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A partir de la crisis económica de los años sesenta del
siglo XX, se han venido arrastrando la realidad social del sistema y los
conceptos ideológicos, políticos y económicos, de la derecha neoliberal
norteamericana y la de todos sus epígonos teóricos y burocráticos del
economismo monetarista. Cuyos principios de actuación se habrían de basar en: a)
La crisis fiscal de alto endeudamiento como efecto de una política expansiva de
la demanda estatal que recaía en los precios inflacionarios, b) las políticas
sociales expansivas del Estada del Bienestar que acrecentaban las diferencias
entre ingresos y gastos estatales que incidían en déficit financiaros por los préstamos
de los organismos internacionales, con su corolario de interés crecientes
pagados con los ingresos decrecientes del Estado, c) la viabilidad incierta de
la demanda del gasto social expansivo como consecuencia de la inflación de
precios y el arrastre de salarios crecientes en los costes que producción, que se
unía en razón creciente a la ineficacia del expansionismo keynesiano a corto plazo del
pleno empleo igualando los ahorros de las ganancias a la inversión. El aumento de la inversión empresarial envejecía las inversiones y no aplicaba la
capacidad industrial a las nuevas inversiones en activos. Se aumentaban los ingresos totales, pero sin
originar decrecimientos de los costes fijos de amortización y obsolescencia y por
tanto se producían caídas del excedente económico monopolista distribuido en los
dividendos de los accionistas. Por tanto, los costes decrecientes monopolistas se ralentizaban por excesos de capacidad de
producción y amortización de activos, cargados en los costes primarios, originando
costes crecientes y precios monopolistas. Los precios monopolistas ascendían por
incorporar el exceso de salarios y gastos de ventas. Los costes empresariales
no productivos alteraban los excedentes
reales económicos.
Los excesos de baja
capacidad industrial, utilizada con rendimientos decrecientes en las
inversiones productivas, se expandían en el círculo infernal de los rendimientos
decrecientes y expansión de la inversión de capital y la contracción de la capacidad
real de producción que recaía en el descenso de las utilidades industriales. La
caída del excedente económico, a causa de
los rendimientos decrecientes de la capacidad industrial utilizada. La
capacidad industrial no utilizada es un coste fijo. La no renovación de las
inversiones de capital fijo por causa del exceso de capacidad no utilizada baja
la productividad relativa de las inversiones y los costes salariales decrecientes
disminuyen el excedente empresarial y por tanto el aumento del consumo de capital
en bienes improductivos y la regresión de la inversión de capital. El sistema
de producción se contrae en los bienes fijos del sector de producción y en el descenso
del consumo en el sector de medios de vida. El efecto conjunto se da en una
tasa general de paro creciente. Los excedentes decrecen con el descenso de la
actividad del trabajo y las inversiones de bienes de capital obsoletas. El
sistema de producción es un cuerpo envejecido que afecta a la totalidad de la
sociedad. La inversión de bienes de capital se contrae ante un decrecimiento
del excedente por efectos de la tasa de desocupación y la tasa de capacidad
industrial inutilizada. La economía de producción depende directamente de los
activos empleados de capital y de empleo.
Para los monetaristas, las ganancias industriales estaban
afectadas por la inflación creciente de los costes de producción y el máximo de
precio de mercado monopolista. La economía de la ganancia monopolista se
esclerotiza en continuo decrecimiento de la oferta de producción y la caída de
la demanda potencial solvente. Los capitalistas no pueden gastar más que lo
que no consumen en capital invertido y los obreros sólo pueden gastar lo que
cobran en salarios. El aumento del gasto de salarios por encima del ingreso
origina niveles de endeudamiento en las familias y fuerza más tarde a la
disminución del consumo y a la morosidad. El exceso del consumo capitalista en
bienes de lujo disminuye la inversión o aumenta
el ahorro de capital improductivo. Además
la demanda del gasto social, proveniente del gasto y el endeudamiento públicos,
altera al alza los precios; inflacionados por la demanda de sectores sociales
estratificados sin demanda solvente. Se rompe el equilibrio de precios de las empresas oligopolistas.
Para los monetaristas, la inflación surge de la financiación
de un gasto público excesivo, tanto por la expansión de los sectores de demandas
de servicios públicos como por el desarrollo del capital industrial a través
del estímulo artificial de la demanda inflacionaria. Las ganancias no son
reales, sino dinero inflacionario por la circulación monetaria. La demanda
creciente, lejos de estimular la inversión a través de los precios de mercado
monopolista y los costos decrecientes debido a la productividad general de las
empresas, lo que hace es realimentar la inflación de los precios de monopolio y
la obsolescencia de los equipos industriales bajo la incertidumbre de ganancias
monetarias de dinero depreciado, cuyo efecto retrasa el proceso de renovación de
los ciclos con excedentes económicos sin realización monetaria. De aquí se habría
de deducir la necesidad económica de reducir el gasto público mediante unas
políticas crediticias estrictamente restrictivas que desalentara la demanda
inflacionaria, procurando el decrecimiento de los salarios reales y su consumo potencial. Con la caída
del gasto público, la reducción del déficit fiscal y la contracción de la
demanda potencial socializada, se lograrían los ajustes de la capacidad
industrial potencial con la capacidad real, la variación moderada de la
productividad, los precios de monopolios
estabilizados, y los costos decrecientes y el excedente económico en
crecimiento.
Las políticas del monetarismo ultraconservador de los
sesenta aparecen hoy. El remedio de la caída de la demanda insolvente contraída, crédito bancario reducido, y las decisiones de desinversión pública y privada
producen el estancamiento económico con ganancias en los sectores monopolistas.
Con una demanda contraída se imponen precios monopolistas y ganancias. La
decisión económica de los sectores no monopolistas dará ganancia mínimas con costes
crecientes de materiales de producción, costes fijos y bajos salarios. La inversión
pública se contrae por debajo del nivel de subsistencia.
Se diría que el ayer es el hoy. O el pez está en la
pecera. La invariabilidad de permanencia del pez en la pecera depende de las
condicione interna del volumen de oxigeno y de la condición externa de la
comida que se le suministra. El pez vivirá en sus invariantes.
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Los excedentes empresariales están en razón directa con
el decrecimiento de los costes y el
mantenimiento de precios de mercado monopolista. Los sectores económicos de
pequeños empresarios de precios únicos concertados no se mantienen reduciendo los gastos de salarios que forman su demanda.
Los salarios son antagónicos a los excedentes como parte de los costes. Si
aumentas los salarios aumentan los costes y bajan las ganancias excedentarias.
El capital monopolista esquiva los salarios altos incrementándoles en el precio
de venta de mercado al igual que el resto de los costes sociales fijos que
incorpora al valor del producto. Esta política económica de ventas de productos
monopolistas de baja demanda favorece el crecimiento de los precios por la caída
de la oferta. El mercado monopolista no se contrae a precios altos, costes decrecientes
monetarios y ganancias monetarias.
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El sistema social de producción se atasca en la acumulación de capital en
mercancías que no realizan su valor monetario en el mercado. Se quedan sin vender las mercancías mientras se desacelera la demanda de compra y
la oferta de inversión de capital. El pivote del desarrollo de la producción y el consumo es la relación de
la tasa de trabajadores activos y la
tasa de trabajadores parados. El índice de paro marca absolutamente la
situación económica de la oferta de producción y la inutilización de la
capacidad industrial.
El decrecimiento del capital invertido en la producción y
en la circulación de las mercancías en
su ciclo de mercancía-dinero causa crisis temporales en el crecimiento
económico y una serie cronológica de efectos negativos: a) el crecimiento de la
improductividad tecnológica, b) la sustitución del capital propio por préstamos
que pagan insolvencias empresariales. c)
el aumento creciente del paro obrero que determina una reserva de obra que aún
no ha envejecido o no se ha incorporado a la actividad de producción, la
disminución creciente de la tasa de ganancia interna de producción afectada por
la escasez de ganancias proveniente del paro obrero y la falta de utilización
del equipo de producción industrial, d) la falta de retorno dinerario de masas
de productos pendientes de consumo, e) la contracción del mercado de consumo es
la contracción de la producción, el
crecimiento del déficit estatal, la morosidad en los retornos de las deudas y
la contracción del crédito bancario.
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No hay sustitución de máquinas por hombres, sino
obsolescencia tecnológica a bajos niveles de producción con altos precios de
los productos en el mercado. Disminuyen las ganancias internas de las unidades
empresariales a causa de las disminuciones de capital en salarios. La
acumulación de capital se detiene con el decrecimiento del capital variable que
aporta la tasa interna de ganancia. No hay valoración interna del capital por
la reducción de las cantidades de trabajo aplicadas en el proceso de producción.
Si decrecen las cantidades de trabajo
invertidas en los procesos sectoriales de producción, decaen las ganancias
internas y el sistema social se contrae
en las reacciones contrapuestas de la producción y negatividad del consumo de producción,
y el consumo individual por la falta de conversión de las ventas en dinero. El
sistema social se vuelve regresivo en la cronología del descenso de acumulación
de capital a invertir y en el otro polo de la sociedad el avance de la pobreza artificial
en millones de seres humanos.
El pez está en la pecera, pero sólo la actividad
consciente de la sociedad lo mantendrá vivo.
Observación, la complejidad del tema económico tratado invita a
considerar que una revolución política
no lleva a una revolución del modo económico de producción y circulación del capital.
La revolución árabe pasa ahora por esta contradicción de cambiar la sociedad económica por obra del
cambio constitucional del Estado.
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