sábado, 9 de mayo de 2009

El Gran Inquisidor (3)

Subperíodo 1848-1870.
Las revolucione sociales se caracterizan por la consecución de sus fines, desde una doble perspectiva política: a) de la fuerza; b) del consenso. La revolución de 1848 pasó de la fuerza al consenso. Ella era el fenómeno de inspiración constitucionalista frente al orden conservador de las potencias militares ganadoras de las guerras napoleónicas. Fue una revolución permanente por su rapidez de propagación y extensión geográfica, pero de una revolución estacionada y vencida por el largo efecto reaccionario de su fracaso. La pequeña burguesía liberal experimentó el silencio de la tierra de los vencidos. La contrarrevolución triunfante del ciclo de estabilización consensuada y cesarista de Napoleón III en Francia; el despotismo de Alejandro III de Rusia; Bismarck en Alemania; Francisco José I emperador de Austria. Desde 1848 a 1870. Los desgarros de la derrota se unieron al crecimiento económico. Los individuos activos se preguntaron durante mucho tiempo sobre las nuevas condiciones de formación de las relaciones de poder constitucional. El alzamiento revolucionario se produjo en febrero de 1848 en Francia, el rey Luis Felipe I de Orleans fue derrocado y se proclamó la II República. Luego la revolución redujo a los obreros revolucionarios de Febrero de 1848. La derrota del movimiento obrero parisino, en Junio de 1848, permitió a los republicanos burgueses controlar el gobierno, pero en la siguiente ola revolucionaria los legitimistas y orleanistas, que no eran republicanos, cedieron el poder del Estado al presidente de la república, el sobrino de Napoleón Bonaparte, Luis Napoleón. La revolución de 1848 dio origen a movimientos nacionales a favor de la unificación en los estados alemanes e italianos. Los liberales alemanes formaron una Asamblea nacional de toda Alemania en Frankfurt del Main. Las insurrecciones que se produjeron en Italia obligaron a huir al papa Pío IX; Giuseppe Mazzini, propugnaba la unificación italiana bajo un régimen republicano, proclamando la República Romana en 1849, pero ésta no tardó en ser abolida. Lombardía y Venecia declararon su independencia apoyados por el reino de Cerdeña. El general austriaco Radetzky derrotó a los independentistas. El Imperio austriaco, cuya actividad represiva preservaba el statu quo en Europa, se convirtió en el eslabón más intransigente de la cadena absolutista. El nacionalismo independentista de la aristocracia territorial se mezcló a la desesperación social del campesino arrendatario y servil. En marzo de 1848, la revolución se extendió a magiares, eslavos e italianos que se pusieron en contra del régimen imperial austriaco A pesar del impulso revolucionario de 1848, la desorganización de la pasión política e instintiva de las masas sociales impidió que la revolución consiguiera algunos de sus fines reivindicados. La heterogeneidad de las fuerzas sociales revolucionarias se dividió en función de los intereses inmediatos de los contendientes. Los intereses materiales dominantes se mezclaron con la fragmentación de las necesidades de la sociedad civil. Los intereses particulares anularon los intereses universales. La revolución se cuarteó al entrar en conflicto los intereses económicos particulares y los atavismos unitivos nacionalistas. Los ejércitos de los Habsburgo derrotaron a los rebeldes italianos y, con la ayuda de la Rusia zarista, se reprimió la rebelión húngara. Francisco José de Austria acabó con todas las pretensiones liberales. Abolió el gobierno constitucional y rechazó el plan para la reorganización del imperio según las diferencias nacionales. Desde aquí, la revolución permanente de 1848 se detiene. La burguesía conservadora pacta su continuidad de dominio económico y cede el poder político a los cesarismos. La derrota de los revolucionarios de 1848 cegó la perspectiva de una gradual transición del absolutismo aristocrático al sistema representativo de los partidos políticos y la separación de poderes de las funciones estatales. Las victorias reaccionarias aniquilan los procesos abiertos a la representación de la sociedad civil en el Estado. En la reacción se producen alucinaciones paranoicas despóticas, que inhiben la estructura psíquica y política de las masas sociales y las posibilidades de realización de una sociedad abierta. La concepción del mundo que se impuso, después de 1848, fue las gastadas resoluciones inmovilistas del Congreso de Viena. Renacía la conferencia internacional que restablecía el orden territorial e ideológico anterior a la revolución francesa, pretendiendo detener la descomposición del orden institucional absolutista medieval y detener la hegemonía política de la burguesía para evitar la formación de un Estado capitalista en una unidad centralizadora de los centros de poder y autonomía relativa a las relaciones económicas de la sociedad civil. Las fuerzas retroactivas de los pactos de Viena tuvieron efectos estabilizadores desde 1814-1848, 34 años, y graduales e intensivos desequilibrios de alianzas y ententes desde 1870 a 1914, después la sociedad absolutista entraría en la industrialización y militarización que prepararía la guerra de 1914-1918.
La inmovilidad absolutista de la visión del mundo se entregaba a la efectividad del ejército, la policía, la burocracia y la eliminación física y política de los opositores en las casas de la muerte dostoievskianas. Esta visión paranoica del mundo absolutista determinó relaciones sociales de sumisión política y el oportunismo de la burguesía en las relaciones de producción, encaminadas a la reproducción económica militarizada de las sociedades de preguerra. Hay momentos de la historia donde las minorías de poder sólo encuentran la solución de sus contradicciones en la guerra. El miedo colectivo posibilitó el incremento opresivo y la radical desigualdad del individuo desnudo y del individuo acaudalado y soberbio. Las represiones políticas y económicas convierten a los individuos perversos en seres aforados a la necedad y al fatalismo nihilista. La reordenación territorial y política del post-congreso de Viena incrementó las tendencias nacionalistas extremas. Sus consecuencias fueron que los países europeos habrían de reordenar sus territorios y su industria al finalizar la Primera Guerra Mundial, en medio del caos nacionalista y la miseria colectiva. Los individuos encuentran las soluciones que ya están dadas en la actualidad. No hay brujos carismáticos en la vida social.
El individuo europeo, que quería nuevas estructuras constitucionales en 1848, se convirtió en un ser oculto y perseguido por la contrarrevolución absolutista. Se había aventado una conciencia cierta del peligro que se pliega al absolutismo del terror cesarista y aristocrático. Aunque el desconcierto era general no se impidió la reorganización de los partidos políticos social demócratas y liberales. Aunque ya no se pretendía un cambio revolucionario en las instituciones represivas del poder social, después de 1848, la conciencia de la historicidad del individuo reiniciaba los conflictos con un nuevo individuo que reflejaba la historia y que sería despectivamente denominado el individuo-masa. Las masas sociales urbanas entraban en la historia y en la política, en los conflictos últimos de individuos dominantes y dominados. Si bien habría una conciencia políticamente difusa y solidaria del individuo –masa, ésta sería decisiva en las reivindicaciones de un nuevo hombre político y cultural hasta 1870 y el final de 1914. La guerra Franco-prusiana tuvo lugar en julio de 1870 hasta mayo de 1871, en el que Francia fue derrotada por los estados alemanes liderados por Prusia. El dirigente prusiano Otto von Bismarck, unificó Alemania, y el 1 de enero de 1871 instituyó de II Imperio Alemán. En Francia estalló la comuna de París y la organización del poder del Estado derivó en la III República. Toda la política intencional europea va a girar alrededor de este conflicto militar que reavivará los extremismos aniquiladores de la Gran Guerra.
En este interludio preparatorio de la apocalipsis aparecerá el individuo- masa, que habrá de provenir de las segregaciones campesinas y de sus inmigraciones a los núcleos urbanos de las ciudades industriales europeas. Será un hombre definitivamente escindido del vasallaje de la propiedad de la tierra agrícola, será un sin tierra, sin herramientas, y con prácticas sociales ajenas a los arcaísmos campesinos. Es un individuo desprovisto, desnudo, que vende su fuerza de trabajo, en un mercado anónimo, por un salario monetario. Este individuo desnudo ya no está sometido a las leyes naturales, sino a leyes económicas de formación de precios, del salario natural, salario de mercado, acumulación progresiva de capitales en las clases sociales favorecidas, desterrado a las afueras de los centros urbanos. Será un individuo carente de propiedad sobre los medios tecnológicos que reproducen la vida social. Se apropia del proceso de producción mediante su trabajo, pero queda extraño a la formación de las ganancias empresariales que pertenecen a un individuo ajeno. El enfrentamiento político del individuo-masa será propuesto por el antagonismo de la apropiación del proceso de producción, y la negación de la distribución progresiva de las ganancias empresariales entre trabajo y capital. Este dilema del ser desapropiado tajará los antagonismos de los partidos políticos de clase y ampliará los procesos antagónicos de revolución y contrarrevolución en la Europa del siglo XX. La historia, la potencia del hombre como un ser en la historia, no lograba contener el absolutismo, perpetrado desde la organización cesarista del poder y las represiones manipuladoras colectivas subsiguientes. La extinción de los individuos revolucionario de 1848 dieron lugar a los revolucionarios comunales de 1870 y al individuos-masa de 1870- 1914. Las convulsiones reaccionarias de los absolutismos imperiales y los grupos sociales que intervinieron en la revolución de 1848 eran los protagonistas de acciones y reacciones sociales, que exigían Estados constitucionales, que liberaran a los obreros urbanos, a los comerciantes y a los artesanos, a los campesinos serviles, que se hundían en las hondonadas del hambre medieval, pero frente a ellos estaban las clases aristocráticas. Los individuos de 1848 querían la organización racional fabiana y owenista de los procesos de producción y de propiedad para evitar que la sociedad se sumiera en la degradación. Las formas autoritarias reducían al individuo-masa a la miseria medieval del vasallo y a la miseria artificial capitalista, de salarios bajos y los precios caros de los alimentos y de la vivienda. El individuo atrapado entre el autoritarismo absolutista de la nobleza y la explotación sin fin del individuo desnudo por la producción de ganancias.La revolución de 1848 evidenció que aparecía una nueva clase social, que se organizaba políticamente, una clase de obreros, campesinos y artesanos, que pugnaban por emanciparse del cesarismo imperial, el sistema del sudor de las jornadas de trabajo extensas e intensas y de la nobleza prusiana. Los intelectuales europeos describían el escenario social y psíquico de este nuevo individuo-masa. Hay un nuevo individuo-masa en la sociedad Europea, que definirá Balzac como efectos de las causas materiales de la sociedad capitalista. Stendhal (1783-1842), como la finalización del aventurero romántico ante al poder de la sociedad mediatizada por la herencia y la nobleza. El aventurismo ideológico bonapartista del individuo de extracción social baja, nunca más llevará en la mochila el bastón de mariscal. Habrá una dispersión de la unicidad de la visión del mundo por los intelectuales. Gustave Flaubert (1821-1880), novelista francés, entrará en la neurótica observación de la nulidad de la experiencia del individuo ante la monotonía conservadora de las organizaciones sociales de masas. Charles Baudelaire (1821-1867), poeta y crítico francés, se enfrenta a la sociedad coercitiva burguesa mediante la búsqueda de los paraísos artificiales de la poesía y de la droga. Mijáilovich Dostoievski (1821-1881), novelista realista ruso, muestra el individuo del submundo de las ciudades rusas, la terrible separación del individuo occidental de la sociedad comunal. Su profecía de destrucción colectiva del eslavismo, al afirmar que si Dios ha muerto todo está permitido Con la muerte de Dios, Nietzsche instaura la metafísica de la voluntad de poder de un trashombre, que deberá establecer su permanencia en el mundo por la creación de valores activos. El afirmará: el hombre es un puente para el trashombre. Se abre la tragedia del individuo desnudo, manipulado, en una sociedad que oculta y ritualiza la miseria moral y material. Un individuo-masa que será encontrado en la preguerra mundial en el hombre sin atributos, forzado por la propaganda nacionalista para enfrentarse a una guerra mundial, que iba a eliminar a la aristocracia prusiana, rusa y austriaca de la sociedad capitalista, a millones de combatientes, pero también la racionalidad progresiva revolucionaria de las masas sociales. Las masas sociales caerán en la irracionalidad de los movimientos totalitarios, posteriores a la Gran Guerra, y perderán sus potencialidades progresivas ante el ultraje cotidiano de la manipulación de la esperanza del individuo-masa desesperado.

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