jueves, 25 de marzo de 2010

Kafka: El Agrimensor K (1)

Franz Kafka inicia el capítulo Primero de su novela “el Castillo”, presentando a su personaje central, el Agrimensor K, ante una orografía imprecisa, que le habrá de servir para introducirlo en las articulaciones objetivas y extrañas de una metáfora metafísica, que unifique realidad y la duda de lo real fuera de los sentidos. Franz Kafka definirá su estilo literario sobre la descripción de la extrañeza del Agrimensor K y el mundo social, que va pareciendo sorpresivamente. Todo cuando le llega es inesperado y desconcertante. Como si estuviera en un escenario, donde aparecen personajes inmotivados al tema principal de la acción dramática. El Agrimensor K capta la presencia del Otro como un suceso incausado. Su percepción de la realidad de los demás se desenfoca en la racionalidad, que le exige las circunstancias taxativas del asombro. Las motivaciones de sus deseos se pierden en las deformaciones de los objetos, las personas y las circunstancias. Parece haber una sobredeterminación maquinal que establece acciones simbólicas, que conllevan el caos testimonial de la indefensión del individuo ante las manifestaciones de presencias insistentemente ausentes e incoherentes. Hay un inconsciente colectivo que se inhibe ante actos individuales que se no se ajustan a los indicadores del significado humano-racional de la existencia. El sentido de lo buscado se emboca en lo irracional. La acción de un Dios en el mundo se hunde en la arbitrariedad. Los personajes kafkianos están en un espacio que se recorre sin encontrar la motivación. Al igual que el clown que anda tropezando y excusándose con los espectadores, los individuos kafkianos están en la complicidad imaginaria del orden insinuado. La risa de lo absurdo expresa la incapacidad del individuo para llegar al ajuste del deseo y lo real. Franz Kafka deforma la realidad del mundo al llegar a una trama establecida sobre las imágenes de un espejo convexo. Las imágenes se abalanzan sobre el lector, pequeñas y curvas. El lector y los personajes se corresponden a las simetrías de un desorden intencional, siempre oculto y siempre insinuante. La paradoja de la espera sin esperanza. El destino se oculta en los individuos-personajes que se amontonan en habitaciones extremadamente estrechas y oscuras. Allí se habla de los señores del Castillo. Al igual que los murmuradores de las favelas hablan de la fuga a las ciudades industriales para esconderse por millones en la oscuridad de los guetos innominados. El Agrimensor K habla de su llamada por los señores del Castillo. Pero sólo recibe evasivas y gesto de miedo de sus interlocutores. K es un individuo perdido en una sociedad que oculta la verdad. La inanidad lo envuelve en el histrionismo de la gente perdida en la desesperanza. El ser abandonado espera la señal luminosa de la justicia. El poder nuca está en lo imaginario. Se esconde y reaparece seriado y oculto en los asilos de los señores del Castillo. Los individuos están dentro de un existir que se deshace fuera de ellos mismos. En un juego de azar de vivir esperando. Las intenciones de los señores nunca están claramente manifiestas. Están en la circularidad degradante del tiempo. En su repetición incausal. Una combinación de circunstancias aleatorias que hacen de lo humano la oculta resignación.
Los servidores del Castillo están en la espera del Agrimensor K. Los gestos de decepción no le impiden continuar. Las clases sociales abandonadas están presentes en la historia por la continuidad de su explotación económica. La ideología del ocultamiento del mal conlleva la arbitrariedad del silencio y el desamparo. El Agrimensor K siempre está en el escenario de un destino que no encuentra realidad, que sustantive el significado de su existencia. No encuentra el Ser que lo concrete. Su situación es la búsqueda incesante ante la degradación en la perspectiva del poder ajeno.
Para el Agrimensor K, la vaciedad de lo existente se vuelve incoherente al establecer una relación de contigüidad entre realidad y absurdo. Hay una intencionalidad oculta en lo vivido, que desajusta las conclusiones lógicas de deseo y la realidad. Estos desajustes introducen el malestar angustioso en la conciencia desconcertada del Agrimensor K. Su pretensión de atribuirle coherencia a sus actos le llevará a soportar un mundo que se hace sin finalidad. Actos y palabras del Agrimensor K que se desajustan en los rituales de sobrevivir dentro de la incoherencia. Sus palabras se desgajan en fragmentos inaudibles y actos que se multiplican sin finalismo. Las palabras introducen la culpa de los deseos sin realidad. Los imaginarios frustrados de las construcciones del lenguaje introducen los impulsos constructores del monólogo interior. Los rollos de fragmentos, rutinarios y justificadores de una arqueología que se desplaza en la ambigüedad de la irrealidad del tiempo. El sinsentido de la conciencia ante el compromiso. El Agrimensor K habrá de insistir, en actos y explicaciones, que le deben dar conformidad a la llamada recibida por los señores del Castillo. Su unidad individual anexa deseos en los delirios del absurdo. El agrimensor K se hallará ante una realidad vacía de sentido. K no recibe la esperanza ante la presencia material del Castillo. Su historia comienza en la imposibilidad de ver la realidad. No hay una situación de claridad precisa en el acto de mirar y encontrar el Castillo. Querer ver el objeto de la esperanza le lleva a aguardar una visión que lo emancipe de la exterioridad. La experiencia de haber vivido le constata lo imaginario de la realidad. La pasión se instituye en un querer ver fuera de la ceguera del simbolismo. Descender, a la realidad de la niebla y la noche, implica penetrar por detrás de los símbolos. El Agrimensor K establece su deseo en una correlación de acontecimientos que nunca lo llevan a concretar su pertenencia al dominio del Castillo. Los sucesos se precipitan sobre él en las conductas inconsecuentes de personajes perdidos en la niebla de la ingenuidad. Franz Kafka llevará después al Agrimensor K al Castillo. Se encontrará ante la divergencia del deseo y lo real.
”En suma, todo lo que veía desde lejos, el castillo respondía a lo imaginado. No era ni un viejo castillo feudal ni un palacio de fecha reciente, sino una vasta construcción de algunos edificios de dos pisos y un gran número de casitas prensadas las unas a las otras; si no se supiera que era un castillo, se habría podido pensar que era una aldea. K no vio nada más que una torre, y no pudo discernir si ésta formaba parte de una vivienda o de una iglesia. Bandas de cornejas describían círculos en torno a ella.” La intensidad máxima del deseo no tiene más límite que su decepción.
La paradoja de Franz Kafka (1883-1924) es llevar la época mitológica de la cultura aristocrática de Luis II de Baviera (1845-1886), al absurdo de una aldea. La mente política de Franz Kafka habría de implicar la acción imaginaria de la política internacional de Luis II de Baviera con respecto al imperialismo bismarckiano y el nacionalismo independentista de Bohemia. Los actos de la demencia neorromántica de Luis II y la voluntad bismarckiana de constituir un imperio alemán sobre la cultura de la aristocracia prusiana. Los nacionalistas del imperio Austro-Húngaro observan que los actos políticos de Luis II de Baviera eran contradictorios: el apoyo militar a Austria en la Guerra Austro-prusiana (1866), su alianza a Prusia en la Guerra Franco-prusiana (1870-1871). Al final la incorporación de Baviera al II Imperio Alemán y la zona geográfica del nacionalismo de Bohemia. El agrupamiento del poder del Estado prusiano conmocionó la época de Franz Kafka y se acercó al absurdo de la pasión política. La sociología del poder militar y económico del sistema bismarckiano implicaba el predominio de los terratenientes prusianos y la subordinación de la burguesía a este poder desde 1848. Una minoría dominante, proveniente de un modo de producción medieval, controlaba los aparatos institucionales del Estado. Se abría un desfase en la estructura política institucional con respecto a la estructura económica. Las relaciones sociales estaban temporalmente desfasadas de la producción capitalista y del poder de un Estado medieval. Los desarrollos desiguales políticos y económicos del Imperio Austro-Húngaro y del II imperio alemán inevitablemente llevarían a la I Guerra Mundial. Franz Kafka que muere unos años después descubriendo a los Señores y a las ruinas del Castillo de II Imperio alemán.
La fábula kafkiana del Castillo y de los señores de la aldea implicaba el conocimiento del desfase de las aristocracias absolutistas, su envejecimiento y degradación, el finalismo militar del modo de producción feudal, y el auge del modo de producción monopolista capitalista.
La paradoja del absurdo kafkiano del Agrimensor K es intencional y revolucionaria al argumentar sobre la aportación anacrónica de Luis II, gran mecenas del arte y de Richard Wagner, la construcción de diversos castillos. En particular, el Castillo de Neuschwastein, palacio real construido en Baviera por Luis II. Inspirado en las leyendas mitológicas. En un estilo románico medieval, sus espacios escenifican las óperas de Richard Wagner. Lohengrin dio lugar a la gran cámara y el salón del trono de estilo bizantino, con su techo abovedado, decorado con estrellas. Tannhäuser, se dispuso un jardín de invierno y una cueva de estalactitas. El salón de música situado en el cuarto piso estaba dedicado a Parsifal. Aunque la vuelta del pasado mítico deviene en la enfermedad mental de Luis II, su poder de hacer reconstruye lo imaginario en la sintomatología de la enfermedad. Franz Kafka lleva al Agrimensor K, en una crítica nihilista por la inutilidad del retorno de una minoría aristocrática. No era ni un viejo castillo feudal ni un palacio de fecha reciente, sino una vasta construcción de algunos edificios de dos pisos y un gran número de casitas prensadas las unas a las otras; si no se supiera que era un castillo, se habría podido pensar que era una aldea. El Agrimensor K no vio nada más que una torre, y no pudo discernir si ésta formaba parte de una vivienda o de una iglesia. Bandas de cornejas describían círculos en torno a ella. La conciencia lúcida de Franz Kafka une la decadencia de la aristocracia a las ruinas arqueológicas de su destino. Franz Kafka testimonia la desaparición de una época histórica. La búsqueda pragmática de la dependencia, del Agrimensor K, con respecto a la autoridad de los señores del Castillo, es la experiencia individual de la desesperación lúcida en la historia. El Agrimensor K persevera en el finalismo imperativo de ser servidor de los señores del Castillo, pues su realidad social es la dependencia. Se ha propuesto servir a los Señores del Castillo para existir verdaderamente. Quiere convenir los términos de su hacer de agrimensor con la dependencia de la voluntad ajena. Estar en la voluntad de Otro que le asegura la suya. En una época de persistente persecución de las minorías étnicas y lo desplazamientos emigratorios de los pequeños artesanos, el Agrimensor K se propone penetrar en las relaciones de dependencia del Conde del Castillo. Los movimientos históricos de fuga de la realidad buscan la protección de un Señor, que elimine la inseguridad. La historia de la supervivencia depende de una voluntad extraña.
K quiere ser legitimado en unas relaciones contractuales que lo vinculen a la seguridad dominante de los señores del Castillo. El Agrimensor K está en las nuevas relaciones económicas del siglo XX. Éstas imponen la vinculación del “hombre desnudo” a los modelos de propiedad jurídica de los medios de producción y de subsistencia. Las masas sociales venden la posesión de su fuerza de trabajo a los poseedores de dinero y a sus posiciones dominantes de poder político. Los medios de producción y subsistencia pertenecen a las clases sociales política y jurídicamente hegemónicas. Las masas urbanas se incluyen en el crecimiento de la concentración de capital industrial y financiero y en la producción del excedente económico de las ganancias. El individuo aislado necesita el fetiche de la seguridad de los poseedores. El fetichismo de la sustitución de las cosas por hombres. El mercado de mercancías convierte las relaciones humanas en relaciones de dinero, que realiza el coste de producción y la ganancia obtenidas por las cantidades de trabajo no pagadas en la reproducción y revalorización del capital anual. La circulación del dinero no crea el valor, pero si la realización del mismo en dinero.
Cuando el Agrimensor K llega al Castillo y a la aldea del siglo XIX, aún el Estado medieval de casta, rango y rentas agrarias, rige la miseria de millones de campesinos. Franz Kafka traslada al Agrimensor K a una situación ahistórica medieval. Lo lleva a la Aldea medieval. Al vasallaje del miedo. Es un alejamiento del hombre desnudo capitalista al hombre del miedo medieval. El Agrimensor K entrará en la escenificación de las dependencias primarias del vasallaje. Se entrelazan las dificultades existenciales del Agrimensor K y el absurdo anacrónico de los mandatos de la burocracia del Castillo. La insistencia de K es pertenecer a Otro. K no se incluye en el absurdo de la casta y lo sagrado. Sólo quiere confirmar su contratación por los señores del Castillo. Los contrasentidos de sus actuaciones, ante el poder feudal, no integran su dependencia en enlaces jurídicos de hombre-salario. El absurdo kafkiano radica en la traslación paradójica de una conciencia actual a una situación histórica de un ser inactual. La opresión de la conciencia desgraciada de K proviene de la falta de coherencia con la realidad de sí mismo y lo fantasmagórico de las situaciones medievales de los sirvientes del Castillo. Quiere llegar a alguien con autoridad, que ratifique su contratación como agrimensor. Pero ese alguien nunca aparece y es suplido por mensajeros, alcaldes, burócratas, camareras, posaderas, que confirman sumisión a las llamadas de los señores del Castillo. K comprende mal que su razón de existir no exige la presencia del señor del Castillo. La pasión y la coherencia de sus actos se vuelven inútiles. Las propuestas del Agrimensor K no son oídas ni entendidas. Se vuelven absurdas ante la docilidad fatalista de los intérpretes de la historia del Castillo.
Para comprender la situación psíquica y social del Agrimensor K es necesario introducir el concepto de la estructura-pánico. La estructura-pánico la describe Kafka en el funcionamiento de la burocracia del Castillo. El Agrimensor K asiste a los contrasentidos burocráticos de la anulación de su contratación laboral. Todo individuo está dentro de la estructura- pánicos de lo inerte en algunos momentos de su vida. La inmovilidad de un ser que descubre su posición de dependencia en la mirada de un poder que no te ve. Es lo inerte absoluto de la nada psíquica y lo inerte de las relaciones inhumanas. Todo comienza cuando el Agrimensor K se entrevista con el alcalde de la aldea:
El Agrimensor K hasta ahora no tenía nunca que defender nada más que objetos invisibles y lejanos en nombre de señores también lejanos e invisibles. Estaba sometido a un orden que él ignoraba. Sólo hay una pregunta: ¿Y qué era su vida fuera de la vida del Castillo? Su existencia se había convertido en servicio y su servicio en existencia. “El alcalde, un hombre gordo, amable y afeitado, estaba enfermo; tenía un grave acceso de gota y recibió a K en la cama.
-He aquí a nuestro agrimensor, dijo e intentó incorporarse para saludar; pero no logró conseguirlo y se volvió a echar sobre lo almohadones mostrando las piernas como excusa. (…)
“Usted está contratado como agrimensor, pero no necesitamos ningún agrimensor. No habrá para usted el menor trabajo
“Pero cómo el posible- gritó K. No hice este interminable viaje para ser despedido ahora.”
“Puedo explicar cómo se ha producido este imperdonable error. En una Administración tan vasta como la administración condal, puede suceder por casualidad, que una oficina decide esto y la otra aquello, ellas se ignoran entre sí, el control superior es uno de los más exactos y es así como puede producirse a veces una pequeña confusión. (…) Mizzi, mira, por favor en el armario, en el armario, quizás encuentres allí el decreto. (…) La mujer abrió de inmediato el armario. K y el alcalde miraron. Cuando el armario se abrió cayeron al suelo gruesos legajos, enrollados como haces; eran expedientes especiales, la mujer asustada se echó a un lado de un salto.
-Tal vez abajo, abajo, gritó el alcalde.
- Dócilmente la mujer hundió los brazos en los papeles, sacando los documentos a fin de llegar a los de abajo. Los documentos cubrían la mitad de la habitación. (…)
- Debes buscar un papel sobre la palabra agrimensor que esté subrayada en color azul. (…)
El silencio lo inundó todo, sólo se huía el crujido de los papeles, el alcalde incluso parecía dormitar un poco. Se escucharon unos débiles golpecitos que hicieron volverse a K hacia la puerta. Eran los ayudantes naturalmente.(…) Los ayudantes se lanzaron sobre los papeles, pero los manoteaban más que examinaban.(…)
-Nada se hace aquí irreflexiblemente- repuso el alcalde.
-¡Nada!- dijo K. Pero entonces…¿ y mi convocatoria?. (…)
- Nosotros respondimos a ese decreto dando las agracias y comunicando que no necesitábamos ningún agrimensor. Pero esa respuesta no parece haber vuelto a la oficina A, sino por error a la oficina B. (…)
-Solo digo que me divierte- dijo K-, porque me ofrece el resumen de la ridícula confusión que puede, en determinadas circunstancias, decidir la vida de un hombre. Hay legajos que se refieren a una petición y posterior su negación.
Pero el testimonio del contrato, la prueba de su petición no aparece. La realidad está escondida. La irrealidad solapa la obligación que se ha adquirido con el agrimensor. K busca la prueba, que se confirme su contratación por el señor del Castillo. Pero tanto los aldeanos como los señores del Castillo están fuera del siglo XX. La producción medieval del siglo XX está unida a un hombre aislado y anónimo. La dependencia social de los señores medievales se ha sustituido por la dependencia del equivalente universal del dinero. La voluntad de los señores del castillo está desapareciendo en el período histórico kafkiano. El absurdo de las relaciones imaginarias medievales causará en K una psicosis de carencia de finalidad trascendente. La vaciedad de su identidad personal le hará un ser imaginario en un mundo de irracionalimo burocrático. K va perdiendo la coherencia de sí mismo, intentando establecer lazos de dependencia con el Castillo. La llamada que ha recibido de los señores del Castillo se convierte en un tránsito por los pasajes residuales de las masas de campesinos abandonados del siglo XX. La aldea kafkiana es un asilo, en el que se refugia lo sagrado de las conciencias vigiladas por los burócratas de un Estado de castas de señores y siervos en la estructura del pánico de lo sagrado.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Kafka: La Muralla China.

El narrador declara sus convicciones sobre la organización de la construcción de la Muralla China. Introduce inmediatamente la contradicción de una muralla de contención de los enemigos exteriores y los grandes espacios de penetración de los adversarios por la misma. Hay un sinsentido en la finalidad defensiva de la muralla. “El extremo norte de la Muralla China ya está concluido. Dos secciones convergieron allí, del sureste y del suroeste. Este sistema de construcción parcial fue aplicado también en menor escala por los grandes ejércitos de trabajadores, el oriental y el occidental. Este era el procedimiento: se formaban grupos de veinte trabajadores, que tenían a su cargo una extensión cercana a los quinientos metros, mientras otros grupos edificaban un trozo de muralla de longitud igual que se encontraba con el primero. Una vez producida la unión, no se seguía la construcción a partir de los mil metros edificados: los dos grupos de obreros eran destinados a otras regiones donde se repetía la operación. Naturalmente que con ese procedimiento quedaron grandes espacios que tardaron muchísimo en cerrarse: algunos lo fueron años después de declararse oficialmente que la muralla estaba concluida. Se afirma que hay espacios vacíos que nunca se edificaron; aseveración, sin embargo, tal vez sea una de las tantas leyendas a que dio origen la muralla y que ningún hombre puede verificar con sus ojos, dada la magnitud de la muralla.”
La contradicción de la Muralla China, para el narrador, es que ésta se había concebido en defensa militar ante las invasiones de la Naciones del Norte. Pero, ¿qué defensa puede ofrecer una Muralla discontinua? ¿Nos quiere explicar el narrador que las construcciones técnicas militares de los imperios se realizaban de una manera inconsciente por la dirección de la burocracia imperial ante la invención de enemigos imaginarios? ¿ No es necesario que se tensen y adiestren las fuerzas imperiales con imaginar un enemigo exterior? ¿Por qué no habrían de producir las causas irreales efectos irreales? ¿No es el individuo mismo el efecto de fuerzas y resistencias inconscientes? ¿La Muralla China impediría que penetraran en el imperio las naciones enemigas? En algunos intervalos del texto, la voz de narrador es audible, en secuencias realistas y acomodos a las circunstancias del momento actual. En otros pasajes de la narración, su voz se vuelve ritmo melódico imperceptible como el canto de la alondra en la orilla. Como si el narrador quisiera ocultarse de la verdad y del castigo, disimular sus conocimientos de la manipulación ideológica de los constructores de la muralla. La voz del miedo del narrador es ambigua, ya que su narración debe lindar la astucia y el conocimiento de la realidad sin deformarla con figuraciones oníricas. Las vacilaciones del narrador sobre la eficacia de la muralla se extiende a la validez social del Imperio.”La más oscura de nuestras instituciones es indudablemente el Imperio. Por cierto que en Pekín, en la Corte, hay alguna claridad sobre la materia, pero esa misma claridad es más ilusoria que real”.
Las dudas de la eficacia de la Muralla China evidencian el escepticismo del narrador sobre la utilidad social del Imperio para las comunidades de campesinos chinos. El escepticismo del narrador continúa: “A medida que uno desciende a las escuelas elementales, van despareciendo las dudas, y una cultura superficial inflada monstruosamente en unos pocos preceptos seculares, que a pesar de no haber perdido nada de su eterna verdad, resultan indescifrables en ese polvo y en esa niebla”. Son las huellas de lo verosímil de la verdad y de la leyenda. Su voz se angustia y se entrevera incesantemente del deseo de que el pueblo fuera interrogado sobre sus necesidades, ya que el Imperio tiene el pueblo como sostén. El narrador medita en la diferencia del dictamen de la corte en la construcción de la muralla, y el veredicto del pueblo sobre las necesidades reales del Imperio. Diferencia la voluntad de la sociedad de los aparatos militares y burocráticos del Estado.”En torno del emperador se reúne una brillante y sin embargo oscura muchedumbre de cortesanos- maldad y hostilidad disfrazada de amigos y servidores-, el contrapeso del poder imperial, perpetuamente dirigiendo al Emperador dardos envenenados”
El análisis político del narrador penetra en la permanencia de la comunidad de campesinos chinos frente a las dinastías imperiales.”En las escuelas se enseñan el orden de las dinastías, pero la incertidumbre general es tan grande que hasta los mejores letrados se dejan arrastrar por ellas. Emperadores muertos hace siglos suben al trono en nuestras aldeas”
El narrador conoce los desarrollos desiguales de los intereses de los campesinos y los de la corte Imperial. De todo ello deduce que al carecer de emperador, no se está muy lejos de la verdad. Para cubrirse de su ataque al modelo de Estado imperial, el narrador confiesa:”Lo digo y lo repito: no hay pueblo más fiel al emperador que nuestro pueblo”. La doble moral se desliza en los murmullos políticos del narrador. Conoce la naturaleza convencional del poder del Estado y la permanencia de la comunidad de campesinos como mantenedora económica del Imperio.
No hay en el narrador temor por la continuidad del proceso histórico de la comunidad de campesinos en la Nada de las dinastías imperiales. La diversidad de matices políticos kafkianos manifiesta su conocimiento del Estado del imperio de los Habsburgos y de las estructuras que lo mantienen en la Historia del Poder. La conciencia del narrador reflexiona en la complejidad de las relaciones imaginarias de la Corte Imperial y en la necesidad de perdurabilidad de la comunidad china. La crisis que puede provocar la reacción imperativa del emperador en el uso distributivo de la tierra y en la relación de propiedad y dependencia. Desde la propiedad comunal hasta el enfeudamiento de la misma por la aristocracia. El narrador investiga las condiciones ideológicas que hacen de la conciencia real de la comunidad de campesinos y de la corte una visión imaginaria de la historia. Al narrador se le presentan las situaciones sociales como límites de la potencia de la aldea y las exigencias aniquiladoras de dominio de los Emperadores. Conoce que el sistema tributario ahoga a los aldeanos en los niveles de subsistencia para contribuir al excedente económico que sostiene a la corte imperial. “Si de todos estos hechos se deduce que carecemos de Emperador, no estará muy lejos de la verdad”
Las relaciones imaginarias de la Corte Imperial con respecto a la aldea forman una pátina bajo la cual quedan las relaciones reales de dominio. La narración, su fabulación, tiene la intencionalidad de mantener el Fetichismo de la Corte Imperial fuera de la comunidad de campesinos. Las obras incesantes de las masas de trabajadores en la Muralla China los defienden de las agresiones feudales del Imperio. El narrador construye la muralla Imperial, abierta a la ineficiencia militar, en una defensa de la comunidad de campesinos, que los aleje del peligro del crecimiento contributivo de los gastos imperiales. El narrador percibe la existencia del Imperio chino como una situación social opresiva de la corte imperial sobre los campesinos. El narrador trae y lleva, duplica y pega, lo real de la aldea a lo imaginario de la Corte y a sus emperadores muertos. La cultura de los campesinos chinos enseña que los ritmos cíclicos de la temporalidad histórica se vuelven ciclos intemporales en la desmemoria colectiva. El ciclo repetitivo del sometimiento a poderes ajenos se olvida para adentrase en la parábola de comunidad. El narrador estructura las convergencias y divergencias de la comunidad, la tierra y el poder político. En los huecos de la Muralla China están esperando las masas de campesinos que no posen la propiedad de la tierra, y el dominio represivo y conjuntivo del Emperador real y el Emperador imaginario.
La leyenda de la Muralla China arrastra la imposibilidad de lo concreto real. Pero la enseñanza moral de la parábola de la Muralla China es la absoluta imposibilidad de que las relaciones de poder puedan ser defendidas construyendo murallas, que impidan las invasiones de los enemigos externos. La armadura de todo Poder tiene puntos débiles de ataque. El punto débil de escudo del Imperio Chino es la afirmación de que hay espacios vacíos que nunca se edificaron. Los países enemigos atacarán la muralla bajo el convencimiento de que penetran por los espacios vacíos de la muralla. La coyuntura revolucionaria, externa e interna, ante un poder absoluto, establece el análisis de las relaciones de poder en los puntos débiles de su armadura defensiva. La consecuencia moral de la parábola está ahí. No hay ningún poder que resista las contradicciones que originan sus relaciones desiguales de estructurales materiales e ideológicas. El narrador lo dice:”La Muralla tenía que ser una defensa para los siglos que vendrían” La obsesión de mantenerse en la estrategia de conservación de lo existente es una ideología. Kafka se percata de las contradicciones de ruptura de los sistemas sociales:” los individuos tratan de comprender con todas sus fuerzas las órdenes de la Dirección, pero sólo hasta cierto punto, luego dejar de meditar. No quieras penetrar demasiado en las órdenes de la Dirección. El río de la historia crece hasta penetrar en las tierras de su ribera para secarse miserablemente luego de llegar el verano” La meditación heraclitina de que el hombre no entra dos veces en el agua fluyente del río determina la meditación del narrador kafkiano.
Franz Kafka (1883-1924), escritor judío checo, anticipó la opresión y la angustia del siglo XX. Hay en la voz anónima de Kafka una insistente convicción de la transitoriedad de las relaciones de poder absoluto. La voz del narrador es de un campesino chino que está presente y ha contribuido a la construcción de la Muralla China. Un narrador que penetra desde las deficiencias técnicas de la construcción de la Muralla China hasta el concepto de Historia Imaginaria y de lo efímero de todo poder político ante las luchas sociales de dominantes y dominados. Sabe que estas luchas, externas e internas, lograrán los efectos destructivos de los niveles estructurales que componen el Todo del Poder. La narración de la construcción de la muralla china de Kafka muestra el conocimiento político del escritor checo sobre la perdurabilidad del Imperio Austro-Húngaro. Su juicio político es el de la imposibilidad de que exista continuidad en la Unidad de Poder Imperial de la dinastía de los Habsburgos, en los espacios abiertos de los conflictos del nacionalismo de las naciones que componían el Imperio. La Muralla China del Imperio Austro-Húngaro no resistirá los enfrentamientos del nacionalismo alemán, húngaro y eslavo.
Sin embargo, el narrador, a la vez que niega la autoridad del sistema centralizador del Imperio, afirma la continuidad de la aldea de campesinos chinos, que siempre subsistirá frente a los Emperadores. Estos desparecen en la discontinuidad petrificada del olvido. Carecen de existencia real en la comunidad china. Para el narrador, fuera de la comunidad de campesinos sólo hay fragmentos arquitectónicos de poder, partículas de sólidos que flotan en el aire y se posan sobre sujetos y objetos carentes de memoria. Kafka estuvo detrás de la Muralla China que fue Imperio Austro-Húngaro. Vivió el final de la caída del Imperio Austro-Húngaro y pudo comprender la magnitud de los espacios abiertos en la parábola de la Muralla China (1918- 1919). Al final de su compromiso con la verdad, la temporalidad cerrada de un cáncer le causó la muerte un 3 de junio de 1924.