viernes, 26 de noviembre de 2010

Yasunari Kawabata: El Lago (4)

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“Los niños caminaban hacia el cielo corriendo por el centro de la cuesta. Salvajes en sus travesuras, no corrían peligro de ser atropellados, ya que había escaso tráfico y muy poca gente. Todavía es posible encontrar sitios así, al menos en los distritos residenciales alrededor de Tokyo.
Solamente una chica con un perro se acercaba desde el pie de una cuesta. No había otra persona, Gimpei Momoi, que la seguía. Pero éste no podía considerarse como una persona, ya que Gimpei estaba absolutamente obsesionado con la chica. Ella iba caminando por la sombra de los árboles que se alineaban a un lado de la calzada. (…) Los árboles de la avenida eran altos, y sus primeras hojas, aún pequeñas, todavía no eran lo suficientemente densas para ocultar las ramas. El sol, poniéndose, brillaba a través de las hojas dando claros y sombras, según la altura de las hojas, según la altura de cada hoja y la manera que estaba orientada. La chica estaba bañada por una fresca luz verde. Llevaba un suéter de lana blanco y unos tejanos desgastados y grises, pero las vueltas de los pantalones eran de cuadros rojos. Llevaba los tejanos un poco cortos, y su piel clara asomaba por encima de sus zapatos de lona, sujetaba su cabello en una cola de caballo, mostrando la delicada curva de su cuello y sus hombros se inclinaban hacia delante, debido al perro que tiraba de la correa. Gimpei estaba perdido en su belleza, e incluso el color de la piel, que aparecía entre los cuadros rojos y sus zapatos blancos, pesaba tanto en su corazón como si lo estuviese matando.”
Kawabata escribe, con la extrema minuciosidad visual del pintor impresionista, sobre los estímulos exteriores que excitan la sensibilidad. La exterioridad del mundo que lo circunda se convierte en excitaciones descriptivas de vivencias espirituales. Su leguaje se adapta a los ritmos del paisaje y a los ritmos interiores de los personajes. Hay un juego de correspondencias entre los estados de ánimo de los personajes y las circunstancias que los envuelven. El personaje y el entorno se mezclan en una situación única de experiencia. La naturaleza y sus cambios adquieren las tonalidades de las vivencias de los personajes y recíprocamente. De manera que el personaje ancla la permanencia de las cosas a su existencia. La chica camina por la sombra de los árboles que se alinean a un lado de la calzada. El ritmo de las sombras y el ritmo corporal de la chica se juntan en un movimiento unitario. En un trávelin cinematográfico los árboles de la avenida son atraídos a un primer plano y a un mayor acercamiento las primeras hojas, pequeñas aún, que no son lo suficientemente densas para ocultar las ramas. Luego la cámara cinematográfica se aleja para llegar la secuencia plena del sol que brilla a través de las hojas, dando claros y sombras según la altura de las hojas, y la manera en que se orientan. La chica se introduce en una fresca luz verde. La imagen unitaria de la luz natural y la luz espiritual. La conciencia se temporaliza en un arrobo de intenso sentimiento de admiración y trascendencia de lo natural y lo humano. Las sensaciones diferentes de temperatura y color se asocian al éxtasis de la luz. El tiempo de la luz única del espíritu penetra en los estados del éxtasis.
Kawabata introduce en su relato la experiencia del tiempo para comunicar los efectos espirituales del mismo, que habrán de conformar los instantes de una conciencia que se desliga de los hábitos ordinarios. El presente existencial adquiera significado absoluto en la totalidad del hombre y su mundo. Se está en el presente concluyente de las percepciones espirituales, que se imprimen en la exaltación misteriosa de la vida. La memoria del pretérito queda suspendida en sus cargas traumáticas. El tiempo presente es la multiplicidad de las impresiones de los sentidos.
Kawabata experimenta los conflictos de historia y naturaleza en la extrema sensibilidad de las armonías y desarmonías de la espiritualidad y la naturaleza. En ellas encuentra el sentido del mundo y su trascendencia. La luz natural es como un foco que ilumina los acontecimientos del devenir de la existencia y de su esencia espiritual. Es la iluminación de la moral natural taoísta: “El cielo y la tierra se unirían para hacer bajar un dulce rocío. Los pueblos sin constricción alguna se pacificarían por sí mismos. El Tao es al Universo lo que los arroyos y los valles son al río y al mar.”

2
La obra literatura Kawabata asimila también la cultura europea, que le ofrece las concepciones vitales de una sociedad impregnada de una cotidianidad sociológica y económica sin el orden ritual cronológico de la naturaleza. El arte japonés de Kawabata se inscribe en los movimientos culturales europeos, del impresionismo, del futurismo italiano, del expresionismo de Chagall y Vincent Van Gogh, del cubismo de Picasso y del surrealismo. La visión de la pintura impresionista europea influye en la narrativa japonesa del siglo XX como a su vez el arte japonés influencia los movimientos del expresionismo de Gauguin y Vincent van Gogh. El director de cine japonés Akira Kurosawa aúna las técnicas representativas de la dinámica de la historia japonesa al expresionismo pictórico y cinematográfico europeos. La incidencia de la luz sobre el objeto, más que a la exacta representación de sus formas, representa los objetos naturales bañados en la luz, que difumina sus contornos y refleja los colores de los objetos circundantes en las zonas de penumbra. La literatura impresionista también reproduce las impresiones naturales y psíquicas. Las percepciones del lector y del escritor se unen en instantes psicológicos y naturales. Las luces y las sombras coloreadas del pensamiento se diluyen en correspondencias que simultáneamente se relacionan a la particularidad del individuo y su universalidad en el Cosmos. La estructura psíquica del individuo se constituye en el cernedero de lo bello natural y en la inocencia del individuo moral. Hay interacción de espiritualidad y naturaleza. Kawabata traba el pretérito y el futuro en simultaneidad con el presente. De esta forma el tiempo no es lineal y progresivo, sino un tiempo complejo. Así desaparecen las experiencias cronológicas de una temporalidad exterior y física monótona, angustiosa y regulada. La existencia del individuo se vuelva compleja al atraer hacia sí el pretérito en simultaneidad con el presente. El hombre alcanza una temporalidad compleja que se desdobla en vivencias coexistentes como segmentos del tiempo de la memoria y de la experiencia. La angustia cronológica y homogénea se difumina en la juntura del pasado lejano y presente vivencial. Los actos humanos reverberan en la pátina de lo cotidiano trascendente. El tiempo no es rutina de la repetición de lo mismo. La experiencia del tiempo de la vida se vuelve temporalidad absoluta del tiempo del espíritu. El Tao es la espiritualidad de lo expresado y no expresado, del lenguaje de las cosas y del lenguaje del hombre. Espíritu y naturaleza se complementan.
3
Narra Kawabata: “Gimpei sintió que las lágrimas llegaban a sus cansados párpados, como si estuviera caminando entre un viento helado, y su respiración era entrecortada incluso sobre la suave pendiente. Débil y adormecido, no podía alcanzar a la chica. Todavía no había visto su cara. Quería sólo caminar a su lado y hablar con ella de…bueno, del perro quizá No habría otra oportunidad, y a Gimpei le parecía increíble, incluso que esta oportunidad existiese. Levantó su mano y la agitó. Esto era en parte una costumbre que tenía cuando hablaba consigo mismo, pero también era porque algo le había hecho sentir la sensación que había experimentado, cuando era niño, al coger el cuerpo tibio de un ratón. Los ojos del ratón estaban fijos y de su boca goteaba sangre. Un terrier, en casa de Yayoi, cerca del lago, había cogido un ratón en la cocina. El perro se había quedado quieto, sosteniéndolo en la boca sin saber qué hacer, hasta que lo dejó mansamente.
-Ya está bien. ¡Bien!.¡Buen perro!-Yayoy lo abrazó, y mandó a Gimpei que se llevara el ratón. Lo cogió aceleradamente y vio que habían caído unas gotas de sangre, en la madera del suelo. El calor del cuerpo le hizo sentir un hormigueo en la espalda, pero aunque sus ojos estaban vidriosos, había todavía algo bello en ellos.” Siempre lo bello está presente. Como si fuera el montaje técnico de un film, Kawabata monta las secuencias pretéritas de la vida de su personaje en el presente del lector. De manera que éste capte un tiempo simultáneo y complejo. Éste debe unir el presente de la secuencia del seguimiento de la chica en la memoria del pretérito traumático de Gimpei. El lector siente el cuerpo tibio del ratón y las gotas de sangre en instante de la vida de Gimpei. En la conciencia del lector hay simultaneidad del pasado y del presente. La vida psíquica adquiere un bucle de retorno al pretérito. Gimpei está en dos planos temporales a la vez: el sentimiento del recuerdo que se une al presente. El hombre vive a la vez que recuerda.
“Fue la necesidad de hablar con la chica, usando su perro o algo similar como excusa para entablar conversación lo que había hecho a Gimpei recordar al terrier que había cazado al ratón.(…) De todas formas estaba seguro de que el perro de la chica le mordería si se acercaba demasiado, aunque no era esta la razón por la que se sentía incapaz de alcanzarla. Mientras caminaba, se detuvo para soltar la correa del collar del perro. Una vez suelto, el animal corrió delante de ella, luego volvió atrás y llegó hasta los pies de Gimpei. Empezó a olfatear sus zapatos.
-¡Eh!- Gimpei salto hacia atrás con un grito.
-¡Fuku! ¡Fuku!- la chica llamó al perro.
-¡Socorro!
El rostro de Gimpei se había quedado sin color.
-¡Qué susto!.”
El montaje, de la secuencia del ratón cazado por el terrier, es sincrónico a la secuencia actual del perro que husmea en los zapatos de Gimpei. El tiempo de la percepción narrativa se ha vuelto complejo en la conciencia del lector hasta el clímax de las gotas de sangre del ratón en la madera del suelo. Kawbata utiliza un tiempo complejo y regresivo para describir la estructura psíquica de su personaje. Evidentemente el tiempo de la narración establece bucles de temporalidad psíquica. El individuo actual adquiere conocimiento de la realidad a través de un tiempo de secuencias simultáneas: la búsqueda del pasado desde las sensaciones del presente. La vida actual se impregna de lo vivido.

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