miércoles, 26 de octubre de 2011

Caravaggio y el delirio de la realidad.

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El efecto final de la vida de un hombre es lapidario. Michelangelo Merisi da Caravaggio (1571 –1610). Pintor italiano. Exponente de la pintura del arte Barroco. Ésta es la inscripción en una lámina de historia sin memoria. Hay imágenes de Caravaggio en la brumosa oscuridad de su pintura. El tiempo marca a todos los hombres como lapidarios. Ellos no dejan casi nada, tal vez un arañazo en el brazo de madera de un sillón o, incluso, un silencio inexpresivo en una fotografía, el vaso de agua que no se bebió en el alféizar de una ventana o acaso ecos de siseos ininteligibles.
La observación se detiene en un autorretrato de Caravaggio de expresión general distante, y osada indiferencia que desafía relaciones sociales de sumisión. Tiene un parecer que ya ha conocido la agitación de la pasión y la vinculación a la violencia. Es una impresión audaz, pues su mirada no quiere atravesar la certidumbre. Le resulta indiferente. No hay una apuesta por la observación del espectador del mañana. Hay pintores que con su autorretrato quisieran atravesar el olvidado. El Caravaggio hay un displicente desdén. No se enjuicia en testimonio venidero. Deja arbitrariamente la premura del equívoco de su biografía. Como si fuera a ser escrita adocenada a los engaños de los datos y las interpretaciones carentes de finalidad. La distante mirada de Caravaggio atraviesa la convicción y el azar de los datos testimoniales. A poder ser, él reta, conflictivo, al unitivo formulario de la pasión domesticada y la muerte adocenada. Sus ojos ven la actualidad de la luz, que se tensa al límite complejo de lo humano. La vida de Caravaggio expande su mirada en masas pictóricas, que modelan los movimientos de seres marginales y representan los pliegues de la miseria de la religiosidad barroca. Caravaggio ve detrás de la ideología religiosan la apropiación de la vida social por los intereses de dominio. Ve lo que otros no ven. Lo que no se ve lo impide la opacidad ideológica de los intereses de clase social, que se simulan en fines generales de argucia política y económica de la minoría de dominio. Caravaggio compendia la subjetividad de la alegoría religiosa con el dolor que existe en la convergencia de la máscara religiosa y la iconografía tenaz de la memoria. Caravaggio manifiesta que está detrás de la máscara que hace del todo social lo mismo represivo. Se exige no acallarse la negación del terror de la sociedad. No hay en sus facciones la máscara convencional, cartón pegajoso, de la sinestesia del tiempo amarillo. El vértigo amarillo del tiempo en el poemario de César Vallejo. Al contrario, están las plenitudes de masas de color, que modelan los personajes de sus cuadros. Los instantes pictóricos del gesto humano en la pintura caravaggesca. El riesgo presente que insiste en la inmanencia de la finalidad que garantice la rebelión de una vida osada ante la violencia de la pobreza y el crimen en la encrucijada de los sicarios que le persiguen.
La afirmación del ser por el no ser previsible. La altivez de soy quien vosotros me habéis propuesto. Caravaggio, al mirar el mundo, extrae a sus personajes del reino de la oscuridad. La oscuridad es la falta de luz que dificulta la percepción exacta de los individuos marginados de la formación social barroca. La falta de luz es interior, pero no exterior. La pintura de Caravaggio irradia una luz irreal. La pasión de sujetos dominados, la rebeldía metafísica. La fatiga de existir sin culpabilidad. Los personajes caravaggianos llevan en su oscuridad la inercia del fondo de lo cierto. Entonces no hay trayectoria de utilidad al vivir con la máscara del superviviente. La oscuridad no simula la red que impida las contracciones de un ser cercado en la irracionalidad de la miseria, en la ortodoxia trascendente que violenta la verdad del mundo con la ceguedad del ultramundo sagrado.
El autorretrato de Caravaggio evidencia que las cejas son prominentes y cubiertas de copioso pelo. Se elevan sobre las cuencas de los ojos con brío ofensivo. Su cabello es negro y revuelto, nariz proporcionada, bigote, mosca y perilla al uso de la época, pero en el rictus de sus labios está la osadía del individuo arrojado a sopesar el valor de vivir la valentía del asedio de los contrarios.
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Michelangelo Merisi da Caravaggio enreda su existencia al siglo XVII. Un siglo mercantil, militar y absolutista y religioso, donde el individuo es un golpe de viento en el muro de la intolerancia política, militar y religiosa. Caravaggio es un observador, la mirada que se ocupa de ver para indicar plásticamente la relación de la luz, dibujo, color y modelado, de los personajes que representan la plástica de las distorsiones de la ideología dominante y la realidad. Él es un observador del terror indicando los rituales bíblicos, encubierto por la tortura, las intrigas de convivir en las afinidades contradictorias de linajes cardenalicios, señoríos de órdenes religiosas, el dinero por el oficio de pintar y la ocupación de vivir. Todo en una sociedad jerarquizada de poseedores y desposeídos, de ser imaginario y poder real. Asignación de servilismo y desgracia al rito de dependencia de sirvientes a poseedores de linaje. La sociedad barroca es una profunda cuña diferencial de la sociedad del tardo manierismo y la sociedad Neoclásica. Se extiende del año 1600 al año 1750. Caravaggio, que nace en 1571 y muere en 1610, se queda en una cuña temporal, testimoniando su escasa duración existencial y el imposible conocimiento del largo alcance de su estilo pictórico. Caravaggio es un hombre encabalgado en un período breve de la historia y un conocedor del ver pictórico en la naturaleza social de los hombres de su tiempo. En la estrechez de su provisional temporalidad, muere a los 39 años, y él queda sujeto a la araña del olvido y la valoración tardía de su pintura, y la influencia que llega a todos los estilos del barroco europeo. Es un ser de la provisionalidad, pero el pintor carismático que fluye más allá del absolutismo de la sociedad barroca.
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Caravaggio es un pintor incrustado en el derrumben de la estructura declínate, económica e ideológica, del Renacimiento y la estructura dominante de la economía de guerra del absolutismo y la religiosidad militarizada del Protestantismo y la Contrarreforma. La unicidad política y la división religiosa. Ideologías armadas donde la legitimidad del poder secular provenía directamente de Dios. Las masas sociales se desplazaban por el plano homogéneo del materialismo mecanicista. Máquinas biológicas provistas de deseos que acercan las cosas que desean y alejamiento de las cosas que ponen en peligro la vida. Máquina mercantilistas de inyecciones-monetarias y deyecciones de gastos excrementales que determinan que una sociedad esté continuamente en guerras de apropiación y guerras religiosas de salvación. Un movimiento social que va del Estado de Naturaleza al Estado de Derecho. Un origen del Estado en un pacto que realizan los hombres entre sí, subordinándose desde ese momento a un gobernante, el cual procura la organización jerárquica de la sociedad. Con esta irreal formalidad política se intenta evitar el estado natural de la guerra de todos contra todos. El Estado Saurio garantiza la vida de la sociedad. La deyección del Déspota Saurio limita la ley natural y asegura que cada hombre renuncie a la ley natural para transferir su derecho a un poder absoluto que le garantiza un contrato social. Las máquinas inyectoras se unen a las máquinas deyectoras excrementales en la Unidad Absoluta del Cuerpo del Estado Saurio.
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La pintura de Caravaggio está conexionada a las contingencias de vivir en las contracciones de una época de poder político maquinal, que acciona inyecciones-deyecciones compulsivas- represivas en la conversión de las relaciones económicas y políticas renacentistas al mercantilismo monetarista y al barroco desencubridor de Caravaggio. Las masas de metales preciosos convertidas en dinero, que causan el aumento los precios de las necesidades básicas. Es un siglo de continuos aumentos de precios, de depreciación del dinero y de masas monetarias atesoradas, que se invierten en los objetos de lujo de guerras, quiebras financieras del Estado y arte ceremonial arquitectónico. La época barroca es extremadamente conflictiva, militar y regiosa, que utiliza la mediación del dinero para llegar a la unicidad mercantilista de Estados exportadores y Estados importadores, de Estados dominantes y Estados dominados. El poder militar y económico-monetario marca la frontera del desarrollo ulterior del dominio de países avanzados y atrasados.

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