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El
individuo Coral pertenece a una sociedad integrada en su funcionamiento y
desarrollo colectivos. No hay en ella fisuras para que el individuo caiga por
ellas al aislamiento de animal ubicado en la muerte.
El
individuo aislado pertenece a una sociedad antagónica de compradores y
vendedores de fuerzas de trabajo. El individuo está aislado y solamente lo une
a la sociedad su capacidad de resistir a la soledad económica a la que está
sometido por un mercando anónimo competitivo. Todo está lleno de grietas por
las caen los individuos a la marginalidad, que se ubica en las franjas de la pobreza impuesta
por los antagonismos de clases sociales.
2
El
nivel más profundo y dominante de la realidad concreta del sistema capitalista
está oculto y además invertido con respecto a la realidad. La realidad
desparece bajo la forma de la práctica alienante de las relaciones capitalistas
de producción. En la práctica, las relaciones capitalistas de producción
aparecen ocultas como si el dinero tuviera la propiedad de incrementarse a sí
mismo. Esta propiedad procreativa del dinero encubre la realidad de un hombre cosificado,
convertido en cosa por un mercado competitivo. Su cualidad esencial de ser el
sujeto colectivo productor de riqueza
material, se somete a la de ser sujeto de explotación económica de clase. Las
relaciones capitalistas de producción están cosificadas, materializas e
invertidas. El dinero sustituye al hombre y lo convierte en una cosa de mercado.
El hombre trascendente se convierte en una cosa de precio y mercado.
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Las
relaciones de producción primitivas han evolucionado de las sociedades de
parentesco, y trabajo asociativo, a agrupaciones
precapitalistas, de capitalismo
competitivo y a las relaciones monopolistas de producción. Del sujeto coral de
la sociedad de parentesco, que poseían la tierra por pertenecer a la comunidad
superior distribuidora de bienes de uso y no de propiedad, al sujeto monopolista. Donde la tierra de uso de los
individuos y de propiedad de la comunidad a los bienes de producción, capital,
y dinero privados de una minoría. El individuo aislado está desprovisto de
existencia propia y es dependiente del
salario del capital monopolista. Es un individuo desnudo que vende su tiempo
existencial en fuerza de trabajo pagada en salario y otra parte existencial no
retribuida que cubre las ganancias ajenas de quien compra su trabajo. Una parte
de su existencia la cede laboralmente gratis como parte de la ganancia de clase.
La infraestructura económica precapitalista, ya no es una sociedad primitiva de
linaje, pero sí está bajo el nivel de producción material determinado por la
superestructura política y religiosa. A través de la ideología política,
religiosa, la superestructura da consentimiento a la explotación por el trabajo
del ser desposeído. No hay un hombre convertido en una cosa, sino un hombre que
vive un mundo que se oculta, imaginario por el reflejo alucinado de la miseria.
El mundo imaginario, pegajoso y húmedo, abandono del hombre a la fatalidad del
destino, opuesto a sus intereses por la coerción de la violencia y la justificación
opresiva de estamentos, y castas económicas y militares. Hay un orden rígido de la ideología religiosa
precapitalista que impregna de pasividad la actividad política de los grupos
sociales sometidos. Hay un orden laico extremadamente cubierto de fines Estatales, respaldados por el derecho, en la sociedad
monopolista
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En
el capitalismo monopolista el nivel rígido de la ideología religiosa se transforma
en subalterno de la economía. El nivel ideológico predominante pasa a la
ideología económica. Los hombres toman conciencia de su existencia en la práctica
económica. Los términos contractuales de compra y venta, de relaciones de
deudores y acreedores monetarios, la conversión del dinero en un bien escaso en
el que se estipulan los ingresos, por el Estado y las empresas, entregan al
hombre a la dicotomía de la voluntad sometida al poder económico y la
dependencia del que compra el valor de uso de la mercancía trabajo.
Esta
ideología práctica convierte al individuo en un factor de la producción, y por
tanto en una mercancía con precio salarial, y lo separa de la propiedad de los
factores de producción y de bienes inmediatos de consumo. Es un ser aislado de
los medios reales que posibilitan su existencia. Este ser aislado carece de
respuesta a la satisfacción de sus necesidades si deja de trabajar, obligado
por la falta de compra de las fracciones
temporales activas de su existencia. Igual que un vehículo que está parado.
Queda fuera del mercado de compra de cantidades de trabajo por el precio de
salario. Está enladrillado en los ingresos de subsistencia. Ya no es salario de
productor- mercancía ni consumidor-mercancía por el cabio de salarios. Las
relaciones de producción y consumo de los grupos sociales se convierten en
relaciones de mercado de compradores con ingresos monetarios solventes. La
necesidad solvente sustituye a la necesidad social. Los compradores de fuerza
de trabajo contractual exigen un nivel alto de desempleo para ajustar el coste
variable del proceso de producción. La fuerza de trabajo segrega ganancias industriales,
comerciales, bancaria y de rentas, que debe aumentar la inversión productiva en
salarios para llegar a un nivel creciente
y acumulativo de valorización del capital.
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El gran gusano de seda de las fuerzas de
trabajo pone huevos de oro-dinero. El capitalismo monopolista convierte al individuo en una pieza ocasional
del sistema de producción y consumo. Este individuo dependiente existe, perteneciendo al engranaje de la producción y
el consumo cíclico de las crisis coyunturales y las crisis orgánicas de larga
duración, que implican un cambio de las estructuras económicas e ideológicas.
El individuo dependiente no está ligado a ninguna comunidad superior, que le
asigne el control de la riqueza material ni cultural. Es un individuo dependiente
y solitario y como diría Herman Hesse, un individuo estepario. Sólo posee su
capacidad potencial de trabajo y su voluntad exasperada de penetrar en la malla
del mercado económico hasta llegar al salario de supervivencia. La urdimbre de
la malla monopolista lo envuelve y lo expulsa al límite regresivo de la inactividad
económica. Este límite regresivo es equivalente a la pieza de la máquina de
producción sin uso y desgastada por la obsolescencia. La edad del individuo
obsoleto y desgastado se correlaciona con el nivel de productividad media del
proceso de trabajo de la empresa monopolista. En la empresa del capitalismo
competitivo la productividad económica baja exige la prolongación de la vida
activa del trabajador. Es más barato mantener a diez trabajadores de salarios
bajos que invertir un capital superior a los diez trabajadores. Diez
trabajadores en un proceso de trabajo simple obtienen una tasa mayor de
valor-ganancia que un trabajador en un proceso de alta composición de capital
fijo y una composición media de capital variable. La máquina sustituye al
individuo por su alta productividad en un mercado laboral incesantemente barato
y expansivo. El sueño del capitalista monopolista sería el de una máquina de
productividad global en un mercado de abundante mano de obra barata. Así la
fuerza de trabajo caería en la improductividad de las masas marginales de
pobres. Una alta productividad tecnológica reduce la vida activa del individuo
y le impone caídas de salarios y bajas ayudas económicas a los individuos
desgajados por el paro de la inactividad de producción. Estos individuos se
agregan en masas sociales marginadas de escasa longevidad. La carencia natural
precapitalista era carencia de bienes de consumo. La carencia monopolista es de
baja rentabilidad. De escasa demanda y realización del valor-ganancia por la
baja distribución de los ingresos del trabajo con respecto a las ganancias. La
marginación del capitalismo monopolista con respecto a la fuerza de trabajo
desocupada es más destructiva que las leyes naturales de supervivencia en los modos
de producción precapitalistas de baja productividad. Si no hay modo de
producción que reproduzca a la sociedad desde la fuerza de trabajo, no existe
grupo de rango superior que se asegure las condiciones de permanencia de sus
intereses económicos e ideológicos. El individuo estepario está integrado en
las masas marginales que habitan en la provisionalidad de los trabajos y en los
suburbios de las grandes urbes del siglo XXI. Fuera del sistema esperan la
esperanza de los desesperados.
1 comentario:
Este texto me ha ilustrado para ir comprendiendo porqué las personas que vivimos en sociedad, a medida que pasan los años, quedamos sometidos a un grado de aislamiento extremo que se refleja en nuestra subjetividad en sentimientos de soledad. Soedad que paraliza y deprime, ya que no se entiende porque habiendo construido grupos a lo largo de la vida, el sistema nos desecha.
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