viernes, 1 de marzo de 2013

Lo viejo y lo nuevo (1).


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La historia de la cotidianidad aparece como un flujo incesante y homogéneo que atenaza el tiempo físico. Sin embargo, este flujo incesante admite rupturas de discontinuidad. Lo nuevo se incrusta en lo viejo y al igual que una cuña de acero rompe el bloque del flujo incesante de la historia, provocando que elementos sociales y económicos nuevos aparezcan como rupturas en la continuidad del tiempo cotidiano. Las estructuras sociales guardan los elementos ocultos que habrán de destruir las viejas. La invariabilidad de un sistema conlleva sus límites de ruptura. Las variables estructurales del sistema social establecen normas y deseos intencionales y desajuste entre las posibilidades de los deseos y los hechos objetivos. Las leyes del sistema social se ajustan a las diferencias entre las normas deseadas y las invariables del sistema en los límites de su perpetuidad. En este movimiento del deseo y la contradicción, se dan los equilibrios y desequilibrios de los elementos sociales viejos y lo elementos sociales nuevos. Para darle continuidad a un sistema social es necesario que se produzcan rupturas que superen los límites de su invariabilidad. Los elementos estructurales nuevos están dados en el funcionamiento estructural actual. Lo nuevo está dado en lo viejo. La aparición de los elementos sociales y económicos nuevos proviene de las insuficiencias de funcionamiento de los elementos sociales depreciados que impiden la aparición de nuevas leyes de funcionamiento social.  El hombre tiene que producir su vida en unas condiciones históricas relativas dadas, que pueden imposibilitar su propia existencia. Los elementos sociales depreciados impiden el funcionamiento de producción de las condiciones de supervivencia de la sociedad. Estos elementos depreciados frenan la renovación normal de la vida social. Son elementos sociales refractarios al cambio sustitutivo de las relaciones de dominio de las minorías sobre las mayorías. El poder de dominio de una minoría actual se articula en una práctica obsesivamente represiva en las nuevas condiciones materiales y mentales que exigen un cambio de situación de lo viejo depreciado. La vida social no se nos da definitivamente concluida, ya que hay que reproducirla  fuera de las estructuras económicas y mentales desfasadas, que conservan su invariabilidad como la continuidad de lo mismo a través de la violencia de la necesidad primaria de subsistir y la violencia instituida en un derecho perpetuativo de la invariabilidad de las relaciones de dominantes y dominados.
Una crisis socioeconómica desnuda la realidad social de las ideologías ancladas en el pasado y hace aflorar los elementos sociales nuevos, que habrán de sustituir las relaciones sociales de explotación económica y mental de la minoría sobre la mayoría. 
Los equilibrios y desequilibrios de reproducción de la sociedad imponen rupturas en el flujo cotidiano de la producción material del hombre y en los imaginarios políticos de las totalidades colectivas de poder y representación política. La estabilidad de la cotidianidad social y los flujos de ruptura se dan en las continuidades y discontinuidades conjuntivas de las estructuras sociales  en la totalidad social jerarquizada. Una totalidad social es un conjunto de estructuras materiales e ideológicas vinculadas como un Todo en un momento concreto de la historia. El Todo social tiene una sincronía de normas y hechos que habrán de posibilitar imprevistos que posibiliten la aparición de diacronías rupturistas. Una revolución son los efectos de las diacronías en las sincronías. Lo nuevo en lo viejo. La invariabilidad del sistema social  se desajusta en su incapacidad de reproducirse. Las normas y los hechos introducen leyes de ajustes y rupturas del sistema social. Lo nuevo de la historia está dado en los desajustes de las normas intencionales y los hechos. Los ajustes y desajustes de normas y hechos provocan diacronías violentas de reajuste en las relaciones de dominio. Una clase social de dominio no puede mantenerse en el poder político y económico exclusivamente a nivel de la producción de subsistencia económica de la mayoría social. No hay retorno a la barbarie de un excedente económico capitalista, que a absorba totalmente el nivel el tiempo necesario de trabajo para que a la vez produzca la vida colectiva asalariada (95% de la población activa) y posibilitar un excedente ganancial con un trabajo gratuito total. Si el mito de la izquierda es la Arcadia, el mito de la derecha económica es un salario nominal que se acerque al cero de salario real. El mito de los compradores de trabajo es que éstos vivan del aire. El hombre no es una cosa libre de usar en las unidades de producción, sino una fuerza de trabajo que requiere un nivel de subsistencia material capaz de mantenerla en funcionamiento en el proceso de producción. El trabajador gasta su valor de uso al establecer un valor de cambio salarial. Sus energías físicas y mentales en la jornada de trabajo se agotan y es necesario reponerlas por el consumo de reposición en el “tiempo libre” que se le permite. Con la salvedad de que tiene que  reponer necesariamente sus energías gastadas si quiere permanecer vivo. El límite de su libertad está dado en la jornada de trabajo siguiente que repone el salario.
 Para continuar en el proceso de producción tiene que reponer las energías gastadas junto a la amortización de las máquinas y el consumo de materiales. El hombre gasta sus energías vitales, pero necesita reponerlas en una reproducción de su vida en términos de trabajo objetivado y necesario para mantenerse y ceder el trabajo excedente y gratuito que deja a las unidades de producción. Mientras el hombre esclavizado es desposeído de la propiedad de su cuerpo, el trabajador asalariado sólo vende, si hay comprador, una fracción diaria de su vida laboral. Para el resto del tiempo no productivo es libre para reponer sus energías o destruir su organismo por falta de atención adecuada. Los hábitos de mantenerse en la existencia pertenecen al instinto de  perpetuación. Del esclavo propiedad existencial del esclavista a la venta salarial se determinan estadios de historia social. La compra del esclavo niega la jornada de trabajo laboral por la jornada natural. El esclavo es una parte de la naturaleza. El trabajador es parte de la jornada de trabajo. Cuando ésta cesa, el trabajador debe reponer sus energías materiales y psíquicas. El mundo del deseo está situado detrás de la jornada laboral. Un deseo sin medios de pago monetarios carece de validez real.
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Para comprenden los movimientos continuos y discontinuos del sistema económico y social, en cualquier momento de la historia concreta, es necesario relacionar las estructuras económicos con la no económicas. El dato cuantitativo con  lo cualitativo. La producción de la materia y la producción de la ideología. El hombre está inmerso en la producción material, pero la vive simultáneamente en los actos ideológicos. No sólo trabaja la materia con la que trabaja, sino que la vive a través de sus vivencias. Vive su enajenación en el momento que gasta su energía física y mental. Trabaja para sí mismo como si fuera otro que lo extraña.
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Ya se ha dicho, Lo nuevo del trabajo se da en el trabaja pasado. La vida actual revivifica el trabajo pasado. Lo nuevo da vida al pasado. En el proceso de trabajo el valor trabajo actual recupera el valor del trabajo pasado La aparición de elementos sociales y económicos nuevos están dados en los procesos sociales pasados. El pasado muestra los elementos económicos e ideológicos, provenientes de las insuficiencias de la producción: los elementos económicos depreciados por el uso y los excesos de capacidad de las instalaciones de producción industrial no aplicadas. Las   unidades de producción no aplicadas bajan las ganancias y actúan a la  baja sobre los salarios y el empleo.
El bajo nivel de productividad de las instalaciones de producción se deben a un  exceso de capacidad de producción no utilizada  bajo los efectos de un insuficiente consumo de elementos de producción directos  y una baja demanda  de bienes de consumo individual por altos precios monopolistas, y un nivel de salarios y empleo sometidos a los antagonismo de las relaciones de producción de bajos salarios y altas ganancias.
Lo viejo se da en la forma de distribución del producto neto en salarios bajos, bajo consumo individual, bajas oportunidades de inversión de las ganancias, en un mercado contraído por los bajos salarios y su corolario de demanda insuficiente, exceso de capacidad no utilizada industrial y financiera. Lo viejo ineficiente del sistema anula la renovación eficiente de lo nuevo. 

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