sábado, 23 de mayo de 2009

El Gran Inquisidor (y 5)

El transcurso histórico, del siglo XIX al XX, habría de implicar el incesante declive del Estado liberal y la formación del Estado-intervencionista. Se buscaba un Estado- corporativo, que impusiera fines coercitivos a una sociedad desgarrada en clases sociales. La ética de los principios individuales retrocede ante las coacciones de las instituciones autoritarias. El individuo queda orillado en su interioridad vigilada.
El Estado-vigilante se entrega a la labor de eliminar los límites de la necesidad, la autonomía y la libertad. Se corona con el dogma “de cuanto menos libertad más Estado.” La sociedad civil queda asediada por la peste autoritaria. La sociedad ética queda aislada en el corporativismo del Estado-vigilante. El Estado totalitario aplica los instrumentos de subordinación coercitivos culturales. Las geometrías inquietantes del espacio cerrado determinan el adiestramiento de la obediencia. La existencia humana entra en la grafía del dolor y del miedo. El terror se abre en las sincronías cotidianas de la manipulación del lenguaje.
Se paralizan los actos creativos de la sociedad ética. La cinética iluminativa de los grupos partidarios del castigo y el cinismo sin límites se expande en la salvación por el ocultamiento. Las cartas del tarot de la irracionalidad detentan la primicia de porvenir autoritario. La convicción de la revolución permanente de 1789 se traslada a las masas sociales. El individuo se enfrenta a un destino incierto. Hay grandes huelgas en las ciudades industriales y también la reacción sangrienta del ejército y la policía. Los ciudadanos se convierten, para el orden autoritario, en anarquistas y nihilistas. La autoridad cínica exige que las condiciones de la reproducción autoritaria del poder social se mantengan destruyendo al enemigo. La ortodoxia de las capas sociales inmovilistas obliga a la sujeción de las jerarquías de dominio totalitario. En la Iglesia católica se impone el ultramontanismo con el pontificado de Pio IX, que impulsa la infabilidad del Papa en materia de dogma. El absolutismo sin restricción de su autoridad en el gobierno de la Iglesia. La pasión de la voluntad del poder se extiende en las Instituciones estatales y en las Ideológicas. Las marcas del autoritarismo elevan la pasión política arbitraria a la conciencia vacía de moralidad. Hay un espacio social reglamentado, en el que los individuos permanecen en la uniformidad de los personajes de los cuadros de Chirico. Ellos esperan, en los espacios amurallados, el milagro en la una realidad metafísica. El suicido del general Boulanger en 1891será una prueba de consolidación institucional para la III república francesa. Las estratificaciones sociales progresistas no habrían de aceptar un cesarismo militarista, después de la derrota de Francia en 1870. La sociedad francesa se enfrenta a los totalitarismos, pero exalta el revanchismo.
En 1894 sube al trono el zar Nicolás II y las intrigas absolutistas y la pasión mesiánica de Rasputín. El poder del zar se oscurece en las organizaciones secretas. Pero una Rusia Revolucionaria estalla en 1905. El movimiento revolucionario de la multitud hambrienta ante El Palacio de Invierno. Se produce la represión de las mas sociales dirigidas por el Pope Gapon. La historia introduce personajes turbios en las coyunturas rupturistas. La astucia de la Razón hegeliana da huellas a la revolución de 1917. El viejo buda, la emperatriz china Tseu- Hi, muere en 1908.China se fragmenta en los epígonos militares del ejército imperial. La guerra chino japonesa de 1894-1895 ya había preanunciado la incesante guerra civil y antiimperialista de China. La guerra ruso-japonesa de 1904 significó el inicio de fin del zarismo. El titán bismarckiano muere en 1898. El reinado de Guillermo II estaba preparado para un desarrollo económico y militar imperativo en las relaciones internacionales. La muerte de la reina Victoria I de Inglaterra en 1901, que gobernó 64 años, simboliza el final de una época imperial y rigorista. El resultado social de su muerte será el final de un ciclo histórico imperialista. El orden de la política internacional bismarckiana entrará en crisis y aparecerán las relaciones internacionales de equilibrios/ desequilibrios militares y económicos de superioridad jerárquica. La confrontación desequilibrante de ententes cordiales y alianzas. El Estado se burocratiza presagiando, las minorías dirigentes, la guerra de 1914-1918. Pero a través de la parafernalia de los sucesos de jerarquía internacional se abría la necesidad de mantener y conquistar el reparto de los mercados del mundo. Las relaciones económicas conformaban las determinaciones estructurales ideológicas. La estructura económica expansiva necesitaba la ampliación de los mercados de producción- consumo, nacional e internacional. La correlación orgánica de la estructura nacional y la intervención militar internacional. La ley de control de los mercados coloniales fijaba las maniobras estatales. Ya, en El Gran Inquisidor (4), se expuso una estadística del dominio colonial de los países y los mercados internacionales potenciales para los países imperialistas.
El individuo del período de 1900 -1914 estaba atrapado en las estructuras retributivas del colonialismo. El hombre desheredado va a expresar la inhumanidad. La visión trágica del genocidio de los hombres, a los que Mijáilovich Dostoievski denomina los humillados y los ofendidos; y más tarde, Fran Fanon, los esclavos de la tierra. Ellos serán la humanidad sacrificada, que padecerá el inmovilismo del orden autoritario. Los sometidos a los dictados de las clase hegemónica desde 1870 a 1914.Un ciclo en el que la estructura económica cambiará a la concentración y la centralización del capital. La urbanización de las ciudades. La compresión de la finitud humana como un mecanismo de sometimiento al poder organizado de la irracionalidad del mundo. Serán las relaciones perversas de las ideologías, las relaciones excrementales de explotación humana. El trabajo deshumanizado, en las instituciones opresivas de los gestores de la riqueza y de la voluntad, de subordinar el individuo a un destino incierto. El individuo se encuentra frente a la Nada. Es en una cosa de la voluntad ajena. La medida de la eficacia represiva es la desorganizar social de los dominados. La no resistencia al mal. El poder disciplina a las masas sociales. El despotismo burocrático estará ante la soledad del sujeto atrapado en necesidad. La existencia del humillado y del ofendido tiene valor residual en el mercado anónimo de la reserva de trabajo. El resultado apocalíptico será: se movilizarán, en la guerra de 1914-1918, 65.038.810 hombres. Morirán 8.538.315. Heridos 1.219.452. Prisioneros y desaparecidos 7.750.919. Total de bajas 37.494.186. Las consecuencias de esta guerra mostrarán el sometimiento de la sociedad a la Totalidad Autoritaria.
Se consuma que, desde 1870 a 1914, es un tiempo histórico de oscuridad en las relaciones de igualdad y libertad. El individuo está enrejado. La ideología exalta una guerra cercana y universal. Es el terror de la soledad del individuo ante las instituciones de poder autoritario. La simbolización de la situación del individuo trágico está en el relato de Fran Kafka: la Metamorfosis (1915). Kafka escribe de la soledad, la frustración y la angustiosa opresión moral de culpabilidad indeterminada, que experimenta el individuo, oprimido por las amenazas exterminativas, en la conciencia desgraciada. El inconsciente colectivo es culpable. Las cargas represivas de energía psíquica inhiben la voluntad de existir y entender el sinsentido del ser en el límite de la muerte. En la metamorfosis, Gregorio Samsa, un agente de seguros, descubre que se ha convertido en un enorme insecto; su familia lo rechaza y deja que muera solo. Gregorio Samsa descubre que está fuera del mundo. Desconoce las razones que lo convirtieron en un insecto. Está en la irracionalidad del destino. Es castigado sin saber su culpa. Kafka nos revela las coacciones sociales de su época. El individuo es un insecto ante el poder autoritario. Se halla perdido en el absolutismo del imperio austro-húngaro. No encuentra salida a su culpa inconsciente, que lo convierte en un ser extraño que finaliza deshumanizado. El individuo es un insecto de la Metamorfosis de la Sociedad kafkiana. Los sistemas sociales autoritarios retroceden al individuo hacia las patologías zoomorfas. El miedo, las descargas de culpabilidad inconsciente, hace del ser humano un parásito oculto.
Robert Musil (1870-1942) nos describe el hombre que llega asido a las condiciones de la Gran Guerra. Es un ser sin atributos: una cosa. Su personaje central, Ulrich, es el antihéroe. La cultura europea heroica, del Renacimiento, el Iluminismo, la Revolución, el Romanticismo, se contrae ante el poder militar y burocrático del orden social autoritario. El individuo se halla adherido a la realidad de dominio ajeno Los atributos morales, que le permitían el heroísmo de la libertad, están sumidos en la realidad alienada. La experiencia individual está en la simbología imaginaria de la necesidad. La experiencia se vive en una vida imaginaria. Las relaciones de dominio son la realidad de Otro. El individuo aislado de la comunidad ya no espera, carece de trascendencia moral y heroica para hacerlo. Pero si la voluntad del dominante es la voluntad general, el individuo es una cosa sin redención. Las visiones irracionales del mundo prevén la cosificación del individuo. La angustia de la Nada invade la sociabilidad. Robert Musil (1880-1942), novelista austriaco, que analizó la gran crisis deshumanizadora de su época, Joseph Roth (1894-1939), novelista austriaco, el gran perseguido del olvido y la miseria, que predice la caída del imperio Austro-húngaro. Alexéi Nikoláievich Tolstoi (1882-1945), escritor ruso, que se enfrenta la desesperanza de la finitud con la resistencia pasiva al mal, que además influiría en la revolución política humanizadora de Gandhi. Fiódor Mijáilovich Dostoievski (1821-1881), novelista realista ruso, oscilante ante la tragedia de la moralidad colectiva salvadora y la angustia racionalista del individuo anónimo de la sociedad capitalista. Su eslavismo le exigía el retorno al hombre comunal, que se abandona a la fe de la Totalidad. Él descubre al Gran Inquisidor. El iluminismo pragmatista de hallarse sin trascendencia. Los robots de la metafísica tecnológica se someten al irracionalismo de la necesidad y su satisfacción. Aún estamos en la existencia del Gran Inquisidor, en los genocidios, en el mal absoluto de una sociedad sin bordes de contención, escindida en la búsqueda del porvenir por la utopía. La Gran Guerra puede ser, en los arcaísmos de la historia, una contrarrevolución permanente.

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