lunes, 16 de julio de 2012

El individuo Aislado y el individuo Coral.



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El individuo Coral pertenece a una sociedad integrada en su funcionamiento y desarrollo colectivos. No hay en ella fisuras para que el individuo caiga por ellas al aislamiento de animal ubicado en la muerte.
El individuo aislado pertenece a una sociedad antagónica de compradores y vendedores de fuerzas de trabajo. El individuo está aislado y solamente lo une a la sociedad su capacidad de resistir a la soledad económica a la que está sometido por un mercando anónimo competitivo. Todo está lleno de grietas por las caen los individuos a la marginalidad,  que se ubica en las franjas de la pobreza impuesta  por los antagonismos de clases sociales.
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El nivel más profundo y dominante de la realidad concreta del sistema capitalista está oculto y además invertido con respecto a la realidad. La realidad desparece bajo la forma de la práctica alienante de las relaciones capitalistas de producción. En la práctica, las relaciones capitalistas de producción aparecen ocultas como si el dinero tuviera la propiedad de incrementarse a sí mismo. Esta propiedad procreativa del dinero encubre la realidad de un hombre cosificado, convertido en cosa por un mercado competitivo. Su cualidad esencial de ser el sujeto colectivo productor de  riqueza material, se somete a la de ser sujeto de explotación económica de clase. Las relaciones capitalistas de producción están cosificadas, materializas e invertidas. El dinero sustituye al hombre y lo convierte en una cosa de mercado. El hombre trascendente se convierte en una cosa de precio y mercado.
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Las relaciones de producción primitivas han evolucionado de las sociedades de parentesco, y trabajo asociativo, a  agrupaciones  precapitalistas, de capitalismo competitivo y a las relaciones monopolistas de producción. Del sujeto coral de la sociedad de parentesco, que poseían la tierra por pertenecer a la comunidad superior distribuidora de bienes de uso y no de propiedad, al sujeto  monopolista. Donde la tierra de uso de los individuos y de propiedad de la comunidad a los bienes de producción, capital, y dinero privados de una minoría. El individuo aislado está desprovisto de existencia propia  y es dependiente del salario del capital monopolista. Es un individuo desnudo que vende su tiempo existencial en fuerza de trabajo pagada en salario y otra parte existencial no retribuida que cubre las ganancias ajenas de quien compra su trabajo. Una parte de su existencia la cede laboralmente gratis como parte de la ganancia de clase. La infraestructura económica precapitalista, ya no es una sociedad primitiva de linaje, pero sí está bajo el nivel de producción material determinado por la superestructura política y religiosa. A través de la ideología política, religiosa, la superestructura da consentimiento a la explotación por el trabajo del ser desposeído. No hay un hombre convertido en una cosa, sino un hombre que vive un mundo que se oculta, imaginario por el reflejo alucinado de la miseria. El mundo imaginario, pegajoso y húmedo, abandono del hombre a la fatalidad del destino, opuesto a sus intereses por la coerción de la violencia y la justificación opresiva de estamentos, y castas económicas y militares.  Hay un orden rígido de la ideología religiosa precapitalista que impregna de pasividad la actividad política de los grupos sociales sometidos. Hay un orden laico extremadamente  cubierto de fines Estatales,  respaldados por el derecho, en la sociedad monopolista
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En el capitalismo monopolista el nivel rígido de la ideología religiosa se transforma en subalterno de la economía. El nivel ideológico predominante pasa a la ideología económica. Los hombres toman conciencia de su existencia en la práctica económica. Los términos contractuales de compra y venta, de relaciones de deudores y acreedores monetarios, la conversión del dinero en un bien escaso en el que se estipulan los ingresos, por el Estado y las empresas, entregan al hombre a la dicotomía de la voluntad sometida al poder económico y la dependencia del que compra el valor de uso de la mercancía trabajo.
Esta ideología práctica convierte al individuo en un factor de la producción, y por tanto en una mercancía con precio salarial, y lo separa de la propiedad de los factores de producción y de bienes inmediatos de consumo. Es un ser aislado de los medios reales que posibilitan su existencia. Este ser aislado carece de respuesta a la satisfacción de sus necesidades si deja de trabajar, obligado por la falta de  compra de las fracciones temporales activas de su existencia. Igual que un vehículo que está parado. Queda fuera del mercado de compra de cantidades de trabajo por el precio de salario. Está enladrillado en los ingresos de subsistencia. Ya no es salario de productor- mercancía ni consumidor-mercancía por el cabio de salarios. Las relaciones de producción y consumo de los grupos sociales se convierten en relaciones de mercado de compradores con ingresos monetarios solventes. La necesidad solvente sustituye a la necesidad social. Los compradores de fuerza de trabajo contractual exigen un nivel alto de desempleo para ajustar el coste variable del proceso de producción. La fuerza de trabajo segrega ganancias industriales, comerciales, bancaria y de rentas, que debe aumentar la inversión productiva en salarios  para llegar a un nivel creciente y acumulativo de valorización del capital.
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 El gran gusano de seda de las fuerzas de trabajo pone huevos de oro-dinero. El capitalismo monopolista  convierte al individuo en una pieza ocasional del sistema de producción y consumo. Este individuo dependiente existe,  perteneciendo al engranaje de la producción y el consumo cíclico de las crisis coyunturales y las crisis orgánicas de larga duración, que implican un cambio de las estructuras económicas e ideológicas. El individuo dependiente no está ligado a ninguna comunidad superior, que le asigne el control de la riqueza material ni cultural. Es un individuo dependiente y solitario y como diría Herman Hesse, un individuo estepario. Sólo posee su capacidad potencial de trabajo y su voluntad exasperada de penetrar en la malla del mercado económico hasta llegar al salario de supervivencia. La urdimbre de la malla monopolista lo envuelve y lo  expulsa al límite regresivo de la inactividad económica. Este límite regresivo es equivalente a la pieza de la máquina de producción sin uso y desgastada por la obsolescencia. La edad del individuo obsoleto y desgastado se correlaciona con el nivel de productividad media del proceso de trabajo de la empresa monopolista. En la empresa del capitalismo competitivo la productividad económica baja exige la prolongación de la vida activa del trabajador. Es más barato mantener a diez trabajadores de salarios bajos que invertir un capital superior a los diez trabajadores. Diez trabajadores en un proceso de trabajo simple obtienen una tasa mayor de valor-ganancia que un trabajador en un proceso de alta composición de capital fijo y una composición media de capital variable. La máquina sustituye al individuo por su alta productividad en un mercado laboral incesantemente barato y expansivo. El sueño del capitalista monopolista sería el de una máquina de productividad global en un mercado de abundante mano de obra barata. Así la fuerza de trabajo caería en la improductividad de las masas marginales de pobres. Una alta productividad tecnológica reduce la vida activa del individuo y le impone caídas de salarios y bajas ayudas económicas a los individuos desgajados por el paro de la inactividad de producción. Estos individuos se agregan en masas sociales marginadas de escasa longevidad. La carencia natural precapitalista era carencia de bienes de consumo. La carencia monopolista es de baja rentabilidad. De escasa demanda y realización del valor-ganancia por la baja distribución de los ingresos del trabajo con respecto a las ganancias. La marginación del capitalismo monopolista con respecto a la fuerza de trabajo desocupada es más destructiva que las leyes naturales de supervivencia en los modos de producción precapitalistas de baja productividad. Si no hay modo de producción que reproduzca a la sociedad desde la fuerza de trabajo, no existe grupo de rango superior que se asegure las condiciones de permanencia de sus intereses económicos e ideológicos. El individuo estepario está integrado en las masas marginales que habitan en la provisionalidad de los trabajos y en los suburbios de las grandes urbes del siglo XXI. Fuera del sistema esperan la esperanza de los desesperados.