martes, 5 de julio de 2011

Esperanza y desasosiego.

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Verdaderamente no estamos solos, ya que somos destino trascendente. Nos confunden la esperanza y el desasosiego. No sabemos qué esperamos de las sombras, ni tampoco del sol detrás de las vidrieras. Se puede caer en la mímesis de la nada por el furor de no hallar acompañantes que nos muestren algún lugar de dicha. Los viejos amigos que se quedan solos y nosotros con ellos. Ser como una bajamar y no preguntar por la hora de la pleamar. Las causas materiales que nos mantienen vivos disimulan nuestra vaguedad de espíritu. La marioneta que se articula en la mano que escodemos tiene un rostro desconocido. La marioneta del rostro del otro se nos da a la memoria en un olvido. Estar es olvidar. El ser del hombre es una apuesta de seguridad en las circunstancias inarticuladas del mundo. Debe hallarse un lugar resquicio en la historia como un corte de la navaja en la hierba verde. El corte del compromiso moral del individuo y la multitud por la verdad del significado de la vida. La fiesta es un lugar de encuentro por el compromiso de la verdad.
Pero también en la fiesta se puede estar fuera y entonces llega el desasosiego y su inquietud. Entonces el desasosiego que nos llega en el frío del insomnio. Nadie nos ha hecho con el placer de los sueños. Cerca de las orillas de los ríos hay barcas de maderas sin la quilla y las olas del río dibujan mapas de cristal de encuentros de magnolias y jazmines. También en los sueños se juntan las flores secas y las esquinas de calles que asustan por su grave sonido de ausencia. Las despedidas no vuelven, sólo son clics de luz en paredes blancas. El suelo ajedrezado no está trazado para victorias de desarraigados. El desarraigo es un juguete que a veces ríe. No basta estar hecho de barro, pues a veces somos frágiles cañas que se agitan en su destino. Nuestra condición biológica no admite el delirio de la eternidad. Igual que Ícaro, alas de cera, buscamos el sol del mito. Las mañanas de sol con el fondo claro del mar.
Decía Albert Camus, en su ensayo El Mito de Sísifo:” Juzgar si la vida vale o no vale la pena de vivirla o no vivirla es responder a la pregunta fundamentar de la filosofía”. Pero para juzgar y responde, uno debe no hallarse ante una vida que nos haya sido entregada como herencia sociológica. Sopesar el valor necesario de la vida es hallarse dentro de la coyuntura actual de la historia. La libertad no nos es dada fuera de la necesidad. La libertad no la entregan como la noche de reyes del inocente, la libertad se pierde y gana en los claroscuros de la vida. Estamos arrojados al mundo de la vida. Es la gran sorpresa del niño que juega y un día se cansa y quiere encontrar, detrás de los cristales de su ventana, la explicación de los que corren por las aceras persiguiendo lo inaprensible. La pérdida de la infancia es un golpe de viento que cierra la puerta de un corredor. La naturaleza real de las cosas está detrás de una ventana vigilada
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En la lucha dialéctica hegeliana, la subjetividad del amo y la objetividad del esclavo se encuentran en el punto nodal del Espíritu de la libertad. El amo no tiene existencia sin la naturaleza del esclavo. El esclavo no tiene existencia sin la subjetividad del amo. Se enfrentan en la negación de la negación. Se existe frente a la negación que te anula. El amo existe en el existir del esclavo. La libertad del esclavo radica en apoderarse de las necesidades del amo. Más que repensar en el sinsentido de la vida, permanecemos en la negación que sitúa la ruptura de la esclavitud.
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El siglo XIX no quiso a Dios y quiso al Amo. Era la visión apocalíptica de la rebeldía. El hombre se olvida de dios e interioriza al Amo como su dios. Es la revolución del sadismo y revolución metafísica. En la rebelión del esclavo contra el amo, el esclavo quiere su emancipación social dentro de las funciones del Estado. El anarquismo se entrega a construir nuevas iglesias góticas para la emancipación del hombre en su condición de hombre sin dios.
Escribe Albert Camus:
“¿Qué es un hombre rebelde? Un hombre que dice no. Pero negar no es renunciar: es también un hombre que dice sí desde su primer movimiento. (...) El rebelde (es decir, el que se vuelve o revuelve contra algo) da media vuelta. Marchaba bajo el látigo del amo y he aquí que hace frente. Opone lo que es preferible a lo que no lo es.”
Las masas sociales del siglo XX buscan significado histórico a la validez de la humanidad mediante la ética de la acción. Pero hay algo oscuro en la estructura psíquica del hombre que lo convierte en un ser desafortunado, que insiste en elegir mal con respecto a los objetivos de su pensamiento político. Insistentemente lo engañan y se compadece de sí mismo. Manifiesta su inferioridad sobre las instituciones que él ha elegido y que lo engañan. Se convierte en un hombre desengañado del Amo y de dios. Pero la aventura de la existencia es hallar la verdad de las contradicciones de dominio por la repetición de la esperanza.

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