1
El hombre
elude lo extraño. Todo lo que inquieta lo mantiene ajeno a sí mismo. Cuando uno se extraña de sí mismo,
entra en una fase excéntrica en la busca incesante de la agarradera que lo
sujete a lo habitual. Salir al mundo con zapatos viejos. Andar la calle
conocida, ver las caras de siempre y sus gestos que te devuelven el viejo saber
de lo mismo. Lo extraño es lo insólito. La confesión que llega de algún lugar o
de un encuentro imprevisto. ¿Sabes qué ha ocurrido esto? Te informan de lo
extraño. Lo que ha ocurrido nos devuelve a una situación de inestabilidad. No
hacer perder el difícil equilibrio de vivir con uno mismo. No estar en el lugar,
pero te llega el soplo de la inestabilidad. La obsesión de la estabilidad queda
rota como el cristal con varios rostros. No se concreta el rostro definitivo
que ha causado lo insólito. La angustia o la desmemoria que sostienen el
andamiaje del quehacer que se viene abajo y hay un instante de desnudez. La
conciencia se cansa de ser ella misma. La identidad, insistentemente mantenida
para alejarse de los extraño, se desequilibra penetrando en el miedo. El hombre
requiere de la solidez de lo habitual. No puede entregarse a lo extraño, salvo
que ésta entrega suponga alejarse de la vida propia. Quien se entrega a la vida
ajena debe saber que entonces pertenece a la voluntad de Otro. Entra en la
relación de gobernante a gobernado, de amo y esclavo, de seño y siervo, o vendedor
de tiempo de trabajo o comprador del mismo. En una u otra situación es un ser
dividido. Una parte de de su existencia
es de otro. Es una conciencia sin identidad autónoma. Todo hombre que pertenece
a la extrañeza de Otro tiene que descubrir su verdadera libertad
mediante la rebelión. Al igual que los traumatismos por muy profundos que estén
saldrán a la meditación de su origen en un instante arbitrario, pero como
preanuncio de la extrañeza de la madurez
del individuo en su soledad.
La
soledad es una fase anímica de absoluto encuentro de uno mismo para encontrase
con la cicatriz que quema. La cicatriz remonta la oscuridad de su origen para
mostrarse su omnipotencia de vestigio que devuelve al hombre el poder de la
verdad. El instante de la verdad está hecho de tiempo pretérito. Abrir una caja
de lata y encontrase con los juguetes ebrios de sentimiento. Uno no se extraña
de los juguetes encontrados. Los recuerdas, se dan por vitalicios, aunque la
mira inquieta recuerda el pretérito como una etapa de la vida que se ha
desasido como la rama del tronco del árbol, Ya ni es tuya, es una cosa exterior
que provoca extrañeza. Al final de un ciclo de vida sólo queda la mirada, el
papel arrugado y escrito o de una tela del vestido que vistió a alguien. Es tan
fuerte la extrañeza de los objetos y de las palabras perdidas que se vuelve a
esconder la caja metálica que simboliza el recuerdo, a la espera que un presente
imprevisto llegue en otro momento aplazado. El hombre huye de la agarradera del
pretérito y por esto se va hacia fuera, a la orilla donde se halle la
agarradera que lo sujete a lo habitual. El contacto con lo extraño nos aturde y
nos libera como la mirada en el espejo.
2
Una masa social que se divierte junta nos
libera de identificarnos como diferentes. Sea la masa social de los campesinos
del siglo XIV o la masa festivas de las urbes. La masa social junta a los
individuos y les da el consuelo de ser lo mismo. Ser lo mismo es ser idénticamente
igual a los otros que componen la masa social.
La masa social liberada se enajena y
entonces niega y afirma al Señor y al Servidor. Es un salto de la duda del
instante que se entrega a lo mismo. El
instante en que se establece la igualdad de la liberación y ninguno es más que
otro y los hombres se convierten en masa social que olvida. Esta masa social
está sujeta por la necesidad de olvidar las relaciones que convierten la vida
en un estado de extrañamiento del dominio. El anhelo de la embriaguez comporta el peligro de lo incierto. La masa
humana puede llegar a ser masa máquina y sufrir el aplastamiento. La máquina no
siente el dolor extraño ni el suyo: es un principio de la mecánica. El hombre,
sin embargo, pone el juego la contracción de sus masas blandas corporales
frente a la presión de un émbolo. Un
disco que se ajusta y mueve alternativamente en el
interior de una bomba para comprimir un fluido o para recibir de él movimiento.
La masas de comprime en el espacio corporal hasta destrozar el continente de la
costillas.
3
Puesto que el hecho de la igualdad del
movimiento no ha logra serlo, sino lo mismo, los hombres no son iguales por la
embriaguez de instante de la acción concertada sea ésta la guerra o un
movimiento de masas en una plaza. Si existe la embriaguez de lo mismo. el
despertar a del ser desnudez que se da a sí misma la esperanza de recomenzar su
pasado. La claridad del no ser llega cuando las relaciones de poder hacen dependencia
de los muchos a los menos. La desigualdad y la igualdad no son hechizos. Vuelven
siempre a ser realidad de dependencia. La masa social que baila o cubre la
calles desea que el hechizo de sus gritos se vuelva la rebelión que anule la dependencia
de los Otros.
4
La
embriaguez del agrito tiene su amanecer. El “Mono” cruza los brazos en la
madrugada. Desde ese instante ya eres la imagen desconocida de otro.
La
rebelión exige que la necesidad de ser libre deba volver a una fuerza social
organizada. La fuerza social mejor organizada es la fuera predominante. Las
diferencias de organización marcan procesos perfeccionados de represión. De la
azada neolítica al la física nuclear.
Todas las partes de un todo están simultáneamente ajustando interrelaciones
de igualdad y desigualdad. Lo principal
se vuelve secundario. Las fusiones de las desigualdades dan nacimiento a otras
desigualdades y procesos sociales de fuerzas sociales predominantes y discontinuas.
La historia no es un proceso natural del cambio, sino un proceso de fuerzas
organizadas enfrentadas, según los intereses de las clases dominantes y
dominadas.
El principio
lógico de mecanización de la fuerza
social provoca que las contradicciones de los grupos sociales se vuelvan de
principales a secundarios y viceversa. Un grupo dominante mantiene la
organización de sus intereses hasta que sus condiciones históricas de
supervivencia queden absolutamente agotadas. Los hombres sometidos pueden
esperar el agotamiento de la clase dominante, pues ésta transmite sus intereses
de dominio a través de la estructura jurídica y política del Estado.
5
El hombre
elude lo extraño. Todo lo que inquieta lo mantiene ajeno a sí mismo.
Pero el
hombre ajeno a sí mismo está fuera de la Historia. De las fuerzas sociales que
la configuran. ¿Qué es lo que inquieta al hombre hasta sacarlo fuera de la
Historia”. El miedo instintivo a su desaparición como ser vivo. Todo ser vivo
quiere permanecer vivo. La biología psíquica del hombre es la permanencia fuera
de los parámetros animales y sociales de
su extinción. La libertad es un riesgo que pertenece a la voluntad y no a la
biología. Estamos dentro de la promesa de la muerte. Es una promesa cierta. Aunque
la promesa cierta de la muerte hace del hombre huir de ella hasta llegar a ser
siervo de siervos, animal de animales, genocida de genocidas, incluso héroe de
héroes; no por ello deja de estar en el dominio y en la muerte. La muerte no es
un acto que contradiga la voluntad de dominio.
La muerte
está en el lenguaje. El lenguaje mismo.
Sea la palabra de dios o sea a palabra del hombre lleva el contenido de la
promesa de la muerte.
La vida es
un largo olvido del lenguaje. Pero sin el lenguaje no somos ni pensamiento ni
abismo.
El Lucifer caído de la escultura romántica viene
a ser la expresión de la caída del lenguaje en la expresividad del dominio de la
Naturaleza y de la Historia, que escasamente libera con la lentitud de la marcha del
caracol
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