sábado, 15 de septiembre de 2012

André Malraux: Saigón y la ciudad oculta. (3.1)



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Malraux  escribe sobre el Saigón colonial francés como si estuviera dentro del espacio de una ciudad desolada. Ciudad desierta y provincial. Con largas avenidas y bulevares rectos, en donde crece hierba bajo grandes árboles tropicales. El culí que tira de la ricsa, chorrea sudor. En un lugar de este espacio urbano, hay un barrio chino con múltiples rótulos dorados de caracteres negros, pequeños bancos y agencias comerciales de todo tipo. Los comerciantes chinos se introdujeron en el comercio que iba del Sur de China a Vietnam. En la Conchinchina francesa comerciaban con la   artesanía oriental, la propiedad de pequeños bancos de bajo capital oferente de préstamos de altos intereses y plazos de devolución breves. El crédito era usurario. Provenía del excedente de la agricultura de los pequeños y multitudinarios campesinos que los intercambiaban a bajos precios con los comerciantes de las ciudades portuarias. Los excedentes provenían más del bajo consumo que de incrementos de productividad. Las altas ganancias de los compradores que se acumulaban en los bancos para controlar las reservar y facilitar un crédito de altos rendimientos.
El sistema colonial europeo se basaba en la compra de materias primas y productos alimentarios básicos sobre las diferencias del valor del trabajo campesino y artesanal, y un precio monetario bajo de compra que trasladara los excedentes a los precios. El mecanismo de mercado que traslada los excedentes económicos a los precios determina las ganancias.  Esto origina la polarización acumulativa creciente de las ganancias en una clase social y la acumulación creciente en la clase dominada que trabaja.  El valor trabajo que se incorpora a los precios del coste de producción se deprecia o se acrecienta en su realización monetaria.  Cantidades de valores de uso se adquieren gratuitamente en su compra-venta. Las compras de los comerciantes a los campesinos y artesanos a bajos precios daban este resultado. Enormes cantidades de valores de uso no pagados formaban el contingente exportador de ganancia colonial gratuita. Las exportaciones coloniales se podían vender en la metrópoli a precios más bajos, incluso así  obtener enormes ganancias extraordinarias. La producción industrial colonial se incrementaba con los precios bajos del mercado de materias primas y medios alimentarios coloniales que producían un doble efecto: disminuir el capital de producción reduciendo los costes del capital fijos y  reducir los salarios. Ambas causas aumentaban la tasa de ganancia de los sectores industriales, comerciales y financieros del colonialismo. La dirección de los negocios iba siempre buscando el incremento del beneficio colonial mediante el consumo diferencial de precios metropolitanos y precios de colonias. Los valores coloniales gratuitos se incorporaban a la producción industrial fijando altas ganancias y relativos crecimientos coyunturales de los salarios. Los salarios reales por debajo del consumo necesario originaban altas ganancias que se repartían en todos los sectores económicos de la metrópoli colonial. El gran negocio comercial de ida y vuelta de los capitales de la burguesía compradora de productos a bajo valor en la colonia y vendedora de los excedentes de valores de uso no pagados a precios de mercado posibilitaba el mantenimiento de la revalorización creciente del capital.
La oferta industrial de la metrópoli a la colonia era  a precios monetarios bajos para provocar el hundimiento de las industrias artesanales. Las  diferencias de valor-precio hundía la competitividad de los productos manufacturados coloniales. Los productos textiles se exportaban a precios bajos para las colonias con el fin de destruir la oferta de las  empresas artesanales de baja composición de capital técnico con respecto al capital humano. Su baja productividad encarecía su producción y por tanto eran incapaces de competir a los precios textiles importados por los comerciantes coloniales. El fin era destruir la producción colonial desfasada en su productividad para imponer la venta exclusiva de los excedentes de oferta colonial. El mercado colonial monopolizaba la oferta de producción y manipulaba la demanda interna y externa. En conclusión, la miseria de campesinos y artesanos profundizaba el estancamiento económico y político de las masas sociales. A la vez que se creaba una burguesía adicta económicamente al colonialismo Los comerciantes y banqueros oriundos  se introducían en el comercio desigual de los campesinos y en los préstamos usurarios que posibilitaban la propiedad de la tierra, los animales y herramientas de labranza. Los intercambios desiguales, en valores de trabajo y precios monetarios, afluían y se materializaban en masas monetarias de plata en el sistema bancario metropolitano.
 Las masas de campesinos y artesanos arruinados emigraban a las ciudades para trabajar, en niveles extremos de subsistencia, para el mercado externo.  El culí malrauxiano que tira de la ricsa es un exponente del infra-trabajo de las masas emigrantes de antiguos campesinos propietarios y de artesanos arruinados. Los culíes serán en la novela de Malraux los elementos radicales y decisivos de las huelgas revolucionarias, por su miseria y trabajo extenuante.
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Este mundo social opresivo se manifiesta en la narración de Malraux como insostenible. Sólo se sale de él, cambiando la ideología conservadora  con la praxis revolucionaria de las clases oprimidas.
Malraux es un viajero en su acción y en sus ideas. El barco que lo lleva a Hong Kong y Cantón atraviesa el océano de las desigualdades explosivas de clase. Estas desigualdades sociales se vuelven obsesiones imperativas revolucionarias, producir y reproducir la vida, a través de una conciencia de clase activa políticamente. El mundo antagónico de la necesidad y la satisfacción  atraviesan necesariamente la organización de la desesperación en un partido político revolucionario que organice la violencia política de las masas depauperadas. Malraux se entrega al viaje existencial de hallar la  revolución en la miseria social. Es un viajero en un tiempo negador de las condiciones de permanecer ciego, mundo, ante la evidencia de la realidad social. Los antagonismos de clase se han de dar en planos políticos de absoluto radicalismo. Los individuos se agrupan en la desesperanza de la pobreza. Los desesperados son fragmentos del salario bajos con jornadas de trabajo extenuantes. No se  escapan de la relación opresiva de vendedores de trabajo y compradores de trabajo bajo la condición pasiva de la resignación.
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Para André Malraux, su viaje por los inicios de la revolución china del siglo XX es un viaje por la condición humana que debe convertir las ideas en acción. Él es un intelectual de su tiempo histórico. Nadie escapa a su historia personal ni a la Historia. En la primera década del siglo XX, los intelectuales europeos de izquierdas estaban decididos a convertir las utopías sociales en praxis revolucionaria. La historia les mostraba la posibilidad de reflexionar sobre las derrotas sociales de la izquierda utópica y progresista en 1789,1800, 1812, 1838, 1848, 1870, 1914, 1918. La revolución permanente incesantemente se encallaba en la reacción militar de los sistemas conservadores aristocráticos. Algunos intelectuales de izquierdas no querían abocarse a la acción anarquista, sino a la organización de una fuerza política militante que fuera capaz de resistir la reacción organizada, llevando a las masas sociales la organización de un partido disciplinado y clandestino y el salto cualitativo de la formación de líderes de masas.
En la China de 1911, una  fracción del ejército se sublevó, junto a masas de obreros y estudiantes, y se apoderó del arsenal  y las sublevaciones locales se multiplicaron  en todo el territorio. En 1912 Shangai caía en poder de los rebeldes  mientras Cantón se unió a la revolución. Sun Yat Sen se convierte en presidente de la república y se instala en Nankin .
Sun Yat Sen se volvió el intelectual revolucionario en Asia y en Europa. A partir de él,  los intelectuales europeos de izquierdas habrán de concebir la revolución como la acción de masas bajo la dirección de una fuerza política organizada y revolucionaria. La novela de los Conquistadores será una descripción incesante de este principio de acción política revolucionaria a través de sus personajes.
La reflexión política de Malraux se daba en la necesidad histórica de la  praxis revolucionaria. En la novela, su objetividad es la de un viajero que asiste a la gradación violenta del escenario social. Las estrategias de resistir y vencer expresan el abandono del individualismo por la permanencia de la revolución social.
 El viajero debe llegar a un espacio de la historia, donde la violencia revolucionaria sea el progreso organizativo de las masas sociales dominadas.

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