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El orden social se vuelve irracional cuando no produce la
felicidad tanto en sentido material como moral a los ciudadanos. No persigue
que decrezca el tiempo de la necesidad para incrementar el tiempo de felicidad.
El hombre es un ser para sí mismo, nunca un ser para un medio. Es un ser sujeto
a producir los medios económicos que posibiliten su felicidad. Pero la
felicidad no es algo abstracto, sino un algo tan concreto como el acortamiento
de la jornada de trabajo. Pero el tiempo necesario para producir los medios de subsistencia
que, cubren las necesidades se amplía y la producción del excedente económico crece
por la apropiación de la minoría. Ésta posee las estructuras legales de
propiedad económica de la producción. En el orden social racional, el tiempo
necesario de producción se acorta para que aumente el tiempo de realización de
las condiciones humanas de convivencia y felicidad. Un signo preclaro de la
irracionalidad es el aumento de la jornada de trabajo y la disminución del
salario, que aumenta de la extensión del
tiempo de trabajo necesario para cubrir las necesidades deshumanizadas. El
tiempo necesario para producir y el tiempo excedente, para lograr la ganancia en
valores de uso y cambio monetario, marcan el sentido finalista de cada época de
la historia.
En el orden irracional es el proceso social para la producción de la riqueza que extraña
al hombre y lo que determina el nivel de felicidad posible y de incertidumbre. La minoría que controla la
propiedad de la producción absorbe la realización de la ganancia monetaria. El individuo
queda en una incesante tarea de reproducir un orden social irracional que le
resulta extraño a sus intereses materiales
y mentales. Lo empobrece material e intelectualmente. La minoría de los
controladores del poder social de la riqueza absorbe a la mayoría de la población de la
sociedad en la necesidad de sobrevivir y pagar las deudas. Ésta irracionalidad absorbe
al individuo hasta la extenuación. Ya se ha dicho en el capítulo anterior, el
dominio legal y ejecutivo se vuelve aceite en la porosidad de la supervivencia
del servir y obedecer. Los intereses materiales y culturales de la minoría
absorben la racionalidad del individuo colectivo y lo integra en la
determinación de la necesidad artificial. La falta de seguridad de la supervivencia
induce al abatimiento de la certeza de futuro. El futuro depende de la voluntad
extraña que impone una totalidad de coerción y persuasión para obtener el tiempo excedente de la
producción en niveles de clases.
El orden social irracional poda la facultad individual de decidir
la felicidad. La violencia económica e ideológica sobrepuja la necesidad biológica de sobrevivir de la
especie. El hombre no quiere morir. Lucha por permanecer en el orden de la
necesidad, pero de una necesidad de orden social racional, que concuerde con la
producción necesaria para reproducir una sociedad, que no reproduce las
relaciones de producción y de dominio. Entonces su ser le pertenece. Las
relaciones de sumisión son el pivote del orden irracional. El hombre produce
para existir, pero no para hacerse esclavo de una producción material y
cultural que lo extraña a las relaciones sociales de sumisión. El anverso de la
necesidad es la felicidad. Un hombre, que ha reproducido los bienes que cubren
sus necesidades sociales, y sigue produciendo un excedente económico, que se
apropian las instituciones de poder y propiedad, encuentra la degradación de su
cuerpo y conciencia social. Se acorchan sus sentidos por el esfuerzo físico y
mental. No recupera el gasto de energía consumida en el proceso de trabajo. No
se vive la tragedia de la libertad, sino la tragedia del hombre degradado en su
felicidad. Falto de los medios de
producción económica, que pertenecen a los manipuladores de la propiedad legal, la necesidad busca el entorno de los mínimos
de pobreza y la felicidad es una quimera. La tragedia de la falta de libertad es
la tragedia de la falta de felicidad.
La infelicidad del individuo se origina en quienes utilizan la energía humana como una cosa de
uso necesario y de uso de cambio. El hombre produce más de lo que consume.
El exceso de producción se vuelve un
valor de cambio monetario. La jornada de trabajo excede el tiempo de trabajo
necesario para producir los objetos que cubren las necesidades. Se produce un
excedente económico que mantiene el orden irracional. Se entrega gratuitamente
una parte de la existencia propia. Se puede afirmar que un hombre en situación
de desempleo no reproduce su existencia por la irracionalidad del orden de
estancamiento de los recursos de producción. Se poda al individuo de la
facultad de mantener su vida social.
El orden irracional es un proceso incesante de falta de aplicación
de los recursos de producción para mantener la irracionalidad especulativa de
la producción y el consumo. En el orden irracional, el hombre interioriza los
mandatos irracionales hasta que se vuelven una fuerza ideológica de barbarie.
Los individuos barbarizados se identifican con el mandato irracional de los
dominantes. Hay una mudanza de la necesidad natural de sobrevivir a las circunstancias de la
escasez natural y artificial que se sustituye con la tecnológica de represión. Converge
la tecnología y la fuerza de la necesidad barbarizada. El hombre absorbido por su falta de existencia real se pierde en los espacios oscuros de la mente
perturbada. La existencia propia se vuelve un algo existente que provine del
lenguaje de la pseudo-realidad. Se decide
interiorizar el lenguaje vacío de los símbolos que ocultan las razones de la
infelicidad.
Ser para otro es dar al ser la cosificación de una cosa. Ser cosa
de improductividad en un proceso de delirios
mentales. La ideología de dominio del
ser extraño que convierte al ajeno en una cosa que anula la voluntad. Circularidad
de la cosa en la voluntad ajena. Una circularidad de flujo de lo esencial de la
felicidad por la ideología interiorizada, que destruye la reflexión del hombre libre
en la problemática vitalista de la
supervivencia. La carencia de voluntad se vuelve superstición mágica y cerrada
al análisis científico. La voluntad como cosa ajena sólo ofrece la magia del desvarío del lenguaje
barbarizado. La mente irreflexiva se vuelve un reloj sin cotidianidad. Un
reflejo crepuscular en el espejo de los escaparates de las avenidas urbanas. El
andar cansado del vagabundo en las estaciones de los aeropuertos. Es la
irracionalidad de la enfermedad mental por la manipulación internalizada por la
coerción de las instituciones de orden. En
la enfermedad mental hay espacios interiores de oscuridad depresiva sin
iluminaciones reflexivas. La mente enferma y la reflexión divergen en destellos
de delirios. El lenguaje balbucea la simbología oculta de los sueños repetido
del cuadro grito del pintor Ensor. El
tiempo es una metáfora de angustia oculta.
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El individuo que se entrega al acto de la resignación, cede su
voluntad a la jerarquía de dominio. La resignación es un acto pasivo que
implica el suicidio. Es un no ser vacío de inquietud. El golpe del silencio grito
para el que no halla su transcurrir entre
una vida de topo y una vida cínica. Los intereses de la minoría dominante
juntan la angustia de la infelicidad a la culpabilidad irracional del ser
dominado. El infortunio puede llegar a ser una certeza de no tener futuro. La
esperanza de los desesperados es una razón del corazón a la tecnología fuerza
de la máquina social. Las masas cosificadas del siglo XX se lanzaron a la irracionalidad
nacionalista de la mecanización de la voluntad de guerra. El fin de la vida se
convirtió en un medio bélico. La crisis económica y política se convierte en la
aceptación absoluta de la muerte como solución a la infelicidad. La involución
de la crisis social en odio. El hombre libre en hombre esclavo-mercancía. Hay
una pirámide de voluntades demoniacas que jerarquizan al líder. Se absorbe la infelicidad exaltando místicas encubridoras
y ceremoniales contractuales de propiedad y servidumbre.
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Una vez que la minoría
absorbe la voluntad individual queda el residuo de la sumisión al
destino. La crueldad de la necesidad
soluciona las variables contradictorias de orden económico y político que hacen
de un sistema económico una fuerza regresiva a infelicidad. La producción
social se vuelve regresiva hasta la extinción del orden social. Todo sistema de
producción social lleva en sí los límites de su regresión. El ser social
convertido en una cosa es regresivo. No abre variables racionales a las
contradicciones que limitan la reproducción de la vida. Los límites
contractivos se vuelven límites
irresolubles. La sociedad entra en la fase de extinción de las fuerzas
productivas, que motivaron su crecimiento económico y negaban las relaciones
legales de propiedad de poseedores y no propiedad de los desposeídos. El
sistema social es histórico en sus contradicciones no resultas sitúan los
límites de la sociedad en regresión. La negación de la felicidad del hombre produce regresiones a formas de
producción superadas por la racionalidad tecnológica. El orden social irracional
se vuelve incapaz de cambiar los límites de las variables regresivas.
Se diría que la historia no progresa para la mayoría social. Historia
de un solo significado unilateral que destruye amplias capas sociales en la
pobreza. La historia de la supervivencia se vuelve regresiva. La sociedad
integra estratos de ciclos económicos regresivos. El individuo se queda atrás extrayendo las condiciones de la degradación y la progresión incesante de la culpa, el
delito y el castigo institucionales.
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El orden social irracional se disfraza del ocasionalismo de los
datos estadísticos sin cientificidad. La reproducción real de la vida
individual y colectiva se vuelve una falsa del dato estadístico y del lenguaje
político pervertido. La organización de la subjetividad humana y de la
objetividad material de la necesidad se metamorfosea
en los fetiches monetarios del gasto y del ingreso. El déficit fiscal del Estado no asume la existencia del
individuo y sí la salvación de las instituciones legales. La reducción de la
competividad de mercado y su contracción ganancial ocasiona un bajo nivel de
subsistencia de la mayoría social. El empleo barato se vuelve una necesidad del crecimiento por
la reducción del coste de producción y los mercados internacionales de ofertas de
producción a precios monopolistas que causan los aumentos de ganancias
paranoicas y la pobreza mayoritaria.
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