jueves, 10 de marzo de 2011

Atlantes y Erinias (1)

Uno de los personajes de Fiódor Dostoievski, en la novela Los hermanos Karamásovi, Markel, nos ha dejado una reflexión de la responsabilidad de los actos del Ser humano ante la Comunidad Social. La culpabilidad por los actos y el castigo que le corresponde. Para Dostoievski la culpa no es el delito. La culpa es moral y el castigo también. El castigo que se impone por la culpa pretende redimir al culpable. El delito se codifica y se aísla en la abstracción. Quien impone el castigo de la culpa es un grupo social que quiere unificarse en la voluntad de Dios. Este grupo posee el carisma de la trascendencia. El grupo carismático niega la conversión de la culpa en castigo reglado. Se niega la justicia de las instituciones de poder sin el carisma del elegido. Lo racional-legal resalta el delito y la no redención moral de la culpa.
Ante el antagonismo de culpa y delito, Markel exige la salvación del hombre por su incorporación a una comunidad divina que se somete a los deseos de un Dios nunca ausente. La culpa se integra en las relaciones de perdón de la comunidad divina. Será una moral en la que el pecador halla su salvación reflexionando el daño causado a la colectividad como sujeto de salvación. El no arrepentimiento ante el mal daña su supervivencia más allá de la muerte, ya que se detiene la certidumbre de la resurrección del cuerpo muerto.
El personaje de Dostoievski sitúa la salvación del hombre dentro de la comunidad que espera la mirada de dios. Por esto dice Markel: “Todos somos culpables de todo y por todos.” Es un Todo que fía su esperanza a la presencia de un dios que puede ocultarse. Entonces habría una angustia de esperar sin esperanza. Por Todo está el porvenir de la redención. La culpabilidad de todo y por todos expresa que la voluntad no es autónoma. Pertenece a un Todo que se muestra en la Unidad de todos. Dentro de la colectividad mística el acto individual es un acto de todos. Salvación y condena por los actos propios y ajenos. No hay un código convencional, cercado por la utilidad de diferenciar y castigar individualmente al culpable, sin que los otros sujetos admitan su participación por el hecho de ser también humanos. Se castiga al culpable y este castigo redime el daño causado. Se saldan las cuentas del delito cuantificando la privación de la libertad. El individuo culpable debe entregar parte de su existencia en intercambio por el valor del delito.
Para Dostoievski la culpa y el castigo correlacionan la redención del cuerpo y la salvación. En somos culpables de todo es lo sagrado del hombre ante lo convencional del delito.
El cristianismo gnóstico de Dostoievski se fija a la fe que manifiesta el humanismo del pueblo eslavo ante un dios que agoniza eternamente por la inhumanidad de los grandes inquisidores de la manipulación de la esperanza redentora. El deicidio como instrumento político no es redención divina. La culpabilidad unifica amor y fe de reparación del mal.
Para Dostoievski el gnosticismo promete que los actos humanos implican el secreto divino de la elección y la redención a través de la pasión por existir de la colectividad. La fe perpetúa la existencia colectiva. Las semillas del Ser Divino van cayendo de la transcendencia a la responsabilidad moral colectiva. La comunidad salva del mal.
El mundo moral de Dostoievski exige que no haya una violencia justificada por la autocracia ni que los hombres sean las contradicciones irresueltas de una sociedad dividida en clases. Sus personajes están en el desorden de la pasión de vivir y el arrepentimiento del desorden de sus pasiones. Las leyes mecanizan lo pasional de la religiosidad.
2
Por las pasiones del tener y la sexualidad, los personajes de Dostoievski se refugian en poliedros trágicos del crimen, la avaricia y la redención divina. Están en los transparentes poliedros que posibilitan la predestinación de la voluntad sujeta al mal. La culpabilidad se vuelve un espacio homogéneo, donde la voluntad se entrelaza al fatalismo orgiástico del Ser culpable de todo y por todos. En los poliedros trágicos de cristal están los gritos de los condenados que encierran la totalidad de la culpa transgresora, aunque la gran la culpa es solidaria a la desmemoria del sufrimiento. El mal se ve en los poliedros de cristal de la comunidad carismática que padece el desorden de la Naturaleza y de la Historia.
Dostoievski reflexiona en la culpabilidad y en la desmemoria. El culpable y el ignorante se unen en la orgía vitalista del perdón. Un juego de víctimas y verdugos a la espera del Juicio Dios. Este juego falla cuando alguno de los jugadores quiere salir de él por el suicido. El suicida argumenta que el mundo y la existencia humana no poseen verdad ni significado. El suicida quiere estar fuera de la existencia humanizada por la esperanza mística.

No hay comentarios: