sábado, 12 de noviembre de 2011

Caravaggio y la máquina paranoica barroca.

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Las máquinas técnico- productivas determinan las formas del existir colectivo en condiciones materiales históricas de producción fijas o variables. Las máquinas técnicas combinan conceptos científicos progresivos y variaciones de cantidades de medios de producción y cantidades de trabajo para dar fines de uso a objetos de consumo social. Las máquinas producen también máquinas culturales y psíquicas. Las máquinas consumen medios de producción y energía de trabajo para producir objetos necesarios y objetos de lujo. Los hombres integran clases diferenciales en la producción de las máquinas tecnológicas y culturales. Las máquinas técnicas y las máquinas de energía de trabajo y energía psíquica inyectan utilidad de uso y de cambio monetario a los precios de las mercancías sociales en un mercado determinado por la estructura económica capitalista.
La máquina psíquica combina instrumentos eficientes e ineficientes junto a medios de producción psíquicos. Es una máquina que fija objetos somáticos y los ancla al delirio de la realidad. La realidad se deforma por el delirio psíquico. El hombre aparente queda anegado por los efectos de estructuras inconscientes. La máquina psíquica barroca solapa la realidad con los elementos religiosos. El hombre queda en el pliegue de la alienación religiosa. Para entender los efectos devastadores de la alienación basta con exponer la barbarie de la ideología que se asienta en la creencia de dios a través de la tortura. O dios o la tortura. La ortodoxia religiosa regresa insistentemente a la tortura para absorber la alienación. La manipulación del dolor con las simbolizaciones del dominio de la ortodoxia. El delirio religioso íntimo o nacionalista parte de la totalidad social de dominio como máquina narcótica de la realidad social conflictiva. La representación pictórica caravagiana manifiesta las contradicciones de los hombres reales y sus representaciones religiosas. Los hombres están alienados por violencia económica y política y la necesidad biológica de mantenerse vivos. Dejan de ser reales, en su alienación ideológica, para ser representación del delirio paranoico.
La máquina psíquica paranoica consume fragmento de sonidos, imágenes disociadas, frases inaudibles, incesantes miradas reveladoras de lo psíquico oculto. Se acoplan a la máquina psíquica descargas emocionales estriadas y multiplicativa angustia de inseguridad: el delirio acerca zonas de la memoria arcaica. La máquina psíquica produce residuos traumáticos duraderos. Ella taladra imágenes inconexas y las expele en formas simbólicas de la génesis del deseo. Símbolos secuenciales de montajes de realidad y desplazamientos oníricos de deseos por las franjas opacas de la censura interior. Las máquinas psíquicas excrementan delirios. La máquina de máquinas de la producción de libido.
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La máquina capitalista barroca produce máquinas económicas, religiosas, máquinas de violencia inquisitorial y máquinas militares. La máquina barroca absolutista es una máquina de producción transitiva que unifica formaciones gremiales económicas, políticas e ideológicas de la Baja Edad Media y Renacimiento y la estructura política y económica de la formación social absolutista del Estado-nación. La máquina mercantil barroca identifica el valor de la riqueza con el dinero como metal precioso. La acumulación de oro-dinero fanatiza la violencia internacional. El oro valoriza los intereses de dominio del Estado. La producción de mercancías circula cuando el dinero-oro es medida de valor. La circulación monetaria internacional de cobros y pagos en oro expresa las diferencias de exportaciones-importaciones de mercancías en la balanza comercial y de pagos. Las entradas y salida de oro del Estado-nación se vinculan a la producción y al alza y baja de los precios interiores nacionales con los precios internacionales. Las exportaciones de mercancías atraen el oro a la circulación nacional interna y las importaciones lo sacan a la circulación internacional. Las exportaciones tienen que ser mayores que las importaciones para lograr la acumulación de riqueza monetaria interna y el crecimiento de la población productiva nacional sobre la que ha de disminuir la escasez y la enfermedad. Si las importaciones son mayores que las exportaciones aumenta la carencia de satisfacción de los deseos básicos de las clases sociales incluidas en la producción y el consumo improductivo y crecen los flujos de salida de oro a la circulación internacional. La máquina de producción barroca implica la reversibilidad de los flujos de entradas y salidas de mercancías y dinero. La máquina del Estado absolutista vincula la acumulación de dinero oro al gasto de guerra militar y al expansionismo colonial del Estado-nación. El oro-dinero es una máquina paranoica narcisista y militarista.
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La máquina paranoica de Caravaggio no es la máquina esquizofrénica del pintor inglés Francis Bacon ni la máquina narcisista de Francisco de Goya, en el lienzo de la familia de Carlos IV. Las máquinas se desplazan y cambian interiormente las estructuras temporales del deseo y la producción. Ellas son inherentes a la cotidianidad de las formas sociales y se reproducen en el interior de las mismas. Las máquinas se construyen para dar homogeneidad a la producción material y psíquica. Las máquinas se desplazan por los ciclos cronológicos que marcan las relaciones sociales de dominio. La máquina se atiene a una codificación combinatoria de sujetos, medios técnicos y fines de dominio, cuya finalidad es la perpetuación de las relaciones sociales.
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La máquina paranoica de Caravaggio es una conexión de representaciones pictóricas de individuos reales angustiados y engranajes de ritmos de masas de color representando la persecución social aleatoria de minorías por mayorías. El color en Caravaggio se vuelve intencional. La máquina paranoica del color se interioriza en una conciencia dual, angustiada por el delirio de la realidad falseada, en cuanto ésta se oculta inasible e incognoscible. La realidad oculta se manifiesta en la angustia de los castigos físicos y de ausencia de tiempo real para el castigado. La máquina paranoica permanece interiorizada, graduando el miedo de la censura represiva. La paranoia crea objetos individuales suicidas y proyecta agrupaciones colectivas genocidas. La agrupación genocida unifica procesos de psíquicos simples: ladridos de perros, descargas eléctricas genitales, extracción de uñas etc. Pero igualmente procesos psíquicos complejos de guetos, cárceles, campos de exterminios, cámaras de torturas, códigos etc, que rastrillan culpas y eximentes. La angustia del castigo es transparente a las marcas corporales y a la opacidad de la creencia. La angustia, espacio y tiempo de historia, es instrumentalizada para fines absolutos de subordinación. La máquina paranoica adquiere energía alucinatoria, en tanto se instala en las organizaciones de mayorías de inconsciente alienado. Estas mayorías codifican relaciones cognitivas con delirios alucinatorios. El delirio paranoico materializa alteraciones de la realidad en sociedades de rango narcisista y genocida.
El delirio paranoico clasifica la ritualidad victimaria de perseguidores y perseguidos. El personaje masa del linaje perseguidor y la individualidad del perseguido en la sujeción acusatoria de los recintos de marginación y aislamiento.
La máquina simbólica es imaginaria y podría reducirse a fugaces ráfagas angustiosas donde podría haber luces que verificaran la visibilidad metafórica de la realidad. Las máquinas simbólicas aventan granos de silencio y llegadas de gente extraña purificada. Hay entonces ruido por el silencio. El delirio del terror paranoico contrapone la imagen simbólica y el horror de la realidad. Cómo adherirse a lo bello moral y físico sin que se manifieste la orfandad y las gamas frías del futuro. Siempre se perciben voces que comentan futuras acciones de castigo. No advierten a las víctimas de las argucias de sobrevivir. Las metáforas son lejanía de puertas cerradas que se han de volver vías libres para los gritos. Las voces cercanas asemejan manchas de miedo. La luminosidad detiene la posibilidad de hallarse oculto en las rendijas de las casas deshabitadas. Ser descubierto es el miedo absoluto del que está en voluntad del perseguidor. La paranoia se halla junto a los seres aterrados por el final cierto.
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Los delirios perseguidores de la máquina social paranoica adhieren colectivos perseguidores sobre minorías perseguidas. La violencia desplaza máquinas despóticas a minorías desesperadas como relaciones de estados de poder. La minoría perseguida se esconde en la oscuridad simbólica de la palabra. Símbolo y palabra del porvenir de puertas abiertas sin alambradas ni ladridos de extraños animales, que desgarran y extraen gritos definidos y descoyuntados. Los perseguidores, que descubren el escondrijo del delirio, recluyen a los perseguidos en espacios hexagonales y excrementales de tortura. Más allá de los hexágonos están los muros de ladrillo, alambres de púa, vías de ferrocarril, torretas de vigilancia, y los círculos excéntricos de los oídos tapados con cera y la complicidad del silencio y el hedor del olvido.

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