jueves, 1 de noviembre de 2012

La producción de la máquina imaginaria.



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Al hombre le aceleran su agonismo construyéndolo en sentido de construir una cosa por otro juntando diversos elementos. Igual que una máquina. Elementos imaginarios como correlatos de elementos reales. Los elementos imaginarios se  inyectan a los elementos reales por las prácticas de las máquinas que producen pulsiones de conductas instintivas de amor y muerte. La máquina de producción de correlatos imaginarios es inconsciente. El individuo es conciencia de sí mismo en una ideología predeterminada por las máquinas ideológicas. Sus pulsiones están predeterminadas por los intereses de dominio de la clase dirigente. Vive su realidad imaginaria como si fuera su vida real. En estas máquinas productoras de enajenaciones no hay culpabilidad moral por la infelicidad de los consumidores irracionales de su producción. La gran máquina ideológica produce objetos ideológicos que alimentan la oscuridad mental. La máquina se introduce y desliza por debajo de la adaptabilidad del individuo que se incorpora al mundo y lo toma como suyo. Se le denomina a esta actitud la de conciencia gusano. La máquina produce ruidos ideológicos. Se contrae en la introspección de sus enganches mórbidos de piezas elásticas y piezas móviles  en la elasticidad o rigidez de la memoria. Una parte de la memoria está sumergida en el inconsciente rígido  y se conecta a la realidad móvil por percepciones asociativas, que  se hacen desde la memoria inconsciente a la angustia del lenguaje balbuceado en espacio cronológico del deseo.
 El cuerpo-máquina no viaja por la realidad sólo absorbe pegamentos imaginarios. La máquina de correlatos imaginarios  nunca se queda en un instante de la producción, sino que produce ampliativamente. Es una máquina física y no una máquina metafísica de producción de momentos vividos, en el instante único de la Nada metafísica de la angustia.
 La máquina de correlatos imaginarios conexiona la producción real de hombre con la producción imaginaria hasta el extremo de desposeerlo de la realidad del indeseo. La máquina censura la producción física y psíquica si el individuo se vuelve conciencia transparente de su vida real. La censura de la máquina deforma sus efectos y los convierte en imaginarios. Sólo pretende que los elementos de la rebelión del individuo, contra su manipulación, sea la angustia de lo imaginario. Las desconexiones de la máquina a sus terminales ideológicos producen vacíos en los que penetra el delirio sin control y el individuo es  de un ser producido en los cortes y enganches de la memoria monosilábica de la máquina.
Un corte, una desconexión, un corte, una desconexión: la máquina de productos imaginarios ideológicos se engancha a las desconexiones al metalenguaje. El lenguaje sobre el lenguaje. El encabalgamiento de las palabras errantes de significado en un lenguaje de extensión monosilábica.
 El borde afilado de una descarga de la máquina  emocional da retornos a la piel fría de la máquina reptil. Es el Instrumento de borde afilado que corta la unidad de la racionalidad y de los hechos incesantes e inútiles de la paranoia. No hay soportes para la realidad de las relaciones sociales.  Por ejemplo la máquina- mito arriba incesantemente a la desconexión del canto de las sirenas y los gritos agónicos que se incuban en las grietas trampas: la utilidad de los actos aceptados en la audición verbal del engaño. El mal funcionamiento de los sentidos se relaciona con la posición del cuerpo imaginario en el cuerpo real. Hay distorsión del lenguaje del individuo y el lenguaje-ruido de la máquina.
El oído distorsionado es un muro. El ruido maquinal se  introduce en la grasa-sangre para no percibir el desquiciamiento relacional de las cosas y las palabras.
Odiseo es parte de la máquina-mítica de Homero, que ordena repetitivamente taparse los oídos con cera a los navegantes de las realidad, exceptuándose él que mandó le  ataran  al mástil del navío para luego ser el relator del delirio de la máquina mítica. La máquina mítica fue fabricada en el modo de relación social esclavista. El individuo esclavo es una pieza adquirida por la violencia que se suelda al cuerpo y memoria del esclavista. La relación esclavista se adhiere a la filosofía de la máquina estoica y cristiana como un animal  arácnido artrópodo con cuatro pares de patas y la cabeza unida al tórax. El arácnido-Penélope teje  el parche ciego en el cristalino del gigante mitológico. La máquina Polifemo ve como un arácnido se pasea por el cristalino de su único ojo. La máquina ojo funcional en el texto de Homero. Digrafía  en la máquina- texto griego. La máquina-arácnido  corre por  el cristalino del ojo del gigante mitológico. Se contrapone al símbolo del  mito del héroe atado al mástil, pretendiendo escuchar el canto de las sirenas para luego manipular en los oídos de cera de los navegantes la narración heroica. El lenguaje mítico necesita la cera en los oídos.
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Para el filósofo existencialista Hedeigger no hay un Ser- máquina  ni un tiempo- máquina. Sólo la metafísica del Ser en el tiempo. Su hallazgo de la esencia humana es el hallazgo de la existencia en la muerte. En el tiempo de la existencia es donde se escucha el canto enloquecedor de las sirenas de Odiseo. El individuo no está en la historia buscando la resolución imaginaria del viaje de sus contradicciones Necesariamente debe hallarse exponiendo su existencia en las relacione sociales. La urdimbre de su ser en la deriva existencial del correlato real e imaginario obliga a su incertidumbre a la angustia monótona del tiempo. El individuo se encadena por el flujo temporal de su constitución compulsiva de amor y muerte. Sólo Odiseo escuchó el canto de las sirenas, pero no todo hombre atado al mástil de su precariedad percibe el canto de las sirenas en el tiempo circular de la repetición mística del miedo. La voz musical de las sirenas-máquinas está unida a las llamadas hipnóticas del tiempo y la muerte. Si el Ser es exclusivamente permanencia ocasional, entonces no se halla sentido finalista a los actos de la voluntad que se arraiga en la realidad. Tal vez el Ser sea semejanza oriental de la lluvia que cae en los estanques donde las flores de loto flotan en el agua verdosa. La equivalencia de tiempo  absoluto  da al Ser relativo del hombre la magnitud grávida de la angustia frágil de la flor. La angustia que se estanca en la marchitez de la flor como si fuera un opiáceo que da  lucidez al ser perdido y limitado por la angustia.

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