lunes, 21 de diciembre de 2009

La conciencia y el Poder instrumental (y 4)

La conciencia instrumental es imperante y actual. Una pegatina ordenativa en la pared obsesiva de lo pragmático. Su actualidad está dada en las relaciones de la supervivencia del miedo. La visión del mundo del hombre pragmático no es secuencial, sino fijista. Al referir su visión del mundo, se dice de ella que tiene una imagen táctil de la realidad. Se palpan las circunstancias para no pensar en ellas. La visión de un mundo táctil es anterior a la visión de un mundo, constituido de relaciones mentales, que hay que producir como objetos complejos. La profundidad mental avanza sobre la superficialidad táctil. El ser instrumental se cierra y abarca, adaptativo a la realidad mixtificada en un presente definitivo. Su ser instrumental halla las cosas en superficies cerradas, de bordes gruesos. Los palpa buscando la operatividad de la inseguridad. Va cubriendo lo actual de simulaciones ante los riesgos de no convivir en las convenciones de la época. Ser inactual es extremadamente peligroso. Implica acumulaciones de riesgos emocionales extremos.
Si se ha expuesto, en (3b), la conciencia laberinto, en sus tres cualidades: a) la plasticidad, b) la resonancia y c) la porosidad, como caracteres esenciales del laberinto. Los cuales abren la causalidad de la plasticidad, conservar la forma de terror en períodos largos de la historia, la resonancia de los gritos que llegan en percusión. Las huellas mnémicas de la tortura se apropian de sonidos-gritos, en la intencionalidad de formar superficies cerradas ante la resistencia ética del castigado. Los adiestradores de la tortura gritan para avivar el miedo a la muerte. La muerte anticipada y marginal, que se incrusta en los instrumentos de tortura: las bañeras, las descargas eléctricas, los ladridos, las vejaciones sexuales, las capuchas encubridoras de los rasgos del sufrimiento facial, la voz deformada, irreconocible e impaciente del torturador. Los grupos de torturados, de rodillas, debilitados, esperando el castigo en la oscuridad. La organización mecánica, previamente memorizada del torturador, contra los disidentes e irregulares a la sumisión. En los ciclos de terror, los disidentes e irregulares padecen la persecución de la delación y del castigo. Lo permeable del laberinto proviene de su porosidad. El laberinto absorbe grandes cantidades de energía inhumana, que se aplican al dominio de la delación, al cinismo, y la práctica del dolor físico y mental.
Estas cualidades del laberinto-máquinas reducen la profundidad de la conciencia instrumental actual. Persiguen lo superficial, que el individuo se adhiera a las sombras de la locura del laberinto-máquina.
Si la construcción del laberinto es mitológica, por cuanto atraviesa los estados de la historia, desde las sociedades precapitalistas a la sociedad capitalista pura, en cuanto las cualidades marcativas de plasticidad, resonancia y porosidad. Ellas reproducen los estados sociales de jerarquía totémica y de Estado despótico de Ur. El padre Edipo- Dios y el Déspota- Dios, seminal de flujos de dinero y de dolor. El padre Edipo- Dios y el Déspota-Dios se fijan en períodos gravativos de los excedentes económicos, desde las sociedades de clases precapitalistas a las sociedades de clases capitalistas. El Gran Consciente castigador es efecto del excedente de la producción social sobre el consumo social. Este excedente se ancla en la violencia física y en la ideológica.
La textura del laberinto- máquina, en su constitución mitológica, restringe la conciencia instrumental a una superficie psíquica táctil, hipersensible a las posiciones de jerárquica y autoridad. Su temporalidad táctil expresa el grado actual de ambivalencias en adaptaciones eficientes e ineficientes de la conciencia instrumental a los grados de jerarquía. Las adaptaciones eficientes son masas psíquicas con altos rendimientos de producción material y de sumisión. Las adaptaciones ineficientes aminoran la producción material y de sumisión. Las masas de luces y de sombras del laberinto-máquina se aquietan para que haya una conciencia instrumental táctil y pragmática. Simular e integrar la cotidianidad de lo táctil, su seguridad en los flujos de deseo adheridos al dinero. La conciencia instrumental es una conciencia en sí, su materialidad elimina el pensamiento. Es conciencia integrada a un alto nivel de necesidad adherente en el laberinto-máquina. Actúa dentro de las rendijas de consideración a lo actual y a lo superficial. La conciencia instrumental deja incesantes flujos de vivencias pragmáticas, de actuaciones instrumentales de nulidad, que buscan las huellas de su supervivencia.
Baruch Spinoza, (1632-1677), filósofo exponente del panteísmo, postula lo evidente de que todo ser vivo quiere permanecer vivo. Este “querer estar en lo vivo” es un pacto social del individuo en el laberinto-máquina. El pacto siempre debe observarse con máxima fidelidad. La máxima fidelidad se sustenta, en que el individuo y los grupos, tienen que obedecer, ya por propia iniciativa, ya por miedo al máximo suplicio. Hay una máquina-laberinto de poder supremo que inocula en la conciencia instrumentalizada la obediencia, actualizando incesantemente el miedo al máximo suplicio: la muerte violenta, dejar de Ser. En el máximo suplicio hay una incesante actualidad represiva de los instrumentos de castigo a la herejía, a lo enigmático y oscuro, la conservación taxonómica de admitidos y excluidos en el incesante del miedo al máximo suplicio. El miedo máximo, al suplicio mental y material, no está en la estructura material del laberinto-máquina, sino en la estructura psíquica del Minotauro. Las cualidades del Laberinto no deben mezclarse con las del Minotauro. Si al laberinto pertenecen la plasticidad, la resonancia y la porosidad. Al Minotauro corresponden la ortodoxia, lo enigmático y oscuro, los límites selectivos de exclusión y admisión al máximo suplicio.
El miedo es una visión flash-droga, mixtura de alerta y angustia por la presencia del Mal, sea real o imaginario. El Mal imaginario penetra con la locura. El mal real por la organización de los imperativos de niveles de actuación represiva de los torturadores.
Del mal real se huye en el plano de la conciencia instrumental y las descodificaciones mentales de la locura. El miedo real es lo esencial de la conciencia instrumental plana. La incesante alerta a los instrumentos de castigo. “Se Alerta a Alguien del Máximo Suplicio.”
La conciencia instrumental recibe agresiones erosivas del tiempo biológico e histórico, pero se defiende de ellas por la desmemoria. El hombre es el animal del instante si se aísla del temor al castigo. La intemporalidad raspa, araña y desgarra la superficie de la memoria. La sustancia resbaladiza y pegajosa de la desmemoria excrementa recuerdos. Las épocas degradativas de deshumanización, en donde la conciencia laberinto actúa en gran máquina de terror abierto, la memoria traumática sustituye a la desmemoria actual. Las cargas de energía de la máquina- laberinto dañan la resistencia de la desmemoria. Exige la inmediatez del presente y su ahondamiento en conjuntos de inconscientes flashes traumáticos, intensas ceremonias del Edipo- Dios o del Déspota-Dio.
¿Cómo no estar en la variabilidad emocional de la conciencia plana o conciencia instrumental? Anulando lo que está inscrito o marcado, los flujos abstractos de los signos del deseo: los signo del deseo y del equivalente universal: el dinero-trabajo y el dinero-ganancia. En las filiaciones de unidades de producción, de financiación de capital constante, y capital variable, de las masas de valor-trabajo gratuito, que se objetivan en los flujos de dinero. Lo que está inscrito y marcado en las Máquina Social son filiaciones de las masas de valores. Flujos de dinero, en cantidades de trabajo: hombres y mercancías en conjunciones de producción, distribución, intercambio y consumo, que se convierten en cantidades concretas- monetizadas de la reproducción social del capitales y excedentes económicos. Categorías concretas, alianzas asociativas y articuladas a las estructuras sociales. Los flujos abstractos de producción de mercancías y dinero se unen a las jerarquías sobre- determinantes de signos de terror y locura. El padre Edipo- Dios y el Déspota- Dios, seminales de flujos de dinero y de dolor. El padre Edipo- Dios y el Déspota-Dios. Antonin Artaud lo poetizó visionariamente: Es de advertir/ que después del orden/ de este mundo/ hay otro mundo/ ¿Cuál es?/ No lo sabemos.
La conciencia plana y el poder instrumental son imperantes y actuales. ¿Cuál es el otro mundo? No lo sabemos.

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