Hay generaciones progresivas que problematizan su presente. Se alejan de una conciencia estática del mundo, incidiendo en no contemplarlo definitivamente heredado de la generación anterior, sino para considerar provisional el devenir de la historia, por su concepción futurista de que la vida es un proceso vital transitorio, que fluye en los antagonismos del poder de las minorías y la realización perfectiva de la sociedad en su conjunto. El hombre produce la visión espiritual del mundo y los procesos de productividad y reproducción de la materia, que satisfacen las necesidades sociales progresivamente humanizadas. La estática de la generación conservadora convierte las contradicciones sociales en irresolubles, y le da a su visión del mundo permanencia atemporal histórica. La generación conservadora gira repetidamente: radio de una circunferencia, que toca todos los puntos de la misma y segmenta el área circular histórica, monótona e incesantemente. La cultura, que impregna una época histórica progresiva, debe adaptarse al legado recibido de la generación pretérita, pero modificando las circunstancias materiales y espirituales de su época. La membrana, que cubre las experiencias materiales y espirituales de los grupos sociales, debe ser desgarrada para hallar un patrón racional y emocional del mundo que supere la estática de la involución humana.
La generación posterior a la I Guerra Mundial quedó aterrada por las consecuencias destructivas de la guerra. Negó la validez histórica de los imperativos de irracionalidad, plutocracia, hedonismo y militarismo aristocrático, que habían hundido la cultura de 1789 a 1914 en las trincheras del barro de Europa. Para evitar el horror de la guerra y de las crisis económicas, se debían constituir órganos internacionales, que contribuyeran a una dinámica de resolución de los problemas irresolubles del pasado, mediante una dinámica social crítica y de acción, que negara los valores históricos heredado, la manipulación de las masas sociales por obra de las pasiones racistas y la obtención de ganancias empresariales por el procedimiento de comprar la capacidad de trabajo a precios de subsistencia y altos beneficios del trabajo explotado. Las intrigas, de las alianzas internaciones de potencias imperialistas, para adquirir zonas de mercados a sus productos industriales, por un intercambio desigual de materias primas y alimentos a precios baratos por productos manufacturados caros, que conllevaran alimentación barata a la población urbana metropolitana, y mayores rendimientos empresariales, conducían al dominio militar y económico de millones de colonizados y millones de Km2 de superficie colonial. El dominio imperial del mundo para los grandes negocios monopolizados. Las políticas internacionales de los imperios emergentes se imponían o debilitaban militarmente ante los contrarios superiores. Un intenso revanchismo internacional estaba debajo de la proclama de guerra. La ideología excluyente afirmaba la negación física del enemigo exterior en las soflamas patriotas. En estas circunstancias totalitarias, el individuo debía tener la pasión del destino heroico, la dialéctica del revolucionario, ante la propaganda conservadora, y las astucias de las instituciones políticas militares y burocráticas. El individuo se arriesgaba, por una finalidad evolucionista y dinámica del yo y el mundo, y del individuo y la sociedad totalitaria.
Las generaciones no quedan fijadas a las dinastías sucesorias, ni a estadios sobrepasados por las situaciones dinámicas de producción material y espiritual.
En la postguerra, de la I guerra mundial europea, los artistas y los intelectuales exigieron una modificación de las estructuras sociales de poder militar y aristocrático, que precipitaron a los países a una guerra mundial depredativa de recursos humanos y materiales. Una guerra tecnológica implica la destrucción de las ciudades, las tierras de labor y la industria, el conocimiento moral y la eliminación en masa del hombre mismo, y las bajas posibilidades de recuperar los recursos destruidos. La teoría propagandista de las reparaciones de guerra es ideológica. Los países destruidos por la acción militar están fuera de un orden progresivo y perfectivo. Se mantienen en la emigración y la miseria crónica.
Las exigencias modificadores de un orden social, superado por la destrucción masiva, se descubren en la angustia kafkiana de un mundo irracional y absurdo y en George Grosz (1893-1959), pintor e ilustrador expresionista alemán, que manifiesta sus experiencias vitales traumáticas con sus dibujos y caricaturas, en los que satiriza las relaciones sociales en la Alemania posterior a la I Guerra Mundial. Cuando Franz Kafka escribe el Proceso en 1916, George Grosz, entre 1915-1917, simplifica la grafía de su obra para expresar el horror de la guerra y la caída moral de la sociedad, después de la derrota militar de la aristocracia militar prusiana. La producción artística de Grosz barre los contenidos morales conservadores, la conciencia militarizada, la inseguridad social generaliza para instrumentalizar el sometimiento de las masas sociales a una reglamentación, económica y política, genocida. Grosz de adhiere a la estilística dadaísta subversiva de captación de expresiones hipócritas, avariciosas y egoístas de clases sociales improductivas. Su participación, en el Levantamiento Espartaquista, convirtió a Grosz en un denunciador de las condiciones expoliativas y depredadoras de la sociedad alemana de postguerra. Tanto su obra pictórica como su militancia le servirían para ser procesado por incitación al odio de clases, ofensa al pudor, vilipendio a la religión, e injurias a las fuerzas armadas, además se destruirá parte de su obra satírica sobre la sociedad alemana.
El paralelismo generacional de la praxis de Kafka y Grosz proviene de su comprensión del mundo, desde la conducta irracional de la clase dirigente. Esta irracionalidad está en la ironía gráfica de Grosz como en la ironía del absurdo kafkiano, al ser ambos coetáneos en el flujo de la historia: Grosz, (1839- 1959), y Franz Kafka (1883-1924).
En la obra literaria kafkiana, hay una clara intención deformadora humorística, denunciadora de los comportamientos sectarios, de la oscuridad irracional del individuo sometido, junto a la angustiosa soledad de su obra, impuesta por las instituciones coercitivas familiares y sociales. La novela El Proceso, 1916, es una declaración incesante de inseguridad legal. El patrón unitario, de una visión apocalíptica del mundo, circunscribe la obra plástica de Grosz y la narrativa novelística de Franz Kafka. El humor deformante, de ambos, expresa la situación desesperada e irracional de su época, ante una sociedad que asume la uniformidad seriada de la muerte violenta y el silencio fatalista.
Escribe Kafka:
“-Es necesario que cierre una vez que usted pase; nadie más puede entrar.”El laberinto social de Josef K lo arroja a la provisionalidad existencial. Su excitada sensibilidad percibe la irracionalidad de su situación de acusado. Está solo en el laberinto. Su autenticidad proviene de su existencia en el peligro de una voluntad extraña, que había construido el laberinto de él. Josef K se encuentra empujado al laberinto. La puerta se cierra y nadie más puede entrar.
“No obstante entró. Entre dos hombres que se apoyaban contra la puerta-uno de ellos hacía con las manos los ademanes propios de estar contando dinero, mientras otro lo miraba fijamente a los ojos- surgió una mano que tomó a K del brazo. Pertenecía a un joven de poca estatura y rosadas mejillas.
-Venga, venga usted.”
El avaro sólo conoce el dinero en una relación de fetichización de los metales preciosos. La alegoría kafkiana de los dos personajes, antes de entrar en la asamblea, donde uno hace ademanes de contar dinero y el otro lo mira fijamente a los ojos, es de la avaricia abstracta por medio del metal-dinero, que concreta la pasión del avaro por la riqueza en oro y plata. Pudieran ser los personajes medievales alegóricos de la danza de la avaricia y de la envidia. Uno que cuenta un dinero inexistente y otro que mira fijo.
“K se dejó conducir, notando que entre el grupo abigarrado de gente había libre un estrecho sendero que probablemente dividía a los dos partidos. Esta conjetura era tanto más verosímil cuanto, que a todo lo largo de las dos primeras filas, tanto de de derecha como de izquierda, K no vio ningún rostro vuelto hacia él, sino solamente las espaldas de personas que dirigían sus discursos y ademanes a los de su grupo. La mayoría vestía de negro con solemnes levitas ceremoniales, que colgaban flojas por sus cuerpos. Tal vestimenta era la que desorientaba a K, pues de no ser por ella, había creído encontrarse en una reunión política. En el otro extremo de la sala, hacia donde se le condujo, habían colocado una mesita puesta de través sobre un estrado bajo y cubierto de gente, al igual que el resto de la sala; detrás de la mesa, casi al borde del estrado, un hombre pequeño y grueso, casi sin aliento, estaba sentado y hablaba en medio de grandes risas con otro que se mantenía de pie a sus espaldas, las piernas cruzadas, y los codos apoyados en el respaldo de la silla. (…) El hombrecito se volvió y escuchó inclinándose lo que le cuchicheo el otro al oído. Luego sacó un reloj y echando una rápida mirada sobre K le dijo:- Usted debería haberse presentado hace una hora y cinco minutos.”
K iba a responder algo, pero un murmullo que se levantó de la mitad derecha de la sala, apenas hubo de hablar aquel hombre, se lo impidió. (…) El silencio en la sala era ahora mucho mayor que al entrar K. Sólo los que se amontonaban en la galería no dejaban de hacer notar su presencia. Por lo que podía distinguirse de ellos en la penumbra, a través del humo y las exhalaciones parecían peor vestidos que los de abajo. Muchos habían llevado cojines que colocaban entre su cabeza y el techo para no lastimarse”. “-Aunque haya venido muy tarde, el caso es que estoy aquí.”
A estas palabras siguieron aplausos provenientes de la mitad derecha de la sala.
-Si- respondió el hombrecillo-pero ahora ya no estoy obligado a interrogarle.
Se reprodujeron los murmullos, pero esta vez, empero, su razón de ser se prestaba a confusas interpretaciones puesto que el hombre prosiguió diciendo, mientras hacía señas para que se callasen:- Sin embargo, excepcionalmente, hoy lo haré. Es preciso que no vuelva usted a llegar con retraso. Y ahora, adelántese. (…) K estaba contra el borde de la mesa, y tanta era la presión que los demás ejercían sobre él, que debía resistirse para no arrojar del estrado la mesa del juez y quizá con ella al propio juez.”
En esta descripción kafkiana nos encontramos con el humor ácido y político de las caricaturas sociales de Grosz y de Honoré Daumier (1808-1879), pintor y caricaturista francés, cuyas obras tratan la cotidianidad desde una perspectiva social marcada por la protesta anticonservadora.
“Sin embargo, el juez de instrucción no se inquietaba por eso, sino que seguía cómodamente sentado en su silla. Luego de decir una palabra al hombro que se encontraba detrás de él, tomó un pequeño libro de registro, único objeto que se hallaba en la mesa. Se hubiera dicho que se trataba de un viejo cuaderno escolar, muy deformado a fuerza de haberlo usado.
-De manera-dijo el juez de instrucción hojeando el cuaderno y se volvió hacia K con tono de comprobación- que es usted pintor de brocha gorda.
-No- respondió K-. Soy apoderado de un gran banco.
Esta respuesta hizo que la mitad derecha de la sala rompiera a reír tan cordialmente que K no pudo menos que imitarlos. Los espectadores se tomaban las rodillas con las manos y se agitaban con un gran ataque de tos. (…) El juez de instrucción preso de ira y no pudiendo hacer nada contra la gente de la sala, trató de vengarse amenazando a las dos galerías. De un salto se puso en pie y arqueó las cejas, que de ordinario no llamaban la atención, pero que en ese momento aparecían erizadas, negras y gigantescas sobre los ojos.
Josef K comienza su alegato, presentado a juicio de la asamblea, la anomalía de su situación legal. El texto del alegato es un grito desgarrado de un individuo incluido en la irracionalidad del procedimiento de la culpa ignorada.
Dice Josef K:” Escuchen esto: hace alrededor de diez días fui arrestado. Personalmente el hecho en sí me divierte, pero no se trata de eso. Una mañana muy temprano fui sorprendido en la cama; quizá habían recibido la orden del arresto (después de los que acaba de manifestar la instrucción ello me parece muy posible) contra algún pintor de brocha gorda tan inocente como yo, pero en todo caso es a mí a quien eligieron. (…)
Continúa Josef K: “Detrás de mi detención, para hablar de mi caso y detrás del interrogatorio de hoy, se mueve una organización que no solo ocupa a agentes sobornables y a inspectores y a jueces de instrucción pedantes, sino que además mantiene jueces de alto rango, con sus innumerables ejércitos de criados, escribientes y policías y otras fuerzas auxiliares, quizás inclusive verdugos. ¿Cuál es el sentido de esta gran organización?.Consiste en obtener inocentes y abrirles proceso sin sentido y la mayor parte de las veces, sin resultado alguno. Ahora bien, en medio de la falta de sentido de este sistema, ¿cómo no iba manifestarse el carácter venal de los funcionarios?. Es imposible, señores, que no quede evidencia. El juez de mayor jerarquía no podría ocultarlo. Por eso los agentes procuraron robar las ropas del detenido, por eso los inspectores se introducen en casa ajena, por esos los inocentes se ven deshonrados ante una asamblea en vez de ser interrogados normalmente. El discurso de K fue interrumpido por un chillido que provenía del fondo de la sala. En toda la sala brillaban pequeños ojos negros; las mejillas parecían mejillas de borrachos, las largas barbas eran feas y ralas, y cuando se llevaban las manos a ellas parecía como si estuvieran arañando el vacío con los dedos. Pero por debajo de las barbas- y este fue el verdadero descubrimiento de K- relucían insignias de distintos colores y tamaño, bajos los cuellos de aquella gente.”
Josef K denuncia las detenciones de personas en los Estados Totalitarios. El terror significa el control y adiestramiento de gente, que persigue a las masas sociales desorganizadas y a los individuos peligrosos en aclarar la verdad de la violencia organizada.
“Después abrió la puerta y bajó apresuradamente por las escaleras. A sus espaldas oyó el rumor de aquella asamblea que se recobraba para discutir lo ocurrido, como se haría en una clase de colegiales.”
La ironía de Kafka manifiesta su incredulidad sobre las condiciones legales en las que vive con un traje prestado. Es un hombre de una generación progresiva, que sabe que su situación está sobre el filo de la navaja.
La generación posterior a la I Guerra Mundial quedó aterrada por las consecuencias destructivas de la guerra. Negó la validez histórica de los imperativos de irracionalidad, plutocracia, hedonismo y militarismo aristocrático, que habían hundido la cultura de 1789 a 1914 en las trincheras del barro de Europa. Para evitar el horror de la guerra y de las crisis económicas, se debían constituir órganos internacionales, que contribuyeran a una dinámica de resolución de los problemas irresolubles del pasado, mediante una dinámica social crítica y de acción, que negara los valores históricos heredado, la manipulación de las masas sociales por obra de las pasiones racistas y la obtención de ganancias empresariales por el procedimiento de comprar la capacidad de trabajo a precios de subsistencia y altos beneficios del trabajo explotado. Las intrigas, de las alianzas internaciones de potencias imperialistas, para adquirir zonas de mercados a sus productos industriales, por un intercambio desigual de materias primas y alimentos a precios baratos por productos manufacturados caros, que conllevaran alimentación barata a la población urbana metropolitana, y mayores rendimientos empresariales, conducían al dominio militar y económico de millones de colonizados y millones de Km2 de superficie colonial. El dominio imperial del mundo para los grandes negocios monopolizados. Las políticas internacionales de los imperios emergentes se imponían o debilitaban militarmente ante los contrarios superiores. Un intenso revanchismo internacional estaba debajo de la proclama de guerra. La ideología excluyente afirmaba la negación física del enemigo exterior en las soflamas patriotas. En estas circunstancias totalitarias, el individuo debía tener la pasión del destino heroico, la dialéctica del revolucionario, ante la propaganda conservadora, y las astucias de las instituciones políticas militares y burocráticas. El individuo se arriesgaba, por una finalidad evolucionista y dinámica del yo y el mundo, y del individuo y la sociedad totalitaria.
Las generaciones no quedan fijadas a las dinastías sucesorias, ni a estadios sobrepasados por las situaciones dinámicas de producción material y espiritual.
En la postguerra, de la I guerra mundial europea, los artistas y los intelectuales exigieron una modificación de las estructuras sociales de poder militar y aristocrático, que precipitaron a los países a una guerra mundial depredativa de recursos humanos y materiales. Una guerra tecnológica implica la destrucción de las ciudades, las tierras de labor y la industria, el conocimiento moral y la eliminación en masa del hombre mismo, y las bajas posibilidades de recuperar los recursos destruidos. La teoría propagandista de las reparaciones de guerra es ideológica. Los países destruidos por la acción militar están fuera de un orden progresivo y perfectivo. Se mantienen en la emigración y la miseria crónica.
Las exigencias modificadores de un orden social, superado por la destrucción masiva, se descubren en la angustia kafkiana de un mundo irracional y absurdo y en George Grosz (1893-1959), pintor e ilustrador expresionista alemán, que manifiesta sus experiencias vitales traumáticas con sus dibujos y caricaturas, en los que satiriza las relaciones sociales en la Alemania posterior a la I Guerra Mundial. Cuando Franz Kafka escribe el Proceso en 1916, George Grosz, entre 1915-1917, simplifica la grafía de su obra para expresar el horror de la guerra y la caída moral de la sociedad, después de la derrota militar de la aristocracia militar prusiana. La producción artística de Grosz barre los contenidos morales conservadores, la conciencia militarizada, la inseguridad social generaliza para instrumentalizar el sometimiento de las masas sociales a una reglamentación, económica y política, genocida. Grosz de adhiere a la estilística dadaísta subversiva de captación de expresiones hipócritas, avariciosas y egoístas de clases sociales improductivas. Su participación, en el Levantamiento Espartaquista, convirtió a Grosz en un denunciador de las condiciones expoliativas y depredadoras de la sociedad alemana de postguerra. Tanto su obra pictórica como su militancia le servirían para ser procesado por incitación al odio de clases, ofensa al pudor, vilipendio a la religión, e injurias a las fuerzas armadas, además se destruirá parte de su obra satírica sobre la sociedad alemana.
El paralelismo generacional de la praxis de Kafka y Grosz proviene de su comprensión del mundo, desde la conducta irracional de la clase dirigente. Esta irracionalidad está en la ironía gráfica de Grosz como en la ironía del absurdo kafkiano, al ser ambos coetáneos en el flujo de la historia: Grosz, (1839- 1959), y Franz Kafka (1883-1924).
En la obra literaria kafkiana, hay una clara intención deformadora humorística, denunciadora de los comportamientos sectarios, de la oscuridad irracional del individuo sometido, junto a la angustiosa soledad de su obra, impuesta por las instituciones coercitivas familiares y sociales. La novela El Proceso, 1916, es una declaración incesante de inseguridad legal. El patrón unitario, de una visión apocalíptica del mundo, circunscribe la obra plástica de Grosz y la narrativa novelística de Franz Kafka. El humor deformante, de ambos, expresa la situación desesperada e irracional de su época, ante una sociedad que asume la uniformidad seriada de la muerte violenta y el silencio fatalista.
Escribe Kafka:
“-Es necesario que cierre una vez que usted pase; nadie más puede entrar.”El laberinto social de Josef K lo arroja a la provisionalidad existencial. Su excitada sensibilidad percibe la irracionalidad de su situación de acusado. Está solo en el laberinto. Su autenticidad proviene de su existencia en el peligro de una voluntad extraña, que había construido el laberinto de él. Josef K se encuentra empujado al laberinto. La puerta se cierra y nadie más puede entrar.
“No obstante entró. Entre dos hombres que se apoyaban contra la puerta-uno de ellos hacía con las manos los ademanes propios de estar contando dinero, mientras otro lo miraba fijamente a los ojos- surgió una mano que tomó a K del brazo. Pertenecía a un joven de poca estatura y rosadas mejillas.
-Venga, venga usted.”
El avaro sólo conoce el dinero en una relación de fetichización de los metales preciosos. La alegoría kafkiana de los dos personajes, antes de entrar en la asamblea, donde uno hace ademanes de contar dinero y el otro lo mira fijamente a los ojos, es de la avaricia abstracta por medio del metal-dinero, que concreta la pasión del avaro por la riqueza en oro y plata. Pudieran ser los personajes medievales alegóricos de la danza de la avaricia y de la envidia. Uno que cuenta un dinero inexistente y otro que mira fijo.
“K se dejó conducir, notando que entre el grupo abigarrado de gente había libre un estrecho sendero que probablemente dividía a los dos partidos. Esta conjetura era tanto más verosímil cuanto, que a todo lo largo de las dos primeras filas, tanto de de derecha como de izquierda, K no vio ningún rostro vuelto hacia él, sino solamente las espaldas de personas que dirigían sus discursos y ademanes a los de su grupo. La mayoría vestía de negro con solemnes levitas ceremoniales, que colgaban flojas por sus cuerpos. Tal vestimenta era la que desorientaba a K, pues de no ser por ella, había creído encontrarse en una reunión política. En el otro extremo de la sala, hacia donde se le condujo, habían colocado una mesita puesta de través sobre un estrado bajo y cubierto de gente, al igual que el resto de la sala; detrás de la mesa, casi al borde del estrado, un hombre pequeño y grueso, casi sin aliento, estaba sentado y hablaba en medio de grandes risas con otro que se mantenía de pie a sus espaldas, las piernas cruzadas, y los codos apoyados en el respaldo de la silla. (…) El hombrecito se volvió y escuchó inclinándose lo que le cuchicheo el otro al oído. Luego sacó un reloj y echando una rápida mirada sobre K le dijo:- Usted debería haberse presentado hace una hora y cinco minutos.”
K iba a responder algo, pero un murmullo que se levantó de la mitad derecha de la sala, apenas hubo de hablar aquel hombre, se lo impidió. (…) El silencio en la sala era ahora mucho mayor que al entrar K. Sólo los que se amontonaban en la galería no dejaban de hacer notar su presencia. Por lo que podía distinguirse de ellos en la penumbra, a través del humo y las exhalaciones parecían peor vestidos que los de abajo. Muchos habían llevado cojines que colocaban entre su cabeza y el techo para no lastimarse”. “-Aunque haya venido muy tarde, el caso es que estoy aquí.”
A estas palabras siguieron aplausos provenientes de la mitad derecha de la sala.
-Si- respondió el hombrecillo-pero ahora ya no estoy obligado a interrogarle.
Se reprodujeron los murmullos, pero esta vez, empero, su razón de ser se prestaba a confusas interpretaciones puesto que el hombre prosiguió diciendo, mientras hacía señas para que se callasen:- Sin embargo, excepcionalmente, hoy lo haré. Es preciso que no vuelva usted a llegar con retraso. Y ahora, adelántese. (…) K estaba contra el borde de la mesa, y tanta era la presión que los demás ejercían sobre él, que debía resistirse para no arrojar del estrado la mesa del juez y quizá con ella al propio juez.”
En esta descripción kafkiana nos encontramos con el humor ácido y político de las caricaturas sociales de Grosz y de Honoré Daumier (1808-1879), pintor y caricaturista francés, cuyas obras tratan la cotidianidad desde una perspectiva social marcada por la protesta anticonservadora.
“Sin embargo, el juez de instrucción no se inquietaba por eso, sino que seguía cómodamente sentado en su silla. Luego de decir una palabra al hombro que se encontraba detrás de él, tomó un pequeño libro de registro, único objeto que se hallaba en la mesa. Se hubiera dicho que se trataba de un viejo cuaderno escolar, muy deformado a fuerza de haberlo usado.
-De manera-dijo el juez de instrucción hojeando el cuaderno y se volvió hacia K con tono de comprobación- que es usted pintor de brocha gorda.
-No- respondió K-. Soy apoderado de un gran banco.
Esta respuesta hizo que la mitad derecha de la sala rompiera a reír tan cordialmente que K no pudo menos que imitarlos. Los espectadores se tomaban las rodillas con las manos y se agitaban con un gran ataque de tos. (…) El juez de instrucción preso de ira y no pudiendo hacer nada contra la gente de la sala, trató de vengarse amenazando a las dos galerías. De un salto se puso en pie y arqueó las cejas, que de ordinario no llamaban la atención, pero que en ese momento aparecían erizadas, negras y gigantescas sobre los ojos.
Josef K comienza su alegato, presentado a juicio de la asamblea, la anomalía de su situación legal. El texto del alegato es un grito desgarrado de un individuo incluido en la irracionalidad del procedimiento de la culpa ignorada.
Dice Josef K:” Escuchen esto: hace alrededor de diez días fui arrestado. Personalmente el hecho en sí me divierte, pero no se trata de eso. Una mañana muy temprano fui sorprendido en la cama; quizá habían recibido la orden del arresto (después de los que acaba de manifestar la instrucción ello me parece muy posible) contra algún pintor de brocha gorda tan inocente como yo, pero en todo caso es a mí a quien eligieron. (…)
Continúa Josef K: “Detrás de mi detención, para hablar de mi caso y detrás del interrogatorio de hoy, se mueve una organización que no solo ocupa a agentes sobornables y a inspectores y a jueces de instrucción pedantes, sino que además mantiene jueces de alto rango, con sus innumerables ejércitos de criados, escribientes y policías y otras fuerzas auxiliares, quizás inclusive verdugos. ¿Cuál es el sentido de esta gran organización?.Consiste en obtener inocentes y abrirles proceso sin sentido y la mayor parte de las veces, sin resultado alguno. Ahora bien, en medio de la falta de sentido de este sistema, ¿cómo no iba manifestarse el carácter venal de los funcionarios?. Es imposible, señores, que no quede evidencia. El juez de mayor jerarquía no podría ocultarlo. Por eso los agentes procuraron robar las ropas del detenido, por eso los inspectores se introducen en casa ajena, por esos los inocentes se ven deshonrados ante una asamblea en vez de ser interrogados normalmente. El discurso de K fue interrumpido por un chillido que provenía del fondo de la sala. En toda la sala brillaban pequeños ojos negros; las mejillas parecían mejillas de borrachos, las largas barbas eran feas y ralas, y cuando se llevaban las manos a ellas parecía como si estuvieran arañando el vacío con los dedos. Pero por debajo de las barbas- y este fue el verdadero descubrimiento de K- relucían insignias de distintos colores y tamaño, bajos los cuellos de aquella gente.”
Josef K denuncia las detenciones de personas en los Estados Totalitarios. El terror significa el control y adiestramiento de gente, que persigue a las masas sociales desorganizadas y a los individuos peligrosos en aclarar la verdad de la violencia organizada.
“Después abrió la puerta y bajó apresuradamente por las escaleras. A sus espaldas oyó el rumor de aquella asamblea que se recobraba para discutir lo ocurrido, como se haría en una clase de colegiales.”
La ironía de Kafka manifiesta su incredulidad sobre las condiciones legales en las que vive con un traje prestado. Es un hombre de una generación progresiva, que sabe que su situación está sobre el filo de la navaja.
No hay comentarios:
Publicar un comentario