sábado, 26 de mayo de 2012

Klaus Mann: Los espejos de los comediantes (4).



Los personajes que detentan el poder de castigar siempre están delante de un espejo y actúan expresando su carencia de emociones. Por ejemplo, la familia cerrada  autoritaria es un espejo que multiplica identidades que dan funciones irracionales totalitarias. No hay en ella, ninguna racionalidad que opere con fines progresivos de felicidad y justicia. Su operatividad evoluciona por medio de descargas psíquicas de culpabilidad irracional. La culpabilidad, que llega a la familia cerrada autoritaria, se crea en las fuerzas  coactivas del derecho privado que se jerarquiza en el miembro autoritario de la familia. La familia autoritaria actúa, entre los límites económicos y psíquicos de la producción material y mental, del sistema de reproducción de la vida social. Los micros operadores del sistema autoritario provienen de las descargas psíquicas del inconsciente reprimido y manifiesto por las actitudes de obedecer y padecer. Los elementos represivos combinan los hechos conscientes y los inconscientes. Los micros operadores inconscientes reprimen la economía sexual y subliman  la utilidad de la represión con fines de posición social, fundamentando  las atrofias psíquicas de los componentes de la familia cerrada. Aunque la coacción familiar totalitaria se individualiza y se oculta a través del miedo al castigo y al desamparo, no evita  su expresión mecanizada y autoritaria en los actos de las masas sociales automatizadas por el ejercicio de la disciplina. La coacción familiar se apoya en la coacción de la fuerza del Estado. La representación de las coacciones se objetivan  en la en las masas sociales jerarquizadas y fanatizadas por el líder. La cohesión de las masas se perpetúa enganchada a los símbolos de odio y muerte.
 La peste de las emociones irracionales lleva detrás de sí la agresividad homicida. Por esto, Klaus Mann, en la ceremonia totalitaria,  advierte que hay en los asistentes miradas de miedo y crueldad. El miedo inconsciente a la autoridad familiar y a las leyes que relacionan las culpas imaginarias y las expiaciones, que son la sobrexcitación psíquica a través de las acciones agresivas de las desigualdades de clase. La culpa y el arrepentimiento expresan la represión de las relaciones de poder de señores y siervos. La culpa y el arrepentimiento se doblan sobre sí mismos hasta la ruptura extenuativa de la enfermedad nerviosa. La crueldad sádica se interioriza y se manifiesta en la barbarie de la irracionalidad totalitaria. La intensidad acusativa de la voz autoritaria se desplaza por el inconsciente en la triada: lenguaje instrumental, barbarie del crimen legalizado, y la percepción como verdad del mundo deshumanizado. La conciencia totalitaria se  irracionaliza al máximo con el exterminio de los grupos opuestos a la ideología totalitaria.
2
Klaus Mann nos describe los operadores representativos en los que se exhiben las posiciones políticas de jerarquía totalitaria:
“El Principal Höfgen figuraba claramente entre los favoritos del  Presidente y General de la aviación, que había conseguido el nombramiento de aquél frente a la opinión del Ministerio de Propaganda. (…) Lo saludo y habló con él. ¿Quería demostrar el inteligente ministro de la propaganda, ante aquella reunión de la élite internacional que en la cumbre del gobierno alemán no había ficción ni desacuerdo? ¡Qué los celos entre él y el ministro pertenecían a la esfera de los cuentos macabros! ¿O es que Hendrik Höfgen -la figura más debatida de la capital- era tan sumamente listo que sus relaciones con El Ministro de Propaganda habían llegado a ser tan íntimas como las que mantenía con el General de al aire? ¿Se dejaba proteger por ambos y los enfrentaba ante sí? Algo así se podría esperar de su ya legendaria habilidad. (…) ¿Cómo está, mi querido Höfgen?- pregunto el ministro de propaganda mientras sonreía con amabilidad. 
También el Principal sonreía, pero no abiertamente, sino con una distinción que parecía casi dolorosa –Bien, gracias, señor ministro. Hablaba bajo, con tono ligeramente musical y muy acentuado. El ministro no había soltado aún su mano. ¿Puedo preguntarle por la salud de su esposa?  Inquirió el Principal. Su interlocutor se puso serio- Esta noche no se encuentra bien- y soltó la mano del consejero de Estado y senador, quien dijo compungido:-¡Cuánto lo lamento¡ Él sabía-todos en la sala lo sabían- que la esposa del ministro de propaganda estaba destrozada por los celos que sentía de la esposa del Presidente del Gobierno. Puesto que el Dictador era soltero, había sido ella, como esposa del ministro de propaganda, la primera  dama del país y había realizado su función con gracia y dignidad. Ni su peor enemigo se lo podía discutir. Pero apareció una tal Lotte Lindenthal, una actriz de mediana categoría- ni siquiera era ya joven- y se casó con el gordo amante del lujo. La esposa del Ministro de Propaganda sufrió lo indecible. ¡Se le disputaba el rango de primera dama!  ¡Otra se le anteponía! ¡Se le rendía culto a la cómica como si la propia reina Luise hubiese resucitado! Cada vez que había un acto de honor a Lotte, la mujer del Ministro de propaganda se disgustaba a tal punto  que le daban jaquecas. También aquella noche se había quedado en cama. (…) Los dos dignatarios conversaban en voz baja. A su alrededor se apiñaban los curiosos y varios fotógrafos. La mujer del fabricante de cañones susurraba a Pierre Larue, que se frotaba encantado las pálidas, pequeñas y huesudas manos.
-Nuestro Principal y el Ministro forman una pareja impresionante, ¿no es cierto?   ¡Son ambos atractivos! “
El ministro de propaganda y el Principal Höfgen forman un núcleo de poder. Alrededor de ambos se establecen anillos de acercamientos según la posición jerárquica de los asistentes. Como en una corte bizantina cada personaje estaba previamente en la situación de dependencia exigida. Nadie escapaba de hallarse en la posición que su rango le permitía La intriga se imponía y marcaba la distancia mayor o menor con respecto a los detentadores del poder político.  
Por esto, Klaus Mann  nos describe los resentimientos ocultos de los personajes nucleares. La pregunta insidiosa del Principal Höfgen al ministro de propaganda: ¿Puedo preguntarle por la salud de su esposa? Su interlocutor se siente ofendido y suelta la mano del consejero de Estado y Senador. El cual disimula diciendo-¡Cuánto lo lamento¡  Klaus Mann amplía la información: “ Él sabía-todos en la sala lo sabían- que la esposa del ministro de propaganda estaba destrozada por los celos que sentía de la esposa del Presidente del Gobierno.”
Los celos son sospechas de pérdidas de control en situación de infidelidad o infelicidad de dominio.
El lenguaje se vuelve eco y rebota como amenaza:
“Puesto que el Dictador era soltero, había sido ella, como esposa del ministro de propaganda, la primera  dama del país y había realizado su función con gracia y dignidad. Ni su peor enemigo se lo podía discutir. Pero apareció una tal Lotte Lindenthal, una actriz de mediana categoría- ni siquiera era ya joven- y se casó con el gordo amante del lujo. La esposa del Ministro de Propaganda sufrió lo indecible. ¡Se le disputaba el rango de primera dama!  ¡Otra se le anteponía! ¡Se le rendía culto a la cómica como si la propia reina Luise hubiese resucitado! Cada vez que había un acto de honor a Lotte, la mujer del Ministro de propaganda se disgustaba a tal punto  que le daban jaquecas. También aquella noche se había quedado en cama. (…).”
 La memoria del resentimiento es una quemadura a través del lenguaje. El resentido se vuelve vengativo y es un animal de presa que espera pacientemente su venganza.
La esposa del Ministro de Propaganda se ocultaba en la enfermedad. Su rencor provenía de no ocupar el asiento que le correspondía en el vodevil, en donde cada asistente deseaba ocupar el mejor lugar en la escena de la vanidad. Se necesitaba ser visto en el lugar privilegiado para que la jerarquía  fuera eficaz en sus efectos rígidos de permanencia.
Rebota el eco de la memoria:
“Pero apareció una tal Lotte Lindenthal, una actriz de mediana categoría- ni siquiera era ya joven- y se casó con el gordo amante del lujo.”¡Se le rendía culto a la cómica como si la propia reina Luise hubiese resucitado!”
La descripción despectiva de Klaus Mann de la mujer del gordo, amante del lujo, como una intrusa sin categoría a la que se le rendía culto de comedianta. Lotte representaba un papel de importante en la escenificación jerárquica, pero con unas dotes interpretativas de escaso relieve. El reproche del espectador se esconde en los espejos deformadores de los comediantes

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