Dostoievski, en “Memorias del subsuelo”, descubre para la novelística la psicología del hombre del resentimiento. Un individuo sin capacidad de olvido, que activa las huellas del inconsciente, los traumas de la humillación en una reiterada e interiorizada venganza. Las motivaciones de lástima y orgullo le llevan a fabulaciones sadomasoquistas. Con él, aparece el animal con memoria, que rumia sin olvido, que habrá de dar a la aparición de personajes del resentimiento totalitario, su aparición partidaria en las manifestaciones conservadoras de masas del siglo XX. Se uniforma bajo la connivencia y la financiación económica de grupos extremos, en su rencor anticapitalista y en su extremado rigor violento con las actividades de obreros, que reivindican mayores incrementos salariales o peticiones pacifistas en las crisis internacionales. El hombre del resentimiento atacará de manera exterminativa a los oponentes de clase económica e ideológica. Sus sentimientos de rencor se homogenizarán en las simetrías de los uniformes y en movimientos corporales rítmicos. Las sumisiones de mando y rango en la sombría posición del lumpenproletario. El desclase en la mediocridad vengativa. El rencor y el viciado monólogo de esperar escondido en la memoria del subsuelo. La flagelación humillante para penetrar en los delirios esotéricos del futuro, que aguarda en el tiempo del subsuelo.
Sin embargo, Josef K, de Kafka, es la creación literaria de un personaje al que se le limita la duración de la vida por ser un condenado que ignora la culpa por la que es castigado. Josef K cae bajo los límites represivos de instituciones sociales ocultas e independientes que aplastan las relaciones de una voluntad individual libre. Si el lenguaje dostoievskiano reitera la venganza obsesiva del hombre del rencor que se ha separado de la comunidad como sustancia de su realidad y pretende existir manteniendo las quemaduras de una conciencia humillada y sin olvido, Josef K es un individuo de una colectividad falseada que le predestina a ser una persona falsificada, incluirlo en la irracionalidad del ser atrapado en una cotidianidad sin valores absolutos de justicia y libertad. Un mundo social urdido en la ideología de la culpa irredimible, que da al individuo los atributos de estar apresado por delitos desconocidos. Josef K se enfrentará a la fatalidad del destino personal bajo el proceso por un delito del cual desconoce la causa. Es un ser predestinado por regulaciones jurídicas capaces de ejecutar y definir la fatalidad de la culpa irredimible, elevada a los distintivos de las bestias agresivas y solitarias de los seres modificados por la inoculación del odio.
En las anotaciones del diario, coexistentes a la escritura de la novela El Proceso, Kafka cuenta:“ No puedo seguir escribiendo. Me encuentro en el límite definitivo, ante el cual debo permanecer de nuevo décadas enteras, para empezar una vez más una nueva historia que quedará inconclusa. Este destino me está persiguiendo.”
Las novelas de Kafka suelen quedar inacabas, en correlación a las dilaciones de la intuición creadora, que dan sentido a la complejidad de una situación existencial angustiosa, de escaso perfeccionamiento formal y sentido real de los actos justos, en un mundo sin temor ni espera. Los estados de ánimo depresivos, le impiden a Kafka proseguir sus trabajos en un acto lúcido, que le posibilite intuir las formas del conocimiento, en la trabazón social del dominio de la familia autoritarias y la sociedad intransigente, que imponen la fuerza imperativa, monótona, persistente y absurda.
La sociedad kafkiana, de las dos décadas primeras del siglo XX, se hunde en un modelo de reproducción social autoritario, que se mantiene sobre la manipulación de las conciencia invertida por el empleo del poder absoluto. Kafka pertenece a una sociedad agotada, de relaciones de poder autoritarias, que se ocultan en un cinismo simplificador de la verdad para ocultar las discontinuidades de un orden social de inestabilidad interminable. Los relatos kafkianos están en la provisionalidad emocional e intelectiva de una concepción del mundo inmanente a los flujos temporales de la memoria histórica, en su extinción social. Si para Dostoievski hay el sufrimiento de la redención trascendente, para Kafka la fatalidad de su existencia pertenece a la oscuridad de una sociedad vigilada por la delación y la injusticia arbitraria. El individuo está sujeto al sinsentido de una sociedad, que deja la radicalidad de la existencia vacía, y el límite natural de la durabilidad en el silencio infinito de la muerte.
La vida de Josef K, en el Proceso, se determina sobre un delito desconocido, que le imponen fuerzas sociales irracionales. Su condena se manifiesta en la estructura de la tragedia del absurdo. La vida de Josef K habrá de ser la confirmación de una sentencia condenatoria por un delito que ignora. Nunca podrá defenderse hasta llegar al extremo de su asesinato como una víctima degollada. Josef K está en la gratuidad de la negación del hombre sin culpa, castigado por el procedimiento de conservación de una sociedad en decadencia.
Si la tragedia de la negación consiste en adoptar una actitud de no gustar ni participar de un mundo carente de valores trascendentes e intemporales, la tragedia de Josef K es la negación de un proceso judicial interminable del que ignora su procedencia y finalidad. Josef K buscará una entrada en la historia circular de los poseedores de la crueldad. Lo finito humano se adentra en lo infinito de la voluntad organizada en institución de poder. Josef K soporta el resentimiento, aplicado a debilitar y acabar con el hombre real y consciente.
La novela, “El Proceso”, se inicia con el arresto de Josef K. La Policía entra en su domicilio cuando él está dormido. Se encuentra desnudo ante la interrupción de los sujetos obedientes al mandato de detenerlo. La acción está dirigida a debilitar su identidad. Un individuo sorprendido está desnudo ante la coacción. El comienzo del terror exige que el individuo retorne a la desnudez natural.
“¿Quién es usted?- preguntó K, incorporándose en la cama. El hombre, sin embargo, pasó por lo alto la pregunta, como si fuera completamente natural su presencia en aquella casa y se contestó con una pregunta a su vez:
-Ha llamado usted.
-Anna tiene que traerme el desayuno-dijo K-, tratando de establecer por conjeturas, quién podía ser aquel hombre. Pero el otro no se entretuvo en dejarse examinar, sino que volviéndose hacia la puerta, la entreabrió para decir a alguien que parecía encontrarse detrás de ella:
- ¡Desea que Anna le traiga el desayuno!.
En la pieza vecina se oyó una risita que, a juzgar por el ruido, no era posible determinar si pertenecía a una o varias personas. Aunque el extraño no hubiera podido averiguar por esa risa lo que no sabía de antemano, dijo a K, en tono de aviso:
-Es imposible.”
Se inicia el acceso a la dependencia de la voluntad ajena. Es un factor de sorpresa y de debilitamiento de la conducta del detenido.
“-No quiero ni quedarme aquí, ni que usted me dirija palabra en tanto no me diga quién es.”
En la habitación vecina había otro hombre, sentado junto a la ventana abierta, y provisto de un libro, del que apartó la mirada al ver entrar a Josef K.
“-Hubiera debido de permanece en su habitación. ¿No se lo dijo Franz?
-Sí, pero, ¿qué desea usted?- dijo K, apartando los ojos del nuevo personaje para mirar a aquel a quien acababa de llamar Franz, que permanecía en el umbral de la puerta.”
Franz Kafka denuncia la pasividad del extraño, introduciendo en la narración a los espectadores que observan su detención, como si con ello intentase introducir la indiferencia con respecto a lo ajeno, dándole la singularidad del espectáculo de la desgracia extraña.
“Por la ventana abierta se volvió a ver a la anciana vecina, que continuaba apoyada en la suya, contemplando la escena con curiosidad verdaderamente senil, como para no perder nada de lo que allí ocurría.
K hizo un movimiento para liberarse de los hombres.
-No dijo el que estaba junto a la ventana, dejando su libro sobre una mesita y poniéndose de pie- No tiene derecho a salir está detenido.
K añadió: ¿por qué?
-No estamos aquí para decírselo. Vuelva a su cuarto y espere.
Ambos examinaron su camisa y le aconsejaron que se vistiera con ropa de inferior calidad, manifestándole que ellos se harían cargo de lo que llevaba puesto así como de toda su ropa blanca, y que se la devolverían en el caso de que el asunto terminase bien.
-El mejor, le dijeron, que nos confíe sus cosas para que las guardemos, pues en el depósito se producen con frecuencia pérdidas, y por otra parte allí se acostumbra a revender todo pasado cierto tiempo, sin que nadie se moleste en averiguar si el proceso ha terminado o no. De todas las maneras el depósito le devolverá a usted el dinero obtenido de la venta, pero no sería gran cosa ya que en la operación el precio no está determinado por la importancia de la oferta si no por los sobornos, y además la experiencia demuestra que esa sumas disminuyen al pasar de mano en mano.”
Los verdugos de los campos de exterminio arrancaban las muelas de oro a las víctimas y en las crisis económicas el patrimonio escaso de los trabajadores se vende a los compradores de oro. Las familias asalariadas no dejan patrimonio a sus sucesores. De una manera o de otra lo pierden en la vejez.
“¿Qué clase de hombres eran aquellos? ¿De qué hablaban?¿A qué departamento oficial pertenecían”.
Se disponía a comer su propio desayuno. Los esfuerzos de Josef K por identificarse resultan nulos. Los agentes no los admiten.
“No puede haber ningún error. Las autoridades a cuyo servicio estamos, y de las que únicamente conozco los grados inferiores, no son las que buscan los delitos del pueblo, sino que son atraídas por el delito y entonces nos envía a nosotros, los agentes de la ley y no puede haber ningún error.
-Yo no conozco esa ley- dijo K. (…)
-Tú lo ves William; reconoce que ignora la ley pero al mismo tiempo afirma que es inocente” (…)
Apoyados en la ventana de enfrente hallábase de nuevos los dos ancianos; pero ahora el número de espectadores había crecido, pues detrás de ellos se veía un hombre que les excedía mucho de altura. Éste tenía la camisa abierta en el pecho y no cesaba de retorcerse su barba rojiza entre los dedos.
Dijo el oficial: tampoco puedo decir que usted está detenido, o mejo dicho, no sé si lo está. La verdad es que está detenido y no sé más. (…) Mi misión era informarlo; ya lo he hecho, y he visto como lo ha tomado. Por hoy es suficiente, de modo que podríamos despedirnos, transitoriamente, por supuesto. Me imagino que querrá ir al banco.
“-¿Cómo puedo ir al banco si estoy arrestado?
-No me ha comprendido. Cierto que está detenido, pero eso no le impide en modo alguno cumplir con sus obligaciones. No debe alterar su vida cotidiana.
Por aquella noche- el tiempo había transcurrido muy rápidamente en medio de un activo trabajo y de una gran cantidad de cordiales felicitaciones en el día de su cumpleaños-K prefirió encaminarse a su casa inmediatamente.
Sí- dijo ella en voz baja-, pero no tiene que tomar la cosa demasiado a lo trágico. Son cosas que pasan en el mundo.”
Sin embargo, Josef K, de Kafka, es la creación literaria de un personaje al que se le limita la duración de la vida por ser un condenado que ignora la culpa por la que es castigado. Josef K cae bajo los límites represivos de instituciones sociales ocultas e independientes que aplastan las relaciones de una voluntad individual libre. Si el lenguaje dostoievskiano reitera la venganza obsesiva del hombre del rencor que se ha separado de la comunidad como sustancia de su realidad y pretende existir manteniendo las quemaduras de una conciencia humillada y sin olvido, Josef K es un individuo de una colectividad falseada que le predestina a ser una persona falsificada, incluirlo en la irracionalidad del ser atrapado en una cotidianidad sin valores absolutos de justicia y libertad. Un mundo social urdido en la ideología de la culpa irredimible, que da al individuo los atributos de estar apresado por delitos desconocidos. Josef K se enfrentará a la fatalidad del destino personal bajo el proceso por un delito del cual desconoce la causa. Es un ser predestinado por regulaciones jurídicas capaces de ejecutar y definir la fatalidad de la culpa irredimible, elevada a los distintivos de las bestias agresivas y solitarias de los seres modificados por la inoculación del odio.
En las anotaciones del diario, coexistentes a la escritura de la novela El Proceso, Kafka cuenta:“ No puedo seguir escribiendo. Me encuentro en el límite definitivo, ante el cual debo permanecer de nuevo décadas enteras, para empezar una vez más una nueva historia que quedará inconclusa. Este destino me está persiguiendo.”
Las novelas de Kafka suelen quedar inacabas, en correlación a las dilaciones de la intuición creadora, que dan sentido a la complejidad de una situación existencial angustiosa, de escaso perfeccionamiento formal y sentido real de los actos justos, en un mundo sin temor ni espera. Los estados de ánimo depresivos, le impiden a Kafka proseguir sus trabajos en un acto lúcido, que le posibilite intuir las formas del conocimiento, en la trabazón social del dominio de la familia autoritarias y la sociedad intransigente, que imponen la fuerza imperativa, monótona, persistente y absurda.
La sociedad kafkiana, de las dos décadas primeras del siglo XX, se hunde en un modelo de reproducción social autoritario, que se mantiene sobre la manipulación de las conciencia invertida por el empleo del poder absoluto. Kafka pertenece a una sociedad agotada, de relaciones de poder autoritarias, que se ocultan en un cinismo simplificador de la verdad para ocultar las discontinuidades de un orden social de inestabilidad interminable. Los relatos kafkianos están en la provisionalidad emocional e intelectiva de una concepción del mundo inmanente a los flujos temporales de la memoria histórica, en su extinción social. Si para Dostoievski hay el sufrimiento de la redención trascendente, para Kafka la fatalidad de su existencia pertenece a la oscuridad de una sociedad vigilada por la delación y la injusticia arbitraria. El individuo está sujeto al sinsentido de una sociedad, que deja la radicalidad de la existencia vacía, y el límite natural de la durabilidad en el silencio infinito de la muerte.
La vida de Josef K, en el Proceso, se determina sobre un delito desconocido, que le imponen fuerzas sociales irracionales. Su condena se manifiesta en la estructura de la tragedia del absurdo. La vida de Josef K habrá de ser la confirmación de una sentencia condenatoria por un delito que ignora. Nunca podrá defenderse hasta llegar al extremo de su asesinato como una víctima degollada. Josef K está en la gratuidad de la negación del hombre sin culpa, castigado por el procedimiento de conservación de una sociedad en decadencia.
Si la tragedia de la negación consiste en adoptar una actitud de no gustar ni participar de un mundo carente de valores trascendentes e intemporales, la tragedia de Josef K es la negación de un proceso judicial interminable del que ignora su procedencia y finalidad. Josef K buscará una entrada en la historia circular de los poseedores de la crueldad. Lo finito humano se adentra en lo infinito de la voluntad organizada en institución de poder. Josef K soporta el resentimiento, aplicado a debilitar y acabar con el hombre real y consciente.
La novela, “El Proceso”, se inicia con el arresto de Josef K. La Policía entra en su domicilio cuando él está dormido. Se encuentra desnudo ante la interrupción de los sujetos obedientes al mandato de detenerlo. La acción está dirigida a debilitar su identidad. Un individuo sorprendido está desnudo ante la coacción. El comienzo del terror exige que el individuo retorne a la desnudez natural.
“¿Quién es usted?- preguntó K, incorporándose en la cama. El hombre, sin embargo, pasó por lo alto la pregunta, como si fuera completamente natural su presencia en aquella casa y se contestó con una pregunta a su vez:
-Ha llamado usted.
-Anna tiene que traerme el desayuno-dijo K-, tratando de establecer por conjeturas, quién podía ser aquel hombre. Pero el otro no se entretuvo en dejarse examinar, sino que volviéndose hacia la puerta, la entreabrió para decir a alguien que parecía encontrarse detrás de ella:
- ¡Desea que Anna le traiga el desayuno!.
En la pieza vecina se oyó una risita que, a juzgar por el ruido, no era posible determinar si pertenecía a una o varias personas. Aunque el extraño no hubiera podido averiguar por esa risa lo que no sabía de antemano, dijo a K, en tono de aviso:
-Es imposible.”
Se inicia el acceso a la dependencia de la voluntad ajena. Es un factor de sorpresa y de debilitamiento de la conducta del detenido.
“-No quiero ni quedarme aquí, ni que usted me dirija palabra en tanto no me diga quién es.”
En la habitación vecina había otro hombre, sentado junto a la ventana abierta, y provisto de un libro, del que apartó la mirada al ver entrar a Josef K.
“-Hubiera debido de permanece en su habitación. ¿No se lo dijo Franz?
-Sí, pero, ¿qué desea usted?- dijo K, apartando los ojos del nuevo personaje para mirar a aquel a quien acababa de llamar Franz, que permanecía en el umbral de la puerta.”
Franz Kafka denuncia la pasividad del extraño, introduciendo en la narración a los espectadores que observan su detención, como si con ello intentase introducir la indiferencia con respecto a lo ajeno, dándole la singularidad del espectáculo de la desgracia extraña.
“Por la ventana abierta se volvió a ver a la anciana vecina, que continuaba apoyada en la suya, contemplando la escena con curiosidad verdaderamente senil, como para no perder nada de lo que allí ocurría.
K hizo un movimiento para liberarse de los hombres.
-No dijo el que estaba junto a la ventana, dejando su libro sobre una mesita y poniéndose de pie- No tiene derecho a salir está detenido.
K añadió: ¿por qué?
-No estamos aquí para decírselo. Vuelva a su cuarto y espere.
Ambos examinaron su camisa y le aconsejaron que se vistiera con ropa de inferior calidad, manifestándole que ellos se harían cargo de lo que llevaba puesto así como de toda su ropa blanca, y que se la devolverían en el caso de que el asunto terminase bien.
-El mejor, le dijeron, que nos confíe sus cosas para que las guardemos, pues en el depósito se producen con frecuencia pérdidas, y por otra parte allí se acostumbra a revender todo pasado cierto tiempo, sin que nadie se moleste en averiguar si el proceso ha terminado o no. De todas las maneras el depósito le devolverá a usted el dinero obtenido de la venta, pero no sería gran cosa ya que en la operación el precio no está determinado por la importancia de la oferta si no por los sobornos, y además la experiencia demuestra que esa sumas disminuyen al pasar de mano en mano.”
Los verdugos de los campos de exterminio arrancaban las muelas de oro a las víctimas y en las crisis económicas el patrimonio escaso de los trabajadores se vende a los compradores de oro. Las familias asalariadas no dejan patrimonio a sus sucesores. De una manera o de otra lo pierden en la vejez.
“¿Qué clase de hombres eran aquellos? ¿De qué hablaban?¿A qué departamento oficial pertenecían”.
Se disponía a comer su propio desayuno. Los esfuerzos de Josef K por identificarse resultan nulos. Los agentes no los admiten.
“No puede haber ningún error. Las autoridades a cuyo servicio estamos, y de las que únicamente conozco los grados inferiores, no son las que buscan los delitos del pueblo, sino que son atraídas por el delito y entonces nos envía a nosotros, los agentes de la ley y no puede haber ningún error.
-Yo no conozco esa ley- dijo K. (…)
-Tú lo ves William; reconoce que ignora la ley pero al mismo tiempo afirma que es inocente” (…)
Apoyados en la ventana de enfrente hallábase de nuevos los dos ancianos; pero ahora el número de espectadores había crecido, pues detrás de ellos se veía un hombre que les excedía mucho de altura. Éste tenía la camisa abierta en el pecho y no cesaba de retorcerse su barba rojiza entre los dedos.
Dijo el oficial: tampoco puedo decir que usted está detenido, o mejo dicho, no sé si lo está. La verdad es que está detenido y no sé más. (…) Mi misión era informarlo; ya lo he hecho, y he visto como lo ha tomado. Por hoy es suficiente, de modo que podríamos despedirnos, transitoriamente, por supuesto. Me imagino que querrá ir al banco.
“-¿Cómo puedo ir al banco si estoy arrestado?
-No me ha comprendido. Cierto que está detenido, pero eso no le impide en modo alguno cumplir con sus obligaciones. No debe alterar su vida cotidiana.
Por aquella noche- el tiempo había transcurrido muy rápidamente en medio de un activo trabajo y de una gran cantidad de cordiales felicitaciones en el día de su cumpleaños-K prefirió encaminarse a su casa inmediatamente.
Sí- dijo ella en voz baja-, pero no tiene que tomar la cosa demasiado a lo trágico. Son cosas que pasan en el mundo.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario