sábado, 30 de enero de 2010

Francisco de Asís y el ángel (3)

Marc Chagall (1887-1985), pintor judío, de origen ruso, vivió las relaciones de reproducción, económica, política e ideológica, de la sociedad de finales del siglo XIX hasta las últimas décadas del siglo XX. Hay en él, una infatigable búsqueda del ser de sus raíces personales, en la necesidad existencial de que su lenguaje estético refleje la memoria de la aldea rural judía. Las experiencias de su mundo van divergiendo de la historia del modo de producción campesino al modo de producción capitalista. Su arte busca sustituir la vida inmediata de una sociedad industrializada por el sentimiento interiorizado, en forma y color, de la aldea rural judía rusa. Los símbolos plásticos de Marc Chagall excluyen la realidad inmediata y en ellos están las relaciones imaginarias. Marc Chagall realiza en una práctica estética en los objetos del recuerdo. Este recuerdo, de los ecos inconscientes, lo une a la comunidad rural extinguida. La mayoría de recuerdos están en la mixtura de lo real sustituido por lo imaginario. Lo vivido y lo soñado
La historia vivida de la aldea rusa fue el incesante declive de una sociedad que integraba la religiosidad en los hábitos de la experiencia inmediata. La aldea rural judía en Rusia comienza su decadencia con las actuaciones del poder cesarista de Alejandro II (de Rusia) (1818-1881), Alejandro III (de Rusia) (1845-1894) y Nicolás II (1868-1918).
Alejandro II, bajo la presión de la perpetuidad de la dinastía zarista, ante las adversidades de su imperialismo expansivo, frente las potencias imperialistas europeas, se acogió a la idea conservadora de que es necesario hacer la revolución desde arriba para que no la hagan desde abajo. Para este fin, acometió una serie de reformas sociales como la abolición de la servidumbre en toda Rusia en 1861. Asimismo, prohibió el castigo corporal, estableció un mayor grado de autonomía regional, inició la reforma judicial, modificó el sistema de enseñanza e implantó el servicio militar universal. La medida de mayor importancia fue la eliminación y enmascaramiento de la servidumbre. La servidumbre en Rusia era un estado medieval de explotación del trabajo de los campesinos como siervos. Ellos constituían una clase de trabajadores agrícolas, que estaban legalmente vinculados a un lugar de residencia y de trabajo, y eran obligados a cultivar y cosechar la tierra de su señor, que podía ser de un noble, de un alto dignatario eclesiástico o de una institución, eclesiástica como los monasterios ortodoxos que concentraban la tierra y el dinero, que prestaban a los campesinos endeudados. A cambio a los siervos, se les permitía laborar parcelas para su propio sustento y el de su familia, pagando a su señor una parte de sus ganancias en especie y en metálico. El trabajo del vasallo era tanto una prestación de trabajo en la tierra de la nobleza como un pago del excedente monetario, que pudiera obtener vendiéndolo en el mercado. La tendencia de la economía zarista fue la eliminación de los pagos en especie por los pagos monetarios, que le servían a la nobleza para pagar su endeudamiento. Las relaciones de vasallaje llegaban al pago del permiso de dar en matrimonio a las hijas, por la transmisión hereditaria, por el uso de molinos y hornos de pan, y por el uso de las vías de comunicación. Puesto que su residencia y su trabajo estaban legalmente unidos a la tierra, los siervos se icluían en cualquier transferencia de la propiedad agrícola. Nikolai Vasílievich Gógol (1809-1852), escritor ruso, escribió su novela "Las almas muertas " (1842). En ella el consejero colegial Pavel Ivánovich Chichíkov, va de un lugar a otro comprando, robando y estafando para conseguir los títulos de propiedad de los siervos que aparecen en los censos anteriores y que han muerto recientemente, las “almas muertas”. Las almas muertas es una reflexión sobre la degradante y sofocante relación de la servidumbre.
En 1881 Alejandro II fue asesinado por un miembro de un grupo revolucionario nihilista conocido como Narodnaya Volya (Libertad del Pueblo), que arrojó una bomba al interior de su carruaje.
Ante la inestabilidad del Estado zarista, por los ataques de nihilistas y populistas, la miseria absoluta de los campesinos y el endeudamiento de la nobleza, el alejamiento monárquico de los sectores liberales de la pequeña nobleza rural y urbana, Alejandro III realizó un contra movimiento reaccionario, mediante el fortalecimiento de la policía política Okhrana, la censura y las ejecuciones sumarias.
Pero, en relación con la obra plástica de Marc Chagall, fueron los pogromos y la rusificación efectos decisivos en la destrucción de aldea judía rusa. Los pogromos se realizaron entre 1881 y 1882. Las matanzas organizadas de judíos era la forma de debilitar el movimiento revolucionario exacerbando la xenofobia del pueblo ruso. En 1883, se impusieron “Zonas de residencia”. Millón y medio de judíos fueron deportados y se superpoblaron los guetos, que acabaron en suburbios de extrema aniquilación de las tradiciones judías por la miseria y la deportación.
Durante el zarismo de Nicolás II, masas de campesinos sin tierra abandonaron el campo buscando trabajo en las ciudades industrializadas. Se iba formando una superpoblación de obreros parados que hacían descender el salario de subsistencia, ahora la miseria absoluta de la marginalidad. Ellos se convirtieron en obreros eventuales de fábrica, formando un proletariado urbano de hombres, mujeres y niños. La industrialización rusa avanzó desde 1881 a 1903. La financiación de capital industrial llegó mediante varios empréstitos del capital finaciero francés, que impulsaron la industria rusa y los ferrocarriles. Se desarrollaron tres grandes centros industriales: la industria textil en Moscú, la mecánica en San Petersburgo y la siderúrgica en Donetz. Las deudas exteriores permitieron la compra de capital industrial y la organización empresarial, junto a los mecanismos económicos de exportaciones baratas de productos básicos para pagar los empréstitos y los intereses. Los excedentes económicos exportados reducían la oferta de medios de subsistencia a los obreros y por tanto a la caída de los salarios. Los flujos de capital industria y de mano de obra se unieron para impulsar un desarrollo económico, imitativo del desarrollo económico de las naciones europeas industrializadas. Millones de obreros, y sus familias, se hacinaban en las ciudades con jornadas de 11 horas, y salarios desiguales con respecto a los trabajadores europeos por efecto de su carencia de organización sindical y de la represión policial. Los procesos de trabajo, en estas condiciones de producción, ocasionaban altos niveles de producción de plusvalía, de volúmenes de producción física, y altas tasas de ganancia industrial, comercial y tributaria. En medio de tanta desigualdad de miseria de la mayoría y riqueza de la minoría se alzaban la doctrina socialista de Plejanov y la anarquista de Bakunín. Incitando la organización de los obreros, sindical y políticamente, por Plejanov y el retorno anarquista a la tierra por Bakunín.
La transformación profunda de las relaciones de producción, entre la aldea rural y la industrialización de las ciudades rusas, de la servidumbre a la miseria obrera y a los conflictos del capital y el trabajo, influirá en la transposición estética de Marc Chagall, que habrá de producir relaciones simbólicas en la realidad social, desde el modo de producción campesino al modo capitalista. Marc Chagall hará la evocación de la memoria pictórica, que le llamaba a la reconstrucción poética de la realidad de la aldea judía precapitalista y a su idealidad. La enajenación de la realidad en simbolización.
El mundo real se convierte en imaginario si las condiciones reales han desaparecido por el índice de predominio de otro modo de producción superior. Del mundo rural al mundo del capitalismo. La supresión de un modo de producción conlleva la inestabilidad de relaciones sociales, de sublimación de las energías psíquicas, de lo vivido- recuerdo y de lo vivido actual represivo. La aldea rural judía de Chagall se opone a la sociedad de masas de mercancías y masas de hombres explotadas en jornadas largas de trabajo, la intensidad creciente del mismo, el salario bajo, la productividad acuciante en el proceso de trabajo del individuo y la máquina. La valorización del capital y la destrucción de los soportes humanos de la producción. El surrealismo de Marc Chagall fue una práctica intelectual y emocional del lenguaje plástico, que intuía un mundo humanizado en sus símbolos, ante la conversión de la sociedad en un depósito de desmemoria y barbarie maquinal. La respuesta simbólica ante la destrucción de la utopía del hombre, integrado en la colectividad como una condición histórica de la producción y las ganancias capitalistas. André Bretón, en el Manifiesto del surrealismo de 1924, indica que la imaginación es la fautora de la realidad. La simbolización de la realidad por la intuición poética de los sueños. Los hallazgos de las imágenes del sueño, de sus condensaciones, desplazamientos y síntesis de los delirios oníricos, se convierten en posibilidades creativas del lenguaje plástico y literario para una transrealidad.
Marc Chagall se encuentra después de la Primera Guerra Mundial en la insistencia manipuladora de olvidar las barbaries bélicas, la continuidad de las instituciones políticas aristocráticas y revanchistas que la originaron, las políticas monetarias, restauradoras de los precios de las importaciones y las exportaciones sobre el patrón oro, la continuidad de la representación política de las masas en los partidos políticos que apoyaron la contienda bélica, el mantenimiento de relaciones de propiedad jurídica de clase. Estas situaciones causaron un alejamiento de la realidad social de los trabajadores de vanguardia y de los creadores de formas artísticas. con mecanismos simbólicos expresivos de sus emociones sustitutivas. Aunque la práctica ritual simbólica no cambia la realidad, las fuerzas activas del inconsciente acercan el recuerdo a las vivencias actuales y con él a la experiencia de otra sociedad posible. Marc Chagall representó masas de color y personajes simbolizados, que dan a su pintura una realidad plástica que le permite el alejamiento imaginario de la realidad deshumanizada. El ángel de Caravaggio observa el distanciamiento de Francisco de Asís, de la finalización de su intuición mística de valores trascendentes y la reflexión sobre el hombre místico ante lo imperativo del poder político y económico, que aniquilan el deseo unitivo místico, y acerca los ciclos de degradación cultural que arrastran a la memoria de las pasiones inhumanas. El surrealismo bretoniano exige que se recupere una nueva realidad en los objetos hallados en los hilados oníricos. Marc Chagall vuelve al surrealismo de las relaciones imaginarias de la aldea rural judía rusa. Su pintura expresionista se acerca al temblor de los sentimientos encontrados en los sueños. Entra, con el ángel de la historia, en la memoria simbólica de las relaciones sociales del hombre natural y la naturaleza humanizada. El movimiento cultural surrealista y expresionista se distancian de la mundanidad bárbara por el sueño conciliador del finalismo utópico. La necesaria liberación de la opresión por la intuición poética ante el positivismo de los hechos experimentados por la lógica del terror. Este terror requiere la transformación de lo cotidiano en una realidad sublimada. Detrás de la historia está la intrahistoria de la mística simbólica que desdobla la realidad en sueño. Los sueños prehistóricos de Marc Chagall devienen en evasión afirmadora de la idealidad del pasado en “Circus en villaje, Dance, Cumpleaños, El diario de Smolenks, El gran circo, El gran desfile, La aldea y yo, La boda rusa, El judío orando (…)”
En sus obras se dan los componentes existenciales del surrealismo: el humor y el alejamiento deformador de la fantasía. Su tratamiento de la aldea rural rusa y el proceso identificativo de sus personajes judíos eran la búsqueda del mundo basado en la felicidad y la solidaridad. Su obra combina evocaciones, fantasías y el folclore judío. Sus desencuentros con la producción y el consumo capitalistas. El individuo se integra, ante la opresión, en la comunidad imaginaria. La esencia de lo humano está en su existencia. La separación enajenante de Marc Chagall es su propuesta de un mundo vivible sin terror económico.

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