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La historia de la cotidianidad aparece como un flujo
incesante y homogéneo que atenaza el tiempo físico. Sin embargo, este flujo
incesante admite rupturas de discontinuidad. Lo nuevo se incrusta en lo viejo y
al igual que una cuña de acero rompe el bloque del flujo incesante de la
historia, provocando que elementos sociales y económicos nuevos aparezcan como
rupturas en la continuidad del tiempo cotidiano. Las estructuras sociales
guardan los elementos ocultos que habrán de destruir las viejas. La
invariabilidad de un sistema conlleva sus límites de ruptura. Las variables
estructurales del sistema social establecen normas y deseos intencionales y desajuste
entre las posibilidades de los deseos y los hechos objetivos. Las leyes del
sistema social se ajustan a las diferencias entre las normas deseadas y las
invariables del sistema en los límites de su perpetuidad. En este movimiento
del deseo y la contradicción, se dan los equilibrios y desequilibrios de los
elementos sociales viejos y lo elementos sociales nuevos. Para darle
continuidad a un sistema social es necesario que se produzcan rupturas que
superen los límites de su invariabilidad. Los elementos estructurales nuevos
están dados en el funcionamiento estructural actual. Lo nuevo está dado en lo
viejo. La aparición de los elementos sociales y económicos nuevos proviene de
las insuficiencias de funcionamiento de los elementos sociales depreciados que
impiden la aparición de nuevas leyes de funcionamiento social. El hombre tiene que producir su vida en unas
condiciones históricas relativas dadas, que pueden imposibilitar su propia
existencia. Los elementos sociales depreciados impiden el funcionamiento de
producción de las condiciones de supervivencia de la sociedad. Estos elementos
depreciados frenan la renovación normal de la vida social. Son elementos
sociales refractarios al cambio sustitutivo de las relaciones de dominio de las
minorías sobre las mayorías. El poder de dominio de una minoría actual se
articula en una práctica obsesivamente represiva en las nuevas condiciones
materiales y mentales que exigen un cambio de situación de lo viejo depreciado.
La vida social no se nos da definitivamente concluida, ya que hay que
reproducirla fuera de las estructuras
económicas y mentales desfasadas, que conservan su invariabilidad como la
continuidad de lo mismo a través de la violencia de la necesidad primaria de
subsistir y la violencia instituida en un derecho perpetuativo de la invariabilidad
de las relaciones de dominantes y dominados.
Una crisis socioeconómica desnuda la realidad social de
las ideologías ancladas en el pasado y hace aflorar los elementos sociales
nuevos, que habrán de sustituir las relaciones sociales de explotación
económica y mental de la minoría sobre la mayoría.
Los equilibrios y desequilibrios de reproducción de la
sociedad imponen rupturas en el flujo cotidiano de la producción material del
hombre y en los imaginarios políticos de las totalidades colectivas de poder y
representación política. La estabilidad de la cotidianidad social y los flujos
de ruptura se dan en las continuidades y discontinuidades conjuntivas de las
estructuras sociales en la totalidad
social jerarquizada. Una totalidad social es un conjunto de estructuras
materiales e ideológicas vinculadas como un Todo en un momento concreto de la
historia. El Todo social tiene una sincronía de normas y hechos que habrán de
posibilitar imprevistos que posibiliten la aparición de diacronías rupturistas.
Una revolución son los efectos de las diacronías en las sincronías. Lo nuevo en
lo viejo. La invariabilidad del sistema social
se desajusta en su incapacidad de reproducirse. Las normas y los hechos
introducen leyes de ajustes y rupturas del sistema social. Lo nuevo de la
historia está dado en los desajustes de las normas intencionales y los hechos.
Los ajustes y desajustes de normas y hechos provocan diacronías violentas de
reajuste en las relaciones de dominio. Una clase social de dominio no puede
mantenerse en el poder político y económico exclusivamente a nivel de la
producción de subsistencia económica de la mayoría social. No hay retorno a la
barbarie de un excedente económico capitalista, que a absorba totalmente el
nivel el tiempo necesario de trabajo para que a la vez produzca la vida colectiva
asalariada (95% de la población activa) y posibilitar un excedente ganancial con
un trabajo gratuito total. Si el mito de la izquierda es la Arcadia, el mito de
la derecha económica es un salario nominal que se acerque al cero de salario
real. El mito de los compradores de trabajo es que éstos vivan del aire. El
hombre no es una cosa libre de usar en las unidades de producción, sino una
fuerza de trabajo que requiere un nivel de subsistencia material capaz de
mantenerla en funcionamiento en el proceso de producción. El trabajador gasta
su valor de uso al establecer un valor de cambio salarial. Sus energías físicas
y mentales en la jornada de trabajo se agotan y es necesario reponerlas por el consumo
de reposición en el “tiempo libre” que se le permite. Con la salvedad de que tiene
que reponer necesariamente sus energías
gastadas si quiere permanecer vivo. El límite de su libertad está dado en la jornada
de trabajo siguiente que repone el salario.
Para continuar en
el proceso de producción tiene que reponer las energías gastadas junto a la
amortización de las máquinas y el consumo de materiales. El hombre gasta sus
energías vitales, pero necesita reponerlas en una reproducción de su vida en
términos de trabajo objetivado y necesario para mantenerse y ceder el trabajo
excedente y gratuito que deja a las unidades de producción. Mientras el hombre
esclavizado es desposeído de la propiedad de su cuerpo, el trabajador asalariado
sólo vende, si hay comprador, una fracción diaria de su vida laboral. Para el
resto del tiempo no productivo es libre para reponer sus energías o destruir su
organismo por falta de atención adecuada. Los hábitos de mantenerse en la existencia
pertenecen al instinto de perpetuación. Del
esclavo propiedad existencial del esclavista a la venta salarial se determinan
estadios de historia social. La compra del esclavo niega la jornada de trabajo
laboral por la jornada natural. El esclavo es una parte de la naturaleza. El
trabajador es parte de la jornada de trabajo. Cuando ésta cesa, el trabajador
debe reponer sus energías materiales y psíquicas. El mundo del deseo está
situado detrás de la jornada laboral. Un deseo sin medios de pago monetarios
carece de validez real.
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Para comprenden los movimientos continuos y discontinuos del
sistema económico y social, en cualquier momento de la historia concreta, es
necesario relacionar las estructuras económicos con la no económicas. El dato
cuantitativo con lo cualitativo. La
producción de la materia y la producción de la ideología. El hombre está
inmerso en la producción material, pero la vive simultáneamente en los actos
ideológicos. No sólo trabaja la materia con la que trabaja, sino que la vive a
través de sus vivencias. Vive su enajenación en el momento que gasta su energía
física y mental. Trabaja para sí mismo como si fuera otro que lo extraña.
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Ya se ha dicho, Lo nuevo del trabajo se da en el trabaja
pasado. La vida actual revivifica el trabajo pasado. Lo nuevo da vida al
pasado. En el proceso de trabajo el valor trabajo actual recupera el valor del
trabajo pasado La aparición de elementos sociales y económicos nuevos están
dados en los procesos sociales pasados. El pasado muestra los elementos
económicos e ideológicos, provenientes de las insuficiencias de la producción:
los elementos económicos depreciados por el uso y los excesos de capacidad de
las instalaciones de producción industrial no aplicadas. Las unidades de producción no aplicadas bajan las
ganancias y actúan a la baja sobre los salarios
y el empleo.
El bajo nivel de productividad de las instalaciones de
producción se deben a un exceso de
capacidad de producción no utilizada bajo los efectos de un insuficiente consumo de
elementos de producción directos y una
baja demanda de bienes de consumo
individual por altos precios monopolistas, y un nivel de salarios y empleo
sometidos a los antagonismo de las relaciones de producción de bajos salarios y
altas ganancias.
Lo viejo se da en la forma de distribución del producto
neto en salarios bajos, bajo consumo individual, bajas oportunidades de
inversión de las ganancias, en un mercado contraído por los bajos salarios y su
corolario de demanda insuficiente, exceso de capacidad no utilizada industrial
y financiera. Lo viejo ineficiente del sistema anula la renovación eficiente de
lo nuevo.
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