martes, 21 de octubre de 2014

La búsqueda de la verdad detrás de los símbolos.


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Se está dentro de la oscuridad insistente del lenguaje manipulador y de los desvíos irracionales  e intrigantes de lo simbólico que ocultan  la verdad de los conflictos sociales e individuales de la subproducción y el subconsumo de una sociedad de propietarios y de vendedores de trabajo. La carencia  de solidaridad económica social por la usurpación legal de los recursos de producción.  Los significantes vacíos de lo simbólico político relacionan las metáforas puras de dominio con su significado oculto de cinismo y crueldad.
 En la metáfora pura del ocultamiento de la realidad desaparece la relación de lo real y lo imaginario. La desaparición de la realidad y su ocultación por los   imaginarios ideológicos arrastra al significado real a la ambigüedad de las cajas sonoras del lenguaje vacío. Sonoridad de cajas musicales en los imaginarios quedan definidos por el ocultamiento de la realidad en su antagonismo de dominio y sumisión. La metáfora pura de una sociedad de dominio de minorías organizadas sobre mayorías desorganizadas.
La ambivalencia de los significados imaginarios  multiplican la confusión de la comprensión de la realidad por el lenguaje. El vacío de las palabras sin conceptos es un Multipolar agrupamiento de significados erráticos,  que no se acogen a la interpretación determinada del lector La metáfora pura de dominio exige un interpretador de medios ocultos que falsea las relaciones de desigualdad. El interpretador se anexiona la propiedad de servir de correa de transmisión del lenguaje metafórico en su ocultamiento del dominio. El medio de comunicación como realidad única. No importa el concepto, sino el medio que transmite su vacío deformativo.  El medio de comunicación se convierte en el brujo de la metáfora pura, de sus imaginarios que flotan en las funciones acríticas de la resignación al dominio. Con una plaga de adherencias residuales teórico-verbales, se transfiere consistencia a los signos vacíos que ocultan metafóricamente la realidad. Las metáforas ideológicas, verbales y visuales,  de la propaganda y la publicidad cambian los instintos de rebelión en pasivos reflejos de rebaños domesticados.
 Los signos manipulados del lenguaje se van inscribiendo en la fragilidad  de la existencia de los dominados. La esencia de la existencia viene a ser la manipulación de los poseedores de los medios comunicativos. La  tersura del Ser de la existencia se convierte en la rugosa piel del camaleón. De este dominio, el individuo debe despegarse por su voluntad y razón crítica, de organización reflexiva  de los elementos antagónicos de la realidad y sus manipuladores. El universal racional y categórico del individuo ante la inautenticidad de su existencia.
La videncia es la reflexión, que propone percatarse de uno mismo como un individuo que se aferra a la propuesta de existir, desencadenado de la trama del poder político-económico y del lenguaje manipulador. La metáfora impura  sería piedra que se echa al río para que suene el flujo de temporalidad racional e inmediata para una voluntad categórica general. El río-flujo del devenir del individuo consciente de su destino. El flujo de la temporalidad histórica que desenmascara la sumisión al destino manipulado. El individuo y el grupo social tienen el deber de ser humano fuera de los signos codificados  por las metáforas puras  de la ideología dominante.
Los signos aparecen en las riadas de la existencia manipulada, amontonados y codificados  en los diccionarios etimológicos de lo simbólico de la realidad. Lo simbólico proviene de la creación litúrgica de las minorías sánscritas en su pretensión de un saber de verdad exotérica, que se oculta  fuera de la conciencia crítica.
Las minorías excluyentes leen  en los signos de las cosas,  esquematizando su saber por las conclusiones de las hipótesis que se autentifican por ellas mismas. La ideología incluye su solución en la hipótesis. La conclusión está ya incluida en la hipótesis que se ha de verificar. La conclusión de la hipótesis está previamente incluida por el sistema ideológico del conocimiento irracional La verdad imaginaria se incluye previamente. No hay propuestas ideológicas que no estén envuelta en los  recitativos de un  texto sagrado, escrito y cifrado que funciona manipulando la racionalidad.
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La ideología se vive en la actividad social de los individuos. Su opacidad recubre y reconstruye la actividad social vivida en un plano imaginario. A los hombres les cuesta cambiar, ya que viven en los sistemas de valores de ideológicos. La ideología falsea sus vidas y los integra en sistema social de producción con  valores y representaciones ideológicas. El viejo aforismo: los hombres viven y mueren engañados.
 Las máscaras de los actores griegos unificaban las pasiones y los miedos extraordinarios de la pasión, la necesidad y la muerte. Una máscara que unificaba la existencia del recitador, el oyente y el destino de los dioses.
La polifonía coral avisaba de la confusión de los signos del lenguaje críptico  y la monodia aventurada del actor heroico detrás de la máscara. Ataraxia de la existencia colectiva ante el destino que se  ocultaba en la ambigüedad de los significados y la sonoridad de los significantes. Impuridad  del no ser del actor atrapado en las palabras que juegan, la  inautenticidad del individuo, con las regresiones psíquicas del instinto de amor y muerte. El amor y la muerte en el pánico cierto de la incertidumbre del destino. Los textos trágicos vocean  los códigos de supremacía de los vigilantes sobre los vigilados, de los dioses sobre los hombres.
Los vigilantes se adentran en la realidad de la historia codificándola. La vigilancia de un ojo cicloide, derramando tinta, que se confina tras los  altos muros de las ciudadelas de silencio y lentifican símbolos de dominio.
Ilustra esto, la presencia  silenciosa de los vigilantes de la pintura metafísica de Giorgio de Chirico. La pintura que devuelve a los espacios metafísicos de la intencionalidad de lo onírico simbólico, proveniente de la represión del inconsciente.
Surrealismo de los objetos emocionales hallados en los desplazamientos simbólicos de las cargas psíquicas represivas. Las formas arquitectónicas de Chirico  en la arquitectura de la aristocracia de los mercaderes renacentistas. Los espacios sin historia viva, cargados de las miradas ausentes de los vigilantes apostados en los muros de las plazas y las iglesias. La ideología metafísica nos enseña sus actos fallidos, nunca la flexibilidad de la adaptación simbólica del pasado al presente.
La ideología es el ojo invidente de la historia. Polifemo exaltado por su ira, mirando por detrás del presente. El eterno retorno de los símbolos de la barbarie, a manera de mandatos, inconexos a la voluntad de afirmar la superioridad de la reflexión sobre las motivaciones del deseo encadenado a las imágenes alegóricas. La posguerra de la primera guerra mundial acarreó, en el arte simbolista, el hallazgo de los símbolos oníricos del inconsciente y la filosofía de la voluntad del poder  ser de Nietzsche.
Giorgio Chirico pinta los espacios  simbólicos de la multitud. Los espacios elitistas donde pasean conversadores ensimismados y aprisionados en la representación gigantesca  de los muros arquitectónicos, con su proyección de sombras ideológicas que sugieren la posibilidad de lo inhumano por la ausencia de racionalidad. Los personaje de Chirico acucian la efectividad de la manipulación de la realidad por el lenguaje de la propaganda política, del lenguaje comunicativo ambiguo y la  represión sexual.
Los hallazgos de las semejanzas del individuo sin esencia, que dan formas los   maniquíes. Los maniquíes en los escaparates de las ciudades, representación de los individuos dominados, es un hallazgo del capitalismo simbolista para formar hábitos de consumo repetidos en la multitud. La mirada vacía de los maniquíes contribuye al juego de lo mimético. La sustitución de lo humano con la mímesis de la manipulación de las cosas. Los objetos alienan la vida real. Son sujetos-objetos en los que  se proyectan los deseos. Los maniquíes metafísicos, en las representaciones simbólicas de las mercancías expuestas en un espacio urbano, extraño y atemporal, donde sólo se  pueden encontrar el silencio expresivo del precio monetario de la mercancía o la máscara del indeseo del ser.
El maniquí y sus ojos ciegos se vuelven obsesivos cuando los individuos se encuentran arrojados a la simbolización enajenada del sufrimiento. Los hallazgos de los maniquíes tras las vitrinas de cristal  de los escaparates. Praxis osificada de maniquíes que saltan desde la crueldad de su indiferencia a la mirada del individuo, que vive representando el relato simbólico por el plano imaginario de su vida falseada