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Malraux escribe
sobre el Saigón colonial francés como si estuviera dentro del espacio de una
ciudad desolada. Ciudad desierta y provincial. Con largas avenidas y bulevares
rectos, en donde crece hierba bajo grandes árboles tropicales. El culí que tira
de la ricsa, chorrea sudor. En un lugar de este espacio urbano, hay un barrio
chino con múltiples rótulos dorados de caracteres negros, pequeños bancos y
agencias comerciales de todo tipo. Los comerciantes chinos se introdujeron en
el comercio que iba del Sur de China a Vietnam. En la Conchinchina francesa
comerciaban con la artesanía oriental, la
propiedad de pequeños bancos de bajo capital oferente de préstamos de altos
intereses y plazos de devolución breves. El crédito era usurario. Provenía del excedente
de la agricultura de los pequeños y multitudinarios campesinos que los
intercambiaban a bajos precios con los comerciantes de las ciudades portuarias.
Los excedentes provenían más del bajo consumo que de incrementos de
productividad. Las altas ganancias de los compradores que se acumulaban en los bancos
para controlar las reservar y facilitar un crédito de altos rendimientos.
El sistema colonial europeo se basaba en la compra de
materias primas y productos alimentarios básicos sobre las diferencias del
valor del trabajo campesino y artesanal, y un precio monetario bajo de compra
que trasladara los excedentes a los precios. El mecanismo de mercado que
traslada los excedentes económicos a los precios determina las ganancias. Esto origina la polarización acumulativa creciente
de las ganancias en una clase social y la acumulación creciente en la clase
dominada que trabaja. El valor trabajo
que se incorpora a los precios del coste de producción se deprecia o se
acrecienta en su realización monetaria. Cantidades
de valores de uso se adquieren gratuitamente en su compra-venta. Las compras de
los comerciantes a los campesinos y artesanos a bajos precios daban este
resultado. Enormes cantidades de valores de uso no pagados formaban el
contingente exportador de ganancia colonial gratuita. Las exportaciones coloniales
se podían vender en la metrópoli a precios más bajos, incluso así obtener enormes ganancias extraordinarias. La
producción industrial colonial se incrementaba con los precios bajos del
mercado de materias primas y medios alimentarios coloniales que producían un
doble efecto: disminuir el capital de producción reduciendo los costes del capital
fijos y reducir los salarios. Ambas
causas aumentaban la tasa de ganancia de los sectores industriales, comerciales
y financieros del colonialismo. La dirección de los negocios iba siempre
buscando el incremento del beneficio colonial mediante el consumo diferencial
de precios metropolitanos y precios de colonias. Los valores coloniales gratuitos
se incorporaban a la producción industrial fijando altas ganancias y relativos
crecimientos coyunturales de los salarios. Los salarios reales por debajo del
consumo necesario originaban altas ganancias que se repartían en todos los sectores
económicos de la metrópoli colonial. El gran negocio comercial de ida y vuelta
de los capitales de la burguesía compradora de productos a bajo valor en la
colonia y vendedora de los excedentes de valores de uso no pagados a precios de
mercado posibilitaba el mantenimiento de la revalorización creciente del capital.
La oferta industrial de la metrópoli a la colonia
era a precios monetarios bajos para
provocar el hundimiento de las industrias artesanales. Las diferencias de valor-precio hundía la
competitividad de los productos manufacturados coloniales. Los productos textiles
se exportaban a precios bajos para las colonias con el fin de destruir la
oferta de las empresas artesanales de
baja composición de capital técnico con respecto al capital humano. Su baja productividad
encarecía su producción y por tanto eran incapaces de competir a los precios
textiles importados por los comerciantes coloniales. El fin era destruir la
producción colonial desfasada en su productividad para imponer la venta
exclusiva de los excedentes de oferta colonial. El mercado colonial monopolizaba
la oferta de producción y manipulaba la demanda interna y externa. En
conclusión, la miseria de campesinos y artesanos profundizaba el estancamiento
económico y político de las masas sociales. A la vez que se creaba una
burguesía adicta económicamente al colonialismo Los comerciantes y banqueros
oriundos se introducían en el comercio desigual
de los campesinos y en los préstamos usurarios que posibilitaban la propiedad de
la tierra, los animales y herramientas de labranza. Los intercambios desiguales,
en valores de trabajo y precios monetarios, afluían y se materializaban en
masas monetarias de plata en el sistema bancario metropolitano.
Las masas de
campesinos y artesanos arruinados emigraban a las ciudades para trabajar, en niveles
extremos de subsistencia, para el mercado externo. El culí malrauxiano que tira de la ricsa es un
exponente del infra-trabajo de las masas emigrantes de antiguos campesinos
propietarios y de artesanos arruinados. Los culíes serán en la novela de
Malraux los elementos radicales y decisivos de las huelgas revolucionarias, por
su miseria y trabajo extenuante.
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Este mundo social opresivo se manifiesta en la narración de
Malraux como insostenible. Sólo se sale de él, cambiando la ideología conservadora
con la praxis revolucionaria de las
clases oprimidas.
Malraux es un viajero en su acción y en sus ideas. El
barco que lo lleva a Hong Kong y Cantón atraviesa el océano de las
desigualdades explosivas de clase. Estas desigualdades sociales se vuelven
obsesiones imperativas revolucionarias, producir y reproducir la vida, a través
de una conciencia de clase activa políticamente. El mundo antagónico de la
necesidad y la satisfacción atraviesan
necesariamente la organización de la desesperación en un partido político
revolucionario que organice la violencia política de las masas depauperadas. Malraux
se entrega al viaje existencial de hallar la revolución en la miseria social. Es un viajero
en un tiempo negador de las condiciones de permanecer ciego, mundo, ante la evidencia
de la realidad social. Los antagonismos de clase se han de dar en planos políticos
de absoluto radicalismo. Los individuos se agrupan en la desesperanza de la
pobreza. Los desesperados son fragmentos del salario bajos con jornadas de
trabajo extenuantes. No se escapan de la
relación opresiva de vendedores de trabajo y compradores de trabajo bajo la
condición pasiva de la resignación.
3
Para André Malraux, su viaje por los inicios de la
revolución china del siglo XX es un viaje por la condición humana que debe
convertir las ideas en acción. Él es un intelectual de su tiempo histórico.
Nadie escapa a su historia personal ni a la Historia. En la primera década del
siglo XX, los intelectuales europeos de izquierdas estaban decididos a
convertir las utopías sociales en praxis revolucionaria. La historia les mostraba
la posibilidad de reflexionar sobre las derrotas sociales de la izquierda
utópica y progresista en 1789,1800, 1812, 1838, 1848, 1870, 1914, 1918. La
revolución permanente incesantemente se encallaba en la reacción militar de los
sistemas conservadores aristocráticos. Algunos intelectuales de izquierdas no querían
abocarse a la acción anarquista, sino a la organización de una fuerza política
militante que fuera capaz de resistir la reacción organizada, llevando a las
masas sociales la organización de un partido disciplinado y clandestino y el
salto cualitativo de la formación de líderes de masas.
En la China de 1911, una
fracción del ejército se sublevó, junto a masas de obreros y
estudiantes, y se apoderó del arsenal y
las sublevaciones locales se multiplicaron
en todo el territorio. En 1912 Shangai caía en poder de los
rebeldes mientras Cantón se unió a la revolución.
Sun Yat Sen se convierte en presidente de la república y se instala en Nankin .
Sun Yat Sen se volvió el intelectual revolucionario en
Asia y en Europa. A partir de él, los
intelectuales europeos de izquierdas habrán de concebir la revolución como la
acción de masas bajo la dirección de una fuerza política organizada y
revolucionaria. La novela de los Conquistadores será una descripción incesante
de este principio de acción política revolucionaria a través de sus personajes.
La reflexión política de Malraux se daba en la necesidad
histórica de la praxis revolucionaria. En
la novela, su objetividad es la de un viajero que asiste a la gradación
violenta del escenario social. Las estrategias de resistir y vencer expresan el
abandono del individualismo por la permanencia de la revolución social.
El viajero debe
llegar a un espacio de la historia, donde la violencia revolucionaria sea el
progreso organizativo de las masas sociales dominadas.
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