El desempleo de recursos económicos se debe fundamentalmente a la anarquía de la producción capitalista y a las insuficiencias de la demanda efectiva derivada de la misma. Pero el modo de producción y reproducción de una sociedad, en un momento dado de su historia social, implica la interrelación de la estructura económica, estructura ideológica, estructura jurídica, y estructura de poder político. Todas ellas se corresponden, en articulaciones de eficacia de producción, en el Todo Social.
La aplicación de las fuerzas de trabajo y su desocupación corresponden al momento del desarrollo económico y la gradación del mismo en el Todo Social. El desempleo es la inutilización de recursos humanos en la producción. Grandes masas sociales quedan marginadas de la actividad de los procesos de trabajo. Masas sociales incrustadas en un bajo consumo. La actividad social de los hombres está implicada en las contradicciones de los antagonismos de las estructuras. La estructura económica de producción es la organización de las combinaciones de producción, Capital y Trabajo, y la asignación del excedente económico a las acumulaciones de capital o al consumo improductivo. El excedente económico es la diferencia de producción real y consumo necesario en un tiempo dado. Su apropiación por la clase dominante es la clave esencial de las luchas sociales. El excedente económico es apropiado por la clase social dominante y aplicado a su perpetuación de poder. La condición esencial de hegemonía social es la propiedad del mismo por las clases sociales poseedoras.
La aplicación de las fuerzas de trabajo y su desocupación corresponden al momento del desarrollo económico y la gradación del mismo en el Todo Social. El desempleo es la inutilización de recursos humanos en la producción. Grandes masas sociales quedan marginadas de la actividad de los procesos de trabajo. Masas sociales incrustadas en un bajo consumo. La actividad social de los hombres está implicada en las contradicciones de los antagonismos de las estructuras. La estructura económica de producción es la organización de las combinaciones de producción, Capital y Trabajo, y la asignación del excedente económico a las acumulaciones de capital o al consumo improductivo. El excedente económico es la diferencia de producción real y consumo necesario en un tiempo dado. Su apropiación por la clase dominante es la clave esencial de las luchas sociales. El excedente económico es apropiado por la clase social dominante y aplicado a su perpetuación de poder. La condición esencial de hegemonía social es la propiedad del mismo por las clases sociales poseedoras.
Las masas sociales empleadas en la producción se estratifican en función de la composición de capital y trabajo en las diferentes esferas sociales de la producción. Las empresas, con excesos de trabajo sobre la esfera de producción más competitiva, sufren, los impactos modificantes de la reproducción del capital y del trabajo reduciendo las cantidades trabajo. Crean aumentos de desempleo. Las empresas insuficientemente competitivas se desprenden de trabajadores para situarse en el modelo de competitividad media. Las empresas de capital, con alta tecnología, sufren los impactos de las restricciones de la oferta por efectos de una demanda solvente decreciente, nacional e internacional, que las obliga a mantener baja su capacidad de producción y a disminuir las cantidades de trabajo por unidad de producto. Aumentan el desempleo. Tanto las empresas de baja competitividad y las empresas de alta competividad drenan trabajadores al desempleo en los ciclos de alta productividad tecnológica y en los ciclos de estancamiento. Hoy el ciclo económico es de estancamiento. El estancamiento implica que el modelo económico global está agotado en su actividad de reproducir el modelo social global. Las empresas de nula competitividad, que esconden desempleo en actividades ajenas al crecimiento económico, manifiestan sus insuficiencias de recursos financieros propios y alto endeudamiento de recursos ajenos. Las respuestas económicas de las mismas a sus ineficiencias es el despido masivo de trabajadores. Las empresas de baja competitividad sólo se mantienen en el mercado con políticas económicas proteccionistas.
La contradicción entre las ofertas de producción y el consumo efectivo detienen el desarrollo de los consumos de capital y trabajo. La producción y el consumo mantienen relaciones contradictorias. La distribución insuficiente de los recursos económicos, a nivel de ingresos salariales reales, causa la ralentización de la producción y las insuficiencias de las demandas de consumo efectivas. Las insuficiencias de las demandas reales no se compensan con incrementos del endeudamiento de las empresas y de los consumidores. El endeudamiento no es un factor de crecimiento económico. La producción de bienes reales no depende de sumadores financieros de endeudamiento.
De las sociedades clásicas a las sociedades actuales, los conflictos antagónicos, entre ricos y pobres, provienen de los bajos recursos económicos a disposición de las clases sociales dependientes del trabajo y el alto endeudamiento monetario de las mismas. Los campos agrarios de los campesinos griegos fueron estacados progresivamente con un nombre: tierras hipotecadas. Hoy, los ingresos de los trabajadores asalariados están hipotecados.
Los problemas derivados del desempleo de recursos naturales y humanos se expresan en degradaciones cuantitativas y cualitativas de la Naturaleza y del Hombre. Las masas sociales activas se vuelven masas sociales postergadas a salarios de supervivencia y las empresas ineficientes en sumadores de insolvencia. El Estado regula el estancamiento económico mediante su endeudamiento nacional e internacional. El Estado deficitario requiere los aumentos de ingresos impositivos para mantener sus gastos de funcionamiento. Parte del excedente económico pasa al Estado a través de las imposiciones fiscales. Los crecimientos de ingresos estatales, por imposiciones contributivas a los salarios reales y a las rentas, disminuyen el excedente real y potencial. El endeudamiento del Estado tiene que ser detraído del excedente económico para hacer frente a sus acreedores- prestamistas financieros. Compradores de dinero barato en el Banco Central, al igual que del uso de reservas acumuladas en activos semiliquidos protegidos de tributaciones excesivas, con tasas de interés bajas, y adquirentes de empréstidos estatales con tasas de interés altas y plazos de vencimiento breves. El diferencial de tasas de interés y de la amortización de la deuda del Estado han de provenir de las deducciones impositivas de los ingresos reales de las clases sociales con baja defensa política de sus utilidades económicas.
El desempleo provoca efectos de inestabilidad psicosocial, causados por la inestabilidad emocional e ideológica de relaciones sociales antagónicas y estados estructurales asimétricos de riqueza y pobreza. La sociedad penetra en la inercia de la ambivalencia de la esperanza y la desesperanza. Esta ambivalencia es regresiva con respecto al desarrollo político del crecimiento.
Albert Camus, en su novela La Peste, nos lleva a una ciudad donde los ciudadanos asisten a la muerte social, en la indiferencia y la superstición, en las regresiones al absurdo de la Nada. La peste es una analogía camusiana de la negatividad colectiva ante una situación social sin salidas humanizadoras. El individuo contagiado por la inseguridad colectiva se exilia en la indiferencia ante la destrucción de las condiciones materiales y mentales, que posibilitan su duración en el mundo. Supeditado a la carencia, sale fuera de sí para manifestar su existencia indefensa ante la insolidaridad y soledad radicales de la sociedad actual.
La reproducción social, del individuo y de las masas sociales, impone estar ahí, sujeto a la necesidad y a la venta existencial de trabajo por salario. Se está ahí, pero en un mundo alienado entre propietarios de medios de producción y propietarios de cantidades de trabajo. Los propietarios de los medios de producción traducen su actividad en ganancias. Los propietarios de cantidades de trabajo traducen la provisionalidad de su existencia en una renovación permanente de la venta de cantidades de trabajo. Esta irracionalidad concreta la desesperanza del mundo actual.
La existencia se vuelve extraña, ajena, al ser social, y queda enmarañada en el ocultamiento irracional del mundo. La existencia puede llegar a ser la imposibilidad de vender la fuerza de trabajo. No hay intercambio de cantidades de trabajo por cantidades de dinero. Este proceso no es indefinido, pero la vida de las generaciones es breve en la historia.
El salario monetario expresa el trabajo que se intercambia como valor de uso en la producción. Es un consumo productivo. El precio de cambio del trabajo es el salario. Si el individuo queda fuera de la relación de cambio de cantidades de trabajo por salario, que repone la energía humana gastada, se sitúa fuera de la relaciones de producción y por tanto fuera de su reproducción existencial. Su existencia queda frenada en las masas marginales de reservas de empleo. Estar parado es estar en una situación de “no relaciones de producción”, donde no se paga un salario por la venta de cantidades de trabajo. Se está en las imágenes de la cámara oscura de la crisis capitalista de anarquía de la Superproducción y Subconsumo. Superproducción tecnológica de mercancías y subconsumo de cantidades de trabajo.
Las crisis económicas revelan una estructura social ineficiente en la correspondencia inversa de salarios y ganancias. El límite inferior de la gratuidad de los salarios es el límite superior de la ganancia absoluta. En este intervalo de valor se mueven las luchas sociales de distribución del excedente económico.
El trabajador parado está fuera de las relaciones de salarios y ganancias. Está fuera del mercado de trabajo. Su existencia recibe el impacto degradativo de los flujos de la carencia y el regreso a maneras de perpetuación de combinaciones sociales de caridad y organización persuasiva de confianza y desconfianza.
El individuo, en las relaciones de desempleo, se expone a la precariedad dependiente de las relaciones anónimas y competitivas del mercado laboral. Además, pierde su aprendizaje laboral, que se arruina en la inactividad Un mercado laboral degradativo de compradores insuficientes de cantidades de trabajo y vendedores excesivos del mismo.
La escasez de demanda de trabajo significa no estar en los procesos de la producción con equivalencia a cualquier consumo productivo. Sean estos los consumos de energía, materias primas, o repuestos para la continuidad en el funcionamiento de las maquinarias. De aquí, que la desocupación del trabajador se debe relacionar con la caída de los consumos de cantidades de trabajo. Los consumos productivos, y la cesación de los mismos, dependen de la competencia de un mercado en clave de anonimato coercitivo de la producción, la distribución y el consumo.
Tanto los consumos de capital fijo, de medios de producción y de cantidades de trabajo, están inscritos en los límites de las leyes inmanentes y coercitivas del sistema de reproducción del capital. El asalariado no depende de sí mismo. Su existencia es contractual: vender cantidades de trabajo por un precio salarial. Cantidades de trabajo, como medios económicos de uso en la jornada de trabajo, por cantidades salario monetario. Estar parado es situarse fuera de las relaciones de consumo de las cantidades de trabajo. Si no hay venta de cantidades de trabajo- consumo, tampoco hay intercambio de salario-consumo. Cesa la actividad económica de producción, que consume cantidades de trabajo y los insumos generales que conforman los precios de producción. Un estado de inercia económica es un estado de inercia mecánico. La resistencia de las relaciones de producción para cambiar su estado de reposo.
En las sociedades industriales monopolistas, la escasez de puestos de trabajo tiene una resonancia catastrófica como las plagas bíblicas. Al ser el hombre extraño a las voluntades de poder económico y político, que deciden la viabilidad de los procesos de producción y financiación, su facticidad está “en manos de Otros”.
Las leyes coercitivas de la competencia expulsan a la esterilidad laboral. Se queda en la inestabilidad de un mundo social hecho de pura precariedad e incertidumbre.
Las relaciones sociales económicas se vuelven fuerzas de poder coercitivo, que se interiorizan como la voluntad instintiva de lo inhumano.
En 1873, el parlamentario Stapleton informó a sus electores: “Si China se convirtiera en un país industrial, no veo cómo la población obrera de Europa podría hacer frente a ese desafío, hacer frente a su competencia, sin descender al nivel de precios de sus competidores. No habrá los salarios continentales, oh no, sino los salarios chinos: he ahí el objetivo que se habrá de fijar el capital inglés.” Desde 1873 a 2009, 136 años de diferencia de la historia de la producción China, desde la agricultura a la industrialización. A pesar de la magnitud de esta diferencia temporal, se manifiesta evidente la declaración de Stapleton, la convicción absoluta de que la relación inversa entre los salarios y las ganancias mantiene las ganancias empresariales ante la competencia de países con salarios bajos y producción alta. Pero la gran sorpresa es que "1873 es hoy". China se ha industrializado con salarios bajos, inversiones del capital internacional, y crecimiento económico competitivo de mercancías a precios globalizados. El objetivo futurible de Stapleton de fijar el capital inglés a la competencia, reconvirtiendo los salarios europeos en salarios chinos, forma parte de la estratégica actual de crecimiento de las ganancias empresariales. El eufemismo, de la descolocación de empresas y la emigración del capitales, a los países con salarios bajos, productividad importada, y masas sociales pasivas y desorganizadas, está dado en la coyuntura actual. Todo viene convertirse en salarios bajos, salarios basura, y ganancias altas. La situación estructural de estancamiento de los países del Centro no depende de la reorganización del sistema finaciero. El modelo económico actual ha necesitado de dos guerras mundiales en el siglo XX para mantener su eficacia estructural en la reproducción social.
La contradicción entre las ofertas de producción y el consumo efectivo detienen el desarrollo de los consumos de capital y trabajo. La producción y el consumo mantienen relaciones contradictorias. La distribución insuficiente de los recursos económicos, a nivel de ingresos salariales reales, causa la ralentización de la producción y las insuficiencias de las demandas de consumo efectivas. Las insuficiencias de las demandas reales no se compensan con incrementos del endeudamiento de las empresas y de los consumidores. El endeudamiento no es un factor de crecimiento económico. La producción de bienes reales no depende de sumadores financieros de endeudamiento.
De las sociedades clásicas a las sociedades actuales, los conflictos antagónicos, entre ricos y pobres, provienen de los bajos recursos económicos a disposición de las clases sociales dependientes del trabajo y el alto endeudamiento monetario de las mismas. Los campos agrarios de los campesinos griegos fueron estacados progresivamente con un nombre: tierras hipotecadas. Hoy, los ingresos de los trabajadores asalariados están hipotecados.
Los problemas derivados del desempleo de recursos naturales y humanos se expresan en degradaciones cuantitativas y cualitativas de la Naturaleza y del Hombre. Las masas sociales activas se vuelven masas sociales postergadas a salarios de supervivencia y las empresas ineficientes en sumadores de insolvencia. El Estado regula el estancamiento económico mediante su endeudamiento nacional e internacional. El Estado deficitario requiere los aumentos de ingresos impositivos para mantener sus gastos de funcionamiento. Parte del excedente económico pasa al Estado a través de las imposiciones fiscales. Los crecimientos de ingresos estatales, por imposiciones contributivas a los salarios reales y a las rentas, disminuyen el excedente real y potencial. El endeudamiento del Estado tiene que ser detraído del excedente económico para hacer frente a sus acreedores- prestamistas financieros. Compradores de dinero barato en el Banco Central, al igual que del uso de reservas acumuladas en activos semiliquidos protegidos de tributaciones excesivas, con tasas de interés bajas, y adquirentes de empréstidos estatales con tasas de interés altas y plazos de vencimiento breves. El diferencial de tasas de interés y de la amortización de la deuda del Estado han de provenir de las deducciones impositivas de los ingresos reales de las clases sociales con baja defensa política de sus utilidades económicas.
El desempleo provoca efectos de inestabilidad psicosocial, causados por la inestabilidad emocional e ideológica de relaciones sociales antagónicas y estados estructurales asimétricos de riqueza y pobreza. La sociedad penetra en la inercia de la ambivalencia de la esperanza y la desesperanza. Esta ambivalencia es regresiva con respecto al desarrollo político del crecimiento.
Albert Camus, en su novela La Peste, nos lleva a una ciudad donde los ciudadanos asisten a la muerte social, en la indiferencia y la superstición, en las regresiones al absurdo de la Nada. La peste es una analogía camusiana de la negatividad colectiva ante una situación social sin salidas humanizadoras. El individuo contagiado por la inseguridad colectiva se exilia en la indiferencia ante la destrucción de las condiciones materiales y mentales, que posibilitan su duración en el mundo. Supeditado a la carencia, sale fuera de sí para manifestar su existencia indefensa ante la insolidaridad y soledad radicales de la sociedad actual.
La reproducción social, del individuo y de las masas sociales, impone estar ahí, sujeto a la necesidad y a la venta existencial de trabajo por salario. Se está ahí, pero en un mundo alienado entre propietarios de medios de producción y propietarios de cantidades de trabajo. Los propietarios de los medios de producción traducen su actividad en ganancias. Los propietarios de cantidades de trabajo traducen la provisionalidad de su existencia en una renovación permanente de la venta de cantidades de trabajo. Esta irracionalidad concreta la desesperanza del mundo actual.
La existencia se vuelve extraña, ajena, al ser social, y queda enmarañada en el ocultamiento irracional del mundo. La existencia puede llegar a ser la imposibilidad de vender la fuerza de trabajo. No hay intercambio de cantidades de trabajo por cantidades de dinero. Este proceso no es indefinido, pero la vida de las generaciones es breve en la historia.
El salario monetario expresa el trabajo que se intercambia como valor de uso en la producción. Es un consumo productivo. El precio de cambio del trabajo es el salario. Si el individuo queda fuera de la relación de cambio de cantidades de trabajo por salario, que repone la energía humana gastada, se sitúa fuera de la relaciones de producción y por tanto fuera de su reproducción existencial. Su existencia queda frenada en las masas marginales de reservas de empleo. Estar parado es estar en una situación de “no relaciones de producción”, donde no se paga un salario por la venta de cantidades de trabajo. Se está en las imágenes de la cámara oscura de la crisis capitalista de anarquía de la Superproducción y Subconsumo. Superproducción tecnológica de mercancías y subconsumo de cantidades de trabajo.
Las crisis económicas revelan una estructura social ineficiente en la correspondencia inversa de salarios y ganancias. El límite inferior de la gratuidad de los salarios es el límite superior de la ganancia absoluta. En este intervalo de valor se mueven las luchas sociales de distribución del excedente económico.
El trabajador parado está fuera de las relaciones de salarios y ganancias. Está fuera del mercado de trabajo. Su existencia recibe el impacto degradativo de los flujos de la carencia y el regreso a maneras de perpetuación de combinaciones sociales de caridad y organización persuasiva de confianza y desconfianza.
El individuo, en las relaciones de desempleo, se expone a la precariedad dependiente de las relaciones anónimas y competitivas del mercado laboral. Además, pierde su aprendizaje laboral, que se arruina en la inactividad Un mercado laboral degradativo de compradores insuficientes de cantidades de trabajo y vendedores excesivos del mismo.
La escasez de demanda de trabajo significa no estar en los procesos de la producción con equivalencia a cualquier consumo productivo. Sean estos los consumos de energía, materias primas, o repuestos para la continuidad en el funcionamiento de las maquinarias. De aquí, que la desocupación del trabajador se debe relacionar con la caída de los consumos de cantidades de trabajo. Los consumos productivos, y la cesación de los mismos, dependen de la competencia de un mercado en clave de anonimato coercitivo de la producción, la distribución y el consumo.
Tanto los consumos de capital fijo, de medios de producción y de cantidades de trabajo, están inscritos en los límites de las leyes inmanentes y coercitivas del sistema de reproducción del capital. El asalariado no depende de sí mismo. Su existencia es contractual: vender cantidades de trabajo por un precio salarial. Cantidades de trabajo, como medios económicos de uso en la jornada de trabajo, por cantidades salario monetario. Estar parado es situarse fuera de las relaciones de consumo de las cantidades de trabajo. Si no hay venta de cantidades de trabajo- consumo, tampoco hay intercambio de salario-consumo. Cesa la actividad económica de producción, que consume cantidades de trabajo y los insumos generales que conforman los precios de producción. Un estado de inercia económica es un estado de inercia mecánico. La resistencia de las relaciones de producción para cambiar su estado de reposo.
En las sociedades industriales monopolistas, la escasez de puestos de trabajo tiene una resonancia catastrófica como las plagas bíblicas. Al ser el hombre extraño a las voluntades de poder económico y político, que deciden la viabilidad de los procesos de producción y financiación, su facticidad está “en manos de Otros”.
Las leyes coercitivas de la competencia expulsan a la esterilidad laboral. Se queda en la inestabilidad de un mundo social hecho de pura precariedad e incertidumbre.
Las relaciones sociales económicas se vuelven fuerzas de poder coercitivo, que se interiorizan como la voluntad instintiva de lo inhumano.
En 1873, el parlamentario Stapleton informó a sus electores: “Si China se convirtiera en un país industrial, no veo cómo la población obrera de Europa podría hacer frente a ese desafío, hacer frente a su competencia, sin descender al nivel de precios de sus competidores. No habrá los salarios continentales, oh no, sino los salarios chinos: he ahí el objetivo que se habrá de fijar el capital inglés.” Desde 1873 a 2009, 136 años de diferencia de la historia de la producción China, desde la agricultura a la industrialización. A pesar de la magnitud de esta diferencia temporal, se manifiesta evidente la declaración de Stapleton, la convicción absoluta de que la relación inversa entre los salarios y las ganancias mantiene las ganancias empresariales ante la competencia de países con salarios bajos y producción alta. Pero la gran sorpresa es que "1873 es hoy". China se ha industrializado con salarios bajos, inversiones del capital internacional, y crecimiento económico competitivo de mercancías a precios globalizados. El objetivo futurible de Stapleton de fijar el capital inglés a la competencia, reconvirtiendo los salarios europeos en salarios chinos, forma parte de la estratégica actual de crecimiento de las ganancias empresariales. El eufemismo, de la descolocación de empresas y la emigración del capitales, a los países con salarios bajos, productividad importada, y masas sociales pasivas y desorganizadas, está dado en la coyuntura actual. Todo viene convertirse en salarios bajos, salarios basura, y ganancias altas. La situación estructural de estancamiento de los países del Centro no depende de la reorganización del sistema finaciero. El modelo económico actual ha necesitado de dos guerras mundiales en el siglo XX para mantener su eficacia estructural en la reproducción social.
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