La esencia de lo que somos se nos entrega envuelta en las sombras irracionales de la predestinación del objeto no deseado de fuego,  viento y agua.
Debemos encontrar la realidad de tú eres el escondido, tanteando la memoria involuntaria del inconsciente colectivo. La cultura colectiva de la realidad enfrentada al deseo de nuestro inconsciente  general. La cultura inmóvil en una densa niebla, en la noche de las cosas sin brisa y sin nombre de crueldad. Sobre la subjetividad que quiere abrirse con el amarillo del girasol  y el verde oscuro de la conciencia de cristal.
 La memoria consciente falsea la memoria inconsciente. Los pétalos secos de las azucenas  tapan la mano que ansía los pájaros escondidos, de alas recortadas por el viento de las tardes de Estío.
 Los años pasan sobre la carne para convertir su tersura en piedra quebrada de caminos y sin final en los estanques sin agua. No hay tiempo consciente que contenga cajas de música y colibrís libando. Hay tiempo en los troncos viejos de los castaños, en las cuestas empinadas que buscan los cuadros del grito, ¡Del ay repetido y el sonido de las  campana por espacio sin fuente y sin árboles!     
Pasa el deseo antes que el cuerpo tenga memoria de sí mismo, por la densa espuma de  imágenes traumáticas, de los sucesos del miedo que conformaron la estructura de carácter del individuo, que se apoya en las esquinas de las fachadas encaladas, de color blanco y muerte amarillenta.
Los hechos del grito y del castigo que torturaban los escondrijos de las lágrimas de sal y de cera. Ecos y gritos como espirales de miedo que se introdujeron por las rendijas de las ventanas abiertas, donde velaban el cadáver de aquella mujer, entrevista por la gallinita ciega con un plato de sal y unas tijeras en el vientre para que no se hinchara y no entrase en el Orto, en la oscuridad mortal sin una moneda de plata y una mortaja. Y desde ese ahí a la espera del ángel regido por motivaciones ajenas, vestidas de símbolos oníricos, de la nada  y el displacer.
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Sin embargo, hay en la conciencia un rumor de caracolas, una furia de amor y de olvido, o el poema inacabado de palabras musitadas en la niebla de todos. Los sueños que no se recuerdan, inconscientes raspaduras de imágenes perdidas con los ojos abiertos. Como si ante la muerte y la decadencia, surgiera un canto de olvido.
Ante la vida dada, el inconsciente del rumor del mar y del viento. Es desesperante la historia individual, sino se encuentra con ese rumor profundo, que aspira al sueño de ser más que la piedra o la ceniza esparcidas. Se necesita saltar por encima del inconsciente  con el puro rumor de palabras que un día fueron de amor y de olvido. Las palabras de los dioses exiliados que han huido del mito colectivo. Dioses de neumáticos quemados, olor que sube  por encima del ruido de las calles y de los gritos ajenos. Algún día de juventud fuimos capaces, a escondidas, de besar los senos de Venus, en los museo sin cámaras de vigilancia del Estado, fuerza  que está dentro de la conciencia voluntaria de sobrevivir.
Rumores de lluvias que nos dicen  de la respiración de pez y de la simbología del inconsciente colectivo. Esa estructura del lenguaje pez entre aguas de sonidos, que articula olvidos y sueños de sobresaltos de arena, en el laberinto de los ecos y la espuma del mar crepuscular. Los oídos de arena en las islas griegas, arena blanca de sumisión y fatalidad y del mito efímero en la flor y en los labios.
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 El individuo vive su malestar ocultándose de la miradas. Oculto en el juego de las luces y las sombras en los día otoñales de las hojas y los pájaros, ocultarse del juego de los dorados campanarios de la juventud audaz.
Inconscientes de sombras y hondos pozos a donde no llega la yedra ni los peces de plata de las promesas de amor. Queriendo saltar por encima de la costumbre que come basura nos tropezamos con el resentimiento erosionado del convivir. Queriendo vivir  nos viven. Vivir falseado en el relato de piedra de pórfido con las marcas de labios y  gritos ausentes de gente, que se mueve en multitud en el tablero de ajedrez de los días blancos y negros. !Ay, aquel grito del déspota que mataba jilgueros en la jaulas¡. Matar al jilguero que esperaba la mañana para huir! El dolor del cuerpo enflaquecido que prueba el acíbar del golpe de lágrimas.
Allá por la línea magenta de la callejas de cal y los riachuelos de agua sucia rota por la botas de los vencedores. Botas en los arriates, allá por la sangre sin simiente. Elevación del inconsciente a la altura de la historia muerte.
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La pureza de la flor y de las nubes bienaventuradas de los que sólo tienen las manos llenas del coral del abandono.  De un corazón que sólo es murmullos de ruiseñores y fondo gris del aullido de los sufrimientos padecidos. Quizá sean quejas de oprimidos que nunca escucharon zureos de palomas en los aleros de los tejados del viento. Por esas rendijas por donde el viento mueve las alamedas. Allí, qué lugar, hay pájaros y  niños que miran el agua de las acequias.
La historia no cuenta lo oculto del dolor de los prisioneros con uniformes naranjas en las islas dichosas del altar mar del son cubano. No hay en ellas un narrador de memorias lleno de furia y terror.
5
 No hay posibilidad alguna de una memoria social que dure con la esquizofrenia de la alegría. No hay capacidad de no ser para que el pájaro se vuelva tortuga. No tiene la piedra la semilla escondida, ni la del ser muda negación de negación. La estructura social del inca sometido al terror de los dioses y los obreros comiendo pan de opio indio. La trompa del elefante colonial produciendo valor gratis como dinero. La araña  totalitaria comiendo excedentes de dinero mientras las moscas comen subsistencias  y máquinas de materias fecales monetarias, que obtiene una clase poseída de la propiedad instrumental y organizativa del proceso de trabajo.
La gran araña de los bloque de piedra esparcidos del imperio jemer. El imperio budista de la duración de los dioses, que  se debió al crecimiento de la productividad de la producción arroz, plantado en los cenagales de lluvia, manchada con el amarillo y el jade de los señores de los rezos y de la guerra.
Crecimiento de semillas para los arrastradores de piedras talladas con la imaginación del nacimiento del mundo y su espiritualidad de estanques de peces dorador. Lastradas  reencarnaciones de leyendas de piedad para los seres ausentes de piedad. Mantras, bocas secas de rezos y dedos engarfiados en vientres de piedra.
 Crecimientos de los lodos fluviales mientras se canta a la lluvia  que llena los riachuelos, y los campos de arroz con tres y cuatro cosechas anuales, que alimentan el desvarío de la presencia de dios en su ausencia. Excedentes económicos que forman imperios, ejércitos y Estados burocráticos  de ciudades de dioses y emperadores. La inmortalidad de la piedra es erosión y robo de monos y arqueólogos colonialistas. La  ideología al dios hindú, Visnú  esperanza de piedra sobre los campos de arroz y té.
 La relación de incrementos o decrementos  de excedente económico es correlativa a expansión o contracción del poder político, militar y urbano de una minoría social sacralizada sobre el trabajo de los campesinos. No hay excedente económico sobre una estructura natural, sino hay un valor trabajo intensificado de las cantidades de trabajo aplicadas ordinarias y las condiciones instrumentales renovadas y de organización del proceso del trabajo.
En estas civilizaciones el excedente económico es visible y se obtiene extraeconómicamente por la religión. Los valores de uso circulan del campesino a la aristocracia militar en metamorfosis del dinero mercancía. El campesino divide la cosecha en bienes de subsistencia y bienes tributables. Ellos subsisten si el excedente crece por la producción y no por la reducción del consumo de subsistencia. Las grandes luchas sociales de aristocracia  y campesinado proviene por la desigualdad de bienes de subsistencia,  que se transfieren  al excedente de explotación, que marca los jalones de la discontinuidad de la historia en la servidumbre y la revolución.

La gallinita ciega se esconde en la oscuridad por el temor de descubrir la impiedad del modo tributario de vasallos y señores. Los valores de uso del trabajador se vuelven valores de cambio monetarios para unas minorías dominantes de dioses, que se esconden en la noche, coercitivos y  ocultos, que bien entretejen la crueldad trascendente o bien encuentra arañas que llevan al silencio del rezo o al suicidio del dios del hambre.