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Los individuos apresados y vigilados
para que pierdan el sentido del tiempo y del espacio, en las cárceles
tecnológicas, están dentro de espacios frágiles de tela o de ladrillo. Vigilantes y presas están en el mismo espacio legal, las normas se dictan implicando
a priori la culpa del apresado. La presa se encuentra en el espacio abstracto
de la norma y el castigo. Los recintos confiscatorios de la libertad se ocultan y amontonan sus caretas de múltiples rasgos faciales idénticos en la
mímica del drama y la comedia. Kafka y las máscaras griegas en lo anónimo de
los catálogos de la postmodernidad del individuo deshumanizado, que espera se
disocie la ley de los intereses materiales. Una ley kantiana sin fines de premio y castigo. Un
rayo de luz en el tiempo puro de individuos que no lleven en los cerones la
carga de la intención culposa.
A los apresados por el tiempo de la
desgracia, normalmente se les ves con los ojos tapados, cascos sin audición,
vestidos que no dejan pasar el aire. Se les suprime la condición natural de los
sentidos. Pueden rezar mentalmente o hablar con los seres que se esconden en la
memoria. Los rezos de los ciegos sin oyentes, rezando buscando rastros de gente
que algún día se acercaron levantando el polvo de la tierra. No se sabe qué rezan
o el significado de su oración mental. Presos sedados en sus mudas palabras,
viajeros en un patio alambrado con vigilantes, gobernados por voces que avisan
de los movimientos físicos de comer, dormir o declarar.
En su habitabilidad de apresados no hay
ni luz ni sonido como si no esperaran jamás la relación de la fusión del
espacio-tiempo ni la comunicabilidad de los presagios de la historia. No es un momento
metafísico de la trascendencia, sino la situación de la opacidad de un dios que no abriera los ojos a la iniquidad.
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Es difícil mantener la dicotomía de
la oración y la extrema desesperación de la certeza de la inexistencia. La
presunción de la muerte es un existente, pero la inexistencia es un cosa. Una
cosa es un algo que proviene de fuera, que golpea y deja su rastro de Nada que
hiere. Las palabras murmuradas no esperan respuesta, serían una comunicación escondida,
con el golpe duro de la pena del no ser del individuo presa. El apresado
se encuentra agarrado por los vendedores de mandatos, de la jerga de los gritos
sin concordia armónica de los ortodoxos
y heterodoxos del sistema regulador de los indeseos y sus aplicaciones en
métodos del tortura: No respirar en el agua de la bañera o las picaduras
eléctricas en los genitales, o quedar colgados de las axilas hasta que los huesos sean ramas rotas, brazos sin función, excepto la del dolor extremo, apéndices y muñones que se descuelgan
desgarrados.
El individuo es un ser resistente al grito de
dolor y boquea como los peces su falta de aire ante la muerte. Basta un dolor de
más o un golpe con el antebrazo en el en
el cuello, o una patada en la cabeza, o el gas desprendido del tubo de escape
de un automóvil requisado o robado.
No hay autoría en la barbarie de la
tortura, ni en el error metodológico o
en el estupro sin proclamar que el desprecio del torturados desiguala el
placer campesina sirviente y la mujer de
clase media culta. La proclama del estupro es universal para
el torturador.
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La ortodoxia de la barbarie mata el
riachuelo de la sangre de la víctima que sube y baja por sus venas. La fe del
bárbaro torturador es la apuesta de la nada contra la nada, donde el cuerpo
torturado, la muerte misma en un mundo donde el poder tiene el doble filo de la palabra, donde el torturado marca la obediencia de la
tortura. La obediencia sin gesto al mandato violento. El hálito que se entrega como
si fuera la respiración del pez o el zureo de la paloma escondida en el alero o
en la tierra arcillosa.
La obediencia se vuelve un mandando donde el miedo se satura
de dolor y su temor al grito.
Asomarse al tiempo de la historia sufriente
del perseguido es hallarse frente a la inyección letal o el pelotón de
fusilamiento de sicarios en los basureros urbanos, o en las cárceles donde se entierran
en anonimato los cuerpos exánimes con un disparo en la espalda o en la nuca.
En los instantes de la angustia
suprema podrían ser una sombra el reflejo de la sumisión del individuo, que como
sombra camina por laguna Estigia o los valles de los libros sagrados de la
conformidad, que dicen el nombre de las cosas santas ocultas en la huida interior de la subjetividad, que
espera el salto infinito de la apuesta a la trascendencia.
4
El sufismo es el camino que pretende
purificar el corazón del que teme y espera. Convertir los latidos del corazón
de una paloma en el órgano donde se concentra el espíritu de la espera.
La profecía ciega que dice «en el ser
humano hay un trozo de carne que si está sano, todo él está sano, y si está corrupto,
todo él está corrupto, y ese órgano es el corazón». Es el camino del amor
profundo a Dios.
Los sentimientos se agrandan como
espirales de polvo que pretenden llegar a la paz interior del marginado
perseguido. Idries Shah escribió «Si das lo que puede ser tomado, no estás
dando realmente. Toma lo que te dan, no lo que quieres que te den. Da lo que no
puede ser tomado». Terrible opúsculo del miedo del hombre perseguido por la
intolerancia. Dar hasta las migajas de pan de tu corazón para que busquen los
gorriones y te dejen rezar.
Los guetos está preparados para que el
hombre no tenga ni la quietud de rezar. Ni siquiera el afligido llanto de una
niña chilena que pide morir sedada por la imposibilidad de vivir. El rezo de la
quietud depende del poder del Estado. No hay escape contra la ortodoxia de los
que escriben leyes para que se obedezcan por los sometidos.
Causa profundo dolor de la historia de
la desesperación de los perseguido. La
ortodoxia del quietismo que fue un movimiento místico en el siglo XVII, fue propuesto
por el místico español Miguel de Molinos en su Guía espiritual que desembaraza el alma y la
conduce por el interior camino para alcanzar la perfecta contemplación y el
rico tesoro de la paz interior.
Enseñaba la pasividad en la vida
espiritual y mística, ensalzando las virtudes de la vida contemplativa.
Sostenía que el estado de perfección únicamente podía alcanzarse a través de la
abolición de la voluntad: es más probable que Dios hable al alma individual
cuando ésta se encuentra en un estado de absoluta quietud, sin razonar ni
ejercitar cualquiera de sus facultades, siendo su única función aceptar de un
modo pasivo lo que Dios esté dispuesto a conceder.
Molinos apresado y condenado a
reclusión perpetua fue condenado al exilio.
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Somos las imágenes de quien pregunta
por nuestro sentido de la libertad interior.
Filosofar es un fin de la comprensión y está dada en la descripción de la
palaba, se vuelve inconsistente como los pétalos de la flor o el caminar del
viento en el cielo nublado.
¿Tiene cada hombre una concepción
del mundo? O como decía Antonio Cramsci
cada hombre es un filósofo. ¿Pero no hay una concepción de la filosofía que se constituye por una teoría
general y una praxis que exige cambiar las condiciones del mundo oscuras del
dominio y la manipulación de los valores sociales? ¿La filosofía no se
convierte en una concepción del mundo en cuanto es la vez una teoría y una
praxis de los agentes sociales en una formación social total, que deriva en su
formación global por las asimetrías de las luchas sociales?. ¿Este hombre común
gramsciano no ha integrado su subjetividad en la realidad de manera que
conciencia y realidad se han vuelvo caras de la misma moneda alienante? ¿Cómo
situarlo fuera en su crítica y praxis
instintivas en las formaciones sociales de dominio? Este hombre común lleva en
sí la comprensión de su destino en el mundo y su comprensión está limitada por
su experiencia vital.
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