lunes, 19 de abril de 2010

Kafka: El fogonero.

La paradoja de Franz Kafka es introducir al personaje de Karl Rossmann, de la novela América, en la corriente emigratoria, en las fases de descomposición de las estructuras sociales en Asia y en Europa. Expulsa a su personaje “a vivir” dentro de acontecimientos históricos, que difícilmente comprende. Padece las extrañezas del que nunca alcanza la interpretación exacta, por su debilidad de carácter ante los antagonismos sociales de opresores y oprimidos. Las secuencias capitulares de esta vida novelada transcurren en los vericuetos de la pobreza marginal y las respuestas voluntarias e imperativas del personaje a coacciones violentas. No es un personaje que entrevea una finalidad a las relaciones de poder que lo oprimen. Su huida está enajenada, en cuanto sus experiencias vitales no se sobreponen la simbología imaginaria de escapar de entornos hostiles, que se le aparecen de improviso, sin que haya voluntad de que éstos sucedan. Dentro de una sociedad, en la que ha sido arrojado por un hecho en el que no ha participado con libertad y riesgo, y en la que debe persistir más por voluntad del que se resigna a un entorno hostil. La pregunta esencial es cómo Franz Kafka elige, a un personaje de la estructura psíquica de Karl Rossmann, para unos de los procesos migratorios más trascendentales de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX. La vida ordenada de Karl Rossmann fue truncada por la seducción sufrida por una sirvienta de la familia y su huida obligada ante la oposición familiar, a esta vergüenza y a sus consecuencias económicas y legales. La debilidad del carácter de Karl Rossmann lo narra Franz Kafka en el en episodio de la seducción del joven Karl. “Entonces Karl la observaba tímidamente, sólo al pasar, por las rendijas de su puerta un poco entreabierta. A veces corría y saltaba y, con risa de bruja, retrocedía de pronto sobresaltada si Karl le cerraba el paso. A veces cerraba la puerta de la cocina después que Karl entraba y conservaba el picaporte en la mano hasta que él pedía salir. (…) Una vez dijo “Karl”, y lo condujo entre gestos y suspiros, en medio de su asombro por tan imprevisto modo de apostrofarlo, a su cuartito, que cerró con llave. Empujándolo se colgó de su cuello en un brazo, y mientras pedía que la desnudarse, en realidad lo desnudó a él y lo acostó en su cama, como si desde ese momento no deseara dejárselo a nadie y sólo desease acariciarlo y cuidarlo hasta el fin el mundo.(…) Después ella se acostó junto a él; quería conocer sus secretos, pero él no tenía ninguno que confiarle y ella se enojaba, en broma o en serio; lo sacudía, auscultaba el latido de su corazón y entregaba su pecho para una ocultación semejante, pero no consiguió inducir a Karl a que lo hiciera; apretó su vientre desnudo contra el cuerpo del joven y buscó tan asquerosamente con la mano entre sus piernas que Karl agitándose, intentaba sacar la cabeza y el cuello fuera de la almohada; luego empujó el vientre algunas veces contra él, que se sintió invadido por la sensación de que ella era parte de su propio ser, y quizá fue ese el motivo del terrible desamparo que lo embargo en ese momento. Llorando llegó finalmente a su propia cama, luego de haber escuchado los deseos reiterados que ella expresó de que se volvieran a ver”. La ruptura psíquica de la conciencia del mundo en el joven Karl. La conciencia abierta a la verdad de la realidad ocasiona un terrible desamparo. El individuo se encuentra expuesto a la necesidad y a su frustración. Sus lágrimas encierran la despedida de un adolescente tímido y su entrega a la historia de las relaciones sociales alienadas.
En la novela América, 1912-1913, Franz Kafka nos entrega las desventuras del emigrante: Karl Rossmann. Lo paradójico de la novela de Franz Kafka es portar a su personaje por los movimientos emigratorios del siglo XIX y principios del siglo XX. En momentos históricos claves de las corrientes demográficas universales que transforman las condiciones económicas y políticas de las simetrías conservadoras de la sociedad. La transformación de los excedentes económicos agrarios por los cambios cualitativos y cuantitativos de producción y consumo de los modos de producción asiático y medieval. La capitalización de la agricultura se habrá se constituir por la reducción de las masas de campesinos y la aplicación de nuevos métodos de cultivo y el incremento de excedentes económicos destinados a la exportaciones y pagos de las deudas externas por los préstamos del capitales internacionales. Tanto la emancipación de los siervos de la servidumbre y el cambio legal de los gremios de artesanos se habrán de basar en un mercado abierto a la variabilidad de los precios por la competitividad de la ofertad de mercancías y la debilidad de la demanda. La improductividad tecnológica se penaliza con la quiebra mercantil. La ineficiencia del capitalismo primitivo no resistirá la concentración de capital tecnológico y financiado por el sistema financiero. Todas estas causas económicas liberaron millones de hombres de las sujeciones agrarias atávicas y el bajo nivel de las estructuras gremiales. Arrojados por la necesidad de sobrevivir, millones de emigrantes estuvieron contenidos, por el futuro de la fantasía y la violencia, en la búsqueda de los países que les facilitaran sus subsistencias y la liberación de la aristocracia del Medievo. Decenas de millones de europeos, asiáticos y africanos huyeron en busca de trabajo y asentamiento en tierras remotas. Estas migraciones marcaban el final de una época históricas, donde los hombres se unían de por vida al dominio señorial o comunal. La población, producción, el dominio político y el simbolismo ideológico, reproducían una sociedad de propietarios de rentas agrarias capitalizables y una burguesía de ganancias industriales e intereses crecientes. Se modificaba la industria con reducciones de cantidades de trabajo y salarios. Los vinculos de dominantes a dominados se iban volviendo anónimos. Los hombres valían lo que ganaban en dinero. Las experiencias vitales alienadas de las masas se trasladaban al fetichismo del dinero. La extinción de la alienación de la religión y del poder político sagrado produjo relaciones capitalistas, que exigían la aparición de las ganancias industriales a gran escala y la legalidad de los salarios. El fetichismo del dinero marcaba la transformación del hombre en una mercancía que se vendía en un mercado laboral por un salario en dinero, que reponía las condiciones existenciales. El capitalismo tenía que realizar las ganancias del precio de producción en la circulación monetaria y por tanto la lucha por la competencia.
En este mundo alienado por el fetichismo del dinero, Franz Kafka presenta a su personaje Karl Rossmann. “De repente se encuentra ante la estatua de la diosa de la libertad, que desde hacía un rato la observaba, como si ahora estuviera iluminada por un rayo sol mucho más intenso. Su brazo surgió con la espada en un renovado movimiento, y en torno a su figura soplaron los aires libremente”. El sentimiento de Karl Rossmann es el habitual al de los emigrantes que llegan a New York por primera vez. Construyen la metáfora de la libertad. Una visión del futuro sin el vasallaje europeo. En medio de esta esperanza, Karl Rossmann: “Notó con consternación que se había olvidado su propio paraguas abajo, dentro del barco". Buscando su paraguas se encuentra con un fogonero, que se lamenta de sus dificultades laborales, y de sus conflictos de jerarquía con su superior Shubal. Inmediatamente Karl, se identifica con el sufrimiento del fogonero. Luego Karl y el fogonero establecen, con los oficiales del buque y Shubal, un proceso de veracidad o falsedad por las quejas del fogonero. Éste queda derrotado y vejado y Karl no logra sacarlo del atolladero. Es su primer fracaso entre su piedad y el disimulo de los demás. Con Karl Rossmann, Franz Kafka anticipa un montaje de secuencias de hechos novelados, que recuerdan las fotográficas del cine mudo y en particular, por lo imprevisto, de las películas de Buster Keaton. Las situaciones conflictivas aparecen en sucesión incausada, que enlaza un episodio con otro. Kafka sitúa los acontecimientos en los límites de la radicalidad absoluta de la sorpresa. Es una sorpresa de hechos, sin creencia en su veracidad. En medio de la confusión del carbonero y Shubal, los oficiales de marina y los testigos de la parodia, Karl conoce a su tío el senador norteamericano Edward Jabob. El cual ha recibido una carta de la criada seductora comunicándole la llega a New York de Karl. Con elevado altruismo el senador acoge al sobrino. Lo lleva a su mansión y lo instala allí, donde le revela la carta de la sirvienta que lo ha seducido. La lectura de la carta obliga a Karl a recordar la humillación de su seducción. En la Casa del Tío, Karl observa la fragmentación humana en la actividades de una gran ciudad:” Visto desde arriba parecía una confusa mezcla en la que se hubieran derramado esbozos siempre nuevos de figuras humanas y de techos de vehículos de toda especie; y desde allí se levantaba otra capa más de confusa mezcla, nueva, multiplicada, más salvaje, formada de un ruido, tierra y olores, y todo esto recogido y penetrado por una luz poderosa, constantemente dispersa por la cantidad constante de los objetos, llevados lejos por ellos y traída cuidadosamente otra vez, y que para el ojo embelesado cobraba una corporeidad inmensa, como si en cada momento, en infinitas repeticiones, alguien estrellarse con toda sus fuerza, sobre esta calle, un cristal que cubriera todas las cosas.” En esta imagen de Franz Kafka se descubre la revelación mística y la modernidad metropolitana. Esta sensación mística, lo vuelve cauto.”En realidad él debía examinar y contemplarlo todo, sin dejarse apresar por las cosas”. El desasimiento místico de una realidad desordenada y hostil: una clase social divergente que representaba el senador Edward Jacob. La cual va a provocar el desenlace hostil entre tío y sobrino a cuenta de la marcha a una casa de campo en las afueras de New York. Allí Klara, el señor Poullender y el señor Green lo degradan física y mentalmente. La plutocracia del capital comercial lo va a humillar intensamente a través de la carta que le dirige el tío. “Contra mi voluntad decidiste alejarte de mi lado esta noche, y a si es, mantén la decisión durante toda tu vida; sólo entonces habrá sido una decisión varonil. (…) Si el señor Green olvidara darte tu baúl y tu paraguas, recuérdaselo”. La expulsión de la mística unitiva está realizada. Karl Rossmann tendrá que marchar por el camino de Ramses. Es el itinerario de un emigrante en busca de un empleo.

No hay comentarios: